por Andreas Faber-Kaiser
1989
de
AFK Website
Algunos científicos de avance y los legados más antiguos de nuestra
historia convergen en una explicación lógica para el origen de la
humanidad: una civilización cósmica para nosotros desconocida nos
fabricó en un pasado remoto. Más adelante alguien, ya sea el mismo
programador original u otro distinto, efectuó una mutación en el ser
programado, para encarrilar nuestro desarrollo genético hacia
nuestra condición humana actual. Pero, ¿qué hicieron nuestros
programadores después de habernos fabricado y posiblemente mutado en
un estadio más tardío? ¿Nos abandonaron a nuestra suerte? ¿O, más
bien, han venido controlando el desarrollo de nuestra existencia?
Existen suficientes ejemplos que evidencian que en el pasado y
también hoy en día alguien más, y por lo menos tecnológicamente, más
avanzado, se mantuvo y se mantiene cerca de nosotros, acompañándonos
a lo largo de toda nuestra historia.
Pero no solamente se han dedicado a controlarnos, sino que en
determinados momentos históricos decisivos para la marcha de la
humanidad, han intervenido directamente para encauzarla en uno u
otro sentido. En la etapa antigua de nuestra historia, los seres
para nosotros desconocidos descendían habitualmente de las alturas
para convivir con el ser humano sobre el planeta que habitamos.
Dado que sus actuaciones y su tecnología se escapaban a la
comprensión del hombre primitivo, que era incapaz de imitar lo que
estos seres desconocidos podían hacer, tales visitantes fueron
tomados necesariamente por nuestros antepasados por auténticos
dioses, cosa que en cierta forma no deja de ser cierta para
nosotros, en el supuesto de que ellos sean nuestros fabricadores.
Sus actuaciones fueron interpretadas naturalmente por el hombre
primitivo y medieval como expresiones inequívocas de la divinidad.
Pero con el paso del tiempo, la situación ha cambiado: los que
fueron dioses hasta hace poco, comienzan a esconder su careta divina
para irse diluyendo en el anonimato. ¿Por qué? Porque nuestra propia
evolución nos ha conducido a un punto en el que nuestros actuales
conocimientos no les permiten ya ser identificados con la imagen de
seres divinos. Hoy ya sabemos que lo que ellos hicieron en el
pasado, lo pueden hacer otros, le podemos en parte hacer nosotros,
simples humanos. Y lo qué aún no podemos hacer hoy lo podemos,
extrapolando nuestros conocimientos actuales, alcanzar
hipotéticamente en el futuro. Así, el contacto con ellos, en vez de
darse en un contexto religioso como se dio en la antigüedad y en el
medioevo, se intuye en un futuro a un nivel científico posiblemente.
No estamos solos
Semejante hipótesis debe de fundamentarse naturalmente en una
premisa ineludible: que haya efectivamente vida inteligente en el
universo, más allá de los límites de nuestro planeta Tierra. Y que
estos supuestos seres inteligentes
sean capaces de llegar hasta aquí. ¿Es esto posible? El 11 de
septiembre de 1952, Marshall Chadwell, a la sazón director adjunto
del departamento de Inteligencia Científica, le escribe en
comunicado interior al director de la Agencia Central de
Inteligencia (CIA):
"El problema OVNI
excede el nivel de las responsabilidades individuales del
departamento de Inteligencia Científica de la CIA, y es de tal
importancia que merece la competencia y la acción del Consejo de
Seguridad Nacional."
El 2 de diciembre de
aquel mismo año, le vuelve a comunicar a su director que:
"Algo está
ocurriendo y debe tener nuestra atención inmediata. Los
avistamientos de objetos inexplicados a grandes alturas viajando a
altas velocidades en las
cercanías de importantes instalaciones defensivas americanas son de
tal naturaleza que no pueden ser atribuibles a fenómenos naturales o
a vehículos aéreos de tipo conocido."
La presencia de objetos volantes no identificados y la
presencia de seres inteligentes no pertenecientes a nuestra comunidad humana
terrestre, se manifiesta como una constante en el curso de nuestra
evolución, desde la antigüedad hasta nuestros días. Si bien la
ciencia académica se niega a aceptarla como un hecho. Argumenta para
ello que el viaje interplanetario preciso para que seres de otra
civilización cósmica visitaran efectivamente nuestro planeta es de
todo punto imposible.
Pero tal y como afirma el premio Nobel de química Ilya Prigogine,
las teorías acaban siempre por ser rebatidas: su verdad es parcial,
provisional. No debemos adaptar los hechos a nuestra inteligencia,
sino que debemos aspirar a elevar esta inteligencia a un grado en el
que pueda entender y asimilar los hechos, aunque en estos momentos
aún se le antojen absurdos. También era un absurdo para los hombres
del siglo XVIII el hecho o la simple idea de que el hombre viajara
algún día hasta la Luna y pegara torpes saltos sobre su superficie,
y, sin embargo, ésta es una experiencia superada hoy en día y
aceptada por todos: por los hechos consumados, en definitiva.
A lo que debemos aspirar
es a lograr comprender algún día la realidad subyacente y el sentido
de los fenómenos inexplicados que se han venido produciendo a lo
largo de la historia humana y que actualmente se siguen produciendo
y prodigando.
Ansias de contacto
Pero así como la mayoría de la comunidad científica no contempla la
posibilidad de la presencia de seres extraños en nuestro planeta, sí
acepta como probable la existencia de otras civilizaciones en la
inmensidad del cosmos. Tanto, que las busca ansiosamente y elabora
planes para establecer contacto con las mismas. Los intentos de
búsqueda de inteligencias extraterrestres en las profundidades del
cosmos, objetivo del programa
SETI (Search for Extraterrestrial
Intelligence = Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre), y los
intentos de comunicación con supuestas inteligencias extraterrestres
en el espacio, que conforman el programa CETI (Communication with
Extratrrestrial Intelligence = Comunicación con Inteligencias
Extraterrestres) siguen un constante curso de perfeccionamiento, lo
que pone de manifiesto la voluntad de ciertos sectores de la
comunidad científica en entrar en contacto con otros seres
inteligentes del universo.
El programa SETI se verá notablemente incentivado a partir de 1992;
para conmemorar el 500 aniversario del descubrimiento oficial de
América, con una nueva inyección presupuestaria de 100 millones de
dólares, aprobada en 1988.
Este dinero cubrirá una etapa de diez años de búsqueda de
inteligencias extraterrestres, concretada en la instalación de seis
analizadores multicanal del espectro radioeléctrico, tres en Arecibo,
en Puerto Rico, y otros tres volantes, que se trasladarán
periódicamente del hemisferio norte al sur, en una búsqueda
totalmente automatizada. Con este sistema se escudriñarán
secuencialmente las 773 estrellas similares al Sol que se encuentran
a una distancia inferior a los 80 años-luz, chequeando en cada una
de ellas 2.000 millones de canales, mientras que por otra parte se
barrerá todo el firmamento visible, en busca de alguna señal extraña
que pudiera proceder de una civilización desconocida. El equipo que
se empleará para ello es un analizador multicanal de espectros, el
MCSA 2.0, que puede sintonizar simultáneamente hasta 10 millones de
frecuencias.
En lo que al proyecto CETI respecta, cabe decir que en marzo de
1974, la Junta del Consejo Científico del Área del Problema de
Radioastronomía de la Academia de Ciencias de la Unión Soviética
discutió y aprobó un programa de investigación del problema de la
comunicación con civilizaciones extraterrestres. El programa fue
elaborado por la sección de búsqueda de señales cósmicas de origen
artificial del Consejo de Radioastronomía, a partir de las
recomendaciones de la Conferencia Nacional Soviética sobre el
Problema de la Comunicación con Civilizaciones Extraterrestres que
tuvo lugar en el observatorio astrofísico de Byurakan, en Armenia,
en mayo de 1964, y la conferencia soviético-norteamericana sobre
CETI mantenida en el mismo Byurakan en septiembre de 1971.
El programa proyectado
fue expuesto previamente en la VII Conferencia Nacional Soviética
sobre Radioastronomía, convocada en Gorki en 1972, para ser aprobado
definitivamente por la Academia de Ciencias de la URSS en 1974. En
el texto del programa aprobado por los soviéticos destaca la
afirmación de que:
"Merece particular atención la posibilidad de que
sondas lanzadas por civilizaciones extraterrestres se encuentren
actualmente en el Sistema Solar e incluso en órbita alrededor de la
Tierra".
Nos visitan desde siempre
Pero hay otro camino para averiguar si existen y si son capaces de
venir a visitarnos. Frente a la totalidad del establishment
científico, que apoya la lenta y costosa búsqueda de señales de
radio procedentes de seres inteligentes en el universo, cabría
proponer una solución mucho más sencilla: intentemos examinar si
nuestra Tierra ha sido visitada alguna vez en el pasado, o si está
siendo visitada en el presente por seres no terrestres. No debemos
perder de vista para ello que, sin necesidad de recurrir a testigos
dudosos, a textos equívocos, a grabados de diversa interpretación,
los textos que a lo largo de los tiempos han ido reflejando los
pasos de la historia de la humanidad, están salpicados de
testimonios que ilustran la presencia de objetos volantes que
evolucionan de forma inteligente a baja altura, sobre la superficie
terrestre.
Tampoco es preciso recurrir al cúmulo de leyendas y textos
religiosos que claramente hacen referencia a seres que procedentes
del cielo entran en contacto con los habitantes de la Tierra. No.
Sólo hace falta releer los textos de historia. Así, Plinio habla de
objetos volantes no identificados en el Libro II de su Historia
Natural. Cayo Suetonio refiere que el 1 de enero del año 49 a. JC.
Julio César se topó con una figura sobrehumana junto al río Rubicón.
En el año 312 el pagano Constantino y todo su ejército contemplaron
una cruz luminosa en el cielo. Beda, en su Historia Eclesiástica,
afirma que en el año 664 se presentó sobre las cabezas de las monjas
de un monasterio de Barking, junto al Támesis, una sábana volante
luminosa.
Mientras Carlomagno
irrumpía en Italia, los sajones sitiaron Sigisburg, hasta que
hicieron acto de presencia en el aire dos escudos volantes rojizos,
que les hicieron huir precipitadamente y someterse luego a
Carlomagno y al cristianismo. El 21 de febrero de 1345 una luz
misteriosa procedente de las montañas de Montserrat en Catalunya se
desplazó en el aire hasta detenerse encima de la población de
Manresa, cuyos habitantes siguen celebrando desde entonces
anualmente la "vinguda de la misteriosa llum".
En un texto que figura en los anales de la Inquisición, el Dr.
Eugenio Torralba afirma que efectuaba viajes desplazándose por el
aire guiado por una nube de fuego. Bernal Díaz del Castillo,
cronista de Hernán Cortés, narra en su Historia verdadera de la
conquista de la Nueva España, que en el año 1527 los expedicionarios
españoles observaron en el aire sobre sus cabezas una enorme espada
larga (comparable a la cruz que vio Constantino) que no se mudaba
del cielo durante más de veinte días. Mientras que el historiador
catalán Geroni Pujades escribe en su Díari el día 30 de septiembre
de 1604 que en la madrugada de aquel día los habitantes del obispado
de Urgell asistieron a un combate aéreo a baja altura.
En la publicación "L'Année Scientifique" aparece publicada en el año
1874 la noticia del avistamiento de gran número de cuerpos negros
que cruzaban la Luna. En 1885, el astrónomo José A. Bonilla publica
un artículo en la revista "L'Astronomie", en el que explica que los
días 12 y 13 de agosto de 1883 contempló desde el observatorio
mexicano de Zacatecas, del que era director, el paso de un total de
116 objetos volantes no identificados que en oleadas sucesivas
cruzaban por delante del disco solar. Etcétera. La lista se hace
interminable.
La historia bien habla
de estos fenómenos. Si no los omitiéramos, si explicáramos la
historia en su totalidad, sin omisiones ni retoques, asimilaríamos
con naturalidad que los fenómenos que evidencian la actuación de una
inteligencia distinta de la nuestra, forman parte integrante y
continuada de la historia de la humanidad. Sabríamos todos un poco
mejor en donde nos encontramos.
Estamos programados
El premio Nobel Francis H.C. Crick, bioquímico inglés, que en 1953
descubrió la estructura del ácido desoxirribonucleico (ADN), adoptó
a finales de 1981 una postura sorprendente: afirmó que en sus
orígenes nuestra especie fue creada por una supercivilización
galáctica.
"Cuando el sistema
solar estaba empezando a configurarse -dice- en alguna parte de
la galaxia existía una civilización que debía hallarse en el
grado de progreso en que nosotros nos encontramos ahora,
aproximadamente. Esos seres, bastante parecidos a nosotros,
indudablemente, comenzaban a trabajar con la vida.
"Un James Watson y un Crick extraterrestres habían descubierto
la estructura del ADN. Otros, explotando sus trabajos, habían
empezado a crear microorganismos, del mismo modo que nosotros,
hoy, 'sintetizamos' las primeras bacterias en probetas.
"Esos seres descubrieron nuestro mundo en formación. Entonces se
embarcaron en una experiencia que hoy nos parece imposible, pero
que, dentro de unas decenas de años, estaremos nosotros mismos
en condiciones de emprender: crear la vida inteligente. No
exactamente igual que el Dios de la Biblia, que bajó a la Tierra
a fin de modelar un poco de barro para formar a Adán, pero casi.
Ellos hicieron que, en ese barro original, se pudiera sembrar
una bacteria (u otro microorganismo), programado de tal forma
que, al cabo de varías decenas de miles de años, desembocara en
nosotros.
"Esos seres sembraron la Tierra igual que nosotros sembraremos
quizá mañana un mundo lejano, todas cuyas probabilidades de
llevar a la vida a su término más elevado, la inteligencia,
estarán determinadas de antemano por nosotros."
En su libro Lífe
itself (La vida misma) Francis H.C. Crick expone todos los
argumentos de su tesis.
¿Un simple
experimento?
Pero también podríamos ser un simple experimento. Imaginemos que una
supercivilización que todavía existe en algún punto de la galaxia ,
o incluso fuera de ella, decidiera, por ejemplo, hace algunos
millones de años, crearnos a plazo. Para ella, el tiempo no cuenta.
Cuando criamos un ganado que vive sólo unos cuantos años, o simples
bacterias en un tubo de ensayo, ¿pensamos ni por un momento que,
para esos microorganismos, nosotros somos prácticamente inmortales?
Crick confiesa que esta última idea es de los soviéticos. En efecto,
la tesis de una siembra de la Tierra desde una galaxia cobró forma
en el Congreso Internacional de Byurakan, en 1971.
Especialistas como
Vsevolod Troitsky, de la Academia de Ciencias de la Unión Soviética,
emitieron allí la teoría de que la Tierra podría ser un campo de
experimentación para seres superiores, con los cuales no hay ni que
pensar en ponerse en contacto, porque van muy por delante de
nosotros.
Entonces, ¡son como dioses!
Vida por doquier
Casi simultáneamente con la publicación de la obra de
Crick, el
profesor de matemáticas aplicadas y astronomía en el University
College de Cardiff, en el País de Gales, y director del Instituto de
Estudios Fundamentales de Sri Lanka, Nalin Chandra Wickramasinghe,
publicó sendos libros escritos en colaboración con el astrónomo Sir Fred Hoyle, y titulados
Space TraveIlers: the Bringers of Life
(Viajeros del espacio: los que trajeron la vida) y Evolution from
Space (La evolución desde el espacio), respectivamente.
De la lectura de ambos libros, así como de las manifestaciones de
otros científicos que investigan la existencia de formas de vida en
el universo, se deduce claramente -no sólo como reflexión filosófica
o lógica, sino decididamente como resultado de comprobaciones
puntuales- que la vida no es una prerrogativa del planeta Tierra que
habitamos, sino que sus bases se hallan repartidas por doquier en la
vasta inmensidad del universo. De forma que la afirmación del premio Nobel
Francis H.C. Crick, descubridor como dije de la estructura del
ADN, en el sentido de que una supercivilización galáctica nos creó
en un pasado remoto, no carecen de base lógica. Nuestra creación
fue, en su opinión -recuerdo-, una fabricación programada.
El muñeco humano
Exactamente de esta fabricación programada a la que aluden algunos
científicos de avance, nos hablan también las tradiciones más
antiguas del planeta, que quedan perfectamente reflejadas en el
legado sagrado de los indios quichés, de la gran familia maya.
Cuando el planeta Tierra aún no se había solidificado, y antes de
poblarlo por tanto el ser humano, ya estaban ahí los constructores,
los fabricadores, los poderosos del cielo. Con esta afirmación, el
Popol-Vuh, el libro del Consejo de los quichés, está en línea con
las afirmaciones de Francis H.C. Crick:
"Solamente el agua
limitada, solamente la mar tranquila, sola, limitada. Nada
existía. Solamente la inmovilidad, el silencio, en las
tinieblas, en la noche. Sólo los Constructores, los Formadores,
los Dominadores, los Poderosos del Cielo, los Procreadores, los
Engendradores, estaban sobre el agua, la luz esparcida."
Así reza el Popol-Vuh,
que además nos cuenta cómo los Dominadores construyeron al ser
humano, al hombre, para que éste les adorara y les invocara, ya que
sin este detalle de vanidad su creación, su fabricación, no
resultaba completa y, más aún, carecía de sentido. Esta necesaria
adoración se repite en las tradiciones religiosas más antiguas de
numerosas comunidades humanas. ¿Cabe pensar acaso que la energía que
emitimos durante semejantes actos de adoración sirve de nutrición a
quienes presumiblemente nos diseñaron?
"Es tiempo de concentrarse de
nuevo sobre los signos de nuestro hombre formado, como nuestro
sostén, nuestro nutridor, nuestro invocador, nuestro conmemorador",
afirma el Popol-Vuh.
Narra este mismo 'libro del Consejo' que el
primer muñeco formado con tal finalidad no hablaba, por lo cual no
los invocaba, motivo por el que fue destruido:
"No tenían ni
ingenio ni sabiduría, ningún recuerdo de sus Constructores, de
sus Formadores; andaban, caminaban sin objeto. No se acordaban
de los Espíritus del Cielo; por eso decayeron. Solamente un
ensayo, solamente una tentativa de Humanidad."
La imperfección de este
primer intento de biorrobot provocó su destrucción por medio del
agua, del diluvio:
"Entonces fue
hinchada la inundación por los Espíritus del Cielo, una gran
inundación fue hecha, llegó por encima de las cabezas de
aquellos maniquíes."
Con la mente frenada
Al segundo intento, les salió un hombre tan inteligente y de tan
perfecta comprensión, que temieron que supiera y viera demasiado, lo
que no les convenía a Los de la Construcción, a los Poderosos del
Cielo:
"'No está bien lo
que dicen nuestros construidos, nuestros formados. Lo conocen
todo, lo grande, lo pequeño, dijeron. Por lo tanto, celebraron
consejo. '¿Cómo obraremos ahora para con ellos? ¡Que sus miradas
no lleguen sino a poca distancia! ¡Que no vean más que un poco
la faz de la Tierra! ¡No está bien lo que dicen! ¿No se llaman
solamente Construidos, Formados?
Serán como dioses,
si no engendran, si no se propagan, cuando se haga la
germinación, cuando exista el alba; solos, no se multiplican.
Que eso sea. Solamente deshagamos un poco lo que quisimos que
fuesen; no está bien lo que decimos. ¿Se igualarían a aquéllos
que los han hecho, a aquéllos cuya ciencia se extiende a lo
lejos, a aquéllos que todo lo ven?', fue dicho por los Espíritus
del Cielo, Dominadores, Poderosos del Cielo. Así hablaron cuando
rehicieron al ser de su construcción, de su formación.
Entonces fueron
petrificados los ojos por los Espíritus del Cielo, lo que los
veló como el aliento sobre la faz de un espejo; los ojos se
turbaron; no vieron más que lo próximo, esto sólo fue claro. Así
fue perdida la Sabiduría y toda la Ciencia de los cuatro
hombres, su principio, su comienzo. Así primeramente fueron
construidos, fueron formados, nuestros abuelos, nuestros
padres."
De esta forma, para
evitar que supiera y que viera demasiado, se corrigió a este segundo
prototipo de hombre, para conformar definitivamente a la raza humana
actual, previo ajuste de clavijas y recorte de su capacidad de
comprensión. Así, no se nos concedió más que una mínima parte del
saber. ¿No nos están confirmando las más avanzadas investigaciones
de las potencialidades de nuestra mente que solamente estamos usando
aproximadamente un 10 % del total de nuestras posibilidades?
O sea, solamente una
mínima parte del saber que nos corresponde de acuerdo con nuestro
plan de fabricación original. Sorprendentemente, exactamente lo
mismo le confirma Gabriel al contactado Mahoma, amén de darle un
símil minúsculo que acaso pueda hacer alusión al microorganismo que
menciona Francis H.C. Crick, al hacer referencia al origen del ser
humano:
"¡Predica en el
nombre de tu Señor, el que te ha creado! Ha creado al hombre de
un coágulo.
¡Predica! Tu Señor es el Dadivoso que ha enseñado a escribir con
el cálamo: ha enseñado al hombre lo que no sabía."
Pero, aparte de
enseñarnos lo que no sabíamos, el Dadivoso también recalca en el
mismo Corán algo bastante más grave y que enlaza con el Popol-Vuh
mesoamericano:
"No se os ha
concedido más que una mínima parte del saber."
La máquina humana
De acuerdo con todo lo expuesto, puede concluirse -al menos como
hipótesis- que una supercivilización cósmica recurrió a la
ingeniería genética para dar origen al ser humano: a nosotros. Pero,
¿es posible concebir el organismo humano -aquí no entraremos en la
discusión de la parte espiritual, anímica o energética de nuestras
personalidades, que ocupa este organismo durante el lapso de tiempo
de cada una de nuestras vidas individualizadas- como una
fabricación, entendiendo esta fabricación en el sentido más amplio
de la palabra, y no como una auténtica 'creación', sino como
manipulación de los elementos disponibles?
Si echamos una vez más una ojeada a la ciencia de avance, veremos
que efectivamente, es posible. Solamente hay que tener presentes los
progresos que se están realizando en los campos por ejemplo de la
biónica -pronto no habrá prácticamente ningún órgano o parte del
cuerpo humano que no pueda reemplazarse por un sofisticado
dispositivo de recambio (actualmente se producen en Utah, en los
Estados Unidos, más de dos millones de unidades de más de mil
recambios para el cuerpo del ser humano- y de los
biochips, que
permiten construir ordenadores con la misma materia de la que está
hecho el cerebro humano.
No debe perderse de
vista que nuestro cerebro es una compleja computadora biológica que
recibe informaciones a través de los órganos sensoriales de nuestro
cuerpo físico, como también los recibe por vía paranormal, sin
intervención de estos órganos sensoriales. A base de estas
informaciones recibidas y debidamente codificadas, el cerebro
elabora planes de actuación y envía las órdenes de reacción precisas
para cada situación a los respectivos 'departamentos' de nuestro
cuerpo. Nuestro cerebro es, así, la computadora que actúa a modo de
centro de control de nuestro cuerpo. Y éste se atiene a unas leyes y
normas constantes en cuanto a composición, estructuración,
reacciones, posibilidades de acción y vulnerabilidad.
Manipulaciones genéticas
No es por otra parte ningún secreto el hecho de que -sirviéndose de
los ácidos nucleicos y de su función como portadores de información-
los genetistas están desde hace años investigando la forma de
manipular las cadenas de ADN con el objeto de influir en los
caracteres hereditarios y así moldear a los seres vivos a su
voluntad. Todo ello -que no es posible detallar en este breve
espacio, pero que sí lo hago en mi libro
El muñeco humano (Ediciones Kaydeda, Madrid)- conduce indefectiblemente a que en un futuro más o
menos lejano se pueda diseñar y fabricar un ordenador capaz de
copiarse, de reproducirse a sí mismo a su imagen y semejanza. Puesto
que no hará otra cosa que atenerse a la constante vital basada en la
doble espiral del ADN.
Las posibilidades que se abren en el campo de la biónica y del
ordenador biológico, nos llevan a la ineludible reflexión de que, si
todo esto lo estamos intuyendo y ensayando nosotros ahora, y lo
llevaremos a la práctica en un futuro más o menos lejano, pero no
inexistente, es fácil suponer que una civilización cósmica muchísimo
más desarrollada tecnológicamente que nosotros, haya logrado en el
pasado el modelo más avanzado: el biorobot super automático e
independizado, construido o criado a imagen y semejanza de los
propios fabricadores. Este modelo somos nosotros mismos.
Las afirmaciones de
Francis H.C. Crick y el conocimiento del
Popol-Vuh, o sea la ciencia
de avance y las más antiguas tradiciones del planeta estarían así en
lo cierto: alguien programó nuestra fabricación en algún lejano
momento del pasado. Lo más grave de esta situación es que este
alguien, precisamente por ser nuestro fabricador, puede seguirnos
controlando a voluntad. A la suya, que no es necesariamente la
nuestra.
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