por Moises Garrido
de
EditorialBitacora Website
"El cerebro es el secreto mejor guardado de la naturaleza".
Eric Kandel
neurocientífico |
El célebre médico francés Alexis Carrel llegó a decir que "de todas
las cosas que el hombre conocerá, la última probablemente será él
mismo". Y estaba en lo cierto. No obstante, puede que el hombre
jamás llegue a descifrar del todo su órgano más complejo y perfecto:
el cerebro. ¿Cómo se origina la actividad mental? ¿Dónde se
almacenan los recuerdos? ¿Por qué somos conscientes de nuestro
propio yo? ¿Para qué soñamos?... Pese a los avances conseguidos en
la exploración neurocientífica, quedan muchísimos interrogantes como
los anteriores pendientes de hallar respuestas definitivas.
Pero hay otras cuestiones más enigmáticas que ni siquiera son
planteadas unánimemente por la comunidad científica. Teorías
vanguardistas como el "cerebro holográfico" y disciplinas como la
Parapsicología, que estudia aquellas facultades más ignotas de
nuestro psiquismo, aún se contemplan con gran recelo por los
neurocientíficos, que prefieren centrar sus investigaciones en
averiguar el funcionamiento de las diferentes zonas del cerebro,
descubrir la naturaleza de los neurotransmisores y localizar las
áreas que controlan funciones como la inteligencia, la memoria o las
emociones. Aún así, el bioquímico Francis Crick, descubridor de la
estructura molecular del ADN, reconoce que,
"nuestro conocimiento de
las distintas partes del cerebro sigue en un estado muy primitivo
(...) Todo está por descubrir...".
Computador biológico
Sin duda, nuestro cerebro actúa como un sofisticadísimo
superordenador que, a través de un lento y progresivo proceso
evolutivo, se ha ido perfeccionando en sus funciones hasta el punto
de diferenciarnos cualitativamente del resto de los seres vivos.
Esta masa de tejido gelatinoso de color gris -de unos 1.300 gramos
de peso- contiene alrededor de 100.000 millones de células conocidas
con el nombre de "neuronas" y que constituyen las unidades básicas
del sistema nervioso. Estas células, conectadas entre sí a través de
millones de ramificaciones ("dendritas" y "axones"), forman una
vasta red que cumple una misión muy específica: procesar la
información sensorial, tanto la que llega del mundo exterior como
del propio cuerpo. En un solo segundo, estas células son capaces de
procesar hasta 200.000 millones de bits de información. Para ello se
valen de sus casi 100 trillones de interconexiones.
Aunque como aclara el neurólogo Santiago Ramón y Cajal Junquera -nieto
del célebre premio Nobel de medicina-, "las neuronas no se conectan
entre sí por una red continua formada por sus prolongaciones, sino
que lo hacen por contactos separados por unos estrechos espacios
denominados sinapsis". Los neurotransmisores serían los encargados
de transmitir esas señales a través de las conexiones sinápticas.
Pero el cerebro posee otras características fundamentales. Una de
ellas es que está constituido por dos mitades simétricas, divididas
por un profundo surco longitudinal, con funciones muy diferentes,
aunque interrelacionadas. El hemisferio izquierdo rige el
pensamiento lógico, verbal y analítico; el hemisferio derecho, por
el contrario, se ocupa de la parte subjetiva, emocional y creativa.
A su vez, los hemisferios cerebrales están divididos en cuatro
lóbulos: frontal, relacionado con el conocimiento y la inteligencia;
temporal, con el área auditiva; parietal, con el área sensorial; y
occipital, con el área visual.
En su interior, el cerebro posee además dos núcleos, el tálamo y el
hipotálamo, centros del sistema nervioso autónomo. Otras partes
esenciales son: el cerebelo, ubicado en la parte posterior del
cráneo, que rige el equilibrio y los movimientos musculares; y el
bulbo raquídeo, del que parte la médula espinal, que controla la
función respiratoria. El lenguaje, una facultad presente únicamente
en el hombre, estaría controlado por una serie de centros
distribuidos en las periferias del lóbulo temporal del córtex
cerebral. En cuanto a la memoria, los neurocientíficos consideran
que no se localiza en una zona concreta, sino que estaría
distribuida por todo el cerebro.
Otra particularidad de nuestro cerebro es que emite una serie de
ondas eléctricas de distinta frecuencia -producto de su actividad
electroquímica-, que pueden ser registradas mediante el
electroencefalograma (EEG). Son:
-
las ondas beta (cuyo ritmo oscila
entre 14 y 25 ciclos por segundo), presentes en el estado de vigilia,
es decir, cuando nos encontramos realizando alguna actividad como
trabajar, leer, andar, etc.
-
las ondas alfa (de 8 a 13 c/sg.),
relacionadas con los estados de relajación y meditación
-
las ondas
zeta (de 4 a 7 c/sg.), con los estados emocionales y creativos
-
las ondas delta (de 0,5 a 3 c/sg.), activas durante el sueño
profundo
Pero nuestro cerebro esconde otras sorpresas...
A mediados de los setenta se detectaron unas sustancias neurorreguladoras que fueron bautizadas con el nombre de
endorfinas
(opiáceas endógenas) y que cumplen un papel similar al de
determinados alcaloides derivados del opio. Dicha droga bioquímica
es liberada por el cerebro para aliviarnos un dolor o provocarnos
una sensación placentera. Hoy es uno de los campos de investigación
más importante de la farmacología.
Pero a pesar de todos estos conocimientos básicos que se han ido
adquiriendo en las últimas décadas gracias a los modernos avances
tecnológicos (sobre todo con el uso de la Tomografía por Emisión de
Positrones y con la Resonancia Magnética Nuclear), el reputado
neurobiólogo José M. Rodríguez Delgado nos advierte en su obra
El
Control de la Mente que,
"la anatomía y la fisiología del cerebro son
aspectos muy importantes para conocer su estática y su dinámica,
pero estos datos no nos revelan el misterio de las señales que
circulan por las neuronas, ni su sistema de codificación, y mucho
menos su significado".
En suma, conocemos muy bien la organización
anatómica y estructural del cerebro, pero muy poco sobre sus
funciones (sólo un 20% según algunos especialistas).
Ente inmaterial
La dualidad mente-cerebro sigue generando un intenso debate entre
filósofos, psicólogos y neurofisiólogos. Se nos enseña que la
actividad mental es producto de complejos mecanismos cerebrales,
pero aún no se ha logrado definir con exactitud qué es la mente. ¿Se
trata de una entidad espiritual, el alma, como creían los antiguos
filósofos?... Según los neurocientíficos, la mente no puede existir
sin su soporte material que es el cerebro, sin embargo sus funciones
y capacidades alcanzan niveles insospechados y hacen poner en duda
los postulados mecanicistas. Ciertamente, resulta difícil pensar que
conceptos como el amor, el sentido religioso, la imaginación, la
intuición, la creatividad artística, la sensibilidad musical, etc.
tengan un origen exclusivamente neurofisiológico.
Eso sin referirnos a cuestiones más profundas como el inconsciente
colectivo, la consciencia transpersonal y las facultades PSI, por
ejemplo. Por otra parte, los neurocientíficos tampoco se ponen de
acuerdo en determinar si la actividad mental ya aparece en la vida
intrauterina, si se inicia en el momento de nacer o si se desarrolla
en etapas posteriores. Y mucho menos son capaces de explicar cómo
surge en nuestro cerebro la consciencia del Yo ("el mayor de los
milagros", según Karl Popper). Pero ¿y si la mente es una propiedad
inteligente independiente del cerebro? ¿y si existe previamente a
todo lo manifestado?... Recordemos el axioma hermético "el universo
es mental" que ahora es defendido por muchos físicos de vanguardia
interesados por el fenómeno de la consciencia. Y es que los nuevos
paradigmas científicos están planteando asombrosas teorías
relacionadas con la mente humana que hacen tambalear el modelo
materialista del cerebro, como más tarde veremos.
¿Un subproducto del cerebro?
¿Cómo los procesos cerebrales pueden dar lugar a la experiencia
consciente?... Complicado dilema se les plantea a los
neurocientíficos que intentan abordar el problema de la consciencia,
el más grande enigma de nuestra psique. El matemático y filósofo
David J. Chalmers señala sobre ella que,
"nada hay que conozcamos de
forma más directa, pero resulta dificilísimo conciliarla con el
resto de nuestros conocimientos".
Y es que a pesar de las
elaboradas
teorías reduccionistas planteadas por científicos de la talla de
Christof Kock, Daniel Dennett o Roger Penrose - éste último incluso
aplicando el modelo cuántico -, no es posible por ahora explicar la
consciencia en sí. Y tal vez, como sostienen los más pesimistas, no
sea posible nunca...
Comprender el mundo mental en términos del mundo físico no resulta
nada sencillo y hasta el momento todo intento ha sido inútil para
despejar nuestras dudas. Y es que hay una pregunta vital: ¿puede la
mente humana comprenderse a sí misma?... Pero la cosa no acaba ahí.
Determinados fenómenos anómalos hacen pensar que la consciencia no
está limitada a las estrechas barreras del cerebro, lo cual deja en
entredicho la visión materialista de que la consciencia no es más
que una especie de biocomputador. La ecuación "mente = cerebro" no
está, pues, tan clara como se nos quiere hacer creer desde hace tres
siglos.
El destacado psicólogo Charles T. Tart apunta al respecto que,
"no
cabe la menor duda de que ciertos aspectos de la mente y de la
consciencia dependen, parcial o totalmente, del funcionamiento del
cerebro y del sistema nervioso. No obstante, existen ciertos
fenómenos que parecen un tanto independientes de las limitaciones
físicas impuestas por el cerebro y nos obligan a afrontar el
problema desde otra perspectiva".
Así,
la visión remota, la
proyección extracorpórea y las experiencias cercanas a la muerte
(ECM) evidencian que la consciencia no se reduce a nuestro marco
físico-tridimensional sino que puede trascender las fronteras del
espacio y el tiempo e incluso expandirse a otros niveles de la
realidad.
"La expansión de la consciencia implica un desarrollo
gradual, una evolución histórica que va de lo inconsciente a lo
consciente, de lo inferior a lo superior, de lo individual a lo
social, de lo personal a lo transpersonal y de lo transpersonal a lo
universal", afirma Ana Mª González Garza, profesora de psicología en
la Universidad Iberoamericana de México.
Estas teorías conocidas como "interaccionistas-dualistas", que
sugieren que nuestro yo consciente y el cerebro son entidades
independientes aunque interactúan entre sí, se fundamentan, entre
otras cosas, en dos razones:
-
la primera, en que las leyes de la
física, química y biología no ofrecen ninguna pesquisa sobre el
surgimiento de esta entidad inmaterial llamada consciencia (al
menos, su existencia es incompatible con las "leyes naturales" que
nos presenta hoy la ciencia materialista)
-
la segunda, en que los
biólogos evolucionistas no han sido capaces de explicar el
desarrollo gradual de la consciencia ya que consideran a ésta
causalmente inefectiva
En este punto, deberíamos reflexionar, como propone el filósofo y
premio Nóbel de Medicina John C. Eccles, sobre los grandes
interrogantes que subsisten respecto a la acción de nuestro cerebro,
a su relación con la mente, a la creatividad de nuestra imaginación
y a la singularidad de la psique.
La mente profunda
El neuropsiquiatra austriaco Sigmund Freud, uno de los principales
fundadores de la psicología moderna, introdujo a finales del siglo
XIX el concepto de "inconsciente" para designar,
"aquellas
representaciones latentes de las que tenemos algún fundamento para
sospechar que se hallan contenidas en la vida anímica".
Casi toda
nuestra actividad psíquica procede de esa zona sumergida de nuestra
mente. Pero ¿se halla en un lugar determinado del cerebro?... Según
algunos neurocientíficos como Jonathan Winson, el inconsciente
estaría localizado en una región primitiva del cerebro (que implica
al hipocampo, al sistema límbico y a la
corteza frontal) cuyo
mecanismo surge en el comienzo de la evolución de los mamíferos y
que resultó fundamental para la supervivencia.
Sin embargo, como apunta el Dr. Charles Brenner,
"nadie ha
demostrado todavía la analogía eléctrica o química de un
pensamiento, y justamente es el pensamiento lo que ocupa totalmente
al psicoanálisis".
De lo que no hay duda es que nuestros deseos,
complejos, miedos, sentimientos e instintos (pulsiones) descansan en
el inconsciente, el cual condiciona, en buena medida, nuestra
personalidad. Por un sentido ético y racional, esos contenidos
mentales inconscientes son censurados y reprimidos, aunque luchan
por hacerse conscientes (a través de los sueños consiguen una vía de
escape expresándose mediante un lenguaje simbólico).
El estudio psicoanalítico de los sueños y las investigaciones sobre
sujetos neuróticos sirvió a Freud para dar un enfoque terapéutico a
esta nueva psicología del inconsciente. Sin duda, la doctrina
freudiana -que ha sido muchas veces objeto de controversia por su
defensa de la hipnosis y por su particular interpretación de la
sexualidad infantil- ha realizado una notable aportación al
conocimiento del mundo psíquico y, por ende, ha servido para
profundizar más en el complejo comportamiento humano.
Pero no sólo existe un inconsciente individual. El psicólogo suizo
Carl Gustav Jung, discípulo de Freud, consideró que también hay un
"inconsciente colectivo". Con dicha denominación,
Jung se refirió a
una especie de sustrato o "archivo" psíquico universal que contiene
imágenes simbólicas esenciales ("arquetipos"), común a todas las
culturas, que se han ido manifestando a lo largo de las épocas en
las creencias religiosas, la mitología, el esoterismo, las leyendas,
los sueños y también en el arte.
"He elegido la expresión
'colectivo' porque este inconsciente no es de naturaleza individual
-escribe Jung-, sino general, es decir, que en contraste con la
psique individual tiene contenidos y modos de comportamiento que son
los mismos en todas partes y en todos los individuos. En otras
palabras, es idéntico a sí mismo en todos los hombres y constituye
así un fundamento anímico de naturaleza suprapersonal existente en
todo hombre...".
Un nuevo paradigma
Algunos científicos contemporáneos como el neurofisiólogo Karl
Pribam o el bioquímico
Rupert Sheldrake han enunciado ciertos
postulados revolucionarios sobre el cerebro y la psique humana en
los que está muy presente la noción junguiana de la "mente grupal".
El primero de ellos formuló, a principios de los setenta, una
sugestiva teoría según la cual el cerebro opera como un holograma,
teniendo acceso a un todo mayor. Su "modelo holográfico del cerebro"
considera que la memoria y la inteligencia no se encuentran en un
área determinado del cerebro sino que están esparcidas por todo él.
Cada parte contiene al todo, como ocurre en una placa holográfica.
Esta teoría se vería apoyada poco después por los trabajos del
físico David Bohm sobre el "orden implicado", quien también
consideraría el universo como una especie de holograma (emergió así
una nueva concepción de la realidad que se conoce como "el paradigma
holográfico" y que cuenta cada vez con más partidarios).
Sheldrake,
por su parte, publicó en 1981 una interesante y polémica obra
titulada Una nueva ciencia de la vida en la que exponía su hipótesis
de la "causación formativa", según la cual la memoria es inherente a
la naturaleza y no, por tanto, un producto del cerebro.
Este científico heterodoxo plantea asimismo la existencia de una
memoria colectiva -a la que denomina "campos morfogenéticos"- que
actúa más allá del espacio y del tiempo, determinando los hábitos,
formas y conductas de los seres vivos, y transmitiendo además a cada
organismo el conocimiento acumulado por su especie.
"Según esta
teoría, los recuerdos no deben estar necesariamente almacenados en
el interior del cerebro puesto que los hábitos y los recuerdos de
acontecimientos pasados concretos pueden ocurrir por resonancia
mórfica con estados anteriores del mismo organismo", argumenta
Sheldrake.
Facultades PSI
Tanto Freud y Jung, como posteriormente Pribam y
Sheldrake, se
sintieron atraídos por los fenómenos fronterizos de la mente. Sus
investigaciones les llevaron irremediablemente al mundo de lo
paranormal. Los padres de la psicología moderna no sólo estudiaron
ciertos fenómenos inexplicables, sino que fueron protagonistas de
algunos de ellos (Freud escribió en 1921 un interesante artículo
titulado Psicoanálisis y telepatía y Jung recogió varios casos
paranormales en su obra autobiográfica Recuerdos, Sueños,
Pensamientos de 1961; fueron además miembros de la célebre Society
for Psychical Research de Londres).
En cuanto a la teoría de Karl Pribam, si nuestro cerebro puede
acceder a una "esfera de frecuencia holística", fuera de nuestros
límites espacio-temporales, cobra sentido facultades como la
telepatía, la "visión remota" o la
psicokinesis, y experiencias
trascendentes como los "estados místicos".
"Si tenemos
ESP o
fenómenos paranormales -asegura Pribam-, eso significa sencillamente
que estamos leyendo en otra dimensión en ese momento. No podemos
entenderlo a nuestra manera corriente".
Por su parte, Rupert
Sheldrake afirma que,
"la hipótesis de la
causación formativa quizás
pueda proporcionarnos un puente entre la ciencia y los fenómenos
parapsicológicos".
Ciertamente, fenómenos como la
clarividencia, la retrocognición o la sincronicidad pueden tener también una
explicación natural bajo ese novedoso enfoque teórico.
Pero ¿realmente hay evidencias de que nuestro cerebro posee
facultades extrasensoriales? ¿existe una energía psíquica capaz de
ejercer una acción sobre la materia?... Recientemente se han
cumplido 130 años desde que comenzara lo que por entonces se conoció
como la investigación metapsíquica (precursora de la
Parapsicología). Numerosos médiums de la época fueron sometidos a
minuciosos exámenes por destacados científicos como William Crookes,
premio Nobel de Física, o Charles Richet, premio Nobel de Medicina.
Aquellos ilustres pioneros reconocieron la realidad de los fenómenos
extraordinarios y determinaron que tenían un origen psíquico.
Apoyado en la teoría del "inconsciente", el filósofo
Frederic W. H.
Myers elabora en 1895 la hipótesis del "Yo-subliminal", un nivel
psíquico en el que pueden conectarse diversas mentes, explicando así
los fenómenos telepáticos.
Pero la investigación de los fenómenos PSI no alcanzó un valor
verdaderamente experimental y científico hasta la década de los
treinta, cuando el biólogo y matemático Joseph B. Rhine aplica el
método estadístico para medir las capacidades psíquicas de algunos
sujetos, englobadas bajo los nuevos términos de "Percepción Extrasensorial" (ESP) y "Psicokinesis" (PK). Desde entonces, la
Parapsicología -que logró el esperado reconocimiento científico en
1969- ha ido avanzando, aunque lentamente y sorteando muchos
obstáculos, en el conocimiento de las facultades latentes de nuestra
mente. No obstante, seguimos sin aclarar si esa supuesta energía
("telergia") que produce los fenómenos paranormales tiene su sede
funcional en alguna región concreta de nuestro cerebro. Unos
consideran que el lóbulo temporal está implicado en la fenomenología
paranormal (Michael Persinger, 1989). Otros, en cambio, suponen que
es el tálamo, como por ejemplo el equipo de investigación "Hipergea"
de Barcelona.
En 1985 intentó ofrecer una respuesta:
"El oxígeno de las
neuronas talámicas del cerebro es el factor desencadenante de la
fenomenología paranormal".
Una conclusión que no ha podido ser
confirmada y que deja sin explicar aquellos fenómenos PSI que
trascienden los límites temporales y espaciales. Hace ya varias
décadas que el propio Dr. Rhine mantenía sus dudas a este respecto,
sosteniendo que el factor PSI no es de naturaleza física. En su
excelente libro El Nuevo Mundo de la Mente (1953) el padre de la
Parapsicología Científica manifestaba:
"En alguna parte del
organismo debe haber incluso lo que en cierto sentido podría
llamarse una localización, un lugar más identificado con psi que
cualquier otro. Eso no quiere decir que tenga que existir un órgano
receptor específico o una zona determinada del cerebro".
De todas formas, la idea de una "transferencia de energía" está
quedando relegada desde que irrumpió la teoría holográfica de Pribam
y Bohm. Esta última propone que "el cerebro es un holograma que
percibe y participa en un universo holográfico". Por tanto, si en el
"nivel implicado" todas las cosas y acontecimientos están
interconectados, no hace falta que recurramos a modelos
explicatorios basados en campos energéticos para explicar los
fenómenos ESP y PK. Aquí cabría hablar más bien de "unidades de
información" (Stanley Krippner, 1978).
Sin duda, el estudio de los fenómenos paranormales está
contribuyendo a ahondar en aspectos hasta ahora desconocidos de la
mente humana. Es, pues, importante seguir investigando a fondo estas
cuestiones, siempre con un espíritu abierto pero a la vez crítico, y
conseguir un mayor apoyo multidisciplinar. Y es que, como reconoce
el eminente catedrático de Psicología José Luis Pinillos,
"en el
fondo, todo este inquietante mundo de la comunicación telepática, de
la percepción extrasensorial y de las premoniciones constituye una
advertencia, una invitación a la humildad para los psicólogos
demasiado orgullosos de su ciencia, y representa también un reto al
ingenio humano"...
Ultraconsciencia
¿Puede expandirse la consciencia hacia niveles superiores de la
realidad?... Así lo cree la Psicología Transpersonal, la rama más
reciente de la psicología que aborda los fenómenos limítrofes de la
consciencia. Su precursor, el psiquiatra checo Stanislav Grof lleva
cuarenta años investigando los llamados "estados modificados de
consciencia" lo que le llevó a crear un nuevo paradigma sobre la
naturaleza de la psique humana, opuesto al modelo
cartesiano-newtoniano. El movimiento transpersonal ha tenido en los
últimos años una gran acogida por parte de psicólogos, psiquiatras,
filósofos, físicos, pensadores y artistas de vanguardia.
Lo "transpersonal" -vocablo acuñado por el psicólogo
Abraham Maslow
en 1969- es, para el psicoanalista Enrique Galán,
"intraindividual,
pues en el interior de cada cual se agita el cosmos en su conjunto,
la 'physis' (...) Es un intento de comprender el misterio de la
Naturaleza a través del estudio de la psique humana".
En ese viaje
interior, hacia lo más profundo de uno mismo, se puede vivenciar
episodios perinatales, regresiones hacia supuestas vidas pasadas,
sintonización con otras consciencias (individual, colectiva,
planetaria...), comprensión de los símbolos universales y, en grado
último, experimentar una comunión con la nada, con la unidad
primordial. Todo un amplio espectro de acontecimientos autotrascendentes que se vuelven inefables...
Pero además, según Grof:
"las 'experiencias
transpersonales'
incluyen diversas visiones arquetípicas, secuencias mitológicas,
experiencias de influencias divinas o demoníacas, encuentros con
seres desprovistos de cuerpo o suprahumanos y la identificación
experiencial con la mente universal o el vacio supracósmico".
Como
se puede ver, en estas experiencias cumbre encontramos elementos
análogos a los que, en ocasiones, nos describen los médiums, los
contactados y los visionarios religiosos (así como aquellas personas
que han sufrido una ECM). No obstante, mediante el consumo de
sustancias alucinógenas (como el LSD) o empleando técnicas como el
trance, la meditación, la privación sensorial, la danza rítmica, la
respiración holotrópica, etc. el individuo puede experimentar un
"estado no ordinario de consciencia" y penetrar en esas "dimensiones transpersonales de la psique" de las que hablan, con otro lenguaje,
los místicos de todas las épocas y culturas.
Y es que, ya sea el "éxtasis místico" en el contexto católico, el
nirvana en el budista, el satori en el zen o el samadhi en el yoga,
la experiencia y el resultado son los mismos: acceder a una esfera
supradimensional para fundirse con la "divinidad", con lo
"absoluto". Alcanzar esa "Consciencia Cósmica" -como la denomina el
Dr. Richard Bucke- supone, a su vez, adquirir un conocimiento más
profundo de la realidad y una visión holística del universo. El
sujeto experimenta asimismo un despertar de su intelecto, un
desarrollo de ciertas facultades extraordinarias (relacionadas,
preferentemente, con la "percepción extrasensorial" y con la
sanación), un mayor sentimiento de amor hacia sus semejantes y un
profundo respeto hacia toda forma viviente. No sabemos si esos
"destellos de lo infinito" son vislumbrados por la consciencia
humana porque somos lo que el especialista Jon Klimo llama
"subpersonalidades dentro de una Mente-Cerebro Universal", pero de
lo que podemos estar completamente seguros es del profundo y
positivo cambio que experimentan aquellos que cruzan el umbral de
los "reinos transpersonales".
A modo de epílogo
En definitiva, la Naturaleza nos ha dotado de un tesoro de
incalculable valor. El cerebro, con todos sus misterios, seguirá
deparándonos muchas sorpresas en el siglo XXI. Hoy, muchos físicos
cuánticos, como Jack Sarfatti y Eugene Wigner, llegan a preguntarse
si nuestra consciencia ha creado la realidad del Universo, ya que su
papel es crucial en el mundo de las partículas elementales (como se
deduce del "Principio Indeterminista"). La nueva física ha
reconocido finalmente la importancia que tiene la psique en los
fenómenos subatómicos. Ello ha contribuido a que algunos físicos
vanguardistas se interesen por conocer cuáles son los puntos de
conexión entre la física y el misticismo, e incluso decidan
introducirse en el terreno - aún "maldito" para ciertas mentes
atrofiadas - de la parapsicología, como es el caso del premio Nobel
de física Brian Josephson, que aplica las leyes cuánticas a la
explicación de los fenómenos PSI.
"La física, el brillante ejemplo de la ciencia pura y dura, que
siempre se ha tenido como un modelo para las demás, está ahora
trascendiendo la visión del mundo mecanicista y reduccionista. Nos
está conduciendo a una visión orgánica, holística y ecológica
similar a la de los místicos, las personas psíquicas y las que
tienen experiencias transpersonales espontáneas", especifica muy
acertadamente el físico teórico Fritjof Capra.
Anexo 1
Viaje hacia el universo interior
Los relatos de aquellos que por diferentes vías -espontáneas o
provocadas- han protagonizado una "experiencia transpersonal", que
suele ser difícil de describir con palabras ya que trasciende el
mundo de los sentidos, coinciden en muchos aspectos. El místico, el
chamán, el médium, el que sufre una ECM, el que "canaliza" supuestas
entidades astrales, el que medita, el que experimenta con sustancias
alucinógenas, etc. suelen narrar prácticamente lo mismo. Cuando se
encuentran bajo un "estado elevado de consciencia", las puertas de
la percepción se les abren a un mismo escenario, a un "lugar" lleno
de luz en el que se siente un estado de felicidad suprema. Henry Corbin lo llama el "mundo imaginal":
"Ese mundo está escondido
detrás del acto mismo de la percepción sensorial y hay que buscarlo
por debajo de su aparente certidumbre objetiva (...) Es ontológicamente tan real como el mundo de los sentidos y del
intelecto. Debemos ser cuidadosos y no confundirlo con la
imaginación que el hombre moderno identifica con la fantasía".
Veamos algunos ejemplos...
El testimonio de una joven que sufrió un accidente automovilístico
nos sirve para ilustrar las intensas visiones que se tienen durante
una ECM:
"...Rápidamente pasé del pánico y el temor por mi vida a
ser plenamente consciente de que iba a morir. Fue entonces cuando
tuve la sensación de paz y serenidad más profunda de mi vida. Fue
como si hubiese viajado desde la periferia de mi ser, el cuerpo que
me contenía, hasta el centro de mí misma, un lugar imperturbable,
completamente silencioso y tranquilo (...) Toda yo, fuese lo que
fuese en ese momento, me sentí transportada a un lejano y envolvente continuum más allá de lo que anteriormente había
creído que era la
muerte (...) Me sentí feliz y exuberante, incluso en medio de la
catástrofe que me rodeaba (...) El accidente y la experiencia que
conllevó transformaron totalmente mi visión del mundo y mi modo de
comprender la existencia...".
¿Y qué cuentan los supuestos "espíritus" sobre el mundo del "más
allá"?... La médium británica Helen Graves recibió el siguiente
comunicado de una amiga suya que había fallecido poco tiempo antes:
"...Aquí somos lo que parecemos ser... La luz es aquí literalmente
la sustancia y materia de la vida del pensamiento. Así, a medida que
nuestros pensamientos se armonizan con la vibración de la Divinidad
Creadora, la sustancia de nuestros cuerpos cambia, se torna menos
densa y refleja más luz".
Por su parte, el contactado norteamericano
Mark Probert suele
"canalizar" presuntas revelaciones extraterrestres que versan sobre
el Cosmos y la Vida:
"El espacio no es algo objetivo 'per se' que se
difumina a lo lejos y puede ser cruzado en un viaje alucinatorio,
sino un estado de conciencia, la extensión de la propia vida
interior. El espacio es en sí mismo un estado de la energía
universal, un campo de la conciencia del ser".
El estado de consciencia total (samadhi) que se consigue con la
meditación es percibido así por el yogui Sri Chinmoy:
"Ningún
pensamiento, ninguna forma: sólo existencia pura. La voluntad y el
pensamiento se extinguen. El final definitivo de la danza de la
naturaleza: yo soy Eso que he estado buscando".
Un sujeto, sometido a una sesión controlada con
LSD, describió de la
siguiente forma lo que para él fue la experiencia más maravillosa de
su vida:
"...Experimenté un trepidante relámpago de éxtasis y mi
cuerpo se disolvió en el flujo de materia o energía del que está
hecho el universo. Fui arrebatado hacia el centro de la existencia
de donde surgen todas las cosas y en el que convergen todas las
cosas (...) Hay una suave luz que emana desde abajo, dando un brillo
vacilante (...) De lo único que se es consciente es del éxtasis y
amor puros. Por un instante me sentí tentado de permanecer en ese
lugar de belleza infinita..."
La verdad es que, en los últimos tiempos, se ha incrementado el
número de personas que afirman tener experiencias extraordinarias.
¿Cuál sería el fin de estos encuentros con otras "realidades"?...
Según el psicólogo Kenneth Ring, autor de El Proyecto Omega,
"nos
conducen hacia una reorientación fundamental de nuestros valores y
visiones del mundo personales, pero lo que es más importante es que
también parecen acelerar una transformación psicofísica".
Quizás,
entre esos privilegiados individuos que logran traspasar el umbral
de la consciencia ordinaria para acceder a las "dimensiones transpersonales", esté emergiendo una nueva especie más avanzada.
John White ya le ha dado un nombre: el Homo Noeticus...
Anexo 2
En busca del "Factor PSI"
La supuesta energía psíquica responsable de los fenómenos
paranormales ha recibido diversos nombres: telergia, bioplasma,
potencialidad PSI, fuerza metaetérea, psicotrónica, etc. Durante la
época metapsíquica, se utilizaron otros términos como "fluido mesmérico", "radiaciones rígidas", "rayos N"... Sin embargo, hasta
ahora no se han ofrecido argumentos favorables sobre su naturaleza
física, ya que como sabemos, la energía disminuye proporcionalmente
en función de la distancia y eso no ocurre en fenómenos como la
telepatía; y, por otro lado, los fenómenos PK (Psicokinesis) se han
podido reproducir a través de la llamada Jaula de Faraday por lo que
hay que descartar la posibilidad de que dicha energía sea
electromagnética como siempre ha creído la Parapsicología oficial.
"Las manifestaciones telérgicas, en las que intervienen una supuesta
energía física, mensurable y a veces visible, no constituyen hoy un
hecho todavía probado", asegura Antonio Jiménez Visedo, directivo de
la Sociedad Española de Parapsicología.
Ante esta deducción, pronto
surgieron otras posibles explicaciones para la actividad PSI. El
astrónomo V. A. Firsoff se refirió a una especie de partícula
psíquica, semejante a los neutrinos, a las que bautizó con el nombre
de "mindones". El psicólogo Cyril Burt prefirió denominarlas
"psicones", mientras que el matemático A. Dobbs las llamó
"psitrones". Es así como se comienza a relacionar los fenómenos ESP
y PK con la mecánica cuántica, siendo actualmente uno de los campos
teóricos predilectos de la Parapsicología Científica.
Pero de lo que no hay duda es que la mente humana es el epicentro de
la fenomenología paranormal. Y parece ser también que cuando el
cerebro emite frecuencias del tipo "alfa" (cuando el sujeto se
encuentra en relajación), es más probable que se manifiesten las
facultades PSI, como se ha podido constatar en numerosas pruebas de
laboratorio. Hoy, mediante las modernas técnicas de biofeedback
(biorretroalimentación) el sujeto puede producir y controlar
voluntariamente el "estado alfa".
Asimismo, a través del método Ganzfeld (vocablo alemán que viene a
significar "campo total"), la persona es sometida a una privación
sensorial hasta alcanzar un nivel profundo de relajación. Este tipo
de experimentación con medios técnicos está contribuyendo a que
puedan desarrollar la ESP individuos que nunca antes habían tenido
experiencias de esta naturaleza. A su vez, se ha podido comprobar
con mayor control y rigor la existencia de las facultades PSI
atrayendo el interés de científicos de diversas disciplinas.
Pero ¿es el "factor PSI" una cualidad natural que poseía el hombre
primitivo y que fue perdiéndose conforme surgió el lenguaje hablado?
¿o, por el contrario, es una facultad que está en proceso de
evolución como otras características (genéticas, físicas, etc.)
humanas?... No hay una respuesta concreta que nos pueda aclarar esta
duda. Existen opiniones para todos los gustos. Freud, por ejemplo,
señaló al respecto de la telepatía que,
"cabe la sospecha de que
fuera la vía original, arcaica, de comunicación entre los seres
individuales, que a lo largo del desarrollo filogenético experimentó
una regresión a favor del mejor método de comunicación por medio de
signos que se perciben con los órganos sensoriales".
De hecho, la
antropóloga Margaret Mead ha encontrado en algunas actuales tribus
primitivas indicios de que utilizan sistemas de comunicación extrasensoriales amén de poseer otras capacidades parapsicológicas.
Lo cierto es que, como afirmó Henry Margenau, profesor de física de
la Universidad de Yale,
"sabemos hoy que existen muchos fenómenos
que se sitúan en la frontera, en la periferia de la ciencia actual.
Fenómenos que aún no comprendemos, que permanecen en la oscuridad,
pero que, sin duda, pasarán a formar parte del campo estudiado por
la ciencia en el futuro".
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