EL PASADO PREHISTÓRICO DEL GRAN PERÚ
A mis buenos y leales amigos, el Dr.
Julio C. Tello y los
estudiantes de Arqueología de la Universidad de San Marcos.
Cuando el Libertador, hace más de un siglo, acogió las ideas de
algunos políticos de la época y trazó sobre el mapa una línea que
dividiera el Gran Perú, en Perú y Bolivia, —línea que posteriormente
pretendió borrar el gran caudillo Kholla Mariscal Andrés de Santa
Cruz—, no imaginó siquiera el formidable daño que su actitud causaba,
desde todo punto de vista, a una tierra que se hallaba estrechamente
unida por los vínculos de la prehistoria, la raza, las costumbres y,
especialmente, por el alma de sus pueblos.
No intento profundizar en los motivos que determinaron esa división,
que constituye el más grave error de la política sudamericana de
todos los tiempos y que tantas y tan funestas consecuencias ha
tenido para el Gran Perú. Hoy mutilado, para su cultura, su
bienestar político, social y económico, como también para la
investigación de su glorioso pasado, que apenas si es conocido antes
de la época en que Pizarro y los demás llamados “conquistadores”
hollaron este continente, otrora feliz, alta y humanamente
civilizado, para implantar en él una cultura ya en plena decadencia,
plagada de vicios e inadecuada a la idiosincrasia de los pueblos que
densamente lo habitaron desde los albores de la humanidad.
Algún día, — que ojalá no se halle lejano —, aparecerá en el
horizonte político de América el gran caudillo que, a manera de
cirujano, unirá este cuerpo dividido y mutilado, este Gran Perú
partido por el mismo corazón, que en una mitad se llama Perú y en la
otra Bolivia, y que en épocas pasadas, hace miles de años, era un
país cuya influencia cultural, política y social se extendía a ambos
hemisferios, como lo han comprobado las investigaciones de la
moderna arqueología. (1)
II
Lo que la Cruz del Redentor es para los cristianos, fue en tiempos
no muy remotos, para todos los americanos desde Alaska a la tierra
del Fuego, un símbolo de unión esotérica, de religión y de unidad
política, símbolo al que, desde hace casi cuatro decenios, vengo en
llamar “signo escalonado” (2). Quienes se dedican a investigaciones
arqueológicas, encuentran ese signo profusamente expuesto en los
monumentos, en las esculturas y, particularmente, en los dibujos
sobre cerámica, que constituyen, puede decirse, la expresión gráfica
de cuanto se refiere a las creencias y concepciones cosmológicas y
teogónicas de los habitantes de la América pre-hispánica.
Y el “Signo Escalonado” ha nacido en
Tihuanacu, en la metrópoli
madre, en la cuna prehistórica de todas las culturas americanas,
como ha podido comprobarlo, en el mismo sitio y hace pocos días, el
Esquilo americano, doctor
Ricardo Rojas.
Nuestra obligación de americanos es hoy la de estudiar, con interés
y tesón particulares, nuestra verdadera y antigua historia, que es
la historia de los pueblos que antes de Colón habitaba este
continente, relegando a segundo plano la historia de la conquista y
la no muy decorosa historia del caudillaje, posterior a la
independencia.
Para el estudio de esta verdadera historia, que hoy se llama
Arqueología Americana, se impone la necesidad de preparar en
nuestros países elemento apto, — como han comenzado a hacerlo ya el
Perú y México —; elemento disciplinado en conocimientos
modernos y especialmente en las ciencias que son afines a las
investigaciones arqueológicas.
1 —Véase: Posnansky: «Puntos de contacto lingüístico .y dogmático en
la América prehispánica» (trabajo enviado al XXVII Congr. Int. de
Amer. México) y publicado también en «Amerindia».— La Paz, Bolivia
1939.
2
—Véase: Posnansky: Thesaurus ideographarum. (El Signo escalonado en
las ideografías americanas), Berlín 1913. Véase, también Anales del
Congr. Int. de Americanistas, Londres; 1912.
El arqueólogo moderno no debe poseer conocimientos estrechamente
especializados, caso frecuente en los arqueólogos antiguos y aún en
los actuales, sino que además debe poseer sólidos conocimientos de
antropología física, geología y geodesia y una vasta cultura en
cuanto se refiere a la prehistoria americana, en todos sus aspectos.
Empero, el deber elemental que tienen esos estudiosos es el de
comprobar, — previa una investigación personal y cuidadosa —, que el
hombre americano no es un producto de la inmigración
extra-continental, por lo menos en cuanto atañe a la presente época
geológica, sino que es un producto originario de esta misma tierra
americana, donde generó su cultura, su arte y su ciencia.
Se ha
comprobado, — y la comprobación debe ser confirmada por los futuros
arqueólogos —, que el hombre americano existía ya cuando poblaba
estas tierras una fauna hoy extinguida. Se ha comprobado también que
la cultura del hombre pre-histórico de América llegó a un nivel de
progreso tal que muy poco, o casi nada, debía envidiar a la cultura
que los europeos trajeron a este continente en el siglo
XVI.
III
¿Qué es la cultura americana, quienes eran los hombres que la
llevaron a una cumbre tan alta como la que se manifestó en Tihuanacu,
— la metrópoli del hombre americano —, y en los incomparables
artefactos que el notable arqueólogo americano Dr. Julio Tello
descubrió en Parakas y otros puntos del Perú; el profesor Preuss en
Colombia y que otros investigadores de las repúblicas del Norte han
encontrado desde el grado 10 N. hacia el Septentrión?.
América debe
su ascensión cultural a dos razas principales, — subrayo razas —,
que, por muy importantes motivos que luego indicaré, he venido en
llamar “khollas” y “Aruwakes” y cuyos restos se conservan, casi
puros, en algunos rincones de los Andes. Esas razas, por lo general
hoy mezcladas, hablan varios idiomas y dialectos y sus rasgos
antropológicos característicos se hallan, por decirlo así, diluidos.
Empero, cualquier observador dotado de sentido común, sin ser
antropólogo de oficio, puede establecer las diferenciaciones
correspondientes entre “khollas” y “Aruwakes”.
Una de esas razas, la Kholla, formaba el pueblo dominador y mandón, el “Herrenvolk”. La
otra raza, la “Aruwak”, la formaba el pueblo de manada, el servidor,
el “Herdenvolk” que, cuando no tenía un “Fuehrer” de estirpe Kholla,
caía nuevamente en la barbarie. Y la comprobación de este hecho
puede establecerse hoy prácticamente si se observa a las tribus
bárbaras o salvajes que pueblan las selvas de la hoya amazónica. Son
todas ellas de estirpe Aruwak, por mucho que ya no hablen su antiguo
idioma, y se hallan convertidas a la condición de pueblos
secundario-primitivos.
IV
Para comprender la ascensión de las altas culturas de la América, —
diremos aún pre-históricas —, es necesario tomar en cuenta la
capacidad intelectual y dinámica de estas dos razas que, en lo
somático y en el carácter, difieren como chinos y habitantes del
Asia Anterior, hecho demostrado ya en mi conferencia: “América,
tierra de origen del hombre americano”. Los unos, los “khollas”, son
cuando puros, o sea no mestizados con “Aruwakes”, de cabeza corta y
alta (braquicéfalos), de cara alargada (leptoprosopos), de nariz
alargada (leptorrhinos); de ojos europeos, diremos foliolares (hipsiconchos),
de paladar ancho (braquiestafilinos); son de amplia capacidad
craneana y por eso inteligentísimos; atrevidos en la guerra,
caudillos natos.
Desde tiempo inmemorial vivían en la sierra y raras
veces bajaban a los llanos (3). En épocas prehistóricas, en la
América del Sur, hablaban un dialecto kholla, el aymará, cuyos
topónimos háyanse desde la Argentina hasta Colombia. Ese dialecto
se transformó más tarde, mejor dicho se cristalizó en un nuevo
idioma: el keshua.
3
Véase: Posnansky, «Antropología y Sociología de las razas
interandinas y adyacentes». II edición. La Paz 1938.
Fig. 1
Foto de tres lados de un ídolo de sexo femenino de Pokotia, al Sud
de Tihuanacu.
Fue esculpido en asperón blanco y la estructura estratigráfica del
bloque aprovechado para el dibujo en relieve de las costillas.
(I.
período de Tihuanacu)
Fig. 2
Foto del lado posterior de un ídolo de sexo femenino de Pokotia al
5ud de Tihuanacu.
Fue esculpido en lava andesítica verde durísima.
El color es debido al contenido de olivina. Háyase a un lado del
ídolo de Fig. 1.
Un ídolo de Pokotia que al parecer toca un instrumento de música.
(Encuéntrase
actualmente en el Museo del Palacio Tihuanacu en La Paz).
Es así que hubo y aún hay khollas que hablaban y hablan tanto el
aymará como el keshua. Y repito una vez más
(3)
de aquí lo que ya dije en opus citado en la nota 3: “la lengua no
hace a la raza”, lo que tuve que insistir al refutar la conferencia
de
un profesor italiano, nacionalizado argentino, en el XXVII Congreso
de Americanistas de Lima.
Los khollas, auxiliados por el pueblo de manada, los “Aruwakes”, son
los autores de las grandes culturas americanas, que los
conquistadores de la América del Sur hallaron en decadencia y en
ruinas sus excelsos monumentos, como en México encontraron en el
último grado declinatorio de su auge cultural a la civilización
azteca, Cortés y sus compañeros .
La otra raza, la aruwak, cuando pura, — es decir no mestizada con el
kholla —, tiene las siguientes características: Es de cabeza
alargada hacia atrás (dolicocefala); de cara ancha con pómulos
salientes (camaeprosopa), de nariz corta y ancha (mesorrhina y hasta
platirrhina), de ojos, mongoloides, forma de almendra (mesoconcho),
de paladar angosto (leptoestafilino) y prognato. Es el tipo genuino
de los cráneos de “Lagoa Santa”. El esqueleto de la cara es achatado
y por eso la denominé “cara de gato”, en contra posición a los
khollas, cuyo esqueleto fisiognómico es sobre saliente, por lo que
la llamé “cara de pájaro”.
Por supuesto, cada uno de estos tipos era más rústico cuando no
había aún ascendido en la escala morfológica. Por ejemplo,
últimamente encontróse a más o menos tres kilómetros al sur de
Tihuanacu, o sea cerca del cerro Quimzachata, en un lugar denominado
“Pokotia”, a tres ídolos en supertamaño: uno de hombre y dos de
mujeres. (Fig. 1, 2, 3). Uno de esos ídolos por haber estado
profundamente enterrado y en suelo gredoso, conserva su cara en
perfectas condiciones. Los tres ídolos provienen del primer período
de Tihuanacu, cuando la reproducción escultural de los rostros
humanos se hacía aún de manera realista
(4) y por eso constituyen retratos perfectos del
hombre de aquella lejana época.
4 —En el segundo y tercero periodo de Tihuanacu la reproducción
humana ya no se hacia en forma realista (impresionista) como en el
I. periodo, sino se estilizaba la cara humana (expresionista).
Fig. 4
Fig. 5
Tipos Khollas y Aruwak en la ceremonia de Tihuanacu
(a, b, c kholla
d, Aruwak)
Esos ídolos
representan posiblemente al proto-kholla, de facciones aún rústicas
y primitivas, con pómulos sobresalientes, ojo aún algo oblicuos,
ligeramente prognato; sin embargo, ya con la nariz evolucionada o
sea apuntando hacia el tipo leptorrhino, pero todavía algo ancha
como bien puede apreciarse en el retrato de la misma Fig. (5)
También se ve claramente la diferencia entre estas dos razas, en la
cerámica de Tihuanacu (Fig. 4 y 5), al enérgico kholla y al aruwak
con la expresión un tanto embrutecida. Si se compara ambos tipos
Fig. (6), se nota todos los caracteres fisiognómicos arriba
descritos; una mandíbula que denota gran carácter, en el kholla, y
en el otro, en el aruwak, una mandíbula aún no evolucionada, que
revela escasa o ninguna energía.
Fig. 6
a) Kholla b) Aruwak
(Kholla: braquicéfalo, leptorrhino, letoprosopo).
(Aruwak: dolicocéfalo, mesorrhino, camaeprosopo).
Compárese la cara
enérgica y consciente del kholla con la cara embotada del Aruwak
cuya mandíbula acusa inconstancia y falta de carácter.
Pero no solo en lo físico difieren estas dos razas principales de
América, sino también en el carácter. El kholla piensa con lógica,
obra en concreto, es guerrero atrevido y osado y brutal luchador;
pero se sacrifica y cumple cuanto promete
(5). En sus faenas es
tenaz; agricultor inteligente en terrenos difíciles, vivaz y
excelente metalúrgico. Es ambicioso y avaro, indisciplinado,
inconsecuente e infiel; dominador y eterno revolucionario. En sus
negocios es perseverante y absorbente, pero estafador por
excelencia. En su vida privada es sobrio y moral. Es investigador
nato. Su temperamento normal es ciclotimio
(6) y es cicloide en la
borrachera. En la psicosis es maniaco depresivo.
5 —Quizá sea ésta escultura, que procede del I. periodo de Tihuanacu
la primera reproducción fiel del hombre en América.
6
—Véase páginas 31-32 en Opus cit. en nota 3.
Existiendo esta diferencia en carácter y cualidades en las dos razas
principales, es posible comprender el objetivo, utilidad; y
“leitmotiv” de las grandes obras de Tihuanacu, Samaypata y otras
numerosas en Bolivia, en sus tres períodos, cuando en las del Cuzco,
también en sus tres períodos, inclusive el Inkario; las obras de
Ollantaytampu, en sus tres períodos; en Willka-Marka (Macchu Picchu),
en su dos periodos; las de Choquekirau, Cuelap y Chavín, en varios
períodos; Catac en dos períodos, o sea uno muy antiguo de las
habitaciones subterráneas y otro llamado ordinariamente de Recuay, y
muchas otras, tanto en la sección cordillerana, cuanto en la costa
de Pachacamac (Pachakama); las llamadas Huacas de Lima,
Cajamarquilla, Ankon, Chimu Kapac, Sechín, Paramonga, Chanchán y
tantas otras más al Norte, al Sur y, más adentro, hacia el Este.
En
todas esas obras se nota la división en Suyos (Suus), Mamanís,
Sayas, Ayllus y Sayañas, exactamente como en las poblaciones
cordilleranas, donde moraban sus remotos antepasados.
En una vista aérea de la Marka de Chanchán, se ve como en un mapa, y
aun mejor esas y otras divisiones (7).
7
—Vease Opus cit. en nota 3. Capítulo III. página 22, que trata de:
La división en regiones y parcialidades como motivo de separación
antropológica y lingüística. El Suu (Suyo), la Marka, la Saya, el
Ayllu y la Sayaña.
V
Los territorios de los aruwakes eran primitivamente las regiones
donde habían abundante vegetación, donde había mar, lagos, ríos y
especialmente donde había facilidad de alimento con poco trabajo.
Ellos ocupaban, — decirse puede —, las nueve décimas partes de la
América e islas cercanas a la costa del Atlántico. Es posible que
esta gran masa humana viviese en pequeños núcleos dirigidos por
jefes (Itushaú) de sus mismas tribus; pero sin ninguna cohesión
política entre la gran cantidad de tribus, de las cuales unas tenían
mayor
civilización y cultura que otras. La mayoría de los aruwakes
habitaban en los bosques, sin aspiraciones políticas y sin anhelar
una mejora en la cultura material.
Eran pueblos de manada que necesitaban de un “Fuehrer”. Como tal
“fuehrer” no existía entre ellos, pero como la tradición general
afirmaba, desde épocas remotísimas, que por el lado donde se pone el
Sol, “donde el Sol descansaba después de haber beneficiado al hombre
y a la naturaleza”, existía una tierra de bendición, donde “no hay
enfermedades, donde no se muere, donde habitaban grandes potentados
que con benevolencia regían a pueblos felices”, el anhelo y
tendencia de los pueblos aruwakes (8) siempre fue y aún es
aproximarse hacia la región encerrada entre las cordilleras: la
Blanca, la cordillera Real de nevadas cumbres y la Negra, la
volcánica de la costa del Pacífico.
Anhelaban llegar a esa región intercordillerana, considerada por ellos como el Edén, el paraíso
terrenal. Hasta en épocas modernas llegaban pueblos de la selva
hacia el lado del Pacífico, y al ser interrogados sobre los motivos
de su llegada, respondían más o menos en idéntica forma
(9), Que fue
la hace poco pasada guerra del Paraguay con Bolivia? No fue otra
cosa que el anhelo eterno de los pueblos aruwakes para llegar hacia
la tierra de promisión, la región intercordillerana.
Es así que desde épocas remotas pujaban hacia las planicies
cordilleranas grandes masas humanas, las que por supuesto y con el
asentimiento propio, sin que mediara violencia, fueron sometidas por
los Khollas, pueblo superior, de carácter mandón. Aquel pueblo de
manada, representaba los “ilotas”, el pueblo ordinario, abúlico y
servidor, que fue el que bajo el látigo de los Khollas realizó las
grandes obras del Perú, Bolivia y otros países más al Norte.
8
—Tratando de Aruwakes, siempre hablo desde el punto de vista
antropológico v nunca del lingüístico. (Véase Opus cit. en nota 3).
9 —Véase: Obras de Erland Nordenskiold.
Con esto se comprende, como hemos de ver más adelante, el objeto,
utilidad y
pensamiento político que orientó la construcción de las grandes
Pukaras y Huakas de la región cordillerana y de la costa, cuya
anciana y sabia madre cultural era Tihuanacu, la gran metrópoli
andina, la sede prehistórica del hombre americano.
Conociendo esta diferenciación antropológica-social, recién es
posible deducir, como hemos manifestado anteriormente, el objeto de
las famosas construcciones y obras, cuyos autores fueron Khollas y
Aruwakes.
VI
La Altiplanicie, por fenómenos geológicos, había ascendido,
desmejorando su clima (10) y las condiciones de sur pueblos que, en
la mayoría, buscaban facilidades de alimentos y vida. Entonces,
algunos de esos pueblos reemigraron hacia la tierra cálida, haciendo
vida de “secundarios primitivos” y otros se fueron hacia el
Septentrión y la costa del Pacífico, o sea de lea hacia el Norte. Es
por esto que no se encuentra señales de mayores culturas desde Ica
hacia el Sur, donde el clima y las condiciones de los terrenos ya no
prestaban facilidades de vida y por tanto no eran propicios para un
mejor desarrollo de la cultura material. Todavía, en los valles de
Arica y en el mismo Arica y regiones adyacentes, se encuentran
objetos de cultura andina (11).
Tomemos por el momento un solo ejemplo, el de Paramonga, en la costa
del Perú. Este sitio arqueológico es sin duda una Pukara, como
tantas que se hallan por la costa del Perú; diremos mejor un “burgo”
fortificado que al mismo tiempo tuvo en su cima las viviendas
necesarias y el santuario (12), pero no una fortaleza a la manera de
las que conocemos para las guerras en burasia.
10 —Véase: nota 17.
11 —Véase en op, cit, de nota 3 pg. 123 «Los Changos».
12 —Véase también la Pukara ríe Payan en Fig. 7.
Paramonga, según
nuestra opinión, era una fortaleza como la de Akapana en Tihuanacu,
cuya forma tiene también Saksahuamán en el Cuzco, Willka-Marka (Macchu
Picchu) con el fortificado Huayna Picchu en la margen del Urubamba,
Ollantaytampu, Pisaj y otras que no eran otra cosa que “PUKARAS DE
DEFENSA CONTRA SUS MISMOS SUBDITOS Y NO CONTRA ENEMIGOS DE AFUERA”.
Eran los defensivos de los jefes khollas, dueños y señores de la
tierra, sumos sacerdotes al mismo tiempo de sus dominados y
sirvieron para defender a aquellos cuando estos se levantaban en
actitud de sacudir su yugo.
Fig. 7
Vista aérea de Paijan.- Un típico Burgo o Pukara al pié de la
cordillera en el Perú.
Nótese la construcción escalonada con edificaciones sobre
la superficie muy semejante a
Akapana en
Tihuanacu (foto Larco H.)
Por supuesto, en las plataformas de todas las Pukaras hubo,
además de viviendas, (Fig.7) depósitos de agua, santuarios, templos
para el culto de las masas sometidas y observatorios solares (Intihuatanas),
para determinar las fechas agrícolas. Eran los khollas, la raza
noble de los Andes, los que en pequeño número dominaban a los
pueblos servidores que constituían un gran número, o sea los
aruwakes que oran, por no decir sus esclavos, sus obreros.
Ambos
hacían el papel que en la actualidad hacen en los grandes feudos
agrícolas los patrones y los colonos. Si no había trabajo suficiente
en las faenas agrícolas para el pueblo servidor, BUSCÁBASE TRABAJO,
aunque éste fuera intenso y al parecer inútil. Y eso ha constituido
el GRAN SECRETO DE LAS MONUMENTALES OBRAS en el Alto y Bajo Perú.
Se
ve, por ejemplo, en los grandes monumentos del Cuzco, Willkanota y
Urubamba, obras que prácticamente son innecesarias y superfinas,
según nuestro actual modo de pensar, obrar y edificar; se vé
trabajos que solo son un lujo frívolo y que han servido únicamente
para ocupar los brazos, enormemente abundantes. Son obras que dieron
trabajo a esa gran masa de gente con objeto de evitar el ocio, vicio
.que podían inspirar revueltas entre los aruwakes. La divisa que el
kholla inculcaba a sus súbditos era el “Ama sua, ama Hulla, ama
khella”. (13) Y los khollas lograron realizar ese postulado con el
trabajo, con el excesivo trabajo de las masas que tuvieron sujetas.
13 —No seas ladrón, no seas mentiroso, no seas flojo; que según la
tradición, era el saludo del Inka (Kholla).
En aquellas tierras feraces y privilegiadas, la benignidad del clima
proporcionaba una vida fácil con pocas huras de trabajo al año.
Luego, después de satisfacer las necesidades del trabajo agrícola,
había que ocupar en grande; obras monumentales a las masas aruwakes..
Por ejemplo en Paramonga, con el agua abundante del río Fortaleza y
su clima paradisíaco, se producía con ínfimo trabajo mucho más de lo
que necesitaban las masas del pueblo; de suerte que hubo necesidad
de crear trabajo a efecto de entretener a esas masas.
Ya en aquella época, sin la menor duda, hubo un intercambio de
productos entre los pueblos de la sierra y los de la costa. La
Sierra enviaba metales y artículos manufacturados y recibía, en
cambio, frutos y materias primas.
Los extensos paredones que por doquier se ve y que por su enorme
longitud se pierden en la lejanía de la Sierra
(*) juzgo que eran
divisiones territoriales y no caminos murales. No podían haber
servido como algunos piensan, de caminos hacia la sierra, por lo muy
angostos, ya que solo de uno en fondo habríase podido transitar en
ellos. Además, el indio más pobre viajaba con acémilas cuando su
viaje era a larga distancia, o sea con dos, tres o más llamas.
* —Véase también 1a <Raya> de Willkanota, que según la tradición era
el linde entre el Inka cuzqueño Huayna-Kapak y el Willka, Kholla
Chuchi-Kapak.—{Véase Boletín No 56 de la Soc. Geog. de La Paz los
artículos: Carlos Blanco Galindo, Prehistoria militar. pág. 28. Y
Alberto Diez de Medina; Un deslinde precolonial, pág. 215.
Claro
que hubo magníficos caminos, cuyos restos aún se ve, y en los que
transitaban grandes caravanas de llamas con sus conductores, que
hacían el transporte de productos de la Sierra a la Costa. Pero esos
paredones eran, repito, sin la menor dudan divisiones territoriales.
Había ya en aquella época distritos (Suyos o Suus) que a su vez se
dividían en Mamanis (provincias) (14). Los
Mamanis se dividían en
Markas, éstas en Sayas; las Sayas en Ayllus y éstos en
Sayañas.
También es posible que esos paredones hubieran sido utilizados por
los Chaskis (15) para avanzar con rapidez sobre su superficie. Pero
es improbable que así hubiera ocurrido en la Sierra, pues las
torrenciales lluvias habrían destruido la superficie de esos
paredones. Si esa superficie hubiera estado empedrada, para evitar
la destrucción, las piedras habrían lastimado los pies de los
viajantes. Además, los paredones en la sierra eran de piedra bruta.
Luego, seguramente que esos paredones dividían los distritos que
pertenecían a un gran Kazique de los pertenecientes a otro.
14 —Véase: Vocabulario deBertonio pg. 213 y Opus cit. en nota (3).
15 —Hombres que hacían el servicio de correo para las autoridades.
Los Kaziques eran los khollas. Cada Kazique tuvo bajo sus órdenes,
para las faenas agrícolas y otros trabajos, a grandes masas de
colonos (mitayos), que eran los aruwakes. Seguramente que en
muchas ocasiones y con uno u otro motivo, hubo guerras entre los
grandes potentados o terratenientes de aquella época, como cuenta el
folklore apuntado por los primeros cronistas.
VII
Desgraciadamente, una gran parte de los arqueólogos, al hacer
excavaciones, prescinden del material humano que encuentran junto a
los artefactos de la cultura material. Tan importante como salvar
las manifestaciones de la cultura material, es salvar el material
óseo que, después de ser estudiado permite juzgar quienes fueron los
autores de las obras excavadas de donde provinieron y que conexión
tuvieron con otros pueblos del continente, o qué cerámica y
artefactos corresponden a tal o cual raza, ó a tal o cual cultura,
Es también sumamente necesario que además de conocimientos de
Antropología física, el arqueólogo tenga aunque sea rutinario
conocimientos de geología, porque muchas veces, no tomando en cuenta
la constitución geológica y estratigráfica del terreno, se incurre
en graves errores o se da paso a falsas suposiciones.
A este respecto, afortunadamente se hallan en las excavaciones de
Tihuanacu y de otros sitios prehistóricos de la. sierra y de la
costa, los famosos Huaco-retratos, así llama dos porque
efectivamente son verdaderas y muy buenas esculturas en cerámica del
tipo antropológico de la época y por supuesto, son auténticos
retratos, en la mayoría no de los individuos del pueblo bajo “de
manada”, sino de los principales, los mandones, los “Fuehrer”, los
Khollas. Los huaco-retratos son tan bien hechos, tan magníficamente
esculpidos con todos sus detalles somáticos, que permiten al
antropólogo medir sobre ellos hasta las proporciones de la cara.
Algunos indican hasta la deformación artificial del cráneo y las
enfermedades que posiblemente aquejaban al retratado.
(16) Dejando
la modestia a un lado, creo que soy el que de manera científica ha
medido más cráneos de vivos y muerdos en el continente Sud
Americano. Agregaremos u estas mediciones las últimas que hice en
cráneos del Museo de Antropología de Lima y de unos cuantos en el
Museo de Arqueología de esa misma ciudad. Esos cráneos eran, en su
mayoría, de Khollas y fueron encontrados especialmente donde se
hallaban,
— como atributos funerarios —, objetos que demostraban una altísima
cultura material en sus poseedores.
Los señores Julio Tello, Luis
Valcárcel, Rafael Larco Herrera y Jorge C. Muelle, en sus
respectivas obras, han publicado series muy completas e importantes
de estas maravillosas esculturas humanas en cerámica; también el
suscrito publicó varios trabajos referentes a esos huaco-retratos de
la región de Tihuanacu y de la costa.
(16)
16 —Véase: Posnansky: Las •cerámicas eróticas de los Mochíca» y su
relación con loe cráneos occipitalmente deformados (en los Anales de
Antropología, Etnología y Prehistoria de Francfort. 1925).
Existe un hecho muy sugestivo en lo que atañe a los huaco-retratos
de la costa y a los respectivos cráneos: Es decir, el de notarse en
algunos tipos ya una mestización genética que indica un principio
fusional de familias khollas con arawakes, cosa que no podía ser de
otra manera, — ya que las razas no se hallan, vulgar es el ejemplo,
cada una como en una lata de conserva.
Ha existido siempre, existe y
existirá el “sex appeal” y se presentan ocasiones en que el hombre
de carácter más fuerte, se deja arrastrar por el instinto, por el
impulso atávico sexual, el más vehemente de todos los impulsos
fisiológicos, que pasa por encima de la tradición, de la estética y
aún de las mismas leyes. El “sex Appeal” es cabalmente el resorte
más elástico y al mixto tiempo el más cataclítico de la humanidad,
pues muchas Veces cambia hasta la estructura de los pueblos.
Así se
nota, aunque el caso sea sumamente raro —, que por ejemplo en
algunos cráneos de la costa, la alveola ocular ya no es tan
hipsiconcha como el genuino kholla; la nariz ha perdido ligeramente
algo de la pronunciada leptorrhinia y el cráneo tira hacia la
mesaticefalia. Este mismo fenómeno se advierte también en algunos
huaco-retratos.
VIII
Habiendo encarado ya el asunto desde el piano antropológico-social,
es necesario aplicar a la práctica lo que saltemos:
a) existencia de una raza mandona, inteligente y dinámica, en poco
número.
b) de otra raza de “manada”, sumisa, abúlica y en gran número, que
para producir requería de un “Fuehrer”. Y así podremos resolver el
problema que encierran las grandes construcciones del Alto y Bajo
Perú, como hemos indicado más arriba.
Es de presumir que el clima de la costa del Perú, algunos siglos
antes de la conquista, era distinto al actual; hubo mayores
precipitaciones atmosféricas, lo que revelan los cauces de los ríos
y la estratigrafía de sus márgenes; además, seguramente la corriente
de Humboldt y la contra-corriente ecuatorial, seguían un curso
diferente al actual. La población no se concretaba a habitar y
cultivar ambos lados de los ríos que bajan de la cordillera negra,
por la facilidad del regadío, sino que ocupaba también con sus
sembríos otros extensos territorios que en nuestra época son
incultivables, pues el agua no puede llegar hasta ellos dado el
desnivel.
Volando sobre la costa, se advierte lechos secos, de ríos que otrora
llevaban abundante agua, extendiéndose desde Arequipa. Más al Sur se
observa este mismo fenómeno, lo que comprueba que antaño las
precipitaciones atmosféricas fueron mayores y que hubo población
abundante en las zonas cultivables que hoy son estériles desiertos.
Es decir, que en aquella época la costa del Perú pudo aumentar a
grandes masas humanas. Y este es otro de los hechos que justifica el
hallazgo de monumentos en las costas del Pacífico y tierras más
adentro.
La mayoría de las quebradas de la costa peruana, por donde en la
actualidad corren hilos de agua que vienen de la cordillera,
proceden de corrientes fluvioglaciales, que al final, o sea cerca de
la costa, formaban enormes abanicos de eyección, que en unas partes
estaban compuestos por grandes bloques y piedra menuda, mezclados
con barro y arena y en otras se manifestaban casi exentos de
piedras.
En estos antiguos lechos de corrientes fluvioglaciales, los
ríos han cavado sus cauces, quedando a ambos lados magníficas playas
para el cultivo y especialmente en los abanicos de eyección, grandes
extensiones planas para la agricultura, con facilidades de riego en
un privilegiado clima, a relativamente poca distancia del Ecuador.
Los pueblos que habían bajado de la sierra, por la inclemencia
climatérica, hallaron entonces tierras vírgenes en condiciones tan
favorables que con rapidez pudieron formar allá verdaderas culturas.
Los jefes khollas que se establecieron en la costa, juntamente con
los súbditos que les acompañaron en sus migraciones, emplearon al
conquistar nuevas tierras su antigua política, la de no permitir que
sus subordinados fueran ociosos. De ahí arranca el principal motivo
de la existencia de las Huacas, Pukaras o Burgos. En
Pachacama, por
ejemplo, se nota una de esas huacas o burgos, que es una acumulación
fantástica de tierra y piedras de millones de metros cúbicos,
levantada quizá sobre algún núcleo preexistente.
Ese enorme trabajo que yace allí, en sus diferentes secciones, tuvo
tres objetos, o sea, como hemos dicho varias veces, matar el ocio de
los súbditos de los khollas, limpiar las grandes llanuras de piedras
y sinuosidades del terreno para ganar una mayor extensión
agriculturable y llevar estos materiales para la edificación del
“Burgo” con su santuario, construcción de templos y viviendas de los
potentados khollas, (Fig. 8 y 9), sobre la superficie del núcleo o
infraestructura; todo ello en enorme escala.
Aquello es semejante, a
lo que hacen hoy, — en pequeña escala —, los patrones de las
haciendas, o sea hacer primero el trabajo que exige la hacienda y
después ocupar los brazos, aunque sea en trabajos superfinos, para
que no queden ociosos, evitando así la poltronización. Por supuesto,
no pretendo ni debo entrar en detalles particulares en cuanto se
refiere al culto religioso y otras manifestaciones culturales, que
conforme a las creencias de sus jefes, tuvieron seguramente en cada
comarca un tinte local, como se nota en la cerámica y artefactos.
Trato sobre el asunto en líneas generales, pues en lo monográfico,
los diversos aspectos del mismo han sido estudiados extensa y
profundamente por los notables arqueólogos peruanos.
El sistema al que me refiero, fue empleado no solo en las llamadas
huacas de la costa, sino también en el interior, especialmente en
todo lo que pude ver del callejón de Huaylas, al Norte y al Sur. La
idea fundamental, repito, era siempre la misma: ocupar los brazos,
limpiar el terreno a fin de ganar planos e irrigables para el
cultivo, y con las piedras, tierra y arena sobrantes, edificar la
Dacha. Pukara o Burgo.
Volando sobre las huacas, se observa perfectamente y de manera
gráfica todo cuanto digo. Se ve esos enormes llanos sin una sola
piedra, sin sinuosidades sobre el terreno y se nota que todo ha sido
recogido y aplanado por la mano del hombre y acumulado en enormes
montones, que son los que en la actualidad se denominan Huacas, pero
con el objetivo de obtener un campo agrícola ideal para el regadío
Fig. 8 y 9.
Por supuesto, los trabajos en la sierra son infinitamente más
antiguos que los trabajos en la costa, porque el éxodo de la
población de las regiones andinas, que por mutaciones geológicas se
habían enfriado, no se realizó mediante una migración directa a la
costa, sino que hubo previamente un periodo de transición.
(17) Del
Altiplano andino, con su vetusta metrópoli de Tihuanacu, migraban
primero hacia los valles del Cuzco, Wilkanota, Urubaman,
Paucartambo, Marañon y otros, y de allí, mucho tiempo después,
prosiguió recién la migración de grupos tal vez muy numerosos hacia
la costa.
17—Vease: Posnansky: La Remoción del cíngulo climatérico en el
Altiplano, como factor del despueble de la región interandina, 1928
(Actas del Congreso Internacional de Americanistas New Cork y
Boletín de la Universidad del Cuzco).
Hay muchos motivos para suponer que no son muy antiguas las culturas
que se desarrollan en el litoral del Pacífico que, repito, han sido
siempre influenciadas, en mayor o menos grado, por las culturas
andinas. Intuitivamente, cálculo que no pasa de mil años, cuyo
máximo, la edad de las culturas de la costa.
IX
(*)
Probablemente, ante el lector estudioso surgirá esta pregunta: ¿Y
los Inkas? Por lo tanto, me refiero también a aquella muy
interesante época, cuyas últimas etapas fueron conocidas por los
conquistadores y por quienes les siguieron. Empero, antes de tratar
de esta materia, debo ocuparme del Cuzco.
Cualquier investigador que tenga amplios conocimientos de
arqueología sudamericana en general, hallará en el Kuzco tres
periodos principales, a saber: El periodo genuino y neto en técnica
Tihuanacu, cuyo principal exponente es lo que hoy se llama
Khorikancha.
A esa misma época constructiva tipo Tihuanacu, pertenece una parte
de las construcciones megalíticas de Ollantaytampu
(18). Si ese
período es efectivamente coetáneo con el de Tihuanacu, o si los del
Cuzco son epígonos de aquella gran urbe prehistórica, son cuestiones
que serán definitivamente demostradas mediante posteriores estudios.
18 —Al periodo Tihuanacu, cerca del Cuzco, pertenece parte de una ya
famosa pared, la que he publicado en el tomo I de los Anales del
Museo Nacional de Bolivia. Plancha 5 (Año 1920) bajo el título:
«Templos y viviendas prehispánicas»). y en la presente obra en Fig.
10.
*--- En este párrafo uso la <K> de la manera como se deberá usar
tanto en los topónimos que cuanto en palabras que tienen su origen
en el Aymará y en Kechua.
Luego, a aquel período le sigue el que he llamado “cuzqueño”, que
aparentemente es el que ha sobrevivido
más largo tiempo; se le encuentra en Carangas
(19) y en la hermosa
pared que se halla debajo de un edificio inkaico, en la isla de la
Luna. Este segundo período cuzqueño tiene subdivisiones, de las que
sería, muy largo ocuparse en cate trabajo, pues ello merece una
monografía.
19 —Posnansky; Nuevas Investigaciones en Carangas.
A ese período corresponden no solo la mayoría de las
edificaciones cuzqueñas, sino también un largo número de ciudades
monumentales en el Perú; pertenece, en primer lugar, la usurpación
del período tipo Tihuanacu en Ollantaytampu, luego las
construcciones de Willka-Marka, (Macchu-Picchu), Huayna-Picchu,
Pisaj, Hoabamba y muchos otros monumentos y edificaciones en el Alto
y Bajo Perú. Supongo yo que cae es el período que más duración ha
tenido y el que, después de Tihuanacu, ha producido la más alta
cultura del continente.
Aquella cultura del segundo período que
denomino: “kuzqueño”, ha sido usurpada en su tradición, leyes,
costumbres y especialmente en sus monumentos por los que hemos
venido en llamar Inkas, que en realidad pertenecen, con su cultura
material, al tercer y último período del apogeo autóctono de la
América meridional. Largos y más serios estudios serán necesarios
para determinar cuando el período del Inkario substituyó al
período kuzqueño. Lo único que podemos afirmar, hasta ahora, es que casi
todas las obras del período kuzqueño, han sido usurpadas por los
que, repito, hemos venido a llamar Inkas.
X
Antes de finalizar, sería necesario apuntar algo referente a la
palabra Inka o Inga y otras pocas en cuanto atañe a los idiomas
llamados aymara y keshua.
Mucho antes de la existencia de la palabra “Inka” o “Inga”, existía
el término Willka, Inka es un término keshua y Willka una expresión
aymara (20)
20 —Referente a Willka: Véase: Vocabulario aymará de Ludovich
Bertonio, Juli Pueblo 1612. Pág. 386.—Bertonio, escribió Willka con
V. El título Inka o Willka toman aún los indios, cuando pretenden
hacer revolución contra el blanco.—Véase Boletín de la Sociedad
Geográfica, La Paz, número 56. Pg 144.
Ambas significan una sola cosa. Y aquí me cabe citar lo que dije
hace dieciocho años en la página 343 del Boletín de la Sociedad
Geográfica de La Paz, en un artículo denominado: “Quienes eran los Inkas”, y en un trabajo profusamente ilustrado que, con el mismo
nombre, presenté al XX Congreso de Americanistas, reunido en Río de
Janeiro y publicado en sus Anales en el año 1930, transcribiré el
párrafo de ese trabajo referente a “Inka” y “Willka”:
“En todos
aquellos países, hoy mismo existen lugares, cerros, ríos, etc., que
tienen algo de Inka o Huillka, (Willka), como por ejemplo Inkachaca,
Inka- marca, Inka-pata, Inka-cayu, Inka-pampa, Inka-cancha,
Inka-huasi, Inka-layo, luka-kjasa, Inka-pujio, Inka-Huarikjasa,
Inkahuarakjasca, Inka huara; Huillka-mayu, Huillca-pata,
Huillkapampa, Huillka-nota; Huillka-rrarcca, Huillka-bamba,
Huillkapukjio, y algunos centenares de nombres geográficos más.
Todas las sublevaciones de indígenas del siglo XIX y anteriores,
tuvieron como jefes a Inkas o Willkas.
Casi todos ellos teman, en
épocas de paz, apellidos españoles, los que cambiaron al iniciar la
revolución indigenal, tomando algún conocido nombre incaico, por
este estilo: Tupak-Amaru, Tupak Catari y los demás se titularon,
para imbuir respeto a los indios, “Inka” o “Willka”. Hace apenas un
año, apareció otra vez un Huillka. El' indio Mateo Alfaro, kazique
de la comunidad Llinti, en el Altiplano boliviano, pretendía
sublevar a los indios comunarios de Sicasica, Omasuyos y Larecaja,
el año 1921, declarándose “Huillka” y atentando, naturalmente,
contra la vida y propiedad de los blancos.
El nombre de Huillka o
Inka tiene aún hoy algo de fascinante para el indio del centro y de
Sud América, y al que lo lleva es capaz de seguirle hasta el
sacrificio”.
Por supuesto, los Inkas y Willkas, o los que tomaron este título
eran, sin la menor duda, khollas. (21)
21 —Como el asunto de los <Inkas> es demasiadamente complejo para
ser tratado en el presente escrito, me refiero a lo que relaté en mi
obra «Quienes eran los Inkas» de la cual tengo en preparación una
reedicción con un segundo tomo.
XI
Ahora, es necesario tratar lo referente al capital asunto de las
lenguas aymará y keshua, y con este motivo tengo, que recordar un
pequeño intervalo durante mi conferencia en el Congreso
Internacional de Americanistas de Lima, en el cual', después de
pronunciar mi conferencia “El Hombre Pre-histórico de Tarija” (la
ciudad de TullkuMarka), mi distinguido amigo y apreciado colega
doctor Horacio Urteaga, me preguntó “si eran de raza keshua o de
raza aymará los que edificaron aquellos monumentos”.
Efectivamente, esa pregunta ha de ser histórica, pues el señor
Urteaga traducía en ella la interrogación de todos los keshuistas y
peruanófilos. Respondiendo a esa pregunta dije:
“No conozco raza keshua ni raza aymará. Conozco únicamente khollas que hablaban y
hablan las lenguas keshuas y aymará y conozco también pueblos de
estirpe aruwak que hablaban y hablan una de esas dos lenguas.
No hay
raza keshua ni raza aymará, sino únicamente gente que hablaba y
habla estos dos idiomas”.
Luego, apunté en la pizarra del salón de
conferencias las diferencias antropológicas entre khollas y
aruwakes, dos razas que difieren como los “chinos” de los pueblos
del “Asia Anterior”.
Después de un cuarto intermedio, muchos me preguntaron sobre el
origen del keshua y del aymará, como lenguas.
Y yo respondí que para comprenderlo era necesario no solo conocer
profundamente uno de los dos idiomas, sino haber estudiado con mucha
dedicación ambas lenguas, en el terreno y en diversas
regiones. Solo entonces se comprende que una de ellas, el aymará, es
la madre de la otra, o sea del keshua, tal como Tihuanacu es la
anciana Madre de todas las culturas del continente
(22).
22 —Véase: Conexiones culturales México-andino. (Apéndice).
Es de
suponer que los keshuistas quedaron profundamente ofendidos en su
amor propio, al escuchar semejante... blasfemia (¿?); pero,
lamentablemente o felizmente es así... Si se pudiese oír en nuestra
época, por ejemplo, el alemán que hablaban hace 2.000 años los
pueblos que se llaman hoy, con o sin razón, “alemanes” y si se le
comparase con el que hablan actualmente, se encontraría muchas y
mayores diferencias que las que existen entre el aymará y el keshua
de nuestros días.
La enorme cantidad de dialectos keshuas, ha sido unificada como
“lengua general” al parecer en la muy gloriosa “época kusqueña”, o
sea antes del Inkario de que hablan los cronistas. Ya en mi libro
“Antropología y Sociología Andina”, cuya primera edición vio la luz
en el año 1937, dije en la página 18:
“. . .existía una multitud de
dialectos, como el Kakana, Atakameño, Potosino, Chuquisaqueño,
Kochabambino, Kollahuaya, Puneño, Kuzqueño, Huanka, Kahuqui,
Huamaiika, Huaylla, Hnalla, Chincha, Quiteño y una infinidad de
otros dialectos que para numerarlos en todos sus detalles,
necesitaríamos muchas páginas. De todos esos, el “atakameño” era el
verdadero dialecto real, el más noble y el más evolucionado.
“Cuéntase que cuando uno de los Inkas o Willkas, vino en expedición
expansora, mandó a asesinar a más de cien nobles keshuas de
Atacama”.
Ahora bien, un individuo aymará inteligente, forzado por las
circunstancias a ganarse la vida entre gentes que hablan únicamente
keshua, domina este idioma a la perfección en menos de dos meses,
hecho que he podido observar durante muchos años, en múltiples
ocasiones. En cambio, no he logrado observar, a través de toda mi
experiencia, que un individuo de lengua keshua aprenda con igual
facilidad el aymará.
Para el individuo de lengua keshua, es
mayormente difícil aprender el aymará, pues el keshua es sin duda un
idioma más melódico y evolucionado. No pretendo dictar una lección
de filosofía o de lingüística comparada, pero la realidad es ésa.
El
fino idioma keshua es la cristalización, o mejor dicho, la
sublimación del rudo aymará, el cual como una reliquia arqueológica
se ha conservado en muy pocas regiones del Perú y de Bolivia, en
islas lingüísticas que son circundadas por el mar de la lengua
keshua. Los Inkas, como khollas netos, posiblemente hablaban entre
ellos el aymará como lengua esotérica ajena al conocimiento del
vulgo aruwak.
XII
Ahora, en cuanto se refiere a la antigüedad del hombre en el
continente y al supuesto aporte del hombre de otra parte, en mi
conferencia, “América tierra de origen del hombre americano”,
dictada en San Marcos, en Septiembre del presente año, hice una dura
crítica a aquellos que pretenden, con ligeros argumentos, traer al
hombre americano, “de los cabellos”, de otros continentes.
Desgraciadamente, en las escuelas de muchos países de América, aún
se enseña al niño que el origen y la cuna del hombre americano se
hallan en Asia, basándose en la ya archivada teoría del Estrecho de Bering que sirvió “de camino a las migraciones”. Como juzgo que
estas teorías están completamente refutadas, publico en este
opúsculo, solo como apéndice, el tema general de la conferencia que
di en la Universidad de San Marcos.
En lo relativo a que diferentes ocasiones pudieron haber inmigrado
gentes de otra parte, antes de Colón a la América del Norte, y luego
a la del Sur, antes de Pizarro, la suposición es no solo probable,
sino segura, ya que de ello existen múltiples pruebas. Y de esas
pruebas tal vez la más importante es el hallazgo de “perlas Agri”,
en sepulcros indudablemente anteriores a la conquista. Sobre el
particular indico mi trabajo: “Precursores de Colón y las Perlas
Agri, etc.” (23)
23—Posnansky. Precursores de Colón.—Las Perlas Agri y las
representaciones sobre tejidos arcaicos como prueba del
Descubrimiento de América antes de Colón (Boletín Soc. de Historia
Argentina). Buenos Aires 1933. Viamonte 430.
Pero no existe la menor duda de que, aparte de los portadores de las
perlas Agri, vinieron también de otras partes gentes que fueron
arrojadas por el azar a las costas del Pacífico. Luego, es muy
probable que esas gentes hayan traído con ellas, en muy poca dosis
algo de su “civilización” y hayan llegado a influir muy
superficialmente en la cultura material de uno u otro sitio
americano, pero nunca en forma radical, o sea al extremo recambiar
la esencia de un estilo o modificar las ideas religiosas.
Me abstengo de criticar los absurdos prenunciados por Max Ühle en el
Congreso de Americanistas de Lima, porque el público que le escuchó
dio ya su veredicto, traducido en la sonrisa disimulada con que oía
las raras explicaciones de aquel señor, indiscutiblemente
respaldadas en el prestigio de sus canas y de su decrepitud. Lo que Max Ühle inspiro en el auditorio, no fue más que una benévola
paciencia para escucharle, en consideración a ciertos méritos
adquiridos por haber sitio el primero que realizo en el Perú
trabajos en materia arqueológica.
XIII
Ahora, en cuanto se refiere a los objetos de Parakas, hallados junto
a momias por el notable arqueólogo Dr. Julio Tello, — objetos que
han abierto nuevos horizontes a la investigación arqueológica
peruana —, no creo que la admirable cultura que se manifiesta en la
enorme cantidad de material encontrado en aquel sitio, sea oriunda
de la costa, como tampoco creo que esos objetos hayan sido
manufacturados en la misma región, o sea por ejemplo en los lugares
prehistóricos donde ahora se levanta Pisco e Ica, Cerro colorado,
Cabeza larga, etc.
Supongo más bien que esos objetos proceden de la
sierra o, más concretamente, Cuzco, por las consideraciones
siguientes: Sabido es, por los relatos de todos los cronistas e
historiadores de la época de la conquista, que en lo que se refiere
a vestimenta, no se halló nada que, siquiera lejanamente, fuera
comparable con la extraordinaria técnica, delicadez y finura de todo
cuanto el doctor Tello encontró en las tumbas, o mejor dicho, en los
“depósitos de Parakas”.
Tampoco nada semejante hallóse grabado en
los famosos Kerus (24) de madera, que son los mejores documentos que
nos quedan de la última época del Inkario y en cuya superficie se
han conservado en brillantes colores los dibujos de los trajes,
indumentaria, etc. de la época inkaica. Nada se halla, en fin, que
pudiese igualar a los objetos de fantástica
24 —Los Kerus y su técnica han pasado aún a la época de la
conquista. Se encuentran vasos de esta clase, de casi indestructible
madera, con dibujos que ya hacen referencia de cosas que tiene
conexión con hechos y costumbres posteriores a la Conquista. (Véase
también en la Revista del Instituto de Etnología. Universidad de
Tucumán. Tomo II. 1931. Posnansky: Leyendas prehistóricas sobre 2
<Kerus>.
Por lo tanto, es de suponer que esos objetos proceden quizá de una
época anterior a la que hemos venido en llamar Inkaica, o acaso
hubiesen sido confeccionados en el período de auge de la brillante
“época kuzqueña” Entre lo mucho que han dejado a la posteridad las
culturas de la América pre-histórica, solo esos objetos son dignos
de los monumentos maravillosos que construyeron en el Kuzco.
Los potentados que vivían en aquella lejana época, convencidos de
que los cadáveres y todos los objetos fabricados de material
orgánico, tenía vida efímera en la húmeda región cordillerana,
trataron de buscar y hallaron sitios, en otras partes, donde podían
conservarse los cuerpos (Momias) y toda la magnífica indumentaria y
atributos funerarios, por tiempo ilimitado. Y esos lugares,
verdaderos conservatorios, son ciertos trechos de la costa del
Pacífico.
En esa región y en un sitio adecuado que hoy se llama Parakas, a que líos potentados mandaron cavar piques a bastante
profundidad, extrayendo la tierra y formando verdaderas cavernas o
salones subterráneos, cuyas paredes, — por ciertas condiciones
estratigráficas de impermeabilidad —, no permitían las
infiltraciones de agua o siquiera la entrada de aire húmedo. Y allí
depositaban los cuerpos de los “Inkas” o “Willkas”, de sus
principales y familiares.
He medido numerosos cráneos de momias encontradas en Parakas, que
resultaron ser de Khollas. Parakas está aproximadamente a 139 50'
grados de latitud y el Kuzco a 13º 31' 24" y la distancia en
línea recta entre ambos puntos es solamente de 4 grados. Luego, cómo
no hubiera sido posible que se llevaran las momias de los notables
hasta ese mismo sitio, tan secreto, no sólo para salvarlas de
1:1 destrucción material, sino también de la profanación de
ambiciosos? En el lugar donde fueron encontradas las “momias” se
hizo un “camouflage” perfecto, y nada en la superficie indicaba que
abajo se hallaban tan magníficos tesoros. Por pura casualidad fueron
hallados esos depósitos, que albergaban los exponentes de una
cultura excelsa.
Otro de los indicios que contribuyen a afirmar que la cultura de
Parakas es andina, lo constituye la gran influencia del estilo
Tihuanacu en las obras de arte encontradas en dicho punto, obras que
son un bello barroco de aquel estilo clásico.
XIV
Juzgo aún que son necesarias algunas palabras sobre la ascensión y
decadencia de las culturas de la América Meridional. Por los
múltiples estudios hechos en el terreno, desde hace largo tiempo,
parece que es posible llegar a la conclusión de que los prolegómenos
de la actividad del hombre en América, tuvieron lugar en el
Altiplano ínter-andino, donde antiguamente hallóse una gran
acumulación de agua, una especie de mar en los Andes, con múltiples
islas que cobijaban a primitivísimas culturas.
Una de esas más
grandes ínsulas o penínsulas, ha sido la de
Tihuanacu
(25), región
en toda la cual se advierten vetustas y primitivas señales de la
actividad humana, en una verdadera escala ascensional de cultura,
que arranca desde una época muy lejana. Poco a poco, de acuerdo a la
escala evolutiva, parece que se desarrollaron en la región aludida
las actividades del hombre, hasta aproximarse a cierto estado de
civilización, o sea hasta llegar al primer período de Tihuanacu.
25—Sólo por medio de nivelaciones de precisión y estudios geológicos
conscientes, se ha de poder determinar si Tihuanacu ha sido
entonces, ínsula o península.
Entonces el hombre edificó sus viviendas debajo del suelo, —
semejantes a las descubiertas por el Dr. Tello en Katac (Recuay) —;
talló ídolos muy rústicos de piedra blanda y, juntándolos en forma
urbana, construyó también su primer templo subterráneo o
semisubterráneo y puso los cimientos para un Burgo, diremos una
Pukara, y para otro templo, que probablemente se hallaba dedicado a
la Luna (Puma-Punku).
Ese no era solamente el despertar del sentimiento religioso y
artístico, sino el primer principio de una cohesión política.
Después de ese período sobrevino, por motivos que aún no sabemos,
una suspensión de las actividades culturales.
Probablemente, motivos climáticos determinaron esa tregua.
Posteriormente, transcurrido un largo tiempo, se reanudaron las
actividades culturales en la región andina escogiéndose,
aparentemente, el mismo sitio y aprovechándose las obras que habían
sido ya comenzadas en la época anterior. La musitada actividad del
habitante de la región ínter-andina formó el II periodo de
Tihuanacu, ascendiendo enormemente la cultura del hombre
inter-cordillerano. Empero, por razones igualmente desconocidas,
hubo una paralización de las manifestaciones culturales, a la que
luego siguió una nueva “ola cultural” que hemos dado en llamar el
III período de Tihuanacu.
Cada uno de esos períodos tuvo su estilo y su técnica especial, su
religión y su diferente orientación en sus edificaciones. Y también
cada uno de esos períodos, tuvo una larga duración
(26).
26—Véase los diferentes trabajos del autor, referente a la edad de
Tihuanacu, en la lista bibliográfica, al final de cada obra,
especialmente en <Antropología y Sociología del Hombre Andino>
En el último período de Tihuanacu, o sea en el III, el arte y la
ciencia llegaron a su más alta expresión. Particularmente la ciencia
astronómica, que daba fechas exactas para las faenas agrícolas,
llegó a un apogeo que muy poco tiene que envidiar a la ciencia
contemporánea.
A esa época de esplendor cultural, sucedió un nuevo intervalo de
inactividad cuya causa, — como ya sabemos —, fue la erupción del
volcán Khapphia, en la península de Yunguyo, y la consiguiente
inundación de viviendas y monumentos principales en los alrededores
del lago.
De ahí resulta que la cultura de Tihuanacu, después de haber llegado
a su más alto nivel, dejara inconclusa su portentosa metrópoli.
La obra del tiempo y la mano perversa del hombre concluyó la acción
destructora del volcán y las admirables construcciones de Tihuanacu
nunca más fueron reiniciadas.
Luego vino un período de diáspora, un período de emigración y
dispersión y parece que el hombre americano pro curó reanudar sus
actividades en climas más benignos que del Altiplano, que se
transformó inclemente.
Fig. 10
Una pared de tres técnicas en la región del Kuzco,
abajo se nota la
típica técnica paralelogramática de Tihuanacu
en siete filas con
superposición en técnica Kuzqueña.
Al final, arriba, se puede
observar la burda usurpación en técnica incaica.
Fig 11
Un fragmento de una de las preciosas mantas policromas de Paracas,
el que antes se suponía que era Chanchan.
Fig. 12
Una de las cerámicas más famosas de Chimbote, Perú.
Representa el
<signo escalonado con la voluta> signo que se repite en las obras de
arte,
desde el norte argentino hasta Arizona, EE. UU., como símbolo
de Tierra y Cielo.
Fig. 13
Idolo Maya que lleva en el bonete el “signo escalonado”
con la voluta en líneas rectangulares.
La ascensión cultural cuyos primeros escalones tuvieron su origen en
Tihuanacu, se prolongó en el Kuzco, el Ollantaytampu y más al Norte,
llegando posiblemente hasta México y otras regiones. Sin embargo, en
sus nuevas obras, los emigrados no pudieron aproximarse, ni
lejanamente, a los portentosos monumentos que abandonaron en la
meseta andina.
En la cordillera alboreó un nuevo período cultural, el llamado
“período kuzqueño”, con una técnica especial que se extendió aún en
la región Ínter-andina. Ese período fue de una largísimo duración y
tuvo muchas sub-divisiones, Al finalizar el período kuzqueño, se
paralizó nuevamente la trayectoria ascendente de la cultura del
hombre americano del Sur y se produjo un nuevo éxodo, pero ya hacia
la costa del Pacífico.
Geológicamente hablando, ese litoral había
emergido recientemente, presentando tierras buenas para la
agricultura. Quizá simultáneamente o posteriormente a ese éxodo,
surgió el período que se ha venido a llamar Inkaico, o sea el último
destello de la cultura del hombre de la América Meridional.
Sin la menor duda, el período del Inkario tuvo también
subdivisiones, pero todo ese ciclo cultural vivió ya su etapa de
decadencia, puesto que no existía la cohesión política que nos
cuentan los cronistas y viajeros; puesto que un pequeño grupo de
europeos, que se denominaron conquistadores, dieron fin, en pocos
días a la independencia de dos grandes razas.
De suerte que en vez de evolucionar hacia la más alta cumbre, la
cultura americana descendió bruscamente y reemplazada por una
civilización importada de Europa, que destruyó los ídolos y el
sagrado “signo escalonado” de aquella cultura, plantando en lugar de
este símbolo la Cruz del Redentor.
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