Cualquier civilización técnicamente adelantada conseguiría tal vez desarrollar, intencionalmente o por casualidad, el poder inherente a la fisión nuclear (a la nuestra le costó bastante menos de 10.000 años) y, en este momento, tendría que decidir si adopta algún sistema para controlar su avance o prefiere arriesgar su propia ruina.
Si semejante cultura hubiese existido y causado su destrucción, desapareciendo luego, su recuerdo habría quedado tal vez conservado en las leyendas, o nos sería sugerido por algunos artefactos anacrónicos de antigüedad incierta, o por grandes ruinas imposibles de identificar o explicar. Y éstos son precisamente los elementos que tienden a señalar el emplazamiento de dicha cultura en la zona ahora cubierta por las aguas del Triángulo de las Bermudas.
Pero, ¿cómo sabía Cayce todo esto, hace más de 35 años?
Según las palabras del "profeta":
En su relato acerca de la prehistoria, Cayce parece haber predicho específicamente el uso de rayos láser y maser, para cuyo conocimiento faltaban muchos años entonces (1942).
Describió una gigantesca fuente de energía de cristal:
En otra "conferencia" se refirió a un lugar en "Poseidia"; en otras palabras, la zona de las Bahamas, que entonces se hallaba sobre el agua. La describió así:
En una "conferencia" de 1932 hizo una interesante alusión al transporte de cargas y materiales de gran peso:
El hecho de que los pueblos supuestamente primitivos de la prehistoria hayan dejado enormes piedras que aún se encuentran en su sitio, tras miles de años, y sobre las cuales las razas que les siguieron han levantado nuevas construcciones, ha constituido, desde hace mucho tiempo, un misterio arqueológico.
Las piedras colocadas por razas anteriores desconocidas son tanto más grandes y difíciles de transportar que las dispuestas por las culturas subsiguientes, de manera que su presencia y modo de transporte resultan inexplicables. Uno de los ejemplos que podrían citarse es el de los bloques de pórfido de Ollantaytambo y Ollantayparubo, en Perú, que fueron transportados a lo largo de grandes distancias, sobre montañas y abismos y luego colocados en las cumbres de otros acantilados de 300 metros de altura.
Otro, el de los enormes sillares de piedra de Sacsahuamán, en Perú, tan grandes y laboriosamente encajados unos con otros, que los incas atribuyeron su construcción a los dioses. O los bloques de cien toneladas de los cimientos de Tiahuanaco, en Bolivia, sobre los cuales se construyeron, de alguna manera, enormes edificios, a pesar de que la altura es de 4.000 metros sobre el nivel del mar.
O las grandes piedras del calendario u observatorio de Stonehenge, en Inglaterra; o los bloques masivos de la pared submarina o cimientos o contrafuerte marino; o las piedras verticales de la Bretaña prehistórica, uno de los cuales pesaba más de 340 toneladas y tenía una altura de 20 metros, y las enormes piedras de las fundaciones del templo de Júpiter, en Baalbek, Siria, emplazadas allí mucho antes de la construcción del templo y una de las cuales pesa 2.000 toneladas.
Como casi todas estas construcciones resultan extremadamente difíciles de explicar en términos de nuestra apreciación de las habilidades ingenieriles de las culturas que pensamos que las erigieron, se ha sugerido que una civilización superior fue la autora de su construcción. Esta teoría se ve apoyada por el hecho de que muchas de estas ruinas inexplicables se parecen mucho.
En 1935 hizo una detallada descripción de estas fuentes de energía (¿o plantas nucleares?). El hijo de Cayce, Edgar Evans Cayce, ingeniero y escritor, comentando la paradoja de que los relatos de su padre acerca de la prehistoria hubiesen anticipado en varias décadas nuestros propios descubrimientos científicos, escribió en su libro Edgar Cayce on Atlantis:
El relato de Cayce (recogido en 1933, aunque publicado en 1968), se refiere a un edificio donde estaría guardado un complejo "refractario" o de cristal:
Cayce se refiere constantemente al uso inadecuado de las tremendas fuerzas desarrolladas por esta supercivilización:
En el caso, y sólo en el caso de que ocurriese un cataclismo, o una serie de cataclismos, la gran fuente energética se habría precipitado al mar, junto con las populosas ciudades, murallas, canales y otras construcciones de la Atlántida. Es interesante tener en cuenta que los propios emplazamientos sugeridos por esta teoría corresponden a los lugares en que se producen muchas de las aberraciones electromagnéticas características del Triángulo de las Bermudas, la Lengua del Océano, por ejemplo, o las Bimini.
En un informe elaborado por la NASA en 1970, acerca de una "cavidad" en la superficie del océano sobre la fosa de Puerto Rico, los científicos atribuyeron el fenómeno a una "extraña distribución de masa debajo del fondo del océano", que sería la causa de la deflección de la fuerza de atracción de la gravedad. En el caso del Triángulo de las Bermudas se ha sugerido que algunas fuentes de energía destruidas han conservado sin embargo algo de su fuerza y que, al ser accionadas en ciertas oportunidades, podrían ser no sólo la causa de las desviaciones magnéticas y electrónicas, sino también la fuente de impulsos eléctricos de las tormentas magnéticas.
Aunque es cierto que algunas de las fuentes energéticas que él describió hace 35 años no habían sido aún descubiertas o imaginadas siquiera en el "mundo real" (y otras no habían sido todavía desarrolladas) debe recordarse que Cayce no era médico, ni historiador, sino simplemente un curandero clarividente de gran reputación. Sin embargo, algunas de las profecías que hizo durante sus charlas y que no tienen nada que ver con curaciones, han resultado perturbadoramente exactas. Por ejemplo, las relativas a la bomba atómica, el asesinato de presidentes y a disturbios raciales en Estados Unidos e incluso a deslizamientos de lodo en California.
Hoy, la existencia de la telepatía, la influencia y la oculta presencia de la memoria y el poder de las emanaciones psíquicas, lejos de verse despreciados por la moderna investigación científica, están siendo seriamente estudiados, no sólo en la Tierra sino también en el espacio, y no sólo como fenómenos sino también como medios de comunicación. Los Estados Unidos y la Unión Soviética, las dos potencias espaciales más adelantadas, están realizando experimentos que sugieren que la ciencia ficción podría estar experimentando una metamorfosis, y convirtiéndose en ciencia del futuro.
Es posible esperar adelantos sorprendentemente novedosos en esta área, en la que hasta ahora algunos individuos muy bien dotados han tenido la habilidad de recoger, casi sin estar conscientes de ello, los pensamientos actuales de otros, y tal vez también sus escondidos recuerdos del pasado. En este caso, el pasado podría estar constituido por las memorias heredadas con los cromosomas de nuestros antecesores.
Del mismo modo como heredamos atributos físicos y tendencias de nuestros padres y abuelos, así también heredamos esos recuerdos, aunque posiblemente en un grado menor, de nuestros ancestros más distantes. Estos cromosomas de la memoria podrían formar parte de este legado. Dentro del cerebro humano hay amplio espacio (que según se estima sólo se utiliza en un diez por ciento para la recolección de un banco de recuerdos heredados.
Estos factores conocidos se suelen atribuir a menudo a la reencarnación de las almas, en la que creen los hindúes, los budistas y los devotos de la que tal vez es la religión más antigua: la del antiguo Egipto. Sin embargo la posibilidad de una memoria heredada ofrece una alternativa que, si bien resulta casi lo mismo, se ve de alguna manera modificada cuando pensamos que el alma del individuo no sería la de una persona cualquiera, situada en cualquier época, sino la de nuestros antepasados, que se reencarnan en nosotros y nos legan sus memorias acumuladas y sus demás atributos.
Es lo mismo que ocurre con las "generaciones" de computadoras, que pueden programarse de tal manera que la totalidad de sus bancos de datos pueden implantarse en las nuevas máquinas que han de sucederías.
Esta reacción de lo que podríamos llamar el "orden establecido" de los estudios arqueológicos y prehistóricos resulta comprensible cuando tomamos en cuenta que la existencia de una gran civilización anterior al tercer milenio A.C. trastornaría considerablemente las muy ordenadas etapas y sucesivos períodos de la historia, desde sus comienzos en Egipto y la Mesopotamia, pasando por las culturas de Grecia y Roma, hasta culminar con nuestra propia "supercivilización" de hoy.
Suelen hacerse a menudo referencias agradecidas a otras antiguas culturas muy poco conocidas, como por ejemplo las civilizaciones prehistóricas de las Américas, India, Asia Central y algunas otras zonas que en ningún caso afectaron nuestra propia "línea directa" de civilización.
Los conquistadores españoles comprobaron que ya en las civilizaciones indígenas de América, en la época de la primera conquista, existían leyendas acerca de un diluvio universal, de una torre que los hombres trataron de levantar hasta el cielo, y cuyos constructores se vieron condenados por una confusión de idiomas que parecía de inspiración divina, y muchas otras que nos resultan familiares.
Las poblaciones indígenas de todo el mundo han conservado leyendas que viven a la sombra de ruinas enormes, cuya construcción sólo pudo realizarse gracias a técnicas de transporte y colocación de piedras de una tecnología extremadamente avanzada.
Dichas leyendas se refieren siempre a una raza de apariencia divina que desplazaba los enormes bloques de piedra, muchos miles de años antes del comienzo de su propia historia. Incluso existen rastros de lo que pudo ser un remoto lenguaje comercial, un antecesor tal vez del griego antiguo, con rasgos arameos, y que ha sido localizado en zonas tan remotas del Medio Oriente que pareciera haber sido extendido por mares y océanos hasta las más distantes playas.
Pueden hallarse palabras de griego arcaico en el hawaiano y en otros lenguajes polinésicos, en el maya de Yucatán, en el náhuatl de los aztecas y en el ahora perdido guanche, de las islas Canarias, que era hablado por una misteriosa raza blanca. Los guanches, descubiertos y rápidamente exterminados por las expediciones españolas del siglo XV, conservan el recuerdo de una gran patria y de una cultura superior que se habría hundido en el océano.
Las viejas lenguas americanas también tenían palabras de claro origen arameo y fenicio y otras análogas a las de los idiomas sinítico y polinésico del otro lado del Pacífico, lo cual sugería largos viajes y contactos culturales de enorme antigüedad. Se han encontrado inscripciones en fenicio, arameo, sinoico, griego y otras lenguas no identificadas, que aparecen con frecuencia creciente en las selvas de Norte y Sudamérica, conocidas como zonas de "segundo desarrollo".
Pero las leyendas, mitos religiosos y curiosidades lingüísticas no bastan de por sí para inspirar fe en las afirmaciones hechas en los documentos de Cayce y en las tradiciones, leyendas e incluso archivos escritos de la antigüedad que se refieren a un conocimiento científico altamente desarrollado y a la existencia, en épocas arcaicas, de diversos elementos modernos relacionados con viajes, comunicaciones y destrucción en escala cósmica.
Es interesante recordar que tanto las leyendas de Egipto como de Sumeria se referían a grandes culturas anteriores, de las cuales extraían su propia inspiración e impulso. En algunas de ellas, como las del antiguo Egipto, Solivia, Perú, América Central, México y la India, para sólo mencionar algunas, la civilización permaneció estática o incluso retrocedió, en lugar de mantener el ímpetu original.
Tampoco deben compararse estos informes o modelos con las pintorescas referencias a la mitología antigua, y a incidentes como los de Icaro y sus alas de plumas sujetas con cera, o el carro del sol, de Apolo, tirado por cuatro estrellas. Por el contrario, hay referencias concretas que demuestran un conocimiento de la aerodinámica y de los elementos relacionados con el despegue, la propulsión, el frenado y el aterrizaje.
Posteriormente, este artefacto fue examinado con lentes de aumento por Ivan Sanderson, quien sospechaba que no era una réplica de un organismo vivo, sino de un objeto mecánico de gran parecido a un avión con alas en forma de delta, compartimiento de motor, cabina y parabrisas, todo ello situado como en un avión moderno. Estaba dotado incluso de cola y alerones, o elevadores.
Este objeto fue mostrado a varios pilotos e ingenieros, como J. A. Ulrich, profesor de aerodinámica y que luchó como piloto en dos guerras. Cuando le preguntaron qué era, sin advertirle de dónde provenía, ni de que antes había sido considerado el modelo de caza F-102, y que el hecho de que las alas fueran curvas en los extremos al igual que la forma misma del avión daba a entender que era un aparato a chorro.
Señaló que algunas de sus características, como la falta de elevadores traseros (que el F-102 tampoco tiene) eran similares a las de un nuevo aparato Sabré, recientemente desarrollado en Suecia. Su opinión resulta especialmente interesante, cuando se toma en cuenta la mención por parte de Cayce de vehículos que podían volar por los aires y bajo el mar y los informes provenientes del Triángulo de las Bermudas en que se habla de OVNI que suelen entrar y salir del agua a grandes velocidades.
Como dijo Ulrich:
Pero este "avión", si de avión se trata, no es un monstruo arqueológico único. En distintas tumbas precolombinas se han encontrado otros ejemplares; algunos con dos pares de alas. Sólo cabe suponer que otros curiosos modelos de aparatos mecánicos desarrollados en épocas prehistóricas y tal vez no reconocidos como tales ni siquiera por sus ulteriores usuarios, se perdieron cuando los invasores españoles fundieron todos los artefactos de oro que pudieron hallar para convertirlos en lingotes de fácil distribución entre los conquistadores.
En Palenque, México, existe un buen ejemplo de esto: se trata de una figura maya semirreclinada y labrada en piedra sobre la tapa de un sarcófago que se encontró dentro de una pirámide. No se sabe lo que representa la figura en detalle. Una persona que es una verdadera autoridad en cultura maya dice que el fondo es un monstruo terrestre sobre el cual se inclina una figura, mientras el conjunto pareciera estar dominado por un árbol.
El escritor científico Alexander Kazantsev ha sugerido una explicación más revolucionaria. Cree que la figura reclinada está encerrada en un vehículo espacial muy estilizado, que podría compararse en construcción y diseño a los cohetes de la actualidad. Incluso la posición del hombre (o piloto) sugiere una postura similar a la de nuestros astronautas dentro del cohete.
Se pueden reconocer todos los detalles, desde la antena, el sistema de dirección de vuelo, el turbocompresor, el tablero de control, los tanques de combustible y la cámara de combustión, hasta la turbina y el tubo de escape, aunque puede que algunos aparezcan modificados, para conseguir ciertos efectos estéticos. Se tiene la sensación de que estas réplicas de aviones y cohetes son recordatorios o memorias de una era de una civilización superior, cuando tales naves eran dibujadas con exactitud más que teniendo en cuenta aspectos estéticos.
Estas enormes señales terrestres están constituidas por una serie de líneas rectas y figuras geométricas, grandes dibujos de animales visibles solamente desde el aire y lo que claramente parece un conjunto de pistas de aterrizaje para aviones. Todas fueron trazadas en la tierra o labradas en el suelo rocoso del valle, en una época desconocida. No existían leyendas locales acerca de ellas y, puesto que en el nivel del suelo no se las podía notar, fueron descubiertas solamente desde el aire, durante una prospección de agua en los Andes.
Las líneas y los gigantescos dibujos ocupan una gran parte del Valle de Nazca, que tiene 96 kilómetros de largo y 16 de ancho. Por momentos desaparecen frente a algunas montañas pequeñas, pero luego emergen al otro lado, absolutamente rectas. En algunos casos, como ocurre con los presuntos campos de aterrizaje, los dibujos son extremadamente anchos, y otras, conforman grandes y muy sofisticadas figuras de animales, peces y pájaros, e incluso una enorme serpiente.
Aunque existen muchas teorías acerca de su origen, la única cierta es que fueron trazadas por seres que poseían instrumentos altamente desarrollados para calcular y que fueron hechas para ser vistas desde el cielo, puesto que es la única manera como puede seguirse su diseño. En la bahía de Pisco, en la costa peruana, existe una alta pared rocosa en la que está tallado un enorme tridente, o candelabro, según la interpretación que le dé quien lo ve, ya que, a diferencia de lo que ocurre con las líneas de Nazca, fue advertido con toda facilidad (mide 250 metros de largo) por los invasores españoles.
Estos lo interpretaron como un signo de la Trinidad para estimularlos en su obra de conquista y conversión de los bárbaros. Cualquiera que fuese su propósito, lo cierto es que resulta más fácil de ver desde el aire que desde el mar, y la barra central del tridente apunta directamente hacia el valle de Nazca, como si fuera una especie de señalizador para los supuestos "campos de aterrizaje". Puede que estos fueran, a su vez, bases para esos aviones cuyos modelos dorados resultan asombrosos.
En algunas colecciones de museos se han encontrado los que parecerían ser modelos de planeadores y que antes, cuando se les descubrió en tumbas remotas, se creyó que eran modelos de pájaros. En el Museo de Antigüedades de Egipto puede verse un objeto de madera que fue identificado y estudiado por el doctor Khalil Messiha en 1969 y que, lejos de ser un pájaro, posee las mismas características de los modelos de aviones monoplanos actuales.
El timón, o cola, está levantado, y la estructura tiene una sección que hace las veces de ala. Al comentar acerca de los ángulos diedros que se advierten a cada lado, el hermano del doctor Messiha, G. Messiha, que es ingeniero de vuelo, observó:
Desde el momento en que el doctor Messiha comprobó que la extensión de las alas de algunos de los modelos de pájaros era idéntica a la del nuevo avión Caravelle, se han identificado otros modelos potenciales de aviones o planeadores, y en 1972 se abrió en el Museo de Antigüedades de El Cairo una exposición de catorce de ellos, como demostración de que en el antiguo Egipto se tenían conocimientos de vuelo.
No sabemos si estos artefactos fueron inventados o heredados de otra cultura. Sin embargo, puesto que la mayoría de los modelos encontrados en las tumbas egipcias están relacionados con originales más grandes, es posible que bajo las arenas del desierto exista un avión o planeador original esperando al excavador.
La obra se refiere a los actos de los dioses y de los antiguos pueblos de la India, pero contiene tal riqueza de detalles científicos que, cuando fue traducido, a mediados del siglo XIX, las referencias a los aviones y a la propulsión por cohetes no tenían sentido para los traductores. Los mecanismos descritos hacía miles de años no iban a aparecer en la época moderna si no más de un siglo después.
Muchos de los versos del Mahabharata están dedicados a máquinas voladoras llamadas vimanas y encierran una información detallada acerca de los principios de su construcción, que llenó de asombro a los traductores. En otro antiguo texto hindú, el Samarangana Sutradhara, se discuten con detalle las ventajas y desventajas de distinto tipo que presentan los aviones, así como sus capacidades relativas de ascensión, velocidad de crucero y todo lo relativo al descenso.
Incluso se hace una descripción del tipo de combustible a utilizar —mercurio— y se recomiendan determinadas clases de maderas y metales ligeros y con capacidad de absorción del calor, que son los adecuados para la construcción de aviones.
Además, hay detalles informativos acerca de cómo tomar fotografías de aviones enemigos, sobre métodos de determinación de sus características de aproximación, sistemas para hacer que sus pilotos pierdan el conocimiento y, finalmente sobre cómo destruir los vimanas enemigos.
En una versión contemporánea del Ramayana, el Mahariva Chanta, el héroe-dios Rama, a su regreso de Lanka, donde acaba de rescatar a su mujer Sita, recibe como presente un vimana, que es descrito así:
En este mismo texto encontramos un diálogo que resulta particularmente asombroso cuando advertimos que se adelantó en varios miles de años a los viajes espaciales y a las narraciones acerca del aspecto que tenían las cosas en el espacio:
Ya sea que estos relatos constituyan recuerdos de una civilización técnicamente muy adelantada, o que se trate de simples fantasías, comparables a algunas de las imaginadas por los actuales escritores de ciencia ficción, algunos de estos relatos del pasado remoto suenan extrañamente contemporáneos, excepto en lo relativo al material usado como fuente de poder para el avión (lo cual, naturalmente, podría haber sido mal traducido del original):
Pero los modelos y descripciones de aeronaves y los relatos acerca de cohetes y vuelos espaciales son sólo una indicación, no una prueba, de un alto desarrollo científico. No obstante, hay algunas técnicas y artefactos que fueron reconocidos como lo que eran muchos años después de su descubrimiento y que proporcionan una prueba más tangible acerca de las capacidades tecnológicas del pasado remoto, que antes no se sospechaban.
A comienzos de la década del 60, cuando fue sometido a un estudio detallado y a la acción de ácidos por diversos arqueólogos, como Derek de Solía Price y George Stamires, resultó que se trataba de un aparato para la localización de las estrellas y un computador de órbitas planetarias. Era un mecanismo para verificar posiciones por la noche que demostraba un conocimiento astronómico y de navegación insospechado en épocas remotas.
Como decía el doctor Price:
...lo cual es una posibilidad que tal vez no está del todo fuera de los límites de lo verosímil, dados los recientes descubrimientos.
Se hallaban dentro de unos jarrones y estaban provistos de un tapón de hierro. En otras palabras, eran pilas secas desprovistas del electrodo, que posiblemente se habían evaporado. Cuando se les agregó un nuevo electrodo —sulfato de cobre— algunas de estas baterías funcionaron perfectamente. Después de su primer hallazgo, Konig identificó algunas partes de otras baterías que ya se hallaban en exhibición en los museos y que estaban catalogadas como objetos "de uso desconocido".
Desde que las encontró y las identificó, se han hallado muchos otros ejemplares en Iraq y en otros lugares del Oriente Medio.
En el mundo de Grecia y Roma se utilizaban antorchas y lámparas de aceite para la iluminación, y en todos los lugares donde existen pasajes entre edificios de la época pueden hallarse trazas de humo en los techos. Sin embargo, en el caso de la más remota civilización egipcia, los techos de túneles subterráneos, bellísimamente labrados y pintados, no muestran señales de antorchas ni de lámparas de aceite.
Tampoco las hay en las paredes ni en los cielos rasos de ciertas cuevas de Europa Occidental donde los pintores de cavernas de La Madeleine y Aurignac realizaron sus obras maestras, con admirable sofisticación, hace 12.000 y hasta 30.000 años.
El doctor John Harris, de Oxford, ha señalado lo siguiente:
Existen otras ilustraciones en papiro y en piezas talladas que han sido conservadas durante miles de años, gracias al clima seco de Egipto y que, al ser examinadas con un criterio moderno y no comprometido, parecen ilustrar claramente el uso desde antiguo de ciertos artefactos contemporáneos.
Debe recordarse que en los documentos egipcios se hace referencia al reino de los dioses anteriores a la I dinastía, que fue una época de superior civilización y poderes milagrosos, compartidos, según los recuerdos y documentos existentes, por las más antiguas culturas de la Tierra.
Resulta sorprendente comprobar que algunas antiguas culturas, considerablemente más antiguas que Grecia y Roma, poseían conocimientos de astronomía, matemáticas superiores, cálculos del tiempo y medidas de la Tierra y el sistema solar, miles de años antes de que fueran redescubiertos o vueltos a determinar, en la época moderna.
Para obtener esa información, las antiguas culturas tendrían que haber dispuesto de telescopios u otros instrumentos suficientemente precisos como para realizar los cálculos exactos.
Algunos han sido copiados y recopiados durante siglos, a partir de originales desaparecidos de la biblioteca de la antigua Alejandría, y demuestran un conocimiento asombrosamente exacto de tierras aún por descubrir (de acuerdo con la historia que se nos ha enseñado) en el momento en que fueron realizados los originales e incluso las copias. Por ejemplo, se alude a la existencia de América del Norte y del Sur y a la Antártida, miles de años antes de Colón.
Un examen de los núcleos terrestres de la Antártida hecho en las proximidades del Mar de Ross, indica que este continente habría estado cubierto de hielo durante 6.000 años, como mínimo. Esto significaría que el mapa original fue trazado mucho antes del comienzo de la historia escrita, durante la era en que se supone existió la Atlántida y su famosa cultura mundial.
Si pudiera eliminarse el hielo, el continente Antártico tendría justamente ese aspecto, cosa que no se supo hasta que lo descubrieron las expediciones realizadas durante el Año Geofísico de 1958. Otros mapas muestran algunos de los glaciares de la última era de los hielos y que aún existen en ciertas regiones de Europa, Gran Bretaña e Irlanda y en otro, todavía, se muestra el Estrecho de Bering, no como estrecho, sino como el istmo que fue en una época.
Incluso se habían descubierto aspectos de algunas estrellas distantes: la constelación de Escorpión se llama así porque tenía una "cola" o cometa dentro. Sin embargo, éste sólo puede ser observado con un poderoso telescopio. En el otro lado del océano, los mayas de América Central, que tal vez compartían los conocimientos de una cultura anterior, llamaron también "Escorpión" a esta constelación.
(Los mayas fueron los únicos, entre todos los pueblos de la Antigüedad, que calcularon el año solar con la cifra más aproximada que pueda hallarse en cualquier calendario, incluido el nuestro: 365,2420 días. La cifra exacta es 365,2422 días.)
El meridiano longitudinal pasaba por el vértice, y las líneas diagonales que partían del vértice en dirección al Norte, bisectaban con toda exactitud el delta del Nilo. Se traza una raya hacia el Norte, pasando por el punto de encuentro de las diagonales de la base, sólo se yerra el Polo por 4 millas (6,43 km), y eso considerando que el Polo Norte podría haber cambiado de posición en los siglos transcurridos desde la construcción de la Gran Pirámide.
Algunas medidas de la Gran Pirámide que fueron tomadas de acuerdo con el codo egipcio indican un asombroso conocimiento de la Tierra y del lugar que ésta ocupa en el sistema solar; conocimiento que estaba olvidado y que no fue redescubierto hasta la era moderna. La información puede expresarse en términos matemáticos: el perímetro de la pirámide es equivalente al número de días del año: 365,24; doblando el perímetro se obtiene el equivalente a un minuto de grado en el Ecuador.
La distancia desde la base hasta el vértice, medida por el costado, es 1/600 de grado de latitud; la altura multiplicada por 109 da la distancia aproximada de la Tierra al Sol; el perímetro dividido por el doble de la altura da el valor de , 3,1416, que es considerablemente más exacto que la cifra de 3,1428 a la que llegaron los antiguos matemáticos griegos. La altura de la pirámide multiplicada por 1015 da el peso aproximado de la Tierra.
El eje polar terrestre cambia día a día en el espacio (trayendo una nueva constelación del zodíaco detrás del sol cada 2.200 años) y alcanza su posición original una vez cada 25.827 años, cifra que aparece en los cálculos de la pirámide (25.826,6) cuando se suman las diagonales de la base puestas en cruz.
Las medidas de la cámara real que existe dentro de la Gran Pirámide arrojan las dimensiones exactas de los dos triángulos básicos de Pitágoras: 2.5.3 y 3.4.5, aunque fue construida varios miles de años antes de Pitágoras. Y éstas son sólo algunas de las medidas coincidentes de la pirámide.
En relación con esto, cabe recordar la sugerencia de que, en el momento en que los exploradores del espacio lleguen a la Tierra, o cuando las sondas terrestres alcancen otros planetas civilizados, las matemáticas y las ecuaciones matemáticas pueden ser una manera eficaz de establecer una comunicación primaria, puesto que las bases científicas y tecnológicas de un viaje semejante estarían basadas necesariamente en las matemáticas.
El mensaje de la pirámide, que proviene de nuestro propio pasado, y no del futuro, podría revelar más adelante un número de elementos de información mucho mayor, en la medida en que adquiramos los conocimientos necesarios para reconocerlos.
Semejantes vestigios de una civilización o civilizaciones anteriores, que nos parece posible reconocer, serían un indicio de que, aunque algunos de sus adelantos eran similares a los nuestros, pudo haber otros logrados en campos distintos y que todavía nos resultan desconocidos. En todo el mundo se encuentran enormes estructuras de piedra que son clasificadas como "no atribuidas".
Con ello se quiere decir que nadie sabe realmente quién las construyó. Generalmente, su construcción es similar, lo mismo que su orientación respecto de los planetas, el Sol, la Luna y sus órbitas, las constelaciones y otras estrellas fijas, así como también otras fuerzas, que son posiblemente los campos magnéticos y las corrientes de la tierra.
Entre estas enigmáticas estructuras prehistóricas hay que incluir:
Hasta la primera década del presente siglo, todas las viviendas de China eran orientadas por un nigromante, antes de su construcción, con el fin de aprovechar las afortunadas vías o corrientes invisibles que se desplazan a lo largo y ancho de la Tierra. (Debe recordarse que los primeros compases vinieron de la China.)
El doctor Ernst Borschmann, un agudo comentarista del paisaje arquitectónico de la China, pensaba que la disposición de templos, pagodas y pabellones, orientados hacia un centro desde el cual irradian, se asemeja a un campo magnético. El procedimiento, que consiste en seguir las líneas de fuerza de la Tierra (en chino se llaman feng shui: "viento-agua"), posiblemente un resabio de alguna ciencia muy avanzada de la Antigüedad, ha sido ahora descartado como algo propio de hábitos supersticiosos y feudales.
Sin embargo, otra forma de "superstición", la acupuntura, que podría también ser una reliquia científica valiosa y disfrazada a través de los siglos como algo mágico, ha sido elevada a una posición de respetabilidad por el actual régimen chino.
Desde hace algún tiempo se ha estado llevando a cabo un proyecto que consiste en penetrar la estructura interna de la pirámide de Chefrén, en Giza, por medio de rayos cósmicos. Los trabajos son dirigidos por el doctor Amr Gohed, de la Universidad de Ein Shams, de El Cairo, quien utiliza, entre otros equipos, una nueva computadora IBM 1130.
Aunque las pruebas se realizan con toda pericia, los registros diarios han ido arrojando, para las mismas secciones, modelos completamente diferentes:
Un artículo del Times de Londres señaló:
Pero, más que un desafío a la ciencia, lo que podría ocurrir es simplemente que hubiese otras leyes que no comprendemos todavía, como por ejemplo tensiones y fuerzas de atracción que representan los poderes ocultos de la Tierra, el Sol, la Luna, los planetas y las estrellas.
De allí la relación que hay entre los grandes restos pétreos de la prehistoria que aún se yerguen en las llanuras, montañas, desiertos, en las selvas y bajo los mares del mundo.
Según su opinión,
Existen indicios de que en el pasado remoto pudo existir una o más civilizaciones mundiales que desaparecieron, como resultado de las catástrofes naturales o provocadas que se produjeron mucho antes de lo que se recuerda como los inicios de nuestra historia cultural, en el cuarto milenio A.C. Estos indicios han sobrevivido en buena medida como fragmentos de un conocimiento avanzado y que fue renarrado o recopiado a lo largo de los siglos.
Resulta difícil o imposible precisar la fecha en que fueron erigidos algunos edificios o monumentos, pese a su majestuosidad y a que podría provenir de aquel período. Además, la extensión del lapso que hemos observado previamente para la aparición y desarrollo del hombre civilizado, apenas permite disponer del tiempo necesario para construir esta cultura, que en gran medida es materia de hipótesis.
No obstante, los recientes descubrimientos del doctor Louis Leakey y Mary Leakey en la garganta de Olduvai, Tanzania, y los de Richard Leakey en Kenya, indican que el hombre primitivo pudo existir hace dos millones de años, y los descubrimientos en las cuevas de Vallonet, en Francia, han establecido que la fecha de algunas herramientas primitivas es de un millón de años.
El estudio de los cráneos del hombre de Cro-Magnon (que, según se ha considerado generalmente existió hace 30.000 o 35.000 años antes de nuestra era), indican que la capacidad de su cráneo y el tamaño del cerebro que se desprende de ella era por lo menos igual y algunas veces superior al nuestro.
En Lussac-les-Cháteaux, Francia, hay imágenes talladas en trozos lisos de roca, cuya edad puede calcularse por las capas de tierra que las cubren y que muestran unos dibujos pertenecientes a la época que habitualmente se asocia con el hombre de las cavernas, de una calidad tan sorprendente, que parecen increíbles.
En una época anterior en miles de años al amanecer, de nuestra actual y familiar civilización, se muestran personas de apariencia inesperadamente moderna, vestidas de túnicas, botas, cinturones, chaquetas y sombreros. También aparecen hombres con barbas recortadas y bigotes.
Sin embargo, tal como sucedería si nuestra civilización fuese destruida, la mayor parte de los edificios, máquinas y artefactos se pudrirían o enmohecerían y quedarían diseminados o irreconocibles, antes de que pasaran algunos miles de años. Podrían sobrevivir algunos indicios, si quedasen enterrados en la Tierra en movimiento, debajo del subsuelo y los hielos del Norte o de la Antártica, o escondidos ten el fondo del mar.
En Irán se han encontrado herramientas de piedra a las que se ha atribuido una antigüedad de 100.000 años. En el norte de Michigan se han descubierto labores mineras de cobre de gran magnitud que aparentemente son anteriores a los indios en miles de años.
En Wattis, Utah, un nuevo túnel perforado en una mina de carbón permitió descubrir una serie insospechada de túneles de antigüedad desconocida. El carbón hallado en esos túneles había estado tan expuesto a los elementos, que resultó inservible para quemar. No había leyendas indias relativas a dichas minas, y los indios no utilizaban técnicas de túnel para extraer el mineral.
En Fisher Canyon, Nevada, se halló la huella de un yacimiento de carbón cuya antigüedad se calculó en 15 millones de años. Se estima que otra huella de tacón o sandalia encontrado en una roca arenisca, bajo el desierto de Gobi, tendría también varios millones de años de edad.
Y en Delta, Utah, quedó al descubierto la marca fosilizada de una sandalia que contenía trilobites, lo cual significaba que se habían depositado allí después de haber quedado grabada la huella, o bien que estaban pegados a la sandalia. Los trilobites eran animales marinos paleozoicos que se extinguieron hace unos 200 millones de años. En 1959, en Italia, se extrajo un esqueleto humano fosilizado rodeado de estratos cuya edad se calculó en millones de años.
El siglo pasado se descubrió en la aldea de Schündorf, cerca de Vócklabruck, Austria, un pequeño objeto metálico con forma de cubo, de menos de un centímetro de largo y ancho, que se hallaba en el interior de un bloque de carbón. En torno del cubo hay una línea que forma una especie de canal y que tiene bordes redondos, como si hubiese sido hecha a máquina. Naturalmente, no hay explicación acerca de qué era o cómo llegó hasta el interior del bloque de carbón, hace millones de años.
Sin embargo, existe la posibilidad de que esas huellas y simples objetos fuesen hechos por hombres de razas extremadamente antiguas que poblaban la Tierra, y que los descubrimientos en las minas signifiquen que esa civilización era tan remota, que sólo ha podido encontrarse lo que estaba escondido dentro de la tierra o conservado en el interior de otros materiales, pero sin que hasta ahora se lo haya podido identificar.
Uno se pregunta cuántos pequeños secretos han sido destruidos a lo largo de los siglos, ya que sólo quedan muy pocos enigmas que demuestren alguna evidencia acerca de una civilización remota, aparte de las leyendas.
El toxodón es un animal prehistórico que se parece en algo al hipopótamo y que se pensaba que se había extinguido mucho antes del desarrollo del hombre civilizado. En todo caso, se creía que no podía adaptarse a una árida meseta de 4.000 metros como Tiahuanaco, y además, esa zona no parecía un lugar probable para la existencia de una gran cultura.
Existen indicios, como la presencia de terrazas por encima de la actual línea de nieves en las montañas circundantes y la fauna oceánica que existe en un profundo lago, que hacen pensar que toda la zona podría haber estado miles de metros más abajo cuando se construyó Tiahuanaco; tal vez en el nivel del mar y en la costa.
También pueden hallarse en el Perú llamas dibujadas sobre cerámicas muy antiguas, que se encontraron en las ruinas de una ciudad costera cerca de Pisco y que son representadas con cinco dedos, como eran hace muchos miles de años, en lugar de los cascos hendidos que desarrollaron posteriormente.
Ese podría ser también el caso de un pictógrafo indio o preindígena que muestra a un gran lagarto grabado en una formación rocosa de Big Sandy River, Oregon. Sin embargo, la pintura tiene un gran parecido a un estegosaurio, un tipo especial de dinosaurio.
Entre otros de los pictógrafos examinados se encontró una representación bastante exacta de un tiranosaurio, que aparecía de pie y parcialmente apoyado en la cola, exactamente como en las reproducciones posteriormente realizadas en los museos. En otros petroglifos a lo largo del Amazonas y sus tributarios se encuentran los que parecieran ser otros animales prehistóricos, sobre todo el estegosaurio.
(El hallazgo fue posteriormente desacreditado, ya que el descubridor Waldemar Julsrud, al ofrecer recompensa sólo por las estatuillas completas, estimuló inadvertidamente la confección de reproducciones por parte de los indígenas locales.)
Sin embargo, las pruebas de carbono-14 a que han sido sometidas las figuras, indican que su edad varía entre los 3.000 y 6.500 años. Una de las figuras se parece tanto a un tipo de dinosaurio llamado brachiosaurio, que si no fuera por las eras geológicas transcurridas, uno podría creer que el artista había visto realmente el animal.
Con la desaparición de esta civilización primitiva, este conocimiento podría haber sido conservado a través de leyendas (acerca de dragones) y pictógrafos. Una vez más, como en el caso de nuestra propia civilización, debemos recordar que hace poco más de 100 años, los tradicionalistas explicaban la presencia de enormes fósiles en la Tierra sosteniendo que Dios había creado los fósiles al mismo tiempo que nuestro planeta.
La supuesta bala no fue disparada después de la muerte del auroc, ya que la investigación mostró que la herida había sanado algún tiempo después de haber sido inflingida. En el Museo de Historia Natural de Londres hay otro ejemplar similar. Se trata de un cráneo humano encontrado en una cueva en Zambia y con una edad atribuida de 40.000 años, que muestra un agujero similar en el costado izquierdo, igualmente sin trizaduras radiales. Las posibilidades que sugieren estos disparos prehistóricos, si es que son tales, resultan inquietantes.
Al reconsiderar algunos de los antiguos documentos que han llegado hasta nosotros, podríamos obtener cierta información en el sentido de que la Humanidad alcanzó anteriormente nuestra actual capacidad de destrucción. Aunque existen indicios de grandes explosiones de la superficie de la Tierra en la Biblia (Sodoma y Gomorra), en la mitología griega y en muchas de las leyendas de los indios de Norte y Sudamérica, es en los antiguos testimonios escritos de la India, copiados y recopiados desde la antigüedad prehistórica, donde encontramos, descritos con bastante detalle, el uso y efecto de algo que se parece mucho a las explosiones atómicas durante una guerra.
La escuela Vaisesika de los filósofos científicos de la antigua India, desarrolló o conservó la teoría de que los átomos estaban en incesante movimiento. Subdividieron la medida del tiempo en una serie increíble de fracciones de segundo, y el más infinitesimal fue considerado como el "período empleado por un átomo para atravesar su propia unidad de espacio".
Entre los versos del Mahabharata hay algunos que contienen vividas descripciones de lo que pareciera ser una visión de primera mano de una guerra atómica.
Había incluso referencias aún más asombrosas a un arma diseñada para provocar la parálisis de los ejércitos enemigos (mohanastra: "la flecha del inconsciente") y descripciones de "carruajes de dos pisos con muchas ventanas que proyectaban llamaradas rojas y que volaban como cometas... a las regiones del cielo y las estrellas".
Los estudiosos occidentales del Mahabharata advirtieron fácilmente otras alusiones a ciertas armas relativamente modernas y que estaban relacionadas con un control del poder de fuego, las distintas clases de artillería y cohetes, las "balas del hierro", los explosivos de salitre, sulfato y carbón, las bombas cohete capaces de abatir puertas de ciudades, y los agneyastras, cañones cilíndricos que hacían un ruido como el de un trueno.
Pese a que todo fue atribuido a la antigua India, no lograron asombrar a los lectores. Algunos sospecharon que constituían un "entrometimiento" o deslices en la traducción, debido a un comprensible intento indio de decir: "nosotros lo tuvimos antes".
También dijo que se utilizaba una cortina de niebla o de humo para producir una densa bruma para el camuflaje, y comparó el tashtra, un arma "capaz de matar a un gran número de enemigos al mismo tiempo", con los explosivos modernos más avanzados. Aunque los estudiosos del siglo pasado y algunos oficiales británicos de la Primera Guerra Mundial reconocieron algunas de las armas "redescubiertas" del Mahabharata, otras de las descripciones resultaban tan inconcebibles, que incluso hicieron confundir a los traductores.
P. Chandra Roy, autor de la principal versión inglesa, observó en la introducción:
Sin embargo, lo que resultaba ridículo o misterioso en la década de 1880 e incluso en la Primera Guerra Mundial, ya no es tan enigmático para casi ninguna persona que viva en nuestro incierto mundo de hoy. Los siguientes párrafos, que se refieren a una guerra de la Antigüedad, nos resultan asombrosamente familiares, aunque están separados de nuestra era atómica por muchos miles de años.
Encontramos la siguiente descripción de un arma especial lanzada contra un ejército enemigo:
En lugar de referirse a los resultados visuales producidos por la explosión de aquella superarma como la nube en forma de seta, el escritor, que la vio, o tomó su descripción de otros relatos o simplemente imaginó su efecto, lo describió como grandes nubes que se abrían una sobre la otra, cual una serie de parasoles gigantes; es decir, una concepción distinta a la nuestra, pero que no resulta un mal símil.
También se puede leer un relato acerca del choque en el aire de dos cohetes:
Muchos piensan que la gran guerra descrita en el Mahabharata se refiere a la invasión "aria" del sub-continente indio, que vino desde el Norte. El relato pudo haberse hecho en términos comprensibles, acordes con la época, como ocurre con la Iliada, sin recurrir a un lenguaje de ciencia ficción y sin aludir a esas armas extrañamente proféticas.
En el Viaje a la Luna, de Julio Verne, existe otra inconsciente coincidencia profética y de ciencia ficción: Verne escogió la Florida como base para su imaginario disparo lunar, adelantándose en más de un siglo al verdadero. Otra coincidencia profética: las medidas atribuidas por Verne, hace más de un siglo, al submarino imaginario del capitán Nemo, son casi idénticas a las de los actuales submarinos atómicos norteamericanos.
El caso de Swift y las lunas de Marte resulta todavía más asombroso. Al escribir Los viajes de Gulliver, en 1726, Swift describió los satélites de Marte y dio sus dimensiones aproximadas, que resultaron correctas, y también detalles acerca de su revolución en torno del planeta, pese al hecho de que las lunas a las que se refirió tan de paso (y exactamente) en su obra de ficción no fueron descubiertas hasta 1877.
Sin embargo, Verne, Swift y el creador de Buck Rogers vivían en una época científica, en que la posibilidad de tales descubrimientos o inventos era sólo cuestión de tiempo. Pero los documentos indios provienen tal vez de hace más de 6.000 años.
En las leyendas acerca de la India, debiéramos también considerar el hecho de que algunas regiones de la superficie de la Tierra parecen mostrar cicatrices atómicas adquiridas miles de años antes de las actuales actividades atómicas. Estos lugares existen en Siberia, Iraq, Colorado y Mongolia (donde las pruebas atómicas chinas están dejando nuevas cicatrices, comparables a las antiguas y, en algunos sitios, situadas en un nivel del suelo inferior al actual.
Partiendo del nivel actual, la excavación pasó por los niveles culturales urbanos correspondientes a Babilonia, Caldea y Sumeria, luego por los de las primeras aldeas, luego por otros correspondientes a los labradores primitivos de los años 6.000 a 7.000 A.C. y, más abajo, por los indicios de una cultura de pastores, para llegar finalmente a una era correspondiente a la cultura de La Madeleine de las cavernas, que existió hace unos 16.000 años.
Más abajo aún, al fondo de todos los
niveles apareció un piso de cristal fundido, que no se parecía a
nada, salvo al suelo dejado en el desierto de Nuevo México por las
explosiones que inauguraron nuestra actual era atómica.
Algunos investigadores han sugerido que ciertos seres inteligentes, y con un grado de desarrollo científico años de luz más avanzado que el de los pueblos relativamente primitivos de la Tierra, se habrían dedicado durante siglos a observar nuestros progresos, y finalmente habrán de intervenir, para evitar que destruyamos nuestro planeta. Naturalmente, esto significa presumir en esos seres del espacio exterior o interior una condición altruista que no suele ser la dominante entre pioneros o exploradores.
Sin embargo, cuando dicho conducto es hallado por seres humanos, se convierte en una calle de una sola vía, de la cual sería imposible regresar, dado su nivel de desarrollo científico, o debido a que una fuerza extraña lo impediría. Muchas de las desapariciones, especialmente las relativas a tripulaciones completas de barcos, hacen suponer la existencia de expediciones de secuestro cuya misión sería obtener seres humanos para confinarlos en zoológicos espaciales, para exhibirlos en diferentes eras del desarrollo planetario, o para fines de experimentación.
Entre algunas razas que han desaparecido casi completamente se conservan aún recuerdos de catástrofes casi fatales, y según las tradiciones de otras muy antiguas, no ha habido una sino varias hecatombes globales. Las razas indígenas de América Central han contado hasta ahora tres veces el fin del mundo, y aseguran que habrá de producirse el cuarto en una fecha no muy lejana, en esta ocasión por el fuego.
Los hopi, que entre las tribus indias de los Estados Unidos son quienes conservan el registro más completo y curiosamente detallado de sus andanzas y del cosmos mismo, también hablan de las tres veces que acabó el mundo: una debido a una erupción volcánica y al fuego, otra causada por terremotos y por el desplazamiento ocasional del eje de la Tierra, y una tercera provocada por inundaciones y hundimientos de continentes que a su vez eran la consecuencia de la guerra entre los habitantes del "Tercer Mundo" empeñados en destruir sus ciudades por medio de ataques aéreos.
Entre paréntesis, la referencia al desplazamiento del eje de la Tierra es en sí una muestra del extraordinario conocimiento que había alcanzado una pequeña tribu india, no sólo acerca de la verdadera forma de la Tierra, sino respecto de su rotación.
La teoría según la cual la Tierra perdería temporalmente su velocidad de rotación y luego volvería a ajustaría corresponde a una tesis científica posterior desarrollada por Hugh Auchincloss Brown, quien atribuye dicha perturbación a un exceso de peso causado por la acumulación de hielo en uno de los polos.
Después de explicar a Solón cómo habían conservado los egipcios sus memorias respecto de algunos de estos acontecimientos, gracias a sus archivos, observó:
La teoría cíclica de la civilización que prevaleció en el mundo antiguo y existe todavía, en cierta medida, en Asia, se halla en marcado contraste con la teoría del progreso lineal de nuestra propia cultura, con su preocupación por el paso y la presión del tiempo y la constante marcha adelante de la civilización y el desarrollo científico. No obstante, en la medida en que nuestros conocimientos se hacen mayores, podríamos descubrir que lo sospechado por observadores de la Antigüedad realmente ocurrió.
La guerra nuclear, a la que se alude en los documentos antiguos y que hoy constituye un dilema fundamental, es, naturalmente, una manera indirecta de resolver el problema, aunque acarrea otro, que es el de que destruye gran parte de la vida del planeta e incluso daña su futura habitabilidad. Si las reacciones atómicas son suficientemente fuertes, provoca además desastres sísmicos e inundaciones debidas al derretimiento de los hielos.
El efecto que produciría el derretimiento de los polos provocado por el hombre, con grandes marejadas e inundaciones de las zonas costeras del mundo entero, hace recordar aquella inundación de la prehistoria, que ahora no nos parece en absoluto legendaria y que cubrió zonas de la superficie terrestre en el Atlántico, el Caribe, el Mediterráneo y otros lugares. Incluso el derramamiento de petróleo por alguno de los cada vez mayores superpetroleros o desde el oleoducto de Alaska podría hacer que el hielo polar se fundiera en grandes cantidades y con impredecibles resultados.
Tal vez en caso del hombre y de otros entes de inteligencia similar, el salto desde la barbarie a la civilización y finalmente al conocimiento y capacidad para utilizar la fisión nuclear es un proceso natural que ya ocurrió antes, no sólo en la Tierra, sino también en otros lugares del Universo. Tal vez otros sistemas civilizados, extraterrestres o incluso de este planeta, como lo han sugerido Valentine, Sanderson y otros, aunque invisibles para nosotros, han superado este afán de autodestrucción y están estudiando nuestro mundo por medio de rutas o puertas abiertas como el Triángulo de las Bermudas.
Su finalidad sería aprovecharlo como lección, o bien conservar algunas partes con fines de estudio, o impedir que se autodestruya. Tal vez se proponen orientarlo incluso, del mismo modo en que las naciones más poderosas tratan de guiar a las menos desarrolladas.
Sin embargo, adjudicar cualquier propósito a tales observadores significaría suponer que piensan como nosotros: los animales salvajes no pueden comprender por qué los coleccionistas quieren atraparlos y exhibirlos, en lugar de matarlos y comerlos. Tal vez, como se ha sugerido, los OVNI son simples "exploradores" de nuestro planeta. Si es así, lo han estado observando durante un tiempo excesivamente largo.
En la Antigüedad remota se produjeron visiones de aeronaves "celestiales" que sugieren que los OVNI habrían aparecido en zonas que se hallaban en su apogeo, como para comprobar cada cierto tiempo dónde se estaban desarrollando los nuevos centros de civilización y si eran potencialmente peligrosos o no.
No tenemos más que señalar la serie de antiguos testimonios relativos a visitas celestiales de dioses o navíos a la Tierra, para distinguir una vaga tendencia a poner énfasis en algunos aspectos que van cambiando con el tiempo. Las primeras visitas narradas en detalle fueron las hechas al antiguo Egipto en la época de Tutmosis III y el viaje espacial emprendido por el sumerio Etana.
Por cierto, disponemos de indicaciones más detalladas acerca de contactos extraterrestres en el Libro de Ezequiel, quien cuenta de visitas de aparentes navíos espaciales, que habrían llegado a la Tierra en cuatro ocasiones dentro de un espacio de diecinueve años. Ezequiel asegura que los vio en dos oportunidades y que, al igual que Etana, pudo viajar en ellos. Existe también un posible indicio en el caso de Elías, que ascendió a los cielos en una "deslumbrante carroza" para no regresar jamás.
En la India hallamos el recuerdo del vuelo de Rama y en América tenemos las alusiones a dioses que llegaron en máquinas desde el cielo para construir Tiahuanaco. Luego, numerosos testimonios provenientes de Grecia, Roma, la Europa del Renacimiento y —ya en nuestra época— de un número creciente de lugares en el mundo entero y en especial en el Triángulo de las Bermudas, dejan planteada la posibilidad de que los observadores estén interesados en el avance de la civilización tecnológica sobre la Tierra.
Estarían preocupados particularmente de los viajes aéreos, la penetración del espacio y la guerra moderna. Durante la II Guerra Mundial y en la de Corea, llegaron a ser comunes los casos de "cazas fantasmas" (luces u objetos no identificados que acompañaban a los bombarderos o los aviones de caza durante el vuelo).
En la actualidad hay informes acerca de la concentración de OVNI en las cercanías de las zonas donde se realizan los viajes espaciales, tal vez porque ellos representan un adelanto de grandes posibilidades tecnológicas o porque significan una amenaza al sistema solar o a una parte del Universo.
Como ya es usual, estos incidentes han sido en lo posible "retirados de la publicidad", con excepción de los informes iniciales. Uno de los más llamativos es el de la persecución de un objeto submarino que se desplazaba a más de 150 nudos (120 kph), primero por un destructor y luego por un sumergible, durante un ejercicio de la Marina de Estados Unidos. El hecho ocurrió en 1963, al sudeste de Puerto Rico, en el extremo sur del Triángulo de las Bermudas.
Puesto que la maniobra consistía precisamente en practicar persecuciones, se supuso que el objeto formaba parte de la práctica. Otros trece barcos de la Marina advirtieron el rápido movimiento del objeto y registraron el hecho en sus bitácoras. La persecución duró cuatro días, y en ocasiones el objeto descendió a profundidades de 7.000 metros, manteniendo su increíble velocidad. Nunca se supo lo que era, aunque la mayor parte de los informes coincidieron en que parecía estar movido por un solo motor.
Piensa que, si no son instalaciones secretas de defensa, podrían formar parte de una red submarina construida por entes que viven bajo el mar, para fines posiblemente relacionados con sus afanes de neutralizar la creciente polución y envenenamiento de las aguas del océano. Llevando todavía más lejos este razonamiento, sería posible, dado que la Tierra es básicamente un enorme dínamo, "conectarla" por medio de redes electromagnéticas instaladas dentro de los mares y, llegado el caso, activar los impulsos adecuados para cambiar su rotación.
Sin embargo, otra teoría sostiene que los visitantes no están interesados en la Humanidad y sólo tienen en mente sus propios fines, que todavía no podemos imaginar, y que las aparentes víctimas (ya que aún no sabemos si alguien ha muerto en las desapariciones) han sido causadas inadvertidamente al ser proyectadas dentro del campo de ionización.
Resulta concebible que un rayo láser destruya o atomice un avión, pero la idea de que grandes generadores de energía o complejos láser gigantescos puedan funcionar todavía, después de miles de años de haber permanecido sumergidos en el mar, parece absolutamente ridícula, ya que dichos aparatos, según la concepción que de ellos tenemos, deberían ser mantenidos y manejados por alguien.
En cualquier caso, una etapa de la civilización tecnológica que se haya desarrollado en la Antigüedad no tendría por qué haberse generado de la misma manera o siguiendo el mismo orden que la nuestra, ni habría estado sujeta a las mismas restricciones que en la actualidad, y de manera temporal, están todavía limitando nuestra tecnología en desarrollo.
Algunos de estos casos misteriosos se han producido aisladamente y podrían explicarse por las circunstancias extraordinarias en que han ocurrido, o por la coincidencia de fallas humanas y trastornos meteorológicos, pero en cambio, tantos otros incidentes del Triángulo de las Bermudas se han producido en medio de aguas transparentes, cerca de puertos, playas o bases de aterrizaje, que resultan incomprensibles, de acuerdo con nuestros conocimientos actuales.
Esto no quiere decir que el Triángulo no existe porque las serpientes marinas tampoco existen, ni significa que si alguna vez se llegara a identificar uno de esos monstruos de manera definitiva, las demás leyendas oceánicas se harían automáticamente más verosímiles.
Si el fenómeno no puede ser explicado, la mejor respuesta consiste en ignorarlo, lo cual es una actitud mucho más tranquilizadora y, en cierto modo, más inocente también. Sin embargo, la época de la inocencia científica ya pasó, lo mismo que la sensación de seguridad que nos proporcionaba. Se acabaron definitivamente el 16 de julio de 1945, en Alamogordo, Nuevo México, cuando la teoría atómica demostró en forma concluyente que ya no era una teoría.
Ahora los biólogos pueden producir la vida; los biólogos expertos en hibernación podrán muy pronto preservar indefinidamente la vida humana, mediante la congelación de cuerpos vivos; se ha demostrado la posibilidad de transmitir a películas las imágenes pensadas; la psicokinesis (o telekinesis), que consiste en mover objetos mediante la fuerza de la voluntad, no es ya un tema propio de la levitación, sino el objeto de seria investigación científica; las dos potencias espaciales están realizando experimentos con telepatía, desde y hacia el espacio exterior.
La transmutación de la materia, sueño de los alquimistas, ya no es algo imposible, y los únicos impedimentos para transformar cantidades de plomo en oro consisten en que resultaría demasiado costoso (!).
La posibilidad de la existencia de la antimateria, la curvatura del espacio y el tiempo, los nuevos conceptos sobre gravedad y magnetismo, la presumible existencia de planetas oscuros en nuestro propio sistema solar, soles que estallan, las novas y las pequeñas partículas de materia más pesadas que un planeta completo, los quasar y los agujeros negros del espacio, un Universo interminable, que se hace mayor cuanto más se extiende nuestra visión telescópica, llevándonos a millones de galaxias no descubiertas.
Estos son los misterios del conocimiento que nos guardan, mientras avanzamos a un paso tan acelerado que ningún "misterio" debería sorprendernos por el solo hecho de que no nos parece lógico.
Bibliografía
Dicha bibliografía contiene numerosas referencias a libros, periódicos y artículos de revistas que tratan acerca del Triángulo de las Bermudas. Aunque en ella se cita a centenares de autores, las referencias mas completas y concretas al fenómeno de esa región pueden hallarse en las obras de Sanderson, Gaddis y Spencer enumeradas a continuación.
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