Autores: Javier Sierra y
Manuel J. Delgado Mayo de 1995
La noticia nos sobrecogió. Dos investigadores franceses, D. Benest y J.L.Duvent, hacían público hace escasas semanas el resultado de sus últimas investigaciones en torno a la estrella, la más brillante del firmamento y ubicada a unos 8,7 años luz de la Tierra.
Según sus conclusiones Sirio es, en verdad, un sistema estelar formado por tres estrellas y no por dos, como desde mediados del siglo pasado asegura nuestra astronomía; y lo pudieron averiguar al estudiar con detenimiento las variaciones en la órbita del sistema de Sirio desde 1862 hasta nuestros días, lo que les llevó a pensar que un tercer cuerpo estelar estaba influyendo en su recorrido.
Benest y Duvent dedujeron, además, que la nueva Sirio C es una enana roja, una clase de estrella quinientas veces menos masiva que el Sol y muy poco brillante, para cuyo descubrimiento óptico - que todavía no se ha confirmado - será necesario utilizar los más potentes telescopios en un futuro inmediato.
Pero lo que realmente nos sobrecogió de la noticia fue que la conclusión a la que han llegado estos dos investigadores galos recientemente, era ya de sobra conocida por algunos de los pueblos más antiguos de África, como los egipcios y los dogones. Estos últimos, que actualmente viven en la planicie de Bandiagara, en las montañas Hambori de Mali veneran desde tiempos inmemoriales a la estrella Sirio a la que parecen conocer hasta en sus detalles más íntimos.
En 1931 el antropólogo
francés Marcel Griaule visitó por primera vez a esta tribu,
descubriendo que en sus tradiciones más sagradas y secretas se
hablaba de una estrella compañera de Sirio, a la que llamaban
Po Tolo, y de la que sabían que tarda cincuenta años en
completar una órbita en torno a ésta y que, además, es
extraordinariamente densa, lo que es rigurosamente cierto. Por si esto
fuera poco, los dogones sabían de la existencia una
tercera estrella a la que llaman Emme Ya (y que
corresponde a la recién descubierta Sirio C), de la que
dicen es "cuatro veces más ligera que Po Tolo aunque que tarda
el mismo tiempo que ésta en completar su órbita alrededor de Sirio A.
LOS ORIGENES DEL SABER
LA CONEXION EGIPCIA
Pero el conocimiento del sistema triple de Sirio no fue patrimonio exclusivo de los dogones y de los pueblos vecinos, lo cual nos obliga a abrir aún más el radio de esa supuesta influencia extraterrestre en el pasado. Los antiguos egipcios, por ejemplo, mostraban una gran veneración hacia la "estrella del Perro" o Sirio, que se encuentra en la constelación del Can Mayor. Fue sir Norman Lockyer, astrónomo británico fundador de la revista Nature, el primero en darse cuenta de que muchos templos egipcios estaban alineados hacia Sirio, cuya aparición y desaparición en los cielos sirvió como base a uno de los dos calendarios usados en Egipto. El primero de ellos era de uso popular y de escasa complejidad matemática estableciendo la duración del año en 365 días exactos, pero el basado en Sirio además de servir para fechar cuestiones sagradas y dinásticas, se fundamentaba en observaciones astronómicas extraordinariamente precisas y establecía la duración del año en 365,25 días.
Se comprobó, por ejemplo, cómo muchos de los templos egipcios, orientados hacia el sol naciente (lo que dio pie a que los arqueólogos especulasen con la existencia de una religión solar), estaban flanqueados por dos obeliscos que, ubicados en un lugar previamente determinado, servían a los sacerdotes para ver sobre la línea del horizonte por donde salía el sol a lo largo del año, pudiendo marcar así el inicio de los solsticios de verano e invierno.
Aquel control del Sol sirvió a los egipcios para comprobar que había un día en el que Sirio y el Sol salían por el mismo punto.
Comprobaron igualmente que cada cuatro años Sirio se retrasaba un día en acudir a su cita, lo que originó el ciclo de Sirio o sóthico en honor de la diosa Isis o Sothis que se cumplía cada 1460 años; es decir, pasado ese periodo de tiempo el calendario sóthico y el vulgar volvían a coincidir al inicio del año nuevo (1460 años X 0,25 días de error = 365 días).
Este calendario sóthico ha permitido fechar con precisión acontecimientos que sucedieron 43 siglos antes de Cristo, lo cual demuestra que hace ya más de cuatro mil años los egipcios conocían estos ciclos.
¿Cuándo, pues, hicieron ‚ éstos sus observaciones de Sirio para establecer su calendario? ¿Acaso fue este un conocimiento llegado por los mismos dioses de los dogones y una nueva pista sobre su origen? La identificación de Sirio con la diosa Isis (la Señora de los Dos Fuegos), refiriéndose a sus dos estrellas más grandes, A y B, fue confirmada hace ya varias décadas por los estudiosos Otto Neugebauer y Richard Parker. Lo que nunca supieron interpretar fue el por qué‚ en la iconografía egipcia Isis iba a menudo acompañada de las diosas Anukis y Satis, que ahora, desde luego, pueden entenderse como Sirio B y Sirio C.
Otra clave simbólica puede
tener que ver con Osiris, mitológicamente hermano y compañero de Isis
y encarnación de la Tierra, cuyo nombre en jeroglífico es representado
frecuentemente como un ojo sobre o bajo un trono, lo que podría dar
lugar a pensar en la rotación de nuestro planeta (y, por ende, de todo
el sistema solar) en torno a Sirio. No en vano Kant
definió a Sirio como "el Sol de nuestro Sol", hipótesis
que llevó a muchos astrónomos decimonónicos a establecer la distancia
entre Sirio y nosotros como "unidad astronómica. Y lo chocante es que
los dogones conocían a Sirio A también como la "estrella
sentada". ¿Simple casualidad?
Por la misma regla de tres, la ciencia algún día podría llegar a comprobar que las tres pequeñas pirámides satélite que hay junto a la de Keops representan tres planetas junto a Sirio A, al igual que las otras tres pirámides menores que flanquean a Micerinos (Sirio C). Curiosamente esta disposición no sitúa ninguna pirámide menor junto a Kefrén, quizá por lo que los astrónomos ya saben: el enorme peso gravitacional de Sirio B hace imposible que ningún planeta orbite en torno suyo sin ser fatalmente atraído hacia la estrella.
Frente a esta hipótesis, en el último año se ha acuñado otra no menos interesante. En 1994 los investigadores Robert Bauval y Adrian Gilbert hacían público que tres de los cuatro canales de ventilación de la Gran Pirámide estuvieron orientados hacia estrellas concretas. Así el canal norte de la cámara del Rey miró hacia Alpha Draconis, el canal norte de la cámara de la Reina hacia la estrella más baja del cinturón de Orión (las tres estrellas centrales de la constelación) , y el canal sur de esta misma cámara hacia Sirio.
Su particular "descubrimiento" les llevó a formular su aventurada "teoría de la correlación con Orión" de la que se desprende que las pirámides de Giza son una réplica exacta del cinturón de Orión y que el Nilo así como el resto de pirámides egipcias ocupan los lugares correlativos a la Vía Láctea y otras estrellas importantes.
Pero hay más. La orientación de los canales de la Gran Pirámide
corresponde - según Bauval y Gilbert - a la posición de
las tres estrellas citadas en el 2450 a.C" aunque la ubicación de las
pirámides marca el lugar del cénit donde estuvo Orión
en el 10450 a.C.
En definitiva, pese a toda la evidencia expuesta, los historiadores prefieren seguir ignorando el porqué de la fascinación que ejerció sobre los egipcios (y sobre otros pueblos tan alejados de ellos como chinos o dogones) la estrella Sirio, aunque todos ellos se esforzaron en aclararnos estas dudas en sus templos y mitos: sus "dioses instructores" descendieron un día lejano de aquel sistema triple y habitaron quizá entre nuestros antepasados.
|