por Esperanza Carrasco Licea y Alberto Carramiñana
Alonso
Diario Síntesis
29 de Octubre de 1996
Friedrich William
Bessel (1784-1846), uno de los científicos mas notables de su
tiempo, hizo una de las aportaciones mas fundamentales de la
astronomía del siglo XIX. Una de la cuestiones que mayormente
frenaban el desarrollo del conocimiento acerca de las estrellas era
el desconocer sus distancias. Los esfuerzos infructuosos de varios
astrónomos de principios del siglo XIX dejaron claro que estas
distancias debían ser enormes. En 1838, Bessel utilizando un
método puramente geométrico, conocido como "método de paralaje",
logró medir después de 18 meses de observaciones la distancia a la
estrella 61 Cygni, midiendo su distancia al Sol en unos 10
años-luz. Una vez dado este primer gran paso, Bessel dirigió
su esfuerzo hacia la estrella mas brillante de la noche,
Sirio.
Una de las características de las estrellas cercanas, como 61
Cygni o Sirio, es que se mueven muy despacio, apenas
perceptiblemente después de muchos años, con respecto a las
estrellas del fondo, mucho mas lejanas. Este movimiento es en
principio rectilíneo, pero al estudiar Sirio, Bessel encontró
que la
trayectoria de Sirio se desvía ligeramente de una recta.
Después de 10 años de minuciosas observaciones Bessel
concluyó que Sirio es en realidad una estrella doble,
girando alrededor de una estrella compañera cada 50 años. A pesar de
estar seguro de su existencia, Bessel no logró observar a la
compañera de Sirio, mucho menos luminosa que esta.
La primera observación de "Sirio B" (siendo "Sirio
A" la estrella principal del sistema doble) se dio en 1862,
16 años después de la muerte de Bessel, cuando Alvan Clark
probó el telescopio de 18 pulgadas (45 centímetros) de diámetro que
su padre había terminado de construir. Sirio B resultó
ser unas 10 mil veces menos brillante que Sirio A. Sin embargo las
masas de las estrellas no difieren tanto: mientras que Sirio A
tiene 2.3 veces la masa del Sol, Sirio B es igual de masiva que el
Sol. Dado que la luminosidad de una estrella depende fuertemente
de su temperatura, los astrónomos de la época, que aun no contaban
con los instrumentos adecuados para realizar los estudio necesarios,
supusieron que
Sirio B era una estrella de tamaño similar que Sirio A
pero mucho mas fría. De esta manera podían reconciliar el que el
cociente de las masas de las dos estrellas fuera de 2.3 mientras que
el de luminosidades era de mas de 10 mil.
Cincuenta años después, Walter Adams empleando métodos de
espectroscopía en el observatorio de Mount Wilson logró medir la
temperatura de Sirio B. Para absoluta sorpresa de
todos,
Sirio B resultó ser una estrella extremadamente
caliente: la temperatura en su superficie es de mas de 27 mil grados
centígrados, mayor que la de Sirio A que no alcanza
los 10 mil grados, o que la de nuestro Sol, que es de unos 5700
grados. La única forma de que una estrella tan caliente fuera tan
poco luminosa era que sus dimensiones sean muy pequeñas. De hecho el
diámetro de Sirio B resultó ser de menos de 1% del diámetro
del Sol. Los resultados de Adams, publicados en 1915, hacían
de
Sirio B una estrella tan extraña que muchos astrónomos
calificaron los resultados de absurdos: cómo iba a tener una
estrella de 27 mil grados una masa igual a la del Sol contenida en
un objeto mas pequeño que la Tierra? Esto implicaba que un cubo de
materia de
Sirio B de un centímetro de lado debería pesar unas 3
toneladas!
A pesar de las críticas la evidencia era tan clara que gradualmente
fue aceptada la existencia de estrellas superdensas.
Hoy en día sabemos que Sirio B no es una estrella
común, sino una "enana blanca". Las enanas blancas
son los restos de estrellas "normales" que vivieron algunos
centenares o miles de millones de años y que después de violentos
cambios solo conservaron su partes centrales, calentadas al haberse
contraído súbitamente pero desprovistas de combustible nuclear capaz
de proveer nueva energía. Tanto Sirio A como el Sol
terminaran sus vidas como enanas blancas, estrellas
superdensas y extremadamente calientes que se enfrían lentamente
hasta perderse en la oscuridad del cielo.
por Lola
Morales Ruiz
La estrella Sirio
es blanca brillante, con una temperatura superficial de alrededor de
10.000 grados centígrados. Es la tercera estrella más cercana a la
Tierra (sin contar al Sol), a unos 8.9 años luz de nosotros. Su
nombre proviene del griego y significa “abrasador”. Se
encuentra acompañada de una estrella enana blanca que recibe el
nombre de Sirio B o el Cachorro, tardando unos 50 años
en girar alrededor de la estrella principal, a una distancia
comprendida entre las 8 y las 32 unidades astronómicas.
Esta singular acompañante
es muy pequeña, pero extremadamente masiva. Una pequeña cantidad de
materia del Cachorro tiene un peso enorme: si se pudieran llenar
cinco cajetillas de fósforos con materia procedente de esta enana
blanca, las cinco cajetillas pesarían tanto como un elefante (unas 6
Tm). Su descubrimiento resultó accidental: en la noche del 31 de
enero de 1862, el astrónomo aficionado norteamericano Alvan
Clark,
estaba probando un telescopio realizado por él mismo, de casi medio
metro de abertura . Su hijo quiso ver la estrella más brillante del
cielo y, al mirar a través del ocular, se sorprendió al ver que
Sirio es una estrella doble. No obstante, Sirio B
había sido predicha por F.W. Bessel en 1844 al observar un
extraño bucle en el movimiento propio de la estrella: todas las
estrellas se mueven muy lentamente respecto a la Tierra, pudiéndose
calcular la dirección de su movimiento; si se perciben alteraciones,
suele ocurrir que la estrella sea un sistema doble.
Sin duda, el mayor misterio que encierra Sirio es que,
en la antigüedad, era descrito por un brillante lucero de color
rojizo. Séneca afirma rotundamente este color, al comparar a
Sirio con Marte y con Antares,
cuerpos de claro color rojo, aunque anteriormente había sido
mencionada así por Homero en la Ilíada (estrella
“funesta” de color rojo), por Horacio y por Ovidio.
Virgilio escribe en La Eneida que es un astro maléfico y de
mal agüero, asociándolo con la enfermedad, el dolor y la muerte.
Incluso en el Alma gesto de Ptolomeo se incluye entre
las estrellas rojas. Independientemente al mundo clásico, el
historiador galoromano Gregorio de Tours (538-593) escribió
De Cursu Stellarum ratio, un texto que servía a los monjes para
conocer el momento en el que debían de hacer los oficios
nocturnos mediante la posición de las estrellas. Los nombres de
las estrellas principales no coinciden con los que siempre se han
denominado en la época clásica, pues siguen una tradición local.
Sirio es llamada Rubeola (rojiza).
El famoso astrónomo italiano Schiaparelli (quien observó los
canales marcianos) dio a mitad del siglo XIX una posible explicación
al cambio de color de Sirio: cuando una estrella se encuentra
baja en el horizonte, su luz debe de atravesar un mayor espeso r de
atmósfera que cuando la estrella está en una posición cercana al
cenit (el punto más alto del cielo, justo sobre nuestras cabezas),
por lo que sucede un fenómeno físico denominado refracción de la
luz. Un ejemplo de la refracción es observar que un palo en un
estanque parece estar doblado. Los rayos se dispersan más en el
color azul, y menos en el rojo. Si el astro es muy brillante (caso
de Sirio) el efecto es más acusado. Así, al salir la estrella por el
Este, siempre se suele ver de color rojizo. Para los egipcios, el
orto de Sirio antes del amanecer indicaba la llegada
de la crecida del Nilo, por lo que posiblemente asociaron este color
rojo al verdadero color de la estrella. La llamaron Shotis,
que significa “luminaria”. Era simbolizada mediante un
perro
(chacal= Dios Anubis), de ahí que con el paso del tiempo
terminó toda la constelación denominada Can Mayor.
Además, debido al movimiento de las capas de aire en la atmósfera (las
turbulencias se producen porque el aire caliente tiende a subir,
mientras que el frío baja), una estrella brillante como Sirio
puede parpadear o disminuir un poco su brillo e incluso aparecen
destellos de distintos colores (rojo, azul o verde), cambiando a un
ritmo muy rápido. Esto hizo que Hesíodo (contemporáneo de
Homero) la describiera como poikilios Seiros (Sirio,
la de los muchos colores). A Arturo en el Boyero
y a Capella en Auriga también les sucede este fenómeno.
Las personas que no están acostumbradas a ver el cielo pueden creer
que la estrella está más cerca que las demás, y que se está
moviendo, llegando a la errónea conclusión de que han avistado a un
ovni.
Más tarde, cuando se comenzó a saber con algo de detalle la evolución
estelar, se pensó que Sirio B se encontraba en la fase
final de su vida. Todas las estrellas nacen de una nebulosa de gas,
principalmente compuesta de hidrógeno, que se condensa para formar
estrellas. De una misma nebulosa pueden surgir cientos de estrellas
jóvenes, muy calientes y de color azul, formando un cúmulo abierto
de estrellas. Las Pléyades, en Tauro, son el mejor
ejemplo de cúmulo abierto. Conforme van gastando el combustible , se
van haciendo algo más frías, pasando a un color amarillento, como es
en la actualidad nuestro Sol. En estos momentos, el Sol se encuentra
aproximadamente a la mitad de su vida de alrededor de 10.000
millones de años (nuestra estrella nació hace unos 5.000 millones de
años). Luego llega la vejez de la estrella, se enfría aún más, y se
convierte en una gigante roja.
Dependiendo de la masa de la estrella, su muerte será de una manera u
otra. Una estrella como nuestro Sol liberará las capas exteriores al
espacio, formando una nebulosa planetaria. El núcleo de la estrella
forma un objeto muy masivo, al que se denomina enana blanca.
Sirio B es una enana blanca, por lo que anteriormente
debía de haber sido una gigante roja, que explicaría el color de la
estrella en la antigüedad.
Sin embargo, existe un problema importante: el tiempo. Los modelos de
evolución estelar dan una duración mínima de nebulosa planetaria
entre 1.000 y 10.000 años, y si Sirio B era una
gigante roja hace 1.500 años, debería de haber creado dicha nebulosa
planetaria,
algo que no ha ocurrido. Además, según los datos obtenidos,
Sirio B tiene una edad de unos 10 millones de años,
en contradicción con los pocos más de mil que tendría esta
explicación.
No obstante, se consiguió otra teoría para explicar el enrojecimiento
de Sirio B, a partir de los estudios de las enanas
blancas mediante luz ultravioleta conseguidos gracias a la
información de satélites artificiales, ya que éstos pueden estudiar
estas longitudes de onda que son “filtradas” por la atmósfera (la
luz ultravioleta es nociva para la vida). Las enanas blancas
pertenecientes a sistemas binarios, en caso de ser suficientemente
compactas y estar cerca de la estrella principal, pueden “atraer”
hacia sí la materia de ésta estrella. El gas, principalmente
hidrógeno, eleva mucho su temperatura, llegando a producirse una
reacción termonuclear en la superficie de la enana blanca (es como
si “resucitase”), pudiendo ser responsable de la formación de
las novas (estrellas que aumentan mucho su brillo en pocos
días, y que anteriormente no habían sido observadas).
Sin embargo Sirio B
no está lo suficientemente cerca de Sirio A como
para que le ocurra este fenómeno. Posteriores desarrollos teóricos
pronosticaron que estrellas como Sirio B, en las que
se tiene una importante atmósfera de hidrógeno, podrían utilizar
este gas para realizar pulsos termonucleares, convirtiendo a la
enana blanca en una gigante roja durante un pequeño intervalo de
tiempo, que dependerá de la cantidad de materia utilizada (una media
de 250 años), logrando explicar el enrojecimiento de Sirio en
la antigüedad.
Pero el tiempo en el que fue visto como rojo fue de 1.000 años,
implicando, en el caso de que la teoría fuese correcta, que la enana
blanca tuvo que emplear en este fenómeno gran parte de su masa.
En los últimos 70 años, los astrónomos han anunciado en varias
ocasiones la sospecha de que Sirio no sea doble, sino realmente
triple, de manera que este casi imperceptible tercer astro perturbe
muy sutilmente el movimiento del par principal, aunque muchos no han
encontrado ninguna evidencia de ello. No obstante, la polémica ha
vuelto a resurgir cuando los astrónomos Daniel Benest y
J.L. Duvent completaron un análisis de todas las medidas
de Sirio A-B para buscar algunos comportamientos periódicos
a partir de órbitas binarias, llegando a concluir que existe un 90%
de probabilidades de que Sirio C exista realmente,
perturbando la órbita de la pareja A-B unos 0.055 segundos de arco
en su movimiento de 6.3 años en torno a la principal.
Según sus cálculos, Sirio C puede tener una masa de no
más de 0.05 masas solares, lo que quiere decir que probablemente
sería una enana roja o, incluso, una enana marrón. Las
enanas marrones son más masivas que los planetas, pero algo menos
que las estrellas, encontrándose justo en el límite de 0.08 masas
solares: si un cuerpo tiene más masa, se produce una reacción
termonuclear en su núcleo y se enciende una nueva estrella. Las
enanas marrones no hacen ignición, pero emiten radiación proveniente
de la energía que les ha sobrado tras su formación. Actualmente, los
astrónomos han detectado varias de estas enanas marrones, destacando
dos de ellas en
las Pléyades (PPL 15 y Teide 1, ésta
descubierta por el astrofísico español Rafael Rebolo desde el
Instituto Astrofísico de Canarias).
Las simulaciones de las posibles órbitas de Sirio C
indican que el comportamiento gravitacional del sistema no permite una
órbita estable de más de cuatro años entorno a Sirio B,
pero sí podría existir una estrella de baja masa alrededor de
Sirio A con un período de 6.3 años. Desde la Tierra,
Sirio C nunca podría estar más lejos de 3 segundos de arco de
la principal, en comparación con los 12 segundos de arco que alcanza
el Cachorro en su punto más alejado. Además, la magnitud visual de
esa estrella sería entre 12 y 17, incluso algo más débil (Sirio
B
tiene magnitud 8.5). Sin embargo, como estas clases de enanas emiten
mucha radiación infrarroja, se tiene la esperanza de poderla
detectar mediante modernos equipos de detección de este tipo de
radiación.
Aún podemos mencionar otro hecho curioso sobre Sirio: las tradiciones
orales de los pueblos que habitan en el valle del Níger (antiguo
Sudán francés), especialmente la tribu de
los Dogones, narran algunas
leyendas sobre astronautas del pasado, que provinieron de Sirio.
Muchas de estas historias son muy especulativas; pero coinciden
asombrosamente en algunas características astronómicas. Para
los Dogones, Sirio no era la estrella más brillante, sino
una pequeña estrella que gira en torno a ella (Po Tolo)
en unos 60 años, siguiendo una elipse (antes de que Kepler
consiguiese dar sus tres famosas leyes sobre el movimiento de los
planetas alrededor de las estrellas, se pensaba que la órbita era
una circunferencia; la tradición de estos pueblos africanos se
pierden en la noche de los tiempos). La propiedad principal de la
estrella pequeña era que estaba formada de un material muy denso,
tal y como sucede en realidad. También creían que alrededor de Sirio
giraba una tercera estrella (aún no se puede asegurar) y varios
planetas. Sin embargo, en el caso de que Sirio B se
hubiese convertido en una gigante roja hace 2.000 años, habría
destruido los planetas que se hubiesen encontrado en torno suya
por Claudio De Carlo
¿Existe alguna relación
entre la estrella Sirio y nuestro planeta? Veremos aquí una serie de
datos que nos harán comprender el porqué de esta pregunta... y tal
vez nos den una respuesta.
El interrogante se lo formuló un astrónomo inglés, el Dr. Robert
Temple, mientras estudiaba antiguos documentos egipcios. Su
búsqueda lo llevó a una tribu africana, los dogon, quienes basan
toda su mitología y gran parte de sus costumbres en la mencionada
estrella. El Dr. Temple descubrió, por ejemplo, que
los Dogon saben que
Sirio tiene una compañera invisible que gira a su alrededor,
la enana blanca
Sirio B, cuya existencia se comprobó luego de ser
fotografiada con éxito en 1970. También saben el período exacto
(tiempo que tarda en girar alrededor del cuerpo principal) de
Sirio B, que es de aproximadamente 60 años, y que es una de
las estrellas más pesadas del universo.
Es bueno tener presente que Sirio B no sólo es
invisible al ojo desnudo, sino que resultaba invisible para los
telescopios más poderosos hasta hace algunas décadas; además, para
poder determinar su peso y el período de su rotación, son necesarios
instrumentos de precisión y conocimientos matemáticos muy avanzados.
Debemos saber también que los Dogon son una tribu que
apenas ha llegado un poco más allá de la Edad de Piedra.
¿Cómo pueden saber estas cosas? Dicen que las saben porque un
visitante de Sirio se las dijo, hace varios miles de años.
El Dr. Temple ha descubierto menciones y símbolos relativos a
Sirio en buena parte del mundo antiguo, sobre todo en Egipto y
Babilonia. Encontró, por ejemplo, que todo el calendario egipcio
giraba en torno a los movimientos de esta estrella; que para los
antiguos iniciados egipcios, la
diosa Isis era un símbolo de
Sirio y el
dios Osiris
(esposo de Isis) simbolizaba a la Compañera Oscura de Sirio
(aclaramos que una enana blanca, como Sirio B, es una estrella que
ya no brilla porque ha consumido totalmente aquellos recursos que le
permitían hacerlo).
A partir de antiguas inscripciones, Temple demuestra que una de
las imágenes más conocidas de Isis, con una estrella sobre ella,
otra a sus pies en el agua y la otra en la tierra, era un símbolo de
la conexión entre nuestro planeta con Sirio; sin saber que esta
imagen aparece en una de las cartas del Tarot... "La Estrella".
¿Hubo un contacto?
Por medio de un detallado examen de los mitos egipcios, babilónicos y
dogon, el Dr. Temple afirma que existió un contacto con seres
provenientes del sistema solar de Sirio en la región de Sumeria,
aproximadamente en el año 4500 antes de Cristo. Los pueblos de aquel
entonces incorporaron a sus mitologías tal encuentro y los
conocimientos obtenidos a través de él, y con el tiempo sus
tradiciones se expandieron hacia otros lugares, llegando sus rastros
hasta nuestros días.
Aprox. 30,000 a.C. |
Chamanismo |
Aprox. 4,000 a.C. |
Contacto con Sirio |
Aprox. 1,000 a.C. |
Mitos egipcios y babilónicos - Tantra indio - Taoísmo -
Cultos ortodoxos (hindú, budista, islámico, cristiano, etc.)
Gnosticismo - Tantra - Taoísmo
La ruta de la seda ( Roma-norte de India ) |
Aprox. 700 d.C. |
Sufíes |
Aprox. 1,000 d.C. |
Caballeros templarios |
Aprox. 1,600 d.C. |
Hermetismo - Alquimia - Paracelso
Giordano Bruno - Rosacruces - Francmasonería - Dr. John Dee |
Aprox. 1,800 d.C. |
Los Iluminados
Goethe - Golden Dawn - Ordo Templi Orientis |
Aprox. 1,900 d.C. |
Wilhelm Reich - Aleister Crowley - G. I. Gurdjieff |
Presente |
Algunos arqueólogos señalan que, entre los años 4500 y 3500 a. C., los
pueblos de la región de Egipto y Sumer
pasaron de ser culturas en estado primitivo de carácter tribal a
civilizaciones prósperas basadas en monarquías, con un amplio
desarrollo de las ciencias, artes y oficios, todo ello en un tiempo
relativamente breve en términos históricos; algo casi imposible para
cualquier pueblo de aquella época.
Hombres de ciencia como
Temple sugieren que este avance se debió al contacto con seres
mucho más avanzados, y no falta quien relaciona esto con
la Atlántida.
Un dato que coincide con estas teorías es que la
antigua mitología egipcia habla de sus dioses como seres que
llegaron al país e instruyeron a los pobladores acerca de ciencias,
artes y mucho más.
por Javier Sierra y
Manuel J. Delgado
Artículo aparecido en la
revista
Año Cero en Mayo de 1995.
El reciente descubrimiento
de que
Sirio es, en verdad, un sistema estelar triple, está
levantando todo tipo de controversias. Y es que, lo que nuestra
astronomía acaba de reconocer, era ya sabido por pueblos antiguos
como los egipcios o la tribu de los Dogones en Malí. Y
lo sabían, al parecer, porque un día descendieron unos "dioses
instructores" de ese sistema y se lo contaron.
La noticia nos sobrecogió. Dos investigadores franceses, D. Benest
y J.L.Duvent, hacían público hace escasas semanas el
resultado de sus últimas investigaciones en torno a la estrella, la
más brillante del firmamento y ubicada a unos 8,7 años luz de la
Tierra. Según sus conclusiones Sirio es, en verdad, un
sistema estelar formado por tres estrellas y no por dos, como
desde mediados del siglo pasado asegura nuestra astronomía; y lo
pudieron averiguar al estudiar con detenimiento las variaciones en
la órbita del sistema de Sirio desde 1862 hasta nuestros días, lo
que les llevó a pensar que un tercer cuerpo estelar estaba
influyendo en su recorrido. Benest y Duvent
dedujeron, además, que la nueva Sirio C es una enana
roja, una clase de estrella quinientas veces menos masiva que el Sol
y muy poco brillante, para cuyo descubrimiento óptico -que todavía
no se ha confirmado- ser necesario utilizar los más potentes
telescopios en un futuro inmediato.
Pero lo que realmente nos sobrecogió de la noticia fue que la
conclusión a la que han llegado estos dos investigadores galos
recientemente, era ya de sobra conocida por algunos de los pueblos
más antiguos de África, como los Egipcios y los Dogones. Estos
últimos, que actualmente viven en la planicie de Bandiagara, en las
montañas Hambori de Mali veneran desde tiempos inmemoriales a la
estrella Sirio
a la que parecen conocer hasta en sus detalles más íntimos. En 1931 el
antropólogo francés Marcel Griaule visitó por primera vez a
esta tribu, descubriendo que en sus tradiciones más sagradas y
secretas se hablaba de una estrella compañera de Sirio,
a la que llamaban
Po Tolo,
y de la que sabían que tarda cincuenta años en completar una órbita en
torno a ésta y que, además, es extraordinariamente densa, lo que es
rigurosamente cierto. Por si esto fuera poco, los Dogones sabían
de la existencia una tercera estrella a la que llaman Emme
Ya (y que corresponde a la recién descubierta Sirio C),
de la que dicen es "cuatro veces más ligera que Po Tolo
aunque que tarda el mismo tiempo que ésta en completar su órbita
alrededor de Sirio A.
Aquellos conocimientos, que Griaule completó quince años más
tarde con otras investigaciones de campo que realizó junto a la
etnóloga
Cermaine Dieterlen, fueron considerados en principio pura
mitología; pero aún con todo, en medios académicos, escépticos como
E.C. Krupp,
director del Observatorio Criffith de Los Ángeles y uno de los mas
reconocidos especialistas mundiales en arqueoastronomía,
reconocieron que - además de su conocimiento sobre Sirio
- era difícil explicar cómo conocían también los anillos de Saturno
o las cuatro lunas galileas de ]úpiter, descubiertas por Galileo
Galilei siglos después de que
los Dogones hablasen de ellas, gracias a su primer
telescopio.
LOS ORIGENES DEL SABER
Además de los Dogones, otros pueblos vecinos como los
Bambara, los Bozo de Segu y los Miniaka de Kutiala,
comparten desde tiempos inmemoriales idénticos conocimientos sobre
Sirio, en torno a cuyo sistema gira buena parte de la vida
ritual de estas gentes. Cada cincuenta años, por ejemplo, y
cumpliendo estrictamente con el "ciclo u orbita de Sirio B
alrededor de Sirio A, estas tribus celebran sus ritos
de renovación a los que llaman Fiestas Sigui, en honor
a
Sigui Tolo que es como conocen a Sirio A.
Es entonces cuando elaboran complejas máscaras de madera para
celebrar la entrada del nuevo ciclo, que después almacenan en un
lugar sagrado y donde los arqueólogos han podido encontrar piezas
que datan, al menos, del siglo XV. Ahora bien, ¿de dónde obtuvieron
los Dogones en ‚ época tan remota sus precisos conocimientos
astronómicos?
Griaule y Dieterlen prefirieron limitarse a describir
aquello que les fue transmitido por los hogon, o
jefes de cada pueblo iniciados en el secreto de Sirio,
sin hacer una valoración de sus hallazgos. Pero en 1970 Cenevieve
Calame-Griaule publicó en un libro que tituló Génesis Negro,
algunas de las notas que su padre Marcel no se atrevió a dar a la
luz. En ellas se describía como los Dogones creían en
un dios hacedor del Universo al que llaman Amma, que
mandó a nuestro planeta a un dios menor, al que conocen como
Nommo, para que sembrara la vida aquí. Nommo
descendió a la Tierra y trajo semillas de plantas -describe una de
las tradiciones recogidas por Griaule de boca de
un hogon llamado Ogotemmeli -, que habían ya crecido en
campos celestes... Después de crear la Tierra, las plantas y los
animales, Nommo creó a la primera pareja de humanos,
de los que más tarde surgirían ocho ancestros humanos, que vivieron
hasta edades increíbles.
LA CONEXION EGIPCIA
De Nommo, los Dogones dicen también que
era una criatura anfibia - probablemente muy parecida al dios
babilónico Oannes -, y que regresó al cielo en un arca
roja como el fuego después de cumplir con su tarea. Pues bien, con
todos estos datos, en 1976 Robert K.C. Temple,
un lingüista norteamericano miembro de la Royal Astronomical
Society
británica y afincado en Londres, publicó un osado libro que tituló
El Misterio de Sirio, en el que aventuró que Nommo fue un
extraterrestre
que dejó en la Tierra, hace entre siete y diez mil años, toda clase de
pistas sobre su origen estelar. "Cualquier otra interpretación de
las citadas pruebas no tendría sentido, concluyó Temple. Y
quizás no le faltase razón, pues sus argumentos, lejos de haber sido
refutados con el tiempo, se ven reforzados por descubrimientos como
el de Sirio C
que ya anunció en su obra hace casi veinte años. Pero el conocimiento
del sistema triple de Sirio no fue patrimonio exclusivo de
los Dogones
y de los pueblos vecinos, lo cual nos obliga a abrir aún más el radio
de esa supuesta influencia extraterrestre en el pasado.
Los antiguos egipcios, por
ejemplo, mostraban una gran veneración hacia la
"estrella del Perro" o Sirio, que se encuentra en la
constelación del Can Mayor. Fue sir Norman Lockyer, astrónomo
británico fundador de la
revista Nature, el primero en darse cuenta de que muchos
templos egipcios estaban alineados hacia Sirio, cuya
aparición y desaparición en los cielos sirvió como base a uno de los
dos calendarios usados en Egipto. El primero de ellos era de uso
popular y de escasa complejidad matemática estableciendo la duración
del año en 365 días exactos, pero el basado en Sirio
además de servir para fechar cuestiones sagradas y dinásticas, se
fundamentaba en observaciones astronómicas extraordinariamente
precisas y establecía la duración del año en 365,25 días.
Se comprobó, por ejemplo,
cómo muchos de los templos egipcios, orientados hacia el sol
naciente (lo que dio pie a que los arqueólogos especulasen con la
existencia de una religión solar), estaban flanqueados por dos
obeliscos que, ubicados en un lugar previamente determinado, servían
a los sacerdotes para ver sobre la línea del horizonte por donde
salía el sol a lo largo del año, pudiendo marcar así el inicio de
los solsticios de verano e invierno. Aquel control del Sol
sirvió a los egipcios para comprobar que había un día en el
que Sirio y el Sol salían por el
mismo punto.
Comprobaron igualmente que
cada cuatro años Sirio se retrasaba un día en acudir a
su cita, lo que originó el ciclo de Sirio o sóthico en
honor de la
diosa Isis o Sothis que se cumplía cada 1460 años;
es decir, pasado ese periodo de tiempo el calendario sóthico
y el vulgar volvían a coincidir al inicio del año nuevo (1460 años X
0,25 días de error = 365 días).
Este calendario sóthico
ha permitido fechar con precisión acontecimientos que sucedieron 43
siglos antes de Cristo, lo cual demuestra que hace ya más de cuatro
mil años los egipcios conocían estos ciclos. |
|
¿Cuándo, pues, hicieron ‚
éstos sus
observaciones de Sirio para establecer su calendario?
¿Acaso fue este un conocimiento llegado por los mismos dioses de
los Dogones y una nueva pista sobre su origen? La
identificación de Sirio con la diosa Isis
(la Señora de los Dos Fuegos), refiriéndose a sus dos estrellas más
grandes, A y B) fue confirmada hace ya varias décadas por los
estudiosos Otto Neugebauer
y Richard Parker, Lo que nunca supieron interpretar fue el
por qué‚ en la iconografía egipcia Isis iba a
menudo acompañada de las diosas Anukis y Satis,
que ahora, desde luego, pueden entenderse como
Sirio B y Sirio C. Otra clave simbólica
puede tener que ver con
Osiris,
mitológicamente hermano y compañero de Isis y
encarnación de la Tierra, cuyo nombre en jeroglífico es representado
frecuentemente como un ojo sobre o bajo un trono, lo que podría dar
lugar a pensar en la rotación de nuestro planeta (y, por ende, de
todo el sistema solar) en torno a Sirio. No en vano
Kant definió a Sirio como "el Sol de nuestro Sol",
hipótesis que llevó a muchos astrónomos decimonónicos a establecer
la distancia entre Sirio y nosotros como "unidad
astronómica. Y lo chocante es que los Dogones
conocían a
Sirio A
también como la "estrella sentada". ¿Simple casualidad?
LAS PIRÁMIDES APUNTAN AL CIELO
A ella no puede, desde luego, recurrirse cuando se averigua - como
hizo el astroarqueólogo ruso Vladimir Rubtsov - que el
antiguo vocablo iranio que se usaba para referirse a Sirio
era Tistrya, palabra que se origina en el vocablo
sánscrito Tri-Stri, y que significa
tres estrellas!. Es decir, que el conocimiento de que
Sirio es un sistema estelar triple fue casi universal en nuestro más
remoto pasado. ¿Pero por qué? ¿Quién difundió semejante "secreto"?
Los egipcios posiblemente hicieron evidente ese secreto en la meseta
de Giza, junto a El Cairo, precisamente gracias a las
tres monumentales pirámides que allí pueden contemplarse. No en vano
cada día somos más quienes creemos que
la Gran Pirámide fue en verdad un templo - y no
una tumba -
dedicado a Isis, la diosa que encarna a Sirio A,
y en cuyas medidas y proporciones fundamentales se encuentran
encerrados saberes relacionados con el monumento original de la
pirámide de Micerinos,
antaño cubierta por losas de granito de este color.
Por la misma regla de
tres, la ciencia algún día podría llegar a comprobar que las tres
pequeñas pirámides satélite que hay junto a la de Keops
representan
tres planetas junto a Sirio A, al igual que las otras
tres pirámides menores que flanquean a Micerinos (Sirio
C). Curiosamente esta disposición no sitúa ninguna pirámide
menor junto a Kefrén, quizá por lo que los astrónomos
ya saben: el enorme peso gravitacional de Sirio B hace
imposible que ningún planeta orbite en torno suyo sin ser
fatalmente atraído hacia la estrella. |
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Frente a esta hipótesis, en el último año se ha acuñado otra no menos
interesante. En 1994 los investigadores Robert Bauval y
Adrian Gilbert
hacían público que tres de los cuatro canales de ventilación de la
Gran Pirámide estuvieron orientados hacia estrellas concretas.
Así el canal norte de la cámara del Rey miró hacia Alpha
Draconis, el canal norte de la cámara de la Reina hacia la
estrella más baja del cinturón de Orión (las tres
estrellas centrales de la constelación) , y el canal sur de esta
misma cámara hacia Sirio. Su particular
"descubrimiento" les llevó a formular su aventurada "teoría de la
correlación con Orión" de la que se desprende que las
pirámides de Giza son una réplica exacta del cinturón
de Orión y que el Nilo así como el resto de pirámides egipcias
ocupan los lugares correlativos a la Vía Láctea y otras estrellas
importantes. Pero hay más. La orientación de los canales de la Gran
Pirámide corresponde - según Bauval y Gilbert - a la
posición de las tres estrellas citadas en el 2450 a.C" aunque la
ubicación de las pirámides marca el lugar del cenit donde estuvo
Orión en el 10450 a.C.
UNA ESTRELLA FASCINANTE
Lo que proponen ambos investigadores para explicar esta diferencia
cronológica es que, si bien la Gran Pirámide fue
erigida en el 2450 a.C. (perpetuando así la falsa tesis
arqueológica oficial de que fue construída por
Keops), en cambio conmemoran un acontecimiento remoto
que tuvo lugar en el 10450 a.C. Pero, ¿cual? Independientemente de
cual de las dos hipótesis para la disposición de las pirámides de
Giza est‚ más próxima a la verdad, lo cierto es que la
vinculación de Sirio y Orión, al menos desde un punto de
vista astronómico, es innegable, pues los egipcios sabían que
Orión se perdía tras el horizonte una hora antes que Sirio,
lo que sirvió de referencia también para el establecimiento del
calendario sóthico.
En definitiva, pese a toda
la evidencia expuesta, los historiadores prefieren seguir ignorando
el porqué de la fascinación que ejerció sobre los egipcios (y sobre
otros pueblos tan alejados de ellos como chinos o Dogones) la
estrella Sirio, aunque todos ellos se esforzaron en
aclararnos estas dudas en sus templos y mitos:
sus "dioses instructores"
descendieron un día lejano de aquel sistema triple y habitaron quizá
entre nuestros antepasados.
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