Uno de los hombres que más visitaron ambos Polos antes de estallar la II Guerra Mundial fue el vice almirante Richard E. Byrd, a quien se debe una extraordinaria película sobre la Antártica que data de la década de los treinta. Recién terminada la guerra se inició su caída, a causa de unas palabras consideradas por sus jefes como "completamente absurdas".

En febrero de 1947, poco antes de emprender una expedición al Polo Norte, declaró que "quisiera ver esas tierras más allá del Polo". Se tomaron sus palabras como una expresión poética sin importancia, pero cuando más tarde, el 13 de enero de 1956 envió otro mensaje igualmente incomprensible cuando volaba sobre el Polo Sur. se llegó a la conclusión de que el vice almirante había enloquecido.

 

Dijo que veía "unos bosques y lagos, e incluso animales semejantes al mamut, pastando en una región situada más allá del Polo". ¿A qué se refería el explorador?

¿Vegetación en los Polos?
...Cuando regresó a su casa, reprendieron severamente a Byrd y le prohibieron hacer más declaraciones propias de un demente. Byrd moriría meses más tarde, decepcionado al ver que sus compatriotas se negaban a aceptar lo que él consideraba el descubrimiento más sensacional de los últimos años. Sin embargo no todos lo iban a tildar de loco. El italiano Amadeo Giannini meditó sobre las palabras de Byrd y realizó investigaciones sobre algunos testimonios del siglo pasado y terminó escribiendo una curiosa obra titulada Mundos más allá del Polo, publicada en 1959.

Se refería Giannini en su libro a la aventura del noruego Fridtof Nansen, quien descubrió el 3 de agosto de 1894 en la región norte de Groenlandia algo que lo dejó perplejo. Se encontraba en unos 86 grados de latitud norte cuando halló unos troncos arrastrados por la corriente marina procedente del norte. ¿Troncos de árbol en las inmediaciones del Polo Norte, donde lo único que existe es hielo, esquimales y osos blancos?.

Este hallazgo sería confirmado poco después por el comandante McClure cuando exploraba la Tierra de Banks, isla del archipiélago ártico. Y también por el capitán Beechy en la costa oeste de la isla Spitzberg, quien encontró al mismo tiempo gansos silvestres que volaban, de manera inexplicable, rumbo al norte.

Giannini encontró además, en algunas leyendas escandinavas, alusiones a una tierra oculta entre los hielos, al norte, en la que vivía una población desconocida. ¿Qué gente era aquella? ¿Vivía todavía en las regiones polares o era la misma que habitó en la antigua tierra de Thule, antes de ser invadida por los hielos?.

Un año después de aparecer el libro del italiano, se dio a conocer una curiosa noticia por el periódico Globe and Mail de Toronto. Era la fotografía tomada por un aviador cuando volaba sobre la región ártica, en la que aparecían unos bosques espesos. Nadie le hizo caso a la foto. Pero un siquiatra de Los Ángeles, el Dr. Nephi Cotton, recordó entonces, la historia que un paciente noruego le contó cinco años atrás.

¿Gran descubrimiento... o increíble demencia?
Aquel hombre había escuchado en su juventud, de labios de los pescadores de su país, historias muy extrañas sobre un misterioso país situado en los confines árticos del planeta. Decidió partir un día acompañado por un amigo, a descubrir aquellas tierras del norte. Navegaron entre icebergs durante un par de meses, hasta que llegaron a corta distancia de una montaña cercana al mar. Se internaron los dos viajeros por un fiordo que los condujo a un país con bosques, poblado por animales de gran tamaño.

Unos hombres de gran estatura los invitaron en una lengua extraña a bajar a tierra. Les dieron de comer y fueron a despedirlos más tarde a su embarcación, con grandes muestras de afecto. Esta sería la historia que el noruego contó al psiquiatra, y que nadie tomó en consideración, por considerarla propia de un loco. Sin embargo, ninguno de los escépticos lectores sabía que a fines del siglo XIX había sucedido una aventura semejante, protagonizada por otro noruego amigo de aventuras.

Se va gestando la teoría de la Tierra Hueca
Siendo todavía joven, Olaf Jansen viajó con su padre rumbo al norte y arribó a un país donde la temperatura era agradable y el sol brumoso, diferente al que conocían los viajeros. Recorrieron el lugar, poblado por exuberante vegetación, y fueron a encontrarse frente a un auténtico mamut.

De regreso a casa, la embarcación chocó contra un iceberg y el señor Jansen cayó al agua. Su hijo sería rescatado por la tripulación de otro barco, que escuchó su asombrosa historia. En consecuencia, Olaf fue encerrado en un manicomio, donde permaneció veinte años. Tuvo tiempo de escribir un libro que tituló El dios que humea, refiriéndose al extraño sol que parecía desprender humo.

Por aquellos días, el norteamericano William Reed lanzaría una curiosa teoría sobre la misteriosa región polar, basándose en el libro escrito por el noruego loco. Dijo que en cada uno de los dos Polos de la Tierra se abre una abertura circular que permite la entrada al interior de la misma. ¿También este hombre se había vuelto loco?

Explicaba Reed que "la fuerza de gravedad es tan intensa en las aberturas polares que el agua de los ríos interiores se precipita a la superficie del planeta, donde se hiela y se transforma en icebergs". Se quiebran a continuación éstos en fragmentos de tamaño gigantesco que producen las extrañas marejadas bien conocidas por los exploradores polares. Dentro de los bloques de hielo llegan a la superficie plantas y animales de todos los tamaños, como un mamut que encontraron en Siberia en 1799. Los científicos de aquella época declararon que el mamut se encontraba envuelto en hielo desde hacia miles de años. Reed afirmaba, por el contrario, que enorme animal se aventuró imprudentemente hasta la abertura del mundo exterior y fue arrastrado por la corriente hasta las tierras siberianas.

En 1902 aparecería otro mamut, en la región de Bereskova, y en fecha reciente el ser primitivo que flotaba envuelto en hielo a la altura de las islas Aleutianas. Los científicos afirmaron que, de haber sido congelados ambos en circunstancias normales, a temperaturas no demasiado bajas, el proceso de descomposición debió seguir adelante. Es decir, que la edad del mamut y del ser humano no era superior a uno o dos siglos. ¿Significa esto que, después de todo, pudiera ser cierta la teoría de Reed y que llegaron mamut y hombre primitivo del interior de la Tierra?

Nuevos indicios
William Reed tendría un fuerte defensor de sus ideas, a partir de 1920, en el personaje de su compatriota Marshall B. Gardner, quien había observado ciertos extraños fenómenos e ideó nuevas teorías para completar las anteriores. Había observado la nieve de color que cae ocasionalmente sobre las regiones árticas, y se preguntó si no sería causada por el polen de las plantas que crecen en ese desconocido interior del planeta.

Se fijó Gardner en el casquete polar de Marte y se preguntó también si no sería igualmente hueco. Decía que "el color blancuzco que caracteriza al polo marciano no se debe al hielo, sino a las nubes que se amontonan junto a la abertura". Si el casquete polar se desvanece a veces, añadía Gardner, es porque se introducen las nubes por la abertura, al llegar el verano, como si se tratase de una marea gigantesca cuyo mecanismo no ha sido aún comprendido.

La aventurera hipótesis de unos soviéticos
Unos científicos cuyo nombre no ha sido revelado afirmaron hace unos años, en defensa de estas teorías, que el polo magnético no es un punto, sino una línea circular perfecta, lo mismo en el Norte que en el Sur, y que cualquier punto de esta línea circular podría identificarse con el Polo.


De ser esto cierto, se explicaría lo sucedido en 1909, cuando el Dr. Frederick Cook fue aclamado como conquistador del Polo Norte, hecho que tuvo lugar el 21 de abril de ese año. Días más tarde, el vicealmirante Robert E. Peary declararía que él estuvo en el Polo Norte el día 6 y que plantó una bandera norteamericana en aquel lugar. Ninguno de los dos exploradores tenían testigos de su proeza. Los dos estaban seguros de haber alcanzado el Polo Norte. Cook debió ver la bandera dejada por Peary, de haberla clavado éste. Pero no apareció por ningún lado.

¿No sería que los dos exploradores alcanzaron uno de los puntos que forman ese círculo polar? ¿Acaso resulta imposible clavar una bandera en el Polo Norte o en el Sur, porque no existen esos puntos, ocupados por una abertura que conduce al interior del planeta? ¿Estaba en lo cierto Richard E. Byrd cuando declaró que iba a volar más allá del Polo?

Aunque suene a absurdo, estas teorías son tan antiguas como la humanidad y han recibido incluso el beneplácito de un gobierno casi contemporáneo. En algunas leyendas antiguas se habla del reino subterráneo de Aggartha, que se encuentra bajo los montes del Tibet. Se ha dicho en muchas ocasiones que los tan discutidos ovnis no proceden del espacio, sino que tienen sus bases en el interior de la Tierra, que abandonan saliendo precisamente por las dos aberturas que existen en ambos Polos.

"Ahí vive la raza superior, la misma que un día subirá a aniquilarnos". Esta teoría defendida hace dos siglos por el inglés Bulwer Lytton sería aceptada por los filósofos del nazismo, quienes se mostrarían partidarios de la existencia de un sol interior. Este sol "iluminaría a una tierra hueca cuyos habitantes son de raza aria y odian a muerte a quienes vivimos en la superficie del planeta, gozando las delicias de un sol interior que no debe andar escondiéndose como el otro".

Con este artículo no se quiere decir que todos estos testimonios, teorías e hipótesis sean ciertos o verídicos; es más, puede ser que se traten de una gran "sanata", pero de todos modos pareció muy interesante. Ahora, la pregunta para los foros:


¿GRAN DESCUBRIMIENTO O INCREÍBLE DEMENCIA?
 



 

 

 

 



 

 

 

 








Por Silvia Velando

 

La creencia en civilizaciones intraterrestres muy evolucionadas espiritualmente forma parte de muchas tradiciones filosóficas-religiosas del mundo. Tampoco es desdeñable el número de personas que dan testimonio de una "realidad fantástica" con zonas cálidas, llenas de vida vegetal y valles perdidos e en lugares inhóspitos de nuestro subsuelo. Incluso autores de la talla de Julio Verne, James Hilton, C. W. Leadbeater, John G. Fuller, el polémico Raymond Barnard; y aventureros como Ferdinand Ossendowski y Nicholas Roerich, han hablado de estos reinos subterráneos a través de sus novelas. ¿Podría estar albergando nuestro planeta culturas vivas en su interior?

Por excéntrico que pueda parecer el planteamiento anterior, no debemos despreciar un argumento bastante significativo: en casi toda la tierra se tienen noticias de cuevas subterráneas y sistemas de túneles -como el entramado que se extiende bajo la superficie del Yucatán, montañas de Paucartambo en Perú, sierra del Roncador en Brasil, cuevas de Afganistán, monte Kailós en el Tíbet...- que conectan no sólo áreas diferentes dentro del mismo continente, sino que, en opinión de algunos investigadores, bien pudieran "unir" diferentes partes del globo. En realidad, todas las tradiciones antiguas se basan en ésta supuesta existencia de ciudades intraterrenas conectadas mediante una vasta red de pasadizos, mas que en la -no menos fantástica- creencia de una "tierra hueca" que algunos autores como Raymond Barnard proponen.

Exploradores como Juan Moriaz, y sacerdotes como Carlos Crepi, habrían encontrado en estos túneles perdidos del Ecuador (cueva de "los Tayos"), láminas de piedra y oro con signos ideográficos grabados que describen los orígenes de la historia humana, según recoge fielmente Erik Von Däniken en El oro de los dioses. A este enclave sudamericano, que aún hoy día constituye un misterio por descifrar, se vincula una interesante leyenda sobre la mítica Shambalah o Agharta, y las historias que de ella se desprenden. Historias sobre una ciudad santa oculta en los Himalayas, que bien merecen punto y aparte dentro de este artículo.

Se ha dicho que el origen de las sociedades subterráneas podría estar en los continentes desaparecidos del Atlántico y del Pacífico: la Atlántida, Lemur o Thule (esta última en la tradición helénica se corresponde con el reino de hiperbórea: una tierra paradisíaca, perdida más allá de la barrera de los hielos, donde existe una raza que irradia un poder espiritual capaz de influir en los sentimientos colectivos del planeta). Tanto en oriente como en occidente se suceden las descripciones sobre los integrantes de estas enigmáticas sociedades, y no faltan los testigos que dan crédito a la existencia de seres dorados de los que emana una intensa luz blanquecina.

Oquedades polares
La posibilidad de que la tierra sea hueca, y de que se pueda entrar en ella a través de los polos norte y sur, ha alimentado la imaginación de la humanidad desde hace mucho tiempo. Por si fuera poco, unas supuestas fotografías de una abertura en el polo norte tomada por los satélites ESSA-3 el 6 de enero de 1967 y ESSA-7 el 23 de noviembre de 1968, parece facilitar esta teoría.

Para los partidarios de la tierra hueca, sus hipótesis no únicamente estriban en estas controvertidas fotos (reproducidas en 1970 por la revista Flying Saucers del editor Ray Palmer) sino que al parecer diferentes exploradores dicen haber visto cenizas volcánicas donde no hay volcanes, calor inexplicable donde deberían reinar temperaturas bajo cero, huellas de animales en lugares nada accesibles, icebergs de agua dulce en el océano Ártico ...

 

Leonard Euler, matemático del siglo XVIII,"dedujo" que la tierra era hueca y contenía un Sol central. El doctor Edmond Halley (descubridor del cometa Halley y astrónomo real de Inglaterra) también creía en esta teoría.

Claves Symnes (ex-capitán de infantería de Ohio) se mantenía convencido de que nuestro mundo consistía en realidad en un sistema de esferas huecas concéntricas. El escritor Raymond Barnard (antes mencionado), en su libro La tierra hueca lanzó la complicada -y absurda para muchos- teoría de que el centro de gravedad del planeta no estaría en el núcleo sino en la corteza terrestre, y que las auroras polares estarían causadas por los rayos provenientes de un "Sol interior, apareciendo por esos enormes agujeros polares".

En 1926, Richard Evelyn Byrd, capitán de la marina americana, navegó en línea recta hacia el polo norte y continuó viajando unos 2.730 km. en esa misma dirección sin alcanzarlo, arribando, por el contrario, a una costa de aguas templadas llenas de vegetación. ¿El Reino de Hiperbórea? Entre 1946-47, Byrd revive una experiencia semejante, esta vez volando en dirección al polo sur, en una expedición denominada "High Jump", patrocinada por los EE.UU. Se cree que las expediciones del capitán fueron objeto de desinformación, ya que existe gente que afirma haber visto imágenes en "noticieros" narrados por el propio Byrd en el que describía y mostraba imágenes "de esas tierras más allá del polo" con sus montañas, árboles, ríos y un gran animal identificado como un mamut.

Estos documentales, de existir, parece que se han evaporado. Para los defensores de la Tierra hueca, el capitán habría encontrado la apertura polar y se habría introducido en ella. El que fuera operador de radio en las expediciones, Lloyd K. Grenlie, reafirmó la existencia de una cinta grabada con todo lo mencionado por Byrd. Sus detractores insinúan que sus afirmaciones no son mas que recuerdos falsos y sus comentarios como "una tierra más allá del polo" o "el gran enigma", eran formas de aludir a regiones aún inexploradas mas que a continentes escondidos en su interior.

La ciencia tiene la palabra
Según estudios realizados por geofísicos del Instituto de Tecnología de California (USA) y través de mediciones indirectas en la frontera entre las zonas líquidas y sólidas, se estima la temperatura interior del planeta en 6.300ºC y en principio, en el "centro", alcanzaría los 6.600ºC., mayor que la reinante en la superficie del Sol. Con estas cifras, admitir la idea sobre la oquedad de la tierra parece bastante disparatado.

De todas formas, debemos reconocer que a la ciencia le queda mucho aún por investigar sobre la estructura interna del planeta, porque a pesar de las prospecciones (apenas un 0.2/ 0.5% del radio terrestre) y sondeos que los geólogos han realizado, la composición de su núcleo no ha sido determinada con total seguridad. Una hipótesis -aparecida en la revista Science- del doctor Ronald Cohen llevaría a examinar algunos planteamientos de ser cierta:

"el corazón terrestre es una inmensa bola de 2.400 km. de diámetro, pero no de hierro sino de cristal, formada por átomos de hierro con su propio campo magnético".

Lo que parece fuera de toda duda par la comunidad científica es que de existir seres intraterrestres tendrían una estructura física y atómica diferente, y así podría estar "habitado" el interior del planeta por criaturas basadas en la química del silicio en lugar de la del carbono, tal y como propuso en su día el astrónomo norteamericano Thomas Gold (profesor emérito de Astronomía de la Universidad americana de Cornell). Evidentemente se tratarían de organismos microscópicos capaces de desarrollarse a enormes presiones y temperaturas en el interior de la corteza terrestre, residiendo en los pequeños poros que se encuentran en las rocas y obteniendo la energía necesaria para vivir de diversos minerales y gases disueltos.

Esta posibilidad se ha considerado prácticamente inviable por la casi totalidad de los biólogos. Pero según Thomas Gold, en el interior de algunos laboratorios geológicos se han conseguido muestras de gran profundidad y se han observado como diferentes rocas presentaban señales de la acción de estos organismos basados en el silicio que habrían pasado inadvertidos hasta ahora.

Lejos de la especulación, las únicas "criaturas" que desde hace 40 años se sabe llegan a tolerar condiciones y marcas de 3.500ºC. son los llamados hipertermófilos. Viven alrededor de chimeneas volcánicas, de fondos oceánicos, o en el agua que fluye de los géiseres. La mayoría de estos organismos son bacterias unicelulares que obtienen la energía al combinar oxígeno con sulfuro de hidrógeno. Constituyen auténticos fósiles vivientes, pues han permanecido casi sin cambios a lo largo de miles de millones de años.

Agartha y el mito del Rey del Mundo. ¿Realidad espiritual o material?
Antiguas tradiciones religiosas asiáticas (budistas tibetanas, enseñanzas hindúes, chamanes de Mongolia) desde tiempos remotos dan por cierta la existencia de un reino inmortal "invisible" donde se escondería un reducido colectivo de personas, excepcionalmente sabias y poderosas, procedentes de los continentes hundidos del Atlántico y del Pacífico. En Oriente este mundo idílico oculto es conocido como Agartha o Sambalah y en América del Sur como la ciudad del Disco Solar. Muchos sitúan este reino en valles perdidos de las cordilleras al norte del Himalaya, y otros en cavernas inaccesibles de los desiertos próximos al Gobi. Este pueblo subterráneo estaría regido por los designios de un misterioso personaje : el Rey del Mundo.

Investigadores de culturas religiosas como Andrew Tomas han estudiado a fondo este mito universal aceptando como real su existencia. Otros estudiosos, como René Guénon, han visto en la figura del soberano de este mundo intraterrestre -a caballo entre lo divino y lo humano- un principio, una dignidad y un estado espiritual:

"Es la inteligencia cósmica que refleja la luz espiritual pura" (R. Guénon, El rey del mundo).

Para otros, este tipo de mito entronca con todas las historias "fabulosas" que circulaban por occidente a propósito del reino del Preste Juan -misterioso soberano de quien según Marco Polo hablaban todos en el gran imperio y recibía tributos de la mayor parte de los gobernantes asiáticos-. Al parecer, en los archivos del Vaticano se encontraría parte de la correspondencia que mantuvo el mítico rey-sacerdote de Oriente con algunos monarcas y prelados de la Iglesia.

Es posible que todas estas narraciones que hemos rescatado del pasado funcionaran como un factor sugerente para sacar a las personas de Europa. Las salidas del continente ya habían sido promovidas por el papado en las cruzadas, y el Preste Juan (o el Rey del Mundo) sería la "idea" que movilizaría a los hombres. Representaba la figura de un rey con un enorme imperio, situado tras las líneas musulmanas en el que abundarían enormes riquezas.

Para Helena Petrovna Blavatsky, fundadora de la Sociedad Teosófica, este reino no es ninguna utopía. H. Blavatsky declararía en más de una ocasión estar en contacto con los Mahatmas (misteriosos personajes del Asia Central que detentaban poderes sobrenaturales) que le transmitían a menudo mensajes de fraternidad y misteriosas profecías destinadas a aviso y cuidado de un mundo en eminente peligro de autodestrucción. Según ella, Moisés, Platón, San Pablo... habrían sido teósofos iniciados por miembros de este Gobierno oculto. No fue hasta 1933 cuando James Hilton popularizó en Occidente la leyenda de Sambalah en su novela Horizontes perdidos, donde narra como una comunidad de grandes sabios, llamados Rishis o Mahatmas (grandes almas) viven en un paraíso de ciencia mística, oculto en algún lugar al norte del Tíbet, entre los macizos de Altin-Tag y Kum-Lum, Altai en Mongolia, Tsaidan y China. Habitantes de estas regiones atestiguaron la presencia de seres luminosos vestidos con simples túnicas blancas en medio del duro invierno tibetano.

El marqués Alejandro Saint-Yves d´Alvèdre mantuvo haber sido visitado en 1885 por dos misteriosos personajes, enviados por el gobierno universal oculto de la presente humanidad, los cuales le revelaron la existencia de Agharta y su organización espiritual y política. Con estas revelaciones, Saint-Yves escribió un libro de 200 páginas que mandó editar; pero apenas había salido la obra de la imprenta, el marqués ordenó su destrucción, ya que al parecer "contenía terribles secretos". Un solo ejemplar se escapó a la destrucción del que se haría una reedición fotomecánica, y que según cuentan, los nazis, durante la ocupación alemana, acabarían por destruir.

Los aventureros Nicholas Roerich y Ferdinand Ossendowski
Viajeros occidentales como el científico polaco Ossendowski y el pintor ruso Roerich, escucharon contar a los lamas y nativos relatos sobre túneles que convergían a un fabuloso país subterráneo donde habitaba una poderosa raza de seres que se daría a conocer cuando la humanidad hubiera llegado a unas condiciones en que pudiera recibir los conocimientos necesarios, y saldrían a la superficie para crear una nueva civilización de paz (Nostradamus anunció en sus Centurias que habría de llegar algún día el Gran Rey) ¿Quién sabe?

Ossendowski fue el primero en recoger el testigo de Agartha. Durante su huída por Siberia y Mongolia, perseguido por el ejército rojo, alcanzó tierras casi desconocidas en torno al desierto de Gobi, Manchuria y las inmediaciones del Tíbet -supuesto enclave del reino perdido-. Contactó en sus investigaciones con privilegiadas fuentes de información: aristócratas y lamas mongoles y el bibliotecario del propio Buda viviente. Dejó memoria de todo en el último capítulo del libro Bestias, hombres, Dioses. El libro daría cierto cariz de credibilidad a la existencia de Agartha, aunque muchos lo tacharían de sensacionalista y muy poco o nada riguroso.

Roerich también sintió la llamada del Himalaya y abandonó la fama para dedicarse a luchar en pro de la paz, desde su refugio en el valle de Kulu, en las montañas de Cachemira (1917). Recién muerto Lenin, en 1924, Roerich llegaría a Rusia como portador de un mensaje que le había sido transmitido por los Mahatmas (nuevamente) que habitaban en algún lugar ignorado dentro del paralelo 42. Juan Parellada de Cardellac cuenta en su libro Reinos perdidos y claves secretas que el explorador ruso habría dejado constancia en sus escritos del avistamiento de un OVNI -lo definiría como un ingenio metálico- que vio elevarse de un valle del Gobi en dirección al Tíbet.

El Dorado y el Coronel Fawcett
Por muchos definida como "la ciudad subterránea post-Amazónica, ubicada en la cordillera central y oriental del Perú que ha despertado innumerables sueños", el mito de El Dorado tomó el nombre de Paititi en Perú, Omagua en Venezuela, Manoa en la Guayana y Shangri-la de los Andes. Ligado a la leyenda de El Dorado aflora la historia del coronel Fawcett, viajero inglés que descubrió en la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro una carta (enviada por el bandeirante Francisco Raposo al vicerrey, 1754) en la que se describía el hallazgo un año antes de una extraña ciudad de piedra en el noroeste del estado de Bahía, mientras Raposo buscaba las minas de plata de Muribeca.

Extraviado en el Matto Grosso, el aventurero portugués y sus compañeros divisaron en la montaña una escalera monumental tallada en la roca que conducía a un impresionante pórtico que se abría a una fantástica ciudad. Al manuscrito (conocido como el nº 512), le acompañaba un mapa que situaba esta ciudad en los alrededores del río Xingu -afluente del amazonas-. Fawcett, acompañado de su hijo Jack, penetró en la selva amazónica en busca de la ciudad perdida. Nunca volvieron.

Se da la circunstancia de que tanto en la región sudamericana, como en las áreas que englobaría la leyenda de Agartha, han sido escenario de frecuentes apariciones OVNI. Esto ha llevado a algunos ufólogos a creer que los OVNIs podrían ser vehículos de una civilización pasada, altamente desarrollada, que permanece oculta, y sus contactos con el exterior se establecen a través del triángulo de las Bermudas, las islas Canarias, los polos o el Tíbet. Contados como Eugenio Siragusa afirman que hoy día, en el subsuelo, existen bases de "hermanos del cielo" construidas con inmensas placas de cristal, supuestamente guiadas por maestros interplanetarios de la 4arta y 5ª dimensión.

La aventura nazi también tuvo este mito en consideración, pues como se ha comentado ya hasta la saciedad, Hitler y su círculo íntimo llegaron a estar persuadidos de la realidad de este mundo oculto tras la lectura de The Coming Race (La raza que vendrá) de Bulwer Lytton. ¿Envió el führer expediciones especiales en busca de la entrada a... con la intención de aliarse con civilizaciones internas?

Rigurosamente hablando, por las investigaciones llegadas a cabo hasta el momento, podríamos concretar que si alguien o algo se moviera allí abajo, lo sabríamos. Puede que todos estos relatos -parafraseando a Serge Hutin- no sean más que símbolos de la perpetua nostalgia humana de un paraíso terrestre que sólo existe en el universo de la leyenda. Sin embargo, debemos admitir un desconocimiento importante de los lugares donde se centran estas tradiciones, pues en territorios tan vastos e inhóspitos, TODO parece ser posible.