...hechos y sucesos que
hubieran sido impensables anteriormente; agitaciones entre los
dioses, que ofrecieron el escenario sobre el cual los soberanos
humanos jugaron sus papeles, y sobre el que se derramó sin
misericordia la sangre humana.
Durante más de dos años, Inanna llevó el caos por todas partes, hasta que los dioses decidieron que la única manera de detener la carnicería era obligar a Marduk a volver al exilio. Tras su regreso a Babilonia, cuando Sargón intentó llevarse parte de su sagrada tierra -un hecho cuyo simbolismo estaba enraizado en acontecimientos legendarios-, Marduk fortificó la ciudad y, con particular ingenio, mejoró el sistema de aguas subterráneas, haciéndola invulnerable a los asedios.
Incapaces de -o no estando dispuestos a- sacar a Marduk
por la fuerza, los anunnaki recurrieron al hermano de Marduk,
Nergal, y le pidieron que «ahuyentara a Marduk de la sede divina» en
Babilonia.
Al llegar a Babilonia, «en el Esagil, el templo del Cielo y la Tierra, entró y se presentó ante Marduk». Los antiguos artistas recogieron tan trascendental encuentro (Fig. 81); en él, se representa a ambos dioses aferrados a sus armas, pero Marduk, con casco, de pie en una plataforma, ofrece una especie de símbolo de bienvenida a su hermano.
Fig. 81 Combinando la alabanza con la reprensión, Erra le reconoció a Marduk todo lo maravilloso que había hecho por Babilonia, y en especial las obras hidráulicas, que habían hecho que la reputación de Marduk «brillara como una estrella en los cielos», pero que había privado de sus aguas a otra ciudades.
Por otra parte, al coronarse en
Babilonia, «encendiendo su sagrado recinto», había enfurecido al
resto de dioses; «la morada de Anu con la oscuridad cubre». Como
conclusión, le dijo a Marduk que no podía ir en contra de la
voluntad del resto de los anunnaki, y que, ciertamente, no podía
enfrentarse a la voluntad de Anu.
Entre los trastornos postdiluvianos que disgustaban a Marduk había algunos errores del mismo Erra, en lo referente a determinados artefactos divinos -«el instrumento de dar órdenes, el Oráculo de los Dioses; el signo de la realeza, el Sagrado Cetro que da brillantez al Señorío... ¿Dónde está la Piedra Radiante que lo desintegra todo?», preguntó Marduk.
Si se le forzaba a irse, dijo Marduk,
Después de algunas conversaciones, Erra le ofreció a Marduk devolverle «los artefactos del Cielo y la Tierra», si Marduk estaba dispuesto a ir personalmente al Mundo Inferior a recogerlos; y respecto a las «obras» en Babilonia, le aseguró a Marduk que no había nada de qué preocuparse:
Persuadido de este modo, Marduk accedió a dejar Babilonia. Pero, tan pronto se fue, Nergal rompió su palabra. Incapaz de poner freno a su curiosidad, Nergal/Erra se aventuró a entrar en el Gigunu, la misteriosa cámara subterránea que Marduk tanto insistiera en proteger; y Erra hizo que perdiera su «Brillantez» (fuente radiante de energía).
Acto seguido, tal como había advertido Marduk, «el día
se tornó en oscuridad», «la corriente de agua se sumió en el
desconcierto», y pronto «las tierras quedaron desoladas, el pueblo
condenado a perecer».
«Erra se quedó sin voz» sólo por un momento, pero después dijo algunas cosas imprudentes. Enfurecido, hizo pedazos la morada de Marduk, prendió fuego a sus puertas. Y, desafiante, «hizo una señal» cuando iba a partir, anunciando que sus seguidores, no obstante, quedarían atrás: «como guerreros míos que son, no regresarán».
Y sucedió así que, cuando Erra volvió a Kutha, los hombres que habían ido con él se quedaron, estableciendo durante mucho tiempo la presencia de Nergal en tierras de Sem; se les asignó una colonia no lejos de Babilonia, quizás como guarnición permanente; en Samaría, en tiempos bíblicos, hubo «gente de Kutha que adora a Nergal»; y hubo un culto oficial a Nergal en Elam, tal como lo evidencia una extraña escultura de bronce (Fig. 82) encontrada allí, en donde se ve a unos adoradores de rasgos inequívocamente africanos realizando una ceremonia de culto en el patio de un templo.
Fig. 82
La partida de Marduk de Babilonia puso un fin al conflicto de
Ishtar
con él; las desavenencias entre Marduk y Nergal, y el hecho de que
éste último retuviera su presencia en Asia, llevaron a una alianza
no intencionada entre Ishtar y Nergal. Así pues, el destino iba
forjando con el tiempo lo que acabaría siendo una cadena de
acontecimientos trágicos, que nadie podría haber previsto y que,
posiblemente, nadie había deseado, una cadena que llevaría a los
anunnaki y a la humanidad aún más cerca de un final definitivo...
En algunos relieves aparecidos en los territorios que se
anexionó, se representa a Inanna como a la despiadada conquistadora
en que se había convertido (Fig. 83).
Por su familiaridad con los vuelos, Inanna conocía bastante bien aquel lugar; ella «prendió fuego a las grandes puertas» de la montaña y, tras un breve asedio, obtuvo la rendición de las tropas que la custodiaban: «ellos se disgregaron de buena gana».
Fig. 83 Tal como se recoge en las inscripciones de Naram-Sin, Inanna viró después hacia el sur, a lo largo de la costa mediterránea, sometiendo a una ciudad tras otra. No se menciona en concreto la conquista de Jerusalén -el Centro de Control de Misiones-, pero Inanna debió de estar allí también, pues sí que está anotado que fuera a capturar Jericó.
Sobre el estratégico cruce del río Jordán y frente a la fortaleza anunnaki de Tell Ghassul, Jericó la ciudad consagrada a Sin-también se había rebelado:
El Antiguo Testamento está lleno de admoniciones contra «el extravío de dioses extraños»; el texto sumerio transmite la misma transgresión: El pueblo de Jericó, habiendo dado su promesa solemne de dar culto a Sin, padre de Inanna, dio su fidelidad a otro dios, a un dios extraño.
En un sello cilíndrico se representó la rendición de esta «ciudad de las palmeras datileras» a la armada Inanna (Fig. 84).
Fig. 84
Al conquistar el sur de Canaán, Inanna se había plantado ante las
puertas de la Cuarta Región, la región del Espaciopuerto. Sargón no
se había atrevido a cruzar la línea prohibida. Pero Naram-Sin,
espoleado por Inanna, sí que lo hizo...
Por otros detalles se ha confirmado la precisión de la crónica real babilonia mencionada aquí, de manera que no existen motivos para dudar de esta parte, por increíble que parezca, pues supone el paso de un rey humano y un ejército humano por toda la península del Sinaí, la propia región de los dioses.
Desde tiempos inmemoriales, existía una ruta comercial entre Asia y África a lo largo de la costa mediterránea de la península, una ruta que los egipcios potenciarían posteriormente con puestos de aprovisionamiento de agua, y también los romanos, al convertirla en su vital Via Maris.
Pero los antiguos usuarios de esta ruta se mantenían lejos de la llanura central donde estaba ubicado el Espaciopuerto. Aún así, resulta cuestionable la idea de que Naram-Sin marchara a la cabeza de su ejército a lo largo de la ruta costera. Los arqueólogos han encontrado en Mesopotamia y en Elam vasos de alabastro con diseños egipcios, se identifican (en acadio) a su propietario como
El hecho de que Naram-Sin empezara a llamarse a
sí mismo «Rey de las Cuatro Regiones» no sólo confirma la conquista
de Egipto, sino que también sugiere la inclusión de la península del
Sinaí en su esfera de influencia. Inanna, según parece, hizo «algo
más que pasar por allí».
Y en una inscripción que trata de la marcha de Naram-Sin sobre la Montaña de los Cedros, en Líbano, el rey reconoce a Nergal (en vez de a Ishkur/Adad) como al que ha hecho posible aquel logro:
La desconcertante aparición de Nergal como una influyente deidad
asiática, y la audaz marcha del representante de Inanna, Naram-Sin,
sobre Egipto -todo ello violaciones del status quo de las Cuatro
Regiones establecidas después de las Guerras de la Pirámide-, tienen
una explicación: mientras Marduk tenía su atención puesta en
Babilonia, Nergal asumió un papel preeminente en Egipto. Más tarde,
tras persuadir a Marduk para que abandonara Mesopotamia sin luchar,
la amigable despedida se convirtió en agria enemistad entre los dos
hermanos.
Tras llegar a la conclusión de que Inanna se les había ido de las manos, se promulgó contra ella «la palabra del Ekur» (el sagrado recinto de Enlil en Nippur). Pero Inanna no esperó a ser arrestada y sometida a juicio; dejó su templo y escapó de Agadé:
Cuando por fin llegó la delegación de grandes dioses a Agadé, encontraron el templo vacío; todo lo que podían hacer era desnudar el templo de sus atributos de poder:
¿Acaso Inanna recurrió a Nergal durante los siete años en que
desapareció de Agadé? El texto no nos da la respuesta, pero creemos
que aquél era el único refugio disponible para Inanna, lejos de la
ira de Enlil. Los acontecimientos posteriores sugieren que Inanna
-aún más audaz que antes, y más ambiciosa que nunca- debió obtener
el respaldo de, al menos, uno de los dioses principales; y éste no
pudo ser otro mas que Nergal. Así, sería algo más que una suposición
el pensar que Inanna se ocultó en el africano Mundo Inferior de Nergal.
Anunciando que ella «se había hecho más grande que la madre que le había dado a luz... incluso más grande que Anu», demostró sus declaraciones con hazañas, y tomó el E-Anna («Casa de Anu») en Erek, dispuesta a desmantelar este símbolo de la autoridad de Anu:
El golpe de estado contra Anu fue acompañado por un ataque paralelo sobre la sede y los símbolos de autoridad de Enlil. Esta tarea se la asignó Inanna a Naram-Sin; su ataque al Ekur de Nippur y la resultante caída de Agadé se detallan en el texto de La Maldición de Agadé. Por él nos enteramos que, tras sus siete años de espera, Naram-Sin recibió otros oráculos y acto seguido «cambió su línea de acción».
Tras recibir las nuevas órdenes:
Tras ocupar la ciudad, aparentemente sin defensas, «como un bandido la saqueó». Después, fue al Ekur, en el recinto sagrado,
El horrible sacrilegio se había llevado a
cabo.
Una y otra vez, el resto de dioses intercedió ante Enlil: «maldice a Agadé con una maldición siniestra», decían, pero deja que sobrevivan el resto de ciudades y de pueblos. Cuando, por fin, Enlil accedió, ocho grandes dioses se unieron para maldecir a Agadé, «la ciudad que se atrevió a asaltar el Ekur». «¡Y he aquí», dice el antiguo cronista, «que Agadé fue destruida!»
Los dioses decretaron que Agadé
fuera borrada de la faz de la Tierra; y, a diferencia de otras
ciudades que, tras ser destruidas, fueron reconstruidas y
rehabitadas, Agadé quedó desolada para siempre.
La Era de Ishtar había terminado.
Los versos del
texto sugieren que se trataba de descendientes de soldados que
habían acompañado a Enmerkar en sus distantes viajes, que «mataron a
su anfitrión» y fueron castigados por Utu/Shamash a permanecer en el
exilio. Para entonces, las tribus, grandes en número, y dirigidas
por siete jefes hermanos bajo las órdenes de Enlil, arrasaron
Mesopotamia y «se arrojaron contra el pueblo que en Nippur había
asesinado».
Al final, los gutios se hicieron con el control de todo Sumer y Acad;
Los gutios dominaron Mesopotamia durante noventa años y cuarenta días. No designaron una nueva capital para ellos, y parece que fue Lagash -la única ciudad sumeria que escapó al saqueo de los invasores- la que les sirvió como cuartel general.
Desde su sede en Lagash, Ninurta asumió el lento proceso de reconstrucción de la
agricultura y, principalmente, del sistema de irrigación,
deteriorado tras el incidente Erra/Marduk. Constituye un capítulo de
la historia de Sumer que podríamos denominar la Era de Ninurta.
Para ayudarle en estas tareas, Ninurta designó virreyes en Lagash, y les encargó la administración y la defensa de la ciudad-estado.
Fig. 85 La historia de Lagash (en la actualidad, Tello) nos habla de una dinastía cuyo reinado -ininterrumpido durante medio milenio- comenzó tres siglos antes del ascenso de Sargón. Lagash, una isla de estabilidad armada en un entorno cada vez más violento, fue también un gran centro de la cultura sumeria.
Mientras que las festividades religiosas sumerias emanaban de Nippur, en Lagash tuvieron su origen las festividades relacionadas con el calendario agrícola, como la Fiesta de los Primeros Frutos.
Sus escribas y eruditos perfeccionaron la lengua sumeria, y sus gobernantes, a los cuales concedió Ninurta el título de «Gobernador Justo», juraban un código de justicia y moralidad.
Fig. 86 Destacado entre los primeros gobernantes de la larga dinastía de Lagash, estuvo uno llamado Ur-Nanshe (hacia el 2600 a.G). En las ruinas de Lagash se encontraron más de cincuenta de sus inscripciones; en ellas, se recoge el traslado de materiales de construcción para el Girsu, entre los que se incluían maderas especiales de Tilmun para el mobiliario del templo.
También se describen ingentes obras de irrigación, de excavación de canales y de elevación de diques. En una de sus tablillas, se representa a Ur-Nanshe encabezando un equipo de construcción, no mostrándose reacio a llevar a cabo algún trabajo físico por sí mismo (Fig. 86).
Los cuarenta virreyes conocidos que le siguieron dejaron constancia
escrita de sus logros en la agricultura, la construcción, la
legislación social y las reformas éticas -logros materiales y
morales que harían sentirse orgulloso a cualquier gobierno.
Uno de ellos, Eannatum, del que se han encontrado inscripciones y estelas, era un
victorioso general, maestro en táctica. En las estelas, se le
muestra sobre un carro de guerra -un vehículo militar cuya
introducción se suele atribuir a épocas posteriores; también se ven
tropas con cascos en formaciones cerradas (Fig. 87).
Las resultantes victorias de Eannatum llegaron a impresionar a Inanna/Ishtar, tanto que se llegó a enamorar de él; y
Con esto, Eannatum se convirtió en LU.GAL («Gran Hombre») de Sumer; y manteniendo al país bajo control militar, hizo que prevalecieran la ley y el orden.
Irónicamente, el período caótico que había precedido a Sargón de Agadé encontró en Lagash no a un fuerte jefe militar, sino a un reformador social llamado Urukagina. Éste consagró sus esfuerzos a la reactivación moral y a la introducción de leyes basadas en la bondad y la justicia, más que en un concepto de crimen-castigo. Con él, Lagash se mostró demasiado débil para mantener la ley y el orden en el país.
Su debilidad permitió a Inanna llevar al ambicioso Lugal-zagesi de Umma a Erek, en un intento por restablecer su dominio a escala nacional. Pero los errores de Lugal-zagesi llevaron (como ya hemos dicho) a su caída a manos de Sargón, la nueva elección de Inanna.
Fig. 87 A lo largo de todo el período de supremacía de Agadé, siguió habiendo gobernadores en Lagash; incluso el gran Sargón bordeó Lagash y la dejó intacta. Y escapó a la destrucción y la ocupación a lo largo de la turbulenta época de Naram-Sin, principalmente por ser una formidable fortaleza militar, fortificada y refortificada para soportar todos los ataques. Por una inscripción de Ur-Bau, virrey de Lagash en la época de Naram-Sin, sabemos que aquél recibió instrucciones de Ninurta para que reforzara las murallas del Girsu y para que fortaleciera el recinto de la aeronave Imdugud.
Ur-Bau
«compactó el suelo para que fuera como una piedra... coció arcilla
para que fuera como el metal», y en la plataforma del Imdugud
«reemplazó el viejo suelo con unos nuevos cimientos», reforzados con
enormes vigas de madera y piedras traídas de muy lejos.
Según las inscripciones de Gudea, «el Señor del Girsu» se le apareció en una visión, de pie junto a su Pájaro Negro Divino. El dios le expresó su deseo de que se le construyera un nuevo E.NINNU («Casa del Cincuenta» -rango numérico de Ninurta). A Gudea se le dieron dos series de instrucciones divinas: una por parte de una diosa que en una mano «tenía la tablilla de la estrella favorable de los cielos», y en la otra «tenía un punzón sagrado» con el que indicaba a Gudea «el planeta favorable» en cuya dirección había que orientar el templo.
La otra serie de instrucciones se las dio un dios al cual no reconoció Gudea, pero que resultó ser Ningishzidda. Este le entregó a Gudea una tablilla hecha de una piedra preciosa; «contenía el plano de un templo». En una de sus estatuas, se representa a Gudea sentado, con esta tablilla sobre las rodillas y el punzón divino junto a ésta (Fig. 88).
Fig. 88
Gudea admite que necesitó la ayuda de los adivinos y los «buscadores
de secretos» para comprender el plano del templo. Y era, tal como
han descubierto recientes investigadores, un ingenioso plano
arquitectónico de uno-en-siete para la construcción de un zigurat
como una pirámide de siete pisos. La estructura disponía también de
una plataforma sólidamente reforzada para el aterrizaje del vehículo
aéreo de Ninurta.
Creemos que éste fue el motivo de que Ninurta
invitara a ir a Mesopotamia a Ningishzidda/Thot, para que le
diseñara una pirámide, no de inmensos bloques de piedra como en
Egipto, sino de humildes ladrillos de arcilla de Mesopotamia.
En una de éstas (Fig. 89 a), se combinó el emblema del Pájaro Divino de Ninurta con las serpientes de Ningishzidda; en otra (Fig. 89 b), se representó a Ninurta como a una Esfinge egipcia.
Fig. 89 La época de Gudea y de la colaboración Ninurta-Ningishzidda coincide con el llamado Primer Período Intermedio de Egipto, cuando los reyes de la IX y X dinastías (2160 a 2040 a.C.) abandonaron el culto a Osiris y Horus y trasladaron la capital desde Menfis hasta una ciudad que los griegos llamarían posteriormente Heracleópolis. La salida de Thot de Egipto quizás fuera como consecuencia de los trastornos que tenían lugar allí, al igual que su posterior desaparición de Sumer.
Ningishzidda (por citar a E. D. van Burén,
The God Ningiz-zidd) era «un dios que salió de la oscuridad en
tiempos de Gudea», sólo para convertirse en un «dios fantasma» y un
mero recuerdo en tiempos posteriores (babilónicos y asirios).
Este objeto divino se llevó a Erek cuando
la realeza se transfirió de Kis a Erek; y se iba llevando de aquí
para allá a medida que la realeza iba de aquí para allá, pero sólo
cuando el cambio venía decretado por los Grandes Dioses.
Pero cuando Inanna vio la
ocasión de restablecer la realeza en Erek, el rey que ella había
elegido, Utu-Hegal, «se hizo con el Shuhadaku en su lugar de
descanso; en sus manos lo tomó» -aunque «el fin de la restitución
aún no había tenido lugar». Sin autorización, Utu-Hegal «levantó el
arma contra la ciudad que estaba asediando». Tan pronto como hizo
esto, cayó muerto. «El río se llevó su cuerpo hundido».
Desde un inmenso zigurat que dominaba la amurallada ciudad (Fig. 90) -un zigurat cuyas ruinas aún se elevan poderosamente sobre la llanura mesopotámica después de cuatro mil años-, Nannar y su esposa Ningal tomaban parte activa en los asuntos de estado.
Fig. 90
Asistidos por una jerarquía de sacerdotes y funcionarios (encabezados por el rey, Fig. 91), dirigieron la agricultura de la ciudad hasta convertirla en el granero de Sumer; también marcaron el rumbo de la ganadería ovina hasta hacer de Ur el centro de la lana y las prendas de vestir de todo el antiguo Oriente Próximo; y desarrollaron el comercio exterior terrestre y acuático hasta el punto que los mercaderes de Ur fueran famosos durante milenios.
Fig. 91
Para servir a tan próspero comercio y a tan lejanas conexiones, así como para mejorar las defensas de la ciudad, la muralla que rodeaba a ésta fue rodeada a su vez por un canal navegable que se utilizaba desde dos puertos -un Puerto Oeste y un Puerto Norte-, con un canal interior que conectaba a ambos y, a su vez, separaba el recinto sagrado, el palacio y el barrio administrativo de las zonas residenciales y comerciales de la ciudad (Fig. 92).
Era una ciudad cuyas blancas casas -muchas de ellas de varias plantas (Fig. 93)- brillaban como perlas en la distancia; de calles rectas y anchas, con muchos santuarios en sus cruces; una ciudad de gente trabajadora, con una administración eficaz; una ciudad de gente piadosa, que nunca dejaba de rezar a sus benévolas deidades.
Fig.92 El primer soberano de la Tercera Dinastía de Ur, Ur-Nammu («El Gozo de Ur») no era un simple mortal: era semidivino, siendo su madre la diosa Ninsun. Sus largas crónicas afirman que, tan pronto como «Anu y Enlil le entregaron la realeza a Nannar en Ur», y Ur-Nammu fue elegido para ser el «Pastor Justo» del pueblo, los dioses le ordenaron a éste que instituyera una nueva reactivación moral.
Los casi tres siglos que habían pasado desde que Urukagina de La-gash reactivara la moral habían presenciado el auge y la caída de Acad, la desobediencia a la autoridad de Anu y la profanación del Ekur de Enlil.
La injusticia, la opresión y la inmoralidad se habían
convertido en materia común. En Ur, bajo Ur-Nammu, Enlil intentó,
una vez más, llevar a la humanidad lejos de «malos caminos», hacia
un rumbo de «justicia». Proclamando un nuevo código de justicia y de
conducta social, Ur-Nammu «estableció la igualdad en la tierra,
prohibió la maldición, terminó con la violencia y los conflictos».
Cuando se terminaron las obras, Enlil y Ninlil volvieron a Nippur para residir en su morada de siempre. «Enlil y Ninlil eran felices allí», afirma una inscripción sumeria.
Fig. 94
El Retorno-a-los-Caminos-Justos no sólo implicaba una mayor justicia social entre el pueblo, sino también el adecuado culto a los dioses. A tal efecto, Ur-Nammu, además de las grandes obras de Ur, restauró y amplió también los edificios consagrados a Anu e Inanna en Erek, a Ninsun (su madre) en Ur, a Utu en Larsa, a Ninharsag en Adab; también hizo algunas reparaciones en Eridú, la ciudad de Enki.
Es
llamativa la ausencia en la lista de la Lagash de Ninurta y la
Babilonia de Marduk.
Así pues, el desconcierto fue grande cuando encontraron en las ruinas de Ur dos tableros que se representaban las actividades de los ciudadanos -uno era un Tablero de la Paz, y el otro, sorprendentemente, un Tablero de la Guerra (Fig. 95). La imagen del pueblo de Ur como guerreros entrenados y listos para el combate resultaba totalmente fuera de lugar.
Fig. 95
Sin embargo, los hechos, tal como lo demuestran las evidencias
arqueológicas de armas, atuendos militares y carros de guerra, así
como numerosas inscripciones, desmienten la imagen de pacifismo. De
hecho, una de las primeras acciones de Ur-Nammu fue la de someter
Lagash y matar a su gobernador, para después ocupar otras siete
ciudades.
Son palabras con reminiscencias de profecías bíblicas de ira divina,
por medio de reyes mortales, contra «ciudades malvadas» y «pueblos
pecadores»; revelan que, por debajo del manto de la prosperidad, se
ocultaban nuevas guerras entre los dioses -una contienda por la
fidelidad de las masas de la humanidad.
Cuando llegó la noticia a Ur, se elevó un gran lamento; el pueblo no
podía comprender cómo el Pastor Justo, el que había sido justo con
el pueblo y veraz con los dioses, podía haber tenido tan desgraciado
final.
Sin duda, fue una traición de los grandes dioses:
La forma en la cual murió Ur-Nammu (2096 a.C.) pudo influir en la
conducta de su sucesor, al cual se le puede aplicar el menosprecio
bíblico de un rey que «se prostituyó» e «hizo cosas malvadas a ojos
del Señor». Se llamaba Shulgi, y había nacido bajo los auspicios
divinos: fue el mismo Nannar el que lo dispuso todo para que el niño
fuera concebido en el santuario de Enlil en Nippur, a través de la
unión entre Ur-Nammu y la suma sacerdotisa de Enlil, para que «un
pequeño 'Enlil'... un hijo adecuado para la realeza y el trono,
fuera concebido».
Después, construyó un barco -al que le puso el nombre de Ninlil- y
navegó hasta la «Tierra del Vuelo por la Vida». Sus poemas indican
que se imaginaba a sí mismo como un segundo Gilgamesh, siguiendo las
huellas del antiguo rey hasta la «Tierra de los Vivos» -hasta la
península del Sinaí.
Para entonces, sí que estaba emulando a Gilgamesh, pues Gilgamesh
había llegado allí viniendo desde el Mar Muerto, y también se había
detenido en aquella entrada, situada entre el Negev y el propio
Sinaí, para orar y hacer ofrendas a los dioses. Allí, Shulgi
construyó un altar al «Dios Que Juzga».
Fue un viaje deliberadamente lento, orientado a fortalecer los lazos imperiales con las provincias distantes. Como resultado de este viaje, Shulgi construyó una red de caminos que conservaron la cohesión política y militar del imperio, potenciando también el comercio y la prosperidad.
Al conocer personalmente a los jefes locales, Shulgi fortaleció también los lazos con ellos, acordando matrimonios entre ellos y sus Shulgi volvió a Sumer, alardeando de haber aprendido cuatro lenguas extranjeras. Su prestigio imperial estaba en la cúspide y como agradecimiento, construyó un santuario a Nannar/Sin en el recinto sagrado de Nippur.
A cambio, se le recompenso con los titulos « Sumo Sacerdotede Anu, Sacerdote de Nannar». Shulgi recogió las dos ceremonias en sus sellos cilíndricos (Figs. 96 y 97).
Fig. 96 Pero, con el paso del tiempo, Shulgi se fue inclinando cada vez más por a los lujos de Ur, y menos por los rigores de las provincias, dejando su gobierno a Grandes Emisarios. Se pasaba el tiempo componiendo himnos de alabanza a sí mismo, imaginándose un semidiós.
Sus delirios de grandeza acabaron llamando la atención de la mayor de las seductoras -Inanna. Viendo en ello una nueva oportunidad, invitó a Shulgi a Erek, convirtiéndolo en «un hombre elegido para la vulva de Inanna» y llevándolo al lecho en el mismísimo templo de Anu.
Citamos las propias palabras de Shulgi:
Inevitablemente, la intranquilidad fue en aumento, tanto en el interior como fuera del país, y Shulgi buscó apoyo militar en la provincia sudoriental de Elam. Dispuso la boda de una de sus hijas con el virrey de Elam, y le dio como dote la ciudad de Larsa. A cambio, el virrey envió a Sumer sus tropas, para que sirvieran a Shulgi como legión extranjera.
Pero, en vez de paz, las tropas elamitas trajeron más guerra, y los anales del reinado de Shulgi hablan de insistentes destrucciones en las provincias del norte. Shulgi intentó mantener su dominio en las provincias occidentales a través de medios pacíficos, y en su trigésimo séptimo año de reinado se recoge un tratado con un rey local llamado Puzur-Ish-Dagan -un nombre de claras connotaciones cananeo-filisteas.
Este tratado le
permitía a Shulgi reclamar el título de «Rey de las Cuatro
Regiones». Pero la paz en el oeste no duró demasiado. En su
cuadragésimo primer año (2055 a.C), Shulgi recibió ciertos oráculos
de Nannar/Sin, y lanzó una importante expedición militar contra las
provincias cananeas. Dos años después, Shulgi pudo proclamar que era
«Héroe, Rey de Ur, Soberano de las Cuatro Regiones».
Este giro en las fidelidades
religiosas pudo ser propiciado por el deseo práctico de conseguir el
control de los astilleros de Eridú; pues al año siguiente, el
noveno, Amar-Sin zarpó en dirección al mismo «Lugar de la Rampa»
adonde había ido Shulgi. Pero no fue más allá de la «Tierra del
Vuelo por la Vida»: murió por la picadura de un escorpión (o una
serpiente).
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