UN COMIENZO ACCIDENTADO. EL ESCÁNDALO DEL BANCO AMBROSIANO

El inicio del pontificado de Juan Pablo II no pudo ser más turbulento. Nada más llegar al trono de San Pedro tuvo que hacer frente al mayor escándalo financiero de la historia de la Santa Sede, la quiebra del Banco Ambrosiano, un acontecimiento que tenía todas las características de un drama de Shakespeare y que, además, terminaba igual que éstos: con muchos cadáveres en el escenario...

Tras la muerte de Juan Pablo I, y durante el período de sede va cante, la prensa hizo numerosas conjeturas sobre los posibles pa pabili que tenían más posibilidades. En las columnas de opinión se apuntaba que lo que más convenía a la Iglesia era un pontífice que la mantuviera a favor de los vientos de la historia.

El anuncio de la elección del polaco Karol Wojtyla como nuevo papa cogió por sorpresa a todos. Por segunda vez en dos meses, los pronósticos del cónclave se convirtieron en papel mojado, y un desconocido subió al trono de San Pedro. Pese a los buenos propósitos de Juan Pablo I, tras un mes en el pontificado no había variado la marcha de la Iglesia, y la situación en este cónclave volvió a ser la misma que en el anterior: dos bloques enfrentados y los líderes de ambos, Benelli y Siri, como máximos favoritos. El empate de votos entre Siri y Benelli hizo que en la segunda jornada del cónclave la votación se dispersara hacia otros candidatos, convergiendo fundamentalmente en Karol Wojtyla. A que esto fuera así había contribuido notablemente el arzobispo de Viena, Franz Konig, que durante el cónclave se prodigó distribuyendo un libro de homilías titulado Signo de contradicción, cuyo autor era el cardenal Wojtyla.

Este debió de recordar en aquellos momentos que su antiguo amigo, el profesor Stefan Swiezawski, había tenido el presentimiento de que Wojtyla se convertiría en papa algún día.1 Así que cuando se dio cuenta de que existían posibilidades de que fuera elegido, se mostró reacio a aceptar, porque ello supondría abandonar su tierra natal, su familia, amigos y feligreses, dejar su trabajo como obispo y cambiar radicalmente de vida para trasladarse a Roma y asumir el gobierno de la Iglesia.

El peso de los cardenales centroeuropeos en la elección fue importante. Así, el cardenal Konig, al entrar en el cónclave el 14 de octubre, preguntó al primado de Polonia, el cardenal Stefan Wyszynski:

—¿Y si el próximo Papa fuera un polaco? A lo mejor Polonia tendría algún candidato...

—¡Dios mío! ¿Te parece que yo debería acabar en Roma? Eso supondría un triunfo sobre los comunistas.

—No, no me refiero a tí, pero hay un segundo hombre polaco...

—¡Ah!, Karol es demasiado joven, es un completo desconocido... nunca podría ser Papa.2

1. Weigel, George, Witness to Hope: The Biography of Pope ]ohn Paúl II, Harper Collins, Nueva York, 2001.

2. Ibid.
 

Sin embargo, pocas horas después, y viendo el curso que tomaba el cónclave, el primado de Polonia se acercó discretamente a su joven pupilo y le dijo: «Si te eligen, acéptalo». Por ello, cuando tal como dicta el ritual de la elección, se le preguntó a Wojtyla si asumía el cargo de Sumo Pontífice, pronunció la siguiente frase: «En obediencia a la fe a Cristo, mi señor, confiado en la Madre de Cristo y de la Iglesia, no obstante las graves dificultades, acepto».3

 

3. Juan Pablo II, John Paul II: The Encyclicals in Everyday Language, Orbis Books, Nueva York, 2001.

Ya siendo papa, promulgó la constitución apostólica Universi Dominici Gregris, que regula la futura elección del Sumo Pontífice y en la que se pide a quien resulte elegido que «no renuncie al ministerio al que es llamado por temor a su carga, porque Dios, al imponérsela, le sostendrá con su mano».
 


UN PAPA POLACO
Aunque el cónclave es secreto, un cardenal contó después que Karol Wojtyla fue elegido con 99 votos en el octavo escrutinio. Siempre según ese purpurado, ya fallecido, el cardenal de Cracovia obtuvo 11 votos la mañana del lunes 16, en el sexto escrutinio; 47 votos en el séptimo y 99 en el octavo.

El 16 de octubre de 1978, alrededor de las seis y media de la tarde, la multitud esperaba la fumata en un ambiente tenso y cargado de comentarios sobre el futuro papa. En ese momento se produjo otro de los ya habituales episodios de confusión con el humo de la Capilla Sixtina. No se sabía de qué color era. Primero salió blanco, luego negro... El potente foco que iluminaba la chimenea no contribuía a aclarar las cosas. La gente reunida en la plaza de San Pedro estaba desconcertada, algunos aplaudían tímidamente, otros preguntaban: «¿Qué pasa?, ¿de qué color es la fumata, negra o blanca?». Para despejar las dudas, los altavoces del Vaticano anunciaron que había sido elegido el nuevo pontífice. Un gran júbilo estalló: la gente cantaba, rezaba, lloraba y vitoreaba en un ambiente cargado de gran emoción.

Poco después se abrió el ventanal del balcón central de la basílica de San Pedro y salió el cardenal Feríele Felici, que había sido secretario general del concilio. El cardenal Felici pronunció la célebre expresión latina: «Habemus Papam!», «Carolus... Wojtyla».

El nombre de Wojtyla fue acogido con la máxima sorpresa por los presentes. Más sorprendente aún que el hecho de ser un desconocido, era el que se tratase de un cardenal de nacionalidad polaca. Un periodista italiano, Gianfranco Sviderkowski, de origen polaco, puso entre su lista de futuribles papas a los dos polacos, pero más por simpatía hacia sus orígenes que por creerlo realmente. Por primera vez en la historia, un polaco llegaba a la sede de San Pedro. Incluso para los propios cardenales polacos, la elección lógica habría sido el cardenal Wyszynski, muy conocido por su visceral anticomunismo.

Precisamente la cuestión de las relaciones de la Santa Sede con el comunismo pasó a un primer plano de la atención pública. La noticia fue recibida con disgusto por los gobiernos de los países del Este europeo. Sin embargo, hubo quien lo vio con más optimismo, incluso algún periodista español vaticinó que con la elección de Karol Wojtyla la Iglesia llegaría a un entendimiento con el comunismo.

De todas maneras, ahí no terminaron las sorpresas. Nada más salir al balcón, los fieles congregados en la plaza de San Pedro pudieron comprobar que el aspecto físico del nuevo pontífice distaba mucho del de los papas anteriores. Era un hombre relativamente joven, fornido y jovial que nada tenía que ver con la sofisticación y amaneramiento que habían caracterizado a la Santa Sede hasta entonces.4

 

4. Manhattan, Avro, Murder in the Vatican, op. cit.
 


RUMORES Y FOTOGRAFÍAS
Pese a todo, su «falta de refinamiento», lejos de constituir un in conveniente, le sirvió para encandilar desde el primer momento a los cristianos de todo el mundo. Los fieles veían en Wojtyla un papa campechano y humilde que buscaba la cercanía antes que el boato vaticano. Ni siquiera los italianos se sintieron a disgusto porque se hubiera roto la tradición de siglos de papas de aquel país. Al contrario, nada más salir al balcón de San Pedro, la multitud recibió con vítores y aplausos a aquel corpulento hombre que se esforzaba en hablar la lengua del que, a partir de ese momento, sería su nuevo país.

Según se fueron desvelando episodios de la biografía del nuevo pontífice, en especial de su juventud, la gente se iba sintiendo más cautivada con su figura. En aquellos primeros años, sus amigos del grupo de teatro del que formaba parte no dudaban de que Karol se convertiría con el paso de los años en un conocido actor u hombre de letras, y desde luego ninguno dudaba de que se casaría y formaría una familia.5

 

5. Bernsteign, Cari y Politi, Marco, His Holiness: }ohn Paúl II and the Hidden History of Our Time, Penguin Books, Nueva York, 1996.

 

Wojtyla era un joven muy religioso, tanto que imponía una especie de respeto instintivo entre sus compañeros, que en su presencia no osaban contar chistes verdes, soltar exabruptos y mucho menos blasfemar. Estas anécdotas pueden sonar a leyenda, pero su moralidad y sus modales calmados y silenciosos tuvieron, a lo largo de su vida, un extraño efecto intimidante sobre los demás, del que han hablado muchos de los que en algún momento frecuentaron su compañía.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Wojtyla trabajó en una factoría de productos químicos controlada por los nazis, mantuvo relaciones con las guerrillas marxistas de la resistencia y fue amigo de varias mujeres. A raíz de esto, y de que durante aquellos años, entre 1939 y 1944, hay una etapa oscura y apenas conocida en su biografía, comenzó a circular por Roma el rumor de que podría haber estado casado. Pero la popularidad del nuevo papa era tal que estas habladurías no afectaron su carisma. Ni siquiera su imagen se vio empañada cuando la prensa sensacionalista italiana publicó unas fotos inéditas de Su Santidad tomando el sol desnudo junto a la piscina.

 

(A raíz de aquellas fotos, Licio Gelli hizo un comentario cuando menos inquietante, sobre todo si tenemos en cuenta los acontecimientos posteriores: «Fíjate en los problemas que debe de tener el servicio secreto. Si es posible tomar esas fotografías del Papa, imagina lo fácil que sería dispararle».6 Casi tan fácil como hubiera sido envenenar a su antecesor.)

Algo muy similar debió de pasar por la mente de Juan Pablo II, dado que una de las primeras decisiones que tomó pocos días después de su elección fue, precisamente, la de crear un cuerpo de seguridad, el Servicio Secreto de Su Santidad (SSSS): cinco policías de élite, equipados con el material más moderno, encargados de garantizar la seguridad personal del papa; y otro equipo de veinte agentes, cuya labor era mezclarse con la multitud en las apariciones públicas del Sumo Pontífice.7

6. Yailop, David, op. cit.

7. López Sáez, Jesús, Se pedirá cuenta. Orígenes, Madrid, 1990.


LA VIDA SIGUE IGUAL
Juan Pablo II pronto demostró que, pese a haber elegido el nombre del papa anterior, estaba lejos de continuar su obra. Ni una sola de las reformas propuestas por Juan Pablo I se hizo realidad. El cardenal Villot volvió a ocupar el cargo de secretario de Estado, esta vez con un papa con el que tenía más cosas en común.

Marcinkus siguió al frente del Banco Vaticano y Caivi continuó dedicándose al fraude a gran escala. Los mismos que habían hecho imposible el pontificado de Juan Pablo I seguían ocupando los puestos clave del Vaticano ahora con Juan Pablo II. La Iglesia había dado un paso atrás, regresaba a la época de Pablo VI.

No es de extrañar que el cardenal Villot estuviera pictórico, a pe sar de sus años y su delicada salud. Organizó para el nuevo papa un acto de celebración al que acudieron los más estrechos colaborado res del pontífice, y en el que se brindó con champán. Se dice que en aquel acto informal, el papa se saltó el protocolo y entonó para los presentes una canción popular polaca titulada El montañero. Sin embargo, poco duraría la alegría en la Santa Sede. Al haber mante nido en sus puestos a los principales responsables de la economía vaticana, Juan Pablo II no sabía que había dejado preparado el escenario para el mayor escándalo financiero en el que se vería envuelta la Iglesia en toda su historia: el asunto del Banco Ambrosiano.

Como hemos podido ver en los capítulos precedentes, el Vaticano había establecido en los últimos años profundos lazos con el presidente del Banco Ambrosiano, Roberto Caivi, lazos tan fuertes que el propio arzobispo Marcinkus se sentaba en el Consejo de Administración de la filial que el banco tenía en las Bahamas.8

 

8. Cornweil, Rupert, op. cit.
 

Sin embargo, Caivi resultó ser tan poco de fiar como Michele Sindona, y obedecer a los mismos intereses poco confesables (la mafía y la logia Propaganda Due).9 Incluso se ha apuntado que el entramado bancario de Caivi fue utilizado por la CÍA para cana lizar operaciones financieras que preferían mantener lo más lejos posible de la opinión pública.10 Es más, escuadrones de la muerte y paramilitares de toda Latinoamérica habrían obtenido mediante esta vía buena parte de sus recursos económicos.

 

9. Varios autores, Everything YOM Know Is Wrong: The Disinformation Cuide to Secrets and Lies, op. cit.

10. Wiison, Robert Antón, Cosmic Trigger: Down To Earth, volumen II, New Falcon Publications, Tempe (Arizona), 1991.


El banco católico, tradicionalmente utilizado por el clero para obras de caridad, pasó a ser una enorme «lavadora» de dinero, como antaño lo fueron los bancos de Sindona. Para ello, Caivi comenzó a hacer cuantiosos préstamos a empresas fantasma que, para tener mayor legitimidad, mantenían cuentas en el Banco Vaticano, en las que eran domiciliados los citados préstamos."

 

Seis de estas corporaciones tenían su sede en Panamá: Astolfine S.A., United Trading Corporation, Erin S.A., Bellatrix S.A., Beirose S.A., y Starfield S.A. Había dos empresas más establecidas en sendos paraísos fiscales europeos, Manic S.A., en Luxemburgo, y Nordeurop Stablishment, en Licchtenstein. El principal propósito de estas corporaciones no era otro que hacer a Caivi más rico, financiar las operaciones de Licio Gelli y Propaganda Due y blanquear dinero para la mafia. Sin embargo, éstas no eran, ni mucho menos, sus únicas actividades.

 

11. Martín, Malachi, Rich Church, Poor Church, op. cit.
 


DEUDAS Y MISILES
Buena parte del dinero que conseguían estas empresas a través de los préstamos del Banco Ambrosiano se invertía en la compra de acciones del propio banco, de manera que Calvi iba obteniendo poco a poco más control sobre la institución.

Entre estas empresas merece mención aparte Bellatrix, controlada directamente por Marcinkus, pero que fue creada por tres de los miembros más prominentes de Propaganda Due, el propio Gelli, Ortolani y Bruno Tassan Din, director ejecutivo y estratega financiero del gigantesco grupo editorial Rizzoli. Con apenas diez millones de dólares de capital social, Bellatrix obtuvo del Banco Ambrosiano 184 millones, con los que se dedicó a comprar misiles Exocet que más tarde vendería a Argentina y serían utilizados durante la guerra de las Malvinas.

 

Una de las claves de esta operación podría haber sido la gran amistad que unía a Licio Gelli con el almirante argentino Emilio Eduardo Massera, que fue durante un tiempo jefe de la junta militar.12 Astolfine, otra de las empresas, tenía un capital mucho menor, apenas diez mil dólares, lo que no fue obstáculo para que se hiciera con 486 millones de dólares del Banco Ambrosiano. Con transacciones de este tipo no hacía falta ser un avezado analista financiero para prever la pronta caída del entramado financiero de Calvi.

A pesar de ello, todo pasó por legal ante los inspectores del Banco de Italia. Cuando éstos preguntaban por la naturaleza de aquellas empresas se les respondía que pertenecían al Vaticano, que las utilizaba para fines propios de la Iglesia. En principio no había por qué dudar, ninguna garantía podía ser mejor que la de la Iglesia católica. De esta forma, la hemorragia de dinero continuó: desde el Banco Ambrosiano hasta las empresas fantasma pasando antes por el Banco Vaticano, que se quedaba con una parte en concepto de comisión.

12. West, Nigel, The Secret War for the Falklands: The SAS, M16, and the War Whitehall Nearly Lost, Warner Books, Londres, 1997.

Esta impunidad hizo que Caivi se fuera envalentonando pau latinamente hasta que, al final, terminó por llamar la atención de las autoridades italianas. Licio Gelli, el hombre de los mil con tactos, estaba obstruyendo y retrasando sistemáticamente la in vestigación contra su amigo Caivi gracias a sus agentes infiltra dos en la Guardia de Finanzas. A pesar de todo, la investigación prosiguió su curso y en marzo de 1979 Lucca Mucci, el juez en cargado del caso, tuvo acceso a la lista de los veinte accionistas mayoritarios del Banco Ambrosiano.

 

El principal era el propio banco, con el 7,39 por 100 del total. A través del Instituto para las Obras de Religión, el Vaticano poseía el 1,82 por 100 de las acciones.

 

Los demás accionistas eran Toro Assicurazioni (5,11), Kredietbank, de Amberes (3,09), Crédito Overseas, de Panamá (2,98), SAPI (1,58), Lantana, de Panamá (1,40), Cascadilla, de Panamá (1,40), Rekofinanz, de Vaduz (Licchtenstein) (1,22), Ulricor, de Vaduz (Licchtenstein) (1,04), La Fidele, de Panamá (1,02), Cogebel Lux, de Luxemburgo (1,00), Ecke, de Licchtenstein (0,92), Finkurs, de Licchtenstein (0,92), Finprogram, de Panamá (0,92), Orfeo, de Panamá (0,92), Marbella, de Panamá (0,92), Sektorinvest, de Liechtenstein (0,65), Crédit Commercial, de Francia (0,46), Sansinvest, de Liechtenstein (0,46), Italfid Italtrust (0,70).13

 

13. Sisti, Leo y Modolo, Gianfranco, El banco paga. El embrollo del Ambrosiano y la logia P2, Plaza & Janes, Barcelona, 1983.

Aunque la participación nominal del Vaticano en el banco era pequeña, los negocios en los que participaban juntos Caivi y Marcinkus eran múltiples y variados:

En el curso de cinco años (1972-1977), el Vaticano ha sido re compensado con cerca de 70 mil millones de liras por haberse pres tado a ciertas operaciones con títulos efectuados por sociedades del grupo Ambrosiano. La función del Instituto para las Obras de Reli gión, que a efectos de la legislación italiana es un banco no residente, y por tanto no sometido a las limitaciones que rigen para los bancos italianos, consistió en actuar de pantalla en movimiento de títulos realizados por el Banco Ambrosiano.14

El 12 de junio de 1980, Mucci recibió un informe del cuerpo de Guardia de Finanzas que «contenía pruebas de que Caivi y algunos de sus colaboradores habían cometido varios delitos graves: exportación ilegal de capitales, falsificación de documentos bancarios y fraude».15

 

14. Gurwin, Larry, El caso Caivi. La muerte de un banquero. Versal, Barcelona, 1984.

15. Jbid.


Dos semanas después, el juez Mucci ordenó a Caivi que entregara su pasaporte. No obstante, Caivi, con la inestimable ayuda, una vez más, de Licio Gelli, consiguió recuperarlo temporalmente.

A comienzos de 1981, el ministro de hacienda italiano Beniamino Andreatta, que llegó al puesto en octubre del año anterior, tras estudiar los informes elaborados por sus subordinados desde

1978. concluyó que era necesario que el Vaticano retirara su apoyo a Calvi. El propósito del ministro no era otro que el de proteger a la Iglesia, así que fue al Vaticano a reunirse con el cardenal Casaroli, nuevo secretario de Estado tras la muerte, en 1979. del cardenal Villot. El ministro hizo al cardenal Casaroli una descripción pormenorizada de la situación, recomendando que el Vaticano rompiera todos sus vínculos con el Banco Ambrosiano antes de que fuera demasiado tarde. Este sabio y bienintencionado consejo fue ignorado. No sabemos si decía o no la verdad, pero lo cierto es que Marcinkus alegó más tarde que nunca fue informado de esta reunión. En cualquier caso, las cosas habían ido ya muy lejos como para romper los vínculos con el Banco Ambrosiano.

No era la primera advertencia seria que se recibía en el Vaticano a este respecto. El 12 de enero de 1981, un grupo de inversores del Banco Ambrosiano escribió una carta al papa Juan Pablo II en la que se le suplicaba que investigara los negocios que se traían entre manos Marcinkus, Caivi y Gelli. La carta estaba escrita en polaco, para que pudiera ser leída por el pontífice sin necesidad de intérpretes, y decía:

El Instituto para las Obras de Religión no es sólo un inversor del Banco Ambrosiano. Es también socio y compañero de Roberto Calvi. Las acciones judiciales, en número cada vez mayor, revelan que Calvi es hoy uno de los principales vínculos entre el sector más degenerado de la masonería (Propaganda Due) y los círculos de la mafia, como heredero de Sindona. Ello fue posible gracias a la implicación de personas generosamente mantenidas por el Vaticano. Una de ellas es Ortolani, que se mueve entre el Vaticano y poderosos grupos del hampa internacional.

Ser socio de Calvi significa ser socio de Gelli y Ortolani, pues ambos le orientan e influyen decisivamente. Por tanto, le guste o no, el Vaticano es también un cómplice activo de Gelli y Ortolani a través de su asociación con Roberto Calvi. 16

 

16. Yailop, David, op. cit.

El papa nunca respondió a la carta.
 


EL CREPÚSCULO DE CALVI
A mediodía del 2 de marzo de 1981, el Vaticano hizo público un documento que provocó la sorpresa entre los católicos. Sin previo aviso y sin causa aparente que lo justifícase, la Santa Sede recordaba a los fieles la vigencia de las leyes canónicas que prohiben la pertenencia a la masonería bajo pena de excomunión. Sólo un selecto grupo de personas conocía la razón de aquel anuncio. Los eficaces servicios de inteligencia vaticanos habían descubierto que el gobierno italiano se disponía a desarticular Propaganda Due. De esta forma, la Iglesia se desentendía de lo que pudiera acontecer.

Como ya se ha relatado en otro capítulo, el 17 de marzo de 1981, la policía italiana registró la mansión de Gelli, donde halló una copia del documento «La estrategia de tensión», que era el plan elaborado por la CÍA, la mafia, Propaganda Due y Gelli para establecer un gobierno neofascista en Italia. Curiosamente aquella operación no tenía nada que ver con la investigación de Propaganda Due, sino con la posible implicación de Licio Gelli en un simulacro de secuestro que había organizado Michele Sindona en Estados Unidos para eludir la acción de la justicia, y del que se hablará más adelante. Gracias a los documentos encontrados en la residencia de Gelli, apenas dos meses después el juez Gerardo D'Ambrosio ordenaba la entrada en prisión de Roberto Calvi, que salió al poco tiempo bajo fianza y manteniendo su puesto en el banco.

Al contrario de lo que suele suceder en otros casos, al financiero caído en desgracia no le faltaron amigos en aquellos momentos difíciles. Bettino Craxi, líder del Partido Socialista, y Flaminio Piccoli, presidente del Partido Democratacristiano, hablaron en su favor en el Parlamento.

En aquellos momentos complicados, Calvi decidió jugar otra vez la baza de la Iglesia en su favor. Solicitó a Marcinkus una carta de patrocinio que le sirviera para demostrar ante los propios directivos de su banco y ante las autoridades económicas que las operaciones con las empresas conocidas como las «panameñas» contaban con el beneplácito de la Santa Sede. La carta fue fechada el 1 de septiembre de 1981 en el Instituto para las Obras de Religión y dirigida al Banco Ambrosiano de Lima, donde el IOR reconocía el control de las sociedades, asumiendo asimismo un endeudamiento de más de mil millones de dólares.

 

El texto de la misiva, firmada por el propio Marcinkus y sus dos asistentes, Luigi Mennini y Pellegrino de Strobel, es el siguiente:

BANCO AMBROSIANO ANDINO S.A.

LIMA-PERÚ Estimados señores:
Confirmamos mediante esta carta que controlamos, directa o in directamente, las siguientes empresas:

  • Manic S.A., Luxemburgo.

  • Astolfíne S.A., Panamá.

  • Nordeurop Stablishment, Liechtenstein.

  • United Trading Corporation, Panamá.

  • Erin S.A., Panamá.

  • Bellatrix S.A., Panamá.

  • Beirose S.A., Panamá.

  • Starfíeld S.A., Panamá.

También confirmamos nuestro conocimiento del endeudamiento que estas empresas tienen con ustedes con fecha 10 de junio de 1981, según el estado de cuentas adjunto.17

Suyos afectísimos [Firmas ilegibles] ISTITUTO PER LE OPERE DI RELIGIONE

Según el propio Michele Sindona, Caivi habría pagado al Vaticano —o a Marcinkus— veinte millones de dólares por este documento.18

17. Cornweil, Rupert, of>. cit.

18. Tosches, Nick, op. cit.



EL HOMBRE DE LOS CONTACTOS
Mientras Calvi vivía su particular vía crucis, Marcinkus disfrutaba las mieles de la gloria. Juan Pablo II, en pago a sus muchos servicios para la Santa Sede, le nombró presidente de la Comisión Pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano, aparte de seguir al frente del IOR. El nombramiento tuvo lugar el 28 de septiembre de 1981, fecha en la que se cumplía el tercer aniversario de la muerte de Juan Pablo I, el hombre que había querido librar a la Santa Sede de la presencia de Marcinkus y sus acólitos.

En diciembre de 1981, Flavio Carboni, un conocido hombre de negocios sardo con fama de tener excelentes contactos, asumió el papel de principal encargado de las relaciones públicas de Caivi. Carboni era la persona más indicada para esta función. Parecía tener una cantidad ilimitada de amigos en el mundo de la política, en los medios de comunicación, en el Vaticano, en los servicios de inteligencia y en el hampa. Se embolsó por su trabajo treinta millones de dólares, que fueron depositados en una cuenta numerada en Suiza desde la sucursal del Banco Ambrosiano en Perú. ¿Cuál era la naturaleza de tan bien pagados servicios? Tal vez el testimonio de la hija de Roberto Caivi arroje algo de luz en este sentido. Anna Caivi cuenta que en una ocasión pudo escuchar a escondidas una conversación entre su padre y Carboni:

«Mi padre le decía (levantando la voz) a Carboni que debía hacerle entender al Vaticano que los curas tenían que cumplir con sus compromisos, porque de lo contrario él revelaría todo lo que sabía».

Aparte del chantaje, las funciones de Carboni incluían importantes actividades delictivas. Entre sus numerosas amistades se encontraban dos de los personajes más representativos del hampa romana (la malavitta): Danilo Abbruciati y su jefe, Ernesto Diotavelli. Pues bien, una de las personas que más incomodaban a Calvi en aquellos días era, precisamente, el vicepresidente de su propio banco, Roberto Rosone, que intentaba averiguar todo lo concerniente a los manejos de Calvi. En otoño de 1981, al poco tiempo de asumir la vicepresidencia del Banco Ambrosiano, Rosone comenzó a formularle a Calvi preguntas cada vez más comprometedoras acerca de los préstamos concedidos a las sociedades «panameñas». Calvi respondió vehementemente:

«Detrás de esas deudas está el Vaticano: el Papa». Ante la insis tencia de su vicepresidente, Calvi preguntó molesto: «¿Eso signi fica que usted alimenta alguna duda acerca del banco central del Vaticano?».19

Roberto Rosone definía a Carboni como un «individuo que asusta sólo con verlo», y la verdad es que en su caso había motivos de sobra para estar asustado. La mañana del 27 de abril de 1982, Rosone salió de su casa pocos minutos antes de las ocho, como tenía por costumbre. Vivía en un apartamento que se encontraba sobre una de las sucursales del Banco Ambrosiano, protegida por guardias armados las veinticuatro horas. Nada más pisar la calle un hombre comenzó a disparar contra él y cayó herido. Los guardias respondieron al fuego y comenzó un tiroteo que se saldó con la muerte del sicario, que sería identificado como Danilo Abbruciati.

Al día siguiente, Flavio Carboni pagaba 530.000 dólares a Ernesto Diotavelli. Casi al mismo tiempo, Calvi se dirigía al hospital con un ramo de flores para el hombre cuyo asesinato había ordenado casi con toda seguridad. Ya en la habitación del herido tuvo la sangre fría de decir:

«¡Virgen Santa! ¡Qué mundo de locos! Nos quieren asustar, Roberto, a fin de apropiarse de un grupo valorado en veinte trillones de liras».

19. Yailop, David, op. cit.

 

«HE PENSADO MUCHO ESTOS DÍAS...»
El 31 de mayo de 1982, el Banco de Italia solicitaba al Ambrosiano todos los detalles de las ocho empresas «panameñas». El consejo accedió por once votos contra tres, a pesar de las desesperadas protestas de Calvi, que sabía muy bien lo que encontrarían los auditores en aquellas cuentas: un desfalco de 1.300 millones de dólares.

 

Para taparlo sólo se le ocurrió pedir un préstamo al IOR. El Vaticano, a fin de cuentas, era el propietario de las empresas, y podía demostrarlo. Conocía la cuantía de las propiedades del IOR, así que no dudó en solicitar a Marcinkus que liquidase una parte para ayudarle. Como último recurso, escribió una carta al propio Juan Pablo II:

Santidad, he pensado mucho en estos días. He pensado mucho, Santidad, y he llegado a la conclusión de que Usted es mi última es peranza, la última... Santidad, he sido yo quien ha asumido la pesada carga de los errores y de las culpas cometidos por los actuales y precedentes representantes del IOR, incluyendo las fechorías de Michele Sindona, de las que aún sufro las consecuencias. He sido yo, bajo encargo preciso de

 

Sus autorizados representantes, quien ha dispuesto conspicuas financiaciones en favor de muchos países y asociaciones político-religiosas del Este de Europa; he sido yo quien, de acuerdo con las autoridades vaticanas, he coordinado todo lo referente a Centroamérica y Sudamérica, la creación de numerosas entidades bancarias, sobre todo con el fin de contrarrestar la penetración de las ideologías filomarxistas, y soy yo, finalmente, quien hoy es traicionado y abandonado por esta autoridad a quien he rendido siempre el máximo respeto y obediencia...

 

Los adversarios externos sabemos quiénes son y Usted, Santidad, lo sabe mejor que nadie y los combate mejor que nadie; pero los internos, la Iglesia quiero decir, los afines, como algunos democristianos, ¿usted los conoce, Santidad? Yo creo que no. No soy un chismoso y tampoco alguien que acusa por despecho o por venganza.

 

Y no me interesa, por tanto, detenerme en tan tas habladurías que recaen sobre algunos prelados y, en particular, sobre la vida privada del secretario de Estado Casaroli, pero me interesa muchísimo señalarle la buena relación que une a éste con ambientes y personajes notoriamente anticlericales, comunistas y fílocomunistas, como el ministro democristiano Beniamino Andreatta, con el que parece que ha llegado a un acuerdo para la destrucción y reparto del grupo Ambrosiano... Pero ¿a qué designio quiere o debe obedecer el secretario de Estado? ¿A qué chantaje?20

20. La Repubblica, 19-20 de abril de 1992.

 

Ni el papa ni Marcinkus se plegaron a las peticiones de Calvi. Cuando las autoridades monetarias italianas fueron a preguntarle al presidente del IOR, éste les explicó que él no sabía nada de aquellas transacciones y que el IOR no sólo no era propietario de aquellas empresas, sino que apenas era una pequeña institución con fines eclesiásticos que disponía de unos fondos ridículos en comparación a los de cualquier institución financiera seglar.
 


ROSARIO DE MUERTES
Ante este panorama, y muy decepcionado por el desentendimiento de los sacerdotes, Calvi decidió huir del país, no sin antes decirle a su familia que desde el extranjero revelaría con pruebas graves secretos que harían renunciar al papa. Al poco tiempo de la fuga del financiero, Graziella Corrocher, la secretaria de Calvi, se estrelló contra el suelo desde el cuarto piso de la sede central del Banco Ambrosiano, dejando tras de sí una sospechosa nota de suicidio en la que maldecía a Calvi por el daño causado.

 

Nunca se terminó de despejar la duda de que no fuera asesinada, debido a todo lo que conocía sobre los asuntos de su jefe. (De hecho, meses después, el 2 de octubre, Giuseppe Dellacha, ejecutivo del banco, murió igualmente en extrañas circunstancias.)

Unas horas después de que el cuerpo de su secretaria se precipitase al vacío, el 17 de junio de 1982, el cadáver de Calvi apareció colgando del puente de Blackfriar's, en Londres. En sus bolsi llos se encontraron cinco ladrillos, y su cuerpo fue cubierto por la marea, tal como establece el juramento masónico como pena para los traidores. La justicia británica, ajena a estas sutilezas simbólicas, lo consideró un suicidio, algo que nunca se aceptó en Italia.

 

En un sumario paralelo instruido en Roma a partir de 1992, el juez dio por válidas las pruebas forenses entregadas por la fiscalía en 2003, y lo consideró un homicidio. Entre las pruebas destacaba la no presencia de lesiones óseas en las cervicales y la inexistencia de restos de los ladrillos en las manos de Roberto Calvi. El equipo forense estuvo encabezado por el alemán Bernard Breinkmann. Ya en 2005 un juez ordenó el procesamiento de cuatro personas acusadas del asesinato del financiero. No debería sorprendernos que entre los imputados se encontrase Flavio Carboni.21

 

21. En el momento de escribir este libro, el juicio, previsto para el 5 de octubre de 2005, aún no se había celebrado.

Quién ordenó a Carboni que arrojara a su amigo al vacío con una cuerda al cuello tal vez se sepa algún día.

 

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