Prólogo
Mientras la Humanidad se precipita hacia el futuro y se adentra en
el espacio sin límites, sus horizontes se ensanchan también hacia
atrás y su interés por conocer el pasado se hace cada vez mayor. Las
fronteras de la civilización primitiva retroceden cada año un poco
más.
Los nuevos descubrimientos y la nueva información recogida
gracias al procedimiento del Carbono 14 (que ayuda a determinar la
antigüedad de ciertos instrumentos) hacen pensar que el hombre era
ya civilizado, en grados diversos, miles de años antes del período
generalmente aceptado y no siempre en los lugares que hasta ahora
parecían idóneos, como el Creciente Fértil del Oriente Medio.
¿Dónde estuvo localizada la primera civilización? ¿Fueron las demás
“exportadas” desde un núcleo central? ¿Existió alguna otra cultura,
más antigua y con mayores conocimientos, que ayudó a formar Egipto,
Sumer, Creta, Etruria, las islas del Mediterráneo y costas
adyacentes, y que influyó incluso en las culturas americanas? En
respuesta a todos estos interrogantes surge, difusa pero acuciante,
una palabra semejante al eco de un pasado incierto, algo así como el
nombre que se pronuncia en un océano brumoso. La palabra es...
Atlántida.
Para muchos, la Atlántida es el continente atlántico desaparecido;
la cuna original de la
civilización; una tierra dorada y bella que desapareció por una
serie de convulsiones cuando se hallaba en la cumbre de su poder y
que yace ahora en el fondo del océano, mostrando en la superficie
sólo las cimas de sus montañas.
Para otros, la Atlántida es sólo una leyenda inventada por el
filósofo griego Platón, que la utilizó como escenario de dos de sus
Diálogos, y que se ha conservado en la imaginación popular a través
de diversas versiones desarrolladas durante siglos. Y para otros aún,
es una auténtica precursora de las civilizaciones primitivas,
atestiguada por documentos antiguos, aunque incompletos, pero
situada no en él Atlántico, sino en otro lugar. Naturalmente cada
una de las posibles localizaciones cuenta con numerosos partidarios.
Si consultamos la enciclopedia, veremos que la Atlántida está
considerada como “una leyenda” y que no entra dentro de la historia
documentada. Sin embargo, geólogos y oceanógrafos coinciden en que
algo semejante a un continente existió alguna vez en el Atlántico,
si bien dudan a la hora de situarla dentro del ámbito de la
Humanidad civilizada.
Lo cierto es que la Atlántida está todavía junto a nosotros, ahora
más que nunca. Forma parte de nuestra cultura, creamos en ella o no;
ha sido tema de más de tres mil libros; ha inspirado a los clásicos;
ha influido en la historia e incluso contribuyó al descubrimiento
del Nuevo Mundo.
Cada vez que se descubre una ciudad o una cultura submarinas —cosa
que ocurre y ocurrirá con mucha frecuencia, debido al crecimiento
paulatino del nivel de las aguas en el mundo y al hundimiento de
algunas zonas de la costa—, la Atlántida surge como una palabra
mágica en los labios del descubridor. El año pasado la Atlántida fue
“descubierta” en el Mediterráneo, en la isla de Tera, que
experimentó la desaparición de algunas partes de su territorio en el
mar, a causa de antiguas erupciones volcánicas.
Por otra parte, los admirables relatos de Edgar Cayce predijeron que
en 1968 ó 1969 surgiría un templo atlántico cerca de las Bimini, en
las Bahamas, y lo cierto es que se han observado algunas estructuras
submarinas en los alrededores, que en el momento de escribir este
libro se hallan en proceso de investigación.
La leyenda de la Atlántida —si de leyenda puede hablarse— está en
todo caso llena de vida y en constante autorrenovación, como esa
otra tan conocida del ave Fénix. Mientras cada generación va
aprendiendo de su gran memoria ancestral (el continente o paraíso
perdido en el fondo del mar), surgen nuevas preguntas y se formulan
nuevas explicaciones. Y con los equipos de investigación de que se
dispone actualmente es posible que haya llegado el momento en que
surja la solución de este antiguo enigma y la reconsideración de la
antigüedad del hombre civilizado y del lugar en que apareció su
primera gran civilización.
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La Atlántida: ¿leyenda o realidad?
La Atlántida constituye la novela de misterio más grande del mundo.
Su nombre mismo evoca un enigmático sentimiento de familiaridad y
memorias perdidas, lo que es natural, puesto que nuestros
antecesores han hecho conjeturas acerca de ella durante miles de
años.
Si buscamos la palabra Atlántida en una enciclopedia, podemos leer
que se trata de un continente perdido y “mítico” y, entre otras
referencias, veremos que fue descrita por Platón en el siglo IV a.C.,
en dos de sus Diálogos, Timeo y Critias, en los que hace referencia
a una visita de Solón a Egipto. Entonces se enteró de que los
sacerdotes de Sais guardaban documentos escritos acerca de “una
isla-continente situada más allá de las Columnas de Hércules (nombre
que se daba en la Antigüedad a Gibraltar) llamada Atlántida y que
era el corazón de un grande y maravilloso imperio” y que tenía una
población muy numerosa, ciudades de techos dorados, poderosas flotas
y ejércitos de conquista e invasión.
En su descripción de la Atlántida, Platón señala que,
“la isla era
mayor que Libia y Asia juntas (al parecer con el nombre de Libia se
designaba la parte de África entonces conocida) y podía pasarse a
través de ella al continente opuesto, que bordeaba el verdadero
océano...”
El filósofo griego describe la isla como un paraíso terrestre,
mezcla de imponentes montañas, fértiles llanuras, ríos navegables,
ricos depósitos de minerales y una numerosa y floreciente población.
Este poderoso imperio “desapareció bajo el mar en un solo día, con
su noche”.
Según los cálculos de Platón, el hundimiento se produjo unos
9.000 años antes de su época; es decir, hace unos 11.500 años. Su
alusión a este continente perdido - al que nos referiremos con más detalle en
el capítulo 3 - fue, alternativamente, creída y puesta en duda a lo
largo de los siglos. Parte de lo que Platón afirmaba tuvo su
confirmación con el descubrimiento del “continente opuesto’” en
1492. Conforme aumentan los conocimientos sobre la profundidad del
océano se sitúan cada vez más lejos en el tiempo los límites de la
prehistoria de la Humanidad, y es posible que otros puntos del
relato de Platón sean reconocidos como igualmente ciertos.
Verdaderos o no, y cualesquiera que sean las connotaciones
psicológicas, hay un gran flujo de la memoria de la raza que apunta
hacia algún lugar del Atlántico, señalándolo como la cuna tribal o
racial de un paraíso terrestre hacia el que fluyen las almas después
de la muerte.
Si la Atlántida hubiese existido, las tribus y razas que han poblado
el perímetro a
ambos lados del Atlántico lo recordarían, o al menos habría alguna
referencia de ella en la
memoria tribal o en los documentos escritos. En este sentido debemos
dejar constancia de
una curiosa coincidencia de nombres. El galés y el inglés antiguo
situaron en el océano
occidental el emplazamiento de su paraíso terrenal, que llamaban
Avalan. Los griegos de
la antigüedad situaron la isla más allá de las Columnas de Hércules
y la llamaron
Atlántida. Los babilonios ubicaron su paraíso en el océano
occidental y le dieron el nombre
de Aralu, mientras los egipcios colocaron la morada de sus almas “en
el extremo
occidental, y en el centro del océano” y lo denominaron, entre otros,
con los nombres de
Aaru o Aalu y también Amena.
Las tribus celtas de España y los
vascos conservan las
tradiciones de su tierra natal en el océano occidental, y los galos
autóctonos de Francia,
especialmente los que habitaban las regiones más occidentales,
conservaban la tradición
de que sus antepasados provenían de algún lugar en el medio del
océano occidental, como
consecuencia de una catástrofe que destruyó su tierra de origen.
Los
árabes creían que el
pueblo de Ad vivió antes de la gran inundación y fue destruido
por las aguas como castigo
por sus pecados. Las antiguas tribus del Norte de África mantenían
las tradiciones de un continente situado al Oeste, y existen
noticias de tribus llamadas Atarantes y Atlantioi, así como un mar
actualmente seco, Attala y, naturalmente, las montañas Atlas.
Cruzando el Atlántico advertimos que en las Islas Canarias (que en
teoría constituyen las cumbres montañosas de la Atlántida) existen
una serie de antiguas cavernas llamadas Atalaya, cuyos habitantes
conservaban, incluso en la época romana, el recuerdo del hundimiento
de la isla-continente.
Tanto en América del Norte como en Sudamérica, nos encontramos con
una serie de extraordinarias coincidencias. La mayor parte de las
tribus indígenas conservan leyendas que dicen que su origen está en
Oriente o que obtuvieron los adelantos de la civilización de unos
superhombres llegados desde un continente oriental. El pueblo azteca
conservó el nombre de su tierra de erigen: Aztlán, y la palabra
misma, azteca, es una derivación de Aztlán. En el idioma azteca (náhuatl),
atl significa “agua” y la misma palabra tiene igual significado en
el lenguaje beréber del norte de África.
Quetzalcóatl, dios de los
aztecas y de otros pueblos mexicanos, era según se dice un hombre
blanco, que usaba barba y llegó al valle de México desde el océano,
volviendo a Tlapallan una vez concluida su misión civilizadora. En
su libro sagrado, los maya-quichés se refieren al país oriental
donde en un tiempo habían vivido como si fuera un verdadero paraíso,
“en el que blancos y negros vivieron en paz” hasta que el dios
Hurakan (huracán) se enfureció e inundó la tierra. Cuando los
conquistadores españoles exploraron Venezuela por primera vez
encontraron un reducto denominado Atlán, que estaba poblado por
indios blancos (o que a los españoles les parecieron blancos), cuyos
antepasados eran sobrevivientes, según decían, de una tierra
inundada.
Tal vez la más notable de todas estas coincidencias lingüísticas sea
la que presenta el idioma inglés. El nombre mismo del océano en que
nadamos, navegamos o sobrevolamos, Atlántico, podría ser un nexo de
unión con la leyenda de las antiguas ciudades doradas que yacen en
el fondo de las aguas. Ciertamente, la palabra proviene de Atlas, el
gigante de la leyenda griega que sostenía el cielo. Pero, ¿acaso no
era la propia leyenda de Atlas una alegoría de poder, el poder del
imperio atlántico quizás? En griego, Atlántida significa “hija de
Atlas”.
Las leyendas sobre una gran inundación y sobre la desaparición de
una civilización avanzada son comunes a casi todas las razas,
naciones y tribus que poseen documentos escritos o tradiciones
orales. Se ha sugerido que la similitud entre nuestros escritos
bíblicos acerca del Diluvio y los de Sumer, Asiría, Babilonia,
Persia y otras antiguas naciones mediterráneas podrían tener su
origen en los recuerdos de una gran inundación ocurrida en el
Oriente Medio. Pero, ¿serviría esto también para explicar las
leyendas de inundaciones que se conservan en Escandinavia, China, la
India y en la gran mayoría de las tribus aborígenes del Nuevo Mundo,
tanto en América del Norte como en Sudamérica?
Dichas leyendas, con sus reiteradas alusiones a sobrevivientes que
levantaron una nueva civilización sobre las ruinas de la antigua,
existen en todo el mundo y aparentemente se refieren a algo que
realmente ocurrió. Sin duda, debe considerarse que si la tierra
estuviese cubierta sólo por las aguas, éstas no habrían podido
retroceder, ya que carecerían de un punto al cual dirigirse.
De ahí
que uno pueda presumir que la gran inundación, tal como la
recordaron sus sobrevivientes, describía un fenómeno especial,
acompañado de lluvias y perturbaciones climatológicas, durante las
cuales a los sobrevivientes les pareció que el mundo entero había
quedado bajo el agua. Son estos recuerdos, lo mismo que aquellos que
hablan de un paraíso terrestre, habitualmente localizado en una isla
hermosa y fértil en medio del Atlántico, los que unidos a las
numerosas referencias de los autores clásicos a dicha isla, han
fascinado a los hombres de todas las épocas y contribuyeron sin duda
al descubrimiento y conquista de América.
Quienes rechazan la teoría atlántica argumentan que tendrían que
existir más
referencias a la Atlántida en la Antigüedad que aquellas de las que
disponemos (y que
vamos a examinar más adelante). Sin embargo, considerando el estado
de los
documentos antiguos y considerando la posibilidad de que se
descubran otros, resulta
asombroso que tengamos todo lo que tenemos.
Sabemos con certeza que
algunos de los
documentos relacionados con la Atlántida se perdieron, porque varias
de las referencias de
que disponemos aluden a otros más completos, que se han extraviado.
Aparte de la
destrucción general de los manuscritos griegos y romanos que tuvo
lugar durante las invasiones de los bárbaros, una parte importante
de la literatura clásica fue sistemáticamente eliminada, algunas
veces por los mismos pueblos que la heredaron.
El papa san Gregorio
Magno, por ejemplo, ordenó la destrucción de la literatura clásica,
“por temor a que distraiga a los fieles de
la contemplación del
cielo”.
Amru, el conquistador musulmán de Alejandría, donde se
hallaba la mayor biblioteca de la Antigüedad —más de un millón de
volúmenes— utilizó los rollos de manuscritos de los clásicos como
combustible para calentar los cuatro mil baños de la ciudad durante
seis meses. Amru argumentó que si los libros antiguos contenían
información ya existente en el Corán, eran superfluos, y si la que
encerraban no estaba allí, no tenía valor alguno para los verdaderos
creyentes.
Nadie sabe qué referencias a la Atlántida pueden haber
ido a parar al agua caliente de los baños de los conquistadores
árabes, ya que Alejandría era tanto un centro científico como
literario. Los conquistadores españoles del Nuevo Mundo continuaron
esta destrucción de antiguos documentos. El obispo Landa
destruyó
todos los escritos mayas que pudo encontrar en la península del
Yucatán, con la excepción de unos seis que ahora se guardan en
museos europeos.
Expansión "colonial"
atlántica en el mundo, según Donnelly
Los mayas podrían haber proporcionado alguna información valiosa
acerca del continente perdido, dado su origen y sus sorprendentes
conocimientos científicos. Ello podría ocurrir todavía, si se
descubriesen nuevos documentos.
Aun cuando los escritos antiguos se han perdido, no faltan las obras
modernas sobre la Atlántida. Se han publicado alrededor de cinco mil
libros y folletos en los principales idiomas del mundo, en su
mayoría en los últimos 150 años. El número mismo de obras sobre este
tema demuestra el atractivo que ejerce el misterio de la Atlántida
sobre la imaginación del hombre. En una ocasión, un grupo de
periodistas ingleses hicieron una votación para designar las
noticias más importantes que podían imaginar, y situaron la
reaparición de la Atlántida en cuarto lugar, varios puestos por
delante de la segunda venida de Cristo.
Entre los miles de libros escritos en el pasado siglo y medio hay un
pasaje en
la obra
de Ignatius Donnelly que merece ser citado como muestra típica de la
firme creencia de
muchos en la existencia de un continente atlántico, cuna de la
civilización.
Donnelly
presentó al comienzo de su obra, publicada en 1882, trece
proposiciones que todavía se
distinguen por su fuerza, originalidad y sobre todo por su tono de
absoluta certeza. Son las siguientes:
1. Que en una época existió, frente a la boca del Mediterráneo, en
el océano Atlántico, una gran isla que era lo que quedaba de un
continente conocido por los antiguos con el nombre de Atlántida.
2. Que la descripción que de dicha isla hizo Platón no es fábula,
como se ha supuesto durante mucho tiempo, sino historia real.
3. Que la Atlántida fue el lugar en donde el hombre se elevó por vez
primera de un estado de barbarie a la civilización. 4. Que con el discurrir del tiempo la isla se convirtió en una
nación poderosa y muy poblada. La gran densidad demográfica impulsó
a los viajes, lo que hizo posible que las costas del Golfo de
México, de los ríos Missisipi y Amazonas, las del Pacífico en
Sudamérica, las del Occidente de Europa y África, las del Báltico,
el Mar Negro y el Caspio fueran pobladas por comunidades civilizadas.
5. Que fue el verdadero mundo antidiluviano y también el Jardín del
Edén; los jardines de las Hespérides; los Campos Elíseos; los
Jardines de Alcino; el Olimpo; el Asgar de las tradiciones de los
pueblos antiguos; que, en fin, representa el recuerdo universal de
una tierra grandiosa, donde la Humanidad primitiva residió durante
mucho tiempo en paz y felicidad. 6. Que los dioses y diosas de los antiguos griegos, fenicios,
hindúes y escandinavos eran sencillamente los reyes, reinas y héroes
de la Atlántida y que los actos que les atribuye la mitología son
rememoraciones confusas de hechos históricos verdaderos. 7. Que las mitologías de Egipto y Perú representan la religión
original de la Atlántida; es decir, la adoración del Sol. 8. Que la colonia más antigua establecida por los atlantes estuvo
probablemente en Egipto, cuya civilización reprodujo la de la gran
isla. 9. Que los utensilios de la Edad del Bronce de Europa derivan de la
Atlántida, y que los atlantes fueron también los primeros que
trabajaron el hierro. 10. Que el alfabeto fenicio, padre de todos los europeos, proviene
del que ya se utilizaba en la islacontinente. 11. Que la Atlántida fue el lugar de asentamiento original del gran
tronco de las naciones arias o indoeuropeas, al igual que el de los
pueblos semitas, y posiblemente también de las razas turanias.
12. Que la Atlántida sucumbió en medio de una terrible convulsión de
la Naturaleza, en que la isla entera se hundió en el océano, con
casi todos sus habitantes. 13.
Que sólo algunas personas escaparon en barcos o balsas, llevando a
las naciones de Oriente y Occidente las noticias sobre la horrible
catástrofe, que han llegado hasta nuestra época bajo la forma de las
leyendas de la Inundación y el Diluvio que existen en los distintos
pueblos del viejo y el nuevo mundo.
El libro de Donnelly y los centenares de obras que le siguieron
iniciaron tal vez un “movimiento” atlántico que ha sobrevivido, con
variada intensidad, hasta nuestros días. Diversos escritores y
estudiosos se han enfrascado en un nuevo examen de los libros
antiguos que todavía se conservan y que tratan del tema, y han
estudiado concienzudamente los mitos clásicos, las leyendas
indígenas y los indicios relativos a esta cuestión que suelen
hallarse en campos tan variados como los de la biología, la
antropología, la geología, la botánica, la lingüística y la
sismología. El material reunido es amplísimo y los resultados están
sometidos a interpretación.
Las cinco primeras disciplinas que hemos citado proporcionan, según
la interpretación, una gran cantidad de información que indica que
hubo una época en que un istmo de tierra conectó el nuevo mundo con
el viejo. Pudo ser primero un paso terrestre y luego un gran
continente que en definitiva se quebró en una serie de islas
separadas. Esto no sólo explicaría algunos extraños paralelismos en
estas ciencias, sino incluso ciertos rasgos culturales y mitos
comunes.
En lo que respecta a la sismología, la Atlántida es una de
las zonas menos estables de la corteza terrestre y está sujeta a
trastornos a lo largo de toda la plataforma submarina del Atlántico
norte y medio, que se extiende por el fondo del mar desde el Norte
del Brasil hasta Islandia. Dichos trastornos todavía pueden provocar
alzamientos o depresiones de masas terrestres.
Los recientes
adelantos científicos, las nuevas técnicas arqueológicas para la
precisión de las fechas históricas, las conclusiones revolucionarias
acerca de la antigüedad del hombre civilizado, y sobre todo, el
alcance y profundidad crecientes de la exploración submarina, han
preparado el terreno para nuevos descubrimientos. En realidad,
algunos podrían haber ocurrido ya, pero aún no son conocidos.
Antes de que contáramos con todas estas técnicas, ya los teóricos e
investigadores de
la Atlántida habían alcanzado un punto en los dominios tradicionales
de la investigación,
más allá del cual no pudieron avanzar. En la actualidad, el área y
los medios de investigación se han ampliado considerablemente.
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La Atlántida vuelve a ser actualidad
La Atlántida ocupa todavía un lugar en las noticias. ¡Durante el año
1968 fue “redescubierta” dos veces! Una de ellas-en el Mediterráneo
y otra en el Atlántico, frente a las Bimini, en las Bahamas, donde
se dice que un templo de la isla-continente está elevándose hacia la
superficie. La explicación de que la prensa haya identificado el
edificio como un templo de la Atlántida está en la asombrosa
coincidencia del fenómeno con la predicción hecha por
Edgar Cayce en
1940, en el sentido de que en 1968 ó 1969 surgiría de las aguas,
frente a las Bimini, un templo de la Atlántida.
En el período comprendido entre 1923-1944, Cayce, un investigador de
parapsicología y de los fenómenos extrasensoriales, que vivía en
Virginia Beach, estado de Virginia, tuvo numerosas experiencias
mentales, que llamó “relatos”, y concedió abundantes entrevistas
acerca de la Atlántida, en las que explicó la vida en la Isla y los
cambios operados en la tierra en general. Aunque numerosas, dichas
revelaciones representan sólo una parte de sus predicciones, que han
determinado la creación de una fundación que lleva su nombre y de
una asociación con filiales en numerosas ciudades de Estados Unidos.
Al describir el continente sumergido, afirmó que parte de él se
hallaba bajo el océano, cerca de las Bahamas y, específicamente que
las Bahamas mismas eran las cumbres de la isla Poseidia, que formaba
parte de la “región occidental de la Atlántida”. En 1940 Cayce
señaló los años 1968 o 1969 como el momento en que habría de volver
a emerger una parte de la isla desaparecida, la porción cercana a
las Bimini:
“Poseidia —dijo—, será una de las primeras porciones de
la Atlántida que volverán a levantarse. Se espera para 1968 ó 1969.
¡No está tan lejos!”
Una coincidencia muy curiosa ha hecho que varios edificios
pareciesen estar volviendo a la superficie, frente a
las Bimini y en
el extremo norte de Andros. Aún no se ha determinado qué son esas
construcciones ni cuál es su antigüedad. Sin embargo, lo más
extraordinario acerca de su aparición es que estos misteriosos
edificios submarinos han surgido en el lugar exacto que había
señalado Cayce en 1940. Dos pilotos comerciales los avistaron y
fotografiaron desde el aire. Uno de ellos era un miembro de la
fundación Cayce que los estaba buscando y que los vio mientras
volaba en uno de sus itinerarios regulares, probablemente debido a
que conocía la predicción de Cayce.
Es interesante señalar que el
avión ha sido un eficaz colaborador para los arqueólogos durante
muchos años, ya que, en condiciones de buena visibilidad y de
quietud de las aguas, ha sido posible descubrir y fotografiar desde
el aire numerosos puertos, fortificaciones y ciudades antiguas.
Al sur de este punto existe una depresión llamada Lengua del Océano,
que tiene una profundidad de unos 6.000 metros, lo que coincide
plenamente con el “relato” de Cayce en el sentido de que las
antiguas tierras de la Atlántida situadas frente a las Bimini son el
punto más alto de un continente sumergido. Una primera investigación
submarina ha revelado que el edificio está construido sobre una base
de rocas y que las paredes han sido cubiertas por la arena, lo que
hace difícil verlas bajo el agua, en tanto que resulta fácil
advertirlas desde el aire, ya que los trazos rectangulares de la
construcción son más evidentes.
Dado que los edificios están ahora tan cerca de la superficie, han
debido tomarse medidas para protegerlos de los cazadores de tesoros
que tienen mucho menos interés en determinar su antigüedad que en la
posibilidad de saquearlos.
Posteriormente se han encontrado otras ruinas submarinas cerca de
otras islas del Caribe, entre ellas lo que parecía ser una ciudad
completa, sumergida frente a la costa de Haití, y otra ciudad que se
hallaría en el fondo de un lago. En 1968 se descubrió frente a las
Bimini lo que parece ser un camino submarino (o tal vez una serie de
plazas o de cimientos). Sobre la base de estos numerosos hallazgos,
podría pensarse que parte del zócalo continental del Atlántico y el
Caribe fue alguna vez tierra firme que se hundió durante un período
en que el hombre estaba ya civilizado.
Las construcciones submarinas que están emergiendo frente a las
Bimini y a Andros están siendo estudiadas actualmente para
determinar si formaron parte de un complejo cultural maya o de
alguno todavía más antiguo, como predijo Cayce. Si pudiera
establecerse su origen maya, ello no significaría necesariamente
apartarse de la teoría atlántica, ya que los mismos mayas son, al
parecer de muchos, si no descendientes de los sobrevivientes de la
isla sumergida, por lo menos gentes que llegaron a un nivel de
civilización relativamente elevado, gracias a los atlantes; una
especie de ayuda a “naciones subdesarrolladas” en versión antigua.
Una expedición a la isla de Tera, situada en el mar Egeo,
directamente al norte de Creta, concentró la atención en una teoría
según la cual lo ocurrido en la propia Tera — que aparentemente fue
destruida por una explosión en el 1500 a.C. con el consiguiente
hundimiento de una gran porción de tierra— fue el desastre real que
llevó a Platón a hablar de la destrucción de un continente. Es
sabido que un misterioso desastre se abatió sobre la avanzada
civilización cretense, aproximadamente en la misma época.
Antes, el imperio cretense era más avanzado que los que le siguieron.
Poseía incluso agua corriente e instalaciones sanitarias
sorprendentemente modernas, vasos de cristal de colores, cubiertos
brillantes y modas muy elaboradas y precursoras en materia de
vestimenta.
En la Antigüedad, Tera fue también llamada Stronghyli, que quería
decir “la rotonda”, pero después de la explosión, la parte
noroccidental de la isla estalló y se hundió en el mar, dejándola
con la forma de una media luna. Esta explosión y las convulsiones
volcánicas consiguientes, al igual que las olas de las mareas
provocadas por movimientos sísmicos, pueden haber sido una de las
razones de la decadencia de Creta y de su conquista por los griegos
aqueos.
Sin embargo, las numerosas erupciones volcánicas ocurridas en el
Mediterráneo a lo largo de los siglos, no significan que no haya
ocurrido una aún mayor más allá de las Columnas de Hércules, como
señala Platón. Lo interesante es que, apenas se halla cualquier
territorio sumergido que pueda relacionarse con culturas arcaicas —y
cada vez habrá más hallazgos, gracias a las nuevas técnicas de
exploración submarina- surge la pregunta: ¿Es ésta la perdida
Atlántida de la leyenda?
Porque la Atlántida, la más antigua civilización o leyenda del mundo,
según cuál sea nuestro punto de vista, nunca ha dejado de fascinar a
la Humanidad, como lo demuestran los miles de libros y tratados ya
escritos y los que siguen apareciendo acerca de un tema cuya
existencia está todavía por constatar. Y sin embargo, esta leyenda o
recuerdo de la raza merece todavía hoy la atención de la prensa.
Es como si, comprendiendo que ahora existen mejores métodos de
investigación arqueológica, el hombre moderno esperase recibir la
confirmación de su propio pasado perdido y creyera que la ciencia
moderna habrá de llenar las lagunas de la historia de la familia
humana.
En el momento mismo en que este libro estaba en prensa, habían
aparecido o estaban por publicarse varios otros relativos a la
Atlántida o a Tera. También han aparecido reimpresiones de obras
escritas hace muchos años pero que todavía resultan pertinentes e
informativas. Y, a mediados de 1969 una canción popular reflejaba el
nuevo despertar del interés del público en la Atlántida y el deseo
implícito en él de poseer mayor conocimiento acerca de nuestro
pasado y de la edad dorada del hombre.
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