Las Palabras del Señor Enki
LA PRIMERA TABLILLA
En sus gloriosas ciudades, sólo ulula el viento; la muerte es el único olor. Los templos, cuyas cúspides alcanzaban el cielo, por sus dioses han sido abandonados. No hay dominio de señorío ni de realeza; cetro y tiara han desaparecido. En las riberas de los dos grandes ríos, en otro tiempo exuberantes y llenos de vida, sólo crecen las malas hierbas. Nadie recorre sus calzadas, nadie busca los caminos; la floreciente Sumer es como un desierto abandonado. ¡Cuán desolada está la tierra, hogar de dioses y hombres!
En esa tierra cayó la calamidad, una calamidad desconocida para el hombre. Una calamidad que la Humanidad nunca antes había visto, una calamidad que no se puede detener. En todas las tierras, desde el oeste hasta el este, se posó una mano de quebranto y de terror. ¡Los dioses, en sus ciudades, estaban tan indefensos como los hombres!
En Ur, la ciudad de la realeza de Sumer, Nannar a su padre Enlil imploró ayuda; en el lugar del templo que al cielo en siete escalones se eleva, Nannar se negó a considerar la mano del hado. ¡Padre mío, tú que me engendraste, gran dios que a Ur ha concedido la realeza, no dejes entrar al Viento Maligno!, apeló Nannar. ¡Gran dios que decretas los hados, deja que Ur y sus gentes se libren, tus alabanzas proseguirán!, apeló Nannar. Enlil respondió a su hijo Nannar: Noble hijo, a tu admirable ciudad concedí la realeza, pero no se le concedió reinado eterno. ¡Toma a tu esposa Ningal y huye de la ciudad! ¡Ni siquiera yo, que decreto los hados, puedo impedir su destino!
Así habló Enlil, mi hermano; ¡ay, ay, que no era destino! Desde el diluvio, no había caído una calamidad más grande sobre dioses y terrestres; ¡ay, que no era destino! El Gran Diluvio estaba destinado a suceder; pero no la Gran Calamidad de la tormenta portadora de muerte. Por romper una promesa, por una decisión del consejo fue provocada; por las Armas de Terror fue creada. Por una decisión, que no por destino, se liberaron las armas venenosas; por deliberación se echaron las suertes. Contra Marduk, mi primogénito, dirigieron la destrucción los dos hijos; había venganza en sus corazones. ¡No ha de tomar Marduk el poder!, gritó el primogénito de Enlil.
Con las armas me opondré a él, dijo Ninurta. ¡De entre el pueblo ha levantado un ejército, para declarar a Babili ombligo de la Tierra!, así gritó Nergal, hermano de Marduk. En el consejo de los grandes dioses, palabras malévolas se difundieron. Día y noche levanté mi voz opositora; la paz aconsejé, deplorando las prisas. Por segunda vez, el pueblo había elevado su imagen celeste; ¿por qué oponerse a que continúe?, pregunté implorando. ¿Se han comprobado todos los instrumentos? ¿No había llegado la era de Marduk en los cielos?, inquirí una vez más. Ningishzidda, mi hijo, otros signos del cielo citó. Su corazón, yo lo sabía, no podía perdonar la injusticia de Marduk contra él.
Gibil, mi propio hijo, replicó pesimista: Marduk ha desestimado todas los ruegos; ¡por las señales del cielo reclama su supremacía!
Ninharsag, la compañera que me ayudó a crearlos, estaba de acuerdo: La cuestión solamente se ha de resolver entre los dioses, el pueblo no debe ser dañado. Anu, desde la morada celestial, estaba prestando atención a las discusiones. Anu, que determina los hados, su voz hizo escuchar desde su morada celestial: Que las Armas de Terror sean por esta vez usadas, que el lugar de las naves propulsadas sea arrasado, que al pueblo se le perdone. ¡Que Ninurta sea el Calcinador, que Nergal sea el Aniquilador! Y así Enlil la decisión anunció.
A ellos, un secreto de los dioses revelaré; el lugar oculto de las armas de terror a ellos les desvelaré. Los dos hijos, uno mío, uno suyo, en su cámara interior Enlil convocó. Nergal, cuando volvió junto a mí, desvió la mirada. ¡Ay!, grité sin palabras, ¡el hermano se ha revuelto contra el hermano! ¿Acaso por hado han de repetirse los Tiempos Previos? Un secreto de los Tiempos de Antaño les reveló Enlil a ellos, ¡las Armas de Terror a sus manos confió! Aderezadas de terror, con un resplandor se desataron; todo lo que tocan, en un montón de polvo lo convierten. Para hermano contra hermano en la Tierra fueron abjuradas, ninguna región afectar.
Entonces, el juramento se violó,
como una vasija rota en inútiles trozos. Los dos hijos, plenos de
gozo, con paso rápido de la cámara de Enlil emergieron, para la
partida de las armas. Los otros dioses volvieron a sus ciudades;
¡sin presagiar ninguno de ellos su propia calamidad!
Antes de los Tiempos Previos fue el Principio; después de los Tiempos Previos fueron los Tiempos de Antaño. En los Tiempos de Antaño, los dioses llegaron a la Tierra y crearon a los terrestres. En los Tiempos Previos, ninguno de los dioses estaba en la Tierra, ni se había hecho aún a los terrestres. En los Tiempos Previos, la morada de los dioses estaba en su propio planeta; Nibiru es su nombre. Un gran planeta, rojizo en resplandor; alrededor del Sol, una vuelta alargada hace Nibiru. Durante un tiempo, Nibiru está envuelto en el frío; durante parte de su recorrido, el Sol fuertemente lo calienta.
De él, en los anales reales, así se registró: An unificó las tierras, la paz en Nibiru restauró. Construyó una nueva ciudad, los canales reparó, proveyó alimento para el pueblo; hubo abundancia en las tierras. Por esposa suya, el sur eligió una doncella, dotada tanto para el amor como para la contienda. An. Tu fue su título real; la Líder Que Es Esposa de An, significaba ingeniosamente el nombre dado. Le dio a An tres hijos y ninguna hija. Al primogénito, ella le puso el nombre de An.Ki; Por An un Sólido Fundamento era su significado.
Cuando Nibiru hacía su morada en la distancia, se decretó la festividad del frío. Sustituyendo a todas las festividades de antaño de tribus y naciones, para unificar al pueblo se establecieron las dos. Leyes de marido y mujer, de hijos e hijas, estableció por decreto; proclamó las costumbres de las primeras tribus para todo el país. Desde las guerras, las mujeres superaban en gran número a los hombres. Decretos hizo, un hombre ha de tener más de una mujer por conocer. Por ley, una mujer ha de ser elegida como esposa oficial, Primera Esposa ha de ser llamada.
Por ley, el hijo primogénito era el sucesor de su padre. Por estas leyes, no tardó en llegar la confusión; si el hijo primogénito no era nacido de la Primera Esposa. Y después nacía un hijo de la Primera Esposa, convirtiéndose por ley en Heredero Legal.¿Quién será el sucesor: aquél que por la cuenta de Shars nació primero? ¿Aquél nacido de la Primera Esposa? ¿El hijo Primogénito? ¿El Heredero Legal? ¿Quién heredará? ¿Quién sucederá? En el reinado de Anshargal, Kishargal fue declarada Primera Esposa. Hermanastra del rey era.
En el reinado de Anshargal, se llevaron concubinas de nuevo a palacio. De las concubinas, le nacieron hijos e hijas al rey. Un hijo de una fue el primero en nacer; el hijo de una concubina fue el Primogénito. Después, Kishargal tuvo un hijo. Heredero Legal por ley era; pero Primogénito no era. En el palacio, Kishargal levantó la voz, iracunda gritó: ¡Si por las normas mi hijo, de una Primera Esposa nacido, se ve privado de la sucesión, que la doble simiente no se olvide! Aunque de diferentes madres, de un mismo padre el rey y yo somos descendientes. Yo soy la hermanastra del rey; de mí, el rey es hermanastro. ¡Por ello, mi hijo posee la doble simiente de nuestro padre Anib! ¡Que, en lo sucesivo, la Ley de la Simiente, la Ley del Desposorio prevalezca! ¡Que, en lo sucesivo, el hijo de una hermanastra, cuando quiera que nazca, por encima de todos los demás hijos alcance la sucesión!
¡Los volcanes, forjadores de la atmósfera, lanzaban al cielo menos erupciones! ¡El aire de Nibiru se había hecho más tenue, el escudo protector había disminuido! En el reinado de Anshar y Kishar, hicieron aparición las plagas del campo; no se las podía vencer con trabajo. El hijo de ambos, En.Shar, ascendió después al trono; de la dinastía, era el sexto. Noble Maestro del Shar significaba su nombre. Con gran entendimiento nació, dominó muchos conocimientos con mucha erudición. Buscó caminos para dominar las aflicciones; de la vuelta celeste de Nibiru, hizo mucho estudio. En su bucle, abrazaba a cinco miembros de la familia del Sol, planetas de deslumbrante belleza. Buscando remedios para las aflicciones, hizo examinar sus atmósferas. A cada uno le dio un nombre, a antepasados ancestrales honró; los consideró como parejas celestes An y Antu, los planetas gemelos, llamó a los dos primeros en ser encontrados. Más allá de la vuelta de Nibiru, estaban Anshar y Kishar, por su tamaño los más grandes.
Como un mensajero, Gaga entre los otros corría, a veces el primero en encontrar Nibiru. Cinco en total eran los que recibían a Nibiru en el cielo, mientras circundaba al Sol. Más allá, como una frontera, el Brazalete Repujado circundaba al Sol; como un guardián de la región prohibida del cielo, con escombros protegía. Otros hijos del Sol, cuatro en número, escudaba de la intrusión el brazalete. Las atmósferas de los cinco primeros se puso a estudiar Enshar. En su vuelta repetida, en el bucle de Nibiru, se examinaron atentamente los cinco. Qué atmósferas poseían, se examinaron intensamente por observación y con carros celestiales. Los hallazgos fueron sorprendentes, los descubrimientos confusos. De vuelta en vuelta, la atmósfera de Nibiru más brechas sufría. En los consejos de los eruditos, los remedios se debatían con avidez; se consideraron formas de vendar la herida urgentemente. Se intentó un nuevo escudo que envolviera al planeta; todo lo que se lanzó hacia arriba, cayó de vuelta al suelo.
En el palacio, había aflicción; había una maldición allí dentro. Como Primera Esposa, Enshar desposó a una hermanastra, ateniéndose a la Ley de la Simiente. Nin.Shar fue llamada, de los Shars la Dama. Un hijo no tuvo. Por una concubina, a Enshar le nació un hijo; fue el hijo Primogénito. Por Ninshar, Primera Esposa y hermanastra, no llegó un hijo. Por la Ley de Sucesión, el hijo de la concubina ascendió al trono; fue el séptimo en reinar. Du.Uru fue su nombre real; En el Lugar de Morada Forjado era su significado; de hecho, fue concebido en la Casa de las Concubinas, no en el palacio. Como esposa, una doncella amada desde su juventud eligió Duuru; por amor, no por simiente, seleccionó una Primera Esposa. Da.Uru fue su nombre real; La Que Está a Mi Lado era el significado. En la corte real, la confusión corría desenfrenada. Los hijos no eran herederos, las esposas no eran hermanastras. En la tierra, iba creciendo el sufrimiento.
Los campos olvidaron su abundancia, y entre el pueblo disminuyó la fertilidad. En el palacio, la fertilidad estaba ausente; no habían tenido ni hijo ni hija. De la simiente de An, siete fueron los soberanos; después, de su simiente se secó el trono. Dauru encontró a un niño en la puerta del palacio; como a un hijo lo abrazó. Al final, Duuru como a un hijo lo adoptó, lo nombró Heredero Legal; Lahma, que significa Sequedad, fue el nombre que se le dio. En el palacio, los príncipes protestaban; en el Consejo, había quejas. Al final, Lahma ascendió al trono. Aunque no era de la simiente de An, fue el octavo en reinar. En los consejos de los eruditos, se dieron dos sugerencias para sanar la brecha: una fue el uso de un metal, oro era su nombre. En Nibiru, era muy raro; dentro del Brazalete Repujado era abundante.
Era la única sustancia que se podía moler hasta el polvo más fino; elevado hasta el cielo, podía quedar suspendido. Así, con reaprovisionamientos, la brecha se sanaría, habría una mejor protección. ¡Que se construyan naves celestiales, que una flota celestial traiga el oro a Nibiru! ¡Que se creen Armas de Terror!, fue la otra sugerencia; armas que sacudan y aflojen el suelo, que agrieten las montañas; Atacar con proyectiles los volcanes, su letargo remover, estimular sus erupciones, ¡recargar la atmósfera, hacer desaparecer la brecha! Lahma era débil para tomar una decisión; no sabía qué opción tomar.
El rey no prestaba atención a sus palabras. Sólo buscaba consejo en su esposa; Lahama era su nombre. Si fuera el destino, supliquemos al Gran Creador de Todo, al rey, dijo ella. ¡Suplicar, no actuar, es la única esperanza! En la corte real, los príncipes estaban inquietos; se le dirigían acusaciones al rey: ¡De forma estúpida y absurda, está trayendo calamidades aún mayores en vez de cura! De los antiguos depósitos, se recuperaron las armas; había mucho que hablar de rebelión. Un príncipe, en el palacio real, fue el primero en tomar las armas. Con palabras de promesa, agitó a los otros príncipes; Alalu era su nombre. ¡Que Lahma ya no sea más el rey!, gritó. ¡Que la decisión sustituya a la vacilación! ¡Venid, vamos a desalentar al rey en su morada; hagamos que abandone el trono!
Los príncipes hicieron caso a sus palabras; las puertas del palacio abrieron con violencia; a la sala del trono, su entrada prohibida, como aguas en avalancha llegaron. El rey escapó a la torre del palacio; Alalu fue en su persecución. En la torre hubo lucha; Lahma cayó muerto. ¡Lahma ya no está!, gritó Alalu. Ya no está el rey, anunció con alborozo. A la sala del trono se dirigió apresuradamente Alalu, en el trono él mismo se sentó. Sin derecho ni consejo, él mismo se proclamó rey. Se había perdido la unidad en el reino; unos se alegraron por la muerte de Lahma, otros se entristecieron por lo que había hecho Alalu. Viene ahora el relato del reinado de Alalu y de la ida a la Tierra. Se había perdido la unidad en el reino; muchos se sentían ofendidos sobre la realeza. En el palacio, los príncipes estaban agitados; en el consejo, los consejeros estaban turbados. De padre a hijo, la sucesión de An prosiguió en el trono; incluso Lahma, el octavo, había sido declarado hijo por adopción. ¿Quién era Alalu? ¿Acaso era un Heredero Legal, era el Primogénito? ¿Bajo qué derecho había usurpado el trono? ¿No era el asesino del rey?
Ante los Siete Que Juzgan, fue convocado Alalu para considerar su suerte. Ante los Siete Que Juzgan, Alalu expuso sus pretensiones: ¡Aún sin ser Heredero Legal ni hijo Primogénito, de simiente real sí que era! De Anshargal desciendo, ante los jueces reclamó. De una concubina, mi antepasado le nació a él; Alam era su nombre. Por la cuenta de Shars, Alam fue el primogénito; a él le pertenecía el trono. Por una confabulación, la reina dejó a un lado sus derechos! La Ley de la Simiente de la nada se inventó, para que su hijo obtuviera la realeza. A Alam se le privó de la realeza; y al hijo de ella, en su lugar, le fue concedida. Por descendencia, soy el continuador de las generaciones de Alam; ¡la semilla de Anshargal está dentro de mí! Los Siete Que Juzgan tuvieron en cuenta las palabras de Alalu.
Al Consejo de Consejeros pasaron el asunto, para que dirimieran su veracidad o falsedad. Se trajeron los anales reales de la Casa de Registros; con mucha atención, se leyeron. An y Antu, la primera pareja real, estaban; tres hijos y ninguna hija a ellos les nacieron. El Primogénito fue Anki; él murió en el trono; no tuvo descendencia. En su lugar, el hijo mediano ascendió al trono; Anib fue su nombre. Anshargal fue su Primogénito; al trono ascendió. Después de él, en el trono, no continuó la realeza del Primogénito; La Ley de Sucesión se sustituyó por la Ley de la Simiente. El hijo de una concubina era el Primogénito; por la Ley de la Simiente, se le privaba de la realeza.
Así se le concedió la realeza al hijo de Kishargal; siendo la razón ser hermanastra del rey. Del hijo de la concubina, del Primogénito, los anales no hacían mención. ¡De él soy descendiente!, gritó Alalu a los consejeros. ¡Por la Ley de Sucesión, a él le pertenecía la realeza; por la Ley de Sucesión, a la realeza tengo ahora derecho! Con vacilaciones, los consejeros de Alalu exigieron un juramento de verdad. Alalu prestó el juramento; como rey le consideró el consejo. Convocaron a los ancianos, convocaron a los príncipes; ante ellos, pronunciaron la decisión. De entre los príncipes, un joven príncipe se adelantó; quería decir algo acerca de la realeza. Se debería reconsiderar la sucesión, dijo a la asamblea. Aunque ni Primogénito, ni hijo de la reina, de pura simiente desciendo: ¡La esencia de An se preservó en mí, sin diluirse en concubina! Los consejeros escucharon sus palabras con sorpresa; al joven príncipe le dijeron que se acercara.
Le preguntaron su nombre. Es Anu; ¡por mi antepasado An, fui así nombrado! Le preguntaron por sus generaciones; de los tres hijos de An, les recordó: Anki fue el Primogénito, sin hijo ni hija murió; Anib fue el mediano, en el lugar de Anki ascendió al trono; Anib tomó por esposa a la hija de su hermano menor; a partir de ellos, se registra en los anales la sucesión. ¿Quién fue el hermano pequeño, hijo de An y de Antu, de la simiente más pura? Los consejeros, admirados, se miraban entre sí. ¡Enuru era su nombre!, les anunció Anu: ¡Él fue mi gran antepasado! Su esposa, Ninuru, era una hermanastra; el hijo de ella fue el primogénito; Enama fue su nombre. La esposa de éste era una hermanastra, por las leyes de simiente y sucesión, un hijo le dio. ¡De descendientes puros continuaron las generaciones, por ley y por simiente perfectas! Anu, por nuestro antepasado An, me pusieron mis padres a mí; Del trono se nos apartó; de la simiente pura de An no se nos apartó! ¡Que Anu sea rey!, gritaron muchos consejeros. ¡Que se destituya a Alalu!
Otros aconsejaron cautela: ¡Evitemos conflictos, que prevalezca la unidad! Llamaron a Alalu, para contarle lo que se había descubierto. Al príncipe Anu, Alalu le ofreció su brazo en abrazo; a Anu le dijo así: Aunque de diferente descendencia, de un único antepasado descendemos ambos; ¡vivamos en paz, juntos devolveremos la abundancia a Nibiru! ¡Déjame conservar el trono, conserva tú la sucesión! Al consejo dirigió estas palabras: ¡Que Anu sea Príncipe Coronado, que sea él mi sucesor! ¡Que su hijo se case con mi hija, que se unifique la sucesión! Anu hizo una reverencia ante el consejo, ante la asamblea declaró así: De Alalu, el copero seré, su sucesor a la espera; un hijo mío a una hija suya elegirá como novia. Ésa fue la decisión del consejo; se inscribió en los anales reales. De esta manera, Alalu siguió sentado en el trono. Él convocó a los sabios, a eruditos y comandantes consultó; para decidir, obtuvo muchos conocimientos.
Que se construyan naves celestiales, decidió, para buscar oro en el Brazalete Repujado, decidió. Los Brazaletes Repujados destruyeron las naves; ninguna de ellas volvió. ¡Que las Armas de Terror abran las entrañas de Nibiru, que los volcanes vuelvan a la erupción!, ordenó entonces. Se armaron carros celestes con las Armas de Terror, con proyectiles de terror golpearon a los volcanes desde los cielos. Las montañas se balancearon, los valles se estremecieron, mientras grandes resplandores estallaban con estruendo. Había mucho alborozo en el reino; había expectativas de abundancia. En el palacio, Anu era el copero de Alalu. Él se postraría a los pies de Alalu, le pondría la copa en la mano.
Alalu era el rey; a Anu le trataba como a un sirviente. En el reino, el alborozo se apagó; las lluvias se negaban a caer, los vientos soplaban con más fuerza. Las erupciones de los volcanes no aumentaban, no sanaba la brecha en la atmósfera. Nibiru seguía recorriendo sus vueltas en los cielos; de vuelta en vuelta, el calor y el frío se hacían más difíciles de sufrir. El pueblo de Nibiru dejó de venerar a su rey; ¡en vez de alivio, había traído miseria! Alalu seguía sentado en el trono. El fuerte y sabio Anu, el primero entre los príncipes, estaba de pie ante él. Se postraría ante los pies de Alalu, le pondría la copa en la mano. Durante nueve períodos contados, Alalu fue rey en Nibiru.
En el noveno Shar, Anu presentó batalla a Alalu. Desafió a Alalu a un combate mano a mano, con los cuerpos desnudos. Que el vencedor sea rey, dijo Anu. Forcejearon entre sí en la plaza pública; las jambas de las puertas temblaron y las paredes se remecieron. Alalu hincó la rodilla; al suelo cayó sobre su pecho. Alalu fue derrotado en combate; por aclamación, Anu fue proclamado rey. Anu fue escoltado hasta el palacio; Alalu al palacio no volvió. De entre las masas, sigilosamente escapó; tenía miedo de morir como Lahma.
|