La explicación atlántica
Si se considera como el “eslabón perdido” entre el Viejo y el Nuevo
Mundo, la Atlántida (o los puentes terrestres atlánticos) constituye
una explicación tan fácil para tantas cosas, que podría decirse,
parafraseando a Voltaire, que de no haber existido habría sido
necesario inventarla.
Desde el punto de vista cultural, nos permite comprender ciertos
conocimientos
existentes en épocas antiguas que resultan mucho más fácilmente
explicables si
suponemos la existencia de una civilización más antigua, que
desarrolló originariamente
una cultura y sabiduría que luego traspasó a unos herederos que en
algunos casos resultaron menos hábiles para desarrollarlas! Como
podemos apreciarlo en la Edad Media y en otros ejemplos más
actuales, el progreso y la civilización no siempre avanzan de manera
progresiva.
En ocasiones parecen dudar, estancarse e incluso
retroceder.
Ciertos aspectos específicos de la información que poseemos indican
que en el mundo de la Antigüedad existía un conocimiento científico
mayor de lo que suponíamos. Aparte del saber geográfico demostrado
por los escritos clásicos en sus referencias a otros continentes,
las alusiones a la astronomía, que suelen aparecer confusas o
disfrazadas bajo la forma de leyendas, son expresión de una
educación y una cultura que posteriormente se perdieron a lo largo
de las civilizaciones, hasta que fueron redescubiertas por el mundo
moderno.
Por ejemplo, ¿cómo podían los antiguos saber, sin ayuda de
telescopios, que el planeta Urano cubría regularmente con su
superficie a sus lunas durante su movimiento de rotación alrededor
del Sol? El fenómeno se explicaba en forma mítica afirmando que el
dios Urano comía y vomitaba alternadamente a sus hijos. Hasta épocas
relativamente modernas no existió un telescopio lo bastante poderoso
como para advertir este fenómeno ¿De qué fuente obtuvo Dante Alighieri su “visión anticipada” de la Cruz del Sur, doscientos años
antes de que el primer europeo la hubiese visto o hubiese sabido
acerca de ella?
En La Divina Comedia describió lo que apareció ante
sus ojos después de abandonar el infierno en la montaña del
purgatorio. Lo que sigue es una traducción libre:
“...Me volví hacia
la derecha, mirando hacia el otro polo, y vi cuatro estrellas, nunca
antes contempladas excepto por los primeros pueblos. El cielo
parecía centellear con sus rayos. ¡Oh, desolada región del Norte,
incapaz de verlas...!”
Aparte del misterio de la Cruz del Sur, ¿a
qué primeros pueblos se refería Dante?
Cada cierto tiempo aparece algún artefacto perteneciente a una
antigua cultura que suele hallarse tan fuera de lugar respecto a su
época que casi resulta increíble. En la British Association for the
Advancemente of Science se puso en exhibición en 1853 una lente
cristalina similar a las modernas lentes ópticas. Era una verdadera
curiosidad porque fue encontrada en una excavación hecha en Nínive,
la capital de la antigua Asiría, y correspondía a una época anterior
en mil novecientos años al advenimiento de la técnica moderna para
el pulimento del cristal.
En Esmeralda, frente a la costa de Ecuador, entre los restos
precolombianos extraídos del fondo del océano y considerados por los
arqueólogos como objetos de una gran antigüedad, apareció una lente
de obsidiana de unos cinco centímetros de diámetro, que funciona
como un espejo y que reduce pero no distorsiona la reflexión. En las
excavaciones de La Venta, correspondientes a la cultura olmeca en
México, se han encontrado otros pequeños espejos cóncavos de hematita, un mineral magnético de hierro que admite un elevado
índice de pulimento. Se considera en la actualidad que la cultura olmeca es la más antigua de México.
El examen demostró que estos
espejos habían sido esmerilados mediante un proceso desconocido que
los hacía más curvos cuanto más cercano al borde. Aunque no se sabe
con certeza para qué se utilizaban, ciertos experimentos han
demostrado que pueden ser utilizados para encender el fuego,
reflejando el sol. En unas excavaciones en Libia, en el norte de
África, se han encontrado unos utensilios que parecían ser lentes, y
Arquímedes, el científico inventor siciliano de la Antigüedad,
utilizó también instrumentos ópticos, según afirma Plutarco, “para
que el ojo humano pudiera contemplar el tamaño del Sol”.
Algunas veces no se sabe en qué consisten los hallazgos
arqueológicos. El caso de
la computadora marina de Grecia es un buen
ejemplo. Fue hallada en el año 1900 en unas antiguas ruinas del
fondo del Egeo, junto a una notable colección de estatuas; entre
ellas la muy famosa de bronce, de Poseidón, que ahora se encuentra
en el museo de Atenas junto a la computadora. Parecía una
combinación de placas de bronce en las que aparecía una escritura
irregular. Daban la impresión de que el mar hubiera soldado las
placas con el transcurso del tiempo.
Después de limpiarla y
someterla a un estudio más completo se concluyó que era una
calculadora, con un sistema de engranajes sincronizados que
aparentemente servía como una especie de regla de cálculo para
“captar” el sol, la luna y las estrellas, con fines de navegación.
Este solo hallazgo ha provocado un cambio considerable en nuestra
actitud hacia la navegación de la Antigüedad.
Otro caso es
el mapa de Piri Reis, un plano del mundo que pertenecía
a un capitán de marina turco del siglo XVI y que mostraba las costas
de Sudamérica, África y partes de la Antártica, pese a que resulta
inimaginable pensar cómo pudo ser incluido este continente helado.
Más increíble resulta aún el hecho de que los estudios antárticos
modernos confirman la exactitud del mapa.
El Piri Reis (Reis o Rais era el rango de capitán o patrón de un
navío) habría sido diseñado a partir de los antiguos mapas griegos
perdidos en la destrucción de la biblioteca de Alejandría. Si
hubiese sido copiado de otros mapas más antiguos, ello significaría
que durante la Edad Media se perdieron u olvidaron importantes
conocimientos geográficos que estaban a disposición del mundo de la
Antigüedad.
Desde el pasado nos llegan ciertos indicios misteriosos acerca del
uso de otros “inventos” que hasta ahora no se creía que hubieran
existido en épocas antiguas. El uso de explosivos es un buen
ejemplo, ya que el descubrimiento de la pólvora y el fuego griego
parecen perderse en las brumas de los tiempos. Los chinos utilizaban
explosivos como algo corriente, antes que la pólvora fuera conocida
en Europa.
Edgerton Sykes, la más importante autoridad británica en
el tema de la Atlántida, cita a R. Dikshitar, de la Universidad de
Madras, quien afirmaba que el uso de explosivos ya era conocido en
la India en el año 5000 a. de C. El fuego griego de Bizancio que
ayudó a los bizantinos a conservar su imperio durante el milenio
posterior a la caída del Imperio romano de Occidente, era un
misterio ya entonces. Parece que lo lanzaban desde las galeras en
vainas o proyectiles y al chocar contra otras galeras seguía
ardiendo, aunque le echasen agua.
Es posible que los explosivos fueran utilizados en Europa en varias
ocasiones, durante los ataques de Aníbal contra los romanos. En todo
caso, si ése era el material empleado, lo mantuvieron secreto para
que los romanos pensaran que se trataba de poderes sobrenaturales al
servicio del enemigo. Los romanos contaban que las rocas eran
destruidas por el fuego y por un tratamiento posterior con agua y
vinagre. Más tarde, en la batalla de Tresimeno, la tierra tembló y
grandes piedras cayeron sobre los romanos, que fueron derrotados por
los cartagineses. Hay que observar que si se trató de un terremoto,
los cartagineses no lo sufrieron y que, además, se aprovecharon de
él inmediatamente.
Algunos años antes, en la India, las tropas de Alejandro Magno
habían vivido una experiencia aterradora. Los defensores de una
ciudad hindú les lanzaron “truenos y rayos” desde las murallas de la
población que estaban atacando.
Se ha sugerido incluso que la caída de las murallas de Jericó fue
ocasionada en realidad por los explosivos colocados en túneles
excavados bajo ellas por los atacantes hebreos y no por el estruendo
de sus trompetas.
En todo caso, éstas y otras referencias a algo que guarda un
asombroso parecido a los explosivos aparecen una y otra vez en los
documentos antiguos. Normalmente, esas armas secretas parecen haber
sido utilizadas por culturas más antiguas-, que las heredaron de
otras, sin que se sepa quiénes fueron los primeros en hacer uso de
ellas.
Cuando se estudia
la gran pirámide de Gizeh se tiene la impresión de
que alguna raza superior de artesanos del pasado hubiese dejado un
documento para épocas futuras, ya fuese con fines educativos o como
prueba de sus conocimientos científicos.
Aparte de su tamaño no se había advertido nada extraordinario en la
gran Pirámide, hasta la ocupación francesa, cuando los agrimensores
de Napoleón comenzaron a trazar un mapa de Egipto. Como es natural,
eligieron la gran pirámide como punto inicial de su triangulación, y
al usarla como base notaron primero que, si seguían las líneas
diagonales del cuadrado de la base, trazaban con toda exactitud el
Delta del Nilo, y que el meridiano pasaba exactamente por el ápice
de la pirámide, cortando el Delta en dos partes iguales.
Era obvio que alguien había dispuesto que la pirámide estuviese en
aquel lugar por una
razón especial. Ulteriores estudios de las medidas del monumento
demostraron que si el
perímetro de su base es dividido por el doble de su altura se
obtiene la cifra 3,1416, ó
“TC”. Su orientación es exacta, dentro de los 4 minutos 35 segundos.
La pirámide tiene su
centro en el paralelo 30, lo cual es de por sí desusado, puesto que
separa la mayor parte
de la superficie terrestre del planeta de la mayor porción cubierta
por el océano.
Desde el
lado que da hacia el Norte sale una galería que lleva a la cámara
real. Desde el final de
esta galería, y a través de millones de toneladas de rocas
perfectamente dispuestas, se puede ver en línea recta la estrella
polar, que en la época de la construcción de la pirámide pertenecía
a la constelación del dragón. La altura de la gran pirámide
multiplicada por un billón da la distancia de la Tierra al Sol. Cada
lado resultó igual, en codos, al número de días que tiene el año.
Otros cálculos indican el peso de la Tierra y su radio polar, y el
estudio de un receptáculo oblongo de granito rojo hallado en la
cámara real sugiere todo un sistema de medidas de volúmenes y
dimensiones.
Los estudios de la gran pirámide han sido el tema de muchos libros y
ahora se hallan hasta cierto punto desacreditados, debido al exceso
de entusiasmo de algunos escritores que pretendieron encontrar
ciertas profecías en las medidas del monumento y en sus galerías
interiores. La mayor de las pirámides egipcias es aparentemente la
única que contiene tales “medidas de registro”, y no existen
indicios de que los egipcios pensaran, a lo largo de los siglos, que
hubiese allí nada, excepto tesoros, o tuviera otra finalidad que la
de ser la tumba del faraón.
Hay un aspecto misterioso en el origen de
la civilización egipcia:
aproximadamente en la época de la primera dinastía, alrededor del
3200 a.C.,
Egipto pasó repentinamente de una
cultura neolítica a
otra avanzada —casi de un día para el otro, en términos históricos—
...con herramientas de cobre muy eficaces, que les permitieron
construir grandes templos y palacios y con las que desarrollaron una
civilización avanzada y una escritura muy elaborada. Aparentemente,
no pasaron por una etapa intermedia. ¿Cómo alcanzaron los egipcios
ese estadio cultural? Maneto, un historiador de la época de
Ptolomeo, afirmaba que había sido obra de los dioses que gobernaron
el país antes de Menes, el primer faraón.
Los Upanishads, antiquísimos libros religiosos de la India,
contienen algunos pasajes que durante siglos parecieron oscuros y
difíciles de interpretar. En cambio, si se consideran desde el punto
de vista de la composición molecular de la materia, resultan
bastante sencillos. Constituyen otro caso de conocimiento científico
conservado gracias a libros sagrados. A la antigua India le debemos
nuestro conocimiento del cero, o más bien nuestro uso del cero. Nos
llegó desde allí a través de los árabes, que lo escribían como un
punto.
Sin embargo, los mayas de México y Guatemala también lo conocieron y
lo utilizaron con asombrosa exactitud en cálculos astronómicos y
cronológicos.
En los calendarios del antiguo Egipto y de México se advierte una
interesante coincidencia astronómica. Ambos calcularon —o tal vez
recibieron la información de otra fuente— que el año está compuesto
de 365 días y seis horas, basándose en una división de los meses que
dejaba cinco días complementarios al final de cada año y una
cantidad adicional en cada ciclo, que en el caso de los aztecas era
de 52 años, y en el de los egipcios de 1460 años. Nuestra fecha
equivalente al comienzo del año azteca y egipcio (iniciaban el suyo
en el mes de Tot) era para ambos el 26 de febrero.
Sin embargo, junto a estos notables conocimientos, matemáticos y de
otra naturaleza, nos encontramos con que los mayas y otros pueblos
amerindios no conocían las posibilidades que ofrecía la rueda para
el transporte. Se pensaba que ninguno de ellos había conocido el uso
de la rueda, hasta que se encontraron ciertos juguetes mexicanos
antiguos, con ruedas. Tal vez la conocieron en una época y luego la
olvidaron. Era como si la cultura hubiese retrocedido. Cuando los
conquistadores españoles llegaron a América, la civilización maya se
hallaba en un período de decadencia, y también la gran cultura
tolteca de México se había eclipsado, lo mismo que la de los
primeros constructores sudamericanos del Cuzco y Tiahuanaco.
Desde que se descubrieron las ruinas mayas pudo advertirse la
sorprendente similitud entre la arquitectura maya y la del antiguo
Egipto. Los mayas construyeron pirámides, columnas, obeliscos y
estelas (pero no el verdadero arco), usaron jeroglíficos y
bajorrelieves como elementos decorativos y describieron incidentes
históricos en frisos de piedra. Aunque otras arquitecturas
amerindias también recuerdan a la egipcia, con sus pirámides y
construcciones masivas que se extienden por Centro y Sudamérica, la
maya es a la vez la que más se adentra hacia el mar y la que más se
asemeja a la de Egipto.
Al estudiar el origen de las culturas maya, olmeca y
tolteca y el de
las civilizaciones de
otros pueblos precolombinos de América Central, advertimos que Sahagún, un cronista de
la conquista española, consigna un curioso informe tomado de fuentes
antiguas, en el sentido de que sus culturas se exportaron a México y
América Central desde otro lugar. Y cita el siguiente párrafo de un
documento indígena:
“... vinieron atravesando las aguas y
desembarcaron cerca (en Vera-cruz)... los ancianos sabios que tenían
todos los escritos, los libros, las pinturas”.
En su edición comentada del libro de Dorihelly,
Edgarton Sykes
ofrece una interesante explicación respecto a la costumbre maya de
abandonar sus ciudades y construir otras nuevas. Si los mayas
llegaron desde territorios situados al este de la América Central —
dice— sin duda, vivieron en esas regiones que posteriormente
quedaron sumergidas, lo cual les habría obligado a abandonarlas y a
construir otras que finalmente también se hundieron. Este hábito de
huir de los territorios inundados podría explicar la costumbre maya
de abandonar una ciudad tras otra antes de que el mar les alcanzara.
Naturalmente, sigue en pie la teoría generalmente aceptada de que
los mayas dejaban sus asentamientos después de haber agotado las
tierras que los rodeaban y que habían cultivado tras desbrozar la
selva. Sin embargo, frente a la costa mexicana y bajo las aguas del
Caribe, existen ruinas mayas, y algunos especialistas piensan que
las numerosas ruinas “nuevas” Crecientemente descubiertas en una
prospección aérea corresponderían también a esa cultura o tendrían
un origen aún más antiguo.
El aparente retroceso cultural, o más bien la ausencia de progreso
desde un punto de partida muy avanzado, son también evidentes en el
Imperio incaico. En efecto, los pueblos que precedieron a los incas
en Sudamérica dejaron construcciones que resultan inexplicables.
Cuando examinamos los restos arquitectónicos de Perú y Bolivia nos
resulta imposible comprender cómo fueron construidos. Los bloques de
piedra del Cuzco son de dos tipos distintos: los que utilizaron los
incas en sus templos y palacios y los que aparecen en las
construcciones básicas, perfectamente escuadradas, de enormes
proporciones y que encajan exactamente unos con otros.
Estos habrían
sido obra de los predecesores de los incas, de quienes sólo quedan
algunas leyendas.
-
¿Cómo pudieron los pueblos primitivos cortar y
transportar por terrenos montañosos estas piedras ciclópeas, mayores
que las de las pirámides egipcias?
-
¿Y cómo pudieron los predecesores
de los incas encajar los bloques con tanta perfección, si su técnica
era muy primitiva?
-
¿Y, si podían dar forma a los bloques de piedra,
como obviamente lo hicieron, por qué no los cortaron en líneas
rectas, en lugar de usar extraños ángulos para luego hacerlos
coincidir como si se tratara de un enorme rompecabezas?
Una posible
respuesta a la última pregunta sería que intentaban dotar a los
edificios de una mayor resistencia a los terremotos, ya que en la
región andina se han producido terribles movimientos terrestres, en
épocas relativamente recientes.
La ciudad de
Tiahuanaco, a orillas del lago Titicaca, en Bolivia,
constituye otra inexplicable ruina ciclópea. A su llegada, los
primeros españoles la encontraron abandonada. Estaba construida con
enormes bloques de piedra, algunos de los cuales pesan hasta
doscientas toneladas, y estaban unidos por pernos de plata. Dichos
pernos fueron sacados por los conquistadores españoles, lo que
provocó que los edificios se desplomaran en los terremotos
subsiguientes.
Se han encontrado piedras de cien toneladas
enterradas para servir de cimientos a las murallas que sostenían las
construcciones y también se hallaron marcos de puertas de tres
metros de altura y setenta centímetros de ancho, esculpidas en
bloques de una sola pieza. Según las leyendas locales, la ciudad fue
construida por los dioses, y se diría que los constructores eran
superhombres, ya que estas enormes ruinas se hallan a 4000 metros de
altura y en una zona árida, incapaz de proporcionar los alimentos
necesarios para alimentar a la gran población indispensable para
levantar construcciones tan inmensas.
Algunos arqueólogos sudamericanos creen que Tiahuanaco (nadie sabe
cómo llamaban
a la ciudad quienes la levantaron, ya que no existen documentos al
respecto) fue
construida en una época en que el suelo estaba a un nivel casi 3200
metros por debajo
del actual. De hecho, en los alrededores existe un antiguo puerto
abandonado. Esta teoría
se basa en los cambios que ha experimentado la cordillera de los
Andes y que vienen
atestiguados por los depósitos de piedra caliza o líneas de
demarcación del agua que han
quedado en laderas y montañas. Además se apoya en el supuesto de que
la región de los
Andes y del lago Titicaca fue levantada, destruyendo y despoblando
Tiahuanaco y otros centros de esta cultura prehistórica.
Los restos de mastodontes, toxodones y perezosos gigantes encontrados en lugares cercanos
sugieren esta variación en la altura. Esos animales no podrían haber
vivido en la altura que dichos territorios tienen en la actualidad.
Y tampoco la población necesaria para construir una ciudad como
aquélla, habría podido subsistir en una zona tan árida y elevada.
Entre las ruinas se han encontrado representaciones de estos
animales en cerámicas, debidas a la mano de los habitantes de la
región, posteriormente desaparecidos.
Los arqueólogos locales calculan que Tiahuanaco fue abandonada hace
unos diez o doce mil años, pero todavía queda mucho trabajo por
hacer hasta determinar una fecha más exacta. No obstante, dicho
cálculo resulta muy verosímil, ya que en general coincide con el que
los sacerdotes egipcios comunicaron a Platón como época del
hundimiento de la Atlántida. Mientras una parte del mundo se hunde,
otra se levanta, como si se produjeran grandes pliegues o balanceos
de la superficie de la Tierra. Se cree que en este “repliegue”
también fue afectada la costa occidental sudamericana.
Durante el programa de investigación oceanográfica de Duke,
realizado en 1966, las cámaras de gran profundidad fotografiaron
columnas excavadas en la roca y situadas en una meseta submarina
frente a la costa del Perú, a 2000 metros de profundidad. Las
grabadoras de sonido detectaron otras variaciones insólitas y un
fondo marino muy llano.
El doctor Maurice Ewing, del Observatorio Geológico Lamont, hizo la
siguiente declaración, refiriéndose al sistema de fallas y cordones
sísmicos del océano:
“...El efecto opuesto a la tensión es la
compresión, que da como resultado el pliegue de la superficie
terrestre. Los sistemas montañosos continentales, como las Montañas
Rocosas y los Andes, tuvieron su origen probablemente en uno de esos
pliegues”.
Existen otros indicios acerca de las civilizaciones prehistóricas de
Sudamérica que resultan desconcertantes, como por ejemplo los
juguetes con ruedas correspondientes al antiguo México, y hay una
tradición que afirma que los antiguos habitantes de la región
peruana desarrollaron un sistema de escritura por jeroglíficos
similar a las de las civilizaciones centroamericanas.
Sin embargo,
los incas lo prohibieron, tal vez por no ser productivo, e
introdujeron su propio sistema de memorización, a base de cuerdas
anudadas y coloreadas. Estas cuerdas, que servían para llevar un
registro de los tributos, los impuestos y el censo, es posible que
constituyeran de por sí un sistema de escritura o computación.
Por otra parte, algunas de las construcciones antiguas son tan
enormes que resultan casi inverosímiles. En Cholula, México, hay una
colina que fue originalmente una pirámide y ahora está coronada por
una iglesia. Se cree que fue construida como refugio, en prevención
de futuras inundaciones, pero una confusión de idiomas provocó la
dispersión de los constructores (una leyenda que resulta bastante
familiar).
Comparación de un arco falso en tai ruinas de Palenque (México) y
Micenas (Grecia).
En las afueras de Quito, Ecuador, hay una montaña que tiene una
forma tan regular
que algunos observadores piensan qué se debe a la mano del hombre,
es decir, que se
trata de una pirámide gigantesca. De todos modos, la impresión
general es que resulta demasiado grande como para haber sido hecha
por el hombre. Las enormes pirámides toltecas y aztecas eran bases
de templos levantados en la cumbre, y maravillaron a los españoles,
que las llamaron “mansiones del cielo”.
En el mundo atlántico y en
el Mediterráneo primitivo encontramos monumentos y construcciones de
piedra de análogas proporciones masivas. Los misteriosos círculos
monolíticos de Stonehenge, los dólmenes de Bretaña y Cornualles, los
fuertes neolíticos de Irlanda, Aran y las islas Canarias, las
murallas ciclópeas del sur de España, la continuación del “cinturón
de pirámides”, que se inicia en América y atraviesa Etruria, el
norte de África y Mesopotamia, los palacios de piedra, las tumbas,
templos y conjuntos de cavernas de Cerdeña, Malta y las islas
Baleares, y la existencia en la Grecia y Micenia arcaicas de restos
de una arquitectura ciclópea similar y de idénticos arcos a los
utilizados en el Yucatán.
Algunas de estas estructuras megalíticas pudieron responder a una
finalidad concreta por parte de sus constructores, pero a nosotros
no nos resultan claros a primera vista. Los grandes círculos de
piedra de Stonehenge, en Inglaterra, son interesantes, no sólo por
el tamaño de las piedras y el problema de cómo fueron transportadas
y colocadas, sino más aún por la forma racional en que fueron
erigidas. El eje central de Stonehenge coincidía exactamente con la
salida del sol en pleno verano. Otros hallazgos parecen confirmar el
propósito de que fuera un enorme reloj astronómico, y sus correlatos
exactos demuestran que sus constructores no sólo tenían
conocimientos de astronomía sino también de trigonometría.
En Avebury encontramos otra serie de construcciones de piedra
destinadas a servir de calendario y grandes dibujos planos que
fueron trazados en la tierra pero que sólo resultan visibles desde
arriba. Estos grabados son tan grandes que su diseño pétreo sólo
puede ser advertido mediante la fotografía aérea. Cornualles, zona
en la que están situados muchos misteriosos dólmenes, es una
península, y es la porción de Inglaterra que más se adentra en el
Atlántico, avanzando tal vez hacia el lugar, de donde llegaron los
constructores originales para levantar los que parecen enormes
“relojes planetarios” de piedra.
Al otro lado del Atlántico, en la región desértica que se encuentra
a unos 200 kilómetros al sur de Lima, Perú, existe una sorprendente
serie de formas geométricas que aparecen junto a inmensas figuras de
pájaros, animales y personas dibujadas en la tierra.
Sus dimensiones son tan enormes que sólo pueden apreciarse desde el
aire, y uno se pregunta cómo podían los artistas comprobar el
trabajo que estaban realizando, sin disponer de algún medio que les
permitiera observarlo con una perspectiva aérea. Más insólito
resulta aún el conjunto de líneas y franjas trapezoidales. Al igual
que los dibujos, no fue advertido hasta 1939, cuando las observó
desde un avión un profesor de historia que estudiaba las técnicas
antiguas de regadío.
Se cree que estas figuras se deben a los nazcas, un pueblo indio
anterior a los incas y posteriormente desaparecido. Una de las
teorías respecto a ellas afirma que están en conexión con las
relaciones entre las estrellas y las líneas del solsticio y el
equinoccio de la era nazca. En otras palabras, que serían un enorme
calendario astronómico que hace pensar en Stonehenge y Avebury.
Las
leyendas locales las atribuyen a la diosa Orichana, que descendió a
la Tierra en un “barco del cielo, tan brillante como el Sol ”. Podría
sugerirse que la diosa necesitaba un vehículo espacial para apreciar
las figuras, o que tal vez los dibujos y rayas formaban parte de un
sistema de aterrizaje..
En todo caso, es evidente que los descendientes de los nazcas o los
habitantes indígenas actuales de las zonas donde se encuentran estos
insólitos y tal vez “funcionales” monumentos han olvidado la
finalidad con que fueron construidos.
Las largas hileras de menhires (enormes piedras dispuestas
verticalmente) y los
dólmenes (rocas dispuestas sobre un conjunto de bloques de piedra
verticales), cuyo
equilibrio es un misterio, podrían tener relación también con
observaciones, tiempo o las
estaciones. Pero uno de los dólmenes, llamado “la roca parlante”,
fue utilizado
recientemente para que predijera el futuro y según parece, al
preguntársele respondía “sí”
o “no” mediante una inclinación de su enorme masa.
Arte prehistórico de la época de las cavernas. Se encuentra en
Altamira (cerca de Santander, España), y es una muestra muy
elaborada de la pintura rupestre.
Cabeza de caballo aurignaciense procedente de la cueva de Le Mas
d’Azil (Francia).
No podemos dejar de mencionar la incógnita cultural que constituyen
las antiquísimas pinturas de las cavernas de Europa, en Lascaux,
Altamira y otros lugares, lo mismo que las del Sahara, en África,
que datan de la época en que esa región no era todavía un desierto.
Dichas pinturas mágicas, que representan la cacería de animales,
aparecen en diversas cuevas de España, Francia y África y
generalmente se consideran obra del hombre de Cromagnon,
correspondiente a una cultura preglacial que habría existido hace
treinta mil años.
Algunas de esas pinturas son elementales, pero
otras resultan muy elaboradas en cuanto a estilo, composición y
tratamiento del tema, de modo que parece que las cavernas en que se
hallan hubiesen sido utilizadas por grupos prehistóricos muy
diversos. Entre ellos había algunos que poseían una técnica
artística muy estilizada y desarrollada, que debe haber tardado
varios siglos en configurarse.
Al examinarlas ahora, al cabo de más
de treinta mil años, parecen extrañamente modernas, a diferencia de
lo que ocurre con muchos de los períodos artísticos de los siglos
intermedios. ¿Cómo y de dónde llegó repentinamente a Europa
occidental y al norte de África esta raza de artistas tan
desarrollados? ¿No podrían ser refugiados de una región sumergida en
el océano Atlántico?
Sin embargo, ninguna de las similitudes arriba descritas, ni las
formas arquitectónicas aparentemente relacionadas con ellas aportan
prueba alguna de la existencia de la Atlántida. Actualmente es sólo
una presunción, una hipótesis de trabajo, que si resulta cierta,
haría que muchos aspectos aparentemente desconectados encajaran
perfectamente.
Bosquejo de un gran “elefante” precolombino hallado en Wisconsin y
pipa encontrada dentro de un túmulo en Iowa (Estados unidos).
Podríamos decir que ésta es la “explicación atlántica” de la
Piahistoria, basada en la presunta existencia de un antiguo
continente atlántico, o especie de puente terrestre entre América y
Europa. Esta supuesta conexión terrestre explicaría también los
hallazgos de huesos de mamuts o elefantes, leones, tigres, camellos
y caballos primitivos que se han encontrado en América. Aunque
ninguno de esos animales estaba allí cuando llegaron los españoles,
sus restos han sido positivamente identificados. Bochica, el maestro
que llevó la civilización a la nación chibcha de Colombia, habría
llegado allí, según las leyendas, con su mujer y cabalgando a lomos
de camellos.
El elefante, o quizás el mamut, es un motivo que aparece con
frecuencia en el arte y la arquitectura amerindia. ¿Los vieron acaso
los indios precolombinos, o simplemente los reconstruyeron después
de examinar sus huesos? En todo caso, parecían conocer que los
elefantes poseían una trompa. En Palenque, Yucatán, se encontraron
adornos con forma de cabeza de elefante y máscaras en bajorrelieve
representando el enorme animal, y en Wisconsin existe aún un
promontorio que luce claramente la figura de un paquidermo en
sentido vertical.
Con razón se le conoce como el montículo del
elefante. También se han descubierto pipas de esa forma en otro
promontorio indio, en Iowa. En la América Central precolombina se
hallaron pequeñas reproducciones de elefantes alados, fabricados en
oro, que se usaban como adornos para el cuello colgando de una
cadena. En relación con este último caso, un crítico italiano
sostuvo que si los elefantes no tienen alas hoy, probablemente
tampoco las tenían entonces.
Pero entonces, ¿cómo se explican los
caballos alados, como el Pegaso, que encontramos en nuestras propias
artes y leyendas?
Antigua representación mexicana de un elefante, o de una figura
ornada con una máscara de elefante.
En su libro The Shadow of Atlantic,
A. Braghine sugiere la
existencia de otra relación
entre elefantes y mamuts y las variaciones ocurridas en la
superficie terrestre en la misma
época del supuesto hundimiento de la Atlántida, y traza un paralelo
entre los numerosos
mamuts que se han hallado congelados en Siberia, de una antigüedad
de unos doce mil
años, y un campo entero de huesos de mastodonte que ha aparecido en
Colombia, cerca
de Bogotá.
Braghine piensa que todos esos animales murieron a
consecuencia de un
súbito cambio climático. Algunos de los mamuts siberianos
aparecieron de pie, congelados
y con restos de comida sin digerir en sus estómagos.
Pero este tipo
de alimentos ya no
existe en aquella región. Por otra parte, se ha sugerido que
pudieran haberse ahogado en
un mar de lodo que posteriormente se congeló. Braghine piensa que la
repentina muerte
de los mastodontes se debió a una súbita elevación del terreno en
que pastaban, como lo
indica la cantidad de huesos hallados en un solo lugar cerca de
Bogotá. Se calcula que
ambos fenómenos —la elevación de Sudamérica y la inundación de los
pantanos siberianos— fueron acontecimientos contemporáneos
aproximadamente al momento en que, según Platón, se habría producido
el hundimiento de la Atlántida.
Se ha citado el caso de animales menores que también servirían de
prueba para la teoría de que la tierra estaba unida allí donde hoy
hay océanos. En Europa, el Norte de África y en las islas del
Atlántico, aparece el mismo tipo de gusanos de tierra. Tanto en
América como en Europa se puede encontrar un mismo crustáceo de agua
dulce, y hay ciertas especies de escarabajos excavadores que sólo se
desarrollan en América, África y el Mediterráneo. De las mariposas
halladas en las islas Azores y Canarias, dos terceras partes son
iguales a las de Europa y alrededor de una quinta parte a las de
América.
Hay un molusco, llamado oleacinida, que sólo existe en
América Central, las Antillas, Portugal y en las Azores y Canarias.
Dado que los moluscos están pegados a las rocas y salientes próximos
a la costa y sólo se desplazan a otros lugares cuando encuentran
determinadas temperaturas, tienen que haber existido algunos puentes
terrestres que explicarían la presencia de estos moluscos, en puntos
tan distantes unos de otros.
En una caverna de la isla de Lanzarote, cerca de la Cueva de los
Verdes, en las islas Canarias, existe un estanque de agua salada en
el que habitan unos pequeños crustáceos llamados munidopsis
polymorpha que son ciegos y que no existen en ningún otro lugar.
Otras especies, similares a la anterior pero no ciegas, los
munidopsis tridentata, viven en lo que podría ser la salida
submarina de esta laguna atlántica, situada casi a una milla de
distancia, en el océano. Los científicos que han estudiado este
fenómeno piensan que los munidopsis ciegos quedaron atrapados en el
estanque subterráneo hace miles de años y perdieron gradualmente la
vista.
Cuando el descubrimiento de las islas Azores, se encontraron allí
conejos, lo que sugiere la existencia de algún tipo de conexión
terrestre, a no ser que los cartagineses los hubiesen importado,
cosa que parece improbable.
Volviendo a los animales de gran tamaño, la presencia de hombres,
vacunos, ovejas y perros en las islas Canarias, en la época de su
descubrimiento en el siglo XIV sería más fácil de explicar, ya que
las islas se encuentran relativamente cerca de África. Sólo un punto
oscuro: cuando fueron descubiertas, los habitantes de las islas
Canarias no poseían embarcaciones, lo que no deja de extrañar
tratándose de isleños.
Por otra parte, mar adentro frente a las Azores suelen verse focas,
a pesar de que generalmente esos animales no suelen abandonar la
costa. La hipótesis atlántica explicaría que, probablemente, las
focas habrían seguido una línea costera que prácticamente unía el
Viejo y el Nuevo Mundo, para luego quedar prisioneras, como otras
especies, a causa de la catástrofe. A este respecto cabe recordar el
informe de Aeliano acerca de los “carneros de mar”, con cuyas pieles
se confeccionaban las cintas que llevaban en torno a la cabeza los
“gobernantes de la Atlántida”.
¿Es posible que toda la fauna de las islas atlánticas -moluscos,
crustáceos, mariposas, conejos, cabras, focas y personas—
corresponda a sobrevivientes en cumbres montañosas de un continente
sumergido?
Por último, hay que considerar la cuestión de la propia Edad de
Bronce. El hombre comenzó a usar esta aleación de cobre y estaño
muchos siglos antes de utilizar el hierro. Por otra parte, el uso
del bronce era común en el norte de Europa y en Europa occidental,
así como en el Mediterráneo, y tanto los incas del Perú como los
aztecas de México lo conocían. Las culturas de la Edad de Bronce de
España, Francia, Italia, África del Norte, e incluso Europa del
Norte, nos están proporcionando constantemente pruebas de la
existencia de una civilización mucho más avanzada de lo que antes se
suponía.
Si bien, por lo que sabemos, los indios de América nunca utilizaron
el bronce, en
cambio produjeron ciertas amalgamas de cobre. Las minas cercanas al
lago Superior
presentan indicios de minería cuprífera que datan del año 6000 a.C.
Otros pueblos indios
eran hábiles metalúrgicos, y los de México y América Central nos han
legado hermosos y
complejos utensilios y joyas fabricadas con metales preciosos.
Los
incas extrajeron
enormes cantidades de oro y plata de sus minas y no las utilizaron
para acuñar moneda,
sino para fabricar artículos de gran belleza en los que se advierte
un afán religioso de dar
realce a la Casa imperial. Al oro le llamaban “Lágrimas del Sol” y a
la plata “Lágrimas de
la Luna”. Según los primeros testimonios de los conquistadores
españoles, en los jardines
del inca existían árboles de plata admirablemente labrados en los
que se posaban pájaros de oro.
Aparentemente, el uso del hierro forjado tuvo su origen en Asia
Central y se difundió hacia el Este y el Oeste, mientras su
predecesor, el bronce, se extendió por un gran círculo alrededor del
Atlántico, que parte desde América hacia Europa del Norte y se
adentra en el Mediterráneo.
La cultura etrusca constituye un ejemplo particularmente interesante
del bronce mediterráneo, con carretas y armas de ese metal que no
pudieron resistir a los romanos, y a partir de entonces se
desvanecieron en la historia, dejando documentos escritos en un
alfabeto que aún no había sido traducido. No deja de ser una
extraordinaria coincidencia que Platón mencione específicamente
el
país de los etruscos, Liguria, como una de las colonias de la
Atlántida.
La cultura de la Edad de Bronce se extendió por el norte de África y
llegó hasta Nigeria, donde el antiguo pueblo Yoruba desarrolló una
avanzada y elaborada civilización. Entre otras estatuas de bronce
encontradas en Ife, Nigeria, una de las más interesantes es la
cabeza de Olokun, dios del mar y, como Poseidón, señor también de
los mares... y de los terremotos.
Cuando uno considera las similitudes que existen entre las diversas
culturas de la Edad de Bronce prehistórica en términos de un arco
extendido alrededor del Atlántico oriental y su “entrada”, el
Mediterráneo, habría que recordar también la similitud de nombres
que describen en líneas gruesas el mismo arco: Atlas, Antilla,
Avalón, Arallu, Ys, Lyonesse, Az, Ad, Atlantic, Atalaya, y otros
“americanos”, como Aztlán, Atlán, Tlapallan, etc.
Son nombres que se
aplican a una tierra o paraíso perdidos, al emplazamiento original o
al territorio desde el cual llegaron los maestros, que estaría
localizado en el mar de Oriente u Occidente, según la orilla del
océano de donde provienen las leyendas. ¡Cuántas cosas explicaría la
Atlántida si estuviésemos tratando de resolver algunos de los
misterios de la Prehistoria!
Siguiendo la hipótesis de un punto
central en el Atlántico desde el que habría crecido y a partir del
cual se habría difundido una importante civilización prehistórica,
desaparecida posteriormente a causa de una catástrofe, podríamos
explicar ciertas asombrosas coincidencias culturales y algunas
leyendas comunes sobre inundaciones en el Nuevo y el Viejo Mundo, la
distribución de algunos animales y pueblos; la elevación y
hundimiento de masas terrestres, los indicios de retrocesos de la
civilización; de conocimientos y técnicas perdidas que sólo se
conservan en leyendas; las evidencias de un arte muy elaborado que
habría existido en períodos prehistóricos, y en una palabra, el
origen y propagación de la civilización misma.
Sin embargo, por muy
plausible que nos resulte esta hipótesis, queda aún en el terreno de
la pura teoría debido a la falta de pruebas más concluyentes. Y las
teorías necesitan demostración.
A lo largo de nuestra investigación científica del presente, mirando
hacia el futuro, hemos alcanzado una situación en que estamos
inconmensurablemente mejor equipados para reexaminar el pasado. La
fecha del origen de la civilización ha sido llevada más y más atrás
en el tiempo, hasta un punto que antes era del dominio de las
leyendas, hasta una antigüedad tan remota que resulta más o menos
equivalente a la época que señalara Platón para el hundimiento de la
Atlántida.
En otras palabras, por medio del conocimiento moderno y
de la investigación arqueológica, las técnicas de precisión del
tiempo, la interpretación de textos in-descifrados gracias al uso de
computadoras, y los nuevos recursos al alcance de la investigación
submarina, ahora nos encontramos en mejor posición que nunca en
nuestra historia para descubrir el punto de partida de la
civilización.
Al mismo tiempo, también podemos comprobar o descartar
la teoría de la Atlántida, porque aun cuando algunos supuestos
anteriores acerca de la isla-continente se han visto desacreditados
por nuevos estudios, otros descubrimientos y aconteceres han venido
a reafirmar ciertos aspectos de la teoría atlántica y a sugerir
otros completamente nuevos.
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