LA 1a, 2a, 3a Y 4a EDICIONES FRANCESAS
Otros después que yo estudiarán la literatura de los campos de concentración: de
esto no hay duda alguna. Quizá sigan el mismo camino, y haciendo avanzar la
investigación, se limiten a reforzar la argumentáción. Quizás adopten otra
clasificación y otro método. Quizá concedan más importancia al puramente
literario. Incluso quizás algún nuevo Norton Cru (52) inspirándose en esto que
hizo el otro a propósito de la literatura de guerra, tras el conflicto de 1914 a
1918, presente algún día una «Summa» crítica por todos los conceptos y bajo
todos los aspectos, de todo lo que se ha escrito sobre los campos de
concentración. Quizá...
Al ser sólo mi ambición la de abrir el camino a un examen crítico, mi esfuerzo
no podía limitarse más que a ciertas observaciones esenciales, y tenía que
llevar en primer lugar al punto de partida de la controversia, es decir, a la
materialidad de los hechos. Si sólo hace mención de algunos casos típicos, de
los que tengo la debilidad de creer que han sido prudentemente escogidos, sin
embargo abarca toda la vida de los campos de concentración a través de sus
puntos sensibles, y permite al lector el formarse una opinión de todo lo que ha
podido leer o leerá sobre el asunto. En este aspecto, ha alcanzado su propósito.
De rechazo, puede conseguir otros.
Acaba de aparecer un libro que no se inserta directamente en la actualidad, y
del cual, en consecuencia, no se ha preocupado la crítica con exceso: Ghetto en
el Este. Su autor, Marc Dvorjetski, superviviente de cierto número de matanzas,
arrastra tras él un pasado que siente tanto más molesto al pedirle su conciencia
sin cesar: "Vamos, habla: ¿cómo puedes estar vivo todavía?...» Se me disculpará
si tengo la impresi6n de haber traído la respuesta.
Todo se encadena: una pregunta hace venir a otra, y cuando el público comienza a
hacerlas... Un cómo, siempre trae un por qué, cuando no le sigue, y, llegado el
caso, éste se presenta en forma natural:
[311] ¿por qué ciertos deportados han dado un giro tan discutible a sus
declaraciones? Aquí, la respuesta es más delicada: para hacer la distinción
entre aquellos que han sido dominados, incluso aplastados por la experiencia que
han vivido, y los que han obedecido a móviles políticos o personales, sería
necesario psicoanalizar - ya se ha pronunciado la palabra... - a todos, e
incluso este trabajo sólo tendría que confiarse a los mayores especialistas.
Se puede afirmar, sin embargo, que los comunistas tenían en esto un indiscutible
interés de partido: cuando cae sobre la humanidad un cataclismo social, si los
comunistas son los que reaccionan más noble, más inteligente y más eficazmente,
el provecho del ejemplo se traslada sobre la organización y sobre la doctrina
que ella defiende. Ellos también tenín un interés político a escala mundial:
distrayendo a la opinión pública con los campos hitlerianos, le hacían olvidarse
de los campos rusos. Tenían, finalmente, un interés personal; tomando al asalto
el banco de los testigos, y gritando muy fuerte, evitaban el tener que sentarse
en el banquillo de los acusados.
Aquí como en todas partes, han dado ejemplo de una firme solidaridad y el mundo
civilizado ha podido establecer una política con respecto a Alemania sobre
conclusiones que sacaba de informes suministrados por vulgares guardianes de
presos. Por otra parte, no pedía nada más en aquel entonces: podía presentar al
mismo tiempo a sus propios guardianes como modelos de humanidad...
En cuanto a los no comunistas, la cosa es diferente, y no quisiera decidirme a
la ligera. Al lado de los que no han comprendido su aventura, están los que han
creído realmente en la moralidad de los comunistas, los que han soñado una
entente posible con la Rusia de los soviets para el establecimiento de una paz
mundial, fraternal y justa en la libertad, los que han pagado una deuda de
agradecimiento, los que han seguido la corriente y han dicho ciertas cosas
porque era la moda, etc. Están también los que han pensado que el comunismo
anegaría a Europa, y que, habiéndole visto obrar en los campos de concentraci6n
han juzgado prudente el tomar algunas seguridades para el porvenir.
La historia una vez más, se ha burlado de las pequeñas imposturas producto de la
imaginación humana. Ha seguido su curso y ahora hay que adaptarse a ella. Los
cambios de posición no son fáciles, y, par tanto, hacer ésto tampoco será fácil.
Queda par definir la importancia de los hechos en su materialidad y por juzgar
la oportunidad de esta obra. En un artículo (53) que causó sensación (54), Jean-Paul
Sartre y Merleau-Ponty escribieron:
«... al leer los testimonios de antiguos detenidos, no se encuentra en los
campos soviéticos el sadismo, la religión de la muerte, el nihilismo que -
unidos paradójicamente a intereses concretos, y bien de acuerdo o bien en lucha
con ellos - han acabado por producir los campos nazis de exterminio.»
[312]
Si se acepta la versión sobre los campos alemanes que ha hecho «oficial» una
unanimidad cómplice en los testimonios, hay que reconocer que Sartre y Merleau
tienen razón frente a David Rousset. Entonces se ve adónde puede conducir esto,
tanto en la apreciación del régimen ruso como en el examen del problema de los
campos de concentración en sí. Esto no quiere decir que si no se la acepta se dé
con eso mismo la razón a David Rousset: lo peculiar de los hechos discutibles en
su contenido es precisamente el que no son susceptibles de interpretaciones
valederas.
Si se recurre a la razón pura, y si se promueve la objeción filosófica o
doctrinal, se cae en la retórica y se situa uno en un punto muy vulnerable. La
retórica tiende fácilmente al sofisma, a los malos raciocinios, incluso a la
divagación. Sus atractivos, por seductores que sean, son siempre discutibles
pero raramente convincentes. Y sus abstracciones exclusivamente especulativas
hacen suponer por tanto que no proceden de métodos más rigurosos.
Asimismo, las razones de sentido común son de distinto peso que las de la
escolástica, aunque de menor valor en lo o lo intrínseco.
* * *
Sin duda alguna, la psicosis creada en Francia desde la liberación par ciertos
relatos, discutibles en su mayoría más por lo que tienen de interpretación que
de testimonio, permite escribir impunemente:
«... al leer los testimonios de antiguos detenidos, no se encuentra en los
campos soviéticos el sadismo, etc.»
Pero esta psicosis sólo asegura la tranquilidad de conciencia a aquéllos cuya
actitud es generalmente anterior a toda reflexión y que, por añadidura, no han
vivido ninguna de ambas experiencias. De una parte, no puede olvidarse que en
Francia y en el mundo occidental los supervivientes de los campos soviéticos son
mucho menos numerosos que los de los campos nazis, y que si bien no se puede
decir a priori de sus testimonios que están inspirados en una mayor veracidad o
en un sentimiento más aceptable de la objetividad, no se puede sin embargo negar
que han sido dados a conocer en tiempos majores. De otra, todos los internados
que han vivido junto a los rusos en Alemania, han expuesto la convicción de que
esta gente tenía una larga experiencia en la vida de los campos.
Por mi parte, durante dieciséis meses me he encontrado entre algunos millares de
ucranianos en el campo de concentración de Dora: su comportamiento probaba que
en su gran mayoría no habían hecho más que cambiar de campo, y en sus
conversaciones no ocultaban
[313] que el tratamiento era el mismo en ambos casos. ¿Tendría que decir yo que
el libro de Margaret Buber-Neumann, recientemente publicado, no tacha como falsa
esta observación personal ? Por lo demás, hay que dejar a la historia el cuidado
de explicar cómo los campos alemanes, concebidos también según «las fórmulas de
un socialismo edénico» se convirtieron de hecho - pero de hecho solamente - en
campos de exterminio.
La realidad sobre este punto es que el campo de concentración es un instrumento
del Estado en todos los regímenes donde el ejercicio de la represión garantiza
el de la autoridad. Entre los diferentes campos de un país u otro, sólo hay
diferencias de matices - que se explican por las circunstancias - pero no
esenciales. Los de Rusia se asemejan punto par punto a los que había en la
Alemania hitleriana parque independientemente de las posibles similitudes o no
de régimen en ambos casos el Estado tropezaba con dificultades de igual
magnitud: la guerra en Alemania, la explotación de la sexta parte del globo con
medios improvisados en Rusia.
Si Francia llegase económicamente al mismo punto que la Alemania de 1939 o que
la Rusia de hoy en día - lo cual no se puede excluir - Carrère, la Noé, la
Vierge, etc., se parecerán también y punto par punto a Buchenwald y Karaganda:
hoy ya está comprobado además que el matiz es casi el mismo (55).
El error llama al error y se multiplica con el artificio en un razonamiento
viciado en la base par una primera afirmación gratuita. De lo particular se pasa
a lo general y del examen del efecto al de la causa. Así es natural que se
llegue a escribir a propósito del sistema ruso:
« Cualquiera que sea la naturaleza de la actual sociedad soviética, la U.R.S.S.
se encuentra situada a grosso modo en el equilibrio de las fuerzas, del lado de
las que luchan contra las formas de explotación conocidas por nosotros.»
O también:
« El fascismo es una angustia ante el bolcheviquismo, del cual toma la forma
exterior para destruir con mayor seguridad el contenido: la Stimmung
internacionalista y proletaria. Si se concluye que el comunismo es el fascismo,
se realiza posteriormente el deseo del fascismo que ha sido siempre el de
ocultar la crisis capitalista y la inspiración humana del marxismo.»
[314]
O, finalmente:
«Esto significa que nosotros no tenemos nada de común con un nazi y que tenemos
los mismos valores que un comunista.
La primera objeción carece de valor. Una parte importante de la opinión pública,
invirtiéndola en sus térrninos anticipadamente, pensaba ya que
«Cualquiera que sea la naturaleza de la sociedad norteamericana, los Estados
Unidos se encuentran situados a grosso modo en el equilibrio de las fuerzas, del
lado de las que luchan contra las formas de explotación desconocidas por
nosotros...»
Y para justificarse añadía:
«... comportándose de tal manera que los demás sean cada vez menos sensibles.»
Se ve el peligro: si se admite que las formas de explotación «desconocidas par
nosotros» son más mortíferas y más numerosas que las que gozan del privilegio de
sernos «conocidas», si se puede probar que las primeras están en progresión
constante y las segundas en regresión o simplemente a un nivel constante, hay
que reconocer que esta importante fracción de la opinión pública está
abundantemente provista en el terreno de la justificación moral. Ella lo estará
tanto más cuanto que no hace más que recibir sus medios de uno de los autores de
la objeción, Merleau-Ponty, que en su tesis sobre el humanismo y el terror
escribía poco más o menos esto que cito de memoria:
«Lo que puede servir de criterio en la apreciación de un régimen, en el terreno
del humanismo, no es el terror, o su manifestación, la violencia, sino el hecho
de que ambos estén en progresión y llamados a durar, o, por el contrario, se
encuentren en regr esión y llamados a desaparecer.»
¿Por qué lo que es verdad del terror y de la violencia no habría de serlo de los
campos, que no son más que uno de sus resultados pero que por su número prueban
más o menos terror y más o menos violencia? Y, por tanto, ¿por qué este distingo
en favor de Rusia? Esto para permitir medir hasta qué punto hubiese sido a la
vez prudente y más conforme a la tradición socialista el anticiparse a David
Rousset declarándose contra todas las formas de explotación, sean conocidas o
desconocidas por nosotros.
[315]
La segunda objeción, introducida bajo la forma de un perfecto silogismo, procede
de la confusión de los términos: «El fascismo es una angustia ante el
bolcheviquismo», dice el mayor. «Si se deduce que el fascismo es el comunismo»,
dice el menor... En la pluma de un retórico de segunda fila la astucia
provocaría a lo sumo un encogimiento de hombros. Cuando se la encuentra en las
de Merleau-Ponty y J. P. Sartre uno no puede abstenerse de pensar en las reglas
imperativas de la probidad y en la violación que se hace de ellas (56).
Es al bolcheviquismo al que sus detractores identifican con el fascismo, y no al
comunismo. Además no lo hacen más que en sus efectos, y tomando la precaución de
definir al fascismo por unos caracteres que hacen de él otra cosa, algo más que
una «angustia» ante el bolcheviquismo.
Esto quiere decir que si se restablece en ambas proposiciones la propiedad de
los términos, la conclusión se descarta por sí misma, y que, por tanto, del
silogismo sólo queda la perfección de su forma. Si se quisiese establecer un
silogismo aceptable sobre el tema, el único válido sería el siguiente:
1.-- «El fascismo y el bolcheviquismo son una angustia ante el comunismo (o el socialismo) del cual toman las formas exteriores - ¿no hablaba Hitler de nacional socialismo, y no sigue hablando Stalin de socialismo en su solo país? - para destruir con mayor seguridad el contenido: la Stimmung internacionalista y proletaria.»
2.-- «Si se saca como conclusión que el fascismo y el bolcheviquismo son el comunismo (o el socialismo)»
3.-- «Se realiza posteriormente el deseo del fascismo y del bolcheviquismo, que es el de ocultar la crisis capitalista y la inspiración humana del marxismo.»
Lo cual, si se quisiese refutar la identificación del fascismo y del
bolcheviquismo, que el silogismo establece aparentemente en principio, haría
venir las cosas muy sustanciales que, tomando otras unidades de medida, dice
sobre esto James Burnham en L'Ere des organisateurs (impr. Calmann-Lévy,
colección «La liberté de l'Esprit», págs. 189 y siguientes).
No diré nada sobre la tercera objeción, que según las apariencias peca de la
misma confusión de los términos, a menos que sus autores no precisen después que
lo que han querido decir es que "nosotros tenemos los mismos valores que un
bolchevique". No diré nada tampoco sobre esta afirmación extrañamente mezclada a
la controversia y según la cual el comunismo chino sería "lo único capaz de
hacer salir a China del caos y de la pintoresca miseria en que le ha dejado el
capitalismo extranjero". Ni de la suscripción abierta por Le Monde "para que no
se dijese que era insensible a la miseria" de un obrero comunista, ni de la
electrificación en la U. R. S. S. ni de las fructíferas conversaciones que se
pueden tener con los obreros de la Martinica,
[316] ni... ¿Por qué no de las pirámides de Egipto o de la gravitación
universal?
Si se insistiese demasiado, se acabaría por llevar la discusión a un punto
remoto, y por ceder a la tentación de escribir una nueva Miseria de la Filosofía
adaptada a las circunstancias.
* * *
Queda aún el drama de la opinión pública radical que no encuentra la posibilidad
de interesarse en el problema de los campos de concentración, a través de esta
controversia, más que participando en la preparación ideológica de la tercera
guerra mundial, si sigue al uno, o de volver al bolcheviquismo a través de
sofismas, si sigue a los otros.
El pretexto de una discusión sobre este objeto es una simpleza. Por una parte,
el Kremlin nunca aceptará que una comisión investigadora sobre el trabajo
forzado circule libremente par el territorio soviético. Por otra, no puede ser
proporcionada ninguna ayuda importante a los internados en los campos soviéticos
mientras subsista el régimen estaliniano. Ahora bien, yo no fundo mi esperanza
de verle desaparecer más que en tres posibilidades: o bien se desmorona por sí
mismo (esto ya se ha visto en la Historia: la Grecia antigua estaba muerta antes
de ser conquistada por los romanos), o se hunde con una revolución interior, o
bien, finalmente, es aniquilada en una guerra. Al encontrarse Rusia en pleno
desarrollo industrial y limitando al parecer con una gran habilidad sus
ambiciones a sus medios, las dos primeras están irremediablemente excluidas por
un período muy largo y sólo queda la tercera: de ella no hablemos, acabo de
conocerla y la experiencia de la que Rusia se jacta de haber triunfado frente a
Hitler me basta.
El hecho de que David Rousset intente desde hace poco - y especialmente a partir
de un almuerzo que le ha ofrecido recientemente la prensa angloamericana - el
extender la misión investigadora «a todos los países donde pueda haber campos de
concentración» no modifica en nada el carácter ni el sentido del asunto: sólo
queda en el lugar del crimen el rótulo de «Ayuda a los deportados soviéticos».
Por lo demás ni Grecia ni España - ¡menos aún Francia! - aceptarán el que se
vaya a «espiar» en ellas con el pretexto de investigaciones sobre el trabajo
forzado. Sería necesario que la iniciativa partiese de la O.NU. y estuviese
apoyada par amenazas de exclusión para los que no quisiesen someterse, lo cual
no es concebible pues no quedaría nadie, salvo Suiza quizá que no forma parte de
ella.
En El munndo de los campos de concentración David Rousset presentó los campos
como si dependiesen de un problema de régimen y tuvo un éxito merecido. Después,
en Los días de nuestra muerte y en otros numerosos escritos diseminados se
interesó en hacer resaltar y en alabar el comportamiento de los presos
comunistas, alegando hechos incontrolados y que sólo han encontrado en el
público este crédito en razón al desorden y confusión originados por la guerra.
Una vez se ha aventurado a la pura documentación en su colección El payaso no
ríe que acusa solamente a Alemania. Sin embargo él no podía ignorar los campos
rusos, de los que se dice que en los años 1935-1936
[317] ya estaban en venta en las librerías documentos traducidos del ruso, y de
los cuales, por otra parte, le habrá sido revelada la existencia en los tiempos
más lejanos en los que todavía militaba él en las filas del trotskismo.
Deliberadamente pues, ha contribuido muy eficazmente a crear en el interior del
país esta atmósfera de connivencia momentánea que ha permitido a los
bolcheviques, cuyas fechorías en Rusia eran atenuadas o silenciadas, subir al
poder en Francia. Respecto al exterior, sobre todo ha ahondado un poco más aún
el foso que separa a Francia de Alemania
Descubriendo los campos rusos en la manera conocida, no hace más que seguir el
movimiento de traslación lateral que es la característica esencial de la
política del gobierno desde la marcha del equipo Thorez. Su actitud de hoy es
consecuencia 1ógica de la de ayer, y es natural que habiendo prestado un
argumento al tripartismo bolchevizante, suministre a los angloamericanos la base
ideológica indispensable para una buena preparación para la guerra. No es menos
natural que Le Figaro Littéraire y David Rousset hayan terminado por
encontrarse. Basta con observar que apoyándose mutuamente, su intervención
concertada no trae nada nuevo a la discusión al venir después de los testimonios
auténticos de Victor Serge, Margaret [Buber-]Neumann, Guy Vinatrel, mi amigo
Vassia etc., no aporta nada nuevo salvo un testimonio más sobre acontecimientos
no vividos, y no hace más que registrar la quiebra de una política en provecho
de otra que quebrará infaliblemente, si no ante nuestros ojos al menos ante la
historia.
A estos elementos sospechosos que dependen, el primero del maquiavelismo de un
periódico y el segundo de la capacidad de un hombre para ajustar su
comportamiento según los deseos de los poderosos del momento en los diferentes
mundos que le cuentan alternativamente entre sus miembros, hay que añadir los
que resultan de la experiencia. En 1939 y en los años precedentes, se destacaron
de la misma manera los abusos de la Alemania hitleriana. En la prensa no se
hablaba más que de ellos. Todo lo demás se olvidaba: nadie ponía en duda que se
preparaba ideológicamente la guerra para la cual se creían materialmente
preparados.
Efectivamente, se hizo la guerra...
Hoy, en toda la prensa no se habla más que de los abusos de la Rusia soviética
en el terreno del humanismo, y exclusivamente de los de la Rusia soviética. Se
olvida todo lo demás, y principalmente los problemas planteados por el uso,
extensible hasta el infinito, del campo de concentración como medio de gobierno.
Las mismas causas producen los mismos efectos...
La opinión pública, desengañada par casi todo lo que se le ha dicho de los
campos alemanes, por la forma en la cual de una y otra parte se le presentan los
campos rusos, y por el silencio que se guarda sobre los demás, presiente todas
estas cosas y parece esperar que se le hable en el lenguaje de la objetividad,
demostrándole al mismo tiempo la realidad de los hechos.
Ahora bien, en esta materia el lenguaje de la objetividad no tiene necesidad ni
de muchas precauciones ni de muchas palabras. El caso
[318] de los campos de concentración, del trabajo forzado y de la deportación,
sólo puede ser examinado bajo el aspecto humano y dentro de la definición de las
relaciones entre el Estado y el individuo. En todos los países existen los
campos, en potencia o bien realmente, cambiando estos últimos de clientela con
los azares de las circunstancias y según los acontecimientos. Los hombres se
encuentran amenazados en todas partes y para los que actualmente están recluidos
no hay posibilidades de salir más que en la medida en que los que todavía no han
pasado par ellos están destinados a entrar.
Es contra esta amenaza frente a la que hay que sublevarse, y es al campo en sí
mismo al que hay que hacer alusión, independientemente del lugar en que se
encuentre, de los fines para los cuales sea utilizado y de los regímenes que lo
empleen. De la misma manera que contra la prisión o la pena de muerte. Todo
particularismo, toda acción que designe a la vindicta a una nación antes que a
otra, que tolere los campos en ciertos casos, explícitamente o por omisión
calculada o no, debilita la lucha individual o colectiva por la libertad, la
desvía de su sentido y nos aleja del fin en vez de acercarnos a él.
Desde este punto de vista, se juzgará un día el agravio que se hizo a la causa
de los Derechos del hombre cuando la IV República admitió que los
colaboracionistas o reputados como tales, fuesen encerrados en los campos como
lo fueron los no conformistas de 1939 y los resistentes de la ocupación.
Para hablar en estos términos, evidentemente hay que preocuparse bastante poco
de ser clasificado en el partido de los antiestalinianos o de los
antiamericanos, y es necesario tener bastante dominio de sí mismo para separar
en el propio espíritu tanto al régimen soviético de la noción de socialismo como
al régimen norteamericano de la democracia: que uno de ambos regímenes es menos
malo que el otro es indiscutible, pero esto solamente acredita que el esfuerzo a
realizar par los que viven a un lado del telón de acero deberá ser menor que el
de los que viven al otro... Y lo que hay que invocar aquí no es una fidelidad de
antiguos deportados, que sólo puede colocar a la opinión pública ante la
elección entre dos posiciones anti o dos posiciones pro: es la fidelidad de una
élite a su tradición, que es definirse a sí misma por medio de su propia misión,
y no cumplir la de los demás.
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1 / También el hermano Birin, por ejemplo, incorporó la tesis de los comunistas,
como ya se ha indicado en la pág. 174, nota 79. Esta excitación al odio se
encuentra bajo esa u otra forma apenas diferente, en todos los libros que han
sido publicados sobre los campos de concentración alemanes, lo cual es bastante
significativo para condenar las intenciones de toda esta «literatura».
2 / Esto prueba por lo menos, que a fines de 1942 los hornos crematorios no
habían sido construidos en Auschwitz-Birkenau, y por consiguiente, tampoco las
cámaras de gas, pues sería muy asombroso que se las hubiese construido antes
que los hornos, de los cuales dicen unánimemente los testigos que eran
inseparables, lo cual es lógico: los alemanes no se habrían lanzado nunca a esta
producción industrial de cadáveres, sin haber construido al mismo tiempo que el
medio de producirlos el de incinerarlos. Ahora bien, Kogon, Miklos y David
Rousset nos dicen que estaban «dispuestas para funcionar desde la primavera de
1942» y Höss, que también lo pretende, (pág. 171) nos dice más adelante (pág.
172) que «en la primavera y en el verano de 1942, hubo que utilizar un depósito
de cadáveres para los primeros exterminios» porque no lo estaban.
3 / En esta cifra, señala más adelante Rudolf Höss, están comprendidas no
solamente los convoys de judíos gaseados desde el comienzo hasta el momento en
que se procedió a las incineraciones, sino también los cadáveres de todos los
presos muertos en el campo de Auschwitz-Birkenau durante este período (página
231).
4 / Había 4 hornos crematorios en Ausehwitz Birkenau, y no 46 como se escribe
todavía hoy en los periódicos.
5 / Pues bien, en su libro S.S.-Obersturmführer Dr. Mengele, el comunista
húngaro Dr. Miklos, que pretende haber sido testigo de ello, nos dice que
diariamente eran incinerados 25.000 cadáveres.
6 / En el libro de Höss se dice que «Himmler había dado personalmente la orden
de evacuar los campos desde enero de 1945» (pág. 203) y que en caso de
imposibilidad de «alcanzar la etapa fijada, los convoys debían ser confiados al
Volksturm de las localidades donde se encontraban» (pág. 204).
7 / Documentos bibliográficos, pág. 296.
8 / Absuelto en Nuremberg, dice Höss.
9 / Este subalterno ocupaba el puesto de jefe de la Sección AIV (asuntos judíos)
de la Gestapo. Por este motivo tenía la responsabilidad de la deportación de los
judíos. Detenido recientemente por los servicios secretos iaraelíes, es el único
ser vivo que posee el seereto de las cámaras de gas. De donde viene la
importancia de su captura desde el punto de vista de la verdad histórica. De ahí
viene también la importancia que tendría para la historia que él hablase
libremente y no bajo la amenaza de una sanción.
10 / «Podían utilizarse las cámaras vestuarios y las cámaras de gas para las
duchas», se lee un poco más adelante (pág. 236). Si es cierto, como en la página
227 dice que «Himmler no ha dado nunca la orden de construir Ias cámaras de
gas», ¿no indicaría esto más bien que las salas de duchas «habrían» sido
empleadas como cámaras de gas? Se advertirá que por vez primera en la literatura
de los campos de concentración, las cámaras de gas son presentadas oficialmente
bajo un aspecto que extrañamente les hace parecerse a unas salas de ducha.
También por primera vez, se define minuciosamente el gas empleado, y se trata de
un gas cuyo uso sólo es posible si las cámaras de gas están instaladas como
salas de duchas. Se han necesitado doce años para tener estos datos precisos que
ni David Rousset, ni Eugen Kogon ni el comunista Miklos habían dado nunca. Doce
años más y quizá se tengan por fin testimonios coherentes en todos los puntos.
Basta solamente con que en los «talleres» donde los rusos corrigen la historia
durante dias y días se decidan a no emplear más que a personal capacitado para
la fabricación de falsedades históricas. Hay que reconocer además que van
progresando, sobre todo si se tiene en cuenta que en enero de 1947, lograron que
el tribunal de Nuremberg que juzgaba a los médicos, aceptase como auténtico el
documento P.S. 1653-RF 350. Este fue entregado al tribunal por un pariente de un
testigo que había tenido la prudencia de suicidarse inmediatamente después de
haberlo redactado. El documento fue publicado en el n.* 2 de la revista
Dreimonatliche Hefte neuere Geschichte en 1953, y después en el periódico sueco
Dagens Nyheter el 16 de julio de 1953. Según él, los judíos eran asfixiados por
grupos de 750 a 800 en cámaras de gas que tenían "25 metros cuadrados de base
por 1,80 de altura». Encuanto al gas empleado, se trataba entonces del «gas de
escape de un motor Diesel», y, comprimidas en estas cámaras - precisaba aún el
testigo - las 750 u 800 personas tardaban "tres horas en morir, cronómetro en
mano". Es una cosa como para estremecer a los historiadores del futuro cuando
examinen los extraños «documentos» que el tribunal de Nuremberg ha tomado en
serio.
11 / ¡ Atención! ¡Gas! ¡Peligro!
12 / Desde que escribí esto he visitado Mauthausen: se me ha enseñado allí una
cámara de gas... Lo digo rotundamente: pretender que allí han sido gaseadas
decenas de millares de personas es una abominable villanía. El guía me explicó
que «todo estaba a punto salvo la cañería de llegada del gas, que ha sido
desmontada». El no sabía que en la tesis oficial el gas no llegaba a las cámaras
"por cañería"; sino que era producido por «tabletas de ciclón B que se arrojaban
allí y se disgregaban al contacto con el vapor de agua». Este mismo guía, por
otra parte, me informó además con voz temblorosa que «la princesa Mafalda, hija
del rey de Italia, había muerto en el burdel de Mauthausen de resultas de las
espantosas torturas que había sufrido en él». Pues bien, la princesa Mafalda
murió en agosto de 1944 en el burdel de Buchenwald, a donde se la transportó
después de haber quedado horriblemente mutilada durante el bombardeo de
Buchenwald por los aviones angloamericanos. !Tales son los «historiadores» de
hoy!
13 / Exodus de León Uris (pág. 219 de la ed. francesa); Der S.S.--Staat de
Kogon, que sitúa el hecho en septiembre de 1944; Histoire de Joël Brand de
Weisberg, etc.
14 / Subrayado por mí. P. R.
15 / Uno se pregunta de qué secreto puede tratarse, habiendo anunciado por todas
partes las autoridades nazis, desde septiembre de 1939, que los judíos serían
enviados a los campos de concentración, y que trabajarían en ellos hasta el fin
de la guerra.
16 / Según Michel Borwiez en un estudio publicado en la Revue d'histoire de la
deuxième guerre mondiale en octubre de 1956, pág. 59. La existencia y el
contenido de esta carta han sido confirmados por Joseph Billig en Le Figaro del
14 de octubre de 1960.
17 / Léanse las Memorias de un francés rebelde del comandante francés Loustaunau
Lacau.
18 / Subrayado por mí.
19 / Estos otros países estaban clasificados en tres categorías:
1.· Países que contaban entre 50.000 y 100.000 judíos: Letonia, Grecia, Yugoeslavia, Bélgica, Italia, Turquía, Bulgaria, Argelia, Africa del Sur, Túnez y Egipto.
2.· Países que contaban entre 10.000 y 50.000 judíos: Suiza, Brasil, Méjico, Uruguay, Persia, Siria, Yemen, India, Afganistán, China, Marruecos español, Tripolitania y Australia.
3.· Países que contaban con menos de 10.000 judíos: Danzig, Suecia, Dinamarca, Estonia, Irlanda, España, Rodas, Memel, Portugal, Noruega, Finlandia, Cuba, Chile, Japón, Singapur y Nueva Zelanda.
Se observará que no se menciona ni Hungría (404.000 en la estadística del Centro
de documentación judía) ni Checoeslovaquia (315.000) ni la Macedonia.
20 / Figuran entre los países que cuentan de 50.000 a 100.000 judíos, contados a
una media de 70.000.
21 / Figuran entre los países que cuentan con menos de 10.000 judíos.
22 / 2.500.000 ha dicho el «American Jewish Committee» el 31 de diciembre de
1951; y ésta es también la opinión del rabino Joseph Miller en la revista
norteamericana Look del 27 de diciembre de 1956.
El Centro de documentación judía, que sólo ha encontrado 600.000 (por otra parte
uno se pregunta cómo, dado el secreto de las estadísticas soviéticas) no ha
tenido en cuenta el hecho de que en el momento de la anexión de Besarabia, la
Bucovina y los Estados Bálticos los judíos de estos países cayeron bajo el
control ruso ni de que en el momento del avance de la tropas alemanas en Polonia
la mayoría de los judíos huyeron a la zona ocupada por los rusos, ni que gracias
a la evacuación, como dice el periodista judío David Bergelson en el periódico
moscovita Unidad del 15-12-1942 «la mayoría de los judíos de Ucrania, Rusia
blanca, Lituania y letonia, (80%) ha sido evacuada, es decir salvada, antes de
la llegada de los alemanes...». Incluso dice Bergelson que en plena guerra hubo
un momento en que la población judía en Rusia alcanzó los cinco millones... Aún
no han regresado todos a su país de origen. Muchos han partido al Asia central ó
declaró el "Joint Resolution commitee" en junio de 1942--, otros han logrado
llegar hasta Estados Unidos, América latina, Israel, etc. Desde el fin de la
guerra Rusia no les permite abandonar los territorios bajo su control más que
clandestinamente: se sabe de vez en cuando que convoys con algunas decenas o
centenares vuelven a Polonia, Rumania, Checoslovaquia, Bulgaria, etc. De todas
maneras no hay motivos para sospechar de las cifras dadas anteriormente por los
mismos judíos: uno no puede dejar de asombrarse al ver que no concuerdan con las
que ellos dan hoy en día.
23 / Se notará de paso el eufemismo «perjudicados por la solución definitiva» y
no «exterminados».
24 / En este informe se dice tres páginas antes que «la Oficina estadística del
Reich daba la cifra de 17 millones para la población judía» total del mundo en
1937. Un cuarto (última frase) supone 4.250.000 y si este cuarto representa la
mitad de la pérdida del judaísmo europeo, esta pérdida debe ser evaluada a su
vez en 8.500.000. Ahora bien, Korherr no habla más que de 4.500.000... Por otra
parte se determina que la pérdida fijada en 8.500.000 corresponde a «la mitad de
los efectivos del judaísmo europeo», lo cual significaría, que había 17 millones
de judíos en Europa en 1937. De donde resulta lo siguiente: o bien el informe ha
sido redactado por un loco, o hay una visible falsificación del texto.
25 / Soy yo quien lo subraya : europeos solamente... P. R.
26 / Michel Duran en Le Canard enchaîné, el 27 de enero de 1960.
27 / Prisión con sobreseimiento, 100 francos de multa y 800.000 frs. de daños y
perjuicios.
28 / El Tribunal de Casación se ha pronunciado a su vez: nos ha absuelto -
justamente lo bastante pronto para que pueda ser mencionado en esta nota de la
presente edición - pero no por ello resulta menos necesaria la explicación.
29 / El Sr. Michelet, con el cual hemos hablado, ha retirado la querella que
había presentado contra nosotros, y el aserto no figura en esta edición, ni
tampoco, por otra parte, el prefacio de Paraz, a sugerencia propia, para cortar
toda nueva tentativa de digresión. Solamente para evitar esto, pues, desde que
ha fallado el Tribunal de Casación, nada se opone a que este prefacio, cubierto
por la inmunidad que protege a la cosa juzgada, sea nuevamente publicado. El
autor no ha creído que deba ceder a los gritos de reprobación de un puñado de
interesados ni que deba hacer sufrir otras modificaciones al texto.
30 / En realidad, el autor estuvo entre los fundadores del movimiento
Libération-Nord en Francia, fue el fundador del periódico clandestino La IV
République, al cual elogiaron en aquella época las emisoras de Londres y de
Argel, y fue deportado de la resistencia - 19 meses - en Buchenwald y Dora.
Inválido de resultas de esto en un 95 %, está en posesión de la tarjeta de
resistente número 1.016.070, de la medalla de plata de la «Reconnaissance»
francesa y de la «Rosette» de la resistencia, que, por otra parte, no lleva. Y
esto no le ha quitado ni el amor a la verdad ni el sentido de la objetividad.
31 / Pues la unidad de la resistencia es un mito, como también era un mito la
unidad de la Revolución francesa. No solamente hubo dos sino varias
«resistencias», hoy en día nadie puede dejar de reconocerlo... ¡a menos que esté
interesado! Hubo incluso la resistencia de los granujas que encontraron cómodo
el ampararse detrás del nombre.
32 / Una solicitud de readmisión, defendida por dos federaciones departamentales
y por Marceau Pivert, en el Congreso de noviembre de 1951, fue rechazada después
de la intervención de Daniel Mayer y de Guy Mollet.
33 / Se me ha dicho que Maurice Bardèche era de extrema derecha, y que en otras
numerosas circunstancias él no había dado prueba del mismo afán de objetividad:
esto es cierto, y yo no me he abstenido de decírselo cada vez que he creído
tener motivo. Pero ésta no es una razón ni para negar su mérito en esta
circunstancia, ni para negarse a reconocer que salvo en una página, en sus dos
obras sobre Nuremberg - tan injustamente condenadas como La mentira de Ulises -
trata del problema alemán partiendo de los mismos imperativos que poco después
de la guerra de 1914 a 1918 eran los de Mathias Morhardt, de Romain Rolland y de
Michel Alexandre, cuando eran de izquierdas. Y no es culpa mía si, por un
curioso vaivén histórico, los individuos de izquierda al adoptar desde 1938-39
el nacionalismo y el chauvinismo que eran de derecha, han obligado de ese modo a
la verdad que era de izquierda a buscar asilo en la derecha y en la extrema
derecha. De todas maneras el cronista no puede aceptar el pronunciarse sobre la
materialidad de los hechos históricos en función de imperativos variables con la
política, ni, según el ejemplo de Merleau-Ponty (pág. 294), reconocer un hecho
como verdadero sólo cuando sirve a una propaganda.
34 / Abreviatura de Konzentrationslager, palabra alemana que designa a los
campos de concentración.
35 / Desde entonces las cosas han cambiado mucho. En el gobierno la política
sigue siendo hecha por los mismos estadistas (sic) o poco menos, pero descansa
sobre el antibolchevismo, y, en este sentido, es exactamente lo contrario de lo
que era en esta época. Como consecuencia de ello, los representantes del
antibolchevismo son los mismos que antaño hacían la apología de él. Lo que es
digno de mención es que si alguno hablase del sable de Prudhomme (*) o recordase
la historia de aquel Guillot que gritaba al lobo, nadie le entendería.
(*) Personaje de una novela de Henry Monnier. Solía decir que su sable le
serviría para defender las instituciones, y en caso necesario para
derribarlas.(N. del T.)
36 / Comité nacional de escritores.
37 / En Le Monde del 4 de enero de 1952, el fiscal André Boissaire tradujo
¡cuarenta y seis!
38 / Cementerio de París. (N. del T.)
39 / He escrito al Dr. Nyisz1i Miklos para señalarle todas estas
imposibilidades. É1 me ha respondido lo siguiente: ¡2.500.000 víctirnas! Sin más
comentarios. Esta cifra que está más cerca de la verdad y que seguramente no
pueden explicar por sí solas las cámaras de gas, ya constituye una buena suma de
horrores.
40 / Del proceso contra Paul Rassinier. (N. del T.)
41 / Entre ellos el profesor Richet, miembro de la Academia de Medicina.
42 / Dos testigos que habían ofrecido sus servicios a la acusación, no se han
molestado en aparecer: Martin-Chauffier y el inenarrable Rvdo. P. Riquet,
predicador de Notre-Dame. El primero, del cual se comprende fácilmente que le
haya resultado embarazoso el venir a ocupar el sitio de los testigos y sostener
públicamente el lenguaje «tan seguro de su gramática» que tiene, limitó su
papel, lejos del público, entre sus libros, a un telegrama en el que reclamaba
una despiadada condena. En cuanto al segundo, en una carta dirigida al tribunal,
aseguró que nosotros, Paraz y yo, éramos unos seres infames.
43 / Incluyendo entre ellos a Janda Weiss, del que se habla en la pág. 190.
44 / En el proceso de Struthof, el Dr. Boogaerts, comandante médico en Etterbeck
(Bélgica), declaró el 25 de junio de 1954:
«Logré que me destinasen a la enfermería del campo, y por este motivo estuve
bajo las órdenes del médico Plazza, de la S.S., el único hombre de Struthof que
tenía algunos sentimientos humanos.»
Pues bien, en Dora, a donde llegó después este Dr. Plazza para ejercer las
funciones de médico-jefe del campo, la unánime opinión le atribuía la
responsabilidad de todo lo que era inhumano en el reconocimiento y en el
tratamiento de las enfermedades. Entre lo que en la enfermería se contaba,
destacaban sus fechorías que - como se decía - su adjunto, el Dr. Kunz,
difícilmente lograba atenuar. Los que le habían conocido en Struthof hablaban de
él en términos horribles. Personalmente, tuve que habérmelas con él, y soy de la
opinión de todos los que se han encontrado en este caso: era un animal. Al
regresar a Francia, cuál no sería mi sorpresa al ver que se concedían tantos
certificados de buena conducta - ¡por presos privilegiados, es cierto! - a un
hombre del que todo el mundo en el campo, y hasta los mejor intencionados,
hablaba de ahorcarle. Yo solamente lo he comprendido cuando «supe que él fue el
primero, y durante mucho tiempo el único, que afirmaba la autenticidad de la
orden de hacer saltar todos los campos al aproximarse las tropas aliadas, y de
hacer exterminar a todos sus ocupantes, incluidos los guardianes: esta era la
recompensa de un falso testimonio del cual entonces no se podía saber lo que
valía, pero que era indispensable para la construcción de una teoría que a su
vez resultaba indispensable a una política.
De creer a los periódicos alemanes del 17 de junio de 1958, este Dr. Plazza,
citado en el proceso contra Martin Sommer, ha sido finalmente desenmascarado. Me
felicito de no haberme ocupado de ello en vano, pues los individuos de esta
clase han ayudado a creer en la leyenda de un horror generalizado y sistemático,
atribuido de este modo a la S. S.
45 / ¡Y esto no acusa solamente a la S.S. !
46 / Esta tesis ha sido confirmada de brillante manera por el señor de Chevigny,
ante el consejo de la República, el 22 de julio de 1953. El señor de Chevigny,
senador de un departamento del Este y ex deportado en Buchenwald, ha revelado
que «los alemanes habían dejado a los presos formar su propia policía, y que
para cumplir las ejecuciones prematuras - ¡sin cámaras de gas! - siempre se
encontraban aficionados con una gran pasión para esto. Todos o casi todos estos
delincuentes han sido cogidos posteriormente en flagrante delito», añadía el
senador (Journal Officiel del 23 de julio de 1953. Debates parlamentarios.) El
autor no reprochará al señor de Chevigny el que no le haya ofrecido
espontáneamente su testimonio, y haya dejado que se le condene.
47 / Esto no puede dejar de sorprender al lector, si sabe que el Tribunal de
Nuremberg hizo precisamente el mismo razonamiento.
48 / El autor se refiere el naufragio de un buque en 1816. Entre 149 náufragos
prepararon una balsa, y estuvieron durante doce días en la inmensidad de los
mares, hasta que los últimos quince moribundos fueron salvados por otro barco.
El resto pereció ahogado o sirvió de alimento a sus compañeros. (N. del T.)
49 / Después de haber sido escrito esto, se ha dado a conocer que, en febrero de
1956, 14 internados en la prisión de Columbus (EE. UU.) consintieron en que se
les vacunase con el virus del cáncer, lo mismo que se hizo en Struthof. (Según
el periódico francés Match, del 23 de febrero de 1957.)
50 / Los bolcheviques, que tampoco los inventaron, los emplearon mucho antes de
que se hablase del nazismo.
51 / Un número muy grande de supervivientes de los campos, - si no el mayor
número - son los que han observado esta regla hasta el fin o que sin hacerse
lobos - ¡hubo algunos! - se han beneficiado de la benevolencia o de la
protección de los lobos. Pues - se ignora, se finge ignorar o se olvida - los
campos estaban administrados por presos que se habían hecho lobos, y que por
delegación de la SS. ejercían en ellos una autoridad de sátrapas. No carece de
interés el advertir incidentalmente que estos lobos eran comunistas, se hacían
pasar por tales o servían los designios del comunismo. Es esto lo que explica
que la mayoría de los supervivientes sean comunistas: los comunistas han enviado
a todos los demás a la muerte, a excepción de los que han olvidado o no han
descubierto. E, imperturbables, echan hoy en día la responsabilidad de todas las
muertes y de todos los horrores no sobre el régimen nazi - lo cual sólo podría
sostenerse ya muy difícilmente, pues habría que admitir que el régimen nazi es
el único responsable de la institución de los campos de concentración, cuando se
sabe que existe en todos los regímenes, incluido el nuestro - sino sobre los
miembros de la S.S. tomados individualmente y a los que designan nominalmente.
52 / Testigos, por Jean Norton Cru. (Témoins, 1930)
53 / Los días de nuestra vida, en "Les Temps modernes" (enero de 1950).
54 / en el café de Flore. (Nota de Albert Paraz.)
55 / Sobre todo si se toma por unidad de medida su comportamiento en las
colonias, en las cuales, desde los últimos acontecimientos de Indochina y del
Africa del Norte, ya nadie es lo bastante temerario como para atreverse a
afirmar que su policía y su ejército se portan muy diferentemente de la manera
con la cual la policía y el ejército alemán se comportaban en Francia con los
resistentes, en los años más terribles de la ocupación. (Nota del autor para la
IIa. edición francesa.)
56 / No si se lee L'agité du bocal. (Nota de Albert Paraz). De Louis-Ferdinand
Céline.