Una de las críticas más frecuentes que se hace a la célebre novela hermética “Zanoni”, es el carácter atemorizante que reviste su argumento, al exponer de manera muy vívida, las pruebas por las cuales debe atravesar Clarencio Glyndon, uno de los protagonistas principales. Se piensa que Sir Bulwer Lytton, el autor, exageró o dramatizó demasiado las dificultades que debe encontrar el neófito en su camino. El temible “espectro del umbral” no pasa de ser, para el lector, la ficción simbólica de dificultades internas de tipo abstracto o subjetivo. Para otros, en cambio, el espectro es un ser maléfico que se aparece realmente al estudiante, sometiéndolo, a toda clase de tormentos.
La verdad es que son muy pocos quienes comprenden que el temido espectro es solamente uno de los problemas que el discípulo encontrará en su camino, y que los demás, no se refieren a situaciones tan espectaculares como las noveladas en “Zanoni”. Tampoco los adeptos y maestros se corresponden con Zanoni y Mejnour, quienes fueron elegidos por Lytton como los prototipos que diferencian dos caminos distintos a los cuales puede llegar el iniciado en su maestría.
Las pruebas transcurren más en el pasar de la vida cotidiana que en fantásticas apariciones o mágicas ceremonias. Sin embargo, por ese mismo motivo tienen mayor trascendencia y dificultad que si fueran situaciones ocasionales y espectaculares. Las pruebas existen, y son tremendamente duras, y esto es algo que ningún candidato a la iniciación debe olvidar. Por cierto, que hablamos de los “iniciados reales”, y no de aquellos que pretenden llegar a los grados superiores en la pacífica tranquilidad de una existencia alejada de las realidades amenazantes, peligrosas o inconvenientes.
Mientras antes comprenda el neófito que es preciso derribar tremendos obstáculos y destruir poderosos topes internos, mas fácilmente reconocerá al proceso iniciático la importancia que éste tiene. Como ya lo hemos manifestado anteriormente, el sapiens está programado, y depende del “computador central de la especie”, y del “alma colectiva animal”. No es difícil entender que si el sujeto intenta desprenderse de este vasallaje, encontrará fuerte oposición, la cual se manifestará a través de la naturaleza misma, la cual reaccionará con gran energía para cerrar el paso al aspirante a la sabiduría.
Es así como desde el momento en que el sujeto inicia un verdadero camino, libre de superchería o autoengaño, cuando efectúa un verdadero trabajo hermético en sí mismo, toda clase de tentaciones, dudas, dificultades y problemas, aparecen en su existencia, a fin de disuadirle de su empeño.
Esto no es de extrañar, ya que está tratando de conquistar su naturaleza interna, la cual, como toda fuerza salvaje dentro de la naturaleza, reacciona con extraordinario vigor a todo intento de control o dominio. Domesticar una fiera salvaje es un trabajo arduo. Pues bien, hay una fiera dentro de toda persona, y nadie sabe hasta qué límites de salvajismo puede llegar en un momento dado, pese a la cultura y educación.
La tradicional Esfinge egipcia, que tiene cabeza, cuello y pecho de mujer, y cuerpo y pies de león, constituye un símbolo de la naturaleza animal del ser humano. Ella es quien cierra el paso al intrépido buscador de la luz hermética. Sin embargo, la Esfinge tiene alas, para simbolizar el hecho de que para elevarse es preciso hacerlo mediante la naturaleza animal, y no por la fuerza del espíritu, como cree mucha gente. Por lo demás, esto se corresponde exactamente con la imagen de JesuCristo montado en un burro, el cual representa la bestia que debe ser dominada por el Yo superior.
En verdad, si sentimos en nuestro interior un impulso de elevación hacia los planos superiores, no es por el espíritu, sino por la bestia. Ésta no es mala en sí misma, sino que es perversa sólo en la medida en que ha tomado esta característica del depósito común de la animalidad humana (inconsciente colectivo), que forma parte del computador central de la especie. Para entender esto, representaremos al espíritu y a la bestia, con dos triángulos, uno descendente y otro ascendente.
El espíritu es la fuerza celeste que se irradia hacia la tierra. Constituye el polo positivo de la vida, y por lo tanto, es atraído por lo pasivo, que en este caso es la existencia material terrestre. El espíritu es puro en sí mismo, y por lo tanto, busca aquello que no conoce, lo único que puede brindarle una experiencia diferente a su propia vibración, esto es, las sensaciones materiales.
La bestia, por el contrario, mira hacia el cielo, ya que sabiéndose impura, pugna por alcanzar una pureza que sólo la divinidad puede darle. He aquí por qué la estrella de seis puntas, llamada el “símbolo de Salomón” no es una imagen positiva, ya que representa la petrificación o detención del movimiento de la vida. Muy diferente resulta cuando en su centro aparece el ANK, o “símbolo de la vida”, ya que en ese caso, representa el “equilibrio vital” de la creación, transformándose en una figura altamente positiva.
Los ángeles caídos representan “espíritus” o chispas divinas virginales que descienden para realizarse o complementarse a través de la experiencia en la materia. Recomendamos la lectura del interesante libro “La rebelión de los ángeles”, de Anatole France, donde el autor, en tono humorístico, expone poéticamente el misterio del doble triángulo. La existencia de estas dos fuerzas, una que asciende y, otra que desciende, nos hace comprender de manera mucho más profunda el papel superior que debe desempeñar el Yo volitivo en el manejo de la energía espíritu y la fuerza materia, identificada con la bestia.
Usualmente, quienes llegan a una escuela iniciática se mofan de las pruebas, calificándolas de simples barreras. Sin embargo, el paso del tiempo les demuestra con crudeza las diferentes fallas que han tenido. No obstante, el fracasar en algunas pruebas no indica una derrota, sino más bien, una lección que el sujeto debe aprender y que mientras no lo haga, permanecerá detenido ante el obstáculo.
La extrema dificultad de las pruebas reside en el hecho de su gran sutileza, ya que se basan generalmente en las fallas internas del sujeto, las cuales están bajo el umbral de la conciencia, y por lo tanto, permanecen desconocidas para éste. Ocurre con esto algo parecido a lo que sucede con los defectos de una persona, ya que ésta, generalmente, es totalmente incapaz de advertirlos.
Los primeros pasos en la escuela hermética a la cual ingrese un individuo, resultan decisivos, ya que está expuesto a dejarse llevar por impresiones falsas y antojadizas, motivadas, precisamente por una proyección de sus problemas internos. Muchas veces el sujeto mira a la escuela como a un ente que trata de utilizarlo o presionarlo para sacar algún provecho de él.
Anhela que lo salven o lo guíen al éxito, pero al mismo tiempo, no quiere dejarse salvar fácilmente, sino que quiere demostrar que no es tan simple de convencer o manejar. El individuo no se da cuenta que él mismo es el único interesado en su propia salvación (liberarse de ser utilizado por la naturaleza) y que si no se autolibera, nadie vendrá a socorrerlo.
A menos que comprenda su verdadera situación en el mundo, carecerá de la motivación necesaria para luchar por su propia existencia, ya que de esto se trata, en buenas cuentas. La única posibilidad de triunfar reside en que logre visualizar a fondo su verdadera posición en la vida, ante la naturaleza y el destino, y su ulterior utilización del Yo volitivo como instrumento de realización.
Hemos visto que las cosas más increíbles ocurren a los estudiantes sinceros. La riqueza súbita o el enamoramiento repentino, bastan, muchas veces, para desviarlo de su camino. Otras veces, sus seres queridos se convierten en sus peores enemigos, en lo que a la iniciación se refiere, controlados, sin sombra de duda, por el computador central de la especie. Tal como aprendices de hechiceros, tratan de dominar a la naturaleza, y terminan siendo sus esclavos. Resultan tragicómicas las dificultades con que tiene a veces que enfrentarse un estudiante, nada más que para llegar oportunamente al sitio de reuniones de la hermandad.
Le ocurren las cosas más insólitas, exclusivamente con el fin de impedirles llegar a la congregación, y el problema es que el mismo individuo es quien se “sabotea” a sí mismo. Existe un animal simbólico en el arte hermético, y es el burro, que representa la naturaleza animal negativa del individuo, cuya tónica básica es la estupidez, la inercia, la flojera, la dejación y la irresponsabilidad.
Es por esto, que cuando comete un error que lo perjudica, se le dice figurativamente, que no debe “pensar en el burro”, o más bien, que “no debe dejar que el burro piense por él”. También se habla dentro del hermetismo, por esta misma razón, del “camino del burro”, para describir a quienes después de muchos esfuerzos y penalidades, recorriendo mucho camino, permanecen siempre en el mismo lugar.
Antiguamente se usaban burros para extraer agua para riego de pozos o norias, y el animal caminaba muchos kilómetros en un día, pero como lo hacía en círculos, permanecía siempre en el mismo lugar. La enseñanza hermética nos dice que sólo después de dominar al burro es posible vencer a la Esfinge y remontarse con sus alas al espacio cósmico. La Esfinge es el vehículo del hombre estelar.
En lo que se refiere al sexo del postulante, es menester decir que en el hombre, las pruebas se expresan principalmente a través de lo instintivo, y todo lo que esto significa, psicológica y materialmente. Por el contrario, en la mujer, su punto débil está radicado en lo emocional.
Es por esta causa que la admisión de la mujer a las “escuelas iniciáticas”, ha estado tradicionalmente prohibida, y ésa es la razón por la cual la masonería sólo la admite a “tenidas blancas”. En la antigüedad, cuando la mujer pertenecía a las órdenes iniciáticas, muchas hermandades fueron destruidas al revelar una de sus cofrades femeninas, por apasionamiento amoroso, los secretos de la orden a organizaciones enemigas.
En lo que se refiere a la masonería, debemos decir que ésta fue originariamente una hermandad hermética, en la cual, algunos grandes iniciados, trataron de formar una escuela preparatoria para otras de mayor nivel. No obstante, con la simbólica muerte de Hiram la masonería perdió el secreto de los ritos y símbolos como el verdadero significado de las palabras de pase. La tradición hermética se extinguió permaneciendo sólo el lenguaje desconocido de los símbolos.
Aquella luz que existió, se ha apagado en su significado hermético, permaneciendo sólo el filosófico. Los hermanos se han dormido con el paso del tiempo, tal vez arrullados por el orgullo de poseer treinta y tres grados de esplendor masónico. Sin embargo, sus símbolos, inspirados en antiguos ritos, son verdaderamente hermosos. Queremos dejar en claro que seguramente el ingreso a la francmasonería beneficiará moral, cultural y filosóficamente a cualquier persona sana, pero de ahí a convertirse real, y no simbólicamente en un dos veces nacido, o de allí a llegar a ser un Zanoni o un Mejnour hay un Universo de diferencia.
Es preciso señalar que las verdaderas escuelas iniciáticas no han dejado nunca de admitir a la mujer a sus filas, y que éstas pueden también trabajar en el templo.
Siguiendo con las pruebas, debemos decir que las hay internas y materiales. Las materiales, son situaciones concretas producidas por reacciones de la naturaleza. Recordemos que existe la naturaleza interna y externa, y que por lo tanto, se producen también, tremendos conflictos internos.
Queremos referirnos a la profunda impresión qué despiertan en el discípulo dos interesantes acontecimientos de tipo iniciático. Uno, es la gradual visión de sí mismo, tal como se es, sin tapujo, idealización, ni disimulo. Otra, es la contemplación gradual de la verdad, del mundo, y de la gente. En el primer caso, el estudiante sufre el profundo “shock” de observarse él mismo por primera vez, tal como realmente es.
Esta visión le abre dos caminos: el de la aceptación de sí mismo o el rechazo, caso en el cual, el individuo en vez de romper el huevo de su aislamiento de la realidad, se construirá uno de hierro, impermeable e indestructible, aterrorizado por la desnuda verdad. Como ya lo hemos señalado, son muchas las ilusiones (en el sentido de “lo ilusorio”) que el sujeto debe superar para poder evolucionar.
Lo dice muy bien el conocido y hermoso libro de Mabel Collins, “Luz en el Sendero”:
“antes que los ojos puedan ver, deben ser incapaces de llorar. Antes que el oído pueda oír, tiene que haber perdido la sensibilidad. Antes de que la voz pueda hablar en presencia de los maestros, debe haber perdido la posibilidad de herir. Antes de que el alma pueda erguirse en presencia de los maestros, es necesario que los pies se hayan lavado en la sangre del corazón”.
En relación a las verdades de la vida en general, éstas son tan terribles en su desnudez, que para que el discípulo pueda soportarlas equilibradamente, debe haberse preparado bastante. Hay que darse cuenta que la naturaleza es completamente fría, y que le tiene sin cuidado, la bondad de un monje o la perversidad de un asesino. En su seno, concibe por igual el trigo o la cicuta; la hierba curativa o la planta venenosa.
Ni el más grande idealismo o la más despreciable vileza alteran la inmutabilidad de las leyes naturales. Existen verdades tan peligrosas, que son, en realidad, “como el filo de la navaja”, ya que si el estudiante conserva todavía la semilla del egoísmo o la maldad, la visión de estos misterios lo traumatizará de tal manera, que jamás volverá a la normalidad.
En esto sí que se aprecia un gran parecido con el caso de nuestro neófito de “Zanoni”, aún cuando la realidad es siempre más descarnada y menos espectacular que la leyenda, de una novela. Son muchos los que han enloquecido por vislumbrar verdades imposibles de soportar para quienes no han conseguido sobreponerse a sus pasiones inferiores. A la verdad se puede llegar solamente en la desnudez absoluta de la pureza inocente de quien “volvió a ser como niño”. La verdad es un arma de doble filo: eleva al puro y destruye al pasional.
Dentro de la escuela iniciática se producen centenares de situaciones diversas que ponen a prueba la integridad, pureza y decisión del estudiante. Éstas van desde la pérdida de la confianza en la escuela y el maestro, hasta sentirse utilizado o engañado de una forma u otra. Cada individuo exterioriza en sus dudas y conflictos sus fallas internas. Es así, como aquél que no tiene honor, cree firmemente que lo obligarán a perder su honor; el que no tiene libertad piensa que perderá su voluntad, y si hubiere un inmoral, pensaría que lo obligarán a violar reglas morales, y un ladrón, que “perderá su honradez”.
Muchos, se sienten postergados o creen que existe favoritismo o prejuicios, o bien, consideran que no se les enseña lo suficiente. Otros, especialmente los egoístas insensibles, acusan a sus compañeros de “haber perdido la sensibilidad”. En suma, en una escuela se reproducen, tal como en un laboratorio, una serie de situaciones vitales, para que el estudiante pueda, en forma consciente, observar el comportamiento de los demás, y apreciar también el suyo propio.
También es posible así, para la escuela, llegar a conocer a fondo al estudiante, para poder ayudarlo mejor. Por supuesto que para que este trabajo rinda verdaderos frutos, debe ser auténtico, es decir, el estudiante no debe simular en ningún momento, sino que debe ser honrado y sincero, y sus reacciones, absolutamente auténticas. Hay que señalar que cada prueba que es superada con éxito, va elevando al discípulo a estados de conciencia superiores, comprendiendo aquello que antes no le resultaba posible.
A diferencia de las pruebas, los obstáculos no son reacciones de la naturaleza, sino las vallas comunes que tienen todas las personas para evolucionar. Queremos insistir en el reinado absoluto del sueño sobre el sapiens, y en el hecho de que éste tiene por fuerza que despertar si es que quiere evolucionar; de lo contrario permanecerá estático.
Ya sabemos que despertar es difícil, porque el sapiens está sometido a la influencia hipnótica cósmica, que es la energía universal de la creación, y por si esto fuera poco, cada sujeto, al no gustar de la realidad de la vida y no estar satisfecho de sí mismo, se sueña a sí mismo y sueña al mundo de una manera ideal (ideal para él).
Herméticamente, llamamos a esto romanticismo necio, para diferenciarlo del idealismo de los poetas. Romanticismo es el ingrediente que permite que el ser humano acepte sus sueños como la expresión de la realidad, y se limite en la vida, a tratar de satisfacer sus propias fantasías. Entendamos que nos referimos a un romanticismo inferior y destructivo, aunque la gente no pueda diferenciarlo de su contraparte superior.
De manera general el individuo tiene los siguientes obstáculos para seguir el camino:
1. Su concepto erróneo del hermetismo o esoterismo en conjunto
La creencia de la gente, oscila, en esto, entre los dos extremos: los que consideran lo esotérico como algo supersticioso, malo o diabólico, y los que creen ciegamente y que hablando la jerga ocultista, dicen que “hay que desdoblarse en el plano astral; que hay que abrir el tercer ojo o que hay que despertar la Kundalini, y que en su tremenda ingenuidad, están sinceramente convencidos de la veracidad de lo que dicen”.
2. La dificultad de verse a sí mismo objetivamente
Cada persona hace ondear el pendón de las cualidades que más aprecia de sí misma.
No puede evitar proyectar su propia imagen a lo externo, y juzgar todo según su propio concepto, y no de manera libre y experimental. Esto es como si alguien devorara todos los días parte del mundo, para vomitar después todo lo que no correspondiera a su imagen de “agradable”, “verdadero” o “positivo”. En su autoproyección el hombre ha llegado a crear un Dios a su imagen y semejanza, y lo ha imaginado como a un bondadoso “viejito de barba blanca”.
3. El desinterés por conocer la verdad
La gente no quiere la verdad, porque no le interesa. Prefiere dormir apaciblemente, aun cuando en el día de mañana sea devorada por la naturaleza, conocimiento que está presente en todos los seres humanos desde su niñez.
4. El conformismo con el “rebaño”
Esta conducta le permite al individuo tener la falsa sensación de “que todo está bien”, sencillamente porque está haciendo “lo que todos hacen y aceptan”. Por la misma razón, no se atreve a decidir nada por su cuenta, ni menos, a emprender el estudio o la realización de algo no aprobado por “la ciencia oficial”.
Al respecto, sería interesante establecer si el hipnotismo era menos hipnotismo antes de ser aceptado por la ciencia, y si este hecho lo hizo, en verdad, más “respetable” y eficaz. Siguiendo por esta línea, veremos que “respetabilidad” y “moral”, sólo reflejan, la mayoría de las veces, el grado de conformidad con el rebaño.
5. La dependencia de las pasiones
Las pasiones expresan las tendencias animales inferiores del individuo (hay tendencias animales superiores). Manifiestan el apetito de la masa corporal, que busca su propia satisfacción, sin tener en cuenta para nada los intereses superiores del individuo. La flojera, la inercia, la desidia, la abulia, la amargura, el resentimiento, los celos, la envidia, la lujuria, por citar sólo algunas, manejan al hombre como a un títere, y éste resulta impotente para liberarse de esta, situación. Cada estado pasional toma el control del cuerpo en un momento dado, incluyendo su parte psicológica, y el sujeto olvida por completo sus determinaciones anteriores.
6. La proyección de los problemas psicológicos hacia la enseñanza
Es muy común que la gente busque la enseñanza hermética, no para evolucionar espiritualmente, sino para compensar sus ansias de poder o sentimientos de inferioridad. Frecuentemente, las personas proyectan sus traumas, temores, ambiciones, y deseos inconscientes, hacia la enseñanza, para extraer de ella los elementos nutrientes de estos problemas, a la vez que su justificación por medio de nuevos antecedentes que hagan más efectivo el proceso de racionalización psicológica.
7. El temor a la libertad
Sabemos que el sapiens teme la libertad, con la fuerza de una angustia irracional. En lo más íntimo de si mismo, sabe que el camino hermético lo llevará indefectiblemente hacía la liberación o “salvación”. Pero, ¿quiere el sujeto ser libre, en verdad? Generalmente, el gran porcentaje de la especie sapiens prefiere la más mediocre esclavitud a la más gloriosa y brillante de las libertades.
Es por eso que las personas buscan en la vida algo a lo cual esclavizarse, ya que no soportan la sensación de libertad. Hay personas que se “atan a una roca”, aun cuando sepan que esa roca se hundirá en los abismos del mar.
Estos son, a grandes rasgos, los obstáculos para avanzar en el camino de la superación espiritual.
Como ya lo hemos señalado, nuestro cerebro no nos basta para llegar al descubrimiento de la verdad y a la evolución espiritual; es necesario formar la mente, supercerebro con el cual llegaremos a la categoría de hombres estelares. Resumiremos en un breve esquema los elementos con los cuales es preciso trabajar en esta empresa:
1. Las cuatro inteligencias. (Alma del hombre.) (Agua, aire, tierra y fuego) |
|
2. Yo volitivo |
|
3. Mente |
|
4. Tres objetivos básicos: |
a) Formar el Yo volitivo b) Despertar c) Efectuar la digestión mental |
5. Tres objetivos superiores: |
a) Desprogramación b) Muerte iniciática c) Renacimiento |
6. Tres objetivos supremos: |
a) Evolución b) Convertirse en hombre estelar c) Trascender el maya (ilusión cósmica) |
No es necesario insistir en la necesidad fundamental de que el estudiante tenga un maestro hermetista, que ya haya recorrido el camino que espera completar el discípulo. Sólo quienes hayan reencarnado conscientemente, pueden prescindir de un maestro, o más bien, si es posible, “tener muchos maestros”, los cuales sirvan para “refrescarle la memoria” al reencarnado. Sin embargo, quien ha reencarnado conscientemente, lo sabe con toda seguridad, y esto no es frecuente.
Las indicaciones que aquí se dan son de carácter elemental, y tienen por objeto alumbrar al postulante a la verdad para orientarlo en sus propósitos. Solamente un genuino maestro puede transmitir al discípulo la llama espiritual, fermento mágico que constituirá su poder oculto como iniciado. Esto no es una abstracción poética, sino que corresponde a algo material; a un proceso concreto que se lleva a cabo en la relación entre maestro y discípulo. Por supuesto que esta fuerza no libera al estudiante de sus disciplinas ascéticas por el contrario, lo obliga a realizarlas con mas empeño.
Para educar a las cuatro inteligencias, el estudiante debe considerar que éstas son la sede de sus malos hábitos y vicios, y que debe proceder a limpiarlas de todo lo negativo, y a darles conciencia e inteligencia, de acuerdo al modelo de comportamiento deseado.
1. Inteligencia del aparato digestivo (elemento tierra)
El elemento tierra abarca toda la materia corporal, pero tiene su sede en el estómago. Su tónica básica es absorción. Para educar a esta inteligencia es preciso, someter, en cierta medida, sus funciones al dominio de la voluntad, en este caso, el yo volitivo.
Hay que pensar en el sistema digestivo como en un ser inteligente, con el cual podemos comunicarnos, al que podemos hablar y controlar. Para esto se utiliza la siguiente fórmula: “Tú mi inteligencia del aparato digestivo, te ordeno que me obedezcas ciegamente en todo lo que yo te diga. Yo te doy conciencia e inteligencia para que tú cumplas perfectamente con tus funciones biológicas.
A partir desde ahora, mi voluntad será tu voluntad, ya que soy tu Dios, tu dueño y tu señor, a quien debes respeto y obediencia. Cuando tú te alimentes, lo harás porque es mi voluntad, y cuando no comas, será porque yo no lo quiero”. Esta fórmula se debe repetir varias veces, procurando compenetrarse con lo oculto del sistema digestivo.
Periódicamente es necesario realizar ayunos de un día completo, y al empezarlo, se debe decir: “Tú, inteligencia de mi aparato digestivo, te abstendrás de todo alimento por X horas, porque ésa es mi voluntad, y yo te ordeno que acates este mandato ciegamente”.
Si el estudiante sufre de alguna dolencia hepática o cualquier trastorno de tipo digestivo, debe procurar una mejoría apoyando a la inteligencia del sistema digestivo con toda su voluntad. Sugerimos al lector que trate de descubrir el sentido críptico de estas instrucciones, ya que las leyes ocultas prohiben hablar más de lo necesario.
2. Inteligencia del aparato procreador (elemento fuego)
El elemento fuego está radicado para estos efectos en el sexo, sede del foco instintivo. Su tónica básica es irradiación. Para la educación de esta inteligencia debe usarse la misma fórmula anterior, la que no varía en los otros sistemas.
Sólo se cambia el nombre del elemento correspondiente. Paralelamente, es necesario regularizar la función sexual, sometiéndola a la voluntad, con el objeto de tener relaciones sexuales sólo cuando el yo volitivo lo permita, y no en otro momento. Debemos recordar que este sistema es el asiento de la líbido, circunstancia que podemos aprovechar para extirpar, trabajando en este foco, todos los complejos que podamos tener.
Para esto es necesario hacer razonar a la inteligencia respectiva, para que abandone su actividad infantil y proceda en forma madura. Esto debe complementarse con la práctica de la imaginación que daremos en referencia al aparato respiratorio.
3. Inteligencia del aparato circulatorio (elemento agua)
El elemento agua reside en nuestro sistema circulatorio, sede de lo emocional. Su tónica básica es unificación. Tal como en los casos anteriores, se utiliza la fórmula ya descrita para educar a esta inteligencia. Junto con esto, es preciso implantar una rigurosa higiene emocional, para no dar cabida en el corazón a emociones ruines o destructivas.
Esto se consigue de un modo gradual, actuando con el yo volitivo. Además se debe practicar diariamente una concentración en el corazón (cerebro de este sistema) a fin de crear un estado de paz profunda y una perfecta sujeción emocional a la voluntad.
4. Inteligencia del aparato respiratorio (elemento aire)
El elemento aire, reside en nuestro sistema respiratorio, sede de lo imaginativo. Su tónica básica es vitalización. Debemos trabajar con la fórmula conocida y establecer además un adecuado control sobre la imaginación. Es preciso, a toda costa, suprimir cualquiera morbosidad imaginativa, dando, cabida sólo a pensamientos positivos, armónicos, equilibrados, y superiores.
También hay que educar la palabra, limpiando el lenguaje y cumpliendo siempre con lo que se afirma de viva voz. El estudiante que afirma algo por el verbo y no lo cumple, se convierte en un juguete de la naturaleza, y le resultará muy difícil el poder realizar sus proyectos personales. Por medio de la respiración tenemos acceso al mundo de las vibraciones y “afinando el olfato”, es posible captar vibraciones de cualquier índole, lo que se hace durante la inspiración y retención respiratorias.
Debemos insistir en el hecho de que hay muchas claves secretas en estas instrucciones, pero el descubrirlas o no, queda librado al interés, criterio y perspicacia del lector.
Solamente a modo de sugerencia, pensemos, por ejemplo, qué ocurre en la unión de los elementos aire (sistema respiratorio) y fuego (sistema procreador), o bien, agua con tierra.