UN COMIENZO ACCIDENTADO. EL ESCÁNDALO DEL BANCO AMBROSIANO
El inicio del pontificado de Juan Pablo II no pudo ser más
turbulento. Nada más llegar al trono de San Pedro tuvo que hacer
frente al mayor escándalo financiero de la historia de la Santa
Sede, la quiebra del Banco Ambrosiano, un acontecimiento que tenía
todas las características de un drama de Shakespeare y que, además,
terminaba igual que éstos: con muchos cadáveres en el escenario...
Tras la muerte de Juan Pablo I, y durante el período de sede va
cante, la prensa hizo numerosas conjeturas sobre los posibles pa
pabili que tenían más posibilidades. En las columnas de opinión se
apuntaba que lo que más convenía a la Iglesia era un pontífice que
la mantuviera a favor de los vientos de la historia.
El anuncio de la elección del polaco Karol Wojtyla como nuevo papa
cogió por sorpresa a todos. Por segunda vez en dos meses, los
pronósticos del cónclave se convirtieron en papel mojado, y un
desconocido subió al trono de San Pedro. Pese a los buenos
propósitos de Juan Pablo I, tras un mes en el pontificado no había
variado la marcha de la Iglesia, y la situación en este
cónclave volvió a ser la misma que en el anterior: dos bloques
enfrentados y los líderes de ambos, Benelli y Siri, como máximos
favoritos. El empate de votos entre Siri y Benelli hizo que en la
segunda jornada del cónclave la votación se dispersara hacia otros
candidatos, convergiendo fundamentalmente en Karol Wojtyla. A que
esto fuera así había contribuido notablemente el arzobispo de Viena,
Franz Konig, que durante el cónclave se prodigó distribuyendo un
libro de homilías titulado Signo de contradicción, cuyo autor era
el cardenal Wojtyla.
Este debió de recordar en aquellos momentos que su antiguo amigo, el
profesor Stefan Swiezawski, había tenido el presentimiento de que
Wojtyla se convertiría en papa algún día.1 Así que cuando se dio
cuenta de que existían posibilidades de que fuera elegido, se mostró
reacio a aceptar, porque ello supondría abandonar su tierra natal,
su familia, amigos y feligreses, dejar su trabajo como obispo y
cambiar radicalmente de vida para trasladarse a Roma y asumir el
gobierno de la Iglesia.
El peso de los cardenales centroeuropeos en la elección fue
importante. Así, el cardenal Konig, al entrar en el cónclave el 14
de octubre, preguntó al primado de Polonia, el cardenal Stefan
Wyszynski:
—¿Y si el próximo Papa fuera un polaco? A lo mejor Polonia tendría
algún candidato...
—¡Dios mío! ¿Te parece que yo debería acabar en Roma? Eso supondría
un triunfo sobre los comunistas.
—No, no me refiero a tí, pero hay un segundo hombre polaco...
—¡Ah!, Karol es demasiado joven, es un completo desconocido... nunca
podría ser Papa.2
1. Weigel, George, Witness to Hope: The Biography of Pope ]ohn Paúl
II, Harper Collins, Nueva York, 2001.
2. Ibid.
Sin embargo, pocas horas después, y viendo el curso que tomaba el
cónclave, el primado de Polonia se acercó discretamente a su joven
pupilo y le dijo: «Si te eligen, acéptalo». Por ello, cuando tal
como dicta el ritual de la elección, se le preguntó a Wojtyla si
asumía el cargo de Sumo Pontífice, pronunció la siguiente frase:
«En obediencia a la fe a Cristo, mi señor, confiado en la Madre de
Cristo y de la Iglesia, no obstante las graves dificultades,
acepto».3
3. Juan Pablo II, John Paul II: The Encyclicals in Everyday Language,
Orbis Books, Nueva York, 2001.
Ya siendo papa, promulgó la constitución apostólica Universi
Dominici Gregris, que regula la futura elección del Sumo Pontífice
y en la que se pide a quien resulte elegido que «no renuncie al
ministerio al que es llamado por temor a su carga, porque Dios, al
imponérsela, le sostendrá con su mano».
UN PAPA POLACO
Aunque el cónclave es secreto, un cardenal contó después que Karol
Wojtyla fue elegido con 99 votos en el octavo escrutinio. Siempre
según ese purpurado, ya fallecido, el cardenal de Cracovia obtuvo
11 votos la mañana del lunes 16, en el sexto escrutinio; 47 votos
en el séptimo y 99 en el octavo.
El 16 de octubre de 1978, alrededor de las seis y media de la tarde,
la multitud esperaba la fumata en un ambiente tenso y cargado de
comentarios sobre el futuro papa. En ese momento se produjo otro
de los ya habituales episodios de confusión con el humo de la
Capilla Sixtina. No se sabía de qué color era. Primero salió blanco,
luego negro... El potente foco que iluminaba la chimenea no
contribuía a aclarar las cosas. La
gente reunida en la plaza de San Pedro estaba desconcertada, algunos
aplaudían tímidamente, otros preguntaban: «¿Qué pasa?, ¿de qué color
es la fumata, negra o blanca?». Para despejar las dudas, los
altavoces del Vaticano anunciaron que había sido elegido el nuevo
pontífice. Un gran júbilo estalló: la gente cantaba, rezaba, lloraba
y vitoreaba en un ambiente cargado de gran emoción.
Poco después se abrió el ventanal del balcón central de la basílica de San Pedro y salió el cardenal Feríele Felici, que había
sido secretario general del concilio. El cardenal Felici pronunció
la célebre expresión latina: «Habemus Papam!», «Carolus... Wojtyla».
El nombre de Wojtyla fue acogido con la máxima sorpresa por los
presentes. Más sorprendente aún que el hecho de ser un desconocido,
era el que se tratase de un cardenal de nacionalidad polaca. Un
periodista italiano, Gianfranco Sviderkowski, de origen polaco,
puso entre su lista de futuribles papas a los dos polacos, pero
más por simpatía hacia sus orígenes que por creerlo realmente. Por
primera vez en la historia, un polaco llegaba a la sede de San
Pedro. Incluso para los propios cardenales polacos, la elección
lógica habría sido el cardenal Wyszynski, muy conocido por su
visceral anticomunismo.
Precisamente la cuestión de las relaciones de la Santa Sede con el
comunismo pasó a un primer plano de la atención pública. La noticia
fue recibida con disgusto por los gobiernos de los países del Este
europeo. Sin embargo, hubo quien lo vio con más optimismo, incluso
algún periodista español vaticinó que con la elección de Karol
Wojtyla la Iglesia llegaría a un entendimiento con el comunismo.
De todas maneras, ahí no terminaron las sorpresas. Nada más salir al
balcón, los fieles congregados en la plaza de San Pedro pudieron
comprobar que el aspecto físico del nuevo pontífice distaba mucho
del de los papas anteriores. Era un hombre relativamente joven, fornido y jovial que nada tenía que ver con la sofisticación y amaneramiento que habían caracterizado a la Santa Sede
hasta entonces.4
4. Manhattan, Avro, Murder in the Vatican, op. cit.
RUMORES Y FOTOGRAFÍAS
Pese a todo, su «falta de refinamiento», lejos de constituir un in
conveniente, le sirvió para encandilar desde el primer momento a los
cristianos de todo el mundo. Los fieles veían en Wojtyla un papa
campechano y humilde que buscaba la cercanía antes que el boato
vaticano. Ni siquiera los italianos se sintieron a disgusto porque
se hubiera roto la tradición de siglos de papas de aquel país. Al
contrario, nada más salir al balcón de San Pedro, la multitud
recibió con vítores y aplausos a aquel corpulento hombre que se
esforzaba en hablar la lengua del que, a partir de ese momento,
sería su nuevo país.
Según se fueron desvelando episodios de la biografía del nuevo
pontífice, en especial de su juventud, la gente se iba sintiendo más
cautivada con su figura. En aquellos primeros años, sus amigos del
grupo de teatro del que formaba parte no dudaban de que Karol se
convertiría con el paso de los años en un conocido actor u hombre
de letras, y desde luego ninguno dudaba de que se casaría y formaría
una familia.5
5. Bernsteign, Cari y Politi, Marco, His Holiness: }ohn Paúl II and
the Hidden History of Our Time, Penguin Books, Nueva York, 1996.
Wojtyla era un joven muy religioso, tanto que imponía
una especie de respeto instintivo entre sus compañeros, que en su
presencia no osaban contar chistes verdes, soltar exabruptos y mucho
menos blasfemar. Estas anécdotas pueden sonar a leyenda, pero su
moralidad y sus
modales calmados y silenciosos tuvieron, a lo largo de su vida, un
extraño efecto intimidante sobre los demás, del que han hablado
muchos de los que en algún momento frecuentaron su compañía.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Wojtyla trabajó en una factoría
de productos químicos controlada por los nazis, mantuvo relaciones
con las guerrillas marxistas de la resistencia y fue amigo de varias
mujeres. A raíz de esto, y de que durante aquellos años, entre
1939 y 1944, hay una etapa oscura y apenas conocida en su
biografía, comenzó a circular por Roma el rumor de que podría haber
estado casado. Pero la popularidad del nuevo papa era tal que
estas habladurías no afectaron su carisma. Ni siquiera su imagen se
vio empañada cuando la prensa sensacionalista italiana publicó
unas fotos inéditas de Su Santidad tomando el sol desnudo junto a
la piscina.
(A raíz de aquellas fotos, Licio Gelli hizo un
comentario cuando menos inquietante, sobre todo si tenemos en cuenta
los acontecimientos posteriores:
«Fíjate en los problemas que debe de tener el servicio secreto. Si
es posible tomar esas fotografías del Papa, imagina lo fácil que
sería dispararle».6 Casi tan fácil como hubiera sido envenenar a su
antecesor.)
Algo muy similar debió de pasar por la mente de Juan Pablo II, dado
que una de las primeras decisiones que tomó pocos días después de su
elección fue, precisamente, la de crear un cuerpo de seguridad, el
Servicio Secreto de Su Santidad (SSSS): cinco policías de élite,
equipados con el material más moderno, encargados de garantizar la
seguridad personal del papa; y otro equipo de veinte agentes, cuya
labor era mezclarse con la multitud en las apariciones públicas del
Sumo Pontífice.7
6. Yailop, David, op. cit.
7. López Sáez, Jesús, Se pedirá cuenta. Orígenes, Madrid, 1990.
LA VIDA SIGUE IGUAL
Juan Pablo II pronto demostró que, pese a haber elegido el nombre
del papa anterior, estaba lejos de continuar su obra. Ni una sola de
las reformas propuestas por Juan Pablo I se hizo realidad. El
cardenal Villot volvió a ocupar el cargo de secretario de Estado,
esta vez con un papa con el que tenía más cosas en común.
Marcinkus siguió al frente del Banco Vaticano y Caivi continuó
dedicándose al fraude a gran escala. Los mismos que habían hecho
imposible el pontificado de Juan Pablo I seguían ocupando los
puestos clave del Vaticano ahora con Juan Pablo II. La Iglesia había
dado un paso atrás, regresaba a la época de Pablo VI.
No es de extrañar que el cardenal Villot estuviera pictórico, a pe
sar de sus años y su delicada salud. Organizó para el nuevo papa un
acto de celebración al que acudieron los más estrechos colaborado
res del pontífice, y en el que se brindó con champán. Se dice que en
aquel acto informal, el papa se saltó el protocolo y entonó para los
presentes una canción popular polaca titulada El montañero. Sin
embargo, poco duraría la alegría en la Santa Sede. Al haber mante
nido en sus puestos a los principales responsables de la economía
vaticana, Juan Pablo II no sabía que había dejado preparado el
escenario para el mayor escándalo financiero en el que se vería
envuelta la Iglesia en toda su historia: el asunto del Banco
Ambrosiano.
Como hemos podido ver en los capítulos precedentes, el Vaticano
había establecido en los últimos años profundos lazos con el
presidente del Banco Ambrosiano, Roberto Caivi, lazos tan fuertes
que el propio arzobispo Marcinkus se sentaba en el Consejo de
Administración de la filial que el banco tenía en las Bahamas.8
8. Cornweil, Rupert, op. cit.
Sin
embargo, Caivi resultó ser tan poco de fiar como Michele Sindona,
y obedecer a los mismos intereses poco confesables (la mafía y la logia Propaganda Due).9 Incluso se ha apuntado que el
entramado bancario de Caivi fue utilizado por la CÍA para cana
lizar operaciones financieras que preferían mantener lo más lejos
posible de la opinión pública.10 Es más, escuadrones de la muerte y
paramilitares de toda Latinoamérica habrían obtenido mediante esta
vía buena parte de sus recursos económicos.
9. Varios autores, Everything YOM Know Is Wrong: The Disinformation
Cuide to Secrets and Lies, op. cit.
10. Wiison, Robert Antón, Cosmic Trigger: Down To Earth, volumen II,
New Falcon Publications, Tempe (Arizona), 1991.
El banco católico, tradicionalmente utilizado por el clero para
obras de caridad, pasó a ser una enorme «lavadora» de dinero, como
antaño lo fueron los bancos de Sindona. Para ello, Caivi comenzó a
hacer cuantiosos préstamos a empresas fantasma que, para tener mayor
legitimidad, mantenían cuentas en el Banco Vaticano, en las que
eran domiciliados los citados préstamos."
Seis de estas
corporaciones tenían su sede en Panamá: Astolfine S.A., United
Trading Corporation, Erin S.A., Bellatrix S.A., Beirose S.A., y
Starfield S.A. Había dos empresas más establecidas en sendos
paraísos fiscales europeos, Manic S.A., en Luxemburgo, y Nordeurop
Stablishment, en Licchtenstein. El principal propósito de estas
corporaciones no era otro que hacer a Caivi más rico, financiar
las operaciones de Licio Gelli y Propaganda Due y blanquear dinero
para la mafia. Sin embargo, éstas no eran, ni mucho menos, sus
únicas actividades.
11. Martín, Malachi, Rich Church, Poor Church, op. cit.
DEUDAS Y MISILES
Buena parte del dinero que conseguían estas empresas a través de los
préstamos del Banco Ambrosiano se invertía en la compra de
acciones del propio banco, de manera que Calvi iba obteniendo poco a
poco más control sobre la institución.
Entre estas empresas merece mención aparte Bellatrix, controlada
directamente por Marcinkus, pero que fue creada por tres de los
miembros más prominentes de Propaganda Due, el propio Gelli,
Ortolani y Bruno Tassan Din, director ejecutivo y estratega
financiero del gigantesco grupo editorial Rizzoli. Con apenas diez
millones de dólares de capital social, Bellatrix obtuvo del Banco
Ambrosiano 184 millones, con los que se dedicó a comprar misiles
Exocet que más tarde vendería a Argentina y serían utilizados
durante la guerra de las Malvinas.
Una de las claves de esta
operación podría haber sido la gran amistad que unía a Licio Gelli
con el almirante argentino Emilio Eduardo Massera, que fue durante
un tiempo jefe de la junta militar.12 Astolfine, otra de las
empresas, tenía un capital mucho menor, apenas diez mil dólares, lo
que no fue obstáculo para que se hiciera con 486 millones de
dólares del Banco Ambrosiano. Con transacciones de este tipo no
hacía falta ser un avezado analista financiero para prever la pronta
caída del entramado financiero de Calvi.
A pesar de ello, todo pasó por legal ante los inspectores del Banco
de Italia. Cuando éstos preguntaban por la naturaleza de aquellas
empresas se les respondía que pertenecían al Vaticano, que las
utilizaba para fines propios de la Iglesia. En principio no había
por qué dudar, ninguna garantía podía ser mejor que la de la Iglesia
católica. De esta forma, la hemorragia de dinero continuó: desde
el Banco Ambrosiano hasta las empresas fantasma pasando antes por el
Banco Vaticano, que se quedaba con una parte en concepto de
comisión.
12. West, Nigel, The Secret War for the Falklands: The SAS, M16, and
the War Whitehall Nearly Lost, Warner Books, Londres, 1997.
Esta impunidad hizo que Caivi se fuera envalentonando pau
latinamente hasta que, al final, terminó por llamar la atención de
las autoridades italianas. Licio Gelli, el hombre de los mil con
tactos, estaba obstruyendo y retrasando sistemáticamente la in
vestigación contra su amigo Caivi gracias a sus agentes infiltra
dos en la Guardia de Finanzas. A pesar de todo, la investigación
prosiguió su curso y en marzo de 1979 Lucca Mucci, el juez en
cargado del caso, tuvo acceso a la lista de los veinte accionistas
mayoritarios del Banco Ambrosiano.
El principal era el propio banco,
con el 7,39 por 100 del total. A través del Instituto para las Obras
de Religión, el Vaticano poseía el 1,82 por 100 de las acciones.
Los
demás accionistas eran Toro Assicurazioni (5,11), Kredietbank, de
Amberes (3,09), Crédito Overseas, de Panamá (2,98), SAPI (1,58),
Lantana, de Panamá (1,40), Cascadilla, de Panamá (1,40), Rekofinanz,
de Vaduz (Licchtenstein) (1,22), Ulricor, de Vaduz (Licchtenstein)
(1,04), La Fidele, de Panamá (1,02), Cogebel Lux, de Luxemburgo
(1,00), Ecke, de Licchtenstein (0,92), Finkurs, de Licchtenstein
(0,92), Finprogram, de Panamá (0,92), Orfeo, de Panamá (0,92),
Marbella, de Panamá (0,92), Sektorinvest, de Liechtenstein (0,65),
Crédit Commercial, de Francia (0,46), Sansinvest, de Liechtenstein
(0,46), Italfid Italtrust (0,70).13
13. Sisti, Leo y Modolo, Gianfranco, El banco paga. El embrollo del
Ambrosiano y la logia P2, Plaza & Janes, Barcelona, 1983.
Aunque la participación nominal del Vaticano en el banco era
pequeña, los negocios en los que participaban juntos Caivi y
Marcinkus eran múltiples y variados:
En el curso de cinco años (1972-1977), el Vaticano ha sido re
compensado con cerca de 70 mil millones de liras por haberse pres
tado a ciertas operaciones con títulos efectuados por sociedades del
grupo Ambrosiano. La función del Instituto para las Obras de Reli
gión, que a efectos de la legislación italiana es un banco no
residente, y por tanto no sometido a las limitaciones que rigen
para los bancos italianos, consistió en actuar de pantalla en
movimiento de títulos realizados por el Banco Ambrosiano.14
El 12 de junio de 1980, Mucci recibió un informe del cuerpo de
Guardia de Finanzas que «contenía pruebas de que Caivi y algunos
de sus colaboradores habían cometido varios delitos graves:
exportación ilegal de capitales, falsificación de documentos
bancarios y fraude».15
14. Gurwin, Larry, El caso Caivi. La muerte de un banquero. Versal,
Barcelona, 1984.
15. Jbid.
Dos semanas después, el juez Mucci ordenó a Caivi que entregara su
pasaporte. No obstante, Caivi, con la inestimable ayuda, una vez
más, de Licio Gelli, consiguió recuperarlo temporalmente.
A comienzos de 1981, el ministro de hacienda italiano Beniamino
Andreatta, que llegó al puesto en octubre del año anterior, tras
estudiar los informes elaborados por sus subordinados desde
1978. concluyó que era necesario que el Vaticano retirara su apoyo a
Calvi. El propósito del ministro no era otro que el de proteger a la
Iglesia, así que fue al Vaticano a reunirse con el cardenal
Casaroli, nuevo secretario de Estado tras la muerte, en
1979. del cardenal Villot. El ministro hizo al cardenal Casaroli una
descripción pormenorizada de la situación, recomendando que el
Vaticano rompiera todos sus vínculos con el Banco Ambrosiano antes
de que fuera demasiado tarde. Este sabio y bienintencionado
consejo fue ignorado. No sabemos si decía o no la verdad, pero lo
cierto es que Marcinkus alegó más tarde que nunca fue informado de
esta reunión. En cualquier caso, las cosas habían ido ya muy lejos como para romper los vínculos con el
Banco Ambrosiano.
No era la primera advertencia seria que se recibía en el Vaticano
a este respecto. El 12 de enero de 1981, un grupo de inversores
del Banco Ambrosiano escribió una carta al papa Juan Pablo II en la
que se le suplicaba que investigara los negocios que se traían entre
manos Marcinkus, Caivi y Gelli. La carta estaba escrita en polaco,
para que pudiera ser leída por el pontífice sin necesidad de
intérpretes, y decía:
El Instituto para las Obras de Religión no es sólo un inversor del
Banco Ambrosiano. Es también socio y compañero de Roberto Calvi. Las
acciones judiciales, en número cada vez mayor, revelan que Calvi es
hoy uno de los principales vínculos entre el sector más degenerado
de la masonería (Propaganda Due) y los círculos de la mafia, como
heredero de Sindona. Ello fue posible gracias a la implicación de
personas generosamente mantenidas por el Vaticano. Una de ellas es
Ortolani, que se mueve entre el Vaticano y poderosos grupos del
hampa internacional.
Ser socio de Calvi significa ser socio de Gelli y Ortolani, pues
ambos le orientan e influyen decisivamente. Por tanto, le guste o
no, el Vaticano es también un cómplice activo de Gelli y Ortolani a
través de su asociación con Roberto Calvi. 16
16. Yailop, David, op. cit.
El papa nunca respondió a la carta.
EL CREPÚSCULO DE CALVI
A mediodía del 2 de marzo de 1981, el Vaticano hizo público un
documento que provocó la sorpresa entre los católicos. Sin previo aviso y sin causa aparente que lo justifícase, la Santa Sede recordaba a los fieles la vigencia de las leyes canónicas que prohiben la pertenencia a la masonería bajo pena de excomunión. Sólo un
selecto grupo de personas conocía la razón de aquel anuncio. Los
eficaces servicios de inteligencia vaticanos habían descubierto que
el gobierno italiano se disponía a desarticular Propaganda Due. De
esta forma, la Iglesia se desentendía de lo que pudiera acontecer.
Como ya se ha relatado en otro capítulo, el 17 de marzo de 1981, la
policía italiana registró la mansión de Gelli, donde halló una copia
del documento «La estrategia de tensión», que era el plan elaborado
por la CÍA, la mafia, Propaganda Due y Gelli para establecer un
gobierno neofascista en Italia. Curiosamente aquella operación no
tenía nada que ver con la investigación de Propaganda Due, sino
con la posible implicación de Licio Gelli en un simulacro de
secuestro que había organizado Michele Sindona en Estados Unidos
para eludir la acción de la justicia, y del que se hablará más
adelante. Gracias a los documentos encontrados en la residencia de
Gelli, apenas dos meses después el juez Gerardo D'Ambrosio
ordenaba la entrada en prisión de Roberto Calvi, que salió al poco
tiempo bajo fianza y manteniendo su puesto en el banco.
Al contrario de lo que suele suceder en otros casos, al financiero
caído en desgracia no le faltaron amigos en aquellos momentos
difíciles. Bettino Craxi, líder del Partido Socialista, y Flaminio
Piccoli, presidente del Partido Democratacristiano, hablaron en su
favor en el Parlamento.
En aquellos momentos complicados, Calvi decidió jugar otra vez la
baza de la Iglesia en su favor. Solicitó a Marcinkus una carta de
patrocinio que le sirviera para demostrar ante los propios
directivos de su banco y ante las autoridades económicas que las
operaciones con las empresas conocidas como las «panameñas»
contaban con el beneplácito de la Santa Sede. La carta fue fechada
el 1 de septiembre de 1981 en el Instituto para las
Obras de Religión y dirigida al Banco Ambrosiano de Lima, donde el
IOR reconocía el control de las sociedades, asumiendo asimismo un
endeudamiento de más de mil millones de dólares.
El texto de la
misiva, firmada por el propio Marcinkus y sus dos asistentes, Luigi
Mennini y Pellegrino de Strobel, es el siguiente:
BANCO AMBROSIANO ANDINO S.A.
LIMA-PERÚ Estimados señores: Confirmamos mediante esta carta que controlamos, directa o in
directamente, las siguientes empresas:
-
Manic S.A., Luxemburgo.
-
Astolfíne S.A., Panamá.
-
Nordeurop Stablishment, Liechtenstein.
-
United Trading Corporation, Panamá.
-
Erin S.A., Panamá.
-
Bellatrix S.A., Panamá.
-
Beirose S.A., Panamá.
-
Starfíeld S.A., Panamá.
También confirmamos nuestro conocimiento del endeudamiento que estas
empresas tienen con ustedes con fecha 10 de junio de 1981, según el
estado de cuentas adjunto.17
Suyos afectísimos [Firmas ilegibles] ISTITUTO PER LE OPERE DI
RELIGIONE
Según el propio Michele Sindona, Caivi habría pagado al Vaticano
—o a Marcinkus— veinte millones de dólares por este documento.18
17. Cornweil, Rupert, of>. cit.
18. Tosches, Nick, op. cit.
EL HOMBRE DE LOS CONTACTOS
Mientras Calvi vivía su particular vía crucis, Marcinkus disfrutaba las mieles de la gloria. Juan Pablo II, en pago a sus muchos
servicios para la Santa Sede, le nombró presidente de la Comisión
Pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano, aparte de
seguir al frente del IOR. El nombramiento tuvo lugar el 28 de
septiembre de 1981, fecha en la que se cumplía el tercer
aniversario de la muerte de Juan Pablo I, el hombre que había
querido librar a la Santa Sede de la presencia de Marcinkus y sus
acólitos.
En diciembre de 1981, Flavio Carboni, un conocido hombre de negocios
sardo con fama de tener excelentes contactos, asumió el papel de
principal encargado de las relaciones públicas de Caivi. Carboni era
la persona más indicada para esta función. Parecía tener una
cantidad ilimitada de amigos en el mundo de la política, en los
medios de comunicación, en el Vaticano, en los servicios de
inteligencia y en el hampa. Se embolsó por su trabajo treinta
millones de dólares, que fueron depositados en una cuenta numerada
en Suiza desde la sucursal del Banco Ambrosiano en Perú. ¿Cuál era
la naturaleza de tan bien pagados servicios? Tal vez el testimonio
de la hija de Roberto Caivi arroje algo de luz en este sentido. Anna
Caivi cuenta que en una ocasión pudo escuchar a escondidas una
conversación entre su padre y Carboni:
«Mi padre le decía (levantando la voz) a Carboni que debía hacerle
entender al Vaticano que los curas tenían que cumplir con sus
compromisos, porque de lo contrario él revelaría todo lo que sabía».
Aparte del chantaje, las funciones de Carboni incluían importantes
actividades delictivas. Entre sus numerosas amistades se encontraban
dos de los personajes más representativos del hampa romana (la
malavitta): Danilo Abbruciati y su jefe, Ernesto Diotavelli. Pues
bien, una de las personas que más incomodaban
a Calvi en aquellos días era, precisamente, el vicepresidente de su
propio banco, Roberto Rosone, que intentaba averiguar todo lo
concerniente a los manejos de Calvi. En otoño de 1981, al poco
tiempo de asumir la vicepresidencia del Banco Ambrosiano, Rosone
comenzó a formularle a Calvi preguntas cada vez más comprometedoras
acerca de los préstamos concedidos a las sociedades «panameñas».
Calvi respondió vehementemente:
«Detrás de esas deudas está el Vaticano: el Papa». Ante la insis
tencia de su vicepresidente, Calvi preguntó molesto: «¿Eso signi
fica que usted alimenta alguna duda acerca del banco central del
Vaticano?».19
Roberto Rosone definía a Carboni como un «individuo que asusta sólo
con verlo», y la verdad es que en su caso había motivos de sobra
para estar asustado. La mañana del 27 de abril de 1982, Rosone salió
de su casa pocos minutos antes de las ocho, como tenía por
costumbre. Vivía en un apartamento que se encontraba sobre una de
las sucursales del Banco Ambrosiano, protegida por guardias
armados las veinticuatro horas. Nada más pisar la calle un hombre
comenzó a disparar contra él y cayó herido. Los guardias
respondieron al fuego y comenzó un tiroteo que se saldó con la
muerte del sicario, que sería identificado como Danilo Abbruciati.
Al día siguiente, Flavio Carboni pagaba 530.000 dólares a Ernesto
Diotavelli. Casi al mismo tiempo, Calvi se dirigía al hospital con
un ramo de flores para el hombre cuyo asesinato había ordenado casi
con toda seguridad. Ya en la habitación del herido tuvo la sangre
fría de decir:
«¡Virgen Santa! ¡Qué mundo de locos! Nos quieren
asustar, Roberto, a fin de apropiarse de un grupo valorado en
veinte trillones de liras».
19. Yailop, David, op. cit.
«HE PENSADO MUCHO ESTOS DÍAS...»
El 31 de mayo de 1982, el Banco de Italia solicitaba al Ambrosiano
todos los detalles de las ocho empresas «panameñas». El consejo
accedió por once votos contra tres, a pesar de las desesperadas
protestas de Calvi, que sabía muy bien lo que encontrarían los
auditores en aquellas cuentas: un desfalco de 1.300 millones de
dólares.
Para taparlo sólo se le ocurrió pedir un préstamo al IOR.
El Vaticano, a fin de cuentas, era el propietario de las empresas, y
podía demostrarlo. Conocía la cuantía de las propiedades del IOR,
así que no dudó en solicitar a Marcinkus que liquidase una parte
para ayudarle. Como último recurso, escribió una carta al propio
Juan Pablo II:
Santidad, he pensado mucho en estos días. He pensado mucho,
Santidad, y he llegado a la conclusión de que Usted es mi última es
peranza, la última... Santidad, he sido yo quien ha asumido la
pesada carga de los errores y de las culpas cometidos por los
actuales y precedentes representantes del IOR, incluyendo las
fechorías de Michele Sindona, de las que aún sufro las
consecuencias. He sido yo, bajo encargo preciso de
Sus autorizados
representantes, quien ha dispuesto conspicuas financiaciones en
favor de muchos países y asociaciones político-religiosas del Este
de Europa; he sido yo quien, de acuerdo con las autoridades
vaticanas, he coordinado todo lo referente a Centroamérica y
Sudamérica, la creación de numerosas entidades bancarias, sobre todo
con el fin de contrarrestar la penetración de las ideologías filomarxistas, y soy yo, finalmente, quien hoy es traicionado y
abandonado por esta autoridad a quien he rendido siempre el máximo
respeto y obediencia...
Los adversarios externos sabemos quiénes son
y Usted, Santidad, lo sabe mejor que nadie y los combate mejor que
nadie; pero los internos, la Iglesia quiero decir, los afines, como
algunos democristianos, ¿usted los conoce, Santidad? Yo creo que no.
No soy un chismoso y tampoco alguien que acusa por despecho o por venganza.
Y no me interesa, por tanto, detenerme en tan
tas habladurías que recaen sobre algunos prelados y, en particular,
sobre la vida privada del secretario de Estado Casaroli, pero me
interesa muchísimo señalarle la buena relación que une a éste con
ambientes y personajes notoriamente anticlericales, comunistas y
fílocomunistas, como el ministro democristiano Beniamino
Andreatta, con el que parece que ha llegado a un acuerdo para la
destrucción y reparto del grupo Ambrosiano... Pero ¿a qué designio
quiere o debe obedecer el secretario de Estado? ¿A qué chantaje?20
20. La Repubblica, 19-20 de abril de 1992.
Ni el papa ni Marcinkus se plegaron a las peticiones de Calvi.
Cuando las autoridades monetarias italianas fueron a preguntarle
al presidente del IOR, éste les explicó que él no sabía nada de
aquellas transacciones y que el IOR no sólo no era propietario de
aquellas empresas, sino que apenas era una pequeña institución con
fines eclesiásticos que disponía de unos fondos ridículos en
comparación a los de cualquier institución financiera seglar.
ROSARIO DE MUERTES
Ante este panorama, y muy decepcionado por el desentendimiento de
los sacerdotes, Calvi decidió huir del país, no sin antes decirle
a su familia que desde el extranjero revelaría con pruebas graves
secretos que harían renunciar al papa. Al poco tiempo de la fuga del
financiero, Graziella Corrocher, la secretaria de Calvi, se estrelló
contra el suelo desde el cuarto piso de la sede central del Banco
Ambrosiano, dejando tras de sí una sospechosa nota de suicidio en la
que maldecía a Calvi por el daño causado.
Nunca se terminó de
despejar la duda de que no fuera asesinada, debido a todo lo que conocía sobre los asuntos de su jefe. (De hecho, meses después, el 2 de octubre, Giuseppe Dellacha, ejecutivo
del banco, murió igualmente en extrañas circunstancias.)
Unas horas después de que el cuerpo de su secretaria se precipitase al vacío, el 17 de junio de 1982, el cadáver de Calvi apareció colgando del puente de Blackfriar's, en Londres. En sus bolsi
llos se encontraron cinco ladrillos, y su cuerpo fue cubierto por la
marea, tal como establece el juramento masónico como pena para los
traidores. La justicia británica, ajena a estas sutilezas
simbólicas, lo consideró un suicidio, algo que nunca se aceptó en
Italia.
En un sumario paralelo instruido en Roma a partir de 1992,
el juez dio por válidas las pruebas forenses entregadas por la
fiscalía en 2003, y lo consideró un homicidio. Entre las pruebas
destacaba la no presencia de lesiones óseas en las cervicales y la
inexistencia de restos de los ladrillos en las manos de Roberto Calvi. El equipo forense estuvo encabezado por el alemán Bernard
Breinkmann. Ya en 2005 un juez ordenó el procesamiento de cuatro
personas acusadas del asesinato del financiero. No debería
sorprendernos que entre los imputados se encontrase Flavio
Carboni.21
21. En el momento de escribir este libro, el juicio, previsto para
el 5 de octubre de 2005, aún no se había celebrado.
Quién ordenó a Carboni que arrojara a su amigo al vacío con una
cuerda al cuello tal vez se sepa algún día.
Regresar al Indice
|