CAPÍTULO II
LOS TESTIGOS MENORES
Estos testigos sólo cuentan lo que han visto o pretenden haber visto, sin
comentar mucho; la crítica sólo lleva aquí a detalles frecuentemente
insignificantes. El lector me disculpará por ello: los grandes enigmas del
problema de los campos de concentración solamente pueden ser abordados con los
testigos mayores, pero no se pueden olvidar los otros.
I.--Hermano Birin (Verdadero nombre: Alfred Untereiner)
Publicó un relato cronológico de su paso por Buchenwald y Dora.
Título: 16 meses de presidio.
Publicado por la editora Matot-Braine, en Reims, el 20 de junio de 1946.
Prefacio de Emile Bollaert.
En el prólogo las circunstancias que motivaron su arresto y su deportación.
En el apéndice, un poema en versos libres del abate Jean-Paul Renard: He visto, he visto y he vivido...
Y en el epílogo, dos notificaciones; una comunicando la
[142] concesión de la Cruz de guerra, otra el ingreso en la orden de la Legión de honor, así como un extracto del discurso pronunciado por Emile Bollaert, entonces comisario de la república de Estrasburgo, con motivo de esto último.
Fue detenido en diciembre de 1943, deportado a Buchenwald el 27 de enero de 1944 y a Dora el 13 de marzo siguiente. Formamos parte de los mismos convoys de deportación y de transporte desde un campo al otro. Por otra parte, nuestros números de registro se seguían muy de cerca: 45.652 para él, 44.362 el mío.
Hemos sido liberados juntos. Pero en el interior del campo nuestros destinos fueron divergentes: gracias al perfecto conocimiento de la lengua alemana que él tenía por su origen alsaciano logró hacerse asignar como secretario de la Arbeitsstatistik, puesto privilegiado por excelencia, mientras que yo seguía la suerte común que sólo interrumpió la enfermedad.
Como secretario en la Arbeitsstatistik prestó innumerables servicios a un número considerable de presos, y especialmente a los franceses. Su abnegación carecía de límites. Implicado en un complot que yo siempre he creído aparente, fue encarcelado en la prisión del camnpo durante los cuatro o cinco últimos meses de su deportación.
Actualmente enseña - salvo error - en las escuelas cristianas de Epernay.
16 meses de presidio pretende ser un fiel relato. «Yo, sin embargo, sólo quiero relatar lo que he visto», escribe el autor (página 38.) Quizá, por otra parte, lo cree muy sinceramente.
Se le va a juzgar.
LA SALIDA HACIA ALEMANIA. (Desde la estación de Compiègne).
«Se nos hizo entrar en un vagón "8 caballos, 40 hombres"... pero en número de 125.» (Página 28.)
En realidad, a la salida del campo de Royallieu, se nos colocó en columnas de a cinco y por secciones de cien, siendo destinada cada sección a un vagón. Quince o veinte enfermos habían sido llevados a la estación en coche y se beneficiaron de un vagón completo para ellos solos. La última sección de la larga columna que desfiló aquella mañana por las calles de Compiègne, entre soldados
[143] alemanes armados hasta los dientes, era incompleta. Comprendía unas cuarenta personas que fueron repartidas por todos los vagones al final del embarco. Nosotros recibimos a tres en nuestro vagón, lo cual subió nuestro número a ciento tres. Yo dudo de que haya habido razones especiales para que el vagón en el cual se encontraba el hermano Birin recibiese veinticinco.) De todas maneras, aunque hubiese sido así, hubiera sido necesario presentar honestamente el hecho coma una excepción.
LA LLEGADA A BUCHENWALD.
«Todo recién llegado debe pasar a la desinfección. Primeramente al "esquileo" general, donde barberos improvisados, riendo con ironía, se divierten en nuestra confusión y de las cortaduras que por prisa o torpeza ocasionan a sus pacientes Tal como un rebaño de ovejas privadas de su vellón, los detenidos son arrojados desordenadamente a un gran estanque de agua cresolada a fuerte dosis. Manchado de sangre, ensuciado por inmundicias, este baño sirve para todo el destacamento. Fustigadas con porras, se obliga a las cabezas a meterse debajo del agua. Al final de cada sesión, los ahogados son extraídos de este abyecto depósito.» (Página 35.)
El lector desprevenido pensará con toda seguridad que estos barberas improvisados que ríen con ironía y acribillan a sus pacientes son de la S.S. y que las porras que fustigan las cabezas son manejadas por los mismos. De ningún modo, son presos. Y al estar ausentes los de la S.S. de esta ceremonia que sólo vigilan de lejos, nadie les obliga a comportarse coma lo hacen. Pero la precisión es omitida y la responsabilidad recae en su totalidad sobre la S.S.
Esta confusión, que ya no censuraré más, es mantenida a lo largo del libro por el mismo procedimiento.
EL RÉGIMEN DEL CAMPO.
«Levantarse a las tres de la mañana, alimentación claramente insuficiente para doce horas de trabajo: un litro de sopa, de doscientos a doscientos cincuenta gramos de pan y veinte gramos de margarina.» (Página 40.)
[144]
¿Por gué diablos haber olvidado u omitido mencionar el medio litro de café por la mañana y por la noche y la rodaja de salchichón o la cucharada de queso o de confitura que acompañaban regularmente a los veinte gramos de margarina? El carácter de insuficiencia de la nutrición cotidiana no hubiese sido menos marcado y la veracidad de la información hubiera sufrido menos.
«Después de marzo, mil doscientos franceses, entre los que me encontraba, fuimos designados para un destino desconocido. Antes de partir recibimos los trajes de presidiarios, con rayas azules y blancas: chaqueta y pantalón solamente, que no podían protegernos del frío.» (Página 41.)
Yo era de este convoy. Todos teníamos, además, un capote. Si esta indumentaria no podía resguardarnos del frío no se debía al número de piezas que la formaban, sine a que estas piezas eran de fibrana.
EN DORA.
«El campo de Dora comenzó a instalarse en noviembre de 1943...» (Página 46.)
El primer convoy llegó allí, con toda exactitud, el 28 de agosto de 1943.
«Allí, como en Buchenwald, al descender de los vagones nos esperaban los de la S.S. Un camino atravesado por baches llenos de agua conduce al campo. Fue recorrido a paso de carrera. Los nazis, calzados con botas altas, nos perseguían y lanzaban sus perros sobre nosotros... Esta corrida de toros de un nuevo género iba acompañada por numerosos disparos de fusil y alaridos inhumanos...» (Páginas 43 y 44.)
Yo no recuerdo que se lanzase a los perros sobre nosotros, ni
[145] que se disparasen tiros. Por el contrario, recuerdo muy bien que los Kapos y los Lagerschutz que vinieron a hacerse cargo de nosotros eran mucho más brutales que los soldados de la S.S. que nos habían escoltado.
Antes de pasar a dos errores muy graves, quisiera todavía citar otros dos que lo son menos, pero que acusan la ligereza del testimonio, sobre todo cuando se sabe que por sus funciones en el campo su autor estaba en posesión de la situación de los efectivos, lo cual le quita toda excusa:
«Sólo mencionaré a este buen anciano doctor Mathon, conocido con el apodo de papá Girard...» (Página 81.)
«Durante diez meses, he llevado siempre sobre mí la Sagrada Forma. Algunos sacerdotes exponiéndose constantemente a la muerte, me abastecieron de nuevo sin cesar. Debo nombrar aquí al abate Bourgeois, al R. P. Renard, trapense, y al querido abate Amyot d'Inville...» (Página 87.)
Por una parte, había en Dora un doctor Mathon y un doctor Girard. El segundo era muy anciano y es al que hemos llamado el buen papá Girard. Por otra, el abate Bourgeois murió en el segundo mes después de su llegada a Dora, entre el 10 y el 30 de abril de 1944, antes de la salida de un transporte de enfermos para el cual había sido designado. Por tanto, él no ha podido abastecer al hermano Birin durante diez meses. Se podría añadir aún que si bien los sacerdotes eran maltratados por las mismas razones que los demás deportados y además por su condición religiosa, sin embargo no se exponían a la muerte conservando junto a ellos la Sagrada Forma.
UNOS ERRORES GRAVES.
«Las mujeres de la S.S. designaban también a sus víctimas y con mayor cinismo todavía que sus maridos. Lo que ellas deseaban eran bellas pieles humanas, tatuadas artísticamente. Para complacerlas, se ordenaba una reunión en la plaza, siendo obligatorio el
[146]
vestido a lo Adán. Después, pasaban estas damas entre las filas y, como en la exposición de una modista, hacían su elección.» (Páginas 73 y 74.)
No es exacto que hayan sucedido tales cosas en Dora. En Buchenwald hubo el asunto de una lámpara de piel humana tatuada. Figura en los documentos de Ilse Koch llamada «la perra de Buchenwald». E incluso en Buchenwald, el hermano Birin no puede haber asistido a la elección de las víctimas coma pretende en su ya citada declaración de la página 38, por ser anteriores a nuestra llegada los hechos incriminados, si es cierto que se produjeron realmente.
Además, él da a esta selección de las víctimas un carácter de costumbre y de generalización, y hace de ella una descripción notablemente precisa. ¿Cómo no se va a pensar que la acusación que pesa sobre Ilse Koch respecto a este, resulta muy frágil si el que ha situado el hecho en Buchenwald basándose sobre el cuerpo del delito (las lámparas en cuestión) lo ha hecho por el mismo procedimiento? (4)
Para terminar con este asunto, quisiera precisar que en febrero y marzo de 1944, el rumor de los internados en Buchenwald acusaba a los dos Kapos del Steinbruch y del Gärtnerei (5) de este crimen, perpetrado antaño por ellos con la complicidad de casi todos su colegas. Los dos compinches, se decía, habían industrializado la muerte de los presos tatuados, y por conducto del Kapo y del S.S. de servicio en el crematorio vendían las pieles a Ilse Koch y a otros a cambio de pequeños favores.
Pero ¿se paseaban por el campo la mujer del comandante y las otras mu jeres de los oficiales en busca de bellos tatuajes a cuyos propietarios designaban ellas mismas para la muerte? ¿Se organizaban formaciones con vestido a lo Adán para facilitarles esta búsqueda? Yo no puedo confirmarlo ni anularlo. Todo lo que puedo decir es que, contrariamente a lo que afirma el hermano Birin, esto no se ha producido nunca en Dora ni en Buchenwald durante nuestro internamiento común.
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«Cuando el sabotaje parecía cierto, se colgaba de una manera más cruel. Los reos eran levantados de la tierra por la tracción de un torno eléctrico que les despegaba lentamente del suelo. No habiendo sufrido la sacudida fatal que acogota al reo y frecuentemente le parte la nuca, los desdichados pasaban por todos los horrores de la agonía.
»Otras veces se plantaba un gancho de carnicero bajo la mandíbula del condenado que era suspendido por este bárbaro medio.» (Página 76.)
Es exacto que al final de la guerra, a fines de 1944 y comienzos de 1945, los sabotajes se hicieron tan numerosos que se ahorcaba en grupos. Se tomó la costumbre de ahorcar no solamente en la plaza sino en el mismo túnel, con la ayuda de un polipasto movido por un torno, y con maderos de ejecoción semejantes a los de un campo de fútbol. El 8 de marzo de 1945, fueron colgados de esta manera dieciocho reos, y el domingo de Ramos cincuenta y siete - ¡el domingo de Ramos, ocho días antes de la liberación cuando ya oíamos muy cerca los cañones aliados y el resultado de la guerra no podía ser dudoso para la S.S.!
Pero la historia del gancho de carnicero, contada con referencia a Buchenwald, donde se encontró el instrumento en el horno crematorio, tiene todas las probabilidades de ser falsa en lo concerniente a Dora. En todo caso, yo nunca oí hablar de elloe en los propios lugares y no cuadra además con las costumbres habituales del campo.
«Por instigación del famoso Oberscharführer Sanders, S.S. con el que tuve que habérmelas, fueron empleados otros medios de ejecución para los saboteadores.
»Los desgraciados eran condenados a cavar estrechas zanjas, y se obligaba a sus camaradas a enterrarles en ellas hasta el cuello. Quedaban abandonados en esta situación durante cierto tiempo. Luego, un S.S. armado con un hacha de mango largo cortaba las cabezas.
»Pero el sadismo de ciertos S.S. les hizo encontrar un género de muerte más cruel. Ordenaron a los otros
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presos que pasasen con carretillas de arena sobre estas pobres cabezas. Todavía estoy obsesionado por estes miradas que, etc...» (Página 77.)
Esto tampoco sucedió nunca en Dora. Pero la historia me fue contada en el campo, poco más o menos en los mismos términos, por presos llegados de otros campos y que pretendían haber asistido a la escena: Mauthausen, Birkenau, Flössenburg, Neuengamme, etc. De regreso en Francia, la he encontrado en diversos autores: no había ningún interés en hacerla figurar en un testimonio escrito a cuenta de un campo donde no se ha producido. Tomando a un autor en flagrante delito de error, la opinión pública francesa duda respecto a todos los campos y la opinión pública alemana saca argumento de la mentira.
EL DESTINO DE LOS DEPORTADOS.
«Como Geheimnisträger (portadores del secreto de las V1 y V2) nosotros sabíamos que estábamos condenados a muerte y destinados para ser matados al acercarse los aliados.» (Página 97.)
Aquí no se trata de un hecho sino de un argumento. Ha sido utilizado por todos los autores de declaraciones, hasta incluso por León Blum en El último mes. Este ha encontrado una apariencia de justificación en el caso de los deportados a los que poco tiempo antes de la liberación se les metió en unos barcos y perecieron ahogados en el Báltico al ser hundidos los barcos desde tierra, (6) así como en una declaración del doctor de la S.S. de Dora que atestiguó la existencia de órdenes secretas en este sentido y por eso salvó la vida.
El problema planteado es el de saber si los presos ahogados en el Báltico constituyen un hecho aislado debido a las iniciativas
[149] demasiado celosas de los subalternos a última hora, o bien formaban parte de un plan de exterminio general elaborado en los servicios del Reichsführer de la S.S., Himmler, jefe del departamento de policía. Que yo sapa, no parece que existan textos en favor de la segunda hipótesis y el historiador puede sospechar que el médico de la S.S. de Dora sólo hizo esta declaración para salvar la vida.
En todo caso, los Geheimnisträger de Dora no fueron exterminados. El convoy en el que se encontraba León Blum tampoco. Siempre se podrá decir que si pasó esto poco más o menos en cualquier otro lugar que no fuese el Báltico, fue únicamente porque en el desorden de la derrota alemana la S.S. no tuvo el tiempo ni los medios para poner en ejecución sus siniestros proyectos.
Pero el razonamiento es gratuito. Ya que en lo que concierne a los ahogados del Báltico, la tesis alemana (nota 67 de la página anterior) parece tan plausible como la tesis francesa; de ello hace fe la acogida que le ha dispensado el mundo entero.
II.--Abate JEAN-PAUL RENARD
Fue deportado con el número de registro 39.727. En Buchenwald nos precedió al
hermano Birin y a mí en algunas semanas, y después en Dora donde le volvimos a
encontrar.
Publicó una colección de poemas inspirados en un misticismo a veces conmovedor
con el título de Cadenas y luces. Estos poemas constituyen una serie de
reacciones espirituales más que una prueba de testimonio objetivo.
Sin embargo, uno de ellos enumera hechos: «Yo he visto, he visto y he vivido...»
El hermano Birin lo publica coma apéndice de su propio testimonio, tal como
indiqué en otro lugar.
En él se puede leer:
«Yo he visto entrar en las duchas a miles y miles de personas sobre las cuales
se vertían gases asfixiantes a modo de líquido.
»Yo he visto inyectar en el corazón a los ineptos para el trabajo.»
[150]
En realidad, el abate Jean-Paul Renard no ha visto nada de esto, ya que ni en
Buchenwald ni en Dora existían cámaras de gas. En cuanto a la inyección, método
que tampoco se practicó en Dora, ya no se empleaba más en Buchenwald en el
momento en que él estuvo allí.
Cuando a comienzos de 1947 se lo hice observar, me respondió:
«De acuerdo, pero este sólo es un giro literario... y, como estas cosas a pesar
de todo han sucedido en alguna parte, ello apenas tiene importancia.»
Yo encontré el razonamiento delicioso. En aquel momento no me atreví a objetar
que la batalla de Fontenoy también fue una realidad histórica pero que no era
una razón para decir en un "giro literario" semejante que él había asistido a
ella. Ni me atreví a decirle que si veintiocho mil supervivientes de los campos
nazis pretendieran haber asistido a todos los horrores recogidos por todos los
testimonios, los campos tomarían ante la historia un aspecto muy diferente al
que tendrían si cada uno de ellos se limitase a decir solamente lo que había
visto. Ni tampoco a afirmar que había interés en que ninguno de nosotros fuese
tomado en flagrante delito de mentira o de exageración.
Posteriormente, en julio de 1947, «Yo he visto, he visto y he vivido...»,
apareció en Cadenas y luces. Tuve la satisfacción de comprobar que si bien el
autor había dejado subsistir íntegramente su testimonio sobre la inyección, sin
embargo en lo concerniente a las cámaras de gas había añadido honestamente una
nota marginal que trasladaba la responsabilidad sobre otro deportado.
III.--Abate ROBERT PLOTON
Fue párroco de la iglesia de la Natividad, en St. Etienne. Actualmente es
párroco de Firminy.
Deportado en Buchenwald con el número de registro 44.015, en enero de 1944, en
el mismo convoy que yo. Fuimos a parar juntos al bloque 48, que abandonamos
también juntos para ir a Dora.
Publicó en marzo de 1946 De Montluc à Dora, en la editorial Dumas de
St.-Etienne.
[151]
Testimonio sin pretensiones que ocupa 90 páginas. El abate Robert Ploton cuenta
simplemente los hechos, tal como los ha visto sin profundizar nada y
frecuentemente sin control. Manifiestamente es obra de buena fe, y si peca es
por una predisposición natural hacia lo superficial, agravada por la prisa que
se ha dado en contar sus recuerdos.
En el momento de la derrota alemana fue conducido a Bergen-Belsen: él escribe
Belsen-Bergen a lo largo del capítulo que relata el acontecimiento, lo cual hace
que no se pueda pensar en un error tipográfico.
En el bloque 48 de Buchenwald ha oído decir que
«Nosotros estamos bajo las órdenes de un preso alemán, ex diputado comunista en
el Reichstag.» (Página 26.)
y lo ha admitido. En realidad, este jefe de bloque, Erich, sólo era hijo de un
diputado comunista.
En lo que a la alimentación se refiere, sin duda en condiciones similares, ha
escrito:
«En principio el menú diario comprendía un litro de sopa, 400 gramos de un pan
muy denso, 20 gramos de margarina obtenida de la hulla y un postre variable:
unas veces una cucharada de confitura, otras queso blanco, o bien un ersatz de
salchichón.» (Páginas 63 y 64.)
Tanta gente ha dicho que la margarina era extraída de la hulla, tantos
periódicos lo han escrito sin ser desmentidos, que ya no se planteó más la
cuestión sobre el origen exacto de este producto. En definitiva, Louis
Martin-Chauffier ha obrado major escribiendo:
«Parece que nada les agradaba (a los de la S.S.) que no fuese artificial: y la
margarina que nos distribuían parcamente les gustaba por ser un producto
obtenido de la huila. En la caja de cartón se podía leer: Garantizado sin
materia grasa.» De El hombre y la bestia. (Página 95.)
[152]
Cuando el abate Ploton empieza a hablar de la emblemática de los detenidos,
encuentra ocho categorías sin darse cuenta de que realmente hubo unas treinta y
de que es incompleto.
Cuando habla del régimen del campo, escribe:
«Uno de los medios más eficaces y más innobles de degradación moral inspirada en
las consignas de Mein Kampf es el de confiar la policía del campo a algunos
presos escogidos de manera casi exclusiva entre los alemanes.» (Página 28.)
pues no sabe que este procedimiento innoble es utilizado en todas las prisiones
del mundo precisamente parque es eficaz, y lo era mucho antes de que Hitler
escribiese Mein Kampf (7) ¿Es necesario recordar que en el Dante no vio nada de
Albert Londres se determina la parte de Francia en su aplicación a sus prisiones
y presidios?
Sobre la duración de las formaciones, que afectó a todos los presos, él da la
siguiente explicación:
« Esperamos a que las cifras sean comprobadas, trabajo laborioso cuya duración
depende del talante del Rapport-Führer de la S.S.» (Página 59.)
Pues bien, si la duración de las formaciones dependía del talante del
Rapportführer de la S.S., también dependía de la gente encargada de establecer
diariamente la situación de los efectivos. Entre ellos, estaban los de la S.S.,
que generalmente sabían contar, pero había también y sobre todo presos
analfabetos o poco menos, que sólo se habían convertido en secretarios o
contables de la Arbeitsstatistik por recomendación. No hay que olvidar que el
empleo de cada preso en un campo de concentración estaba determinado por su maña
y no por su capacidad. En Dora, coma en todas partes, se encontraban albañiles
que eran contables, los contables eran albañiles o carpinteros, los carreteros
médicos o cirujanos, e incluso podía suceder que un médico o un cirujano fuesen
ajustadores, electricistas o terraplenadores. (8)
[153]
Respecto a las inyecciones, el abate Robert Ploton se coloca entre la opinión
general:
«Sin embargo la enfermería tuvo que extenderse y multiplicar sus barracones por
la ladera de la colina. Los tuberculosos incurables terminaban allí su pobre
existencia bajo el efecto de una inyección eutanásica.» (Página 67.)
lo cual es falso. (9)
Salvo estas observaciones, a este testigo improvisado no le ofusca la manía de
exagerar. Está solamente abrumado por una experiencia que le rebasa. Y las
inexactitudes de que se ha hecho culpable son de menor tamaño en comparación a
las del hermano Birin: por eso es bastante menor su trascendencia.
El afán de objetividad obligaba sin embargo a señalarlas.
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Apéndice al Capítulo II
LA DISCIPLINA EN LA PRISIÓN CENTRAL DE RIOM
«Tres destacados elementos deben ser recogidos en cuanto a los medios de
disciplina.
»El primero es la institución de una jerarquía interior de presos que cooperan
con los guardianes en el mantenimiento del orden. He oído frecuentemente a
franceses indignarse por la institución de estos auxiliares benévolos de los
cabos de presidio en los penales nazis: son los mismos que no pueden admitir que
algunos alemanes ignoraban lo que pasaba en su suelo, y que no saben lo que pasa
en Francia. Hay precedentes, no obstante, para los Kapos, los Schreiber, los
Vorarbeiter, los Stubendienst, etc... Los contables de los talleres, los
capataces (aunque hay también civiles), toda la administración, son tomados
entre los presos, y gozan evidentemente de ciertas ventajas. Hay que dejar
aparte a los prebostes u oficiales, explícitamente encargados de mantener el
orden. Esto va desde el preboste de dormitorio, que tiene cerca de su cama un
botón para alertar a los carceleros cuando sucede algo anormal (fumar, lectura,
conversaciones, etc.) y del que felizmente hace poco uso - hasta el verdugo
oficial o preboste del «Quartier».
»Ahora me falta por decir lo que es el «Quartier»: la prisión especial en el
interior de la cárcel, y de hecho el lugar de tortura (aseguro que la palabra no
es exagerada). Este segundo elemento de la disciplina lleva, como en el
«Infierno» de Dante, diversos círculos. Empieza con la sala de disciplina, donde
en principio se
[155] contentan con hacer andar en círculo a los condenados, con pauses muy
breves, a un ritmo sostenido por una ración especial para el entrenador -
mientras que la regla para los otros es la disminución de la comida -; de hecho,
llueven los golpes. Yo mismo he tenido la suerte de escapar a ellos, pero puedo
afirmar que muy frecuentemente he visto salir de la «Sala» a las pobres víctimas
con las huellas visibles de los recientes golpes. Y va hasta la celda - en
principio hasta 90 días consecutivos, equivalentes prácticamente a la pena de
muerte - con una escudilla de sopa cada cuatro días y unes crueles refinamientos
que repugna el expresarlos. En especial, afirmo que ha sido frecuentemente
aplicada la llamada tortura de la camisole, camisa de fuerza que junta los
brazos tras la espalda y muy frecuentemente los lleva después hasta el cuello.
Aseguro, por haber reunido innumerables testimonios concordantes, que ciertos
carceleros - ayudados especialmente por el preboste - golpean con diversos
instrumentos, incluyendo la aguja de forja, y a veces hasta que sobreviene la
muerte. Igualmente afirmo que los nazis sólo han aportado perfeccionamientos de
detalle al arte de matar lentamente a los hombres.
»Ahora bien, y éste es el tercer instrumento de la disciplina, estas condenas
aaccesorias» que van a veces hasta la pena de muerte implícita, no son
pronunciadas por los tribunales instituidos por la ley, sine por una
jurisdicción que, me parece, ella ignora: el Prétoire. Este es un tribunal
interno de la prisión, presidido por el director, el cual está asistido por el
subdirector (en el argot penitenciario el sous-mac) y el jefe de guardia en
funciones de escribano. Ninguna defensa, una acusación en ocasiones
ininteligible, ninguna respuesta salvo el ritual "Gracias, señor director" que
sigue a la condena. Por mi parte, yo siempre he podido salir de él con una
simple multa, reduciendo solamente el derecho de compra en la cantina (los
recursos están limitados al salario, o más bien a una parte disponible muy
escasa, y a una ayuda exterior que entonces era extremadamente reducida pues
sólo se permitía el paquete de ropa interior.) Pero las condenas severas
llueven, incluso por el simple incumplimiento de la tarea impuesta.» Pierre
Bernard. (Revolución Proletaria, junio de 1949.)
[156]
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EN LAS PRISIONES DE LA «LIBERACIÓN»
«Todos los franceses han querido esto», dicen nuestros «patriotas».
«Edouard Gentez, impresor en Courbevoie, condenado en julio de 1946 no como
criminal sino como impresor, es trasladado de Fresnes a Fontevrault en
septiembre de 1956. A consecuencia de los golpes, de las privaciones y del frío,
ha cogido una pleuresía, por lo que ha sido borrado de la lista para el traslado
a Fontevrault.
»Una hora antes de la salida, los condenados de la S.P.A.C (10) que estaban
incluidos en esta lista son borrados de ella por orden superior; todavía se
tiene necesidad de ellos. Se les reemplaza y Gentez está entre los nuevos
inscritos.
»Al llegar a la prisión central, dos horas y media de pie, en pleno sol, después
ocho días en un agujero llamado mitard; tras este plazo, Gentez es admitido en
la enfermería, donde reina como amo un carnicero asesino, Ange Soleil, mulato
que había descuartizado y emparedado a su amante, lo cual le preparó para las
funciones de preboste-enfermero-doctor de la prisión, más poderoso que el joven
médico civil, un fatuo llamado Gaultier o Gautier.
»Soleil, con una regla sumamente clara y simple, admite en la enfermería sólo a
los enfermos que reparten con él los dos tercios de sus paquetes y rechaza a
aquellos cuyos paquetes son los más pequeños.
»Gantez, que no tiene paquetes ni giros, no puede pagar, y a pesar de su grave
enfermedad es trasladado a los "desocupados". Estos se encuentran sometidos
diariamente, desde la mañana hasta la noche, incluso los domingos, a tres
cuartos de hora de marcha rápida separados por un cuarto de hora de descanso.
»A Gentez, demasiado débil, se le exime de esta tortura, pero no por ello se le
autoriza a acostarse, ni siquiera a sentarse, durante la marcha tiene que
permanecer de pie, inmóvil, con las manos tras la espalda, sin prenda de abrigo.
»Al agravar el frío su pleuresía, Gentez va semanalmente a la consulta, donde se
le da aspirina, aceite de hígado de bacalao y se le ponen ventosas, pero sin
admitirle nunca en la enfermería.
»El se queja sin cesar durante la noche. Los dos médicos presos,
[157] el cirujano Percibert y el doctor Lejeune, le auscultan el sábado por la
mañana, descubriéndole una bronconeumonía doble.
»Gantez cae en el patio, y avisado el enfermero éste busca a Ange Soleil, que
empieza a gritar, le acusa de simulador y le hace encerrar en el calabozo, así
como al doctor Perribert, culpable de haber auscultado sin au torización.
»A Gentez se le desnuda para el registro y de este modo es encerrado en la celda
a 15 grados bajo cero. Golpea y llama durante toda la noche, nadie va. Al día
siguiente, el 14 de enero de 1947, se le encuentra muerto.
»Se le conduce - ¡finalmente! - a la enfermería, donde se le declara muerto en
este lugar de una crisis cardíaca. Se le entierra con un simple núrnero: 3.479.
»Pero hubo un testigo embarazoso, el hijo de Gentez al que conocí en prisión y
junto al cual he vivido las peripecias de este sombrío drama. Obtuvo una
investigación. Esta fue correcta. Ange Soleil fue enviado a Fresnes, pero se le
puso en libertad a consecuencia de las medidas de amnistía (sic). Los directores
Dufour, Vessieres y Guillonnet fueron trasladados.
»Después de este trágico asunto, André Marie prometió reducir la pena del hijo
de Gentez a tres años. Hace ya más de tres años de esto y si estoy bien
informado aún sigue en prisión. Firmado: BENOIT C. »
Este es el extracto de una carte que me ha sido enviada desde la prisión de X..
en algún lugar de Francia. (Mi discreción se explica por el cuidado que tengo en
no exponer a su autor a la jurisprudencia de la cual se habla en el documento
precedente.)
Benoit C... no ha leído Bailad, salchichas, que desconoce, pero sí Vértigos.
Me informa sobre la proporción de los asistentes sociales que hablan a
borbotones - no lo digo de ningún modo para reprochárselo a ellos - y me cuenta
sin lamentarse demasiado por ello los curiosos modales de ciertos «señores de la
obra de San Vicente de Paul con los dedos cargados de sortijas».
Este testimonio, al proceder de una persona preocupada por el sexo débil pero en
ningún modo por la política, no puede ser más concluyente. (Comunicado por
Albert Paraz.)
[158]
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EN POISSY
«En febrero de 1946 se encuentra Henry Béraud (11) en el taller 14 del segundo
piso de la prisión central de Poissy, con la cabeza rapada, chanclos y un traje
de droguete. Bajo la mirada de un vigilante que hace respetar la "ley del
silencio", una ley que pesa sobre la prisión día y noche, confecciona etiquetas
con nudo americano o alambre enroscado por 0,95 francos el millar.
»Estupidez penitenciaria: el jefe de la mesa es un ladrón profesional que tiene
bajo sus órdenes, además de Bérand, al general Pinsard, un coronel, dos
presidentes de audiencia, un fiscal, el redactor jefe del Journal de Rouen, un
catedrático de universidad y algunos periodistas.
»En su libro Salgo del presidio, uno de sus compañeros de prisión en Poissy, así
como en la isla de Ré, recoge las ganancias del presidiario Béraud durante el
mes de abril de 1945: Trabajo manual: 15 francos. Descuento de la administración
penitenciaria: 12 francos. Remanente: 3 francos. Fondo de reserva: 1,50 francos.
A disposición del preso: 1,50 francos.»
»Se trata de un trabajo de más de siete horas diarias. (La Bataille, 21 de
septiembre de 1949.)
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PRISIONEROS ALEMANES EN FRANCIA
La Rochelle, 18 de octubre de 1948.-- El juez de instrucción de La Rochelle
enterado de los hechos escandalosos de los que se hizo culpable el ex oficial
Max Georges Roux, de 36 años, que fue adjunto del comandante del campo de
prisioneros alemanes de Chatelaillon-Plage, los ha sometido ante el tribunal
militar de Burdeos al que ha sido trasladado Roux. El ex oficial purga
actualmente una pena de 18 meses de prisión que le fue impuesta en La Rochelle
el pasado mes de agosto por abuso de confianza y estafas en perjuicio de
diversas asociaciones.
Infinitamente más graves son los delitos cometidos por Roux en el campo de
prisioneros. Se trata de auténticos crímenes y de
[159] una amplitud tal que parece difícil que sólo Roux lleve responsabilidad de
ella ante los jueces. En Chatelaillon, el innoble personaje hizo desnudarse a
varios prisioneros de guerra, por ejemplo, y les derribó a golpes de un látigo
con plomo. Dos de los desdichados sucumbieron a estas sesiones de látigo.
Un testimonio abrumador es el del médico alemán Klaus Steen, que estuvo
internado en Chatelaillon. Interrogado en Kiel, donde vive, Steen ha declarado
que desde mayo a septiembre de 1945 comprobó en el campo de prisioneros el
fallecimiento de cincuenta de sus compatriotas. Su muerte había sido provocada
por una alimentación insuficiente, por los ímprobos trabajos y por el perpetuo
temor a ser torturados en el cual vivían los desgraciados.
El régimen alimenticio del campo, que fue puesto bajo las órdenes del comandante
Texier, consistía efectivamente en un plato de sopa clora con un poco de pan. El
resto de las raciones sin distribuir iba al mercado negro. Hubo un período en el
que el porcentaje de los disentéricos alcanzó el 80 por ciento.
Texier y Roux, con sus subordinados, sometían además a los prisioneros a unos
registros quitándoles todos sus objetos de valor. Se valora en cien millones el
total de los robos y de las ganancias obtenidas por los gangsters con galones.
Tenían tan bien organizado su negocio que los billetes de banco y las joyas eran
enviados directamente a Bélgica en automóvil.
Es de esperar que con Roux serán encarcelados pronto en el fuerte del Hâ los
otros culpables y que será tomada una sanción ejemplar contra estos verdaderos
criminales de guerra.
(De los diarios, 19 de octubre de 1948.)
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1 / Aparecido en 1950 con el título de "La mentira de Ulises".
2 / Humorista francés contemporáneo. (N. del T.)
3 / Ruego que no se vea indirectamente ninguna intención de anticlericalismo en
el hecho de que los tres sean sacerdotes.
4 / Tan frágil, que incluso la audiencia de lo criminal de Augsburg, que tuvo
que conocer la acusación, no la retuvo contra la acusada... !por falta de
pruebas! (Nota de la 2a edición francesa).
5 / Cantera y jardinería.
6 / Véase el prefacio del autor para la 4a edición francesa, página 296, tesis
de M. Sabille y la nota 178. Sobre los presos ahogados en el Báltico, la tesis
actualmente admitida por el mundo entero es la de que el "Arcona" navío que
transportaba deportados a Suecia, fue hundido por las fuerzas aeronavales que
atacaron al convoy sin conocer su naturaleza. La réplica de las baterás costeras
alemanas a la defensa antiaérea debió ser el origen de la confusión al creer los
horrorizados testigos que los cañones tiraban sobre el "Arcona" cuando en
realidad disparaban sobre los aviones aliados.
7 / Véase en el apéndice a este capítulo "La disciplina en la prisión central de
Riom en 1939" por Pierre Bernard, que estuvo internado en ella, y "en las
prisiones de la "Liberación", un testimonio comunicado por A. Paraz.
8 / Véase la primera parte la página 99.
9 / Véase la página 150.
10 / Sección especial de la administración central de prisiones. (N. del T.)
11 / Periodista y novelista francés que obtuvo el premio Goncourt en 1922 con su
obra Le Martyre de l'Obèse. Salió de la prisión en grave estado el año 1950 y
murió poco después. (N. del T.).