X. LA TRANSFORMACIÓN DE LOS VALORES Y DE LA VOCACIÓN

Cuando la naturaleza del trabajo es debidamente apreciada y aplicada, se sitúa, en relación con las facultades superiores, al mismo nivel que el alimento con respecto al cuerpo.
J.C. KUMARAPPA, filósofo y economista

Si la experiencia transformadora es realmente una fuente de energía, entonces debe también afectar inevitablemente a los propios valores, y de esa forma a toda la economía: al mercado, la fábrica, las grandes compañías, las profesiones, los pequeños negocios, al bienestar social. Y debe llevarnos a dar una nueva definición de palabras como «rico» y «pobre»; debe hacernos repensar qué es lo que nos debemos los unos a los otros, cuáles son los límites de lo posible, y qué es lo adecuado. Antes o después, el nuevo paradigma introduce un cambio en las relaciones del individuo con el trabajo; no cabe una transformación a tiempo parcial, por su misma naturaleza.


Para quien busca la totalidad, lo esencial no es solamente vivir, sino construir su propia vida. No es una sed de algo más, sino de algo diferente. Comprar, vender, poseer, ahorrar, compartir, guardar, invertir, dar, todas ésas son expresiones exteriores de necesidades internas. Cuando estas necesidades cambian, como sucede en toda transformación personal, los patrones económicos también cambian. Por ejemplo, para mucha gente gastar dinero es una especie de opio, un bálsamo contra los desencantos, las frustraciones y el vacío.

 

Si la persona transforma su sensación interna de desasosiego tendrá menos necesidad medicamentos y de distracciones La escucha interior nos hace percibir con mayor claridad qué es lo que en realidad queremos, que puede ser muy distinto de todo cuanto se nos había hecho creer, y que puede que ni siquiera tenga una etiqueta con un precio. También puede ocurrir que descubramos que toda «propiedad» es en algún sentido una ilusión, y que el apegarnos a las cosas puede ser una forma de impedirnos disfrutar libremente de ellas. Un mayor grado de conciencia nos puede devolver la capacidad de apreciar de nuevo las cosas sencillas. La calidad se vuelve importante, la tan traída y llevada «calidad de vida». Si el trabajo resulta gratificante, y no es sólo algo obligatorio, eso es otro factor capaz de reordenar nuestros valores y prioridades.


Vamos a considerar la evidencia de la aparición de un nuevo paradigma, basado en los valores, que trasciende el antiguo paradigma económico, preocupado ante todo por el crecimiento, el control y la manipulación. El surgimiento de este nuevo paradigma basado,

  • en los valores aparece reflejado en la modificación de las pautas de trabajo, de elección de profesión y de consumo...

  • en los nuevos estilos de vida que están apareciendo, basados en principios de sinergia, de solidaridad, intercambio, cooperación y creatividad...

  • en la transformación de los lugares de trabajo, de los negocios, la industria, las profesiones, las artes...

  • en las innovaciones en los sistemas de dirección y de participación de los trabajadores, incluyendo la descentralización del poder...

  • en el surgimiento de una nueva raza de empresarios...

  • en la búsqueda de una «tecnología adecuada»...

  • en el clamor por una economía congruente con la naturaleza,

...que venga a sustituir la visión mecanicista que nos ha lanzado a la crisis que padecemos.
 


La crisis y su negación
Es un hecho probado que no se puede adelgazar si uno sigue comiendo lo que le da la gana. Tratando de alcanzar la prosperidad por medio del consumo, hemos agotado nuestros recursos. Los costes de una producción elevada, la escasez, la inflación y una tasa severa de desempleo se han convertido en el pan nuestro de cada día.


Como la economía es también un tema político, está sujeta a propagandas, racionalizaciones y mentiras. También nuestras creencias sobre la economía afectan a ésta, el llamado «índice de confianza», por lo que las empresas y el gobierno están interesados en amortiguar las reacciones de inversores y consumidores ante eventuales noticias económicas intranquilizantes.

 

Y como las opiniones divergentes se apoyan todas ellas en razones de peso, podemos creer lo que queramos:

  • La energía nuclear es esencial/mortífera.

  • La energía solar será más barata/impracticable.

  • Los combustibles fósiles son abundantes/están exhaustos.

  • Tendríamos que consumir/conservar.

  • El pleno empleo es posible/imposible.

  • Es verdadero/falso que la automatización/protección del medio ambiente disminuye los puestos de trabajo y el crecimiento.

Algunos se hacen la ilusión de que la salvación puede estar en la tecnología y en la recirculación del dinero y los diferentes recursos. Pero el alivio transitorio de esta enfermedad crónica, escasez, dislocamiento del mercado, desempleo, envejecimiento tecnológico es tan peligroso como el tratamiento de los síntomas en medicina cuando se desconoce la causa de la enfermedad. Toda intervención en el cuerpo económico, al igual que la intervención por medios farmacológicos o quirúrgicos, conduce con frecuencia a la aparición de graves efectos secundarios, que requieren una intervención ulterior y más profunda.


La crisis resulta evidente sobre todo en el carácter crónico del paro y del subempleo: el envejecimiento tecnológico que ha alcanzado a millones de expertos trabajadores especializados, el número creciente de individuos con educación superior que rivalizan por los pocos puestos de trabajo disponibles, y el número creciente de jóvenes y mujeres que intentan incorporarse al mercado de trabajo.


Un estudio realizado por el Ministerio de Trabajo de los Estados Unidos ha encontrado que el «verdadero desempleo», incluyendo a quienes están trabajando, pero cuyas ganancias no superan el nivel de pobreza, alcanza una tasa superior al 40 por ciento. Menos puestos de trabajo, más aspirantes a ellos. Menos puestos interesantes, proporcionalmente hablando. Y más tecnología, con lo que se consigue duplicar la producción del trabajador A, lo que permite despedir a B, de modo que A tenga que gruñir por tener que pagar impuestos que permitan ofrecer algún tipo de apoyo a un B desmoralizado.

 

Programas de acción que a menudo no hacen otra cosa que trasladar la injusticia y la amargura a otros grupos diferentes.
Periódicamente, los trabajadores y los directivos se saquean unos a otros, como hermanos gemelos insensatos, ignorantes de que la vida de cada uno depende de la del otro, y son en realidad la misma.


Nuestros indicadores económicos con frecuencia nos despistan. Por ejemplo, las cifras del Producto Nacional Bruto comprenden los gastos de atención a enfermedades, de reparación de automóviles siniestrados y de eliminación de la polución industrial, es decir, miden actividades, no la auténtica producción. Cada vez es más evidente lo absolutamente inadecuados que resultan nuestros esfuerzos para controlar, explicar y comprender nuestra economía.


La economía es algo vivo e integrado, se parece más a un organismo que a una máquina. Tiene aspectos cualitativos, además de cuantitativos. Como la situación atmosférica, no admite arreglos. Tampoco permanece estable mucho tiempo, y es predecible sólo parcialmente. Incluso sus «leyes» no son más que descripciones del pasado.

«La verdad es», ha dicho David Sternlight, economista jefe de la Atlantic Richfield Company, «que no tenemos hechos sobre el futuro».

Se suele dar por sentado que es mejor hacer algún tipo de predicción económica que no tener ninguna, decía E. F. Schumacher en l961.

«Haga usted una conjetura, conviértala en una hipótesis de trabajo, y obtenga una serie de estimaciones por medio de cálculos sutiles. Inmediatamente esas estimaciones son presentadas como resultado de un razonamiento científico, como algo mucho más fiable que una mera suposición. Así se cometen errores colosales de planificación, porque este método sólo ofrece un simulacro de respuesta, donde lo que se requiere es una opción empresarial seriamente fundamentada.»

El presupuesto fundamental del antiguo paradigma que sigue siendo dominante y permanece sin cuestionar desde los tiempos de John Locke, es que los seres humanos nos sentimos fundamentalmente motivados por incentivos económicos.

 

Y sin embargo, por encima de un determinado nivel de suficiencia material, son otras necesidades imperiosas las que claramente toman la delantera: el deseo de tener salud, de ser amado, de sentirse competente, de participar plenamente en la sociedad, de tener una ocupación significativa. Incluso si Locke tuviera razón sobre nuestras motivaciones económicas, es algo que tendríamos que cambiar. Nuestra civilización no puede continuar la escalada de producción y consumo de bienes y recursos que no son renovables.


En su evaluación de la crisis financiera de la ciudad de Nueva York a mediados de los años setenta, Julius Stulman, del World Institute, dijo que nuestro error principal consiste en seguir relacionando todas las cosas con el pasado,

«con los escalones que laboriosamente hemos ido levantando a lo largo de seis mil años, ladrillo tras ladrillo, paso a paso, de una forma lineal y singular. Por necesarios que hayan sido esos escalones para nuestra evolución, ese estadio ha terminado. No podemos afrontar lo que tenemos por delante, a menos que pensemos de un modo diferente».

En lo sucesivo, nuestra mejor esperanza estriba en prestar atención, reconociendo las maneras cómo nuestras vidas y nuestros medios de vida han sido influenciados, e incluso han sido regidos, por estructuras pasadas de moda. Nuestras ideas sobre el trabajo, el dinero y los estilos directivos provienen de un antiguo orden social dotado de estabilidad, que nada tiene que ver con el flujo actual de las cosas, y están basadas en una concepción de la humanidad y la naturaleza hace tiempo abandonada por la ciencia. El mundo real gira en torno a principios diferentes de los que nos imponen nuestras parciales filosofías económicas.
 


El nuevo paradigma: valores en vez de ciencia económica
Los sistemas económicos del mundo moderno se sitúan en el terreno de la antigua controversia: individuo o sociedad. Cuando nos dejamos polarizar, dejamos de plantear bien la cuestión. Más que discutir sobre si tiene razón el capitalismo al insistir en las oportunidades para el individuo, o más bien la tiene el socialismo al preocuparse por lo colectivo, lo que deberíamos hacer es volver a formular la cuestión: ¿Resulta apropiada la sociedad materialista a las necesidades humanas?

 

El capitalismo, lo mismo que el socialismo, tal como los conocemos, giran en torno a los valores materiales. Sus filosofías resultan inadecuadas para una sociedad transformada.


Los fallos de nuestras filosofías económicas, al igual que los fracasos de nuestras reformas políticas, se deben a la importancia que conceden a todo lo externo. Los valores interiores, lo mismo que la reforma interna, deben preceder a todo cambio exterior. Nuestra salvación puede que esté en la síntesis, en la vía media entre la derecha y la izquierda, eso que Aldous Huxley llamada «descentralización e iniciativas en cooperación, el sistema político y económico más connatural a la espiritualidad».


Así como la salud es mucho más que la medicina y el aprendizaje van más allá de la ecuación, así también el contexto de las tareas económicas es un sistema de valores. Las tareas económicas son un reflejo de nuestras prioridades, cualesquiera que sean: el propio engrandecimiento, la competitividad, la cooperación, la artesanía, los bienes materiales.

 

Una sociedad que aprecia los símbolos externos, querrá tener automóviles aparatosos, cualquiera que sea su coste. Una familia que valora la educación podrá hacer considerables sacrificios para pagar a sus hijos la asistencia a determinados centros privados. Quien valora sobre todo la aventura podrá dejar un trabajo seguro bien remunerado para dedicarse a navegar alrededor del mundo. Lo que es más importante: cuando la gente se independiza, sus valores se interiorizan. Las cosas que compran y el tipo de trabajo que eligen reflejan sus propias necesidades y deseos mejor que los valores impuestos por los anuncios, la familia, los compañeros, o los medios de comunicación.

 

Louis Mobley, antiguo director del programa de formación de ejecutivos de la IBM, opinaba que la tendencia a interiorizar supone un vuelco cultural. Acabada la era en la que mirábamos sólo hacia fuera y negábamos las propias realidades interiores, nos estamos ahora atreviendo a hacer juicios de valor.

«Y por eso los economistas se han quedado sin respuestas.»

Herbert Simon, premio Nobel de economía en 1978, critica los presupuestos «racionales» clásicos de los economistas y su consiguiente fracaso para lidiar con los nuevos valores y expectativas cambiantes.


Las sociedades, como señalaba Ilya Prigogine, son las más extrañas e inestables de las estructuras disipativas. La complejidad de nuestra moderna sociedad pluralista y los valores crecientemente autónomos de sus gentes han creado una incertidumbre económica de vastas proporciones. Por eso lo que hoy en día estamos necesitando es un enfoque de la economía comparable al que supuso para la física la introducción del principio de incertidumbre1.


Los dos paradigmas podrían resumirse del modo siguiente:


La «eterealización» de América: los nuevos valores
Ya Stuart Mill, en el siglo diecinueve, pudo ver más allá de las tempranas promesas materialistas de la era industrial: «No serán posibles grandes adelantos para la humanidad hasta que tengan lugar grandes cambios en su forma de pensar». En los años treinta, el historiador Arnold Toynbee hablaba de la «eterealización», como el último grado de crecimiento de las civilizaciones, caracterizado por el desarrollo de las riquezas superiores e intangibles.


La idea de invertir la tendencia materialista parece contar con una creciente simpatía entre la gente, aunque no haya surgido todavía el mandato expreso de realizarlo. Puede que se esté produciendo la eterealización. Una encuesta realizada por Harris en 1977 se encontró con que un porcentaje asombroso de personas, el 79 por ciento, estaba a favor de un mejor aprovechamiento de las cosas básicas esenciales, más que de alcanzar niveles materiales superiores de vida.

 

Un porcentaje similar prefería gastar más tiempo en interacciones humanas que emplear un sistema moderno de comunicación tecnológica, y confiaban en que la sociedad habría de llegar a apreciar los valores humanos por encima de los materiales. La idea de desarrollar nuevos medios más grandiosos y eficaces para hacer las cosas les resultaba menos atractiva que la de «echar abajo los grandes montajes y volver a un modo de vivir más humanizado». La mayoría encontraba preferible obtener satisfacciones internas de bajo a aumentar la productividad, y deseaban ver orientada la educación de sus hijos hacia ese tipo de gratificaciones intangibles, más que hacia un nivel de vida material más elevado.


La mayoría de la gente que vive en los Estados Unidos actualmente, ha podido gustar al menos los frutos de una cierta abundancia. Nos hemos visto libres de la necesidad desesperada de supervivencia que ha pesado sobre tantas generaciones pasadas y pesa todavía hoy sobre poblaciones enteras. El hambre todavía sigue existiendo, de forma diferente tal vez, y aún somos libres. Por encima de nuestros comportamientos compasivos y adictivos, podemos intentar descubrir lo que queremos, podemos prestar atención y concentrarnos en las preguntas que no hemos formulado que esconde nuestro interior. Podemos preguntarnos: ¿Qué es lo realmente importante?


Nuestros antepasados prehistóricos se anticiparon de algún modo a sentar las bases para ello, cuando dejaron de ser cazadores y meros recolectores de frutos, para convertirse en granjeros, en cooperación con los ciclos fundamentales de la naturaleza Tal vez fue ahí donde se fraguó nuestra mentalidad mercantil agresiva, cuando se empezó a arar y hacer planes, preocupados por la cosecha futura.

 

Tal vez podemos volvernos a convertir en cazadores y recolectores de alguna manera, aprendiendo a vivir de los tesoros que trae consigo cada día, además de aprovecharnos de lo que requiere una larga maduración con el paso de las estaciones. Posiblemente, como afirmaba un articulo, estamos viviendo en una «sociedad post extravagante». Según todas las apariencias, andamos a la caza y captura de sentido, de una concepción trascendente parecida a la de nuestros padres fundadores.


Un maestro, conspirador de Acuario, expresaba así su propio proceso de eterealización:

"He sufrido la influencia del conocimiento y trato que he tenido con personas que no padecen necesidades (bien situadas económicamente) y con personas que han adoptado voluntariamente la pobreza (por sus votos religiosos). A causa principalmente de estos contactos, he podido encontrar mi propia escala de valores: lo auténtico frente a lo no auténtico, el «necesito» frente al «me gustaría», lo permanente frente a lo inmediato, la felicidad frente al placer".

Los seres humanos autónomos son capaces de crear y de inventar. Y pueden también cambiar de opinión, rechazando valores que antes defendían. Los analistas del mundo de los negocios están contemplando hoy en día con realismo cómo están empezando a asomar los efectos de lo que en otro tiempo fueron los valores de la contracultura. Están asistiendo a la mayoría de edad de una generación menos impregnada de viejos juguetes y símbolos antiguos.


Un economista del Banco de América decía en 1977 que era probable que llegase a nivelarse de forma permanente la demanda de bienes de consumo duradero, ya que hay cada vez más norteamericanos que consideran como un despilfarro el consumo personal y nacional. Hay una tendencia creciente a comprar bienes en función de las necesidades de recambio, y no tanto en cuanto símbolos de alarde consumista o por haber cambiado simplemente el estilo o el modelo. Según su predicción, el péndulo está volviendo a adoptar una posición en la que se valoran virtudes como la austeridad e integridad y los valores morales elevados.

 

El crecimiento de la población más significativo en la próxima década, el de los que tienen ahora veinticinco años, hasta cumplir los treinta y cuatro, traerá consigo una elevada valoración de las implicaciones cualitativas y sociales del consumo de bienes y mercancías.


Un joven conductor de un camión, diplomado en bellas artes, preguntado, como es costumbre, sobre qué pretendía hacer en la vida con la educación que había recibido, respondía:

"Quiero aprender a vivir. Quiero desarrollar mi inteligencia, lo que tal vez pueda contribuir a elevar los niveles estéticos y culturales de la sociedad. Trataré de desarrollar los aspectos nobles y creativos que hay dentro de mí. Y pretendo contribuir muy poco al crecimiento del Producto Nacional".

Según afirmaba, la lucha por ganarse la vida, que duraba ya cinco años, le había enseñado a apreciar y respetar más su educación. El ambiente en que desarrollaba su trabajo era tan hostil a toda imaginación, que sus libros y su arte le resultaban particularmente apasionantes y vitales.

«Estoy trabajando junto a gente que intenta dar un sentido a su vida comprando las cursilerías y baratijas que les ofrece la industria norteamericana...»
 

El valor de la sinergia: una nueva riqueza
Por muchas guerras y armas que haya inventado la humanidad, los seres humanos forman una especie biológicamente social y cooperativa. Hemos sobrevivido gracias a la ayuda prestada por unos a otros. También nuestros antepasados prehistóricos parece que daban muestras de ternura: forraban con pieles las zapatillas de sus hijos, cuidaban de sus cunas; recientes descubrimientos arqueológicos parecen sugerir que enterraban rodeados de flores a sus muertos.


El todo es más rico que sus partes. Y ese principio de sinergia ha abierto las puertas a nuevas fuentes de bienes y servicios en forma de cooperativas y redes de intercambio mercantil y mutua ayuda. La puesta en común de los recursos se traduce en un mayor enriquecimiento de todos, la información compartida hace que todos seamos más listos, y no hay nada que se pierda por dispersión.


Más antiguos que el dinero, los antiguos cortocircuitos económicos, como las cooperativas, las uniones de crédito y el trueque, dotan de agilidad al pesado sistema de distribución de los bienes, pues afectan solamente a lo que la gente desea y a lo que puede ofrecer, en contraste con la producción crecientemente acelerada de elementos que luego hay que persuadir a la gente para que los compre o para que «invierta» en ellos.

 

Existen hoy en día modernas contrapartidas urbanas de instituciones rurales como los préstamos sobre granos y las cooperativas de granjeros. La utilización de vehículos en común, las redes de aprendizaje, las cooperativas de alimentación, y el cuidado compartido de los niños crean un sentido comunitario, a la vez que suponen un empujón a la economía2. Diversas revista populares para mujeres han empezado a publicar artículos sobre la forma de crear redes y cooperativas. Gente con bajos ingresos ha creado la unión crediticia Oregon Urban-Rural (OUR), en la tradición de los aldeanos del sur de Alemania empobrecidos por la sequía, que fundaron la primera cooperativa de crédito a mediados del siglo diecinueve.

 

Por todo el país, se han producido fusiones de cooperativas de trabajo y colectivos de servicios. La organización Free for All de Los Angeles fue fundada para el intercambio de servicios. Hay compañías de intercambio comercial, como la Trade American, el Executive Trade Club, Chargea-Trade y Business Exchange, que se dedican al trueque de bienes y servicios y a la concesión de préstamos sobre ellos a sus respectivos miembros por medio de un sofisticado sistema de contabilidad. Una compañía de trueque alcanza un volumen anual de negocios cercano a los cien millones de dólares en acuerdos comerciales recíprocos, que contabilizan también los excesos y los errores cometidos, así como los gastos de publicidad y por estancias hoteleras.

 

Unos setenta y cinco grupos dedicados al trueque en los Estados Unidos son concesionarios del International Trade Exchange 3. Emplean computadoras para facilitar las transacciones de negocios entre sus miembros, o con comerciantes y profesionales. El comercio ayuda a luchar contra la inflación, observan los propietarios de uno de estos grupos de intercambio.

 

Y el trueque, es posible que esté llamado a sufrir un potente desarrollo en períodos de recesión, según afirma la revista New Age:

"En una época en que esos pedazos de metal y de papel, que simbolizan la riqueza, se independizan cada vez mas de la actividad y el esfuerzo humanos, a los que se supone que representan, el trueque parece ser una tendencia realmente saludable. El «pago en especie», la forma original de transacción económica, está fundado en la cooperación más que en la competitividad. Más que la acumulación del dinero por el dinero, lo que subraya es la calidad del trabajo humano".

Los fundadores de Provender, una cooperativa de alimentación natural del noroeste, hablaban de la autoconfianza y la sensación de unidad regional que tenían al unir sus fuerzas:

«Compañeros cooperativistas, podemos celebrar el nacimiento de una red...».

La iniciativa resulta gratificante en otros aspectos además de los puramente económicos, como demuestran las declaraciones de intenciones de algunas de esas redes:

"Si iniciamos la fábrica comunitaria de jabón y pusimos en marcha las cooperativas, no fue pensando en un éxito comercial, desde ese punto de vista, hay más bien un riesgo, sino por creer en un ideal, por tener una idea de cómo debería ser la sociedad... Si conseguimos crear una ideología comunitaria convincente, habrá mucha más gente que se sienta empujada a crear y mantener estructuras alternativas".

Otra:

"Nuestro interés se centra en lograr una actitud y una planificación adecuadas. Esta apertura y transformación de la dinámica del poder es el núcleo mismo que ha de conducirnos a una nueva era de compasión y de fortalecimiento propio".

Otra:

"La tarea de nuestras comunidades consiste en poner los cimientos, en sentar las...... para desarrollar modelos, diseños y arquetipos de una nueva civilización".

Otra más:

"El Community Memory Project pretende ayudar a la gente a conectar con otras personas que tengan intereses parecidos, ofreciendo además la posibilidad de intercambiar bienes, recursos e ideas. La red no tiene ningún tipo de jerarquía, es interactiva, es decir, la información relativa al sistema es creada y compartida por la misma gente que la utiliza; no la emite ninguna autoridad central, desde arriba".

Entre las aventuras cooperativistas se incluyen ciertas comunidades creadas intencionadamente, y los sistemas de alojamiento compartido. En algunos casos, varias familias han promovido juntas la construcción de apartamentos o de casas en régimen de copropiedad. Otras han adquirido urbanizaciones residenciales privadas y han establecido determinadas actividades comunitarias, como el cuidado de los jardines y alguna comida semanal en común. Las comunas integradas por profesionales de clase media se están haciendo relativamente frecuentes. De hecho, el censo de 1980 se ha diseñado creando una categoría especial para las familias que viven en comunidad.


Un ejemplo de un amplio entorno familiar comunitario ya establecido es Ramagiri, centro creado por sus miembros en 1971, después de haber experimentado antes la vida en común en pequeños grupos durante algún tiempo. En la actualidad lo componen cuarenta personas (incluyendo diez parejas casadas y cuatro parejas no formalizadas), que viven en una granja de 250 acres en California, donde en otro tiempo hubo un seminario católico. Ramagiri se sostiene en parte gracias a sus propias actividades comerciales, pero la mayoría de los residentes trabajan fuera como maestros, profesionales de la salud (enfermeras, fisioterapeutas, técnicos en alimentación) o como secretarias.

 

Hay dos jóvenes residentes que son médicos y planean abrir una consulta conjunta. El jardín, la oficina y la cocina se atienden en forma comunitaria. La comuna ha publicado diversos libros con buen éxito, escritos por Eknath Easwaran, el maestro hindú en torno al cual se agruparon sus miembros en un principio, y un bestseller: el Laurel's Cookbook, un libro de cocina.


Los miembros de un grupo de Filadelfia, el Movement for a New Society, viven en catorce casas gestionadas comunitariamente. Dirigen un grupo de formación en medios de comunicación, diversos seminarios, una organización para mujeres de edad, y un «transporte colectivo», que es de uso común para el transporte de mercancías. Publican una revista, Resource Manual for a Living Revolution, y otro tipo de escritos sobre el cambio cultural no violento.


Un grupo en formación, Cooperative College Community, está coordinando los esfuerzos de una serie de profesores y artistas provenientes de universidades de la Costa Este que desean asentarse juntos en una extensa porción de terreno, que ya han adquirido, y montar allí una pequeña facultad de Bellas Artes.

 

Sus organizadores afirman:

"Concebimos esta iniciativa como una experiencia de valores humanos. Es un intento de demostrar que se puede levar una vida rica y digna en una comunidad económicamente limitada, en la que se comparte el trabajo y la responsabilidad política, y se opta por restringir la acumulación y el consumo de bienes materiales y por hacer un uso eficaz de los recursos naturales...

 

No pretendemos ser una panacea social, ni tampoco ejemplo fácilmente reproducible en las diversas instituciones sociales existentes. Pero sí creemos estar poniendo por obra una alternativa posible, y estar con ello desafiando de una forma concreta a las concepciones que predominan en la organización social y económica".

Un participante en un proyecto comunitario decía:

«No somos especialistas en desarrollo agrario, sino pioneros de lo comunitario. Nosotros no ofrecemos un hogar de ensueño, sino la oportunidad de crearse una nueva vida más satisfactoria que la que abandonamos tras nosotros».

Y en un folleto leemos:

"Uno de nuestros objetivos es demostrar que es posible para un grupo de seres humanos comunes y corrientes el juntarse para crear una comunidad de la «nueva era». Las comunidades de la nueva era no van a construirlas los gobiernos ni las grandes compañías, ni sería probablemente una buena idea el que así fuera. Pensamos que es deseable que la gente se haga cargo de sus propias vidas, y aprendan a confiar en sí mismos (en común)... Queremos mostrar que se puede vivir la vida de un modo más sencillo, en armonía con la naturaleza, sin salirse de los limites marcados por ella, con un espíritu de cooperación, creatividad y humanidad... Confiamos ver surgir una red de comunidades de la nueva era, que comparten, trabajan, y se ayudan los unos a los otros".

De hecho, algunas de las comunidades más amplias han establecido lazos entre ellas; no son competitivas, y por diferentes que puedan ser sus formas de expresarse, sus visiones o sus concepciones tienen mucho en común. Una revista publicada por comunidades cooperativas alababa la conexión establecida entre algunas de las más amplias, tales como Arcosanti (Arizona), Otro lugar (Nueva Inglaterra), Auroville (India), y Findhorn (Escocia);

«un aspecto importante es esta sensación de comunidad mundial en la superación de nuestras idiosincrasias respectivas, para ir al fondo de lo que estamos intentando hacer. Nuestro trabajo debe ser traducible, para poder ser utilizable».

Un sector continuamente cambiante de la población está viviendo un sueño compartido en medio del naufragio de los viejos sueños. Un observador decía:

«Las comunas no han tenido menos éxito que el Sueño terrenal Americano. Las juzgamos con mayor dureza porque intentan llegar más lejos».

Con frecuencia las juzgamos también con arreglo a los valores del antiguo paradigma: el éxito y la estabilidad económicos.


Otro Lugar, que es un colectivo rural y una red con sede en New Hampshire, admite con gusto a personas implicadas en política, en escuelas alternativas, meditación, salud holística, esto es, en «alternativas creativas a la sociedad dominante».

 

Toma su nombre de un poema de Wendell Berry, cuyo libro, The Unsettling of America (La inquietud de América), es muy conocido entre los creadores de comunidades:

el pensamiento gira, buscando un nuevo
nacimiento, otro lugar, más simple, menos cargado
de lo que ya existió.

Otro lugar
es suficiente para apenarme,
ese viejo sueño de irse,
de convertirse en un hombre mejor,
nada más que por levantarse y marchar
a un lugar mejor.

El misterio. El antiguo,
insondable despliegue.
Los postes de hierro en el parque
de repente me recuerdan bosques.
Me resulta posible pensar en marchar.

La nueva vida comienza con una nueva conciencia, no con la acción: cuando por primera vez resulta posible pensar en marchar.


En la comunidad, en el intercambio humano, se encuentra una forma de riqueza cualitativamente diferente.

El valor de saber qué es lo que se quiere

Nuestros valores conscientes nacen de nuestra comprensión, y los inconscientes, de nuestro acondicionamiento. A medida que nos hacemos conscientes de motivaciones hasta entonces inconscientes, despertamos a lo que realmente queremos y a nuestras verdaderas opciones.


Paralelamente a la considerable disminución de confianza que le merecen las demás instituciones, la gente se ha ido sintiendo cada vez más suspicaz con respecto a la ética consumista, la mística de las cosas. Por una parte, el movimiento consumista ha alertado la conciencia de la gente respecto de los negocios montados sobre la base de una producción de baja calidad y productos de pésimo resultado. El movimiento ecológico ha traído un cuestionamiento de la calidad ambiental y de la explotación de los recursos. Nuestra creciente complejidad mental nos ha hecho menos susceptibles a las brillantes ficciones de la publicidad.


Los problemas son a menudo efectos secundarios naturales producidos por los mismos éxitos. Por ejemplo, el aumento de la productividad significaba que las cosas básicas para la vida podían ser producidas por menos gente, de modo que durante décadas se nos enseñó a «necesitar» más cosas (o mejores, o diferentes). Todos estábamos ahí para servir a la economía, azuzados por el gobierno y por los fabricantes, mareados por los trucos publicitarios, y timados por el envejecimiento prematuro de cuanto comprábamos.


Todos conocemos la sensación de cuando nos han ofrecido comida sin tener hambre. Hoy en día, en cuanto consumidores, podemos darnos cuenta de que nuestros gustos están cambiando. Sabiendo lo que queremos, podemos gastar menos, gastar más, o gastar de un modo diferente.

 

En 1936 Richard Gregg, un filósofo político, acuñó la expresión simplicidad voluntaria para describir un estilo de vida que evita amontonar cosas sin ton ni son y focaliza las propias energías en lo que realmente importa.

«El grado de simplificación», decía Gregg, «es algo que cada individuo debe establecer por sí mismo.»

Una persona que vive una vida de simplicidad voluntaria puede desear tener un costoso y sofisticado equipo de sonido cuadrafónico, por ejemplo, y tener en cambio un coche antiguo.


La simplicidad voluntaria es una actitud, no un presupuesto: Actitud de consumo reflexivo, de resistencia a la creación artificial de «necesidades», de sensibilidad a la limitación de los recursos naturales, en una palabra, vivir y trabajar a una escala más humana. Según un informe del SRI (Stanford Research Institute), los partidarios de la simplicidad voluntaria desean desarrollar «a un nivel más elevado su potencial humano, tanto psicológico como espiritual, en comunidad con otras personas».

 

El informe, que provocó más solicitudes de reimpresión por parte del mundo de los negocios que cualquier otra publicación en la historia del mundo del pensamiento, advertía a los negociantes que podía estarse gestando un orden social diferente, orientado más bien hacia la mera suficiencia que hacía la abundancia material. Sus valores favorecerían el interés por la propia ilustración más que por la competitividad, la cooperación más que el burdo individualismo, y los juicios a la vez racionales e intuitivos.

 

Un sector creciente de la población se interesa poco por la moda y el status, y está deseosa de poder reciclar sus bienes de consumo duradero y comprar productos que no contaminen, que sean sanos, auténticos, y estéticamente agradables. Muchos de estos productos y servicios de probable aceptación popular están ya siendo suministrados tanto por empresarios y comerciantes locales como por las gigantescas multinacionales. El informe no contenía precisamente una previsión económica como para alegrar a la General Motors y a la General Electric 4.


Laurence Peter, autor de El Principio de Peter, contaba como él y su esposa decidieron no dejarse poseer por sus posesiones. Su opción por la simplicidad deliberada,

«no era un intento por vivir de forma más barata, sino más bien de alcanzar un mejor equilibrio entre los aspectos materiales y no materiales de la vida».

Todo lo que compraban, fuera estético o práctico, era elegido en razón de su calidad y durabilidad, además de por ser algo realmente necesario.

"El día que sustituí nuestra cortadora eléctrica de césped, de las más baratas, por la mejor cortadora manual del mercado, me pareció increíble haber dado un paso adelante tan fabuloso. La cortadora manual cuesta más, pero es una delicia manejarla. Nunca se queda sin combustible. Nunca pone a prueba mi paciencia teniéndola que arrancar. No es en absoluto contaminante.

 

Me da ocasión para hacer un ejercicio saludable. Puedo parar y volver a comenzar con facilidad. Siento que puedo controlarla. Me siento liberado del esfuerzo nervioso, de los eventuales riesgos, y de los inevitables problemas mecánicos y responsabilidades que todo equipo eléctrico lleva consigo".

Para la mayoría de sus partidarios, la simplicidad voluntaria no es algo altruista, ni tampoco un sacrificio. Puede resultar incluso placentera. Las formas de vida sencillas pueden constituir un placer en sí mismas. Uno de sus defensores decía de ella que es «el único modo de ser rico». Generalmente trae consigo otra serie de cambios: una apreciación más profunda de los placeres ordinarios, una aguda sensación de vivir en el momento, la compañía de amigos afectuosos de mentalidad semejante. Una de las satisfacciones profundas que trae consigo el proceso transformador es el descubrimiento de lo mucho que en realidad tenemos.

 

La atención incrementada nos revela muchas cosas valiosas que habíamos dejado a un lado, olvidadas o en las que simplemente, cegados por el hábito, no habíamos reparado: libros, discos, gente, objetos personales especiales, paisajes, habilidades perdidas, hobbies descuidados, sueños abandonados. "No es que yo desprecie en absoluto las comodidades", decía una vez el economista E. F. Schumacher, «pero tienen su lugar, y ciertamente no es el primero». Cuanto menos necesitamos, más libres somos, señalaba.

 

En palabras de Thoreau:

«Debemos vivir en nosotros mismos y depender de nosotros mismos, siempre alertas y dispuestos a empezar la carrera».


«Está surgiendo un campo de íntimo poderío personal», dice en su declaración de intenciones el Whole Earth Catalog, «el poder de la persona para dirigir su propia educación, encontrar su propia inspiración, y modelar su propio entorno...»

Los manuales, modelos, instrumentos, libros y demás recursos incluidos en el catálogo obedecen a una concepción nueva de la vida, más rica en toda clase de opciones. Los promotores de una feria sobre el medio ambiente, la Expo Nueva Tierra, anunciaban su deseo de llegar a todos aquellos que dan por sentado que no hay esperanza:

«Hay muchas cosas que la gente puede hacer para retomar el control de sus propias vidas».

Una de ellas es conseguir ser autosuficiente.


Muchas empresas están ya tratando de reaccionar frente a la ola de «consumo consciente» que se aproxima. En un informe del SRI, Willis Harman dice:

«Los valores humanísticos y trascendentales no son un lujo impuesto a los valores económicos. Son la medida de la adecuación de los valores económicos... En nuestra mano está optar por comprenderlos, moviéndonos a favor de las mareas de la historia, sean cuales sean, o bien tratar de oponerles resistencia 5. De esa elección puede depender en gran medida la situación del mundo de los negocios en 1990, y más adelante».

La transformación del mundo de los negocios

Un número cada vez mayor de hombres de negocios está tratando de ensamblar una nueva perspectiva. Un conspirador de Acuario, que trabaja con altos directivos por todo el país, habla de los nuevos «hombres de negocio filósofos», que se quedan hablando hasta las tres de la mañana de los cambios operados en sus valores y de su descubrimiento del potencial humano. Puede que sean los ejecutivos el grupo social con una mentalidad más abierta actualmente, mucho más que quienes se mueven en ambientes académicos y profesionales. Pues su éxito depende de su capacidad de detectar tempranamente las nuevas tendencias y perspectivas.


Robert Fegley, de la General Electric, se ha referido a «una nueva raza de ejecutivos de máximo nivel» que está tomando sobre sí el peso de las compañías norteamericanas, más amplios y profundos que sus predecesores, más actuales, cultivados, expresivos y abiertos. Según decía, la cantidad de tiempo dedicado por los principales ejecutivos de las mil compañías más importantes del país a tratar temas de interés general se ha duplicado del 20 al 40 por ciento del total.

«Hay un profundo interés por las actitudes de la gente, y un deseo de hacer algo: no sólo difundir "la propia visión de las cosas", sino también una disposición a reexaminar la política de la compañía, cambiando lo que sea necesario...»

El presidente de la Trans World Airlines (TWA), C. E. Meyer, Jr. , expresaba su sensación de transformación de los valores, en un editorial publicado en la revista de la compañía en julio de 1978. El cambio más importante de la década pasada, decía, no habían sido los avances tecnológicos, sino «la revolución virtual que ha tenido lugar en la conciencia social colectiva». Tras la turbulencia, la violencia y los enfrentamientos de finales de los años sesenta, ha venido un período de interiorización,

«como sí toda la gente, profundamente calmada tras las conmociones sufridas en aquellos años tumultuosos... hubiese comenzado a trabajar calladamente por entresacar todos los aspectos positivos que aquellas causas encerraban».

Con intuición y con esfuerzo, hemos tratado de salvar las divisiones, y de ello ha resultado un cambio cualitativo en la actitud nacional: La preocupación por el medio ambiente, por la seguridad en el trabajo, por la dignidad de los disminuidos, y también un mayor interés por las personas de edad y una mayor consideración de los consumidores. Todas estas causas, afirma, han dejado de ser objeto de controversia, para convertirse en «asuntos aún no resueltos por la sociedad».


Las grandes empresas, ante la necesidad de comprender el impacto potencial del nuevo paradigma, están empezando a darse cuenta del valor de las redes de la Conspiración de Acuario en cuanto recursos. Este fue el tema de un «documento preliminar sobre las nuevas tendencias», publicado dentro del programa de actividades para 1978 de la Diebold Corporate:

«El surgimiento de redes de comunicación personal entre personas que comparten los nuevos valores, y su posible utilización en la sensibilización de las funciones directivas».

Sus autores consideraban como una necesidad para los directivos el «conectar» con esas redes, en las que tenía lugar el desarrollo y experimentación de las nuevas concepciones antes de aparecer en el mercado. Esas redes están sumergidas, son apenas visibles, «pero sin embargo es ahí donde nuestro futuro se está gestando en buena parte».

 

El informe las comparaba a los comités de personas en comunicación que ayudaron a tomar cuerpo a la revolución americana, y a la «universidad invisible», aquella red secreta de científicos que existió en Inglaterra antes de que la investigación científica fuese sancionada legalmente por el rey Jacobo II en 1663. En un apartado titulado «Por qué no los vemos», el informe aclaraba que los grupos que surgen de la clandestinidad siempre están temiendo algún ataque, y que, por su naturaleza esencialmente creativa, evitan toda organización formal en favor de la flexibilidad que les ofrecen otras formas nuevas.

"Antes de hablar de estas redes, debernos superar un problema cultural... Pueden existir formas de organización importantes que no presentan ninguna de las características que generalmente asociamos a toda organización.

 

Pero su influjo en la creación de las ideas que están conformando nuestra época es indiscutible, y están metiéndose cada vez más por todas partes, hasta el punto de que estamos rodeados por ellas. Me parece apreciar en ellas un cierto aire común... En algún sentido, tienen un aspecto más idealista, más humano: da la sensación de que sus objetivos poseen, por su evidente rectitud moral, una especie indiscutible de autoridad.


Pero eso es sólo una parte, pues en otro sentido tienen una visión sumamente pragmática y realista de las cosas, y reconocen que un cambio de esa categoría, por su misma irresistible rectitud, es también inevitable, por lo que quienes intentan cerrarle el paso no van a conseguir más que desgastar sus energías en un esfuerzo inútil por contener la marea".

Como ejemplo, el informe describe una de esas redes subterráneas, centrada en el campo de la ciencia radical y la psicología transpersonal, en la que quien se encarga de fotocopiar el material para su difusión es el vicepresidente de la ATT (American Telephone and Telegraph).


El informe, ya clásico, publicado por el SRI en 1972 con el título Changing Image of Man (La imagen cambiante del hombre), caracterizaba a la nueva ética trascendental social y económica con una serie de notas: autodeterminación, preocupación por la calidad de vida, tecnología adecuada, espíritu empresarial, descentralización, ética ecológica y espiritualidad. El informe expresaba la necesidad de comprender colectivamente el nuevo orden que estaba apareciendo, «probablemente el fenómeno más importante de nuestro tiempo».


Este nuevo orden supone un desafío tan apasionante como las expediciones geográficas y los grandes descubrimientos tecnológicos ocurridos en la historia, concluía el informe.
 


El valor de la vocación
Un libro de Michael Maccoby, que lleva por título The Gamesman (El jugador), describe extensamente la lucha del individuo contemporáneo por alcanzar ese alto objetivo de encontrarle un sentido al trabajo, ofreciendo un retrato acabado del nuevo tipo de rebelde de nuestra sociedad. El «jugador» es más innovador y menos serio que su predecesor, el «organizador», pero sigue valorando las pérdidas y ganancias con su cerebro izquierdo, siguiendo reglas manipuladoras.

 

En un apartado titulado «La cabeza y el corazón», Maccoby explora el malestar y la frustración sentidos por muchos «jugadores», que reconocen haber encontrado pocas oportunidades en su trabajo para desarrollar la compasión, la apertura y la humanidad:

"La gente piensa que las cualidades del corazón se oponen a las de la cabeza. Piensan que el corazón equivale a blandura, sentimiento y generosidad, mientras que la cabeza significa solidez, sentido de la realidad. Pero este contraste es en sí mismo sintomático de una cultura esquizoide, que separa el corazón del resto del cuerpo. En el pensamiento tradicional precartesiano, se consideraba al corazón como a la auténtica sede de la inteligencia... La cabeza puede ser lista, pero no sabia".

En el nuevo paradigma, el trabajo es también un vehículo de transformación. El trabajo nos implica plenamente en la vida. El trabajo puede constituir eso «otro adecuado» de que habla Milton Mayerhoff, capaz de exigirnos y de hacer que nos preocupemos por algo. Al responder a la vocación, a la llamada, a la intimación de lo que es necesario hacer, creamos y descubrimos un sentido, exclusivo de cada uno de nosotros, y siempre cambiante.


El famoso período de transición y de crisis que sobreviene en la mitad de la vida puede deberse en parte al efecto acumulado de una negación de sí mismo mantenida durante décadas, a la súbita irrupción en la conciencia de un dolor que no admite ya más calmantes. Alguien que ha observado este fenómeno con una sensible dedicación afirma que suele manifestarse «como un grito o como una llamada» un grito de desencanto, o la llamada inquietante de unos nuevos objetivos, la vocación, que experimenta toda persona que se ha implicado durante algún tiempo en un proceso introspectivo transformador.


Por mucho ahínco que ponga una persona en alcanzar las metas de su vocación, no se le debe confundir con un «trabajo adicto». El trabajo adicto, como el alcohólico, es indiscriminadamente compulsivo. Busca un sentido trabajando en lo que sea y como sea. Por el contrario, la persona que siente una vocación encuentra un trabajo que le resulte significativo. La vocación no es un empleo, es una relación transformadora en marcha.


Los participantes en el cuestionario de la Conspiración de Acuario pertenecían prácticamente a todos los campos vocacionales: educación, psicología, medicina, negocios, publicidad, televisión, investigación, administración pública, derecho, odontología, clero, antropología, sociología, enfermería, bellas artes, teatro, música, ejército, ciencias políticas y economía. Había también unos cuantos que en un censo se habrían reflejado como personas sin empleo: jubilados, amas de casa, personas acaudaladas independientes, todos ellos con una vida ocupada y activa en la prosecución de vocaciones tan dispares que no admiten una fácil descripción. En muchos casos, las personas se definían a sí mismas de manera poco convencional, a menudo en términos de su forma actual de vida, más que en función de la estrecha especialidad en que se formaron.

 

Una doctora se presentaba como maestra, y un maestro, como futurólogo. En un suave empeño por ayudar a otras personas a transformar sus ideas sobre el trabajo y la riqueza, algunos conspiradores de Acuario trabajan activamente en una especie de rehabilitación institucional, que puede consistir en actuar de consejeros en compañías o empresas, abriendo paso a nuevas experiencias, puestos de trabajo o productos, o llevando a cabo evaluaciones profesionales del cambio que se aproxima. Otros son en si mismos un modelo viviente del cambio, que han inventado o transformado su propia manera de ganarse la vida. Para ellos, la recta manera de ganarse la vida es, más que un ideal budista, un componente de la salud mental.


Algunos de los conflictos internos más agudos reflejados en el cuestionario se refieren a la lucha por reconciliar el antiguo trabajo con la nueva perspectiva. Durante lo que hemos llamado la fase de entrada al proceso transformador, las nuevas ideas no parecen amenazar al propio trabajo ni a las propias relaciones. Durante la segunda etapa, la exploración, hay una inquieta esperanza de que los nuevos intereses no pasen de constituir una ocupación marginal intensiva. En la tercera, integración, se hace evidente la imposibilidad de compartimentalizar el proceso transformador.

 

Como decía un hombre de negocios:

"Al final, acaba por afectar al propio trabajo y por hacerle a uno cambiar su escala de preferencias. La nueva conciencia afecta al modo de funcionar en el trabajo. Llega a ocupar todo momento consciente. Se ve el mundo a través de una lente distinta, con unos ojos diferentes.


Es fácil dejar de dar tanta importancia al trabajo. Lo que resulta duro es seguir haciendo fruslerías después de haber visto el sol. El que es capaz de ajustar su trabajo a la nueva visión, tiene mucha suerte".

En ese momento crítico, los descubrimientos que acompañan a la transformación son como una brújula. El sentimiento de la vocación, de haber descubierto una dirección llena de sentido refuerza la resolución de adecuar el propio trabajo a las propias creencias, de unir la cabeza con el corazón. El nuevo respeto por la intuición, ese saber tácito, anima a asumir riesgos. La seguridad, en el sentido convencional, es una ilusión.

 

También al éxito se le concibe de forma distinta, como muestra este hombre de negocios, conspirador a su vez:

"Tenía la costumbre de definirme a mí mismo en función de los objetivos que iba alcanzando. En el colegio, el éxito era obtener un sobresaliente, más tarde fueron los tratos conseguidos en los negocios Ahora, para mí el éxito tiene que ver con vivir mi vida en armonía con el universo. Es una cuestión de contexto y de contenido.

 

Es posible ver los sucesos particulares, los «éxitos» y los «fracasos», como dotados de contenido. Pero en el contexto de la vida no cuentan las ganancias ni las pérdidas: sólo cuenta el proceso.


Cuando se experimenta la vida como algo más amplio, más rico y más complejo, los acontecimientos adquieren otro significado"

Los objetivos del éxito convencional son como un plano levantado por un arquitecto sin conocer el terreno, con unas líneas excesivamente rígidas comparadas con la realidad. La vocación, por su cualidad, tiene más bien algo de intimación interna a moverse en una determinada dirección, sintiendo el propio movimiento, o es como una visión, un golpe de vista sobre el futuro, que es más una previsión que un plan.

 

Una visión puede realizarse de muchas maneras... un objetivo, sólo de una. El proceso transformador nos convierte en artistas y científicos de las propias vidas, creando y descubriendo a medida que avanzamos. Hay una mezcla de temor y de entusiasmo al cooperar con el proceso vital, al hacernos más sensibles a sus claves, matices y promesas.


El sentimiento más claro del propio ser nos permite trascender las categorías y roles anejos al trabajo. No somos ante todo nuestro trabajo: carpinteros, programadores informáticos, enfermeras o abogados. A la pregunta del cuestionario sobre si leían o no regularmente literatura «ajena a su campo», muchos respondieron que consideraban que en su campo entraba todo. La totalidad, tal como se la experimenta en el proceso transformador, sugiere que no tiene por qué haber una ruptura entre trabajo y placer, entre convicciones y profesión, entre ética personal y «los negocios son los negocios».

 

Para la persona que camina hacia grados crecientes de conciencia, la fragmentación le resulta cada vez más intolerable. A medida que se disipa la anestesia, se sienten los desgarrones de la carne y el espíritu. Y se vuelve difícil ignorar el contexto del propio trabajo. Después de todo, los productos y servicios no existen en el vacío, sino que se repercuten en todo el sistema.


La experiencia de una mayor conexión, el sentimiento de unidad con los demás, engendra nuevas maneras de enfocar los problemas: la falta de trabajo, la jubilación forzosa, la pobreza, los ingresos fijos, los fraudes, los engaños, la explotación.

 

Según un analista político:

«Si nos consideramos como una gran familia más que como una gran fábrica, trataremos los problemas de forma diferente».

La progresiva extensión de las redes de apoyo, la Conspiración de Acuario en cuanto tal, anima a las personas a asumir en soledad la iniciativa de cambiar de trabajo, de montar un negocio, de cambiar la práctica de su profesión, o de revitalizar una institución. Es una revolución del tipo hágalo-usted-mismo, pero no hágalo-por-sí-mismo. Por ejemplo, un grupo de amigos que viven en Washington, D.C., formó un grupo de mutua ayuda, para animarse unos a otros en sus objetivos vocacionales.

 

Mutuamente se daban consejos, se hacían sugerencias y se estimulaban, desenmascarando sin piedad las racionalizaciones y tácticas dilatorias empleadas por cada uno para posponer el riesgo de un nuevo paso. Al cabo de un año, varios de ellos habían comenzado a poner por obra sus sueños: Un bibliotecario habia montado su propio negocio de representación de libros, un abogado había abierto un centro para el estudio de la psicología del derecho, otro de los miembros había convertido su granja en un centro para artistas, y un oficinista había dejado su trabajo y montado un negocio con unos amigos.


Las nuevas actitudes transforman la experiencia misma del trabajo cotidiano. Según cambian las propias percepciones, el trabajo se convierte en un ritual, en un juego, en una disciplina, una aventura, un aprendizaje, incluso en un arte. Las tensiones provenientes del tedio y de lo desconocido, las dos causas de los sufrimientos relacionados con el trabajo, se transforman. La atención adquiere una cualidad más fluida, que nos permite asumir tareas que en otro tiempo nos resultaban repetitivas o desagradables. Juzgamos menos lo que hacemos («odio esto», «me gusta aquello»)

 

El aburrimiento disminuye, igual que el dolor se aplaca cuando dejarnos de oponerle resistencia. Cuando el ego deja de llevar las riendas de todo, hacemos menos juicios de valor sobre el status correspondiente al trabajo que hacemos en la actualidad. Nos percatamos de que es posible descubrir y expresar un sentido en toda actividad humana: limpiar, enseñar, cuidar el jardín, hacer de carpintero, vender, cuidar niños, conducir un taxi.


La tensión que engendra lo desconocido se transforma si adoptamos una actitud de confianza y paciencia; una vez que aprendemos que el despedazar y el recomponer pertenecen a la naturaleza de las cosas, podemos sentimos menos inquietos ante la necesidad de cambiar nuestra forma de trabajar, o de fabricar un producto nuevo, o aprender una destreza nueva, o de reorganizar una tarea o incluso una empresa entera. La necesidad de innovación se convierte en un desafío, no en una amenaza.

 

Carla Needleham, hablando de su experiencia como artesana, describía esa paradoja, de cómo los objetivos estropean el proceso:

"Llevamos tan impresa en nosotros la actitud de quien necesita conseguir metas, que apenas podemos imaginar otra forma de vivir..... La incertidumbre es un hecho en la vida, y sin embargo ansiamos las certezas. El cambio, el movimiento, es también un hecho en nuestras vidas, pero nosotros siempre queremos «llegar».


Yo había llegado a darme cuenta de que el sólido arraigo en mí de una actitud volcada al resultado, al «éxito», estaba envenenando todos mis esfuerzos, y me sentía incapaz de cambiarla. A mí me gustaba hacer bonitos objetos de cerámica, y ese deseo, que es una especie de avaricia, me impedía hacerlo.


La necesidad de tener éxito la siento como una fuerza constrictiva que me impide participar inmediatamente en el momento, según aparece, que me priva de ese importantísimo dialogo con la materia artesanal, que quita apertura a mis relaciones, y me impide responder con esa especie de prontitud mucho más rápida que todas las precauciones mentales. La necesidad de éxito estropea el placer".

La nueva forma de entender el éxito y los fracasos hace que desplacemos el acento en el trabajo, del producto, el «conseguirlo, al proceso en cuanto tal. La concentración en el objetivo supone una especie de certeza artificial que no nos deja apreciar las posibilidades inherentes al propio trabajo. Para trabajar de forma creativa y significativa, tenemos que estar alertas al momento, dispuestos a cambiar los planes si las circunstancias nos aportan nuevas posibilidades. Necesitamos arriesgarnos, cooperar con las nuevas vicisitudes, y solucionar los conflictos.
 


La transformación del trabajo
El trabajo se convierte también para la persona en un medio de expresar la visión de la Conspiración de Acuario. Un profesor de Nueva Inglaterra decía:

«Una de mis alegrías en la vida es hablar a mis alumnos de la transformación que está teniendo lugar, y de lo que oyen hablar por vez primera».

El compositor Harry Chapin dice también:

«Después de algún tiempo, uno tiene que encontrar la manera de conectarse a ello. A la mayor parte de nosotros nos falta perspectiva en nuestras vidas. En mi música trato de decir algo de eso, de cómo gente corriente atraviesa momentos extraordinarios en su existencia».

Paolo Soleri, que con su arquitectura Arcosanti ha intentado «construir un puente entre la materia y el espíritu», refiere su inspiración a Teilhard:

«Me apasionó enormemente un libro suyo que encontré a finales de los años sesenta. Me di cuenta de que, aunque torpemente, yo estaba intentando traducir lo que él decía a un lenguaje espacial ambiental. Al final, he desarrollado mi propio modelo, que probablemente es paralelo al suyo».

Hay abogados que están tratando de practicar su profesión con una dosis menor de enfrentamiento entre las partes, y que consideran que el nuevo papel que corresponde al derecho es el de hacer posible la mediación. Un seminario sobre derecho humanístico, impartido en la universidad de Columbia en 1978 para decanos de facultades de Derecho, examinó las implicaciones del nuevo paradigma, especialmente por su énfasis en la cooperación y la colaboración.


Calvin Swank, profesor ayudante de derecho penal en la universidad de Alabama, predijo que «el hecho de que cada vez hay más gente interesada en su propio crecimiento y en el desarrollo de su potencial» llegaría a afectar incluso a los departamentos de policía. Los nuevos «policías autorrealizados» cuestionarían sin duda el conformismo habitual frente a la autoridad. Confiarían en su propio juicio, basado en su propia experiencia e intuición, y los departamentos de policía no podrían seguir aplicando los métodos tradicionales anticuados frente al cambio de los valores sociales.


Las fuerzas armadas, teniendo garantizada, como la tienen, su base financiera, tienen en muchos aspectos mayores oportunidades que cualquier otra institución para financiar innovaciones.

 

Jim Channon, un teniente coronel de la oficina de relaciones públicas del ejército, ha creado un hipotético «Primer Batallón de la Tierra», una visión futurista de lo que podrían ser las fuerzas armadas una vez transformadas. Los soldados del Primer Batallón de la Tierra buscan métodos no destructivos para resolver los conflictos. Su primer deber de lealtad es con respecto al planeta.

 

Channon, tras haber presentado su idea ante una reunión de expertos en Virginia, ha recibido una auténtica oleada de peticiones de mayor información sobre el tema. Y para responder a las demandas recibidas por parte de personal de las fuerzas armadas de todo el país, ha creado, para enviárselo a todos ellos, un paquete tipo que contiene material y una camiseta estampada alusiva. La Brigada Delta de Tareas Especiales le ha autorizado para preparar una presentación del Primer Batallón de la Tierra susceptible de emitirse por los diversos medios de información, idea que parece haber engendrado la reacción que William James llamaba «el equivalente moral de la guerra», la sensación de tener un objetivo tan urgente como afrontar un peligro, pero sin violencia.


La Brigada Delta, instrumento de innovación y de transición a nuevas formas del ejército, incluye analistas de sistemas, especialistas en semántica, en crecimiento personal y en psicología del estrés; la estructura de la organización es circular, en vez de la pirámide jerárquica convencional.


La constelación de valores transformadores, globalidad, flujo, comunidad, puede otorgar sentido a muchas clases de trabajos diferentes. Y la transformación cambia también las relaciones en el trabajo: entre los trabajadores y el patrón, los trabajadores y el producto, los trabajadores y el consumidor.
 


Las nuevas relaciones en el trabajo
A mediados del siglo diecinueve, Tocqueville observaba:

«Se diría que los soberanos de nuestro tiempo sólo buscan hacer cosas grandes con los hombres; me gustaría que intentaran un poco más hacer grandes hombres; que valorasen menos al trabajo y más al trabajador; que no olvidasen que ningún país puede ser fuerte cuando los individuos que lo componen son débiles».

De igual manera que un maestro dotado sabe liberar y alentar las dotes de sus alumnos, así también un buen jefe ayuda a sus empleados a desarrollar sus talentos potenciales, su capacidad de iniciativa y su creatividad. El jefe partidario de la transformación fomenta en los demás su capacidad autodirectiva.


Estamos entrando en un período de cambios reales en las relaciones de trabajo. Un número cada vez mayor de directivos prefieren ser catalizadores a ejercer sin más el poder, y una nueva raza de empleados autónomos está dispuesta a servir, pero sin servilismo. Estos cambios están causando no pequeñas molestias a quienes no están dispuestos a cambiar.

 

Algunos empleados preferirían seguir manteniéndose pasivos, a tener que asumir responsabilidades nuevas o hacerse sus propios planes de trabajo, lo que puede causar frustración a un jefe que ha dejado de responder a la imagen tradicional de tal. Un ejecutivo comentaba que sus propios cambios le habían hecho desear no sólo tener un nuevo grupo de amigos, sino tener también un nuevo grupo de colaboradores en el trabajo. Por el contrario, para la mayoría de los directivos tradicionales, la autonomía de sus empleados se convierte en fuente de innumerables tensiones.


Un informe del Instituto de Investigaciones Sociales de la universidad de Michigan hacía la advertencia de que los estilos de dirección tradicionales iban a tener que dejar el paso abierto a nuevas fórmulas. Reconociendo la autonomía creciente de los empleados, la American Telephone and Telegraph ha organizado sesiones de reciclaje durante los fines de semana para mil setecientos directivos en 1977 y 1978.


Los rasgos de los directivos de mayor éxito son sorprendentemente semejantes a los rasgos distintivos de los buenos profesores, que se examinaron en el capítulo 9. Un estudio realizado sobre mil setecientos directivos llegó a la conclusión de que el éxito estaba emparentado con una actitud de confianza, con la preocupación por la realización personal de los empleados, con la ausencia de ego, la disposición a escuchar a sus subordinados, con la capacidad de riesgo y de innovación, con la altura de expectativas, y la capacidad de colaboración y de integración de ideas.

 

La IBM, en un intento por descubrir los rasgos propios de los ejecutivos de nivel máximo (CEO: chief executive officers), con la idea de diseñar un test capaz de detectar las habilidades directivas, no pudo encontrar una matriz general de características semejantes, sino solamente una constelación de actitudes en relación con el cambio. Los CEO tendían a ver los sistemas como algo abierto y orgánico, más que como algo cerrado y mecánico. Daban más importancia a los procesos que a los objetivos. Y eran creativos.


Un informe de la universidad McGill describía a los directivos que conseguían tener éxito como personas excepcionalmente abiertas a lo complejo y misterioso, interesadas por elementos informativos «blandos» y especulativos (como la expresión del rostro, el tono de voz, los gestos, los presentimientos, las intuiciones). Otro estudio hacía un retrato de esos mismos directivos como personas que «otean el ambiente, que perciben, que les gusta recurrir a la intuición, a la ensoñación y al brainstorming»6.

 

Parece que los ejecutivos emplean con mayor frecuencia que otras personas los procesos cerebrales del hemisferio derecho, a juzgar por los resultados de un estudio electroencefalográfico, mientras que los analistas de empresas tendían a apoyarse más en estrategias propias del cerebro izquierdo, como por ejemplo el grado de cualificación.


Ron Medved, del Pacific Institute, una organización de Seattle que organiza seminarios de desarrollo personal en régimen residencial para grandes instituciones, daba esta visión del cambio que se aproxima:

"La Nueva Maquinaria Americana se funda en la filosofía de trabajar de forma más inteligente y menos dura, de abajo a arriba. (Los japoneses nos han enseñado que quienes realizan el trabajo parecen saber mejor que nadie cómo hacerlo.) Pondrá un acento refrescante sobre la innovación y la agilidad, ya que los niveles actuales de la productividad nacional no ofrecen seguridad.


La Nueva Maquinaria Americana gozará de una estructura organizativa diferente. Los viejos dinosaurios burocratizados, con sus distintos niveles sucesivos de adopción de decisiones, no podrán soportar la competencia de los nuevos estilos directivos que están apareciendo aquí y en otros países...


Los Nuevos Directivos Americanos podrán reconocerse, no por tener todas las respuestas correctas, sino por saber hacer las preguntas correctas...


Los Nuevos Trabajadores Americanos parecen estar llamados a sufrir el mayor de los cambios... alcanzar una nueva visión de sí mismos.


La Nueva Maquinaria Americana se parece poco a la mayoría de los sitios en que trabajamos. A la vez que nos promete un mundo mejor, nos desafía con el reto de tener también nosotros que cambiar y crecer en gran medida antes de conseguirlo... Con toda realidad, la Nueva Maquinaria Americana se basa en el genio que duerme en el interior de cada uno de nosotros".

El «genio dormido», el potencial humano. Llamémosle como le llamemos, los nuevos teóricos de la dirección andan interesados en las capacidades ocultas que podrían desarrollarse, supuesta una motivación adecuada. Por ejemplo, los trabajadores de las plantas de la empresa aeroespacial Lucas, sintiéndose amenazados por la reestructuración de las diecisiete fábricas implicadas, se organizaron para aportar toda suerte de ideas sobre productos útiles para la sociedad que podrían fabricarse en sus instalaciones.

 

Hicieron un inventario exhaustivo de sus habilidades, desde ingeniería hasta trabajos manuales, y también una evaluación de todo el equipamiento de la compañía. Pasaron a continuación un cuestionario a todo el personal empleado, preguntándoles: «¿Qué piensa usted que debería hacer?». Las ciento cincuenta ideas que fueron juzgadas viables fueron sometidas a un laborioso proceso de diseño, especificación y análisis.

 

Aunque la directiva de la empresa Lucas procedió con lentitud a aceptar la nueva producción, para 1979 la empresa ya había fabricado algunos prototipos y había empezado a trabajar con el grupo de empleados. Estos trabajadores fueron nominados para el Premio Nobel de la Paz en 1979 por diversos grupos pacifistas internacionales y por varios miembros del parlamento sueco, en reconocimiento al esfuerzo realizado desde la base por lograr la reconversión de una producción militar, derivándola hacia objetivos no militares.


C. Jackson Grayson, del American Productivity Center de Houston, cuyas tareas investigadoras están financiadas por doscientas de las principales compañías del país, considera que la culpa de suprimir el deseo y la capacidad de las personas de sentir que contribuyen con su esfuerzo, la tiene la estructura burocratizada de las empresas. Contrariamente a lo que se dice, «la gente no ha perdido la ética del trabajo», afirma.


En las compañías se aprecia una tendencia definida a descentralizar el poder, a desmantelar la pirámide, en expresión de un experto. Según Franck Ruck, que llegó a ser vicepresidente del Chicago Title and Trust,

«el introducir cambios organizativos en el trabajo puede conseguir hacer más feliz a la gente, y a la vez aumentar la productividad, lo que constituye una doble ventaja».

Los teóricos profesionales de la dirección están proclamando cada vez más la necesidad de emplear estructuras flexibles y condiciones de trabajo acomodadas a las necesidades humanas, y que sepan aprovechar los potenciales latentes. La necesidad de actuar de forma drástica se evidencia en la baja experimentada por la productividad norteamericana. Pese a una toma de tecnología acelerada, la relación producto/hombre-hora de trabajo sólo ha aumentado el 21 por ciento entre 1970 y 1977. Compárese esta cifra con el 41 por ciento en Alemania occidental, el 42 por ciento en Francia, el 41 por ciento en Japón, y el 38 por ciento en Italia.


Muchas empresas han integrado a su filosofía directiva en los últimos años conceptos tales como «enriquecimiento del trabajo» y «humanización del puesto de trabajo». Se han formado equipos de trabajo semi-autónomos. Se han aumentado los salarios, no en función del tipo de trabajo, si no en función de los avances realizados, medidos por tests diseñados al efecto. Se han sustituido los relojes, ese exponente infernal de deshumanización y de desconfianza, por hojas firmadas con el horario cumplido por cada uno.

 

Se han deshecho cadenas de montaje, reestructurándolas en unidades más pequeñas. Algunas compañías han adoptado un sistema de dirección compartida, importado de Japón, Noruega y Suecia. Hacia 1976, más de un millar de compañías norteamericanas e instituciones gubernamentales habían comenzado a experimentar el «horario flexible», procedimiento que permite a los empleados elegir su horario de trabajo dentro de ciertos límites, establecidos en torno a un período central: de 6 de la mañana a 2 de la tarde, por ejemplo, o de 11 de la mañana a 7 de la tarde.


Un programa de análisis tendencial, promovido por el Consejo Americano de Seguros de Vida, informaba en 1979 sobre «Cambios en la naturaleza del trabajo»: una nueva especie de empleados que buscan un trabajo que sea coherente con sus valores personales; una mayor flexibilidad en los horarios y en los tipos de trabajo; mayor cooperación entre directivos y empleados; estructuras organizativas no jerárquicas; ambiente de trabajo cada vez más compatible con la salud física y mental.


Un anuncio del Día del Trabajo, publicado por los trabajadores de los medios de comunicación norteamericanos, subrayaba la preocupación por el sentido del trabajo:

"En este Día del Trabajo encontramos masas de trabajadores norteamericanos que anhelan esa sensación de autoestima que resulta de realizar un trabajo interesante, estimulante y productivo. Una firma nacional dedicada a sondear la opinión pública, ha encuestado a numerosos jóvenes en los últimos años. Y han encontrado que, con independencia de su sexo, raza o tipo de ocupación, la gente de menos de treinta años lo que quiere son trabajos que sean significativos y que les ofrezcan una oportunidad de crecimiento personal... Lo que buscan es una mejora de lo que generalmente se llama "la calidad de vida".
 

El valor del desarrollo personal
Estos cambios externos han sido fructíferos, pero no son suficientes. Actualmente, quienes se preocupan por la productividad y por la gente han tomado el camino interior, y están volviéndose hacia métodos concebidos para la propia realización personal. El desarrollo personal se ha convertido en algo complementario del enriquecimiento del trabajo y la humanización del puesto de trabajo.

 

Y como observaba un especialista en técnicas directivas,

«Comenzamos empleando estas técnicas por razones pragmáticas, y muchos de nosotros nos hemos quedado "enganchados"».

Werner Erhard empleó en una ocasión la expresión «elevadas intenciones» para describir la actitud que define la notoria superioridad de algunos trabajadores en una organización:

"La gente que trabaja «sin intención», se limita a hacer los movimientos indicados. Cometen faltas, son incapaces de hacerse cargo de las cosas, ni de conseguir que funcionen, hacen todo de forma incompleta, y siempre andan quejándose por algo. Lo que hace superiores a algunos es su auténtica intención.

 

Eso les permite sintonizarse con todo. Se las arreglan en cualquier circunstancia, y nunca encuentran disculpas por no haber notado algo o porque las cosas no funcionen. No me gusta la gente poco motivada. No me gusta jugar por poca cosa... Me gustan las personas con quienes puedo jugarme algo de valor".

Las intenciones elevadas son incompatibles con una baja es tima de sí mismo. Solamente quienes están despiertos y están conectados y motivados pueden aportar algo a la sinergia de una organización. Todos los demás sólo aportan entropía y azarosidad. Los directivos están recurriendo cada vez más a la formación de técnicas tomadas de la investigación sobre la conciencia, para conseguir cambiar de forma significativa la actitud de sus empleados.


Los formadores profesionales hablan hoy en día del trance cultural, del miedo a la transformación, de realidades alternativas, cambios de paradigma, intuiciones, de lo importante que es que las personas aprendan a «ver con ojos nuevos». Un artículo aparecido en dos entregas en la revista profesional Training, decía:

«Como formadores profesionales no podemos permitirnos ignorar lo que está ocurriendo en el movimiento del potencial humano».

Citaban las palabras de un directivo bancario como comentario al despertar experimentado por su equipo de colaboradores después de haber participado en unos seminarios de crecimiento personal:

«Mirando a mi dinero, estos buscadores espirituales son nuestro futuro».

La formación en crecimiento personal no promete, ni deberla prometer, producir más baratijas por hora, ni tener menos quejas, ni menos horas extraordinarias, ni conseguir un aumento de las ventas, «como tampoco hay ninguna póliza de seguro que asegure nada de eso». Pero la mayoría de la gente va a comenzar a sentirse mejor en relación consigo mismos y con lo que están haciendo en su vida.

«Naturalmente no hay una entrada contable que refleje "el número de personas que se sienten a gusto consigo mismas". Pero tal vez, sólo tal vez, derive de ahí un resultado mucho mayor y más importante, reflejable en una pura contabilidad de pérdidas y ganancias.»

Muchas empresas han iniciado programas de formación de su personal en reducción de tensiones, en biofeedback, y en desarrollo de la creatividad. Algunas han dispuesto espacios tranquilos donde poder descansar y hacer meditación. En realidad, los aspectos de las técnicas de transformación relativos a la salud constituyen un motivo racional de inversión económica por parte de las empresas.

 

Un empleado que funciona a pleno rendimiento, con una imagen sana de sí mismo, equivale a tener dinero en el banco; al menos éste era el razonamiento original, pero actualmente, yendo más allá, muchas empresas parecen considerar que el desarrollo del potencial de sus empleados forma parte de su responsabilidad social. La General Electric ha patrocinado la celebración de conferencias sobre la investigación de los hemisferios cerebrales en relación con la creatividad. Los seminarios de la Fundación Menninger sobre «El otro Yo» se han impartido en muchos grupos de sociedades.

«Las compañías se sienten cogidas en medio de una "revolución de expectativas crecientes" con respecto a lo que consideran plenamente humano», decía Layne Longfellow, de la Fundación Menninger.

 

«Alguien ha abierto el juego. Y estamos confrontados al corte que sentimos en nuestras aspiraciones, entre lo que somos y lo que estamos empezando a considerar como normal.»

La intuición no tiene por qué ser campo acotado de los ejecutivos, dice Jay Mendell, futurólogo del mundo de los negocios, en Planning Review. Hay millones de trabajadores que, después de haber descubierto nuevas capacidades en sí mismos a través de las psícotécnicas, están deseosos de desarrollar su intuición y su creatividad en su trabajo.


Así como el nuevo paradigma educativo descubre en todos nosotros el potencial creativo que en otro tiempo se atribuía tan sólo a los genios, los especialistas en técnicas directivas están empezando a considerar a todos los empleados como potencialmente capaces de dirigirse a sí mismos, y capaces por ello de llegar a pensar como empresarios.
 


El nuevo empresario individual
En una comunicación dirigida a los miembros de la red Linkage en el verano de 1979, Robert Theobald citaba las muchas cartas que había recibido de personas deseosas de forzar más el advenimiento de la nueva sociedad.

 

Y preguntaba:

"¿Qué es lo que nos retiene a los que formamos parte de Linkage y de la sociedad entera? Creo que tenemos miedo de reconocer lo mucho que tendríamos que cambiar nuestras vidas si decidiéramos poner por obra nuestra concepción. Seguimos apegados a los viejos modelos, y la mayoría de nosotros debemos nuestra supervivencia al hecho de estar a caballo del «funcionamiento» del mundo actual y del nuevo universo que desearíamos traer a la existencia.


La paradoja es que el nuevo mundo lleva la promesa de mayores gratificaciones personales y profesionales, con sólo que tuviéramos valor para abrazarnos confiadamente a él".

Para muchos, el hecho de convertirse en empresario, esto es, de hacer negocios por y para uno mismo, es una secuela natural del proceso transformador. Armados de un mayor sentido de sí mismos y de la propia vocación, dotados de una nueva capacidad de riesgo (y de ser pobres por un tiempo), provistos de apoyo emocional por parte de la red, y de una más firme confianza en la propia creatividad y fuerza de voluntad, cabe ponerse a trabajar por uno mismo. Estas nuevas empresas e iniciativas se caracterizan por el ideal budista de la Recta Manera de Ganarse la Vida: con un trabajo que sirve a la sociedad y que no daña al entorno.


Briarpatch es una red de la zona de la Bahía que comprende alrededor de trescientos miembros, entre empresas, artistas y organizaciones no lucrativas, y que se concibe como un medio de mutua ayuda para empresarios que trata de,

«desvelar y descubrir aquellos principios que pueden ayudarnos a volver a conectarnos con la comunidad y con la sociedad, en vez de explotarlos».

Dick Raymond, fundador de Briarpatch, evocaba así la tensión que supone el tratar de poner por obra la nueva filosofía:

"Cruzar el río es difícil: significa dejar atrás algunas de las propias antiguas ideas sobre el trabajo y los empleos... La mayoría de nosotros (incluido yo mismo) intentamos rodear de puntillas el punto doloroso, pero es importante hablar de algunos de los sufrimientos que podemos soportar. No estamos hablando de cambiar simplemente de un trabajo a otro, o de dejar una compañía para meterse en otra más conveniente.

 

Cuando comenzamos a abandonar los antiguos valores y creencias, se queman también con ello algunos de nuestros circuitos más primarios... Te puedes quedar parado en el umbral durante dos o tres años. Antes de continuar adelante, es preciso deshacerse de las más preciadas convicciones.


La gente que conozco que han logrado realizar esta transición son la gente más gozosa, más dispuesta y mejor gratificada de cuantas he conocido. Como cada día me encuentro con más, su existencia me ayuda a mantener mi cordura".

El convertirse en empresario individual llena muchas de las necesidades que comporta la transformación. Richard Gunther, prestigioso agente inmobiliario, creador de numerosas urbanizaciones, describía a un grupo de futuros empresarios la confluencia de trabajo y disfrute que encontraba en su labor, la sensación de estar persiguiendo objetivos socialmente constructivos en compañía de gentes animadas por las mismas ideas, y el sentimiento de estar llevando a cabo una iniciativa «consciente» y creativa.


Se han creado programas formativos para quienes desean prepararse para establecerse por cuenta propia. Fundado en parte en su propio interés creciente por el fenómeno y apoyado en la experiencia de su Escuela de Empresarios, que funciona los fines de semana, Bob Schwartz, fundador de la Tarrytown Executive House (Nueva York), tipifica a esta nueva especie como catalizadores que pueden llegar a transformar el mercado:

"El nuevo empresario individual es una persona más auténticamente reflexiva que está cambiando la oferta de productos y servicios para responder a las necesidades de un público más reflexivo y responsable de cuanto el mundo ha conocido hasta ahora... Esto es lo que dicen los jóvenes de hoy: no me conviertas en un auxiliar del proceso; haz de mí algo esencial en él.


La nueva realidad es que los productos están dejando de representar el personaje principal del escenario americano. La producción, como factor de la economía norteamericana, esta perdiendo posiciones, y están ganando en importancia, en cambio, los servicios".

Según Schwartz, los empresarios individuales son «los poetas y expendedores de las nuevas ideas, visualizadores y realizadores a un tiempo». Históricamente, supone la aparición de un nuevo tipo de empresarios que encarnan una nueva concepción con respecto a los productos y a los servicios, en esta época de cambio cultural. Como ejemplo de la necesidad de servicios poco conocidos hace una década, el propio Schwartz apuntaba la acuciante demanda de cursos de desarrollo humano.

 

Los nuevos empresarios han abandonado la vieja filosofía manipuladora del tipo yo-ello, en relación tanto con los consumidores como con la producción, para pasarse a una nueva relación más inmediata y personal al estilo de la filosofía yo-tú. Tanto ellos como sus clientes constituyen la fuerza revolucionaria más potente que Estados Unidos puede ofrecer al mundo.

«El empresario es el nuevo agente no violento de cambio».

El Proyecto Renacimiento, de Kansas City, es una red de empresarios de este tipo que han demostrado que las alternativas son al mismo tiempo viables y rentables. Entre sus actividades se cuentan: la reconversión de una serie de propiedades, con una situación privilegiada en Kansas City, en un complejo empresarial de ocho millones de dólares, la creación de redes de aprendizaje, de un programa educativo de la «totalidad de la persona», y de un colegio alternativo autofinanciado, la restauración de un salón de baile histórico, la restauración de un gran edificio con la participación de sus residentes, y el desarrollo de un plan maestro para la renovación bloque por bloque de toda una serie de edificios residenciales a lo largo de una avenida peatonal de once millas de larga en la ciudad de Kansas City.


En un artículo titulado «La nueva revolución empresarial», Norman McRae, editor de la publicación británica The Economist, ha sugerido que el gigantismo creciente de la industria norteamericana ha abierto la puerta a la aparición de pautas individuales de comportamiento empresarial incluso en el interior de las grandes industrias. En las grandes compañías se forman enclaves que son de hecho dirigidos por este tipo de «empresarios internos».

 

El artículo predecía también que para el año 2010 pueden haber desaparecido esas grandes compañías con un elevado volumen de negocios, en su forma actual.


Los nuevos empresarios individuales se niegan a separar lo que es bueno para los negocios de lo que es bueno para la gente. Mo Siegel, co-fundador de la Celestial Tea Company en Boulder, Colorado, ha incorporado esta concepción en las consignas impartidas a sus doscientos treinta empleados:

«Todos los jefes de departamento serán responsables del desarrollo del personal a su cargo, no menos que del volumen de negocio realizado».

La realización, decía Siegel, es sólo un subproducto de estar viviendo un ideal.

«En esta época de transición, estamos aprendiendo a conservar los aspectos positivos de la cultura, y a descartar a la vez los negativos.»
 

La revalorización de la tecnología
El problema de la tecnología, observaba Robert Pirsig en su libro El Zen y el arte de cuidar una motocicleta, es la falta de fusión entre razón y sentimiento que se da en ella. La tecnología no ha tenido nada que ver, hasta ahora, con las cosas del espíritu ni con las del corazón, «y por ello hace cosas horribles ciegamente, de forma totalmente accidental, por lo cual la odiamos».


En el nuevo paradigma no se ve a la tecnología como algo negativo, sino como algo de lo que se ha abusado y que necesita volver a ser humanizado. La tecnología nos había prometido poder, pero de hecho se había convertido en nuestro amo en demasiados campos de nuestra vida. No es de extrañar por ello que muchas de las «nuevas» concepciones políticas y económicas tendieran a mirar al pasado, dada su preferencia por la descentralización, su sensibilidad respecto de la armonía natural, su preocupación por administrar los productos de la tierra, su deseo de una «simplicidad creativa» y de un enriquecimiento espiritual y cultural, y su estimación por los valores no materiales.


El contexto del trabajo y el consumo de una sociedad debiera venir dado por su propia conciencia; y la tecnología sólo afectaría a su contenido: serían los instrumentos para crear los productos y servicios requeridos y valorados por la población. El título original del famoso libro de E. F. Schumacher Lo pequeño es hermoso era La economía, tal como sería si la gente importase. Para él, resultaban especialmente deplorables los efectos de la desorbitada e inconsciente utilización de la tecnología: centralización, urbanización, agotamiento de los recursos7, deshumanización de los trabajadores.

 

En los países en vías de desarrollo, en concreto, las turbinas, los diques, y las excavadoras vienen a romper en muchas ocasiones pautas de comportamiento social, dañando con ello tanto a la población como al entorno. La respuesta del Centro Radical de Schumacher a la furia incontrolada de la ciencia aplicada era lo que él llamaba «una tecnología adecuada». Una tecnología «intermedia» o adecuada supone una tercera vía: instrumentos más avanzados que una pala, pero más prácticos y a una escala más humana que una excavadora. Con instrumentos mejores, pero todavía manejables, la gente podría sacarle partido a sus recursos, sin necesidad de meterse en una fábrica urbana.


En la revista Ram: The Journal of Appropriate Technology, apareció un editorial que decía:

«Antes de elegir nuestras técnicas e instrumentos, debemos elegir nuestros sueños y nuestros valores, pues mientras unas aplicaciones tecnológicas pueden ayudar a conseguirlos, otras pueden convertirlos en definitivamente inalcanzables».

Las ideas de Schumacher han alcanzado una resonancia mundial. De un artículo sobre la tecnología adecuada, aparecido a fines de 1977 en la revista Foreign Affairs, se han hecho más solicitudes de reimpresión que de ninguna otra cosa aparecida en esta publicación. Muchos países y algunos Estados han creado instituciones en favor de una tecnología adecuada. Los Estados Unidos están formando una red global de instituciones para difundir la idea. La tecnología adecuada ha encontrado respaldo en la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en el Banco Mundial, y ha sido apoyada por el Presidente de Filipinas y por las Fundaciones Ford y Rockefeller. En los dos últimos años de su vida, Schumacher fue invitado y consejero de reyes, presidentes y primeros ministros.


La filosofía económica de Schumacher reflejaba unos profundos valores espirituales, que trató con mayor amplitud en su Guía para perplejos, publicada después de su muerte. Los valores espirituales forman, en realidad, la base de muchas de las preocupaciones ecológicas de nuestro tiempo, así como una sensibilidad creciente hacia la tierra entera, y un respeto hacia nuestra matriz evolutiva, hacia la naturaleza en la cual se hunden nuestras raíces.

 

Un prospecto de la oficina californiana de tecnología adecuada recoge esta cita de Lao Tse:

«Estos son mis tesoros, guardadlos bien».
 

El valor de la conservación
La preocupación por el ambiente está ejerciendo un influjo creciente sobre el estilo de vida y sobre el consumo. Un estudio realizado en el Estado de Washington en 1976, y publicado en 1978, contenía una encuesta a propietarios de casas elegidos al azar en las guías telefónicas de las comunidades respectivas. Los investigadores encontraron signos evidentes de una sorprendente adhesión al «nuevo paradigma ambiental».

 

La mayoría de los encuestados se mostraban preocupados por el abuso ejercido sobre el ambiente y por el crecimiento descontrolado de la población. Veían la tierra como una nave espacial con espacio y con recursos limitados. Se mostraban partidarios de una economía estable y de un crecimiento industrial controlado. Y eran contrarios a la idea del dominio del hombre sobre la naturaleza. El público en general apoyaba en todos los temas la visión de los ecologistas de su Estado.


Como hacían constar los investigadores, los comportamientos no siempre eran coherentes con las convicciones, y desde luego muchos no estarían dispuestos a llegar al sacrificio personal.

"Debemos sin embargo subrayar lo que consideramos más peculiar en los resultados obtenidos. Cuando nos paramos a pensar que hace tan sólo unos pocos años prácticamente nadie había oído hablar de cosas tales como «la nave espacial tierra» o «los limites del crecimiento», resulta doblemente sorprendente el grado de aceptación que han conseguido entre la gente.

 

Esta aceptación es tanto más sorprendente cuanto que el nuevo paradigma ambiental se desvía espectacularmente de la concepción del mundo que tenía nuestra sociedad tradicional... Electivamente, la aparición de un nuevo paradigma en una sociedad en la que la abundancia, el crecimiento y el progreso se habían dado siempre por supuestos, representa un acontecimiento revolucionario... no podemos por menos de sentirnos impresionados ante su rápida ascensión".

El cambio hacia una concepción ambientalista va mucho más allá que la preocupación por el arbolado de madera rojiza. En ninguna otra parte como en este despertar de la conciencia ecológica resulta evidente la conexión existente entre todo lo que vive. El cuidado del planeta comprende aspectos económicos, legales, políticos, espirituales, estéticos y médicos.

 

Afecta incluso a las compras que hacemos, a la elección del tamaño de nuestras familias, y a nuestras formas de entretenernos. Hasta el niño de escuela más pequeño es hoy día consciente de muchas de las principales controversias, como la decadencia militar, la energía nuclear, las sustancias cancerígenas, los transportes supersónicos, la construcción de diques que inundan antiguos enterramientos de los indios, el crecimiento de la población, los gases emitidos por los motores de propulsión, capaces de destruir la capa de ozono de la atmósfera. Los jóvenes temen hoy la muerte lenta del planeta, tanto como la generación anterior temía a la bomba atómica.


La novela de Ernest Callenbach, Ecotopía, ha supuesto el lanzamiento de una especie de culto, sobre todo en el oeste de los Estados Unidos. Editado en principio por una pequeña editorial, el libro se convirtió en un best-seller de tapadillo, y en 1978 fue reeditado en formato de bolsillo y lanzado masivamente al mercado. Ecotopía es un país de ficción nuevo, surgido de la independización del oeste de Oregón, Washington y el norte de California. Los naturales de Ecotopía emplean tecnologías alternativas y son supersensibles a todos los aspectos ambientales 8.

 

Los entusiastas de Ecotopia han diseñado una bandera, han creado una revista, han puesto a calles y colegios nombres sacados del libro, e incluso en Eugene, Oregón, han celebrado el Día de Ecotopía. Callenbach ha sido invitado por el gobernador de California y sus consejeros para departir con él. Por forzada que pueda resultar su ficción de ese nuevo país como punto de partida, el atractivo sentido por las masas hacia este libro resulta elocuente.


Sim Van der Ryn, primer director de la Oficina californiana de Tecnología Adecuada, y anteriormente arquitecto del Estado, insiste en que las comunidades ecotópicas son posibles hoy en día, al menos lo es «la construcción de algunos primeros ejemplos a escala modesta». Y proclama la necesidad de que empresarios y políticos se comprometan con una idea que puede resultar beneficiosa tanto para los negocios como para el mismo gobierno.

«Están comenzando a brotar las semillas de la visión ecológica, y ya han sido creados y están funcionando muchos de los componentes del hardware necesario para fundar una comunidad urbana estable. Lo que aún nos queda por hacer es juntar todos los hilos y trenzarlos en un único diseño coherente de un nuevo tipo de comunidad.»

Un tratamiento serio del entorno llevaría a revitalizar el diseño urbanístico, de manera que pudiera mantenerse lo mejor de una cultura de alta tecnología «renovando a la vez en la gente los sentimientos vinculados al lugar». Y llevaría a traducir la vieja comprensión lineal a un pensamiento en términos de sistemas, consciente de la complejidad de las interacciones entre las personas y los elementos ambientales.


Según otro experto en urbanismo, ésta es «la era de la recuperación» para muchas ciudades norteamericanas: una época con una nueva comprensión de los atractivos urbanos, con un sentido de continuidad histórica, con necesidades de un eficaz suministro energético, y con una nueva percepción del modo cómo la gente desea vivir, incluida una arquitectura a una escala más humana. «Al fin hemos empezado a asentarnos, buscando sentirnos en un lugar.»

 

Algunos arquitectos muy conocidos, a quienes se les hizo una encuesta en 1979, describían el nuevo paradigma de diseño urbanístico como algo más humano, con una mayor abundancia de alojamientos e instalaciones comunitarias, con sitios para pasear, con una mayor preocupación por el transporte público, con avenidas y plazas de carácter festivo, con más árboles, y con un mayor sentido de «lo comunal». La nueva tecnología se basaría cada vez más en el aprovechamiento de las energías eólica y solar, en la fuerza de las mareas, y tendería a utilizar formas de iluminación y de ventilación naturales.


Puede que estemos avanzando por el buen camino en orden a volver a conectar íntimamente y a hacernos conscientes de nuestro lugar en la naturaleza. Esta tendencia neo-medievalista resulta evidente en otros fenómenos: el de las ferias, exposiciones y festivales. En la Europa medieval las ferias se celebraban en las encrucijadas de caminos, en territorio neutral, de modo que quienes estaban en guerra pudieran olvidar sus hostilidades el tiempo suficiente como para poder dedicarse al trueque, a hacer pantomimas y prestidigitación, y poder comer, beber y bailar.

 

En la celebración todos se hacían uno, juguetones, curiosos, inconscientes de sí mismos. Este sentido comunitario espontáneo está renaciendo en los miles de exhibiciones artísticas y artesanales, festivales musicales y exposiciones de temas ambientales y sobre la nueva era que se organizan por todas partes, incluyendo celebraciones de otras épocas, como ferias renacentistas, juegos medievales y bazares «a lo Dickens».


La gente se está inventando nuevas maneras de celebrar antiguas fiestas, como «el Día de la Interdependencia» que celebró un 4 de julio la Reunión de Amigos de Palo Alto en California. Después de compartir a sus anchas comida, música, juegos y artesanía, acabaron encendiendo velas y cantaron «Let there be peace on Earth» (Haya paz en la tierra).

 

Un participante decía:

«Este tipo de fiestas nace de nuestro propio interior, y no necesitan limitarse a los días de fiesta tradicionales. Con ellas podemos celebrar otros sucesos significativos de nuestras vidas... ¿Qué tal si nos diéramos la oportunidad de explorar en nuestra imaginación, y nos dejáramos de otras formas de creatividad prefabricadas?».
 

La imaginación como fuente de riqueza
Aquí y allá surgen alegres manifestaciones de insurrección por parte de ciudadanos de la nueva comunidad (commonwealth), muestras tempranas de su constitución y de su declaración de interdependencia. Sabiendo mirar en la dirección adecuada, pueden descubrirse catedrales y teatros invisibles, bibliotecas que prestan sus libros y universidades sin muros, signos todos de una sociedad en la que las instituciones no son otra cosa que las mismas personas, y cuyo más alto principio reside en el despertar del sentimiento de fraternidad.


Para Eugen Loebí, que pasó quince años como prisionero político en Checoslovaquia reflexionando sobre temas económicos, la verdadera fuente de riqueza no es la productividad, ni el Producto Nacional Bruto, ni ninguna otra cosa material o tangible.

 

La riqueza de la sociedad moderna reside en la inteligencia creativa.

«Si consideramos que las ganancias están en función de la capacidad del hombre para pensar, y reconocemos la importancia que tiene para la economía el nivel intelectual de los ciudadanos, entonces nuestro interés debe estar volcado primordialmente al desarrollo de este nivel... Podemos cambiar nuestra realidad, orientándola hacia los objetivos que deseamos.»

En su histórica visita a los Estados Unidos, Toequeville navegaba corriente abajo por el río Ohio. A un lado estaba Ohio, un Estado libre; al otro, Kentucky, Estado en el que había esclavos. En el lado del río perteneciente a Ohio, pudo observar industrias en actividad, cosechas abundantes y casas hermosas. Los naturales de Ohio tenían acceso a cualquier puerta que pudiera abrirles la fortuna. Podía ser marinero, explorador, artesano, o agricultor.

 

En el lado de Kentucky, Tocqueville sólo vio indolencia. No solamente los esclavos trabajaban sin ningún ardor en sus tareas, sino que los mismos amos parecían esclavizados. No podían trabajar sus propias tierras, pues eso habría ido en contra de su status. Unos pocos cruzaban el río y se iban a trabajar a Ohio, pero la mayoría se dedicaban a procurarse excitación,

«en el amor apasionado a los deportes campestres y a los ejercicios militares... en ejercicios corporales violentos, y en el uso de las armas...».

Hemos atravesado después otras épocas culturales, cada una marcada por sus propias formas de esclavitud económica y psicológica. Como los propietarios de esclavos de Kentucky, hemos pasado demasiado tiempo dedicando nuestras mejores energías a tratar de entusiasmarnos con cosas secundarias, esperando encontrar en tales distracciones la satisfacción que sólo la vocación puede proporcionar.

 

Pero tenemos una opción: hoy en día podemos emigrar a un «estado» más libre, en donde poder encontrar un nuevo corazón, un nuevo espíritu de iniciativa y unos valores adecuados a nuestras más profundas necesidades.


1. Max Planck confesaba en una ocasión que él empezó siendo estudiante de ciencias económicas, pero que al ver que era demasiado difícil se pasó a la física.

2. Según afirman los sociólogos, los inmigrantes establecieron redes semejantes en California. James Q. Wilson describe una versión de trueque laboral urbano en California en los años cincuenta, que era un anticipo de la extensión alcanzada hoy por las actividades de trueque: «El equivalente en el Sur de California de ese tío del Este que podía conseguírtelo todo a precio de mayorista, era el cuñado de Los Angeles que podía echarte una mano para pintar el garaje o para reparar el tejado, o que podía prestarte (y enseñarte a manejar) su sierra eléctrica. Toda la región estaba cubierta por una red de intercambio de trabajos informalmente organizada, que a veces daba lugar a negocios sumamente complejos que implicaban varios intermediarios: el amigo que pide a su hermano, que es fontanero, que te eche una mano, a condición de que tú le pidas a tu tío que se acerque con la hormigonera para que eche un poco de cemento frente a la casa de la hermana de algún otro los sábados se podía ver a mucha gente por todo el país, trasladándose en sus coches para cumplir con este tipo de compromisos».

3. El trueque alcanza hoy también un elevado volumen de negocio en las grandes compañías comerciales dentro de la Unión Soviética, y asimismo entre las compañías multinacionales, que compran materias primas a cambio de productos terminados.

4. Un estudio publicado por el SRI en 1979 relativo a los valores cambiantes de los consumidores, y cuya realización había requerido tres años y un millón de dólares, predijo un continuo movimiento de huida de los valores materialistas convencionales por parte de individuos situados en todo el espectro económico.

5. Un ejemplo de una gran empresa que coopera con las tendencias sociales es la compañía farmacéutica Hofmann-La Roche, que a principios de los años setenta comenzó a suministrar cintas magnetofónicas de regalo sobre medicina holística a los médicos, y que más recientemente ha patrocinado diversos simposiums sobre temas tales como alternativas a la terapia farmacológica. En 1979, cuando cada vez más gente estaba interesándose por las vitaminas y por la nutrición en general más que por los medicamentos, Hoffmann-La Roche anunció que planeaba construir una planta gigantesca de producción de vitamina C.

6. Brainstorming: torbellino de ideas. Técnica creativa de resolución de problemas que consiste en dejar aparecer en la propia mente, o en las de todo un grupo, todas las soluciones que acudan a ella, por disparatadas que parezcan, apuntándolas todas, y repasándolas todas al final para escoger las más acertadas. (N. del T)

7. Los Estados Unidos, con un 6 por ciento de la población mundial, consume más del 30 por ciento de los recursos energéticos existentes en el mundo.

8. La edición francesa inserta aquí en el texto una referencia amplia, en primer lugar, al libro del biólogo Joël de Resnay Bio-technologies et bio-industrie, sobre las perspectivas que ofrece hoy en día la biotecnología desde el punto de vista ecológico, por el reciclaje de desechos industriales, agrícolas y urbanos que es capaz de llevar a cabo. En segundo lugar, a otro libro del mismo autor, Le Macroscope, en el que partiendo de los principios de base de una educación sistémica, describe los valores sobre los cuales podría asentarse un nuevo proyecto de sociedad («eco-sociedad»), para lo que se vale de un escenario imaginado futurista. Finalmente, recoge un informe presentado al Presidente de la República francesa por los biólogos Francois Gros, Francois Jacob y Pierre Royer, con el título Sciences de la vie et Société, según los cuales la biología moderna ha puesto de relieve tres ideas clave «que han modificado profundamente la idea que nos hacíamos del mundo vivo en general y del hombre en particular... Esas tres ideas son: primero, la unidad del mundo viviente y el parentesco entre las especies; segundo, la unidad de la biosfera y la interdependencia de los elementos que la constituyen; y por último, la importancia de la diversidad en el mundo viviente: diversidad de especies y diversidad de individuos en cada especie, comprendida la especie humana. El informe invita a preservar los equilibrios del planeta y a salvaguardar la diversidad biológica. (N. del T.)


Volver al Índice