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Dentro de la amplia casuística moderna, es decir, dentro de los cientos de miles de casos de avistamientos y contactos registrados internacionalmente a partir de 1947, vamos a hacer una breve referencia al Grupo Estelar denominado “Las Pléyades”, en consideración al hecho, no sólo de que contactados y contactadores afirman haber sostenido comunicación con o proceder de estas estrellas relativamente próximas a nuestro Sistema Solar, sino a los variados vínculos de las mismas con profecías milenaristas como la de Otto Hess y algunas de procedencia Mariana, que nos hablan de una poderosa influencia energética que debería sufrir nuestro Sol en algún futuro, cuando cruce unos anillos fotónicos que, según dichas fuentes, se extienden a cientos de Años Luz de Alcione, el astro principal del conjunto.

Billy Meier, un controversial habitante de las áreas rurales de Suiza, ha protagonizado uno de los casos más interesantes de contacto con presuntos seres de las Pléyades. Sabemos que este es uno de los casos que ha aportado más evidencias a los estudiosos, más de 800 fotografías y cientos de páginas con el registro de los diálogos: no por polémico, entendemos, ha perdido vigencia la historia contada por este campesino, carente de su brazo izquierdo y objeto de numerosas obras que describen su experiencia.

Enrique Castillo Rincón es otro contactado latinoamericano que ha mantenido, desde 1973, su versión coherente de un encuentro con habitantes de las Pléyades. En el Alto Perú, asimismo, circulan historias de contactos entre los antiguos descendientes de los Incas y hombres altos y rubios procedentes del cielo. Se trata, pues de un grupo estelar sumamente rico para ser ignorado.

Para el ojo promedio, el cúmulo estelar de las Pléyades aparece como un apretado nudo de 6 o 7 estrellas, pero algunos observadores han registrado 11 o más en excelentes condiciones. En ocasiones muy especiales hay quienes han detectado hasta 20 estrellas, aunque el apretamiento masivo del conjunto lo dificulta mucho.

 

La Pléyades ocupan una posición privilegiada dentro de las mitologías y culturas más antiguas a nivel planetario, siendo, inclusive, mencionadas en la Biblia; son de hecho, además, uno de los objetos celestes más conocidos y hermosos.

Bajo el pequeño telescopio las Pléyades se convierten en uno de los objetos celestiales más atractivos. El grupo aparece rodeado por una especie de neblina que refleja su brillo azulado resplandeciente.

Max Wolf registró 625 estrellas hasta una magnitud de 14 en el observatorio de París en 1876. Modernas fotografías han revelado más de 2000, tal vez unas 2500, verdaderamente pertenecientes al cúmulo.

Las nueve estrellas más brillantes están concentradas en un campo ligeramente superior a 1° de diámetro, de manera que es posible abarcar el conjunto en telescopios hasta de 10” de apertura, si se utiliza un gran ocular.

Estas 9 estrellas más brillantes son: Alcione, Atlas, Electra, Maia, Mérope, Taygeta, Pleione, Celaeno y Astérope.

El grupo es uno de los cúmulos galácticos abiertos más cercanos, ubicado a unos 410 Años Luz o 126 Parsecs, con las 9 principales, todas gigantes tipo B, concentradas en una región de unos 7 Años Luz de diámetro y las más lejanas a unos 20 Años Luz del centro. Su ubicación se ha precisado en la Constelación del Toro, M45 en el Catálogo de Messier, con la denominación de Beta Tauri para su Sol central, Alcione, su miembro más brillante, casi 1000 veces más luminoso que nuestro Sol y tal vez unas 10 veces mayor en tamaño; su magnitud aparente es de 2,86, con tipo espectral B7E III y una magnitud absoluta de –2,6. La edad promedio del cúmulo se aproxima en unos 20 millones de años.

A veces llamadas “Las Siete Hermanas” y “Las Hijas de Atlas”, el cúmulo se halla en la posición aproximada de 12° al NW de la agrupación de las Hyades. A simple vista es fácil orientarse para encontrarlas, proyectando una línea imaginaria en la dirección Norte indicada por el Cinturón de Orión (hacia la Estrella Polar).

El cúmulo estelar de las Pléyades deriva en el espacio en una dirección SSE a una rata aparente de unas 5,5 pulgadas por siglo, a lo cual corresponde una velocidad espacial real de unas 25 millas por segundo, requiriendo unos 30.000 años para recorrer una distancia igual, aparencialmente, al diámetro lunar. El grupo estuvo más cerca de nosotros en el pasado lejano.

La velocidad radial medida de los miembros más brillantes, es de 4.5 millas por segundo en recesión. Todas las nueve muestran una rápida rotación que amplifica la opacidad de sus líneas espectrales, dificultando la precisión de su velocidad radial: Pleione (28 Tauri) es un ejemplo excepcional de este efecto, rotando unas 100 veces más rápido que nuestro Sol.

EL ESTUDIO DEL MOVIMIENTO PROPIO DE LAS PLÉYADES CONDUJO, EN 1846, A UNA DE LAS MAS CURIOSAS MAL INTERPRETACIONES EN LA HISTORIA DE LA ASTRONOMÍA. J. H. VON MAEDLER, EN EL OBSERVATORIO DE DORPAT, ENCONTRÓ QUE LOS MIEMBROS DE LAS PLÉYADES NO DENOTABAN MOVIMIENTO RELATIVO (COMPARÁNDOLAS ENTRE SI) Y CONCLUYO APRESURADAMENTE QUE EL CÚMULO, Y ALCIONE EN PARTICULAR, REPRESENTABA EL CENTRO FIJO DE TODO EL SISTEMA ESTELAR.

LA NOCIÓN DE QUE ALCIONE ERA EL “SOL CENTRAL” DEL UNIVERSO GANÓ CIERTA POPULARIDAD, PERO DEVINO EN COMPLETA OBSOLESCENCIA EN EL TERMINO DE ALGUNAS DÉCADAS, A MEDIDA QUE EL CONOCIMIENTO MODERNO EN RELACIÓN CON LA ESTRUCTURA DE LA GALAXIA SE FUE IMPONIENDO.

Según las versiones de algunos contactados modernos, sus comunicantes han insistido reiteradamente en la noción de que nuestro Sistema Solar gira u orbita alrededor de la estrella principal del cúmulo estelar de Las Pléyades, lo cual amerita una pequeña discusión a la luz de la ciencia de la astronomía.

 

Es interesante señalar que esta noción, proveniente principalmente de entidades que se autopresentan como “extraterrestres” a través de los contactados, algunas, habitantes de las mismas Pléyades, no sólo sostienen que nuestro Sol orbita a Alcione, sino que vuelven aún más polémica su afirmación al vincular este presunto ciclo orbital de 24.000 años con el vencimiento de un ciclo cósmico muy importante para la evolución espiritual de nuestro Mundo Tierra, de alguna manera asociado con las profecías del Apocalipsis.

También es muy interesante anotar la aparente relación del referido ciclo con el fenómeno de la “precesión equinoccial”, el cual da lugar a las llamadas “eras” como la de Acuario, con una duración aproximada de 2.160 años cada una.

Partiendo de que,

(1) según la Astrofísica contemporánea, todos los cuerpos galácticos tienden conjuntamente a revolucionar en torno al núcleo central de la Vía Láctea, ubicado a unos 50.000 Años Luz del borde y
(2) la distancia aceptada entre Alcione y nuestro Sol, unos 410 Años Luz aproximadamente, es demasiado grande para asociarla con un radio orbital, y
(3) sobre todo atendiendo que la masa total del cúmulo no parece, según las leyes de la gravitación universal propuestas por Newton, poder mantener tal vínculo gravitatorio, dadas las relaciones entre distancia y masa, es, en principio, difícil sostener la posibilidad de que el Sistema Solar gire u orbite alrededor de las Pléyades.

Existe, sin embargo, la posibilidad más viable de que se dé un giro relativo entre los dos sistemas, considerando su desplazamiento conjunto alrededor del núcleo galáctico, lo cual permitiría hablar de ciclos semi-orbitales en forma de tirabuzón o hélice.

No deja de ser curioso, sin embargo, que la misma ciencia de la Astronomía haya mantenido durante algunas décadas (ver referencia en mayúsculas arriba) la posibilidad de que nuestro Sol girase alrededor de Alcione, lo cual podría entenderse mejor si consideramos que fue sólo a partir de 1920 que la Astronomía concibió el universo como un espacio infinito, poblado de galaxias que se alejaban unas de otras continuamente.

Lo aquí reseñado, pensamos, no le resta relevancia ni importancia a la afirmación original aquí referida y tal vez debamos esperar que la evolución y el desarrollo del conocimiento del universo nos permitan definir esta cuestión, inclusive tomando en cuenta la teoría de la Relatividad.

Datos astronómicos tomados del

Burnham´s Celestial Hanbook,

Vol. III, Lowell Observatory.

Fuente:

Miguel Paz Bonells

Ciudad Ojeda