CAPITULO 8
Sorpresas de la Prehistoria

VARIOS INVESTIGADORES DEL MISTERIO DEL TRIÁNGULO de las Bermudas han sugerido que algunas inteligencias extrañas podrían estar interesadas en examinar la posibilidad de que nuestro desarrollo de la fisión nuclear para fines bélicos llegue a amenazar la existencia de la civilización en nuestro planeta. Agregan que dichos seres inteligentes estarían incluso preocupados, ya que la energía nuclear habría destruido anteriormente otras civilizaciones, en éste y en otros planetas.


El período durante el cual ha vivido en este planeta un hombre racional y de inteligencia comparable a la del que hoy conocemos podría extenderse unos 40.000 o 50.000 años hacia atrás, o incluso más allá. En consecuencia, si consideramos que una civilización como la actual tardaría alrededor de 10.000 años en progresar hasta el punto en que la ciencia y la tecnología alcanza la capacidad de consumar su propia destrucción, todavía tendríamos un amplio margen de tiempo en que podrían haber existido una o más culturas anteriores a la nuestra en este mundo.

 

Cualquier civilización técnicamente adelantada conseguiría tal vez desarrollar, intencionalmente o por casualidad, el poder inherente a la fisión nuclear (a la nuestra le costó bastante menos de 10.000 años) y, en este momento, tendría que decidir si adopta algún sistema para controlar su avance o prefiere arriesgar su propia ruina.

 

Si semejante cultura hubiese existido y causado su destrucción, desapareciendo luego, su recuerdo habría quedado tal vez conservado en las leyendas, o nos sería sugerido por algunos artefactos anacrónicos de antigüedad incierta, o por grandes ruinas imposibles de identificar o explicar. Y éstos son precisamente los elementos que tienden a señalar el emplazamiento de dicha cultura en la zona ahora cubierta por las aguas del Triángulo de las Bermudas.


En sus conferencias sobre la Atlántida, Edgar Cayce insistió reiteradamente en las que parecen ser referencias a fuentes de energía nuclear, rayos Láser y Maser comparables a los nuestros y utilizados en general en los mismos campos en que hoy los disfrutamos, si es que podemos usar esa palabra. Sus descripciones acerca de los usos que les daban y su observación sobre el peligro que encierra su utilización inadecuada podrían pasar hoy por crónicas y comentarios editoriales corrientes.

 

Pero, ¿cómo sabía Cayce todo esto, hace más de 35 años?


El vidente describió estas fuentes de energía con bastante detalle. Eran grandes generadores que producían fuerza para impulsar naves aéreas y submarinas y con capacidad para producir iluminación, calor y alimentar sistemas de comunicación. Con ellas se operaban ciertas formas de radio y televisión y se las utilizaba también para enviar fotografías a larga distancia. Proporcionaban igualmente la potencia necesaria para modificar y rejuvenecer tejidos vivos, incluso del cerebro, y eran también utilizadas para controlar y disciplinar clases sociales completas.


Sin embargo, debido al mal empleo de las fuerzas naturales que habían creado, y a trastornos civiles y externos, los Atlantes desencadenaron finalmente ciertas fuerzas incontrolables de la Naturaleza que fueron la causa de su propia destrucción. Esta creencia de Cayce aparece también en las leyendas acerca de muchas antiguas culturas que existieron en el mundo.

 

Según las palabras del "profeta":

...El hombre introdujo las fuerzas destructivas... que, combinadas con las propiedades naturales de los gases, de fuerzas existentes en la Naturaleza y en su forma natural, causaron la peor de las erupciones en las profundidades de la Tierra en lento proceso de enfriamiento, y esa porción (de la Atlántida) que ahora se halla cercana a lo que podríamos llamar el Mar de los Sargazos desapareció bajo el océano...

En su relato acerca de la prehistoria, Cayce parece haber predicho específicamente el uso de rayos láser y maser, para cuyo conocimiento faltaban muchos años entonces (1942).

 

Describió una gigantesca fuente de energía de cristal:

...En la que la luz aparecía como medio de comunicación entre lo infinito y lo finito o como un sistema utilizado para lograr las comunicaciones con las fuerzas del exterior. Más tarde llegó a ser un punto de irradiación, así como un centro desde el cual partían las señales radiales que guiaban las diversas formas de transición y viaje a través de los períodos de actividad de los atlantes.


Estaba dispuesto como un cristal, aunque de manera muy distinta a la del primero que fue utilizado (originalmente) aquí. No deben confundirse estos dos... porque había muchas generaciones de diferencia. Fue en aquellos períodos cuando se produjo la orientación de aeroplanos o sistemas de viaje, aunque en aquella época ellos viajaban lo mismo por aire que por encima o por debajo del agua. Sin embargo, la fuerza desde la cual estaban dirigidos se hallaba en la estación central de energía; o piedra Tuaoi que era... y el rayo sobre el que actuaba...

En otra "conferencia" se refirió a un lugar en "Poseidia"; en otras palabras, la zona de las Bahamas, que entonces se hallaba sobre el agua. La describió así:

...La acumulación de fuerzas motivadoras de la Naturaleza provenientes del gran cristal que condensaba las luces, las formas, las actividades, de manera de guiar a las naves no sólo por el mar, sino por el aire, en muchas de las aplicaciones del hombre ahora conocidas, como la transmisión del cuerpo y de la voz, como el registro de aquellas actividades en lo que pronto será algo práctico, creando vibraciones para hacer posible la televisión —como se le llama en el presente-.

(¡El "presente" en este caso era 1935!)

En una "conferencia" de 1932 hizo una interesante alusión al transporte de cargas y materiales de gran peso:

... Por medio del uso de... los recientemente descubiertos gases y los de las formaciones eléctricas y aéreas en la desintegración de las fuerzas atómicas para producir energía propulsora de aquellos medios o modos de transporte o viaje, o para levantar grandes pesos o cambiar las fuerzas mismas de la naturaleza.

El hecho de que los pueblos supuestamente primitivos de la prehistoria hayan dejado enormes piedras que aún se encuentran en su sitio, tras miles de años, y sobre las cuales las razas que les siguieron han levantado nuevas construcciones, ha constituido, desde hace mucho tiempo, un misterio arqueológico.

 

Las piedras colocadas por razas anteriores desconocidas son tanto más grandes y difíciles de transportar que las dispuestas por las culturas subsiguientes, de manera que su presencia y modo de transporte resultan inexplicables. Uno de los ejemplos que podrían citarse es el de los bloques de pórfido de Ollantaytambo y Ollantayparubo, en Perú, que fueron transportados a lo largo de grandes distancias, sobre montañas y abismos y luego colocados en las cumbres de otros acantilados de 300 metros de altura.

 

Otro, el de los enormes sillares de piedra de Sacsahuamán, en Perú, tan grandes y laboriosamente encajados unos con otros, que los incas atribuyeron su construcción a los dioses. O los bloques de cien toneladas de los cimientos de Tiahuanaco, en Bolivia, sobre los cuales se construyeron, de alguna manera, enormes edificios, a pesar de que la altura es de 4.000 metros sobre el nivel del mar.

 

O las grandes piedras del calendario u observatorio de Stonehenge, en Inglaterra; o los bloques masivos de la pared submarina o cimientos o contrafuerte marino; o las piedras verticales de la Bretaña prehistórica, uno de los cuales pesaba más de 340 toneladas y tenía una altura de 20 metros, y las enormes piedras de las fundaciones del templo de Júpiter, en Baalbek, Siria, emplazadas allí mucho antes de la construcción del templo y una de las cuales pesa 2.000 toneladas.

 

Como casi todas estas construcciones resultan extremadamente difíciles de explicar en términos de nuestra apreciación de las habilidades ingenieriles de las culturas que pensamos que las erigieron, se ha sugerido que una civilización superior fue la autora de su construcción. Esta teoría se ve apoyada por el hecho de que muchas de estas ruinas inexplicables se parecen mucho.


Cayce señaló específicamente a las Bimini como uno de los diversos puntos donde podía hallarse información respecto de las supuestas fuentes de energía de la Atlántida:

"... En la posición sumergida de Atlántida o Poseidia, donde aparece una parte de los templos bajo el limo de épocas enteras de agua oceánica, cerca de lo que se conoce como las Bimini, frente a las costas de Florida...".

En 1935 hizo una detallada descripción de estas fuentes de energía (¿o plantas nucleares?). El hijo de Cayce, Edgar Evans Cayce, ingeniero y escritor, comentando la paradoja de que los relatos de su padre acerca de la prehistoria hubiesen anticipado en varias décadas nuestros propios descubrimientos científicos, escribió en su libro Edgar Cayce on Atlantis:

"Un observador profano de nuestra época difícilmente podría describir con mayor claridad nuestros últimos adelantos científicos".

El relato de Cayce (recogido en 1933, aunque publicado en 1968), se refiere a un edificio donde estaría guardado un complejo "refractario" o de cristal:

En el centro de un edificio construido sobre piedra no conductora; algo similar al asbesto y con... otros no conductores, como los que actualmente se están fabricando en Inglaterra bajo un nombre que es muy conocido para muchos de los que se ocupan de esas cosas.


El edificio construido sobre la piedra era oval; o tenía forma de cúpula, dentro de la cual podía haber... una sección que se desplazaría hacia atrás, de manera que la actividad de las estrellas; la concentración de energías que emanan de los cuerpos en ignición y de elementos que se encuentran y no se encuentran en la atmósfera terrestre.


La concentración a través de prismas o cristales (como se les llamaría hoy) tenía tales características, que actuaba sobre los instrumentos conectados con los diversos sistemas de viaje a través de métodos de inducción que llevaban a cabo un control (igual) al que hoy se llamaría remoto por medio de vibraciones o instrucciones de radio; por medio del tipo de fuerza emanada de la piedra y que actuaría sobre las fuerzas de motivación de las naves mismas.


El edificio fue construido de manera que, cuando la cúpula se retiraba, prácticamente no había obstáculo para la aplicación directa de la energía sobre varias naves que iban a ser impulsadas a través del espacio, ya fuera dentro de su radio visual o dirigidas bajo el agua o por debajo y a través de otros elementos.


La preparación de esta piedra estaba en mano; exclusivamente de los iniciados de la época y la entidad se hallaba entre las que dirigían las influencias de la radiación, que se alzaba en forma de rayos invisibles al ojo humano pero que actuaban sobre las piedras mismas, según se hubiesen dispuesto en las fuerzas de motivación, aunque la nave aérea fuese alzada por los gases del período. O bien guiaba a los vehículos de placer que pudieran pasar cerca de la Tierra, o a las naves submarinas o de superficie.


Estas eran entonces impulsadas por la concentración de rayos de las piedras que estaban concentradas en el medio de la estación central de energía, o planta generadora (para utilizar la expresión actual).

Cayce se refiere constantemente al uso inadecuado de las tremendas fuerzas desarrolladas por esta supercivilización:

"... La extracción de los poderes del mismo Sol, para trasladarlos al rayo que causa la desintegración del átomo... provocó la destrucción de aquella parte de la Tierra".

En el caso, y sólo en el caso de que ocurriese un cataclismo, o una serie de cataclismos, la gran fuente energética se habría precipitado al mar, junto con las populosas ciudades, murallas, canales y otras construcciones de la Atlántida. Es interesante tener en cuenta que los propios emplazamientos sugeridos por esta teoría corresponden a los lugares en que se producen muchas de las aberraciones electromagnéticas características del Triángulo de las Bermudas, la Lengua del Océano, por ejemplo, o las Bimini.


Aunque resulta difícil suponer que semejantes complejos energéticos puedan seguir funcionando después de miles de años, es interesante observar lo que sucede con las misteriosas "aguas blancas" que han sido advertidas por muchos exploradores, desde Colón hasta los astronautas. Pareciera que los canales o corrientes de agua blanca tienen su origen en el misino o los mismos puntos de emanación, siguen una dirección similar y luego se desvían a lo largo de un kilómetro y medio o más. Las líneas son nítidas al comienzo y luego se hacen menos precisas, casi como si encerraran algunos gases liberados bajo presión.


Las desviaciones del compás y las perturbaciones eléctricas podrían ser causadas por una enorme concentración de metal depositado bajo el agua. Esto ha sido observado en varios lugares del mundo donde existen conocidos depósitos de hierro que provocan variaciones en los compases. Las masas del substrato o de la subsuperficie podrían incluso provocar alteraciones en el oleaje de los mares.

 

En un informe elaborado por la NASA en 1970, acerca de una "cavidad" en la superficie del océano sobre la fosa de Puerto Rico, los científicos atribuyeron el fenómeno a una "extraña distribución de masa debajo del fondo del océano", que sería la causa de la deflección de la fuerza de atracción de la gravedad. En el caso del Triángulo de las Bermudas se ha sugerido que algunas fuentes de energía destruidas han conservado sin embargo algo de su fuerza y que, al ser accionadas en ciertas oportunidades, podrían ser no sólo la causa de las desviaciones magnéticas y electrónicas, sino también la fuente de impulsos eléctricos de las tormentas magnéticas.


Esta teoría, una de las más extrañas entre las elaboradas para explicar los incidentes del Triángulo de las Bermudas, es la que se sugiere en las "conferencias" de Cayce. Sin embargo, cabría preguntar si existe alguna razón por la cual las personas que sienten curiosidad científica deben atribuir seriedad a cualquiera de las declaraciones de Cayce, y sin que esto obste para que las admiren, como producto de su viva imaginación.

 

Aunque es cierto que algunas de las fuentes energéticas que él describió hace 35 años no habían sido aún descubiertas o imaginadas siquiera en el "mundo real" (y otras no habían sido todavía desarrolladas) debe recordarse que Cayce no era médico, ni historiador, sino simplemente un curandero clarividente de gran reputación. Sin embargo, algunas de las profecías que hizo durante sus charlas y que no tienen nada que ver con curaciones, han resultado perturbadoramente exactas. Por ejemplo, las relativas a la bomba atómica, el asesinato de presidentes y a disturbios raciales en Estados Unidos e incluso a deslizamientos de lodo en California.


Además, las "conferencias" de Cayce se basaban en las visiones o recuerdos que sus personajes conservaron de sus vidas durante pasadas encarnaciones. Esta circunstancia ha hecho que aquellas personas que por motivos religiosos, por convicción científica o por razones de lógica no aceptan la teoría de la reencarnación, nieguen verosimilitud a los dichos de Cayce. Sin embargo, cabe preguntarse si no habrá otra explicación que justifique esas descripciones tan detalladas y científicamente válidas sobre las civilizaciones anteriores y su potencialmente peligroso desarrollo.


En los documentos filosóficos y religiosos de la India, que a menudo contienen conceptos asombrosamente modernos sobre la materia y el Universo, se encuentran referencias a lo que suele llamarse "conciencia cósmica"; es decir, la persistente presencia de recuerdos de lo que ha ocurrido antes.

 

Hoy, la existencia de la telepatía, la influencia y la oculta presencia de la memoria y el poder de las emanaciones psíquicas, lejos de verse despreciados por la moderna investigación científica, están siendo seriamente estudiados, no sólo en la Tierra sino también en el espacio, y no sólo como fenómenos sino también como medios de comunicación. Los Estados Unidos y la Unión Soviética, las dos potencias espaciales más adelantadas, están realizando experimentos que sugieren que la ciencia ficción podría estar experimentando una metamorfosis, y convirtiéndose en ciencia del futuro.

 

Es posible esperar adelantos sorprendentemente novedosos en esta área, en la que hasta ahora algunos individuos muy bien dotados han tenido la habilidad de recoger, casi sin estar conscientes de ello, los pensamientos actuales de otros, y tal vez también sus escondidos recuerdos del pasado. En este caso, el pasado podría estar constituido por las memorias heredadas con los cromosomas de nuestros antecesores.

 

Del mismo modo como heredamos atributos físicos y tendencias de nuestros padres y abuelos, así también heredamos esos recuerdos, aunque posiblemente en un grado menor, de nuestros ancestros más distantes. Estos cromosomas de la memoria podrían formar parte de este legado. Dentro del cerebro humano hay amplio espacio (que según se estima sólo se utiliza en un diez por ciento para la recolección de un banco de recuerdos heredados.


Estos explicarían la existencia de memorias incompletas en algunas personas; la aguda sensación de haber estado antes en un lugar en el que nos consta no haber estado jamás; la desoladora certeza de haber vivido un largo espacio de tiempo en un sólo sueño; el hecho de que algunas personas recuerden en ciertas ocasiones —y no siempre bajo hipnosis— detalles de vidas pasadas que a menudo suelen resultar históricamente exactos, cuando se descubren informaciones ignoradas acerca del período en cuestión; los casos de repentina capacidad para hablar fluidamente los idiomas de sus antepasados que se dan en los niños, en circunstancias que es imposible que los hayan aprendido y que posteriormente vuelven a olvidarlos.

 

Estos factores conocidos se suelen atribuir a menudo a la reencarnación de las almas, en la que creen los hindúes, los budistas y los devotos de la que tal vez es la religión más antigua: la del antiguo Egipto. Sin embargo la posibilidad de una memoria heredada ofrece una alternativa que, si bien resulta casi lo mismo, se ve de alguna manera modificada cuando pensamos que el alma del individuo no sería la de una persona cualquiera, situada en cualquier época, sino la de nuestros antepasados, que se reencarnan en nosotros y nos legan sus memorias acumuladas y sus demás atributos.

 

Es lo mismo que ocurre con las "generaciones" de computadoras, que pueden programarse de tal manera que la totalidad de sus bancos de datos pueden implantarse en las nuevas máquinas que han de sucederías.


En todo caso, ya sea que Edgar Cayce se comunicara realmente con las almas o con las memorias reencarnadas de la gente a quien servía, el efecto era similar y el interés por la Atlántida que despertaron sus "conferencias" dio al tema un renovado atractivo, que aumentó constantemente, a medida que los descubrimientos inesperados de la última década parecieron dar notable respaldo a sus alusiones al continente perdido.


Aquellos que se aferran a la teoría de que antes de que aparecieran las primeras manifestaciones de una cultura en Egipto y Sumeria existió una civilización mundial altamente desarrollada, han sido considerados durante mucho tiempo cultistas, sensacionalistas, visionarios, o, sencillamente, tontos.

 

Esta reacción de lo que podríamos llamar el "orden establecido" de los estudios arqueológicos y prehistóricos resulta comprensible cuando tomamos en cuenta que la existencia de una gran civilización anterior al tercer milenio A.C. trastornaría considerablemente las muy ordenadas etapas y sucesivos períodos de la historia, desde sus comienzos en Egipto y la Mesopotamia, pasando por las culturas de Grecia y Roma, hasta culminar con nuestra propia "supercivilización" de hoy.

 

Suelen hacerse a menudo referencias agradecidas a otras antiguas culturas muy poco conocidas, como por ejemplo las civilizaciones prehistóricas de las Américas, India, Asia Central y algunas otras zonas que en ningún caso afectaron nuestra propia "línea directa" de civilización.


En todas las antiguas culturas existe una abundancia de leyendas y documentos relativos a la repentina aniquilación de una gran cultura anterior al Diluvio, que habría progresado tanto, que llegó a desafiar al cielo, a los dioses, o a Dios. Estas leyendas, extrañamente semejantes entre sí, podrían constituir sencillamente relatos atractivos difundidos por el mundo durante miles de años en los antiguos mercados y a lo largo de las rutas de las caravanas o de los barcos, y posteriormente conservadas en los documentos religiosos de casi todos los pueblos de la Tierra.

 

Los conquistadores españoles comprobaron que ya en las civilizaciones indígenas de América, en la época de la primera conquista, existían leyendas acerca de un diluvio universal, de una torre que los hombres trataron de levantar hasta el cielo, y cuyos constructores se vieron condenados por una confusión de idiomas que parecía de inspiración divina, y muchas otras que nos resultan familiares.

 

Las poblaciones indígenas de todo el mundo han conservado leyendas que viven a la sombra de ruinas enormes, cuya construcción sólo pudo realizarse gracias a técnicas de transporte y colocación de piedras de una tecnología extremadamente avanzada.

 

Dichas leyendas se refieren siempre a una raza de apariencia divina que desplazaba los enormes bloques de piedra, muchos miles de años antes del comienzo de su propia historia. Incluso existen rastros de lo que pudo ser un remoto lenguaje comercial, un antecesor tal vez del griego antiguo, con rasgos arameos, y que ha sido localizado en zonas tan remotas del Medio Oriente que pareciera haber sido extendido por mares y océanos hasta las más distantes playas.

 

Pueden hallarse palabras de griego arcaico en el hawaiano y en otros lenguajes polinésicos, en el maya de Yucatán, en el náhuatl de los aztecas y en el ahora perdido guanche, de las islas Canarias, que era hablado por una misteriosa raza blanca. Los guanches, descubiertos y rápidamente exterminados por las expediciones españolas del siglo XV, conservan el recuerdo de una gran patria y de una cultura superior que se habría hundido en el océano.

 

Las viejas lenguas americanas también tenían palabras de claro origen arameo y fenicio y otras análogas a las de los idiomas sinítico y polinésico del otro lado del Pacífico, lo cual sugería largos viajes y contactos culturales de enorme antigüedad. Se han encontrado inscripciones en fenicio, arameo, sinoico, griego y otras lenguas no identificadas, que aparecen con frecuencia creciente en las selvas de Norte y Sudamérica, conocidas como zonas de "segundo desarrollo".

 

Pero las leyendas, mitos religiosos y curiosidades lingüísticas no bastan de por sí para inspirar fe en las afirmaciones hechas en los documentos de Cayce y en las tradiciones, leyendas e incluso archivos escritos de la antigüedad que se refieren a un conocimiento científico altamente desarrollado y a la existencia, en épocas arcaicas, de diversos elementos modernos relacionados con viajes, comunicaciones y destrucción en escala cósmica.


Sin embargo, es precisamente en esas regiones donde en años recientes, se han hecho descubrimientos desusados y reevaluaciones de materiales descubiertos con anterioridad. Los hallazgos incluyen signos asombrosos de conocimiento muy avanzado y de inventos de gran sofisticación, pertenecientes a una era muy anterior a aquella en que según la historia, habría visto el comienzo de las primeras culturas del Oriente Medio.

 

Es interesante recordar que tanto las leyendas de Egipto como de Sumeria se referían a grandes culturas anteriores, de las cuales extraían su propia inspiración e impulso. En algunas de ellas, como las del antiguo Egipto, Solivia, Perú, América Central, México y la India, para sólo mencionar algunas, la civilización permaneció estática o incluso retrocedió, en lugar de mantener el ímpetu original.


La sugerencia de que las culturas más antiguas de la Tierra conocieron las "máquinas más pesadas que el aire" sería normalmente acogida con sorna. Sin embargo, en años recientes se han estado descubriendo o reexaminando un número creciente de artefactos y referencias escritas que indican el conocimiento, e incluso cierta familiaridad con aviones y viajes aéreos, en una época muy anterior a lo que consideramos el amanecer de la historia.

 

Tampoco deben compararse estos informes o modelos con las pintorescas referencias a la mitología antigua, y a incidentes como los de Icaro y sus alas de plumas sujetas con cera, o el carro del sol, de Apolo, tirado por cuatro estrellas. Por el contrario, hay referencias concretas que demuestran un conocimiento de la aerodinámica y de los elementos relacionados con el despegue, la propulsión, el frenado y el aterrizaje.


Por ejemplo, en la antigua colección de oro de Colombia existe un modelo dorado de lo que durante mucho tiempo se consideró un ave, mariposa o pez volador, y que fue encontrado en una tumba junto a otros objetos enterrados cuya antigüedad se estimó en 1.800 años.

 

Posteriormente, este artefacto fue examinado con lentes de aumento por Ivan Sanderson, quien sospechaba que no era una réplica de un organismo vivo, sino de un objeto mecánico de gran parecido a un avión con alas en forma de delta, compartimiento de motor, cabina y parabrisas, todo ello situado como en un avión moderno. Estaba dotado incluso de cola y alerones, o elevadores.

 

Este objeto fue mostrado a varios pilotos e ingenieros, como J. A. Ulrich, profesor de aerodinámica y que luchó como piloto en dos guerras. Cuando le preguntaron qué era, sin advertirle de dónde provenía, ni de que antes había sido considerado el modelo de caza F-102, y que el hecho de que las alas fueran curvas en los extremos al igual que la forma misma del avión daba a entender que era un aparato a chorro.

 

Señaló que algunas de sus características, como la falta de elevadores traseros (que el F-102 tampoco tiene) eran similares a las de un nuevo aparato Sabré, recientemente desarrollado en Suecia. Su opinión resulta especialmente interesante, cuando se toma en cuenta la mención por parte de Cayce de vehículos que podían volar por los aires y bajo el mar y los informes provenientes del Triángulo de las Bermudas en que se habla de OVNI que suelen entrar y salir del agua a grandes velocidades.

 

Como dijo Ulrich:

Su forma es válida sólo para ciertos tipos de vuelo. Esa clase de ala es adecuada para la atmósfera hasta una altura de 15.000 a 18.000 metros... La curvatura es para prevenir vibraciones al superar la barrera del sonido... La estructura del ala indica posibilidades supersónicas... Cuando se vuela a una supervelocidad se forma un colchón... También podría volar debajo del agua, sin que le fuesen arrancadas las alas. Si se quisiera mover un vehículo a gran velocidad en un medio como ése, debería ser (construido) de esta manera.

Pero este "avión", si de avión se trata, no es un monstruo arqueológico único. En distintas tumbas precolombinas se han encontrado otros ejemplares; algunos con dos pares de alas. Sólo cabe suponer que otros curiosos modelos de aparatos mecánicos desarrollados en épocas prehistóricas y tal vez no reconocidos como tales ni siquiera por sus ulteriores usuarios, se perdieron cuando los invasores españoles fundieron todos los artefactos de oro que pudieron hallar para convertirlos en lingotes de fácil distribución entre los conquistadores.


En las obras de arte de las antiguas culturas de las Américas se han encontrado representaciones pictóricas de objetos que han sido identificados o reconocidos de manera cada vez más insistente como aviones o cohetes. Debido a que la mayor parte de los documentos escritos y gráficos acerca de aquellas naciones civilizadas fueron destruidos por los españoles, estas referencias se han conservado en otras formas, algunas veces grabadas en roca, o pintadas en jarrones, o esculpidas en piedras o tejidas en los lienzos que envolvían a las momias.

 

En Palenque, México, existe un buen ejemplo de esto: se trata de una figura maya semirreclinada y labrada en piedra sobre la tapa de un sarcófago que se encontró dentro de una pirámide. No se sabe lo que representa la figura en detalle. Una persona que es una verdadera autoridad en cultura maya dice que el fondo es un monstruo terrestre sobre el cual se inclina una figura, mientras el conjunto pareciera estar dominado por un árbol.

 

El escritor científico Alexander Kazantsev ha sugerido una explicación más revolucionaria. Cree que la figura reclinada está encerrada en un vehículo espacial muy estilizado, que podría compararse en construcción y diseño a los cohetes de la actualidad. Incluso la posición del hombre (o piloto) sugiere una postura similar a la de nuestros astronautas dentro del cohete.

 

Se pueden reconocer todos los detalles, desde la antena, el sistema de dirección de vuelo, el turbocompresor, el tablero de control, los tanques de combustible y la cámara de combustión, hasta la turbina y el tubo de escape, aunque puede que algunos aparezcan modificados, para conseguir ciertos efectos estéticos. Se tiene la sensación de que estas réplicas de aviones y cohetes son recordatorios o memorias de una era de una civilización superior, cuando tales naves eran dibujadas con exactitud más que teniendo en cuenta aspectos estéticos.


En agosto de 1973, mientras los astronautas del Skylab 2 se hallaban en su órbita espacial, recibieron una misión muy curiosa. Debían fotografiar, en lo posible, las Líneas de Nazca, que son una serie de misteriosas líneas artificiales en el valle de Nazca, en Perú, para comprobar, si eran visibles desde el espacio.

 

Estas enormes señales terrestres están constituidas por una serie de líneas rectas y figuras geométricas, grandes dibujos de animales visibles solamente desde el aire y lo que claramente parece un conjunto de pistas de aterrizaje para aviones. Todas fueron trazadas en la tierra o labradas en el suelo rocoso del valle, en una época desconocida. No existían leyendas locales acerca de ellas y, puesto que en el nivel del suelo no se las podía notar, fueron descubiertas solamente desde el aire, durante una prospección de agua en los Andes.

 

Las líneas y los gigantescos dibujos ocupan una gran parte del Valle de Nazca, que tiene 96 kilómetros de largo y 16 de ancho. Por momentos desaparecen frente a algunas montañas pequeñas, pero luego emergen al otro lado, absolutamente rectas. En algunos casos, como ocurre con los presuntos campos de aterrizaje, los dibujos son extremadamente anchos, y otras, conforman grandes y muy sofisticadas figuras de animales, peces y pájaros, e incluso una enorme serpiente.

 

Aunque existen muchas teorías acerca de su origen, la única cierta es que fueron trazadas por seres que poseían instrumentos altamente desarrollados para calcular y que fueron hechas para ser vistas desde el cielo, puesto que es la única manera como puede seguirse su diseño. En la bahía de Pisco, en la costa peruana, existe una alta pared rocosa en la que está tallado un enorme tridente, o candelabro, según la interpretación que le dé quien lo ve, ya que, a diferencia de lo que ocurre con las líneas de Nazca, fue advertido con toda facilidad (mide 250 metros de largo) por los invasores españoles.

 

Estos lo interpretaron como un signo de la Trinidad para estimularlos en su obra de conquista y conversión de los bárbaros. Cualquiera que fuese su propósito, lo cierto es que resulta más fácil de ver desde el aire que desde el mar, y la barra central del tridente apunta directamente hacia el valle de Nazca, como si fuera una especie de señalizador para los supuestos "campos de aterrizaje". Puede que estos fueran, a su vez, bases para esos aviones cuyos modelos dorados resultan asombrosos.


En diversos lugares de América, existen otras líneas geométricas y algunas figuras enormes que pueden verse también desde el aire, como por ejemplo las grandes formas humanoides del desierto de Tarapacá, en Chile, el laberinto Navajo, en California, las montañas Elefante y Serpiente, en Wisconsin, y otras en diversos lugares del mundo, que a menudo no tienen una historia arqueológica anterior.


El Egipto faraónico, ese gran depósito de elementos arqueológicos, ha revelado recientemente algunos signos sorprendentes relativos a los principios de vuelo de cuerpos más pesados que el aire, que se habrían conocido en la antigüedad. A diferencia de los aviones dorados de Colombia, éstos están hechos de madera y se encuentran en las tumbas, donde se conservaron al abrigo de la desintegración durante miles de años, gracias al clima seco de la región.

 

En algunas colecciones de museos se han encontrado los que parecerían ser modelos de planeadores y que antes, cuando se les descubrió en tumbas remotas, se creyó que eran modelos de pájaros. En el Museo de Antigüedades de Egipto puede verse un objeto de madera que fue identificado y estudiado por el doctor Khalil Messiha en 1969 y que, lejos de ser un pájaro, posee las mismas características de los modelos de aviones monoplanos actuales.

 

El timón, o cola, está levantado, y la estructura tiene una sección que hace las veces de ala. Al comentar acerca de los ángulos diedros que se advierten a cada lado, el hermano del doctor Messiha, G. Messiha, que es ingeniero de vuelo, observó:

El ángulo diedro negativo cumple las mismas funciones que el positivo: una sección muestra que la superficie del ala es parte de una elipse que proporciona estabilidad durante el vuelo; y las formas aerodinámicas de la estructura disminuyen la resistencia al aire, lo cual es un hecho que fue descubierto en aeronáutica tras años de trabajos experimentales.

Después de miles de años, el avión es todavía capaz de volar y, cuando se le lanza desde la mano, como si fuera un modelo de planeador, se comporta admirablemente, demostrando que sus antiguos constructores tenían conocimientos de aerodinámica.

Desde el momento en que el doctor Messiha comprobó que la extensión de las alas de algunos de los modelos de pájaros era idéntica a la del nuevo avión Caravelle, se han identificado otros modelos potenciales de aviones o planeadores, y en 1972 se abrió en el Museo de Antigüedades de El Cairo una exposición de catorce de ellos, como demostración de que en el antiguo Egipto se tenían conocimientos de vuelo.

 

No sabemos si estos artefactos fueron inventados o heredados de otra cultura. Sin embargo, puesto que la mayoría de los modelos encontrados en las tumbas egipcias están relacionados con originales más grandes, es posible que bajo las arenas del desierto exista un avión o planeador original esperando al excavador.


Los documentos escritos más completos acerca de aviones son probablemente los del Mahabharata, el relato épico hindú que, aún cuando se estima que fue escrito en su forma actual en el año 1.500 A.C. aparentemente fue copiado y recopiado desde la más remota antigüedad.

 

La obra se refiere a los actos de los dioses y de los antiguos pueblos de la India, pero contiene tal riqueza de detalles científicos que, cuando fue traducido, a mediados del siglo XIX, las referencias a los aviones y a la propulsión por cohetes no tenían sentido para los traductores. Los mecanismos descritos hacía miles de años no iban a aparecer en la época moderna si no más de un siglo después.

 

Muchos de los versos del Mahabharata están dedicados a máquinas voladoras llamadas vimanas y encierran una información detallada acerca de los principios de su construcción, que llenó de asombro a los traductores. En otro antiguo texto hindú, el Samarangana Sutradhara, se discuten con detalle las ventajas y desventajas de distinto tipo que presentan los aviones, así como sus capacidades relativas de ascensión, velocidad de crucero y todo lo relativo al descenso.

 

Incluso se hace una descripción del tipo de combustible a utilizar —mercurio— y se recomiendan determinadas clases de maderas y metales ligeros y con capacidad de absorción del calor, que son los adecuados para la construcción de aviones.

Además, hay detalles informativos acerca de cómo tomar fotografías de aviones enemigos, sobre métodos de determinación de sus características de aproximación, sistemas para hacer que sus pilotos pierdan el conocimiento y, finalmente sobre cómo destruir los vimanas enemigos.


En otro antiguo clásico de la India, el Ramayana, existen curiosas descripciones sobre viajes de aviones realizados hace miles de años. Los detalles que se proporcionan sobre la vista aérea de Ceylán y de algunas zonas de la costa están escritos con tanta naturalidad y son tan similares a los que ahora se ven —las rompientes de las olas, la curvatura de la tierra, la altura de las colinas, el aspecto de ciudades y bosques- que llega uno a convencerse de que algunos seres que viajaron por el aire en la Antigüedad vieron realmente la tierra desde el cielo, no la imaginaron.

 

En una versión contemporánea del Ramayana, el Mahariva Chanta, el héroe-dios Rama, a su regreso de Lanka, donde acaba de rescatar a su mujer Sita, recibe como presente un vimana, que es descrito así:

"Tiene completa libertad de movimientos, se desplaza a la velocidad que se desee, totalmente bajo control, y su accionar es siempre obediente a la voluntad (de quien lo maneje)... dispone de compartimientos con ventanas y tiene excelentes asientos...", es un caso de texto clásico que parece un aviso de Air India.

En este mismo texto encontramos un diálogo que resulta particularmente asombroso cuando advertimos que se adelantó en varios miles de años a los viajes espaciales y a las narraciones acerca del aspecto que tenían las cosas en el espacio:

Rama: El movimiento de este excelente carruaje parece cambiado.
Vishishara: ... Este carruaje está abandonando ahora su cercanía al mundo medio.
Sita: ¿Cómo es que, siendo de día, aparece... ese círculo de estrellas?
Rama: ¡Reina! Ciertamente, es un círculo de estrellas, pero debido a la gran distancia no podernos percibirlo de día, ya que nuestros ojos están encandilados por los rayos del sol. Ahora que ha desaparecido, con el ascenso de este carruaje... (y así podemos ver las estrellas).

Ya sea que estos relatos constituyan recuerdos de una civilización técnicamente muy adelantada, o que se trate de simples fantasías, comparables a algunas de las imaginadas por los actuales escritores de ciencia ficción, algunos de estos relatos del pasado remoto suenan extrañamente contemporáneos, excepto en lo relativo al material usado como fuente de poder para el avión (lo cual, naturalmente, podría haber sido mal traducido del original):

... Dentro de él uno debe colocar el motor de mercurio con su sistema de calefacción debajo. Gracias a las energías latentes en el mercurio, que hacen funcionar la turbina, el hombre que fuera sentado en su interior podría viajar a gran distancia por el cielo... debe haber cuatro depósitos de mercurio en su interior. Cuando son calentados por medio de un fuego controlado... el vimana desarrolla un poder de trueno por medio del mercurio...

 

Si este motor de hierro, con uniones adecuadamente soldadas, es llenado de mercurio y el fuego se dirige hacia la parte superior, desarrolla una gran potencia, con el rugido de un león... e inmediatamente se convierte en una perla en el cielo...

Pero los modelos y descripciones de aeronaves y los relatos acerca de cohetes y vuelos espaciales son sólo una indicación, no una prueba, de un alto desarrollo científico. No obstante, hay algunas técnicas y artefactos que fueron reconocidos como lo que eran muchos años después de su descubrimiento y que proporcionan una prueba más tangible acerca de las capacidades tecnológicas del pasado remoto, que antes no se sospechaban.


La "computadora estelar" de Antikythera es un buen ejemplo de esto. Se trata de un pequeño objeto de bronce que consiste en láminas y ruedas o radios soldados por el mar, que fue recogido hace setenta años junto a otros objetos, estatuas en su mayoría, de un antiguo naufragio depositado en el fondo del Mar Egeo.

 

A comienzos de la década del 60, cuando fue sometido a un estudio detallado y a la acción de ácidos por diversos arqueólogos, como Derek de Solía Price y George Stamires, resultó que se trataba de un aparato para la localización de las estrellas y un computador de órbitas planetarias. Era un mecanismo para verificar posiciones por la noche que demostraba un conocimiento astronómico y de navegación insospechado en épocas remotas.

 

Como decía el doctor Price:

"En ningún otro sitio se conserva un instrumento como éste... Encontrar una cosa así es como encontrar un avión a chorro en la tumba del rey Tut...",

...lo cual es una posibilidad que tal vez no está del todo fuera de los límites de lo verosímil, dados los recientes descubrimientos.


En algunos museos podrían hallarse otras pruebas concretas de adelanto técnico, clasificadas como objetos religiosos, juguetes o sencillamente "sin clasificar". Poco antes de la Segunda Guerra Mundial, cuando excavaba en un lugar cercano a Bagdad y de una antigüedad calculada en 2.000 años, el arqueólogo alemán Wilhelm Kónig extrajo ciertos artefactos muy curiosos, que consistían en cilindros cubiertos de asfalto.

 

Se hallaban dentro de unos jarrones y estaban provistos de un tapón de hierro. En otras palabras, eran pilas secas desprovistas del electrodo, que posiblemente se habían evaporado. Cuando se les agregó un nuevo electrodo —sulfato de cobre— algunas de estas baterías funcionaron perfectamente. Después de su primer hallazgo, Konig identificó algunas partes de otras baterías que ya se hallaban en exhibición en los museos y que estaban catalogadas como objetos "de uso desconocido".

 

Desde que las encontró y las identificó, se han hallado muchos otros ejemplares en Iraq y en otros lugares del Oriente Medio.


Estas pilas eran usadas aparentemente para niquelar metales, pero habría que preguntarse si este antiquísimo conocimiento de la electricidad, heredado tal vez de una cultura primitiva y luego olvidado, hasta su redescubrimiento en el siglo XIX, no era aprovechado para otros fines, aparte del niquelado.

 

En el mundo de Grecia y Roma se utilizaban antorchas y lámparas de aceite para la iluminación, y en todos los lugares donde existen pasajes entre edificios de la época pueden hallarse trazas de humo en los techos. Sin embargo, en el caso de la más remota civilización egipcia, los techos de túneles subterráneos, bellísimamente labrados y pintados, no muestran señales de antorchas ni de lámparas de aceite.

 

Tampoco las hay en las paredes ni en los cielos rasos de ciertas cuevas de Europa Occidental donde los pintores de cavernas de La Madeleine y Aurignac realizaron sus obras maestras, con admirable sofisticación, hace 12.000 y hasta 30.000 años.


En el Templo de Hathor, en Dendera, Egipto, existe una antigua pared tallada que durante mucho tiempo ha sido considerada un enigma arqueológico. En ella se representa una escena en que dos sirvientes parecen transportar gigantescos bombillos luminosos con filamentos interiores en forma de serpientes muy finas y conectados a una caja o interruptor con cables trenzados y que se asemejan poderosamente a potentes lámparas eléctricas apoyadas en aisladores de alta tensión.

 

El doctor John Harris, de Oxford, ha señalado lo siguiente:

Los cables son virtualmente una copia exacta de las actuales ilustraciones de obras de ingeniería. Parecen muy pesados y estriados, lo que indica un haz de muchos conductores más bien que un simple cable de alto voltaje.

Existen otras ilustraciones en papiro y en piezas talladas que han sido conservadas durante miles de años, gracias al clima seco de Egipto y que, al ser examinadas con un criterio moderno y no comprometido, parecen ilustrar claramente el uso desde antiguo de ciertos artefactos contemporáneos.

 

Debe recordarse que en los documentos egipcios se hace referencia al reino de los dioses anteriores a la I dinastía, que fue una época de superior civilización y poderes milagrosos, compartidos, según los recuerdos y documentos existentes, por las más antiguas culturas de la Tierra.

Resulta sorprendente comprobar que algunas antiguas culturas, considerablemente más antiguas que Grecia y Roma, poseían conocimientos de astronomía, matemáticas superiores, cálculos del tiempo y medidas de la Tierra y el sistema solar, miles de años antes de que fueran redescubiertos o vueltos a determinar, en la época moderna.

 

Para obtener esa información, las antiguas culturas tendrían que haber dispuesto de telescopios u otros instrumentos suficientemente precisos como para realizar los cálculos exactos.


Al estudiar algunos mapas medievales se han hecho extraordinarios descubrimientos. El profesor Charles Hapgood, que ha realizado algunos de los más notables, pasó muchos años examinándolos y verificó que contenían mucha información acerca de la Tierra que suponemos era desconocida en la época en que fueron diseñados.

 

Algunos han sido copiados y recopiados durante siglos, a partir de originales desaparecidos de la biblioteca de la antigua Alejandría, y demuestran un conocimiento asombrosamente exacto de tierras aún por descubrir (de acuerdo con la historia que se nos ha enseñado) en el momento en que fueron realizados los originales e incluso las copias. Por ejemplo, se alude a la existencia de América del Norte y del Sur y a la Antártida, miles de años antes de Colón.


El mapa de Piri Reís, que es una sección de otra carta mundial mucho mayor existente en la Antigüedad y que fue hallado en 1929, en medio del desorden del harem del derrocado Sultán de Turquía, muestra con toda claridad la costa de la Antártida, tal como habría sido sin los hielos que la cubren, y describe la topografía del interior, desprovista de hielos también.

 

Un examen de los núcleos terrestres de la Antártida hecho en las proximidades del Mar de Ross, indica que este continente habría estado cubierto de hielo durante 6.000 años, como mínimo. Esto significaría que el mapa original fue trazado mucho antes del comienzo de la historia escrita, durante la era en que se supone existió la Atlántida y su famosa cultura mundial.


Otro mapa, el Planisferio del Rey Jaime, que data de 1502 y que es copia también de mapas muy anteriores, muestra que el desierto del Sahara era en tiempos remotos una tierra fértil, con grandes lagos, ríos y ciudades. El Mapa Mundial Buache de 1737 muestra la Antártida, según la copia hecha de otro griego antiguo, como si estuviera compuesta de dos islas muy grandes y separadas por un mar interior. (Anotemos que la existencia misma de la Antártida sólo era supuesta en el mundo moderno, hasta que se la descubrió oficialmente, en 1820.)

 

Si pudiera eliminarse el hielo, el continente Antártico tendría justamente ese aspecto, cosa que no se supo hasta que lo descubrieron las expediciones realizadas durante el Año Geofísico de 1958. Otros mapas muestran algunos de los glaciares de la última era de los hielos y que aún existen en ciertas regiones de Europa, Gran Bretaña e Irlanda y en otro, todavía, se muestra el Estrecho de Bering, no como estrecho, sino como el istmo que fue en una época.


Los rasgos salientes de estos mapas recopiados de la Antigüedad son sus exactas coordenadas; su conocimiento de la longitud (no desarrollada en el mundo moderno hasta el fin del siglo XVIII, lo cual quiere decir que sus autores estaban familiarizados con la trigonometría esférica y usaban instrumentos geodésicos de gran precisión) y su diseño, realizado posiblemente durante un período que se sitúa hace 8.000 o 10.000 años. Es decir, muchos años antes del comienzo de nuestra historia escrita.


En los documentos de razas muy antiguas se encuentran datos astronómicos de gran corrección, pese a que, hasta donde nosotros sabemos, no disponían de telescopios gigantes ni de ningún tipo para obtenerlos. Por ejemplo, el conocimiento de las dos lunas de Marte (y su distancia desde el planeta), los siete satélites de Saturno, las cuatro lunas de Júpiter y las fases de Venus (llamadas "Cuernos" en los escritos de Babilonia).

 

Incluso se habían descubierto aspectos de algunas estrellas distantes: la constelación de Escorpión se llama así porque tenía una "cola" o cometa dentro. Sin embargo, éste sólo puede ser observado con un poderoso telescopio. En el otro lado del océano, los mayas de América Central, que tal vez compartían los conocimientos de una cultura anterior, llamaron también "Escorpión" a esta constelación.

 

(Los mayas fueron los únicos, entre todos los pueblos de la Antigüedad, que calcularon el año solar con la cifra más aproximada que pueda hallarse en cualquier calendario, incluido el nuestro: 365,2420 días. La cifra exacta es 365,2422 días.)


Debido a que el conocimiento científico fue decayendo, tras alcanzar su antiguo apogeo, mucha de esta información astronómica adoptó el carácter de leyenda. Por ejemplo, la del dios (planeta) Uranio, que devoró (eclipsó) a sus propios hijos (lunas) y luego los vomitó (fin del eclipse). Aunque tales fenómenos no podían ser vistos, debido a la desaparición de instrumentos óptimos, la información astronómica fue conservada a través de mitos semi-religiosos.


Tal vez la más desusada de todas las indicaciones de una ciencia desarrollada en la Antigüedad y que todavía existe y está a nuestra disposición, es la Gran Pirámide de Egipto. Durante miles de años se creyó que era una tumba, aunque la tradición conservada por los coptos, minoría que descendía directamente de los antiguos egipcios, indicaba que se trataba de una recopilación de los conocimientos de la "Reina de los Dioses" y que era un libro de piedra recopilado por Surid, uno de los reyes anteriores al diluvio, que en el futuro sería descifrado por aquellos suficientemente adelantados como para leerlo.


Este aspecto de la Gran Pirámide como posible fuente de información secreta fue ya advertido por los ingenieros franceses, durante la invasión napoleónica de Egipto. Cuando trataron de utilizarla como punto de triangulación, descubrieron que sus costados estaban orientados exactamente en la dirección de los puntos cardinales.

 

El meridiano longitudinal pasaba por el vértice, y las líneas diagonales que partían del vértice en dirección al Norte, bisectaban con toda exactitud el delta del Nilo. Se traza una raya hacia el Norte, pasando por el punto de encuentro de las diagonales de la base, sólo se yerra el Polo por 4 millas (6,43 km), y eso considerando que el Polo Norte podría haber cambiado de posición en los siglos transcurridos desde la construcción de la Gran Pirámide.


El actual sistema métrico decimal de medidas se basa en el metro, que equivale a un diez millonésimo del cuadrante de meridiano y que es una unidad desarrollada por los franceses poco antes de su invasión a Egipto. El codo piramidal de cincuenta pulgadas utilizado por los antiguos egipcios y que precedió al metro en miles de años, es casi igual a éste en cuanto a su largo, pero en realidad es más exacto, debido a que se basa en el largo del eje polar y no en el de un meridiano, que puede variar según los contornos de la Tierra.

 

Algunas medidas de la Gran Pirámide que fueron tomadas de acuerdo con el codo egipcio indican un asombroso conocimiento de la Tierra y del lugar que ésta ocupa en el sistema solar; conocimiento que estaba olvidado y que no fue redescubierto hasta la era moderna. La información puede expresarse en términos matemáticos: el perímetro de la pirámide es equivalente al número de días del año: 365,24; doblando el perímetro se obtiene el equivalente a un minuto de grado en el Ecuador.

 

La distancia desde la base hasta el vértice, medida por el costado, es 1/600 de grado de latitud; la altura multiplicada por 109 da la distancia aproximada de la Tierra al Sol; el perímetro dividido por el doble de la altura da el valor de , 3,1416, que es considerablemente más exacto que la cifra de 3,1428 a la que llegaron los antiguos matemáticos griegos. La altura de la pirámide multiplicada por 1015 da el peso aproximado de la Tierra.

 

El eje polar terrestre cambia día a día en el espacio (trayendo una nueva constelación del zodíaco detrás del sol cada 2.200 años) y alcanza su posición original una vez cada 25.827 años, cifra que aparece en los cálculos de la pirámide (25.826,6) cuando se suman las diagonales de la base puestas en cruz.

 

Las medidas de la cámara real que existe dentro de la Gran Pirámide arrojan las dimensiones exactas de los dos triángulos básicos de Pitágoras: 2.5.3 y 3.4.5, aunque fue construida varios miles de años antes de Pitágoras. Y éstas son sólo algunas de las medidas coincidentes de la pirámide.


Habría que preguntarse por qué se levantó una estructura tan enorme y complicada con el sólo fin de entregar información. Tal vez se trató de traspasar esos conocimientos después de una serie de catástrofes globales, cuando los supervivientes aún disponían de recursos técnicos y podían hacerlo de manera que no fuese destruida, ni siquiera en el caso de que se perdieran todos los documentos y lenguajes entonces existentes.

 

En relación con esto, cabe recordar la sugerencia de que, en el momento en que los exploradores del espacio lleguen a la Tierra, o cuando las sondas terrestres alcancen otros planetas civilizados, las matemáticas y las ecuaciones matemáticas pueden ser una manera eficaz de establecer una comunicación primaria, puesto que las bases científicas y tecnológicas de un viaje semejante estarían basadas necesariamente en las matemáticas.

 

El mensaje de la pirámide, que proviene de nuestro propio pasado, y no del futuro, podría revelar más adelante un número de elementos de información mucho mayor, en la medida en que adquiramos los conocimientos necesarios para reconocerlos.


Algunos investigadores de la Gran Pirámide y de la tradición cóptica han sugerido que la Gran Pirámide sería un registro de un sistema de conocimientos que más tarde se perdieron o dispersaron, con excepción de aquella parte que se ha conservado en las leyendas.

 

Semejantes vestigios de una civilización o civilizaciones anteriores, que nos parece posible reconocer, serían un indicio de que, aunque algunos de sus adelantos eran similares a los nuestros, pudo haber otros logrados en campos distintos y que todavía nos resultan desconocidos. En todo el mundo se encuentran enormes estructuras de piedra que son clasificadas como "no atribuidas".

 

Con ello se quiere decir que nadie sabe realmente quién las construyó. Generalmente, su construcción es similar, lo mismo que su orientación respecto de los planetas, el Sol, la Luna y sus órbitas, las constelaciones y otras estrellas fijas, así como también otras fuerzas, que son posiblemente los campos magnéticos y las corrientes de la tierra.

 

Entre estas enigmáticas estructuras prehistóricas hay que incluir:

  • las pirámides de Teotihuacán en México y las más viejas ciudades de Yucatán;

  • las ruinas preincaicas de los Andes peruanos y las líneas del valle de Nazca;

  • las ruinas enormes de Tiahuanaco, situadas a una altura de 4.000 metros;

  • las gigantescas estructuras de piedra de las Islas Británicas, especialmente Stonehenge y Avebury, y las grandes piedras verticales de Bretaña, algunas de las cuales continúan bajo el mar;

  • las ruinas prehistóricas de las islas del Mediterráneo, del Oriente Medio y de Asia Sudoriental, los restos ciclópeos de las Carolinas, las Marquesas y otras islas del Pacífico, las estructuras monolíticas existentes bajo el Caribe, el complejo pétreo de Niebla, en España y las obras del norte de África —incluido Egipto— cuyo origen se desconoce;

  • la orientación de los grandes montículos de piedra de los Estados Unidos y las pirámides arcaicas de la China.

Hasta la primera década del presente siglo, todas las viviendas de China eran orientadas por un nigromante, antes de su construcción, con el fin de aprovechar las afortunadas vías o corrientes invisibles que se desplazan a lo largo y ancho de la Tierra. (Debe recordarse que los primeros compases vinieron de la China.)

 

El doctor Ernst Borschmann, un agudo comentarista del paisaje arquitectónico de la China, pensaba que la disposición de templos, pagodas y pabellones, orientados hacia un centro desde el cual irradian, se asemeja a un campo magnético. El procedimiento, que consiste en seguir las líneas de fuerza de la Tierra (en chino se llaman feng shui: "viento-agua"), posiblemente un resabio de alguna ciencia muy avanzada de la Antigüedad, ha sido ahora descartado como algo propio de hábitos supersticiosos y feudales.

 

Sin embargo, otra forma de "superstición", la acupuntura, que podría también ser una reliquia científica valiosa y disfrazada a través de los siglos como algo mágico, ha sido elevada a una posición de respetabilidad por el actual régimen chino.


Si en la Antigüedad se hubiese comprendido y desarrollado la fuerza del magnetismo y del magnetismo invertido, hasta un punto en que la gravedad, que es en sí una forma de magnetismo, pudiera haber sido canalizada como otras fuerzas naturales, dispondríamos de una explicación acerca de algunas de esas construcciones prehistóricas que se nos antojan técnicamente imposibles y muchas de las cuales parecen haber sido literalmente lanzadas sobre las cumbres de las montañas y colgadas de los bordes de los precipicios, cual piedras monolíticas que hubiesen volado hasta allí.


Resulta inquietante pensar que algunos restos de antiguas técnicas electromagnéticas podrían estar aún protegiendo las pirámides egipcias, mientras los científicos de la actualidad tratan de desentrañar sus Secretos, que en este caso serían cámaras selladas ocultas en su interior.

 

Desde hace algún tiempo se ha estado llevando a cabo un proyecto que consiste en penetrar la estructura interna de la pirámide de Chefrén, en Giza, por medio de rayos cósmicos. Los trabajos son dirigidos por el doctor Amr Gohed, de la Universidad de Ein Shams, de El Cairo, quien utiliza, entre otros equipos, una nueva computadora IBM 1130.

 

Aunque las pruebas se realizan con toda pericia, los registros diarios han ido arrojando, para las mismas secciones, modelos completamente diferentes:

Según el doctor Gohed, "...es algo que desafía todas las leyes conocidas de la ciencia y la electrónica..." y que resulta "científicamente imposible".

Un artículo del Times de Londres señaló:

"...Se ha llegado a la conclusión de que las esperanzas de realizar un gran descubrimiento se han convertido en una masa de símbolos ininteligibles...", y el doctor Gohed, al resumir la forma en que el proyecto ha fracasado hasta ahora, dijo: "En la pirámide opera alguna influencia que desafía todas las leyes de la ciencia...".

Pero, más que un desafío a la ciencia, lo que podría ocurrir es simplemente que hubiese otras leyes que no comprendemos todavía, como por ejemplo tensiones y fuerzas de atracción que representan los poderes ocultos de la Tierra, el Sol, la Luna, los planetas y las estrellas.


En su libro, The View over Atlantis (Visión sobre la Atlántida), John Mitchell se refiere a la unidad que muestra la cultura prehistórica y observa:

"...La Tierra está sembrada de obras prehistóricas de ingeniería relacionadas con el uso del magnetismo polar". Luego sugiere que vivimos "... dentro de las ruinas de una antigua estructura cuyas vastas dimensiones la han hecho ya invisible...".

De allí la relación que hay entre los grandes restos pétreos de la prehistoria que aún se yerguen en las llanuras, montañas, desiertos, en las selvas y bajo los mares del mundo.

 

Según su opinión,

"... los filósofos de aquella época (consideraban que) la Tierra era una criatura viva y su cuerpo, como el de cualquier otra criatura, tenía un sistema nervioso en su interior, relacionado con su campo magnético. Los centros nerviosos de la Tierra, que en el cuerpo humano coinciden con los puntos de acupuntura de la medicina china, eran conservados y reverenciados en edificios sagrados, dispuestos como un microcosmo del orden cósmico...".

Existen indicios de que en el pasado remoto pudo existir una o más civilizaciones mundiales que desaparecieron, como resultado de las catástrofes naturales o provocadas que se produjeron mucho antes de lo que se recuerda como los inicios de nuestra historia cultural, en el cuarto milenio A.C. Estos indicios han sobrevivido en buena medida como fragmentos de un conocimiento avanzado y que fue renarrado o recopiado a lo largo de los siglos.

 

Resulta difícil o imposible precisar la fecha en que fueron erigidos algunos edificios o monumentos, pese a su majestuosidad y a que podría provenir de aquel período. Además, la extensión del lapso que hemos observado previamente para la aparición y desarrollo del hombre civilizado, apenas permite disponer del tiempo necesario para construir esta cultura, que en gran medida es materia de hipótesis.

 

No obstante, los recientes descubrimientos del doctor Louis Leakey y Mary Leakey en la garganta de Olduvai, Tanzania, y los de Richard Leakey en Kenya, indican que el hombre primitivo pudo existir hace dos millones de años, y los descubrimientos en las cuevas de Vallonet, en Francia, han establecido que la fecha de algunas herramientas primitivas es de un millón de años.

 

El estudio de los cráneos del hombre de Cro-Magnon (que, según se ha considerado generalmente existió hace 30.000 o 35.000 años antes de nuestra era), indican que la capacidad de su cráneo y el tamaño del cerebro que se desprende de ella era por lo menos igual y algunas veces superior al nuestro.


Aunque las maravillosas pinturas de animales en cuevas de Francia y España —situadas a menudo en cavernas que han quedado bajo el nivel del suelo— han sido consideradas parte de la herencia artística del mundo, hay otras obras de arte menos conocidas, que podrían conducir a una reevaluación fundamental de la edad del hombre civilizado.

 

En Lussac-les-Cháteaux, Francia, hay imágenes talladas en trozos lisos de roca, cuya edad puede calcularse por las capas de tierra que las cubren y que muestran unos dibujos pertenecientes a la época que habitualmente se asocia con el hombre de las cavernas, de una calidad tan sorprendente, que parecen increíbles.

 

En una época anterior en miles de años al amanecer, de nuestra actual y familiar civilización, se muestran personas de apariencia inesperadamente moderna, vestidas de túnicas, botas, cinturones, chaquetas y sombreros. También aparecen hombres con barbas recortadas y bigotes.


En Sudáfrica se encuentran otras pinturas murales muy sofisticadas, dentro de cuevas del mismo período, aproximadamente, y que representan viajeros blancos, vestidos con ropas de complejo diseño pero imposibles de identificar, empeñados en lo que pudo ser un safari prehistórico o un viaje de exploración.


Las nociones de evolución prehistórica señalan que un tipo de hombre sigue al otro, dentro de la escala ascendente de la evolución y que los mejor dotados y más desarrollados reemplazan a los más primitivos. Aunque esto es en general cierto, y el tipo Cro-Magnon sustituyó al embrutecido hombre de Neanderthal, durante la prolongada historia de la Tierra fue posible que aquellos dos tipos coexistieran, protagonizando una situación que subsiste incluso hoy, con una población que incluye a los científicos atómicos y a los aborígenes de Australia.


Si hubiese existido una civilización anterior a la que conocemos, parecería razonable esperar que existiese alguna señal que lo demostrase y que nos proporcionara una prueba concluyente (si es que algo puede ser concluyente en la investigación arqueológica) de que tal cultura técnicamente desarrollada existió, no sólo hace algunos años, sino miles de años atrás.

 

Sin embargo, tal como sucedería si nuestra civilización fuese destruida, la mayor parte de los edificios, máquinas y artefactos se pudrirían o enmohecerían y quedarían diseminados o irreconocibles, antes de que pasaran algunos miles de años. Podrían sobrevivir algunos indicios, si quedasen enterrados en la Tierra en movimiento, debajo del subsuelo y los hielos del Norte o de la Antártica, o escondidos ten el fondo del mar.


El desarrollo del carbono-14, el argón potásico, el uranio teórico, la termoluminiscencia, la dendrocronología y otros sistemas de identificación de edad, han sacudido algunas de nuestras más antiguas teorías acerca de las primeras fechas de la civilización. En Ngwenya, Lesotho, existe una mina de hierro que era trabajada por mineros desconocidos hace 43.000 años.

 

En Irán se han encontrado herramientas de piedra a las que se ha atribuido una antigüedad de 100.000 años. En el norte de Michigan se han descubierto labores mineras de cobre de gran magnitud que aparentemente son anteriores a los indios en miles de años.

 

En Wattis, Utah, un nuevo túnel perforado en una mina de carbón permitió descubrir una serie insospechada de túneles de antigüedad desconocida. El carbón hallado en esos túneles había estado tan expuesto a los elementos, que resultó inservible para quemar. No había leyendas indias relativas a dichas minas, y los indios no utilizaban técnicas de túnel para extraer el mineral.


A medida que el hombre ha explorado más el interior de la Tierra, se han ido descubriendo algunos artefactos conservados dentro del carbón, piedras u otras capas sólidas, lo cual sugiere una edad tan antigua, que solamente se la ha podido calcular de manera estimativa.

 

En Fisher Canyon, Nevada, se halló la huella de un yacimiento de carbón cuya antigüedad se calculó en 15 millones de años. Se estima que otra huella de tacón o sandalia encontrado en una roca arenisca, bajo el desierto de Gobi, tendría también varios millones de años de edad.

 

Y en Delta, Utah, quedó al descubierto la marca fosilizada de una sandalia que contenía trilobites, lo cual significaba que se habían depositado allí después de haber quedado grabada la huella, o bien que estaban pegados a la sandalia. Los trilobites eran animales marinos paleozoicos que se extinguieron hace unos 200 millones de años. En 1959, en Italia, se extrajo un esqueleto humano fosilizado rodeado de estratos cuya edad se calculó en millones de años.


Al examinar un trozo de cuarzo hallado en California, se encontró en su interior un trozo de hierro completamente envuelto, como los insectos prehistóricos conservados en ámbar en el Mar del Norte. Y en Nevada, un trozo de feldespato que se extrajo de la mina Abbey, en Treasure City, en 1865, contenía un tornillo metálico de dos pulgadas, que se había oxidado, pero que dejó la huella de su diseño y el molde de sus roscas dentro del feldespato. La edad de la piedra misma fue calculada en millones de años.

 

El siglo pasado se descubrió en la aldea de Schündorf, cerca de Vócklabruck, Austria, un pequeño objeto metálico con forma de cubo, de menos de un centímetro de largo y ancho, que se hallaba en el interior de un bloque de carbón. En torno del cubo hay una línea que forma una especie de canal y que tiene bordes redondos, como si hubiese sido hecha a máquina. Naturalmente, no hay explicación acerca de qué era o cómo llegó hasta el interior del bloque de carbón, hace millones de años.


En la época de la conquista del Perú, un grupo de indios dirigidos por españoles descubrió un clavo dentro de una roca. El hecho produjo conmoción, no sólo por la aparente antigüedad del clavo, sino porque el acero era desconocido en América antes de la llegada de los españoles.


En Blue Lick Springs, Kentucky, se extrajo un mastodonte de una profundidad de cuatro metros. Pero, al seguir excavando, se halló un pavimento de piedras un metro más abajo del lugar donde había estado el animal. Este es sólo un ejemplo de los varios hallazgos de antiguas obras de piedra hechos dentro de Estados Unidos. Resultó tan antiguo, que no se ha aceptado la determinación de su edad por medio de los objetos que le rodeaban o se hallaban sobre él (como en el caso del mastodonte).


Estos y muchos otros casos son tan difíciles de explicar en términos históricos, que muchos se inclinan a no atribuirles seriedad; otros los atribuyen a visitantes de otros mundos, que dejaron sus huellas en nuestro planeta en épocas tan remotas que lo que es ahora roca maciza era entonces un material maleable y viscoso.

 

Sin embargo, existe la posibilidad de que esas huellas y simples objetos fuesen hechos por hombres de razas extremadamente antiguas que poblaban la Tierra, y que los descubrimientos en las minas signifiquen que esa civilización era tan remota, que sólo ha podido encontrarse lo que estaba escondido dentro de la tierra o conservado en el interior de otros materiales, pero sin que hasta ahora se lo haya podido identificar.

 

Uno se pregunta cuántos pequeños secretos han sido destruidos a lo largo de los siglos, ya que sólo quedan muy pocos enigmas que demuestren alguna evidencia acerca de una civilización remota, aparte de las leyendas.


Las leyendas y representaciones pictóricas de animales extinguidos pero reconocibles podrían ser otros tantos indicios acerca de la antigüedad de la cultura humana. En ciertos jarrones encontrados en Tiahuanaco se puede ver un animal que se parece mucho al toxodón.

 

El toxodón es un animal prehistórico que se parece en algo al hipopótamo y que se pensaba que se había extinguido mucho antes del desarrollo del hombre civilizado. En todo caso, se creía que no podía adaptarse a una árida meseta de 4.000 metros como Tiahuanaco, y además, esa zona no parecía un lugar probable para la existencia de una gran cultura.

 

Existen indicios, como la presencia de terrazas por encima de la actual línea de nieves en las montañas circundantes y la fauna oceánica que existe en un profundo lago, que hacen pensar que toda la zona podría haber estado miles de metros más abajo cuando se construyó Tiahuanaco; tal vez en el nivel del mar y en la costa.


En la meseta de Marcahuasi, cerca de Kenko, Perú, hay enormes tallas en piedra, y en ciertos casos se dan laderas completas que han sido modificadas por el tallado. Estas obras preincaicas, pese a hallarse desgastadas por épocas incontables, pueden ser identificadas como leones, caballos, camellos y elefantes, ninguno de los cuales se sabe que haya vivido en Sudamérica durante la era del hombre civilizado.

 

También pueden hallarse en el Perú llamas dibujadas sobre cerámicas muy antiguas, que se encontraron en las ruinas de una ciudad costera cerca de Pisco y que son representadas con cinco dedos, como eran hace muchos miles de años, en lugar de los cascos hendidos que desarrollaron posteriormente.


En ciertos petroglifos esculpidos en formaciones rocosas de Norte y Sudamérica se han descubierto animales que parecieran ser dinosaurios. Pero, puesto que los lagartos comunes, los gilamonsters (grandes lagartos venenosos de Arizona, Nuevo México, etc.) y las iguanas, por ejemplo, se parecen a sus remotos ancestros, los dinosaurios, resulta difícil precisar si dichos petroglifos representan monstruos prehistóricos o lagartos ordinarios.

 

Ese podría ser también el caso de un pictógrafo indio o preindígena que muestra a un gran lagarto grabado en una formación rocosa de Big Sandy River, Oregon. Sin embargo, la pintura tiene un gran parecido a un estegosaurio, un tipo especial de dinosaurio.


En 1924, la expedición Doheny encontró petroglifos de una edad antiquísima en el Cañón Havasupai, cerca del Gran Cañón del Colorado. Uno de ellos mostraba a un grupo de hombres atacando a un mamut, lo cual resulta muy inesperado en América, donde el hombre ha sido habitualmente considerado un ser de aparición muy reciente, geológicamente hablando.

 

Entre otros de los pictógrafos examinados se encontró una representación bastante exacta de un tiranosaurio, que aparecía de pie y parcialmente apoyado en la cola, exactamente como en las reproducciones posteriormente realizadas en los museos. En otros petroglifos a lo largo del Amazonas y sus tributarios se encuentran los que parecieran ser otros animales prehistóricos, sobre todo el estegosaurio.


Cerca del pueblo de Acámbaro, en México, durante una excavación realizada en 1945, se desenterraron estatuillas de arcilla que han sido motivo de conmoción arqueológica durante años. Consisten en modelos de rinocerontes, camellos, caballos, monos gigantescos y dinosaurios de la era Mesozoica.

 

(El hallazgo fue posteriormente desacreditado, ya que el descubridor Waldemar Julsrud, al ofrecer recompensa sólo por las estatuillas completas, estimuló inadvertidamente la confección de reproducciones por parte de los indígenas locales.)

 

Sin embargo, las pruebas de carbono-14 a que han sido sometidas las figuras, indican que su edad varía entre los 3.000 y 6.500 años. Una de las figuras se parece tanto a un tipo de dinosaurio llamado brachiosaurio, que si no fuera por las eras geológicas transcurridas, uno podría creer que el artista había visto realmente el animal.


Naturalmente, el hecho de que el hombre primitivo dibujara o modelara animales que se parecían a los dinosaurios no constituye una prueba de que los hubiese visto alguna vez (aunque pudo haber visto sus huesos). El dragón de San Jorge y el dragón de China, lo mismo que el sirrush (un vertebrado similar al dragón, que aparece representado entre los animales reales en las paredes de Babilonia), eran apenas realidades físicas. No obstante, algunos detalles sugieren que el hombre primitivo pudo haber aparecido mucho antes de lo que se cree comúnmente y que tuvo alguna relación con ciertos animales que se suponían extinguidos en su época.


Algunos de estos sobrevivientes habrían sido localizados en las épocas tardías de la era Terciaria. Sin embargo, puesto que algunos de los pictógrafos parecen representar reptiles de la era Mesozoica, muy anterior al advenimiento del hombre, cabría sugerir una inquietante explicación. Si en una época anterior a la nuestra hubiese existido un hombre altamente civilizado, su curiosidad científica le habría llevado a descubrir la presencia de dinosaurios jurásicos, como ha ocurrido con nosotros.

 

Con la desaparición de esta civilización primitiva, este conocimiento podría haber sido conservado a través de leyendas (acerca de dragones) y pictógrafos. Una vez más, como en el caso de nuestra propia civilización, debemos recordar que hace poco más de 100 años, los tradicionalistas explicaban la presencia de enormes fósiles en la Tierra sosteniendo que Dios había creado los fósiles al mismo tiempo que nuestro planeta.


Andrew Thomas, escribiendo acerca de los anacronismos históricos en su libro We are not the First (No somos los primeros), cuenta de un cráneo de auroch (antiguo buey salvaje) que ahora se encuentra en el Museo Paleontológico de Moscú. El cráneo, cuya edad se calcula en varios miles de años, muestra en su parte frontal un pequeño agujero que fue evidentemente provocado por un proyectil redondo. La falta de líneas radiales quebradas, la velocidad y el calor desarrollados por el proyectil, al igual que su forma, sugieren que se trataba de una bala.

 

La supuesta bala no fue disparada después de la muerte del auroc, ya que la investigación mostró que la herida había sanado algún tiempo después de haber sido inflingida. En el Museo de Historia Natural de Londres hay otro ejemplar similar. Se trata de un cráneo humano encontrado en una cueva en Zambia y con una edad atribuida de 40.000 años, que muestra un agujero similar en el costado izquierdo, igualmente sin trizaduras radiales. Las posibilidades que sugieren estos disparos prehistóricos, si es que son tales, resultan inquietantes.


Aunque estos descubrimientos podrían considerarse aislados, apuntan hacia la posibilidad de que el hombre civilizado haya existido en la Tierra desde hace mucho más tiempo que el que antes se creyó. Sin siquiera considerar la posibilidad de que alguna civilización hubiese llegado a la Tierra desde el espacio exterior, como se ha sugerido frecuentemente, habría habido tiempo y espacio en la historia de nuestro propio planeta como para que se hubiesen desarrollado una o varias culturas hasta el punto de aniquilarse a sí mismas por medio de guerras, trastornos ambientales, o de haber sido destruidas por otras fuerzas que habrían desencadenado inconscientemente.


Si partimos de un punto en la Antigüedad situado en el año 4.000 A.C., advertimos que nuestra propia cultura ha progresado desde la agricultura y el pastoreo primitivos hasta la fisión nuclear en un lapso de sólo 6.000 años. Tomando en cuenta la edad de la Humanidad, ha habido mucho tiempo para que otras culturas llegaran a un nivel similar al nuestro.

 

Al reconsiderar algunos de los antiguos documentos que han llegado hasta nosotros, podríamos obtener cierta información en el sentido de que la Humanidad alcanzó anteriormente nuestra actual capacidad de destrucción. Aunque existen indicios de grandes explosiones de la superficie de la Tierra en la Biblia (Sodoma y Gomorra), en la mitología griega y en muchas de las leyendas de los indios de Norte y Sudamérica, es en los antiguos testimonios escritos de la India, copiados y recopiados desde la antigüedad prehistórica, donde encontramos, descritos con bastante detalle, el uso y efecto de algo que se parece mucho a las explosiones atómicas durante una guerra.


En varios de los antiguos libros de la India, que a diferencia de lo ocurrido con tantos documentos occidentales escaparon al fuego y la destrucción, pueden hallarse referencias inesperadas a esos recientes adelantos de nuestra civilización tecnológica. Dichas alusiones describen, como si hubiesen sido escritas hoy y no hace miles de años, cuestiones como la relatividad del tiempo y el espacio, los rayos cósmicos, la ley de la gravedad, la radiación, la naturaleza cinética de la energía y la teoría atómica.

 

La escuela Vaisesika de los filósofos científicos de la antigua India, desarrolló o conservó la teoría de que los átomos estaban en incesante movimiento. Subdividieron la medida del tiempo en una serie increíble de fracciones de segundo, y el más infinitesimal fue considerado como el "período empleado por un átomo para atravesar su propia unidad de espacio".


En el Mahabharata, un gigantesco compendio de más de 200.000 versos que se refiere a la creación del cosmos, a la religión, las oraciones, costumbres, historia y leyendas relativas a dioses y héroes de la antigua India, hay abundancia de referencias sorprendentemente modernas. Se supone que este libro fue escrito originalmente hace 3.500 años, pero describe acontecimientos que supuestamente ocurrieron miles de años antes.

 

Entre los versos del Mahabharata hay algunos que contienen vividas descripciones de lo que pareciera ser una visión de primera mano de una guerra atómica.


En la década de 1880, cuando los estudiosos de filosofía y religión pudieron leer y estudiar el Mahabharata (una traducción se terminó en 1884), naturalmente estimaron que las frecuentes y detalladas alusiones a antiguas naves aéreas (vimanas), con instrucciones acerca de cómo eran accionadas y sobre la manera de reconocer aviones enemigos, eran fantasías poéticas.

 

Había incluso referencias aún más asombrosas a un arma diseñada para provocar la parálisis de los ejércitos enemigos (mohanastra: "la flecha del inconsciente") y descripciones de "carruajes de dos pisos con muchas ventanas que proyectaban llamaradas rojas y que volaban como cometas... a las regiones del cielo y las estrellas".


Debe recordarse que el Mahabharata fue traducido décadas antes de la aparición del avión, el gas venenoso o nervioso, los cohetes manejados por el hombre y las bombas atómicas. Tales referencias no significaban otra cosa sino alocados vuelos de la imaginación, para los lectores de la era Victoriana.

 

Los estudiosos occidentales del Mahabharata advirtieron fácilmente otras alusiones a ciertas armas relativamente modernas y que estaban relacionadas con un control del poder de fuego, las distintas clases de artillería y cohetes, las "balas del hierro", los explosivos de salitre, sulfato y carbón, las bombas cohete capaces de abatir puertas de ciudades, y los agneyastras, cañones cilíndricos que hacían un ruido como el de un trueno.

 

Pese a que todo fue atribuido a la antigua India, no lograron asombrar a los lectores. Algunos sospecharon que constituían un "entrometimiento" o deslices en la traducción, debido a un comprensible intento indio de decir: "nosotros lo tuvimos antes".


Otras armas misteriosas mencionadas en el Mahabharata fueron mejor comprendidas, aunque antes resultaban bastante ininteligibles, en pleno desarrollo de la Primera Guerra Mundial. Ramchandra Dikshitar, comentarista militar de la India, señaló en su obra War in Ancient India (Guerra en la India antigua) que el Mahabharata contenía alusiones a la guerra: los modernos aviones serían los equivalentes de los vimanas, el arma mohanastra que hacía que ejércitos enteros cayesen inconscientes equivalía al gas venenoso.

 

También dijo que se utilizaba una cortina de niebla o de humo para producir una densa bruma para el camuflaje, y comparó el tashtra, un arma "capaz de matar a un gran número de enemigos al mismo tiempo", con los explosivos modernos más avanzados. Aunque los estudiosos del siglo pasado y algunos oficiales británicos de la Primera Guerra Mundial reconocieron algunas de las armas "redescubiertas" del Mahabharata, otras de las descripciones resultaban tan inconcebibles, que incluso hicieron confundir a los traductores.

 

P. Chandra Roy, autor de la principal versión inglesa, observó en la introducción:

"Para el lector inglés puro y simple habrá muchas cosas en este libro que le parecerán ridículas...".

Sin embargo, lo que resultaba ridículo o misterioso en la década de 1880 e incluso en la Primera Guerra Mundial, ya no es tan enigmático para casi ninguna persona que viva en nuestro incierto mundo de hoy. Los siguientes párrafos, que se refieren a una guerra de la Antigüedad, nos resultan asombrosamente familiares, aunque están separados de nuestra era atómica por muchos miles de años.

 

Encontramos la siguiente descripción de un arma especial lanzada contra un ejército enemigo:

Un solo proyectil, cargado con toda la potencia del Universo. Una columna incandescente de humo y llamas, tan brillante como diez mil soles, se alzó en todo su esplendor... era un arma desconocida, un rayo de hierro, un gigantesco mensajero de la muerte que redujo a cenizas las razas de Vrishnis y Andakas (los enemigos contra quienes se utilizó) ...Los cadáveres estaban tan quemados que resultaban irreconocibles.

 

Sus cabellos y uñas desaparecieron; jarros y objetos de greda quedaron destrozados, sin motivo aparente, y los pájaros se volvieron blancos. Al cabo de pocas horas, todos los comestibles estaban infectados... para escapar a este fuego, los soldados se lanzaron a los arroyos y trataron de lavar sus cuerpos y todo su equipo.


(Aquella poderosa arma) ...arrasó con multitudes (de guerreros), corceles y elefantes, automóviles y armas, como si fueran hojas secas de los árboles... barridas por el viento... lucían muy hermosas, como aves en vuelo... volando desde los árboles...

En lugar de referirse a los resultados visuales producidos por la explosión de aquella superarma como la nube en forma de seta, el escritor, que la vio, o tomó su descripción de otros relatos o simplemente imaginó su efecto, lo describió como grandes nubes que se abrían una sobre la otra, cual una serie de parasoles gigantes; es decir, una concepción distinta a la nuestra, pero que no resulta un mal símil.


Incluso se dan las dimensiones aproximadas del arma o bomba:

... Una columna tan fatal como la vara de la muerte. Medía tres codos y seis pies. Dotada de la fuerza del trueno de Indra, el de los mil ojos, era... capaz de destruir a todas las criaturas vivientes...

También se puede leer un relato acerca del choque en el aire de dos cohetes:

... Las dos armas se encontraron en pleno vuelo. Luego, la Tierra con todas sus montañas y mares comenzó a temblar, y todas las criaturas vivas sintieron el calor de la energía de las armas y se vieron grandemente afectadas. Los cielos resplandecieron y los diez puntos del horizonte se llenaron de humo...

Muchos piensan que la gran guerra descrita en el Mahabharata se refiere a la invasión "aria" del sub-continente indio, que vino desde el Norte. El relato pudo haberse hecho en términos comprensibles, acordes con la época, como ocurre con la Iliada, sin recurrir a un lenguaje de ciencia ficción y sin aludir a esas armas extrañamente proféticas.


Sin embargo, conviene señalar que los esqueletos descubiertos en las muy antiguas ciudades de Mohenjo-Daro y Harappa Rahi, en Pakistán, resultaron extremadamente radioactivos. No se sabe prácticamente nada de estas antiguas ciudades, excepto que fueron repentinamente destruidas.


Por muy actuales que resulten, las antiguas descripciones de aviones y armas atómicas no significan necesariamente que el escritor presenciara personalmente aquellas maravillas, o que existieran incluso, salvo en su activa o febril imaginación. En nuestra propia era, la tira cómica de Buck Rogers se refería con toda libertad al uso de armas atómicas, hasta que el FBI, poco antes de la prueba de la verdadera y supersecreta bomba atómica en Nuevo México, persuadió al autor de que desistiera de tales referencias.

 

En el Viaje a la Luna, de Julio Verne, existe otra inconsciente coincidencia profética y de ciencia ficción: Verne escogió la Florida como base para su imaginario disparo lunar, adelantándose en más de un siglo al verdadero. Otra coincidencia profética: las medidas atribuidas por Verne, hace más de un siglo, al submarino imaginario del capitán Nemo, son casi idénticas a las de los actuales submarinos atómicos norteamericanos.

 

El caso de Swift y las lunas de Marte resulta todavía más asombroso. Al escribir Los viajes de Gulliver, en 1726, Swift describió los satélites de Marte y dio sus dimensiones aproximadas, que resultaron correctas, y también detalles acerca de su revolución en torno del planeta, pese al hecho de que las lunas a las que se refirió tan de paso (y exactamente) en su obra de ficción no fueron descubiertas hasta 1877.

 

Sin embargo, Verne, Swift y el creador de Buck Rogers vivían en una época científica, en que la posibilidad de tales descubrimientos o inventos era sólo cuestión de tiempo. Pero los documentos indios provienen tal vez de hace más de 6.000 años.


Algunos asiáticos, y occidentales también, que suscriben la teoría de que el hombre civilizado ha existido durante un período mucho más largo que el sospechado anteriormente (al correr la cortina del tiempo ciertamente no parecen hallarse siglos y ni siquiera milenios que pudieran añadirse) no descartan la posibilidad de que hayan existido en todo el mundo olas de civilizaciones con puntos cumbres y desapariciones.


Algunas de ellas no han dejado huellas, salvo en la leyenda. Por lo tanto, están dispuestos a creer que las sorprendentemente detalladas referencias indias a átomos, estructura y armas Atómicas y tecnología avanzada podrían ser simplemente un recuerdo bien conservado de civilizaciones prehistóricas y científicamente muy adelantadas.
 

En las leyendas acerca de la India, debiéramos también considerar el hecho de que algunas regiones de la superficie de la Tierra parecen mostrar cicatrices atómicas adquiridas miles de años antes de las actuales actividades atómicas. Estos lugares existen en Siberia, Iraq, Colorado y Mongolia (donde las pruebas atómicas chinas están dejando nuevas cicatrices, comparables a las antiguas y, en algunos sitios, situadas en un nivel del suelo inferior al actual.


Durante una excavación exploratoria realizada en Iraq en 1947, fueron saliendo a la luz sucesivas capas culturales, en lo que uno podría llamar el pozo de una mina arqueológica.

 

Partiendo del nivel actual, la excavación pasó por los niveles culturales urbanos correspondientes a Babilonia, Caldea y Sumeria, luego por los de las primeras aldeas, luego por otros correspondientes a los labradores primitivos de los años 6.000 a 7.000 A.C. y, más abajo, por los indicios de una cultura de pastores, para llegar finalmente a una era correspondiente a la cultura de La Madeleine de las cavernas, que existió hace unos 16.000 años.

 

Más abajo aún, al fondo de todos los niveles apareció un piso de cristal fundido, que no se parecía a nada, salvo al suelo dejado en el desierto de Nuevo México por las explosiones que inauguraron nuestra actual era atómica.
 

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CAPITULO 9
Los observadores: Protectores, invasores, o simples curiosos:

SI LOS OVNI U OTROS SISTEMAS ESTÁN SECUESTRANDO aviones, barcos y personas, especialmente en el Triángulo de las Bermudas, y en otras regiones del mundo, un elemento fundamental de cualquier investigación sobre el asunto sería el examen de la posible razón o razones.

 

Algunos investigadores han sugerido que ciertos seres inteligentes, y con un grado de desarrollo científico años de luz más avanzado que el de los pueblos relativamente primitivos de la Tierra, se habrían dedicado durante siglos a observar nuestros progresos, y finalmente habrán de intervenir, para evitar que destruyamos nuestro planeta. Naturalmente, esto significa presumir en esos seres del espacio exterior o interior una condición altruista que no suele ser la dominante entre pioneros o exploradores.


Por otra parte, podría ocurrir que en las cercanías del Triángulo de las Bermudas, y en algunas otras localidades nodales de las corrientes gravitacionales electromagnéticas, existiera una puerta o ventana hacia otra dimensión en el tiempo o el espacio, a través de la cual estos entes extraterrestres, dotados de un complejo utillaje científico, pudieran penetrar a su antojo.

 

Sin embargo, cuando dicho conducto es hallado por seres humanos, se convierte en una calle de una sola vía, de la cual sería imposible regresar, dado su nivel de desarrollo científico, o debido a que una fuerza extraña lo impediría. Muchas de las desapariciones, especialmente las relativas a tripulaciones completas de barcos, hacen suponer la existencia de expediciones de secuestro cuya misión sería obtener seres humanos para confinarlos en zoológicos espaciales, para exhibirlos en diferentes eras del desarrollo planetario, o para fines de experimentación.


El doctor Manson Valentine sugiere que podrían existir diversos grupos de visitantes espaciales, a veces hostiles, y que algunos de dichos seres provenientes del espacio, las profundidades oceánicas o incluso alguna otra dimensión, podrían estar relacionados con nosotros; serían nuestros primos de muchos miles de años de antigüedad y lo bastante civilizados como para tener un motivo altruista que los llevase a protegernos a nosotros y a nuestro planeta, o pragmáticamente preocupados acerca de su propio medio ambiente.


Desde este último punto de vista, es evidente que la Tierra y sus pobladores están en creciente peligro de ruina y destrucción. Esto habría podido producirse en diversas ocasiones en los milenios anteriores, pero aunque la Tierra estaba en peligro, no fue convertida en un lugar inhabitable a diferencia de lo que tal vez sucedió con diversos planetas y lunas cercanos.

 

Entre algunas razas que han desaparecido casi completamente se conservan aún recuerdos de catástrofes casi fatales, y según las tradiciones de otras muy antiguas, no ha habido una sino varias hecatombes globales. Las razas indígenas de América Central han contado hasta ahora tres veces el fin del mundo, y aseguran que habrá de producirse el cuarto en una fecha no muy lejana, en esta ocasión por el fuego.

 

Los hopi, que entre las tribus indias de los Estados Unidos son quienes conservan el registro más completo y curiosamente detallado de sus andanzas y del cosmos mismo, también hablan de las tres veces que acabó el mundo: una debido a una erupción volcánica y al fuego, otra causada por terremotos y por el desplazamiento ocasional del eje de la Tierra, y una tercera provocada por inundaciones y hundimientos de continentes que a su vez eran la consecuencia de la guerra entre los habitantes del "Tercer Mundo" empeñados en destruir sus ciudades por medio de ataques aéreos.

 

Entre paréntesis, la referencia al desplazamiento del eje de la Tierra es en sí una muestra del extraordinario conocimiento que había alcanzado una pequeña tribu india, no sólo acerca de la verdadera forma de la Tierra, sino respecto de su rotación.

 

La teoría según la cual la Tierra perdería temporalmente su velocidad de rotación y luego volvería a ajustaría corresponde a una tesis científica posterior desarrollada por Hugh Auchincloss Brown, quien atribuye dicha perturbación a un exceso de peso causado por la acumulación de hielo en uno de los polos.


Las antiguas leyendas religiosas de la India describen nueve crisis mundiales, mientras otras culturas de la Antigüedad varían un tanto en relación con el número, aunque no respecto de la frecuencia regular de las catástrofes planetarias.


En su diálogo Critias, Platón cita a un sacerdote egipcio que dijo al legista ateniense Solón, de visita en Egipto:

... Ha habido, y volverá a haber muchas destrucciones de la Humanidad, debido a numerosas causas.

Después de explicar a Solón cómo habían conservado los egipcios sus memorias respecto de algunos de estos acontecimientos, gracias a sus archivos, observó:

... y luego, en el período habitual, la corriente del cielo baja cual una pestilencia... y así, tiene uno que empezar todo de nuevo, desde niño... (agregando, como una alusión tajante respecto de la falta de registros griegos:) Ustedes recuerdan sólo un diluvio, y sin embargo, hubo muchos...

La teoría cíclica de la civilización que prevaleció en el mundo antiguo y existe todavía, en cierta medida, en Asia, se halla en marcado contraste con la teoría del progreso lineal de nuestra propia cultura, con su preocupación por el paso y la presión del tiempo y la constante marcha adelante de la civilización y el desarrollo científico. No obstante, en la medida en que nuestros conocimientos se hacen mayores, podríamos descubrir que lo sospechado por observadores de la Antigüedad realmente ocurrió.


Las catástrofes mundiales y las destrucciones de civilizaciones completas podrían haber sido anteriormente el resultado de muy diversas causas, algunas de las cuales podrían hallarse hoy frente a nosotros, aunque nos neguemos resueltamente a contemplarlas. Entre ellas, una de las más destacadas es la del exceso de población, un problema mencionado solamente, entre todos los documentos de la Antigüedad, por el Mahabharata, como si el subcontinente indio hubiese sufrido entonces como ahora de una población excesiva.

 

La guerra nuclear, a la que se alude en los documentos antiguos y que hoy constituye un dilema fundamental, es, naturalmente, una manera indirecta de resolver el problema, aunque acarrea otro, que es el de que destruye gran parte de la vida del planeta e incluso daña su futura habitabilidad. Si las reacciones atómicas son suficientemente fuertes, provoca además desastres sísmicos e inundaciones debidas al derretimiento de los hielos.


Incluso ahora podrían estar preparándose otras catástrofes, no relacionadas con la actividad atómica, pero ligadas al desarrollo tecnológico y cuyos resultados sólo serán conocidos con el transcurso del tiempo. Por ahora, además de estar empeñados en nuestros experimentos atómicos, en el derroche de la energía nuclear, en la polución ambiental del agua y el aire y en el desequilibrio de la ecología, realizamos de manera muy poco sensata algunos experimentos graduales que podrían tener consecuencias catastróficas.


La observación del Dr. Columbus Islin, ex director de la Woods Hole Oceanographic Institution, es un ejemplo de lo que decimos. Al referirse al aumento de dióxido de carbono en la atmósfera, señaló:

Durante los últimos 100 años, el creciente uso de combustibles fósiles en nuestra civilización industrial mundial ha debido traducirse en la producción de alrededor de 1.700.000 millones de toneladas de dióxido de carbono, que equivale al 70 por ciento de la cantidad que existe actualmente en la atmósfera.

 

Debido a que dos tercios del aumento de esta sustancia son absorbidos por el mar, puede esperarse una mayor cantidad de dióxido de carbono en la atmósfera de un 20 por ciento. No es fácil predecir el efecto que tendrá ese incremento, pero existen razones para pensar que producirá el aumento de la temperatura de las capas inferiores de la atmósfera en varios grados. De esa manera y más o menos a pesar de nosotros mismos, estamos realizando un gran experimento.

El efecto que produciría el derretimiento de los polos provocado por el hombre, con grandes marejadas e inundaciones de las zonas costeras del mundo entero, hace recordar aquella inundación de la prehistoria, que ahora no nos parece en absoluto legendaria y que cubrió zonas de la superficie terrestre en el Atlántico, el Caribe, el Mediterráneo y otros lugares. Incluso el derramamiento de petróleo por alguno de los cada vez mayores superpetroleros o desde el oleoducto de Alaska podría hacer que el hielo polar se fundiera en grandes cantidades y con impredecibles resultados.


La extinción de gran cantidad de especies de la fauna terrestre podría llegar a ser otra causa de futuros desastres, sobre los cuales no podemos todavía formarnos una opinión. Debemos recordar que, en una catástrofe anterior, Noé, que era un ecólogo antes que se pusiera de moda serlo, recogió en su arca a siete parejas de cada uno de los animales más útiles y también rescató un par de cada una de las otras especies, útiles o inútiles.

 

Tal vez en caso del hombre y de otros entes de inteligencia similar, el salto desde la barbarie a la civilización y finalmente al conocimiento y capacidad para utilizar la fisión nuclear es un proceso natural que ya ocurrió antes, no sólo en la Tierra, sino también en otros lugares del Universo. Tal vez otros sistemas civilizados, extraterrestres o incluso de este planeta, como lo han sugerido Valentine, Sanderson y otros, aunque invisibles para nosotros, han superado este afán de autodestrucción y están estudiando nuestro mundo por medio de rutas o puertas abiertas como el Triángulo de las Bermudas.

 

Su finalidad sería aprovecharlo como lección, o bien conservar algunas partes con fines de estudio, o impedir que se autodestruya. Tal vez se proponen orientarlo incluso, del mismo modo en que las naciones más poderosas tratan de guiar a las menos desarrolladas.

 

Sin embargo, adjudicar cualquier propósito a tales observadores significaría suponer que piensan como nosotros: los animales salvajes no pueden comprender por qué los coleccionistas quieren atraparlos y exhibirlos, en lugar de matarlos y comerlos. Tal vez, como se ha sugerido, los OVNI son simples "exploradores" de nuestro planeta. Si es así, lo han estado observando durante un tiempo excesivamente largo.


Si hubiese algo de cierto en la hipótesis de que seres extraños han estado visitando y observando la Tierra y recogiendo información y muestras para algún propósito ignorado, especialmente en la zona del Triángulo de las Bermudas, sería muy interesante preguntarse qué razones tendrían los OVNI para concentrarse en esa región.

 

En la Antigüedad remota se produjeron visiones de aeronaves "celestiales" que sugieren que los OVNI habrían aparecido en zonas que se hallaban en su apogeo, como para comprobar cada cierto tiempo dónde se estaban desarrollando los nuevos centros de civilización y si eran potencialmente peligrosos o no.

 

No tenemos más que señalar la serie de antiguos testimonios relativos a visitas celestiales de dioses o navíos a la Tierra, para distinguir una vaga tendencia a poner énfasis en algunos aspectos que van cambiando con el tiempo. Las primeras visitas narradas en detalle fueron las hechas al antiguo Egipto en la época de Tutmosis III y el viaje espacial emprendido por el sumerio Etana.

 

Por cierto, disponemos de indicaciones más detalladas acerca de contactos extraterrestres en el Libro de Ezequiel, quien cuenta de visitas de aparentes navíos espaciales, que habrían llegado a la Tierra en cuatro ocasiones dentro de un espacio de diecinueve años. Ezequiel asegura que los vio en dos oportunidades y que, al igual que Etana, pudo viajar en ellos. Existe también un posible indicio en el caso de Elías, que ascendió a los cielos en una "deslumbrante carroza" para no regresar jamás.

 

En la India hallamos el recuerdo del vuelo de Rama y en América tenemos las alusiones a dioses que llegaron en máquinas desde el cielo para construir Tiahuanaco. Luego, numerosos testimonios provenientes de Grecia, Roma, la Europa del Renacimiento y —ya en nuestra época— de un número creciente de lugares en el mundo entero y en especial en el Triángulo de las Bermudas, dejan planteada la posibilidad de que los observadores estén interesados en el avance de la civilización tecnológica sobre la Tierra.

 

Estarían preocupados particularmente de los viajes aéreos, la penetración del espacio y la guerra moderna. Durante la II Guerra Mundial y en la de Corea, llegaron a ser comunes los casos de "cazas fantasmas" (luces u objetos no identificados que acompañaban a los bombarderos o los aviones de caza durante el vuelo).

 

En la actualidad hay informes acerca de la concentración de OVNI en las cercanías de las zonas donde se realizan los viajes espaciales, tal vez porque ellos representan un adelanto de grandes posibilidades tecnológicas o porque significan una amenaza al sistema solar o a una parte del Universo.


No obstante, las teorías de Ivan Sanderson sugieren que la amenaza cada vez mayor al medio ambiente oceánico podría haber causado preocupación en algunos modos de vida altamente desarrolladas que existirían dentro de los mares.
Según parece, existen varias confirmaciones sorprendentes (aparte de las enumeradas en el capítulo 6) sobre la actividad submarina de los OVNI, que habrían sido observadas y detectadas por algunas unidades navales de los Estados Unidos.

 

Como ya es usual, estos incidentes han sido en lo posible "retirados de la publicidad", con excepción de los informes iniciales. Uno de los más llamativos es el de la persecución de un objeto submarino que se desplazaba a más de 150 nudos (120 kph), primero por un destructor y luego por un sumergible, durante un ejercicio de la Marina de Estados Unidos. El hecho ocurrió en 1963, al sudeste de Puerto Rico, en el extremo sur del Triángulo de las Bermudas.

 

Puesto que la maniobra consistía precisamente en practicar persecuciones, se supuso que el objeto formaba parte de la práctica. Otros trece barcos de la Marina advirtieron el rápido movimiento del objeto y registraron el hecho en sus bitácoras. La persecución duró cuatro días, y en ocasiones el objeto descendió a profundidades de 7.000 metros, manteniendo su increíble velocidad. Nunca se supo lo que era, aunque la mayor parte de los informes coincidieron en que parecía estar movido por un solo motor.


En el pasado fueron muy frecuentes los testimonios acerca de OVNI que salían del mar, se hundían en él u operaban dentro de las aguas, pero nunca se les detectó y siguió tan de cerca como durante las maniobra de 1963 que acabamos de describir.


Suponiendo que existe bajo el mar alguna antigua rama de la Humanidad u otra forma de vida "civilizada", tales seres, que disponen de un espacio vital muchísimo mayor que el que tienen los modos de vida civilizada como la nuestra en la superficie terrestre, no se preocuparon de nuestros actos durante los milenios pasados. Sin embargo, al advertir que nuestras posibilidades tecnológicas han llegado a representar un peligro para ellos y para su medio ambiente, su política del laissez-faire habría cambiado y los fenómenos del Triángulo de las Bermudas podrían constituir un examen tentativo, o una acción exploratoria anterior a algo más definitivo.


Ivan Sanderson ha estudiado algunos informes sobre los cuales no suelen darse explicaciones ni mucha información, relacionados con unas gigantescas cúpulas submarinas transparentes que han sido vistas frente a la costa de España por buceadores en busca de esponjas, y también desde la superficie, cuando la transparencia de las aguas era favorable, en la plataforma continental norteamericana.

 

Piensa que, si no son instalaciones secretas de defensa, podrían formar parte de una red submarina construida por entes que viven bajo el mar, para fines posiblemente relacionados con sus afanes de neutralizar la creciente polución y envenenamiento de las aguas del océano. Llevando todavía más lejos este razonamiento, sería posible, dado que la Tierra es básicamente un enorme dínamo, "conectarla" por medio de redes electromagnéticas instaladas dentro de los mares y, llegado el caso, activar los impulsos adecuados para cambiar su rotación.


Esta "conexión" de la Tierra hace recordar tanto las antiguas tradiciones como las teorías comparativamente recientes que aluden a grandes fuentes de energía en la Atlántida, esos grandes complejos de láser cristalinos que yacerían en el fondo del Mar de los Sargazos y que aún estarían funcionando intermitentemente, causando perturbaciones electromagnéticas que son a su vez responsables de las averías o desintegración de naves aéreas y marítimas.


Es natural que especulemos acerca de las razones de las visitas de seres extraterrestres y que tratemos de explicar sus propósitos dentro de nuestro propio marco de referencia. Siguiendo este razonamiento, resulta normal suponer que los visitantes han venido a protegernos de nosotros mismos, aunque otros observadores menos confiados presumen que los visitantes no están interesados en protegernos sino en llevarse muestras. Esta suposición parece más lógica si se tiene en cuenta el gran número de aviones, lanchas y barcos que han desaparecido con sus tripulaciones dentro del Triángulo de las Bermudas.


John Harder, investigador de OVNI y profesor de ingeniería de Berkeley, expuso recientemente (octubre de 1973) la teoría desusada y muy poco halagadora de que la Tierra podría ser una especie de,

"zoo cósmico, aislado del resto del Universo, y cuyos guardianes suelen hacer de vez en cuando una revisión, llevándose un ejemplar de sus habitantes".

Sin embargo, otra teoría sostiene que los visitantes no están interesados en la Humanidad y sólo tienen en mente sus propios fines, que todavía no podemos imaginar, y que las aparentes víctimas (ya que aún no sabemos si alguien ha muerto en las desapariciones) han sido causadas inadvertidamente al ser proyectadas dentro del campo de ionización.


Esta teoría ha dado lugar a que, durante mucho tiempo, los periodistas de diarios y revistas publiquen titulares como éste:

"La perdida Atlántida goza de buena salud y secuestra barcos y aviones".

Resulta concebible que un rayo láser destruya o atomice un avión, pero la idea de que grandes generadores de energía o complejos láser gigantescos puedan funcionar todavía, después de miles de años de haber permanecido sumergidos en el mar, parece absolutamente ridícula, ya que dichos aparatos, según la concepción que de ellos tenemos, deberían ser mantenidos y manejados por alguien.


Sin embargo, los láser son un descubrimiento relativamente reciente en nuestro planeta y es probable que alcancen un grado de perfeccionamiento mucho mayor en el futuro. Los rayos ultravioletas (aún no desarrollados) tendrán una potencia considerablemente mayor que los rayos X láser, y lo mismo ocurrirá con los propios láser, cuando operen sobre la base de energía solar acumulada o, tal vez, como ocurriría con la Atlántida, de energía del interior de la Tierra.

 

En cualquier caso, una etapa de la civilización tecnológica que se haya desarrollado en la Antigüedad no tendría por qué haberse generado de la misma manera o siguiendo el mismo orden que la nuestra, ni habría estado sujeta a las mismas restricciones que en la actualidad, y de manera temporal, están todavía limitando nuestra tecnología en desarrollo.


Al considerar los centenares de desapariciones del Triángulo de las Bermudas se advierte que el único rasgo que tienen en común es el hecho de que los aviones y barcos han desaparecido por completo, o que los barcos han sido hallados sin pasajeros ni tripulaciones.

 

Algunos de estos casos misteriosos se han producido aisladamente y podrían explicarse por las circunstancias extraordinarias en que han ocurrido, o por la coincidencia de fallas humanas y trastornos meteorológicos, pero en cambio, tantos otros incidentes del Triángulo de las Bermudas se han producido en medio de aguas transparentes, cerca de puertos, playas o bases de aterrizaje, que resultan incomprensibles, de acuerdo con nuestros conocimientos actuales.


La historia del Triángulo de las Bermudas abarca acontecimientos que ya están sumidos en la bruma de las leyendas antiguas y modernas; inexplicables aberraciones causadas por fuerzas naturales intermitentes, en apariencia, y teorías del campo de la física que podrían revolucionar nuestras concepciones anteriores. El Triángulo de las Bermudas nos hace pensar en tierras perdidas o sumergidas, en civilizaciones olvidadas y en seres que han visitado la Tierra durante siglos, viniendo del espacio interior o exterior, y cuyo origen y propósitos son desconocidos.


En lugar de elaborar teorías para explicar lo que actualmente no tiene explicación, resulta quizá más sencillo decir que el Triángulo de las Bermudas existe sólo en la imaginación de los místicos, fanáticos, supersticiosos y sensacionalistas. Uno de los muchos comentaristas que piensan que esta zona no es más que el resultado de la coincidencia de una serie de desapariciones explicables si se las toma caso por caso, ha escrito:

"Los que creen en el Triángulo de las Bermudas creen también en las serpientes marinas...".

Esto no quiere decir que el Triángulo no existe porque las serpientes marinas tampoco existen, ni significa que si alguna vez se llegara a identificar uno de esos monstruos de manera definitiva, las demás leyendas oceánicas se harían automáticamente más verosímiles.


En general, la gente suele ser reacia a enfrentarse a misterios que no pueden ser explicados de manera satisfactoria o que no encuentran una justificación teórica en términos que le resulten comprensibles. Resulta mucho más reconfortante sentirse capaces de reconocer lo que tenemos frente a nosotros, dentro del radio del mundo físico, que enfrentar una amenaza desconocida.

 

Si el fenómeno no puede ser explicado, la mejor respuesta consiste en ignorarlo, lo cual es una actitud mucho más tranquilizadora y, en cierto modo, más inocente también. Sin embargo, la época de la inocencia científica ya pasó, lo mismo que la sensación de seguridad que nos proporcionaba. Se acabaron definitivamente el 16 de julio de 1945, en Alamogordo, Nuevo México, cuando la teoría atómica demostró en forma concluyente que ya no era una teoría.


Vivimos en un mundo en que las líneas de la ciencia y la paraciencia comienzan a converger; un mundo que alguna vez fue mágico y en que los sueños de los magos han sido aceptados por la ciencia y han pasado a ser aceptables para la nomenclatura científica.

 

Ahora los biólogos pueden producir la vida; los biólogos expertos en hibernación podrán muy pronto preservar indefinidamente la vida humana, mediante la congelación de cuerpos vivos; se ha demostrado la posibilidad de transmitir a películas las imágenes pensadas; la psicokinesis (o telekinesis), que consiste en mover objetos mediante la fuerza de la voluntad, no es ya un tema propio de la levitación, sino el objeto de seria investigación científica; las dos potencias espaciales están realizando experimentos con telepatía, desde y hacia el espacio exterior.

 

La transmutación de la materia, sueño de los alquimistas, ya no es algo imposible, y los únicos impedimentos para transformar cantidades de plomo en oro consisten en que resultaría demasiado costoso (!).


Hablando ya en términos cósmicos, el firmamento de las verdades científicas ha sufrido tales grietas, que muchos de los que prefieren apoyarse sobre tierra firme y familiar se sienten aturdidos y desorientados.

 

La posibilidad de la existencia de la antimateria, la curvatura del espacio y el tiempo, los nuevos conceptos sobre gravedad y magnetismo, la presumible existencia de planetas oscuros en nuestro propio sistema solar, soles que estallan, las novas y las pequeñas partículas de materia más pesadas que un planeta completo, los quasar y los agujeros negros del espacio, un Universo interminable, que se hace mayor cuanto más se extiende nuestra visión telescópica, llevándonos a millones de galaxias no descubiertas.

 

Estos son los misterios del conocimiento que nos guardan, mientras avanzamos a un paso tan acelerado que ningún "misterio" debería sorprendernos por el solo hecho de que no nos parece lógico.


El Triángulo de las Bermudas, una zona situada dentro del territorio familiar de nuestro planeta, aunque relacionado quizá con fuerzas que aún (y tal vez no por mucho tiempo) desconocemos, podría ser uno de esos misterios. Como especie, nos estamos acercando a la madurez. No podemos abandonar la búsqueda de nuevos conocimientos o explicaciones, estén en este mundo o más allá de él.
 

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Agradecimientos

EL AUTOR DESEA EXPRESAR SU RECONOCIMIENTO A LAS SIGUIENTES personas y organizaciones que han contribuido con sus consejos, sugerencias, experiencia, información o fotografías a la realización de este libro. Naturalmente, la mención de cualquier individuo u organización no significa que acepten, conozcan, o estén de acuerdo con cualquiera de las teorías expuestas en la obra, salvo aquellas que se les atribuyen específicamente.


El autor quisiera manifestar un especial agradecimiento a J. Manson Valentine, doctor en Filosofía, Curator Honoris del Museo Científico de Miami e investigador asociado del Museo Bishop de Honolulú, por sus dibujos, mapas, fotografías y entrevistas, que aparecen citadas en el texto.


Deseamos mencionar los siguientes nombres, por orden alfabético:

  • Lebaron Barker, editor

  • Norman Beam, autor, conferenciante, investigador de OVNI

  • José María Bensaúde, presidente de las líneas Navecor de Portugal y las Azores

  • Valerie Berlitz, autor, artista

  • Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos

  • Compañía comercial de aviación Boeing

  • Hugh Auchincloss Brown, ingeniero electrónico, autor

  • Jean Byrd, presidente de Isis

  • Edgar Evans Cayce, ingeniero eléctrico, autor

  • Hugh Lynn Cayce, presidente de la Asociación para la Investigación y el Adelanto

  • Diane Cleaver, editor y autor

  • Julius Egloff, Jr., oceanógrafo

  • Fairchild Industries

  • Mel Fisher, bañero y buceador

  • Fuerza Aérea de los Estados Unidos

  • Athley Gamber, presidente de Red Aircraft

  • Carlos González G., investigador de OVNI

  • Guardia Costera de los Estados Unidos

  • Profesor Charles Hapgood, cartógrafo, historiador y autor

  • Dr. Bruce Heezen, oceanógrafo y autor

  • Capitán Don Henry, patrón de barco y buceador

  • Robert Hieronimus, autor, artista, presidente de la AUM

  • Theodora Kane, educadora y artista

  • Edward E. Kuhnel, abogado: especialista en legislación marítima

  • Capitán Gene Lore, jefe de pilotos de TWA

  • Marina de los Estados Unidos

  • Howard Metz, especialista en las pirámides

  • Albert C. Muller, físico experto en radiaciones

  • Alan C. Nelson, balandrista

  • Thomas O'Herron, Embajada de los Estados Unidos, Lisboa

  • Arnold Post, autor, oceanógrafo y buceador

  • Reynolds Metal Company

  • Ivan T. Sanderson, explorador, zoólogo, autor, fundador del SITU

  • Sabina Sanderson, autora, investigadora, directora del SITU

  • Servicio Nacional de Archivos y Documentos de EE.UU.

  • J.Silva Júnior, director de "Terra Nostra", islas Azores

  • Gardner Soule, autor y oceanógrafo

  • John Wallace Spencer, autor, conferenciante, investigador de OVNI y del Triángulo de las Bermudas

  • Jim Thorne, oceanógrafo, patrón de barco, buceador y autor

  • Cari Payne Tobey, matemático, astrónomo, astrólogo y autor

  • Carolyn Tinson, pintor marino

  • Paul J. Tzimoulis, oceanógrafo, autor, editor y fotógrafo

  • Vijay Verma, Oficina de Turismo del Gobierno de la India

  • Charles Wakeley, piloto de avión y de helicóptero

  • G Theon Wright, autor, explorador e investigador en física

  • Roy H. Wirshing, capitán de corbeta retirado de la Marina de los Estados Unidos, conferenciante y autor

  • Robie Yonge, piloto, comentarista e investigador de OVNI

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Bibliografía


ANTES DE MENCIONAR ALGUNOS DE LOS LIBROS A LOS QUE SE HACE referencia en esta obra, el autor quisiera recomendar a los lectores la Bermuda Triangle Bibliography (Bibliografía sobre el Triángulo de las Bermudas), recopilada por Larry Kushe y Deborah Blomn de la Biblioteca de la Universidad del Estado de Amona y publicada en abril de 1973.

 

Dicha bibliografía contiene numerosas referencias a libros, periódicos y artículos de revistas que tratan acerca del Triángulo de las Bermudas. Aunque en ella se cita a centenares de autores, las referencias mas completas y concretas al fenómeno de esa región pueden hallarse en las obras de Sanderson, Gaddis y Spencer enumeradas a continuación.

  • Barker, Ralph, Great Mysteries of the Air. Londres 1966

  • Berlitz, Charles, Mysteries from Forgotten Worlds, Nueva York 1972. Hay trad. al castellano: Místerios de los mundos olvidados. Bruguera, Barcelona, 1974.

  • La Biblia.

  • Blumrich, J., The Space Ships of Ezekiel, Nueva York 1973.

  • Bosworth, A. R-, My love Affair with the Navy, Nueva York, 1969.

  • Briggs, Peter, Men in the Sea, Nueva York, 1968.

  • Brown, Hugh Auchincloss, Cataclysms of the Earth, Nueva York, 1967.

  • Burgess, Robert, F., Sinkings, Salvages and Shipwrecks, Nueva York, 1970.

  • Carnac, Pierre, L'histoire commence á Bimini, París, 1973.

  • Chevalier, Raymond, L'avion á la découverte du passé, París, 1964.

  • Edwards, Frank, Stranger Than Science, Nueva York, 1959. - Strangest of All, Nueva York, 1956.

  • Freuchen, Peter, Peter Freuchen's Book of the Seven Seas, Nueva York, 1957.

  • Fuller, John, G., Incídent at Exeter, Nueva York, 1966.

  • Gaddis, Vincent, Invisible Horizons, Philadelphia, 1965.

  • Gastón, Patrice, Disparitions mystérieuses, París, 1973.

  • Godwin, John, This Baffling World, Nueva York, 1968.

  • Gould, Rupert, T., Enigmas, Nueva York, 1965.

  • Keyhoe, Donald, E., Flying Saucer Conspiracy, Londres, 1955.- Aliens from Space, Nueva York, 1973. Hay trad. al castellano: Los desconocidos del espacio, Ed. Pomaire, Barcelona, 1974.

  • Kosok, Paul, Land, Life and Water in Ancient Perú, Nueva York, 1965.

  • The Mahabharata, traducido por Protap Chandra Roy, Calcutta, 1889. Trad. al castellano de César Jorriana, ed. Barcino, Barcelona, 1935.

  • The Mahavira.

  • O'Donnell, Elliot, Strange Sea Mysteries, Londres, 1926.

  • Sagan, Cari, Inteligent Life in the Universe, San Francisco, 1966.

  • Sanderson, Ivan, T., Invisible Residents: A Disquisition upon Certain; Matters Maritime, and the Possibility of Intelligent; Life Under the Waters of This Earth, Nueva York, 1970.— Investigating The Unexplained, Englewood Cliffs, New Jersey, 1972.

  • Snow, Edward, Rowe, Mysteries and Adventures Along the Atlantic Coast, 1948. Soule, Gardrier, Undersea Frontiers, Chicago, 1968.— Ocean Adventure, Nueva York, 1964. – Wide Ocean, Chicago, 1970. - Under the Sea, Nueva York, 1971.

  • Spencer, John Wallace, Limbo of the Lost, Westfield, Massachusetts, 1969.

  • Steiger, Brad, Atlantis Rising, Nueva York, 1958.

  • Stewart, Oliver, Danger in the Air, Nueva York, 1958.

  • Stick, David, Graveyard of the Atlantic, Chapel Hill, 1952.

  • Titler, Dale, Wings ofMystery, Riddles ofAviaton History, Nueva York, 1966.

  • Tomas, Andrew, We Are not the First, Londres, 1971. Hay trad. al castellano: No somos los primeros, Plaza y Janes, Barcelona, 1973.

  • Tucker, Terry, Beware the Hurricane! Bermudas, 1966.

  • Villiers, Alan, Wild Ocean, Nueva York, 1969.

  • Waters, Frank, Book of the Hopi, Nueva York, 1969.

  • Wilkins, Harold, T., Flying Saucers on the Attack, Nueva York, 1954. - Strange Mysteries of Time and Space, Nueva York, 1959.

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