EL BANQUERO DE LA MAFIA. MICHELE SINDONA Y PABLO VI
El sucesor en el trono papal de Juan XXIII, Pablo VI, decidió dejar
las finanzas vaticanas en manos de Michele Sindona, un hábil banquero cuya vida parece sacada de la película El Padrino. Forjado en
la dura escuela del mercado negro, Sindona se convirtió en el principal banquero de la mafia, el hombre que controlaba los miles de
millones de dólares que generaba el tráfico de drogas. De ahí al
Vaticano sólo había un paso.
Sería difícil encontrar dos hombres que, dedicándose al mismo
oficio, fueran más diferentes que Bernardino Nogara y Michele
Sindona. Nogara era un tecnócrata gris y espartano, esclavo de su
trabajo y devoto hasta llegar a la santurronería. Sindona, en
cambio, era un financiero moderno y mundano. No tenía el menor
reparo en hacer ostentación de los mejores trajes, las más finas
corbatas y los más valiosos relojes. Su apodo, El Tiburón, decía
mucho de su forma de hacer negocios, y sus conocidos contactos con
la mafia le convirtieron en un hombre más que respeto, temido
incluso, en los ambientes de negocios en Italia.
Michele Sindona comenzó su carrera blanqueando de forma magistral e
imaginativa la fortuna de la familia Gambino, los mafiosos más
conocidos de Nueva York. Sindona creó para ellos un holding que
lentamente se convirtió en un verdadero imperio financiero de
dimensiones internacionales.
La relación de Sindona con Pablo VI se inició cuando aquél hizo de
intermediario del dinero que la CÍA aportaba al Vaticano y a la
Democracia Cristiana para impedir la expansión del Partido
Comunista italiano. Entre ambos hombres, como en su día entre
Bernardino Nogara y Pío XI, surgió de inmediato una relación que
fue más allá de lo meramente profesional, convirtiéndose en
verdaderos amigos.
Por ello, no es de extrañar que una noche de primavera de 1969,
agobiado por la reforma fiscal del gobierno italiano, Pablo VI
decidiera llamar a una audiencia secreta a Michele Sindona. El
visitante fue recibido de la forma más discreta en la Santa Sede y
llevado rápidamente a los apartamentos papales, donde Pablo VI le
esperaba con un semblante que parecía entre enfermo y preocupado.
Sindona vestía un traje azul marino, corbata del mismo tono y una
elegante camisa blanca de cuyos puños asomaban unos impresionantes
gemelos de oro.1 Su aspecto confiado y alegre dibujó inmediatamente
una sonrisa en el rostro del pontífice. Parecía decir: «No hay
problema, si se trata de dinero ya encontraremos una solución». El
papa no le ofreció el anillo del pescador para el beso protocolario:
en su lugar le estrechó la mano con calidez.
1. DiFonzo, Luigi, op. cit.
Una vez sentados, el papa le comentó al banquero su terrible
problema. El gobierno italiano iba a gravar con impuestos las in
versiones del Vaticano. Los setecientos millones de dólares que
podría suponer en primera instancia la aplicación de la medida, aun
siendo una cantidad abultada, era asumible, pero no era esto
lo que más preocupaba al pontífice. El mayor inconveniente radicaba en que otros países decidieran llevar a la práctica medidas
similares, lo que podría desbaratar la impresionante estructura
financiera edificada con tanto esfuerzo por Bernardino Nogara a lo
largo de los años.
UN ESCARMIENTO
Había algo más que el papa no había confesado a su amigo y asesor
financiero. Su pontificado estaba resultando difícil e incierto.
Ni tradicionalistas ni progresistas se encontraban contentos con
su gestión pastoral, y las veladas críticas a su liderazgo surgían
de continuo de uno y otro sector. Lo último que necesitaba en
aquel momento era que se supiera que la fabulosa fortuna que se
gestionaba desde IOR corría peligro de irse por el sumidero de la
hacienda italiana.
Sindona escuchó pacientemente, meditó unos segundos y, tras una
pequeña pausa, resolvió lo que iba a hacer. La medida del gobierno
italiano era firme e intentar variarla implicaría un tiempo y unos
recursos de los que no disponían en aquel momento. Lo más práctico
era intentar salvar lo que se pudiera y sacar de Italia el dinero,
desviándolo a empresas creadas en diferentes paraísos fiscales tanto
de Europa como de América. Es decir, nada que no hubiera hecho antes
para la familia Gambino. Sin embargo, en esta ocasión, el banquero
estaba dispuesto a añadir un plus de audacia a su astucia
financiera. La clave de la operación consistiría en que se realizara
a la vista de todos, sin secretos. Si el Vaticano es un Estado
soberano puede llevarse sus inversiones donde le plazca, debió de
pensar Sindona. Esto serviría de escarmiento a los legisladores
italianos y de aviso a otros países que sintieran la tentación de
cargar con impuestos las inversiones vaticanas.
Tras escuchar la propuesta del financiero, fue el papa el quepareció meditar durante unos segundos. Después, le entregó una
carpeta que contenía un documento cuyos términos se extendían más
allá de las más inconfesables ambiciones de Michele Sindona. En el
escrito se nombraba al controvertido financiero Mercator senesis
romanam curíam sequens, el banquero de la curia, con poderes casi
ilimitados sobre los fondos administrados por el Instituto para las
Obras de Religión.
En virtud de su nuevo nombramiento, Sindona trabajaría al lado del
arzobispo Paúl Marcinkus, recién nombrado presidente del IOR, del
cardenal Giuseppe Caprio, presidente del Beni della Santa Sede, y
del cardenal Sergio Guerri, gobernador de la Ciudad del Vaticano.
Sindona tendría la última palabra en los asuntos financieros. Como
tenía por costumbre, leyó el documento hasta la última línea y sólo
entonces levantó la vista del papel y sonrió al pontífice. El
Vaticano había depositado en sus manos la mayor muestra de confianza
posible, le había entregado la llave de la caja. Sindona, sin decir
palabra, sacó su elegante estilográfica de oro y estampó su firma
al pie del documento. Después, ahora sí, besó el anillo del pescador
y se arrodilló junto al papa para rezar por el buen término de la
ambiciosa empresa que habían comenzado con la firma del documento.
Quién sabe lo que sentiría Michele Sindona al salir de madrugada
del recinto vaticano. Se le atribuía una frialdad sobrehumana, la
capacidad de jugarse decenas de millones de dólares sin temblarle el
pulso ni dudar, pero lo que había sucedido aquella noche
probablemente era demasiado incluso para aquel al que la prensa
sensacionalista había bautizado como «el hombre de hielo». Si
debemos atenernos a lo que él mismo confesó años más tarde, aquella
noche no sintió nada especial. A fin de cuentas, se trataba sólo de
negocios, como de costumbre; nada por lo que sentirse especialmente
excitado.
Sindona utilizó el prestigio que le otorgaba el hecho de haberse
convertido en el asesor financiero del papa para obtener beneficios en sus propias operaciones internacionales. Por aquella
época, el todopoderoso banquero del papa controlaba, al menos, cinco
bancos y más de 125 compañías en once países.2
2. Robb, Peter, Midnight in Sicily (Vintage Departures), Random
House, Nueva Iork,1996.
Dos años después, en
1971, Sindona estaba preparado para acometer su campaña financiera
más ambiciosa. Más por prestigio que por beneficio, estaba empeñado
en conseguir el control de las dos mayores compañías de Italia (la
Céntrale y Bastogi), fusionarlas y consumar la toma de un gran
banco. Según afirmó posteriormente el propio gobernador del Banco
de Italia, si Sindona hubiera materializado su plan, habría
presidido el mayor holding empresarial de toda Europa y se habría
convertido en arbitro del caótico sistema financiero italiano.
En agosto de 1971 Sindona se hizo con el control del primero de sus
grandes objetivos: la Céntrale. Las autoridades financieras
italianas comenzaron a tomarse en serio los movimientos de Sindona
y el Banco de Italia bloqueó su intento de controlar Bastogi, su
segundo punto de mira, ordenando una inspección adicional a varios
bancos en los que el financiero poseía intereses. La conquista del
sistema financiero italiano por parte de Sindona había sido detenida
en el último momento, pero ahora amigos y enemigos sabían que el
banquero del papa no era alguien a quien se debiera tomar a la
ligera.
MÁS PODEROSO QUE EL BANCO DE ITALIA
A pesar de que los inspectores encontraron múltiples irregularidades en las empresas y bancos de Sindona, el gobernador del Banco
de Italia decidió no hacer nada al respecto. Sindona era un
hombre influyente y poderoso. Tenía a importantes instituciones
financieras y al Vaticano respaldándole, y, desde luego, era mucho
más fuerte que el gobernador del Banco de Italia.
Todo aquel poder había comenzado mucho antes, en 1942, cuando siendo
un joven graduado de la Universidad de Mesina comenzó un lucrativo
negocio de estraperlo. Compraba bienes y alimentos robados a los
norteamericanos en Palermo y se las ingeniaba para introducirlos de
contrabando en Mesina. Para mantener su negocio, Sindona precisaba
la protección de la mafia. Ellos eran los que tenían acceso a los
productos a través del robo o del control de la importación y
producción. Además, la mafia podía poner a su disposición una fuente
inagotable de documentos falsos obtenidos mediante soborno con los
que poder engañar a las patrullas fronterizas.
Todo ello lo logró Sindona gracias a su contacto con Vito Genovese, uno de los mafiosos más importantes de Estados Unidos. Genovese había colaborado
en la planificación de la invasión de Sicilia actuando como enlace
entre el Ejército estadounidense y la mafia de la isla. Apodado Don
Vitone, tomó a Sindona bajo su protección. Por aquellos días,
Genovese era uno de los mayores traficantes de narcóticos del
mundo y se cree que estaba relacionado con negocios de trata de
blancas, dirigiendo en Nueva York la familia fundada en su día por
Lucky Luciano (Salvatore Lucania).
El mayor golpe de los realizados hasta ese momento por Vito Genovese
había sido el asesinato de Joe Masseria, que estaba considerado en
Estados Unidos como el «jefe de todos los jefes». Masseria ni
siquiera supo de dónde vinieron las balas que acabaron con su
vida. Había acudido a Scarpato's, un restaurante de Coney Island,
invitado por Luciano. Masseria lo pasó bien en la que iba a ser su
última cena, rodeado de gente de confianza. Sin embargo, Genovese
había preparado hasta el último detalle la emboscada y Masseria
recibió varios disparos en la espalda por, según cita el informe policial, «desconocidos que se dieron a la
fuga».3
3. Departamento de Policía de Nueva York. Escuadrón 60, caso 133,15
de abril de 1931.
Michele Sindona siempre recordaría aquella época con agrado; eran
días de aventura en los que en muchas ocasiones él mismo conducía
los camiones con el contrabando, que eran recibidos en los pueblos
con el revuelo y alboroto propios de un gran acontecimiento. Como si
de un Papá Noel mafioso se tratara, distribuía alimentos y regalos a
espuertas, reservando una parte para sus amigos. En esa época de
hambruna, los víveres de Sindona, pese a no ser gratis, eran bien
recibidos en un pueblo necesitado y falto de los alimentos más
básicos. Se había convertido en un auténtico padrino, un hombre
respetado por todos.
UNA VIDA DE AVENTURAS
Durante aquel período aventurero, Michele Sindona se hizo con una
variada panoplia de amigos, que incluía tanto a militares es
tadounidenses como a los más peligrosos mañosos de Sicilia. De los
norteamericanos aprendió mucho gracias a las largas conversaciones
que casi siempre trataban sobre lo maravilloso que resultaba la
vida en Estados Unidos, su prosperidad y las ventajas del
capitalismo y la democracia. Aquélla era una tierra prometida para
un hombre como Sindona, que rebosaba ambición y talento: «Fue
entonces cuando comprendí que si realmente quería hacer algo grande
necesitaría tener amigos en Estados Unidos».4
4. DiFonzo, Luigi, op. cit.
El gran amigo de Sindona en Norteamérica era Vito Genovese, y el
acuerdo entre ambos funcionó a las mil maravillas. Sindona
aportaba a Genovese un más que generoso porcentaje de
sus beneficios a cambio de la protección de Don Vitone, que se
encargaba de alejar de su joven pupilo a las autoridades y a las
otras familias mafiosas. Esto último no era especialmente com
plicado, ya que el negocio era suficientemente grande como para que
todos los mafiosos de Italia sacaran su parte sin necesidad de
interferir en los negocios de sus vecinos. Casi todo lo que consu
mieron los italianos durante la ocupación, lo necesario y lo su
perfluo, los alimentos y la ropa, salió de las bases estadouniden
ses. El mercado negro y el contrabando se convirtieron en algo
normal dentro de la economía italiana.
Las autoridades no podían hacer nada para detener esta situación.
En 1946 el prefecto de Milán intentó aplicar, sin resultado, una
política de control de precios, al menos en lo concerniente a los
productos de primera necesidad. Se establecieron pequeños comités de
control, formados por dos policías y un miembro de la Camera di
Lavoro, que se encargaban de que, como mínimo en las tiendas, los
precios fueran los estipulados. La idea pronto se extendió a Genova
y Turín, pero cuando los intermediarios rehusaron distribuir sus
productos en las tiendas, el mercado negro pudo continuar su edad de
oro.5
En aquella extraña época, Sindona conoció a don Luciano Leggio, uno
de los capos mafiosos más singulares, ya que su familia dirigía
Anónima sequestri, un grupo paramilitar de Palermo conocido por su
carácter cuasifascista y sus métodos violentos. Leggio rápidamente
simpatizó con Sindona, que pasó con igual celeridad a formar parte
de su familia. Allí, Sindona trabó contacto con el hermano Agostino
Coppola, un peculiar fraile que lo mismo celebraba una misa que
planificaba un asesinato o un secuestro.
5. Ginsborg, Paúl, A History of Contemporary Italy: Society ana
Polines, 19431988, Palgrave McMillan, Nueva York, 2003.
Cabe señalar que en la Sicilia de la época el hecho de que un
clérigo perteneciese a la mafia no era tan extraño ni estaba tan mal
visto como pudiéramos suponer. En 1962, por ejemplo, cuatro monjes
franciscanos fueron juzgados, condenados y sentenciados a más de
treinta años de prisión por conspiración, extorsión y asesinato.
El propio hermano Agostino Coppola, según se demostró en el juicio
que contra él se celebró en 1975 por pertenencia a organización
criminal, participó en labores de blanqueo de dinero y apoyó a
conocidos políticos de la Alta Mafia. En 1978 el monje franciscano
Fernando Tadeo, prior de la iglesia del Santo Angelo en Roma, fue
detenido bajo la acusación de comprar dinero procedente de rescates
de diversos secuestros al 70 por 100 de su valor, dinero que
posteriormente era blanqueado mediante instituciones financieras
vinculadas al Vaticano.
EL TRIÁNGULO DEL DIABLO
En los años setenta se podía afirmar que el triángulo formado por la
mafia, la Democracia Cristiana y la Iglesia era el principal
responsable de la pobreza endémica que se vivía en Sicilia. Tan
fuertes eran los vínculos entre estas tres instituciones que se
decía que si un capo mafioso era bendecido con dos hijos varones lo
más normal es que uno de ellos se dedicara a la política y el otro
al sacerdocio. Este triángulo funcionaba a la perfección debido a
las particularidades de Sicilia, una región insular y olvidada en la
que los caciques podían hacer y deshacer a su antojo sin que las
autoridades se inmiscuyeran demasiado en sus asuntos.
La pobreza y
el analfabetismo de sus gentes les hacía aún más fáciles de
manipular. (La mafia tenía sus luparas, escopetas de cañón re
cortado con que perpetraban sus asesinatos, la Iglesia tenía a Dios
y la Democracia Cristiana sólo tenía que mencionar a los comunistas
para amedrentar a los campesinos sicilianos.)
Por otro lado, Sicilia es la tierra de «el enemigo de mi enemigo es
mi amigo». Mafiosos, clérigos y políticos de derechas compartían
un enemigo común: los comunistas, y ello contribuyó a estrechar
lazos y alianzas que hubieran sido impensables en cualquier otro
lugar del planeta.
Aquel ambiente fue la auténtica escuela de negocios en la que se
educó y formó Michele Sindona. Cuando en 1946 abrió en Milán su
despacho de asesoría fiscal y económica, ya había aprendido todo lo
necesario para convertirse en un exitoso hombre de negocios en la
Italia de posguerra. Supo aprovechar como nadie la era de continuos
«pelotazos» que supuso el milagro económico italiano, y su
formación y astucia le sirvieron para manejarse perfectamente en el
complejo entramado fiscal de la república.
En Milán aplicó todo lo aprendido en Sicilia, en especial lo re
ferente a la utilidad de relacionarse con miembros del clero. Este
trato comenzó con el funcionario de la curia monseñor Amieto
Tondini, una de cuyas hermanas estaba casada con un primo de
Sindona. Monseñor Tondini, sin desperdiciar la oportunidad de
favorecer a un familiar, presentó a Sindona a su amigo Massimo
Spada, delegado del IOR y uno de los hombres de confianza de
Bernardino Nogara. Spada era un hombre con una apariencia peculiar.
Era muy alto y tenía un cabello gris, muy fino, cuyo tono combinaba
a la perfección con el eterno gris de sus trajes cruzados, cuyos
pantalones tenían, indefectiblemente, la cintura demasiado alta y la
pernera demasiado baja.
Massimo Spada no era un hombre rico, como
atestiguaba el corte de sus trajes, casi intolerables para el
presumido Sindona, sin embargo, sí era un hombre poderoso, un
servidor abnegado de la Santa Sede que manejaba sumas de dinero muy
importantes de los fondos del Vaticano y cuyas decisiones podían
repercutir en la economía italiana. Pero no era este poder lo más
importante que Sindona iba a obtener de Massimo Spada, sino la
relación con un hombre
que, con el tiempo, se convertiría en uno de sus mejores amigos y
cuyos destinos estarían ligados para siempre: Giovanni Battista
Montini, que reinaría como papa bajo el nombre de Pablo VI.
UNA REUNIÓN EN LA CUMBRE
Una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, con un ambiente mucho
más tranquilo y distendido, y habiendo desaparecido los principales
testigos de algunos de sus delitos más significados, Vito Genovese
decidió regresar a Estados Unidos. Con Lucky Luciano disfrutando de
un exilio dorado en Sicilia como parte del trato que Genovese había
alcanzado con el Ejército estadounidense —por el cual se
comprometió a conseguir la colaboración de la mafia a fin de
allanar la invasión aliada en la isla—, Genovese no tenía enemigos
de consideración que le pudieran disputar el título de «jefe de
todos los jefes», por lo que inició una campaña de terror y
asesinatos destinada a afianzar su poder sobre el resto de familias.
En 1951 se le relacionó con la muerte de Willie Moretti, en 1953 con
la de Steve Franse y en 1957 con la de Albert Anastasia, tres
reputados mafiosos que representaban el último obstáculo para
hacerse con el control de Nueva York. La audacia de Genovese estaba
cimentada por el respaldo que había obtenido en Nueva York por parte
de Cario Gambino y su familia.
Durante todo aquel tiempo, Michele Sindona siguió contando con la
amistad y confianza de Vito Genovese, hecho que se vio refrendado
cuando el joven financiero fue invitado a la reunión de mañosos más
importante de la historia, celebrada el 2 de noviembre de 1957 en
el Grand Hotel des Palmes de Palermo. Durante más de doce horas
los «hombres de honor» estuvieron en una de las alas del hotel
disfrutando de una copiosa comida de marisco en una bucólica terraza
con vistas al mar.
La relación de asistentes era un verdadero «quién es quién» del
crimen organizado de ambos lados del Atlántico. Allí estaban Lucky
Luciano, que a pesar de su retiro seguía siendo uno de los
auténticos hombres fuertes de la mafia, los hermanos Magadino (que
controlaban la ciudad de Búfalo), Joseph Bonanno (más conocido
como Joe Bananas), Carmine Galante, el capo de Detroit John
Priziola, Tommaso Buscetta, Frank Costello (que acudía en
representación de la familia Gambino), además de miembros de las dos
familias en pugna en Nueva York, los Luchese y los Genovese. A
modo de anfitriones se encontraban los integrantes más importantes
de la mafia siciliana, entre ellos, don Giuseppe Genco Russo,
Salvatore Greco, Calcedonio di Pisa y los hermanos LaBarbera.6
Lo que les había llevado a reunirse aquel día era organizar de
finitivamente el tráfico de narcóticos, que ya comenzaba a con
vertirse en la principal fuente de ingresos de la mafia. Los
sicilianos habían elaborado una complicada red que comenzaba en
los centros de producción en el Triángulo de Oro del sudeste asiáti
co, continuaba en las factorías de procesado en Turquía y finali
zaba en la propia Sicilia, desde donde se distribuía la mercancía a
todo el mundo.7
6. Tosches, Nick, Power on Earth: Michele Sindona's Explosivo Story,
Arbor House, Nueva York, 1986.
7. Sterling, Claire, Octopus: The Long Reach of The International
Sicilian Mafia, Simón & Schuster, Nueva York, 1990.
LOS CORLEONESI
El tráfico de drogas cambió el panorama en el que se manejaba la
mafia. Los beneficios eran enormes, mucho mayores que los obtenidos
con el juego, el contrabando o la prostitución. Fueron
momentos de arrogancia en los que los mafiosos vieron cómo se les
abría una ventana a un mundo sin límites. También fueron los días en
los que se gestó un cambio generacional que dio como resultado el
nacimiento de una nueva facción, amoral y homicida incluso para la
mafia más tradicional. Eran los Corleonesi, llamados así por el
pueblo de Corleone, de donde surgieron.
El padrino de esta facción
era Luciano Leggio, un psicópata que disfrutaba matando él mismo a
sus víctimas con una bayoneta. Leggio fue enviado a prisión en 1974,
pero siguió ejerciendo un verdadero reinado de terror a través de
sus dos sicarios, cuya brutalidad era mayor si cabe que la de su
jefe. Uno de ellos era Bernardo Provenzano, conocido como U
tratturi. El Tractor, por su capacidad «industrial» para el
asesinato. El otro era más peligroso aún, un hombre bajito y mal
encarado llamado Salvatore «Totó» Riina, La belfa. La Bestia.8
8. Orlando, Leoluca, Fighting the Mafia ana Renewing Sicilian
Culture Encounter Boooks, San Francisco, 2001.
Los Corleonesi eran tachados de viddani (paletos) por los mafiosi
de las ciudades, como los que se reunieron en aquella histórica
cumbre del hotel de Palermo. Los métodos brutales de los Corleonesi
no encajaban con las ambiciones políticas, el afán de respetabilidad
y el propósito de pasar lo más inadvertidos posible del resto de
familias. Ellos eran los capifamiglia (jefes de familia) que
habían salido victoriosos de incontables guerras mafiosas y ahora
dictaban la política y mantenían la paz en el oeste de Sicilia.
Entre las muchas resoluciones que se tomaron en aquella reunión,
todos estuvieron de acuerdo en que Michele Sindona fuera el
encargado de manejar los beneficios que las familias obtenían por el
tráfico de heroína. Se trataba de un acuerdo no muy diferente del
que Sindona firmaría años más tarde con el papa. Sindona se convertía en administrador plenipotenciario de una ingente
fortuna, aunque en este caso el acuerdo era, lógicamente, verbal, y
si el financiero fracasaba en su misión era muy probable que
perdiera la vida.
No obstante, todos estaban conformes en que él fuera el hombre que
acometiese esa misión. Su conocimiento del entramado fiscal italiano
le permitiría mover grandes cantidades de dinero sin llamar la
atención de las autoridades monetarias del país. Además, tenía un
perfil perfecto de respetable hombre de negocios y «hombre de
familia» gracias a sus lazos con Vito Genovese.
LA MEJOR FORMA DE ROBAR UN BANCO
A los pocos días de obtener la confianza de la asamblea de ma
fiosos, Sindona creó en Licchtenstein la compañía Fasco AG. Para
comprender el poderío de esta empresa, baste mencionar que una de
sus primeras operaciones fue la adquisición de un banco en Milán, la
Banca Privata Finanziaria. Poco después se hizo con el control de la
Banca di Messina, en su Sicilia natal, y el Banque de Financement,
en Ginebra. Los más importantes bancos del mundo recibieron fondos
de la corporación de Los mafiosos, en especial el Hambres Bank de
Londres, el Continental Illinois y el Instituto para las Obras de
Religión.9
Mientras tanto, en Estados Unidos Sindona se había convertido en
todo un personaje dentro del Partido Republicano de Illinois.
También había estrechado sus lazos mafiosos con una nueva y fruc
tífera relación con la familia Inzerillo, primos de los Gambino.10
9.
Yailop, David, op. cit.
10. «Report on Calvi Autopsy Returns Spotlight to Vatican Bank
Scandal, American Atheists», 29 de octubre de 2002.
Durante aquella época, miles de millones de dólares pasaron por
Sindona, que hábilmente los recogía con una mano en Estados Unidos
y Sicilia y con la otra los depositaba, completamente limpios, en
los bancos de Suiza. Sindona también aprendió en aquellos días una
lección que años después, en la célebre época del «pelotazo», sería
aplicada con maestría por cierto número de banqueros: «La mejor
forma de robar un banco es comprarlo». La Banca Privata Finanziaria
se convirtió muy pronto en un mero vehículo para las operaciones
clandestinas de Sindona y sus representados, sin más sustento real
que las ingentes cantidades de dinero que a diario pasaban por sus
cuentas, pero que nunca dormían ni una sola noche en sus bóvedas.
El banco tenía todo de cuanto irregular pueda imaginarse:
desde cuentas ficticias hasta créditos y transferencias no
justificadas. Lo peor de todo era que Sindona estaba robando a
algunos de sus propios clientes —no a los mafiosos, se entiende—,
sustrayendo sumas de dinero de sus cuentas que transfería a otra
en el Banco Vaticano, desde donde, a su vez, se traspasaba este
dinero, no sin antes quedarse con un 15 por 100 de comisión en su
cuenta del Banque de Financement de Ginebra. Por si cabía alguna
duda sobre quién era el titular de esta cuenta cifrada, la clave era
MANÍ, en honor a los hijos de Sindona: MArco y Niño.
La situación llegó a ser tan surrealista que aquellos clientes que
detectaban irregularidades en sus cuentas y amenazaban con
denunciarlo a las autoridades eran amenazados de muerte por los
mafiosos de Sindona. Ni que decir tiene que el banco perdió clientes
a toda velocidad, pero, a fin de cuentas, el beneficio de sus
actividades no tenía nada que ver con el número de clientes.
En el Banque de Financement de Ginebra las cosas no eran demasiado
diferentes. Los empleados del banco se jugaban los fondos de sus
clientes en el mercado de valores. Si había pérdidas, eran los
clientes quienes corrían con ellas, si por el contrario había
ganancias, éstas eran apuntadas con toda celeridad en la
ya mencionada cuenta MANÍ. En este caso, ni siquiera era preciso
amenazar a los perjudicados, ya que el grueso de la clientela
prefería mantenerse a sí mismos y a sus depósitos en el más es
tricto anonimato. El IOR era titular del 29 por 100 de las accio
nes del banco y mantenía varias cuentas en la institución, que,
aunque no estaban sujetas a los manejos de Sindona, sí estaban
dedicadas a lo que se podría denominar «actividades altamente
especulativas».
Pero todo esto aún tardaría algunos años en ser descubierto. En 1969
Michele Sindona era el mayor empresario de Italia, el «salvador de
la lira», como le proclamó en su día el primer ministro Giulio
Andreotti. En medio de tal gloria financiera no es de extrañar que
Sindona recibiera la invitación para formar parte de un club mucho
más exclusivo que el de los mafiosos sicilianos. Se trataba de la
logia masónica Propaganda Due (Propaganda Dos), dirigida por Licio
Gelli, uno de los personajes más poderosos de la política y la
economía italianas, que había elevado el chantaje y la extorsión a
la categoría de bellas artes.
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PROPAGANDA DUE LA MASONERÍA FASCISTA
La historia de Michele Sindona y de las finanzas de la Santa Sede no
sería la misma de no haber entrado en escena una sociedad secreta,
cuyo descubrimiento supuso el mayor golpe para la Italia salida de
la Segunda Guerra Mundial. En un país democrático occidental existió
un grupo que incluía a ministros, generales y financieros que
conspiraba para acabar con la democracia no sólo en Italia, sino en
toda Europa.
Licio Gelli se consideraba a sí mismo como el hombre más de de
rechas de Europa. Nació en Pistola, Toscana, en 1919. Durante la
Guerra Civil española había sido voluntario con dieciocho años en un
batallón italiano de camisas negras. Luego, durante la Segunda
Guerra Mundial, fue oficial de enlace entre el Ejército alemán y el
italiano con responsabilidades de inteligencia: su Principal misión
era la localización y eliminación de partisanos.1
1.
Yailop, David, op. cit.
Pero de eso hacía ya mucho tiempo. En los años sesenta, Licio Gelli
había prosperado: «Las puertas acorazadas de los bancos se abren
todas hacia la derecha», solía decir, y se había convertido en uno
de los personajes más relevantes en la vida económica y política de
Italia.
Al parecer, buena parte de esa riqueza procedía, precisamente de la
guerra. Gelli había estado destinado durante un tiempo en la
localidad de Cattaro, Montenegro, a orillas del Adriático, desem
peñando labores de inteligencia.2 Allí estuvo escondida buena par
te de los depósitos de oro del Banco de Yugoslavia, miles de lingo
tes de los que nunca volvió a saberse hasta 1999, cuando la policía
italiana encontró ciento cincuenta de estos lingotes en las macetas
y parterres del jardín de la lujosa villa de Gelli en Toscana.3
Después de la guerra trabajó para ambos bandos. A pesar de que
elaboró para los aliados una lista negra de fascistas que debían
ser vigilados, también participó en la red de contrabando de
criminales de guerra del padre Draganovic, lo cual le reportó im
portantes beneficios económicos. Posiblemente, el caso más célebre
en el que Gelli estuvo involucrado fue la huida de Klaus Barbie,
El Carnicero de Lyón, que se refugió durante varios meses en el
Vaticano antes de ser puesto en manos de Gelli. El coste de la
operación fue sufragado íntegramente por la contrainteligencia
estadounidense, que estaba muy interesada en la información que
podía proporcionarle el antiguo jefe de la Gestapo.
2. Greene, Jack y Massignani, Alessandro, The Black Prince ana the
Sea Devils: The Story of Prince Valerio Borghese ana the Élite Vnits
of the Ecima Mas, Da Capo Press, Cambridge, 2004.
3. «Pólice Find Pot of Gold», Agencia Reuters, 13 de septiembre de
1999.
En 1948 Gelli entró a formar parte de la Democracia Cristiana. Más
tarde alcanzó el cargo de director de Permaflex, una de las empresas
más importantes de colchones de Italia. Por aquella época, se
convirtió en uno de los puntales de la Operación Gladio, un ambicioso plan de la CÍA para impedir la expansión del
comunismo en Europa.
En 1972, cuando Gelli trabó amistad con el
general Alexander Haig, antiguo comandante en jefe de la OTAN,
Gladio era una compleja red que contaba con más de 15.000 agentes en
toda Europa realizando las más variadas labores. Se sabe que Gelli
recibió financiación de Haig por este con-cepto
LA ESTRATEGIA DE TENSIÓN
Gladio era otro de los planes que incesantemente surgían de la
fértil mente de James Jesús Angleton: durante los últimos días de la
Segunda Guerra Mundial, Angleton, que trabajaba para la Oficina de
Servicios Estratégicos, la antecesora de la CÍA, comenzó a formar un
círculo de intereses comunes con varios fascistas (ex fascistas,
habría que decir), que compartían sus recelos hacia el Partido
Comunista italiano, el más poderoso de Europa, como ya hemos
mencionado. Fue entonces cuando comenzaron a pergeñarse las
tácticas seudomafiosas que, con la complicidad de la Democracia
Cristiana y la Iglesia, dificultaron durante años el éxito electoral
de los comunistas.
Cuando Angleton se convirtió en el jefe de contrainteligencia de la
CÍA, el plan obtuvo carta de naturaleza y un nombre oficial,
Gladio, así como suficientes fondos para convertir la política
italiana en un verdadero caos durante décadas. Gladio forjó secretas
alianzas entre la mafia y ciertos funcionarios del Vaticano;
reclutó a fascistas y mafiosi para perpetrar atentados de los que
luego era culpada la izquierda, repartió millones de liras entre
partidos políticos y periodistas para adulterar las elecciones e
incluso se sospecha que supervisó el secuestro y asesinato del primer ministro Aldo Moro —que había incurrido en la «osadía»
de incluir a dirigentes comunistas en su gabinete—,4 así como el de
la magistrada Vittoria Occorsio.
En mayo de 1965, el plan maestro de Gladio estaba perfectamente
descrito en un documento titulado «La estrategia de tensión», en
el que se proponía escenificar una campaña terrorista de izquierdas
que llevase a la población a un nivel de tensión superior al que
pudiera soportar, de forma que la situación derivase en un
levantamiento popular y el establecimiento de un gobierno de corte
neofascista.
El toque de genialidad de Gelli fue recurrir a la masonería para
establecer el germen de este nuevo orden italiano. Todo el asunto no
está exento de ironía, pues fue precisamente Mussolini quien en su
día proscribió la masonería italiana. Sin embargo, la república
había restituido sus derechos a los masones y ahora las logias
florecían en la península.
Propaganda Due (P2) era una logia con una dilatada trayectoria.
Había sido fundada en Roma en 1877 para servir a los masones
italianos que visitaran la capital.5 Gelli, que se convirtió en
masón en noviembre de 1963, fue escalando grados rápidamente hasta
alcanzar el necesario para liderar su propia logia. El Gran Maestre
Giordano Gamberini le encomendó a Gelli la tarea de crear una gran
logia que sirviese para expandir los ideales masónicos por toda
Italia. Obtuvo el control definitivo de Propaganda Due en 1976,
después de que ésta hubiera sido disuelta y vuelta a fundar por
disensiones internas de la propia organización masónica, que
comenzaba a darse cuenta de que Licio Gelli tenía ideas muy
personales sobre el destino de la logia.
4.
Wiison, Robert Antón, Everything is Vnder Control: Conspiracies,
Cults, ana Cover-ups, Harper Perennial, Nueva York, 1998.
5. Marrs, Jim, Rule by Secrecy: The Hidden History That Connects the
Trilateral Commission, the Freemasons, and the Great Pyramids,
Harper Collins, Nueva York,
2000.
Lo cierto es que los
ideales de esta nueva Propaganda Due no eran demasiado masónicos,
aunque sí muy ambiciosos. Gelli no sólo pretendía realizar el plan
de Gladio y culminarlo con el establecimiento de un gobierno
fascista en Italia, sino exportarlo a otros países del mundo.
Gelli hizo un magnífico trabajo, ya que incrementó el número de
miembros de apenas catorce a más de un millar (algunos autores
hablan hasta de 2.500 miembros). Por aquellos días, Gelli declaró en
una entrevista televisiva que quería reunir a los mejores de cada
campo para materializar sus «planes de renacimiento democrático».
Uno de los primeros miembros de la renacida logia era el general
Giovanni Aliavena, hombre fuerte del espionaje italiano en cuyas
manos había material muy sustancial con el que se podría chantajear
a un gran número de personalidades italianas. La oficina D del SID
(una especie de combinación del FBI y la CÍA, a la italiana) estuvo
en su día investigando estos posibles chantajes.
SASSO IN BOCCA
Gelli era un completo desconocido para la opinión pública y, al
mismo tiempo, uno de los grandes actores de los asuntos del país.
Obviamente, contó con algo de ayuda para llevar a cabo este
«milagro». El periodista italiano Carmine «Mino» Pecorelli, que fue
miembro de P2, declaró públicamente que la CÍA estaba sustentando
económica y logísticamente a la organización. En 1990 el antiguo
agente de la CÍA Richard Brenneke confirmó esta colaboración entre
el espionaje estadounidense y la logia italiana. Pecorelli fue
encontrado en 1979 con un disparo en la boca, el sasso in bocca que
los mafiosos reservan a los chivatos.
En su despacho se encontraron
algunos papeles de la oficina D del SID, gran parte de ellos
relativos a Gelli. Uno de estos documentos era una lista de
personas que Gelli había denunciado
ante el SID como colaboradores durante la ocupación alemana entre
1943 y 1945; otro era una nota de la inteligencia italiana en la que
se expresaban sospechas de que Gelli pudiera estar trabajando en
secreto para algún servicio de inteligencia del Pacto de Varsovia.
Según diversos investigadores, las relaciones de P2 iban mucho más
allá de la CÍA y se extendían a la extrema derecha italiana, otras
sociedades secretas, como los carbonarios, y el mismísimo Ejército
italiano. Gelli podía presumir de estar muy bien relacionado.
Había sido socio del criminal de guerra Klaus Barbie, a quien ayudó
a organizar un escuadrón de la muerte en Bolivia, responsable del
asesinato del líder socialista Marcelo Quiroga y, en buena medida,
del ascenso al poder del general boliviano Luis García Meza. La
junta militar boliviana agradeció los servicios de Gelli y Barbie
dándoles concesiones especiales sobre las plantaciones de coca, de
cuya comercialización se encargaban los no pocos contactos que Gelli
tenía en la mafia siciliana.
Gelli también había contribuido económicamente al régimen de Juan
Domingo Perón en Argentina y mantenía relación con Ronaid Reagan,
que le invitó a su ceremonia de toma de posesión como presidente
de Estados Unidos en 1981. Con quien sí se sabe que trabó amistad
fue con Phil Guarino, director de la campaña electoral de Reagan,
quien un año antes, el 8 de abril de 1980, recibió una carta de
Gelli en los siguientes términos:
Si crees que puede ser útil que algo favorable a tu candidato presidencial sea publicado en Italia, envíame el material y yo haré que
salga en alguno de los periódicos de aquí.
Además, Gelli había sido uno de los principales patrocinadores del
régimen de Anastasio Somoza en Nicaragua y de los comandos de la
Triple A en Argentina, Colombia y Brasil. Afirmaba encontrarse en
términos amistosos con el antiguo director de
la CÍA y presidente de Estados Unidos George Bush padre, a quien
calificaba de «miembro honorario» de P2. Gracias a su logia y a
sus contactos creó lo que los tribunales italianos calificaron
como «una estructura secreta con la increíble capacidad de controlar
las instituciones gubernamentales hasta el punto de convertirse,
virtualmente, en un Estado dentro del Estado».
Con toda esta experiencia no es de extrañar que Licio Gelli
obtuviera notables éxitos cuando decidió dedicarse al comercio de
armas, teniendo como principales clientes las dictaduras de extrema
derecha iberoamericanas y un Estado de Israel que no debía de
conocer sus tratos con criminales de guerra nazis.
Sin embargo, en 1981 se vino abajo el entramado de P2 al ser
descubierto por las autoridades. Durante un registro en la mansión
de Gelli se encontró una copia del documento «La estrategia de
tensión» y una lista con los nombres de los principales conspirado
res, incluidos tres ministros, cuarenta miembros del Parlamento,
cuarenta y tres generales del ejército, entre ellos el poderoso Gio
vanni Torrisi, jefes de la policía y los servicios secretos, como
Giuseppe Santovito, el doctor Joseph Michelle Crimi y Giulio
Grassini, el jefe de la policía financiera, Orazio Giannini, el
general del SID Vito Milici, el general de la Guardia Financiera
Raffaele Giudice, el magistrado del Tribunal Supremo Ugo Zilletti,
ocho almirantes, industriales, financieros, artistas, periodistas,
dueños de diarios, ejecutivos de televisión, cientos de diplomáticos
y altos funcionarios y, por supuesto, Michele Sindona. Muchos de los
incluidos en la lista negaron su asociación con la logia, aunque
nadie les creyó. Otros, incluido el propio Gelli, fueron
inmediatamente detenidos por orden del fiscal de Milán, Pierluigi
Dell'Osso. Gelli escapó de la cárcel sobornando a los guardianes.
Algunos no tuvieron tanta suerte y vieron sus carreras definitivamente arruinadas por culpa de Propaganda Due. Sin duda, el mayor
afectado fue el ministro de justicia Adolfo Sarti, que si bien no
figuraba en la lista de miembros, sí había solicitado su ingreso
en la logia según los documentos encontrados en la casa de Gelli.6
Sarti tuvo que dimitir mientras las autoridades investigaban su posible implicación en «actividades criminales».7
6. «Italian Justice Minister Quits in Scandal Over Masonic Lodge»,
Associated Press, 23 de mayo de 1981.
7. Lyne, William,
Pentagon Aliens, Creatopia Productions, Lami
(Nuevo México), 1993.
La aparición del
nombre de Sarti en los documentos de Gelli fue especialmente significativa, ya que el ministro era popularmente conocido por ser uno
de los adalides de la lucha antiterrorista. El escándalo hirió de
muerte al gobierno de coalición, que sólo siete meses antes había
conseguido ensamblar con no poco esfuerzo el primer ministro Arnaldo Forlani. De la noche a la mañana, el semidesconocido Gelli
pasó a ocupar las portadas de los diarios de todo el mundo.
EL JURAMENTO ETERNO
Gracias al apoyo de Propaganda Due, Michele Sindona pudo expandir
aún más su imperio. En un acto de extrema arrogancia llegó a
declarar:
Compré Pachetti, una compañía química, por diez millones y la vendí
por treinta; compré Saffa, una compañía constructora, y la vendí con
diez millones de dólares de beneficio; vendí Sviluppo, una compañía
de desarrollos inmobiliarios, por cinco millones de dólares.
Millones, millones, millones durante muchos años.
También comentó en las páginas de Newsweek:
Todo tiene su precio y si creo que es barato lo compro. Si creo que
es caro y se me ofrece un buen precio vendo. No tengo principíos sobre en qué negocios estar y en cuáles no. Esta es la actitud
correcta que debe tener un banquero de inversiones.
Sindona, como todos los miembros de P2, pasó a formar parte de la
logia mediante una ceremonia de iniciación. Según el teniente
coronel Luciano Rossi, miembro del pelotón de ejecuciones del
grupo y que se suicidó seis semanas después de ser entrevistado,
esta ceremonia podía presentar alguna variación de una vez para
otra. Había una ceremonia normal que era la utilizada en la mayoría
de las ocasiones y otra que sólo se empleaba si Gelli quería
mostrar su poder o poner a prueba el coraje o la lealtad del nuevo
recluta.
En la versión más extrema, al nuevo miembro se le vendaban
los ojos y sólo se le quitaba la venda para que descubriese que se
había soltado una víbora venenosa a un metro escaso de sus pies.
El iniciado no tenía ni idea de que esto iba a suceder, aunque en
alguna ocasión se le advertía de que su valor sería puesto a prueba.
Si le dominaba el pánico, la ceremonia terminaba en ese momento y se
hacía saber al candidato que ya no pertenecería nunca a P2. Si el
recluta, por el contrario, permanecía quieto durante sesenta
segundos, el ofidio era retirado por un hermano masón que le
explicaba que aquella bestia simbolizaba todos los males del
comunismo y el ateísmo.8
8. DiFonzo, Luigi, op. cit.
El siguiente paso de todas las iniciaciones era el «juramento
eterno». Cada discípulo entregaba al maestre un sobre cerrado que
contenía una fotografía suya. Después, una gota de sangre era tomada
de cada uno de los presentes en la ceremonia. La sangre se
mezclaba en un cáliz en el que se introducía la fotografía del
candidato. En el caso de Sindona, una vez hecho esto, Gelli, que
hacía las veces de maestro de ceremonias, le informó: «Serás
conocido como 16-12».9 «16-12», repetía el iniciado. Entonces se
tomaba el juramento.
Juro ante todos los presentes y juro ante cuyas identidades están
selladas en las bóvedas de Propaganda Due y, especialmente, juro
ante vos, Gran Maestre, que seré leal a nuestros hermanos y a la
causa, in Un momento di passare alla azione. Juro sobre este acero
[en ese momento el Gran Maestre ponía un hacha en las manos del
neófito] luchar contra los males del comunismo, golpear duro en la
cara del liberalismo y luchar por el establecimiento de un gobierno
presidencial.
Juro ayudar a mis hermanos y nunca traicionarlos. Y si fallo, si
cometiera perjurio [en ese momento el Gran Maestre rompía la fotografía en cuatro partes], que mi cuerpo sea cortado en pedazos
[momento en que los trozos de la fotografía eran lanzados a las llamas previamente encendidas], y éstos reducidos a cenizas al igual
que las cenizas de esta fotografía.
Este peculiar ritual no era el único mecanismo que tenía Gelli para
asegurarse la lealtad de los nuevos miembros. Como paso previo a la
iniciación, Gelli solicitaba al candidato cuanta información
comprometedora pudiera aportar sobre sí mismo y sobre otros. Sólo si
esta «confesión» resultaba satisfactoria para el Gran Maestre se
pasaba a la ceremonia.
Otro de los personajes notables que se sometieron a la teatral
iniciación de Gelli y su grupo fue Carmelo Spagnuolo. Spagnuolo fue
jefe del turno de oficio en Milán y más tarde presidente del
Tribunal Supremo italiano. Su presencia, así como la de otros
magistrados, aseguraba a Gelli verse razonablemente libre de la
acción de la justicia.
9.
Ibid.
EL PODER DEL MIEDO
Gelli no era especialmente inteligente, aunque sus conocidos le
definían como un hombre muy astuto. Tenía dinero, posición e
influencia, pero pronto comprendió que todo eso significaba bien
poco si no se contaba con el arma más poderosa de todas: el miedo.
Estaba convencido de que era el instrumento del verdadero poder y
creía igualmente que era tanto más efectivo cuanto más secreta e
intangible fuese su fuente. Así pues, Gelli dividió P2 en diversas
células autónomas, prohibiendo a sus miembros revelar su pertenencia
ni siquiera a otros integrantes. De esta forma, un miembro de P2
nunca estaba seguro de con quién estaba hablando y se guardaría de
cualquier tipo de indiscreción.
Las sociedades secretas eran y son ilegales en Italia. La masone
ría era tolerada tan sólo porque cada logia tenía la obligación de
entregar a las autoridades un listado completo de sus integrantes.
Gelli, evidentemente, no lo hizo. Sus contactos estaban a un nivel
tan elevado que no había ningún riesgo de que la oscura existencia
de Propaganda Due quedara al descubierto. Se las había ingeniado
para que, en última instancia, él y sólo él tuviera en su mano la
identidad de todos y cada uno de los miembros del grupo.
Gelli empleaba una amplia variedad de técnicas a la hora de
conseguir nuevos discípulos para la causa. Lo normal era que el
proceso se hiciera por cooptación, es decir, los propios miembros
existentes eran los encargados de evaluar a los posibles candida
tos que pudieran conocer en su entorno, tantearlos y, si se consideraba oportuno, proponerles que formaran parte de la logia. Otros
eran chantajeados gracias a la información que habían aportado otros
miembros del grupo con anterioridad a su ceremonia de iniciación,
y de esta forma eran «convencidos» para que entraran en la logia.
Esto fue lo que le sucedió a Giorgio Mazzanti, presidente del Ente
Nazionali Idrocaburi, la compañía petrolífera italiana. Al parecer,
Mazzanti había recibido importantes sobornos de las autoridades saudíes, según pruebas y documentos aportados por uno de los miembros de la logia, así que el
presidente de la petrolera no tuvo más remedio que acceder a las
pretensiones de Gelli y, a su vez, aportar la información que
precipitaría la caída de otros.
Gracias a esta táctica, entre otras muchas. Propaganda Due pronto se
extendió por diferentes países de Hispanoamérica, Europa e incluso
Estados Unidos, donde no hizo falta demasiado esfuerzo para que
reconocidos personajes de la mafia, como los Gambino y los Luchesi,
abrazaran el plan megalómano de Licio Gelli. Esto permitió a P2
obtener cierto control sobre algunos de los negocios
tradicionalmente manejados por la mafia, tanto ilegales como
incluso algunos servicios públicos de determinadas ciudades: los
portuarios o los de recogida de basuras.
TERRORISMO Y CONFUSIÓN
La CÍA y otros servicios secretos occidentales estaban al tanto de
la existencia de P2, pero no se implicaban en el asunto porque la
logia cumplía con su misión: impedir la llegada al poder de los
comunistas en Italia a través de unas elecciones democráticas. Para
ello, Propaganda Due se embarcó en una serie de importantes
acciones terroristas, como el atentado contra el expreso Roma-Múnich
—el Italicus— en 1969, que se saldó con la muerte de 12 personas y
48 heridos; la bomba en la Piazza Fontana de Milán, que aquel mismo
año mató a 16 personas e hirió a 88, y el más famoso de todos, el
atentado en 1980 contra la estación de Bolonia, que segó la vida de
85 personas e hirió a 182.10
10. Willan, Philip, Puppetmasters: The Political Use ofTerrorism in
haly. Constable & Company, Londres, 1991.
Son
muchos los activistas de aquella época que, como Mario Ferrandi,
un conocido terrorista de extrema izquierda, la recuerdan con
especial amargura:
Lo peor es que caímos en la trampa que nos tendieron los diri
gentes de P2: las masacres de Piazza Fontana y el Italicus fueron
planeadas ad hoc para empujar a cierta facción del movimiento de
izquierda hacia el terrorismo y movilizar a la opinión pública
contra ellos. Picamos... El Partido Comunista tiene una grave
responsabilidad en ello, ya que nos enseñaba a ignorar la ética,
en el sentido de que debíamos aplicar una doble moral, lo que nos
llevó a consecuencias muy graves. Bajo este principio de doble
moral, o mejor, este no principio moral, creímos que era
justificable el asesinato de aquellos que detentaban grandes
responsabilidades. 11
11. De Cataldo Neuburger, Luisella, U filo di Ariadna, CEDAM, Padua,
1992.
La estrategia de terror de Propaganda Due fue un éxito. El prestigio
de la izquierda italiana, ganado tan duramente luchando como
partisanos contra nazis y fascistas, quedó dilapidado en medio de un
reguero de sangre.
Fue en ese momento de máximo poder personal cuando Licio Gelli se
acercó a la Iglesia católica, y lo hizo a través del cardenal Paolo
Bertoli, un antiguo amigo de Toscana. Por él conoció a los
cardenales Sebastiano Baggio, Agostino Casaroli, Ugo Poletti y Jean
Villot. No sabemos si por ellos, por Michele Sindona o por su pro
pia influencia, el caso es que pronto tuvo acceso a Pablo VI, que le
concedió una serie de audiencias. Para añadir mayor respetabilidad a
su figura de cara al papa, Gelli se las ingenió para ser nombrado
caballero de la Orden de Malta y caballero del Santo Sepulcro. (Lo
que no sabía el pontífice era la condición de masón de Gelli.)
La masonería y el catolicismo son incompatibles, y esto es algo que
los papas de los últimos cien años han puesto especial esmero en
subrayar. El código de derecho canónico de 1917 es claro y no deja
lugar a la duda cuando castiga la pertenencia a la masonería con la
excomunión. El código de 1983 mantuvo esta medida:
«La posición
negativa de la Iglesia católica respecto a las asociaciones
masónicas permanece inalterada desde que sus principios han sido
siempre considerados como irreconciliables con la doctrina de la
Iglesia [...]. Los católicos integrados en asociaciones masónicas
están cometiendo pecado mortal y no podrán acercarse a la Sagrada
Comunión».
Llama la atención que, a pesar de esta advertencia tan
clara, la mayor parte de los miembros de P2 se consideraran a sí
mismos como buenos católicos que compartían con la Santa Madre
Iglesia un visceral anticomunismo.
Sin embargo, la implicación de clérigos de todo calibre y condición en las filas de P2 era el menor de los problemas de un fenómeno que llevaba años siendo denunciado desde diversos sectores
católicos: la infiltración de la masonería en el seno de la Iglesia
católica. La lista de masones que se reproduce a continuación fue
reimpresa con algunas actualizaciones en el Bulletin de L'Occident
Chrétien, núm. 12, de julio de 1976. Todos los hombres de esta
lista fueron en su día altos cargos de la Iglesia y, de ser masones,
estarían excomulgados por la Ley canónica 2338. Tras cada nombre
está su presunta fecha de iniciación, su número de identificación
y su nombre en clave.
1. Abrech, Pió. Sagrada Congregación de Obispos. Iniciado:
11-27-67; identificación: 63-143.
2. Acquaviva, Sabino. Profesor de religión en la Universidad de
Padua, Italia. 12-3-69; 275-69.
3. Albondi, Alberto. Obispo de Livorno, Italia. 8-5-58; 7-2431.
4. Alessandro, padre Gottardi. Presidente de los hermanos maristas.
6-14-59.
5. Angelini, Fiorenzo. Obispo de Messenel, Grecia. 10-14-57;
14-005.
6. Argentieri, Benedetto. Patriarca de la Santa Sede. 3-11-70;
298-A.
7. Baggio, Sebastiano. Cardenal. Prefecto de la Sagrada Congregación de Obispos. Secretario de Estado con el papa Juan Pablo II
desde 1989 a 1992. 8-14-57; 85-1640. Nombre en clave masónica «SEBA».
Tenía un gran poder en la consagración de obispos.
8. Balboni, Dante. Ayudante pontificio en el Vaticano. Comisión
para estudios bíblicos. 7-23-68; 79-14; «BALDA».
9. Baldassarri, Salvatore. Obispo de Rávena, Italia. 2-19-58;
4315-19; «BALSA».
10. Balducci, Ernesto. Artista religioso. 5-16-66; 1452-3.
11. Basadonna, Ernesto. Prelado de Milán, 9-14-63; 9-243;
«BASE».
12. Battelli, Giulio. Miembro seglar de numerosas academias
científicas. 8-24-59; 29-A; «GIBA».
13. Bea, Augustin. Cardenal. Secretario de Estado con los papas
Juan XXIII y Pablo VI.
14. Bedeschi, Lorenzo. 2-19-59; 24-041; «BELO».
15. Belloli, Luigi. Rector del seminario de Lombardía, Italia.
4-6-58; 22-04; «BELLU».
16. Belluchi, Cleto. Obispo coadjutor de Fermo, Italia. 6-4-68;
12-217.
17. Bettazzi, Luigi. Obispo de Ivera, Italia. 5-11-66; 1347-45;
«LUBE».
18. Bianchi, Giovanni. 10-23-69; 2215-11; «BIGI».
19. Bicarella, Mario. Prelado de Vicenza, Italia. 9-23-64; 21014;
«BIMA».
20. Biffi, Franco. Monseñor. Rector de la Universidad Pontificia
de la Iglesia de San Juan de Letrán. Confesaba a Pablo VI. 8-15-59;
«BIFRA».
21. Bonicelli, Gaetano. Obispo de Albano, Italia. 5-12-59; 631428;
«BOGA».
22. Boretti, Giancarlo. 3-21-65; 0-241; «BORGI».
23. Bovone, Alberto. Secretario sustituto de la oficina sagrada.
3-30-67; 254-3; «ALBO».
24. Brini, Mario. Arzobispo. Secretario para China, Oriente y los
paganos. Miembro de la Comisión Pontificia para Rusia. 7-7-68;
15670; «MABRI».
25. Bugnini, Annibale. Arzobispo. Autor del Novus ordo missae
(reforma litúrgica). Desterrado a la nunciatura de Irán por Pablo
VI. 4-23-63; 1365-75; «BUAN».
26. Buró, Michele. Obispo. Prelado de la Comisión Pontificia para
Sudamérica. 3-21-69; 140-2; «BUMI».
27. Cacciavíllan, Agostino. Secretaría de Estado. 11-6-60; 13-154.
28. Cameli, Umberto. Director de la oficina de asuntos eclesiásticos de Italia en el cuidado de la educación de la doctrina
católica. 11-17-60; 9-1436.
29. Caprile, Giovanni. Director de los asuntos civiles católicos.
9-5-57; 21-014; «GICA».
30. Caputo, Giuseppe. 11-15-71; 6125-63; «GICAP».
31. Casaroli, Agostino. Cardenal. Secretario de Estado con el papa
Juan Pablo II desde el 1 de julio de 1979 hasta su retiro en 1989.
9-28-57; 41-076; «CASA».
32. Cerruti, Flaminio. Jefe de la oficina de la Universidad para el
estudio de las congregaciones. 4-2-60; 76-2154; «CEFLA».
33. Chiavacci, Enrico. Profesor de Teología Moral, Universidad de
Florencia, Italia. 7-2-70; 121-34; «CHIE».
34. Ciarrocchi, Mario. Obispo. 8-23-62; 123-A; «CIMA».
35. Conté, Carmelo. 9-16-67; 43-096; «CONCA».
36. Csele, Alessandro. 3-25-60; 1354-09; «ALCSE».
37. D'Antonio, Enzio. Arzobispo de Trivento, Italia. 6-21-69;
214-53.
38. Dadagio, Luigi. Nuncio del papa en España durante los últimos
años de Franco. Arzobispo de Lero. 9-8-67; 43-B; «LUDA».
39. De Bous, Dónate. Obispo. 6-24-68; 321-02; «DEBO».
40. Del Gallo Reoccagiovane, Luigi. Obispo.
41. Del Monte, Aldo. Obispo de Novara, Italia. 8-25-69; 32012;
«ADELMO».
42. Faltin, Danielle. 6-4-70; 9-1207; «FADA».
43. Ferraioli, Giuseppe. Miembro de la Sagrada Congregación para
Asuntos Públicos. 11-24-69; 004-125; «GIFE».
44. Fiorenzo, Angelinin. Obispo. Título de comendador del Espíritu
Santo. Vicario general de los hospitales de Roma. Consagrado obispo
el 7-19-56; iniciación masónica el 1014-57.
45. Franzoni, Giovanni. 3-2-65; 2246-47; «FRAGI».
46. Gemmiti, Vito. Sagrada Congregación de Obispos. 3-2568; 54-13;
«VIGE».
47. Girardi, Giulio. Teólogo proponente de la teología de la liberación. 9-8-70; 1471-52; «GIG».
48. Giustetti, Massimo. 4-12-70; 13-065; «GIUMA».
49. Gottardi, Alessandro. Procurador y postulador general de los
hermanos maristas. Arzobispo de Trento, Italia. 6-1359; 2437-14;
«ALGO».
50. Gozzini, Mario. 5-14-70; 31-11; «MAGO».
51. Grazinai, Cario. Rector del seminario menor del Vaticano.
7-23-61; 156-3; «GRACA».
52. Gregagnin, Antonio. Tribuno de las primeras causas de
beatificación. 10-19-67; 8-45; «GREA».
53. Gualdrini, Franco. Rector de Capranica, Italia. 5-22-61;
21-352; «GUFRA».
54. Ilari, Annibale. Abad. 3-16-69; 43-86; «ILA».
55. Laghi, Pió. Nuncio; delegado apostólico en Argentina y después
en Estados Unidos hasta 1995. 8-24-69; 0-538;
«LAPI».
56. Lajolo, Giovanni. Miembro del Concilio de Asuntos Públicos de
la Iglesia. 7-27-70; 21-1397; «LAGI».
57. Lanzoni, Angelo. Jefe de la oficina de la secretaría de Esta
do. 9-24-56; 6-324; «LANA».
58. Levi, Virgillio (alias Levine). Monseñor. Director asistente del
periódico oficial del Vaticano L'Osservatore Romano. 7-4-58:241-3;
«VILE».
59. Lienart, Achille. Cardenal. Obispo de Lille, Francia. Fue uno de
los más destacados progresistas durante el II Concilio Vaticano.
60. Lozza, Lino. Canciller de la academia romana de Santo Tomás de
Aquino para la religión católica. 7-23-69; 12768; «LOLI».
61. Macchi, Pasquale. Cardenal. Prelado de honor y secretario
privado de Pablo VI hasta que fue excomulgado por herejía. Fue
reintegrado por el secretario de Estado Jean Villot y hecho
cardenal. 4-23-58; 5463-2; «MAPA».
62. Mancini, ítalo. 3-18-68; 1551-142; «MANÍ».
63. Manfrini, Enrico. Consultor agregado de la comisión pontificia
de Arte Sagrado. 2-21-68; 968-C; «MANE».
64. Marchisano, Francesco. Prelado de honor del papa. Secretario
de la congregación para los estudios en seminarios y universidades.
2-4-61; 4536-3; «FRAMA».
65. Marcinkus, Paúl. 8-21-67; 43-649; «MARPA».
66. Marsili, Salvatore. Abad de la Orden de San Benedicto de Finalpia, cerca de Módena, Italia. 7-2-63; 1278-49; «SALMA».
67. Maverna, Luigi. Obispo de Chiavari, Genova, Italia. Asistente
general de la Acción Católica italiana. 6-3-68; 441C; «LUMA».
68. Mazza, Antonio. Obispo titular de Velia. Secretario general
del Año Santo 1975. 4-14-71; 054-329; «MANU».
69. Mazzi, Venerio. Miembro del Concilio de Asuntos Públicos de la
Iglesia. 10-13-66; 052-S; «MAVE».
70. Mazzoni, Pier Luigi. Sagrada Congregación de Obispos.
9
14-59; 59-2; «PILUM».
71, Mensa, Albino. Arzobispo de Vercelli, Piamonte, Italia. 7-23-59;
5323; «MENA».
72. Messina, Cario. 3-21-70; 21-045; «MECA».
73. Messina, Zanon (Adele). 9-25-68; 045-329; «AMEZ».
74. Monduzzi, Diño. Regente para la prefectura de la casa
pontificia. 3-11-67; 190-2; «MONDI».
75. Mongillo, Daimazio. Profesor dominico de Teología Moral,
Instituto de los Santos Ángeles de Roma. 2-16-69;2145-22; «MONDA».
76. Morgante, Marcello. Obispo de Ascoli Piceno, en Italia oriental.
7-22-55; 78-3601; «MORMA».
77. Natalini, Teuzo. Vicepresidente de los archivos de la secre
taría del Vaticano. 6-17-67; 21-44D; «NATE».
78. Nigro, Carmelo. Rector del seminario pontificio de Estudios
Mayores. 12-21-70; 23-154; «CARNI».
79. Noe, Virgillio. Cabeza de la Sagrada Congregación del Culto
Divino. 4-3-61; 43652-21; «VINO».
80. Palestra, Vittorio. Consejero legal de la Sagrada Rota del
Vaticano. 5 6-43; 1965; «PAVI».
81. Pappalardo, Salvatore. Cardenal. Arzobispo de Palermo, Sicilia.
4-15-68; 234-07; «SALPA».
82. Pasqualetti, Gottardo. 6-15-60; 4-231; «COPA».
83. Pasquinelli, Dante. Consejo del nuncio en Madrid. 1-1269;
32-124; «PADA».
84. Pellegrino, Michele. Cardenal. Llamado «Protector de la
Iglesia», arzobispo de Turín. 5-2-60; 352-36; «PALMI».
85. Piaña, Giannino. 9-2-70; 314-52; «GIPI».
86. Pimpo, Mario. Vicario de la oficina de asuntos generales.
3-15-70; 793-43; «PIMA».
87. Pinto, monseñor Pío Vito. Adjunto de la secretaría de Estado y notario de la segunda sección del Tribunal Supremo de la
Signatura Apostólica. 4-2-70; 3317-42; «PIPIVI».
88. Poletti, Ugo. Cardenal. Vicario de la diócesis de Roma. Miembro
de la Sagrada Congregación de los Sacramentos y del Culto Divino.
Presidente de los Trabajos Pontificios y de la preservación de la
Fe. Presidente de la academia de Liturgia. 2-17-69; 32-1425; «UPO».
89. Rizzi, monseñor Mario. Sagrada Congregación de Ritos Orientales.
9-16-69; 43-179; «MARI» y «MONMARI».
90. Rogger, Igine. Funcionario de la Santa Sede. 4-16-68; 31913;
«IGRO».
91. Romita, Florenzo. Estaba en la Sagrada Congregación del Clero.
4-21-56; 52-142; «FIRO».
92. Rossano, Pietro. Sagrada Congregación de Religiones no
cristianas. 2-12-68; 3421-A; «PIRO».
93. Rovela, Virgillio. 6-12-64; 32-14; «ROVI».
94. Sabbatani, Aurelio. Arzobispo de lustiniana. Primer secretario
de la Signatura Superior Apostólica. 6-22-69; 87-43;
«ASA».
95. Sacchetti, Guilio. Delegado del gobernador Márchese. 823-59;
0991-B; «SAGI».
96. Salerno, Francesco. Obispo. 5-4-62; 0437-1; «SAFRA».
97. Santangelo, Franceso. Sustituto general del consejo de defensa
legal. 11-12-70; 32-096; «FRASA».
98. Santini, Pietro. Viceoficial de la vicaría. 8-23-64; 326-11;
«SAPI».
99. Savorelli, Fernando. 1-14-69; 004-51; «SAFE».
100. Savorelli, Renzo. 6-12-65; 34-692; «RESA».
101. Scanagatta, Gaetano. Sagrada Congregación del Clero. Miembro de
la comisión de Pomei y Loreto, Italia. 9-2371; 42-023; «GASCA».
102. Schasching, Giovanni. 3-18-65; 6374-23; «GISCHA» y «GESUITA».
103. Schierano, Mario. Obispo titular de Acrida, Italia. Capellán
militar jefe de las Fuerzas Armadas italianas. 7-3-59;
14-3641; «MASCHI».
104. Semproni, Domenico. Tribunal de la vicaría del Vaticano.
4-16-60; 00-12; «DOSE».
105. Sensi, Giuseppe Mario. Arzobispo titular de Sardi (Asia Menor,
cerca de Esmirna) y nuncio del papa en Portugal. 11-2-67; 18911-47;
«GÍMASE».
106. Sposito, Luigi. Comisión de los archivos pontificios para los
archivos de la Iglesia en Italia. Administrador jefe de la
sede apostólica del Vaticano.
107. Suenens, Leo. Cardenal. Protector de la iglesia de San Pedro
Encadenado. Trabajó en tres sagradas congregaciones:
Propagación de la Fe; Ritos y ceremonias litúrgicos; Seminarios.
6-15-67; 21-64; «LESU».
108. Trabalzini, Diño. Obispo de Rieti, Perugia, Italia. Obispo
auxiliar del sur de Roma. 2-6-65; 61-956; «TRADI».
109. Travia, Antonio. Arzobispo titular de Termini Imerese, Italia. Encargado de las escuelas católicas. 9-15-67; 16-141;
«ATRA».
110. Trocchi, Vittorio. Secretario para seglares católicos en el
consistorio del Vaticano. 7-12-62; 3-896; «TROVI».
111. Tucci, Roberto. Director general de Radio Vaticana. 6-2157;
42-58; «TURO».
112. Turoldo, David. 6-9-67; 191-44; «DATU».
113. Vale, Georgio. Sacerdote. Funcionario de la diócesis de Roma.
2-21-71; 21-328; «VAGI».
114. Vergari, Piero. Jefe de la oficina de protocolo de la Signa
tura Vaticana. 12-14-70; 3241-6; «PIVE».
115. Villot, Jean. Cardenal. Secretario de Estado de Pablo VI y Juan
Pablo I. Fue camarlengo. «JEANNI» y «ZURIGO».
116. Zanini, Lino. Arzobispo titular de Adrianopoli, en Adria
nópolis, Turquía. Nuncio apostólico.
La infiltración masónica en el Vaticano ya había sido denunciada
con anterioridad, pero ésta era la primera vez que una de esas
acusaciones se publicaba en un medio de comunicación, incluyendo
nombres y apellidos. Después ha habido otras igualmente precisas,
como la que reproducimos a continuación:
El hecho de que el clan masónico esté tan envuelto en el secreto
como su adversario opusdeísta hace que la identificación de sus
miembros resulte tan difícil como la de los de este último. En el
Vaticano se rumorea que, aparte del cardenal José Rosalío Castillo
Lara, pertenecen al clan masónico el cardenal Achille Silvestrini
(prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales, señalado
como uno de los jefes del clan), el cardenal Pío Lagui (prefecto de
la Congregación para la Educación Católica), el cardenal Gamillo
Ruini (vicario general de Roma), monseñor Celestino Migliore
(subsecretario para las relaciones con los estados)...12
En lo referente a P2, parece que uno de los hechos más tras
cendentes para la Iglesia que sucedieron dentro de la logia fue la
posibilidad de que allí trabaran conocimiento Michele Sindona y Paúl
Marcinkus, un clérigo de Chicago que había hecho carrera en el
Vaticano. Marcinkus fue adscrito a la secretaría de Estado en 1959.
Su elevada altura fue, al parecer, clave en su ascenso en la Santa
Sede. En 1964 una multitud enfervorecida puso en peligro la
integridad física de Pablo VI, que fue oportunamente rescatado por
el gigantesco Marcinkus. A partir de ese momento pasó a ser asesor
del papa y su guardaespaldas oficioso. Ese día se gestó el apodo que
Marcinkus arrastraría de por vida en la Santa Sede: El Gorila.
12.
Discípulos de la Verdad, Mentiras y crímenes en el Vaticano,
Ediciones B, Barcelona, 2000.
La cercanía entre el papa y Marcinkus se fue haciendo mayor, en
especial después de que este último volviera a rescatar al pontífice durante un viaje a Filipinas. Tanta amistad culminó en el
nombramiento de Marcinkus como presidente del Instituto para las
Obras de Religión en 1969, un nombramiento que Sindona no pudo por
menos que aplaudir, ya que la aparente falta de experiencia
financiera de Marcinkus le dejaba las manos aún más libres para
manejar las finanzas del Vaticano.
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