Por Silvia Velando
La creencia en civilizaciones intraterrestres muy evolucionadas
espiritualmente forma parte de muchas tradiciones
filosóficas-religiosas del mundo. Tampoco es desdeñable el número de
personas que dan testimonio de una "realidad fantástica" con zonas
cálidas, llenas de vida vegetal y valles perdidos e en lugares
inhóspitos de nuestro subsuelo. Incluso autores de la talla de
Julio Verne,
James Hilton, C. W. Leadbeater, John G. Fuller,
el polémico
Raymond Barnard; y aventureros como Ferdinand Ossendowski
y
Nicholas Roerich, han hablado de estos reinos subterráneos a
través de sus novelas. ¿Podría estar albergando nuestro planeta
culturas vivas en su interior?
Por excéntrico que pueda parecer el planteamiento anterior, no debemos
despreciar un argumento bastante significativo: en casi toda la
tierra se tienen noticias de cuevas subterráneas y sistemas de
túneles -como el entramado que se extiende bajo la superficie del
Yucatán, montañas de Paucartambo en Perú,
sierra del Roncador en Brasil, cuevas de
Afganistán, monte Kailós en el Tíbet...-
que conectan no sólo áreas diferentes dentro del mismo continente,
sino que, en opinión de algunos investigadores, bien pudieran "unir"
diferentes partes del globo. En realidad, todas las tradiciones
antiguas se basan en ésta supuesta existencia de ciudades
intraterrenas conectadas mediante una vasta red de pasadizos,
mas que en la -no menos fantástica- creencia de una "tierra hueca"
que algunos autores como Raymond Barnard
proponen.
Exploradores como Juan Moriaz, y sacerdotes como Carlos
Crepi, habrían encontrado en estos túneles perdidos del Ecuador
(cueva de "los Tayos"), láminas de piedra y oro con
signos ideográficos grabados que describen los orígenes de la
historia humana, según recoge fielmente Erik Von Däniken en
El oro de los dioses. A este enclave sudamericano, que aún hoy
día constituye un misterio por descifrar, se vincula una interesante
leyenda sobre la mítica Shambalah o Agharta,
y las historias que de ella se desprenden. Historias sobre una
ciudad santa oculta en los Himalayas, que bien merecen punto y
aparte dentro de este artículo.
Se ha dicho que el origen de las sociedades subterráneas podría estar
en los continentes desaparecidos del Atlántico y del Pacífico:
la Atlántida, Lemur o Thule
(esta última en la tradición helénica se corresponde con el reino de
hiperbórea: una tierra paradisíaca, perdida más allá de la barrera
de los hielos, donde existe una raza que irradia un poder espiritual
capaz de influir en los sentimientos colectivos del planeta). Tanto
en oriente como en occidente se suceden las descripciones sobre los
integrantes de estas enigmáticas sociedades, y no faltan los
testigos que dan crédito a la existencia de seres dorados de los que
emana una intensa luz blanquecina.
Oquedades polares
La posibilidad de que la tierra sea hueca, y de que se pueda entrar en
ella a través de los polos norte y sur, ha alimentado la imaginación
de la humanidad desde hace mucho tiempo. Por si fuera poco, unas
supuestas fotografías de una abertura en el polo norte tomada por
los
satélites ESSA-3 el 6 de enero de 1967 y ESSA-7
el 23 de noviembre de 1968, parece facilitar esta teoría.
Para los partidarios de la
tierra hueca, sus hipótesis no únicamente estriban en estas
controvertidas fotos (reproducidas en 1970 por la revista Flying
Saucers del editor
Ray Palmer) sino que al parecer diferentes exploradores dicen
haber visto cenizas volcánicas donde no hay volcanes, calor
inexplicable donde deberían reinar temperaturas bajo cero, huellas
de animales en lugares nada accesibles, icebergs de agua dulce en el
océano Ártico ...
Leonard Euler, matemático del siglo XVIII,"dedujo" que la
tierra era hueca y contenía un Sol central. El doctor Edmond
Halley (descubridor del cometa Halley y astrónomo real de
Inglaterra) también creía en esta teoría.
Claves Symnes (ex-capitán de infantería de Ohio) se mantenía
convencido de que nuestro mundo consistía en realidad en un sistema
de esferas huecas concéntricas. El escritor Raymond Barnard
(antes mencionado), en su libro La tierra hueca lanzó la
complicada -y absurda para muchos- teoría de que el centro de
gravedad del planeta no estaría en el núcleo sino en la corteza
terrestre, y que las auroras polares estarían causadas por los rayos
provenientes de un "Sol interior, apareciendo por esos enormes
agujeros polares".
En 1926, Richard Evelyn Byrd, capitán de la marina americana,
navegó en línea recta hacia el polo norte y continuó viajando unos
2.730 km. en esa misma dirección sin alcanzarlo, arribando, por el
contrario, a una costa de aguas templadas llenas de vegetación. ¿El
Reino de Hiperbórea? Entre 1946-47, Byrd revive una
experiencia semejante, esta vez volando en dirección al polo sur, en
una expedición denominada "High Jump", patrocinada por
los EE.UU. Se cree que las expediciones del capitán fueron objeto de
desinformación, ya que existe gente que afirma haber visto imágenes
en "noticieros" narrados por el propio
Byrd en el que describía y mostraba imágenes "de esas tierras
más allá del polo" con sus montañas, árboles, ríos y un gran animal
identificado como un mamut.
Estos documentales, de existir, parece que se han evaporado.
Para los defensores de la Tierra hueca, el capitán
habría encontrado la apertura polar y se habría introducido en ella.
El que fuera operador de radio en las expediciones, Lloyd K.
Grenlie, reafirmó la existencia de una cinta grabada con todo lo
mencionado por Byrd. Sus detractores insinúan que sus
afirmaciones no son mas que recuerdos falsos y sus comentarios como
"una tierra más allá del polo" o "el gran enigma", eran formas de
aludir a regiones aún inexploradas mas que a continentes escondidos
en su interior.
La ciencia tiene la palabra
Según estudios realizados por geofísicos del Instituto de Tecnología
de California (USA) y través de mediciones indirectas en la frontera
entre las zonas líquidas y sólidas, se estima la temperatura
interior del planeta en 6.300ºC y en principio, en el
"centro", alcanzaría los 6.600ºC., mayor que la reinante en la
superficie del Sol. Con estas cifras, admitir la idea sobre la
oquedad de la tierra parece bastante disparatado.
De todas formas, debemos reconocer que a la ciencia le queda mucho aún
por investigar sobre la estructura interna del planeta, porque a
pesar de las prospecciones (apenas un 0.2/ 0.5% del radio terrestre)
y sondeos que los geólogos han realizado, la composición de su
núcleo
no ha sido determinada con total seguridad. Una
hipótesis -aparecida en la revista Science- del doctor
Ronald Cohen llevaría a examinar algunos planteamientos de ser
cierta:
"el corazón terrestre es
una inmensa bola de 2.400 km. de diámetro, pero no de hierro sino de
cristal, formada por átomos de hierro con su propio campo
magnético".
Lo que parece fuera de
toda duda par la comunidad científica es que de existir seres
intraterrestres tendrían una estructura física y atómica diferente,
y así podría estar "habitado" el interior del planeta por criaturas
basadas en la química del silicio en lugar de la del
carbono, tal y como propuso en su día el astrónomo norteamericano
Thomas Gold (profesor emérito de Astronomía de la Universidad
americana de Cornell). Evidentemente se tratarían de organismos
microscópicos capaces de desarrollarse a enormes presiones y
temperaturas en el interior de la corteza terrestre, residiendo en
los pequeños poros que se encuentran en las rocas y obteniendo la
energía necesaria para vivir de diversos minerales y gases
disueltos.
Esta posibilidad se ha considerado prácticamente inviable por la casi
totalidad de los biólogos. Pero según Thomas Gold, en el
interior de algunos laboratorios geológicos se han conseguido
muestras de gran profundidad y se han observado como diferentes
rocas presentaban señales de la acción de estos organismos basados
en el silicio que habrían pasado inadvertidos hasta ahora.
Lejos de la especulación, las únicas "criaturas" que desde hace 40
años se sabe llegan a tolerar condiciones y marcas de 3.500ºC. son
los llamados hipertermófilos. Viven alrededor de
chimeneas volcánicas, de fondos oceánicos, o en el agua que
fluye de los géiseres. La mayoría de estos organismos son bacterias
unicelulares que obtienen la energía al combinar oxígeno con sulfuro
de hidrógeno. Constituyen auténticos fósiles vivientes, pues han
permanecido casi sin cambios a lo largo de miles de millones de
años.
Agartha y el mito del Rey del Mundo. ¿Realidad espiritual o
material?
Antiguas tradiciones religiosas asiáticas (budistas tibetanas,
enseñanzas hindúes, chamanes de Mongolia) desde tiempos
remotos dan por cierta la existencia de un reino inmortal
"invisible" donde se escondería un reducido colectivo de personas,
excepcionalmente sabias y poderosas, procedentes de los continentes
hundidos del Atlántico y del Pacífico. En Oriente este mundo idílico
oculto es conocido como
Agartha o Sambalah y en América del Sur como
la
ciudad del Disco Solar. Muchos sitúan este reino en
valles perdidos de las cordilleras al norte del Himalaya, y otros en
cavernas inaccesibles de los desiertos próximos al Gobi.
Este pueblo subterráneo estaría regido por los designios de un
misterioso personaje : el Rey del Mundo.
Investigadores de culturas religiosas como Andrew Tomas han
estudiado a fondo este mito universal aceptando como real su
existencia. Otros estudiosos, como René Guénon, han visto en
la figura del soberano de este mundo intraterrestre -a caballo entre
lo divino y lo humano- un principio, una dignidad y un estado
espiritual:
"Es la inteligencia
cósmica que refleja la luz espiritual pura"
(R. Guénon, El rey
del mundo).
Para otros, este tipo de
mito entronca con todas las historias "fabulosas" que circulaban por
occidente a propósito del
reino del Preste Juan -misterioso soberano de quien según
Marco Polo hablaban todos en el gran imperio y recibía tributos
de la mayor parte de los gobernantes asiáticos-. Al parecer, en los
archivos del Vaticano se encontraría parte de la
correspondencia que mantuvo el mítico rey-sacerdote de Oriente con
algunos monarcas y prelados de la Iglesia.
Es posible que todas estas narraciones que hemos rescatado del pasado
funcionaran como un factor sugerente para sacar a las personas de
Europa. Las salidas del continente ya habían sido promovidas por el
papado en las cruzadas, y el Preste Juan (o el
Rey del Mundo) sería la "idea" que movilizaría a los
hombres. Representaba la figura de un rey con un enorme imperio,
situado tras las líneas musulmanas en el que abundarían enormes
riquezas.
Para Helena Petrovna Blavatsky, fundadora de la Sociedad
Teosófica, este reino no es ninguna utopía. H. Blavatsky
declararía en más de una ocasión estar en contacto con los
Mahatmas (misteriosos personajes del Asia Central que
detentaban poderes sobrenaturales) que le transmitían a menudo
mensajes de fraternidad y misteriosas profecías destinadas a aviso y
cuidado de un mundo en eminente peligro de autodestrucción. Según
ella, Moisés, Platón, San Pablo... habrían sido teósofos iniciados
por miembros de este Gobierno oculto. No fue hasta
1933 cuando James Hilton popularizó en Occidente la leyenda
de
Sambalah en su novela Horizontes perdidos, donde
narra como una comunidad de grandes sabios, llamados Rishis
o Mahatmas (grandes almas) viven en un paraíso de
ciencia mística, oculto en algún lugar al norte del
Tíbet, entre los macizos de Altin-Tag y Kum-Lum, Altai
en Mongolia, Tsaidan y China. Habitantes de estas regiones
atestiguaron la presencia de seres luminosos vestidos con simples
túnicas blancas en medio del duro invierno tibetano.
El marqués Alejandro Saint-Yves d´Alvèdre mantuvo haber sido
visitado en 1885 por dos misteriosos personajes, enviados por el
gobierno universal oculto de la presente humanidad, los cuales le
revelaron la existencia de Agharta y su organización
espiritual y política. Con estas revelaciones, Saint-Yves
escribió un libro de 200 páginas que mandó editar; pero apenas había
salido la obra de la imprenta, el marqués ordenó su destrucción, ya
que al parecer "contenía terribles secretos". Un solo
ejemplar se escapó a la destrucción del que se haría una reedición
fotomecánica, y que según cuentan, los nazis, durante la ocupación
alemana, acabarían por destruir.
Los aventureros Nicholas Roerich y Ferdinand Ossendowski
Viajeros occidentales como el científico polaco Ossendowski y
el pintor ruso Roerich, escucharon contar a los lamas y
nativos relatos sobre túneles que convergían a un fabuloso país
subterráneo donde habitaba una poderosa raza de seres que se daría a
conocer cuando la humanidad hubiera llegado a unas condiciones en
que pudiera recibir los conocimientos necesarios, y saldrían a la
superficie para crear una nueva civilización de paz (Nostradamus
anunció en sus
Centurias
que habría de llegar algún día el Gran Rey) ¿Quién sabe?
Ossendowski fue el primero en recoger el testigo de
Agartha. Durante su huída por Siberia y Mongolia, perseguido
por el ejército rojo, alcanzó tierras casi desconocidas en torno al
desierto de Gobi, Manchuria y las inmediaciones del Tíbet -supuesto
enclave del reino perdido-. Contactó en sus investigaciones con
privilegiadas fuentes de información: aristócratas y lamas mongoles
y el bibliotecario del propio Buda viviente. Dejó memoria de todo en
el último capítulo del libro Bestias, hombres, Dioses. El
libro daría cierto cariz de credibilidad a la existencia de
Agartha, aunque muchos lo tacharían de sensacionalista y muy
poco o nada riguroso.
Roerich también sintió la llamada del Himalaya y abandonó la
fama para dedicarse a luchar en pro de la paz, desde su refugio en
el valle de Kulu, en las montañas de Cachemira (1917). Recién muerto
Lenin, en 1924, Roerich llegaría a Rusia como portador de un
mensaje que le había sido transmitido por los Mahatmas
(nuevamente) que habitaban en algún lugar ignorado dentro del
paralelo 42. Juan Parellada de Cardellac cuenta en su
libro Reinos perdidos y claves secretas que el explorador
ruso habría dejado constancia en sus escritos del avistamiento de un
OVNI -lo definiría como un ingenio metálico- que vio
elevarse de un valle del Gobi en dirección al Tíbet.
El Dorado y el Coronel Fawcett
Por muchos definida como "la ciudad subterránea post-Amazónica,
ubicada en la cordillera central y oriental del Perú que ha
despertado innumerables sueños", el mito de El Dorado
tomó el nombre de
Paititi
en Perú, Omagua en Venezuela, Manoa en la
Guayana y
Shangri-la de los Andes. Ligado a la leyenda de El
Dorado aflora la historia del coronel Fawcett, viajero inglés
que descubrió en la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro una carta
(enviada por el bandeirante Francisco Raposo al vicerrey, 1754) en
la que se describía el hallazgo un año antes de una extraña ciudad
de piedra en el noroeste del estado de Bahía, mientras
Raposo buscaba las minas de plata de Muribeca.
Extraviado en el Matto Grosso, el aventurero portugués y sus
compañeros divisaron en la montaña una escalera monumental tallada
en la roca que conducía a un impresionante pórtico que se abría a
una fantástica ciudad. Al manuscrito (conocido como el nº 512), le
acompañaba un mapa que situaba esta ciudad en los alrededores del
río Xingu -afluente del amazonas-. Fawcett, acompañado de su
hijo Jack, penetró en la selva amazónica en busca de la ciudad
perdida. Nunca volvieron.
Se da la circunstancia de que tanto en la región sudamericana, como en
las áreas que englobaría la leyenda de Agartha, han
sido escenario de frecuentes apariciones OVNI. Esto ha
llevado a algunos ufólogos a creer que los OVNIs podrían ser
vehículos de una civilización pasada, altamente desarrollada, que
permanece oculta, y sus contactos con el exterior se establecen a
través del triángulo de las Bermudas, las islas Canarias, los polos
o el Tíbet. Contados como Eugenio Siragusa
afirman que hoy día, en el subsuelo, existen bases de "hermanos
del cielo" construidas con inmensas placas de cristal, supuestamente
guiadas por maestros interplanetarios de la 4arta y 5ª dimensión.
La aventura nazi también tuvo este mito en consideración, pues como se
ha comentado ya hasta la saciedad, Hitler y su círculo íntimo
llegaron a estar persuadidos de la realidad de este mundo oculto
tras la lectura de The Coming Race (La raza que vendrá) de
Bulwer Lytton. ¿Envió el führer expediciones especiales en busca
de la entrada a... con la intención de aliarse con civilizaciones
internas?
Rigurosamente hablando, por las investigaciones llegadas a cabo hasta
el momento, podríamos concretar que si alguien o algo se moviera
allí abajo, lo sabríamos. Puede que todos estos relatos
-parafraseando a
Serge Hutin- no sean más que símbolos de la perpetua nostalgia
humana de un paraíso terrestre que sólo existe en el universo de la
leyenda. Sin embargo, debemos admitir un desconocimiento importante
de los lugares donde se centran estas tradiciones, pues en
territorios tan vastos e inhóspitos, TODO parece ser posible.
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