LA VIDA Y LOS PODERES DEL HOMBRE ESTELAR

Si se nos presentara la oportunidad de conocer y alternar con un hombre estelar, probablemente no seriamos capaces de advertir en él ninguna diferencia apreciable con respecto al resto de la humanidad. Nada es más risible que la semblanza física que algunos “místicos” pretenden hacer de los grandes iniciados, donde se representa a los maestros legendarios, como Jesús, Kut Humi, Moria, Serapis u otros, como poseedores de una belleza física extraordinaria, como si fueran verdaderos ángeles encarnados.

Esto demuestra, precisamente, la idealización que la gente hace de estos hombres, cuya apariencia física no difiere, en verdad, de aquélla del hombre común que podemos ver en cualquier sitio. Lo único que los denuncia a los ojos de quienes saben ver, es el aura de fuerza y poder que los rodea, sus ojos brillantes, su rostro iluminado y la vibración armónica que proyectan. Transcribiremos la interesante descripción que se ha hecho de los Rosacruces, citada por Henri Durville en su libro “Historia de la Ciencia Secreta”.

Los Rosacruces constituyeron en su época la más importante Orden Hermética, semillero de hombres estelares. Sin embargo, los verdaderos rosacruces no se muestran tan fácilmente, y la mayor parte de las veces, quienes dicen serio y pretenden demostrarlo por medio de toques o palabras de pase, no son sino vulgares imitadores que usurparon el sagrado nombre. Hay rosacruces y “rosacruces”, y el iniciado o estudiante sólo podrá reconocer a los auténticos por signos internos, y no externos.

Después de esta disgresión, conozcamos el comentario sobre los rosacruces transcrito por Durville:

“Su existencia aunque históricamente incierta, está rodeada de tal prestigio que lleva a la fuerza al asentimiento y conquista la admiración. Hablan de la humanidad como infinitamente por debajo de ellos; su orgullo es grande aunque su exterior sea modesto. Aman la pobreza y declaran que para ellos, constituye una obligación, aunque puedan disponer de inmensas riquezas.

Se apartan de los afectos humanos y no se someten a ellos más que como a obligaciones de conveniencia que impone su permanencia en el mundo. Se portan muy cortésmente con las mujeres, aunque son incapaces de un cariño y las consideran como seres inferiores. Son sencillos y diferentes en el exterior pero la confianza en sí mismos que llena su corazón, no deja de radiar más que delante del infinito de los cielos. Son la gente más sincera del mundo pero el granito es blando en comparación con su impenetrabilidad.

Cerca de los adeptos, los monarcas son pobres; a su lado los más sabios son estúpidos; no dan jamás un paso hacia la fama que deprecian, y si llegan a célebres, es a su pesar; no buscan los honores, ya que ninguna gloria humana les es conveniente.

Su gran deseo es pasearse incógnitamente a través del mundo; por esto son negativos delante de la humanidad y positivos ante cualquier cosa; auto-arrastrados, auto-iluminados en sí mismos en todo, pero dispuestos a hacer el bien en la medida de sus fuerzas. ¿Qué medida puede aplicarse a esta inmensa exaltación? Los conceptos críticos se desvanecen delante de ella. El estado de estas filosofías ocultistas es lo sublime o lo absurdo. No pudiendo comprender su alma ni su objeto, el mundo declara que uno y otro son fútiles”.

Esta semblanza dista mucho de ser atractiva o agradable, pero expresa la visión que el sapiens tiene del hombre estelar. Por nuestra parte, diremos que el Iniciado Hermetista, puede alcanzar los siguientes privilegios a lo largo de su camino iniciático:

  1. Liberarse de los complejos y pasiones inferiores.

  2. Liberarse del Computador Central de la especie y ser un hombre realmente despierto.

  3. Claridad mental absoluta y equilibrio emocional.

  4. Conocimiento de las fuerzas ocultas de la naturaleza (lo natural no conocido).

  5. Ingreso a la élite de los verdaderos sabios. El verdadero sabio es el sabio de la mente y no del intelecto.

  6. Sobreponerse a las eventualidades de la vida.

  7. Conocerse y encontrarse a sí mismo.

  8. Apoderarse del secreto de la felicidad y del amor.

  9. Desprogramación emocional, instintiva y cerebral.

  10. Liberarse del inconsciente colectivo o alma animal.

  11. Unirse a la divinidad interna.

  12. Conocer las verdades trascendentales y la verdad única, convirtiéndose en un sabio de la mente.

  13. Liberarse del dolor y sufrimiento estéril.

  14. Reencarnar conscientemente por medio de un “avatar”.

  15. Conocer las causas ocultas de todo lo que existe.

  16. Tener el poder de las vibraciones y secreto de las transmutaciones.

  17. Alcanzar la calidad de hombre o mujer estelar, por medio de una mutación genética y psicológica.

  18. Liberarse del Maya.

Estos poderes ponen al hermetista en un nivel muy superior al del hombre común y corriente, por lo cual, resulta una tarea muy ardua llegar a conocer verdaderamente a un maestro hermetista, ya que aun cuando seamos sus más íntimos amigos y él nos comunique sus más secretos pensamientos y sentimientos, no nos será posible, desde nuestra posición interpretarlos o evaluarlos adecuadamente, y probablemente lleguemos a conclusiones absolutamente opuestas a la verdad.

Es menester considerar la condición netamente espiritual del hombre estelar, y que todas sus facultades superiores son de índole espiritual, a la inversa de los cultores o practicantes de la magia astral, quienes no necesitan haber despertado ni menos haberse desprogramado para ejecutar sus “hechizos”. Sin embargo, es preciso advertir que el gran porcentaje de quienes se dedican a “la magia”, caen de lleno en la “magia negra”, la cual podemos definir, en una de sus acepciones, como “el uso y proyección de la energía masa del cuerpo, sin haberse desprogramado con anterioridad”.

Es decir, todos aquellos aprendices de hechiceros son, por lo general, hombres dormidos y programados, los cuales, dentro de su condición onírica han tenido la oportunidad, por X motivo, de tener acceso a la teoría hermética, y la emplean, usualmente, para satisfacer sus pasiones inferiores o vivir la agradable ficción de pasar por seres “muy evolucionados” y poderosos. A veces, detrás de estos personajes existe la sinceridad del que engañándose a sí mismo vive en la fantástica alucinación de un mundo subjetivo creado a su propio gusto.

Magia negra” no es, comúnmente, aquélla que mata y destruye, sino más bien, la que provoca el caos y la anarquía porque sus cultores son utilizados por la bestia, de la cual no se han liberado, para sus propios y oscuros designios.

Es fácil comprender que “lo mágico”, y “lo espiritual” son dos cosas absolutamente diferentes, y que jamás se llega a lo espiritual por la vía de “lo mágico”. A la inversa, no existe ningún sujeto que en verdad sea espiritual, que no tenga acceso a “lo mágico”.

Magia sin espiritualidad es siempre magia negra.

Para comprender esto debemos recordar que espiritualidad no es de ninguna manera “adoptar” una actitud espiritual de pureza, mansedumbre y amor, sino que significa, como ya lo hemos dicho, conseguir que el espíritu se manifieste a través del propio cerebro.

Por este motivo, debemos, obligatoriamente, considerar a la Parasicología como un conjunto de fenómenos de proyección de energía, los cuales no tienen absolutamente nada que ver con lo espiritual. No se necesita ser espiritual para convertirse en médium o tener premoniciones; por el contrario, estos fenómenos ocurren en la esfera astral inferior, relacionada con lo animal y pasional del ser humano.

Volviendo a los poderes espirituales del hermetista, debemos decir que sus atributos superiores no le permiten escaparse o eludir la realidad material, sino muy al contrario, debe respetar las leyes del todo, ya que nadie puede ir contra las leyes.

Desde el momento en que vive en un cuerpo material, debe alimentarse, dormir, descansar y divertirse como cualquier otra persona; tiene que sufrir los mismos problemas de cualquier organismo biológico en un medio ambiente hostil. Los seudo libros de ocultismo han dado una falsa imagen de esto, ya que pintan al iniciado como un ser fabuloso que no necesita comer ni dormir, y que pasa la mayor parte del tiempo desdoblado en el plano astral.

Se confunde la perfección espiritual con la material, olvidando que la perfección en la materia no existe, por estar ésta sometida a constantes transformaciones. Sin embargo, el iniciado hermetista posee el secreto de las transmutaciones, y puede, en ciertas circunstancias crear o transformar situaciones vitales con el fin de aliviar problemas que lo aquejen, o ayudar a otras personas que estén en posición difícil.

El hombre estelar es el poseedor de la verdad.

Mucha gente se irrita al pensar que alguien pueda atribuirse la posesión de la verdad absoluta, estimando esto como un acto de egocentrismo y profunda arrogancia. Sin embargo, imaginemos por un momento que alguien pudiera, efectivamente, tener acceso a la verdad absoluta. Ese hombre, ¿debiera callar para siempre y ocultar su conocimiento? ¿O bien, tendría el deber de ayudar a quienes desearan llegar también al conocimiento de la verdad?

Afirmamos fehacientemente que el hombre estelar es poseedor de la verdad absoluta, y que nadie puede llegar a lo absoluto sin convertirse primero en hombre estelar.

Por lo tanto, nadie sino los hombres estelares tienen la verdad absoluta, y esto ocurre no porque alguien en particular, humano o divino, se las haya revelado, sino porque la especial conformación cerebral e intelectual a la cual han llegado merced a su mutación genética y psicológica, les permite conocer la realidad desnuda, lo cual no es factible en las condiciones oníricas que vive el sapiens.

Es menester comprender que el sapiens no posee el órgano de la verdad, sino más bien, el órgano de la ilusión o mentira. Algunos grandes maestros afirman que cuando el hombre vivía en el paraíso, conocía la verdad, aun cuando no podía aprovechar este conocimiento ya que no evolucionaba. Cuando Dios castigó al hombre con la expulsión del edén, le injertó el órgano de la ilusión, a fin de que pudiera llegar a la verdad sólo mediante el esfuerzo titánico de su voluntad e inteligencia, y no por gracia divina. Esto significa entonces que el hombre puede llegar a conocer la verdad y además evolucionar, por poseer un cuerpo físico sujeto a las transformaciones.

Ahora bien, el hecho de que un hombre estelar tenga la verdad absoluta no quiere decir ni remotamente que lo sepa todo, sino que al revés, es consciente de todo lo que ignora, pero tiene la ciencia fundamental, con la cual es posible llegar a tener el conocimiento de todo que se quiera si se dispone para ello de un tiempo prudente.

Tener la verdad absoluta significa haber llegado por sobre el esquema universal, a la unión con el todo, quien crea y sostiene la ilusión universal. Lo absoluto es lo que no cambia jamás lo que permanece siempre idéntico en su naturaleza intrínseca. Precisamente, las verdades herméticas no cambian en sí mismas, solamente es necesario saber aplicarlas de distinta manera a situaciones siempre cambiantes.

Existen tres tipos de verdad:

  1. Verdad cósmica absoluta: (conocimiento de los misterios de la naturaleza) (el conocimiento de los 7 principios herméticos)

  2. Verdad absoluta particular: (la verdad absoluta en relación a un problema o situación específica)

  3. Verdad relativa: (verdad para el mundo ilusorio y mentira para la verdad absoluta)

Es desde, el punto de vista de la verdad relativa que se ha enunciado el conocido aforismo que dice que “nada es verdad ni es mentira; todo es según el color del cristal con que se mira”.

El hombre estelar es feliz. Su felicidad no se basa, sin embargo, en los hechos materiales, aún cuando usa de todo lo que la naturaleza le ofrece. Su felicidad se basa en la perfección, hermosura, armonía y estabilidad de su mundo interno. El mundo está lleno de gente infeliz, ya que buscan satisfacer su “hambre interna” y no saben cómo hacerlo.

Cada individuo necesita un particular alimento para su espíritu, que es el único que lo va a saciar verdaderamente, pero generalmente su ignorancia lo lleva a buscar una de estas sendas:

  1. Los que satisfacen constantemente a su bestia sin alimentar el espíritu.

  2. Los ascetas que renuncian a los placeres materiales, por convicción interna o por la compulsión de sus complejos. Se entregan a la búsqueda espiritual pero no consiguen la felicidad anhelada.

  3. Losque tratando de mantener un equilibrio entre los dos puntos anteriores, no hacen sino esclavizarse a la ley del péndulo que los lleva alternativamente de una cosa a otra.

El hombre estelar llega a un perfecto equilibrio interno, y establece por partes iguales la satisfacción de su hambre espiritual y bestial, es decir, alimenta a su bestia y a su espíritu, manteniendo así una perfecta estabilidad. Por supuesto que su bestia no es aquella pervertida de la cual hemos hablado en otros capítulos, sino una bestia pura y natural.

El hombre estelar es humilde. Conoce perfectamente la enorme magnitud de lo que ignora, y al compararse él mismo con aquella inmensidad, se siente sobrecogido por su propia pequeñez.

El hombre estelar ama a toda criatura viviente. Su conciencia está en todo y todo está en él. Este sentimiento de unidad total lo hace profundamente conocedor de la naturaleza humana, y al conocer los motivos profundos de los hombres, encuentra difícil culparlos por sus errores. Nadie es capaz de dar más amor que el, porque amar es dar, y el hombre estelar es como un sol ardiente. Tal como el astro rey, él elabora energía en su interior por medio de la transformación de la materia. (Como es arriba es abajo.)

El hombre estelar es justo e imparcial. La posesión del “juicio interno” lo capacita para pensar siempre de manera impersonal, es decir, para juzgar sin que intervengan sus simpatías ni antipatías personales, ni menos su conveniencia individual. Un verdadero sabio es siempre justo.

El hombre estelar carece de pasiones. Todas sus manifestaciones instintivas, emocionales e intelectuales, son activas, es decir, autogeneradas de modo genuino. Recibe y disfruta los estímulos, pero éstos no lo obligan a sentir determinadas cosas ni consiguen esclavizarle; él goza de lo que quiere disfrutar.

El hombre estelar es superior a la muerte. Si su cuerpo físico muere, no ocurre lo mismo con su individualidad espiritual, la cual sobrevive a esta destrucción y toma posesión de otro cuerpo físico, ya sea volviendo a los claustros maternos o bien “haciéndose cargo” de un cuerpo ya crecido. Esto le permite reencarnar conscientemente, constituyéndose en un avatar.

El hombre estelar se renueva a sí mismo constantemente. Modifica cada cierto tiempo sus pautas de conducta, hasta el extremo de que sería posible, para un observador cualquiera, afirmar que no las tiene. Conoce el misterio del Ave Fénix que renace de entre sus propias cenizas, y cuando llega el momento, se da muerte a sí mismo, produciéndose después un renacimiento luminoso. Este proceso misterioso ocurre varias veces en la vida del hombre estelar, en el mismo cuerpo físico.

El hombre estelar es absolutamente indiferente a la opinión ajena. No le importa, de ningún modo, la imagen que él mismo pueda irradiar. Aún más, piensa que bajó ciertas condiciones es preferible dar una “mala imagen”, ya que así no hay posibilidades de idealización y se cuenta con amigos más sinceros. Es amistoso, pero sólo con quienes poseen contenido interno; no tolera a los superficiales, a no ser que tengan cualidades especiales en estado latente.

El hombre estelar está más allá del bien y del mal, y por lo tanto, su opinión sobre los hechos del mundo y de la gente difiere considerablemente de lo común. A veces es muy duro con el que ha cometido una falta que para nosotros puede no tener ninguna importancia, y en otras oportunidades, trata con benevolencia a quienes estimamos que merecen el peor de los castigos. Nadie conoce cuáles son sus razones, pero tengamos por seguro que su actitud no obedece jamás a un mero capricho.

El hombre estelar vive causalmente. Por tener contacto con el plano superior de las causas, él mismo es quien pone en movimiento las causas que desea que posteriormente se manifiesten en su propia vida, u otras, como efectos concretos. El vulgo debe limitarse a esperar que todo “les suceda” es decir, que aquello que llaman casualidad los favorezca de la manera que ellos esperan. Cuando esto no ocurre, deben resignarse a vivir los efectos de causas que ignoran por completo.

El hombre estelar es verdaderamente humano. Sus poderes espirituales no lo hacen apartarse de la vida, y generalmente cumple sus deberes ciudadanos y se gana la vida como una persona cualquiera. Si contrae matrimonio, procura siempre elevar a su compañera a su mismo nivel, pero si no lo logra, sabe vivir con paz, armonía y amor.

El hombre estelar no profesa ninguna ideología política; solamente es un humanista que desea que todos los seres humanos alcancen su evolución espiritual. Observemos la diferencia que existe entre revolución y evolución. La primera indica un giro que se repite cíclicamente, o sea, que todo cambia, pero que posteriormente, con el paso del tiempo, todo vuelve a ser como en un principio.

Evolución, en cambio, indica una espiral ascendente, donde se lleva a cabo una transformación profunda y no superficial. Está en contra de todo lo que combate la libertad del individuo, pero al mismo tiempo, condena el libertinaje. Considera qué para ser libre, es el propio individuo quien tiene que merecerlo y conseguirlo y no esperarlo como una gracia de la sociedad o de Dios.

El hombre estelar puede enfermarse y morir como cualquier persona, ya que su cuerpo físico está sujeto también a la ley de las transformaciones materiales. Sin embargo, puede, en la mayoría de los casos, si es que así lo desea, transmutar la enfermedad en salud, de manera progresiva y gradual.

El peligro más grande para él, reside en las causas negativas tomadas de otras personas a quienes ha prestado su ayuda en un momento dado, es decir, al karma que ha absorbido, ya que esto provoca realmente “una enfermedad de origen mental”, la cual resulta dificilísima de curar. Recordemos que Jesús no pudo salvarse a si mismo a pesar de ser el salvador de la humanidad.

El hombre estelar no es un ermitaño que permanezca aparte de los vaivenes de la vida; lejos de ser insensible, vive de un modo mucho más intenso que el común de la gente. Sin embargo, puede, si así lo dispone, ser más duro que una roca o un diamante, o por el contrario, amar con todo su ser. Emocionalmente hablando posee una sensibilidad exquisita, ya que su conciencia abarca una gama de vibraciones infinitamente más amplia que la del hombre común. Es como si poseyera un piano con un inmenso teclado, en el cual existieran miles de notas diferentes, a diferencia de la escala común.

El hombre estelar es introvertido, pero no por egoísmo, sino por la riqueza extraordinaria de su mundo interno. Su conciencia es tan rica, que le resulta doloroso apartarse de ese real cielo para actuar en este mundo material. Esto es particularmente doloroso para el maestro de sabiduría hermética, o sea, quien ha asumido la responsabilidad de transmitir el conocimiento, ya que todo auténtico Maestro es, en cierta forma, un crucificado, símbolo de JesuCristo.

Un axioma hermético rosacruz dice que “hay que descrucificar a Cristo (el yo superior) para crucificar al corazón” (lo emocional egoísta). Nadie sabe el sacrificio que puede significar para un individuo que llegó al cielo, el descender nuevamente al oscuro mundo de barro. Sin embargo, esto obedece a la verdadera sabiduría del principio de polaridad, ya que si el sujeto estuviera permanentemente en el cielo, terminaría por degenerarse al no tener obstáculo para su virtud. Es por eso que el hombre estelar vive en el cielo pero con los pies en la tierra. Como ya lo hemos dicho en otra parte de esta obra, es un “habitante de dos mundos”; vive simultáneamente en el cielo y en la tierra; es humano y divino.

El hombre estelar conoce los secretos del magnetismo universal, lo que le permite vitalizarse a sí mismo y proyectar su conciencia a su alrededor.

Todo hermetista de alto grado posee una tremenda irradiación magnética que circunda su cuerpo a la manera de una esfera energética, que es la prolongación de su fuerza mental. Este esferoide de energía magnética abarca un espacio que está en relación al desarrollo espiritual del iniciado. Se dice que JesuCristo poseía una esfera magnética tan poderosa que abarcaba todo el planeta tierra, esto provocaba una enorme influencia en la raza humana.

A través de este arcano es posible entender por qué “Dios está en todas partes”, ya que su irradiación llena todo el Universo.

El hombre estelar practica el secreto del “círculo evolutivo”. Ya nos hemos referido al “círculo del burro”, es decir, al largo camino que recorre a veces “la bestia humana”, para quedar siempre en el mismo lugar. Este circuito no le aporta ningún provecho ni evolución.

A la inversa, “el círculo evolutivo” consiste en el sabio manejo del principio de la polaridad, donde el iniciado oscila entre la tierra y el cielo, polarizándose y despolarizándose alternativamente. De este modo, conserva un equilibrio perfecto y mantiene la sabiduría de quien no alcanzó a acostumbrarse a la luz ni a la oscuridad. Sus largos viajes lo conducen siempre al punto de partida, pero habiendo evolucionado considerablemente.

Para poner un ejemplo de esto, citaremos el proceso tan bellamente relatado por Herman Hesse en “Sidharta”, donde el protagonista debe, luchar incansablemente durante mucho tiempo para poder separarse de la muchedumbre humana y poseer su propia individualidad.

Sin embargo, después de alcanzarla, debe pasar toda clase de padecimientos y experiencias diversas, para alcanzar al final, la unión con todo. Pero qué diferencia, qué abismo infinito separa al Sidharta del comienzo con el sabio del final; la evolución se ha cumplido. Si tuviéramos que transmitir esto en un aforismo simple, diríamos que el mayor deseo de quien ha caído, es elevarse al cielo, y el más fuerte impulso de quien llegó al cielo, es, naturalmente, descender a la tierra. Nuevamente debemos meditar en “La rebelión de los ángeles” de Anatole France.

El hombre estelar posee su propia moral. La moral celeste es diferente de la moral del hombre terrestre. La celeste es absoluta e invariable dentro de la flexibilidad del juicio interno, mientras que la terrestre se acomoda a las costumbres de las culturas dominantes. Si un día dominara una cultura de antropófagos, la antropofagia sería considerada perfectamente moral y correcta; aun más, tal vez se castigaría a quienes no la practicaran.

Cuando decimos que la moral del hombre estelar es invariable, no queremos significar que sea rígida, sino que a pesar de transformarse constantemente permanece intacta en su naturaleza esencial. El hermetista considera, en cambio, inmorales, muchas actitudes del sapiens que nadie condena moralmente.

La irresponsabilidad, el abuso del poder, el chantaje emocional, la abulia, la hipocresía, el conformismo ciego, la autocompasión, el condicionamiento cerebral por medio de la publicidad, la glorificación y aplauso del automatismo de la inteligencia, son, por citar sólo unas pocas, actitudes y costumbres inmorales del sapiens. La ética del hermetista es infinitamente más elevada y sólida que las acomodaticias reglas de conducta del vulgo.

El poder del hombre estelar, no emana de su “tercer ojo”, ni de “chakras” o “Kundalini”. Tampoco posee cualidades parasicológicas. Como ya lo hemos manifestado el hermetista sostiene que las cualidades parasicológicas representan solamente el “desplazamiento y proyección de la energía de la masa”, por lo cual, mientras más bestial sea el sujeto, mayores posibilidades de éxito tendrá.

Es por esta razón que las cualidades parasicológicas “funcionan mejor” cuando el sujeto está experimentando fuertes estados pasionales de tipo instintivo o emocional, los cuales intensifican o multiplican la irradiación de la energía de la masa. No existe ningún mérito espiritual en esto, sólo es una “hechicería inconsciente”. El poder del hermetista emana de su fuerza espiritual, de su pureza, del dominio de sus pasiones, de la sublimación de su energía animal, y de la rectitud de sus intenciones.

El hombre estelar puede tener grandes problemas materiales en su vida terrenal, ya que su enorme diferencia de nivel con la gente hace que ésta lo mire, instintivamente, con desconfianza y temor, al percibir un poder extraño que no sabe como catalogar.

Persecuciones y fracasos económicos pueden convertirse en graves obstáculos para el hermetista, cuyo “reino no es de este mundo”, y cuyas habilidades no son las de destacar en esta tierra donde el éxito social y económico corresponde a quienes poseen para ello una especial conformación psicológica. No obstante, a pesar de que el hermetista puede fracasar en algo, jamás lo agobiará dicha experiencia, y si se empeña lo suficiente, terminará siempre por vencer.

El hombre estelar hace el bien, pero “mira muy bien a quien”. Presta su ayuda en la medida de sus fuerzas, pero solamente a quienes, según su estimación, lo merecen efectivamente. Considera que ayudar al que carece de mérito es en verdad hacerle un mal. Si el apoyo que brinda es malgastado o no aprovechado, vuelve a darlo dos o tres veces, pero no más.

El hombre estelar puede ser una persona muy difícil de tratar, o bien, la más agradable del mundo. Acostumbrados a vivir en un mundo de mentiras, hipocresías, engaños y falsedades, es un shock para algunos individuos el alternar con el hombre estelar, ya que éste es absolutamente genuino, natural y auténtico, sin pliegues ni escondrijos de ninguna clase.

Su sinceridad puede resultar insoportable para el sujeto que se escuda tras las incontables máscaras de la personalidad. Se ha tratado de explicar la simplicidad natural de las actuaciones del hombre estelar diciendo que “cuando come, come; si piensa, piensa; cuando habla, habla; y si descansa, descansa”.

No es un ser perfecto ni aspira llegar a serlo; como ya lo hemos expresado, se trata de alcanzar solamente una “relativa perfección”, ya que la perfección absoluta no existe.

Sin embargo, al realizarse en su mutación de hombre estelar, ha terminado su ascensión al Olimpo, y es un habitante más del monte sagrado; SemiDios que no desea todavía la divinidad absoluta. No obstante, jamás terminará de estudiar los misterios del Universo, los cuales no podrá conocer nunca de manera completa.

Tal vez se piense que ésta es una senda demasiado individualista, en una época en que el mundo se vuelca cada vez de manera más acelerada hacia una estructuración colectiva. A quienes opinen de este modo, debemos hacerles notar que si una persona no adquiere primero su individualidad, no es, en realidad, sino un apéndice de la muchedumbre; nada más que uno de los elementos formativos de un circuito que a la vez es parte de la gran maquinaria.

Comprendemos que existan individuos que por haber fracasado en lo personal, pretendan fundir su indeseable yo con el colectivo de las muchedumbres, pero también tiene que existir la oportunidad de emanciparse y desarrollar un yo superior hasta llevarlo a la plena realización y madurez.

Es preciso, para entender esto, diferenciar al sujeto cuyo simple egoísmo lo lleva a un individualismo ciego y pernicioso para la sociedad de aquél que habiendo conseguido ser individual, tiene muy claros sus deberes para con la humanidad. Sólo quien llegó a ser libre puede tener una verdadera conciencia colectiva, pero conservando su plena libertad y autonomía, sin ceder su cerebro a ningún conquistador. ¡Qué diferencia existe entre estar integrado a la humanidad por incapacidad de ser libre, a unirse a ella después de haber alcanzado la libertad!

Resulta interesante considerar que el sapiens teme a la libertad, ya que ésta involucra, precisamente, lo único que no puede tener un animal que vive en rebaño: individualidad inteligente. Por el mismo motivo, procura agruparse en movimientos que no le exijan pensar o tomar decisiones. A la inversa, el camino hermético obliga al sujeto a tomar en sus manos la responsabilidad de su propia vida, en vez de transferirla a los grupos sociales.

Desde un punto de vista filosófico, podemos afirmar que “nada puede hacer por el mundo y la gente, quien no alcanza primero su propia existencia individual”. Quien “no es”, nada tiene para dar. Por el contrario, cuando el hermetista ha llegado a su plena estatura individual, está en condiciones de ayudar a la humanidad de la única manera verdaderamente eficaz: enseñándole a vivir sabiamente.

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